lunes, 17 de octubre de 2016

A 100 años del ascenso al poder de Yrigoyen (4): Política exterior: neutralidad y soberanía

La neutralidad, tal como fuera enunciada y sostenida por el gobierno del Presidente Yrigoyen, tanto como la definición  y actitud correlativa asumida después de la guerra, en la reunión de Naciones, demostró ante el mundo que éramos algo mas que una entidad económica; reveló a los pueblos y gobiernos que la República Argentina tenía una personalidad propia”. Gabriel del Mazo, “La primera presidencia de Yrigoyen”.



Alejandro Gonzalo García Garro.


La primera guerra mundial

El primer gobierno de Yrigoyen no tuvo solamente que afrontar los últimos dos años de la denominada Gran Guerra sino que también, en el mismo período se generaron una serie de conmociones políticas en Europa que tuvieron ciertamente incidencia en la política argentina: Tuvieron lugar tres revoluciones que derribaron a las tres casas dinásticas más autocráticas del viejo continente: en 1917, la revolución rusa, que liquidó al zarismo de los Romanoff; en 1918, la revolución alemana, que acabó con los Hohenzollern, y la austríaca, que sacó del poder a los Habsburgo. Y estas revoluciones eran seguidas atentamente en Argentina porque ocurrieron en el transcurso de la guerra y en algunos casos fueron causa o consecuencia de la misma.

La guerra que envolvió a Europa a partir de 1914, constituyó la solución militar de un conflicto entre las principales potencias capitalistas por el reparto del mundo colonial. Es por esta razón que algunos historiadores revisionistas la llaman también “la primera guerra imperialista”. En Europa se encontraban los polos de poder que decidían la economía mundial. A sus puertos llegaban las materias primas de los enclaves coloniales y semicoloniales, que los países centrales requerían para su expansión industrial. La expansión capitalista de Alemania, país que había ingresado tardíamente en el camino de la industrialización, se aceleró a partir de la consolidación del Imperio Alemán y las anexiones de las regiones de Alsacia y Lorena después de la derrota de Francia en la denominada  guerra franco –prusiana. Entonces, la entrada tardía de Alemania en el proceso de crecimiento capitalista y la carencia de dominios coloniales e influencia económica en la periferia colocará a éste país en una difícil situación ante la insuficiencia de mercados que no se adaptaban a su ritmo de crecimiento.

Para resolver esta situación un clima bélico comienza a envolver Europa que se lanzó a una carrera armamentista y,  las diferentes naciones en potenciales conflictos ensayaban y perfeccionaban sistemas de alianzas: la “Entente Cordiale” conformada por Francia, Inglaterra y Rusia por un lado y Alemania aliada al Imperio Austrohúngaro por otro.

Cuando la guerra se declara combatían aliadas, Inglaterra, Francia y Rusia contra Alemania. Italia, que intervino a favor de Alemania en un comienzo se pasó luego a los Aliados. Sobre el final de la contienda el apoyo bélico de los EE.UU. a los aliados en 1917, ayudó a liquidar el conflicto con la derrota de Alemania en 1918. Ese fue, en apretada síntesis, el desarrollo de la primera guerra mundial, contienda en la cual la República Argentina permaneció neutral desde el principio al fin.

Antes de comenzar la Gran Guerra, los países que, como Gran Bretaña, contaban con un amplio dominio colonial y tenían grandes zonas de influencia, incluida la totalidad de Sudamérica, se apresuraron a ajustar los mecanismos de dominación para garantizarse Estados “amigos” para posibles alianzas y el abastecimiento necesario para afrontar el conflicto bélico. 

Política exterior durante la primera guerra mundial

Si analizamos la política exterior de Argentina durante la primera guerra mundial descubriremos dos etapas con dos líneas políticas claramente diferentes: a) Táctica imperialista neutralista, coincidente con la oligarquía dominante. b) Con la llegada al poder de Yrigoyen se pone en marcha una política fundada en el principismo radical disidente de la estrategia imperialista, es decir el neutralismo como ejercicio de soberanía.

La neutralidad fue declarada el 4 de agosto de 1914, apenas comenzada la guerra en Europa, por el gobierno de Victorino de la Plaza, y fue peyorativamente definida por el líder radical Hipólito Yrigoyen como "pasiva y claudicante", basándose para utilizar estos calificativos en la inmovilidad oficial frente a graves cuestiones como el fusilamiento del cónsul argentino en Bélgica, en septiembre de 1914, por parte de las tropas alemanas de ocupación, y el apresamiento del buque argentino Presidente Mitre, en noviembre de 1915, por parte de la armada inglesa. En realidad la postura del presidente de la Plaza reflejaba más que el cumplimiento de un principio de soberanía, la necesidad de Inglaterra y sus aliados de contar con una base neutral de abastecimiento inatacable por Alemania.

Al llegar Yrigoyen al poder en 1916 la neutralidad se mantuvo, aunque el nuevo mandatario la calificó de "activa y altiva", a fin de diferenciarla de la "pasiva y claudicante" de su antecesor. El nuevo presidente definió la política internacional argentina frente a la guerra de acuerdo con dos ejes: a) garantía de la neutralidad proclamada, y b) respeto de los derechos de libertad e independencia de los estados neutrales.

Pero la posición neutral Argentina durante el gobierno de Yrigoyen es puesta en peligro cuando Alemania comienza a hundir buques de cualquier bandera con una nueva arma letal: el submarino. Ante esta nueva estrategia alemana Estados Unidos comienza a presionar al gobierno argentino para que abandone la neutralidad. El momento más álgido llega cuando, el 4 de abril de 1917, el buque “Monte Protegido” que navegaba con bandera argentina fue hundido por un submarino alemán. La Cancillería argentina elevó una enérgica protesta declarando que esta acción constituía una ofensa a la soberanía, exigiendo la reparación del daño material y el desagravio al pabellón nacional. El Estado agresor dio las reparaciones debidas con la amplitud que la Argentina reivindicaba. Idéntica actitud y similar respuesta se obtuvo en un segundo incidente similar ocurrido en alta mar con el vapor “Toro”.

Estos incidentes desencadenaron no sólo violentas presiones de los países aliados para que el gobierno le declarase la guerra a Alemania sino que también desataron una feroz campaña interna para que Argentina abandonara la política de neutralidad. Las naciones aliadas forzaban a los países satélites a plegarse a la causa alidada con el eterno pretexto de iniciar “una cruzada por la democracia y la libertad”.

Una impresionante conjura de intereses echa mano a todos los recursos para obligar al gobierno a entrar en guerra con Alemania. La prensa de todos los colores, todos los partidos de la oposición sin excepción e incluso numerosos radicales, los “intelectuales representativos” y las fuerzas vivas del país coinciden en este punto. Tan intensa es la presión, a tanto asciende el histérico desborde de la propaganda imperialista que algunos sectores se lanzan a realizar violentas manifestaciones callejeras que tornan más  dramática la situación. Los representantes diplomáticos de las potencias aliadas se mueven tras las bambalinas y conspiran contra el gobierno de Yrigoyen. Se llega a mencionar la posibilidad de derrocar al presidente con un golpe militar sino declara la guerra a Alemania. Los agentes del imperio proclaman a viva voz que la Argentina será castigada por la osadía de mantener la neutralidad. La sanción sería que nadie compraría nuestra producción agropecuaria y que terminada la guerra, Argentina quedaría aislada del mundo civilizado.

Los Estados Unidos, envalentonado, amenaza y lanza un “globo de ensayo”: Uno de sus almirantes al frente de una escuadra anuncia que entrará “incondicionalmente” al puerto de Buenos Aires. La respuesta de Yrigoyen no se hace esperar y es tan enérgica que el Departamento de Estado debe dar marcha atrás y solicitar permiso para una visita de cortesía.

Las Cámaras se suman al coro belicista con el concurso de la bancada del Partido Socialista que, violando el mandato del Congreso partidario pide la ruptura de relaciones y la declaración de guerra a Alemania. Manuel Ugarte, en ese entonces dirigente socialista, es una voz en el desierto y se adhiere a la posición del gobierno de Yrigoyen proclamando la unidad latinoamericana en un pequeño periódico al que llamó “Patria”. Tal actitud le valió a Ugarte la expulsión del partido primero y el vació absoluto después. Esta circunstancia dolorosa lo obligó a vivir muchos años fuera del país.

Las consecuencias políticas

Prácticamente sin adhesiones a favor y contra la formidable conjura de los poderes reaccionarios, Yrigoyen mantiene intransigentemente el principio de autodeterminación nacional. Parecía que el país entero estaba con los aliados y contra “el Peludo mestizo y germanófilo” asociado a la “barbarie prusiana”. 

Pero, en marzo de 1918 se realizaron elecciones nacionales para renovar la Cámara de Diputados. Son las primeras elecciones luego de la asunción de Yrigoyen. La UCR obtuvo 350.000 votos; 120.000 el Partido Conservador; los demócratas progresistas 82.000, y el Partido Socialista 66.000. En las urnas se volcó la opinión de los argentinos que no hablaban, eran los más...

Los beneficios económicos

Ahora bien, la posición de Yrigoyen en cuanto a la neutralidad y el afianzamiento de la autodeterminación de la Nación Argentina es indiscutiblemente encomiable, pero la neutralidad también tiene una arista económica que es interesante destacar: Cuando los países débiles, como en éste caso lo era Argentina cobran fuerza con un gobierno y logran mantener la neutralidad en un conflicto mundial del tenor que estamos analizando logran cierto enriquecimiento económico a saber: soslayan compromisos económicos, financieros y militares que necesariamente la intervención en el conflicto les traería aparejado. Y, en el caso argentino se le añade que, como país exportador de materias primas le permite beneficiarse de los altos precios de sus productos.

Hubo grande beneficios económicos en el tiempo de la guerra que fueron empleados para financiar muchos de los proyectos del gobierno pero, sin embargo, no se tradujo en un brote de prosperidad para el conjunto de la población. Porque, al mismo tiempo que la carne y el trigo eran vendidos en el exterior con enormes beneficios, la gran reducción de las importaciones trajo la escasez en muchos rubros e inflación aumentando el costo de vida en un 100 % en los últimos dos años del conflicto mientras los salarios se quedaron estancados. Este aprieto hará eclosión, como veremos, en la huelga de los talleres Vasena en las jornadas de la Semana Trágica de enero 1919 que fue la respuesta del movimiento obrero a esa situación de crisis económica.

Congreso Latinoamericano

Pero continuemos ahora con la política exterior de Yrigoyen que, por cierto, no se circunscribió a mantener la neutralidad. Retomando la tradición de la Patria Grande legada de San Martín y Bolívar, aprovechó la emergencia de la guerra para convocar a un Congreso Latinoamericano que amalgamara una actitud conjunta ante las fuerzas del imperialismo. El Congreso no pudo realizarse, los Estados Unidos previeron en éste un foro antibélico y lo boicotearon. Sólo México resistió la presión diplomática y envió sus delegados. No era casual. México en ese momento estaba profundamente conmovido en un proceso revolucionario antiimperialista y comprendió el llamado continental que sé hacia desde el país más austral del continente donde, salvando las distancias, también se estaba forjando un movimiento popular, democrático y nacional.

Terminada la guerra, en el Tratado de Versalles, los aliados victoriosos se repartieron los despojos. Se creó una entidad internacional que tuvo una existencia fugaz y vergonzosa: La Sociedad de las Naciones,  organismo que tenía como objetivo el cumplimiento de las cláusulas del Tratado a todas luces injustas y tendenciosamente favorables a los vencedores. La República Argentina, baluarte del imperialismo británico habría seguido los dictados de la política inglesa sino hubiese sido por Yrigoyen que al frente de su gobierno impuso condiciones para el ingreso de nuestro país. El Canciller Honorio Pueyrredón; Marcelo Torcuato de Alvear, embajador en Francia y Pérez, representante argentino en Austria, llevaron precisas instrucciones del presidente: Condicionar el ingreso a que todas las naciones, beligerantes y no beligerantes fueran admitidas en el seno de la organización y que no se establezcan diferencias entre los países pequeños o débiles y las grandes potencias.

Para Alvear la condición impuesta por Yrigoyen era prácticamente sacrílega. La Argentina para Alvear no tenía entidad internacional como para imponer una condición de este tipo enfrentando la decisión tomada por los países imperialistas victoriosos. Bastaría, sostenía Alvear, con dejar sentada la posición argentina; no era necesario llevar las cosas al extremo de retirar la delegación en caso de que la propuesta fuese rechazada como obviamente ocurriría. En caso contrario opinaba Alvear “podríamos orientar a la República en una política internacional peligrosa”. Pero el empeño de Alvear, que para ese entonces era sin dudas un referente del “radicalismo oligárquico”, no pudo con la tenacidad del Presidente. El 4 de diciembre de 1919, el Canciller Pueyrredón sumamente presionado por Yrigoyen, envió una nota a la Asamblea declarando “que la delegación argentina consideraba terminada su misión”. El Presidente telegrafía de inmediato utilizando como siempre su peculiar lenguaje: “La actitud de la delegación... se ajusta estrictamente a sus deberes, puesto que, allí existía un espíritu deliberadamente reacio a las grandes y nobles soluciones”. Lo que vale decir que reinaba un espíritu pro impererialista anglo–francés...

Política soberana

Existen tres ejemplos que reflejan el concepto que el Presidente tenía de la soberanía de las naciones dando testimonio de solidaridad a los pueblos damnificados por la guerra y realzando la dignidad de los países hispanoamericanos.

Finalizada la Gran Guerra en 1918, los países aliados, fundamentalmente Inglaterra y Francia intentaron oponerse a la Revolución Rusa emprendida en octubre de 1917. No solo invadieron territorios rusos sino que financiaron y apoyaron logísticamente la contrarrevolución. Además de soportar ésta agresión el sufrido pueblo ruso se vió afectado por una serie de hambrunas y pestes que desbastaron  parte de su territorio, fundamentalmente Ucrania. Yrigoyen, sensible a este tipo de padecimientos, envía un mensaje al Congreso al cual solicita: “ayuda para el pueblo ruso, mediante un préstamo de 5 millones de pesos que ése país reembolsará sin interés cuando pueda hacerlo”. He aquí un testimonio de la independencia  que por aquellos años ostentó la política exterior argentina.

De su presidencia data también la condonación de la deuda de la guerra que el Paraguay tenía con la República Argentina a raíz de la funesta agresión de la “Triple Infamia”.

Y por último, una de sus más famosas acciones internacionales y de confraternidad hispanoamericana: el saludo de la bandera dominicana. El 24 de mayo de 1919 había fallecido en Montevideo el ilustre poeta Amado Nervo, embajador de México ante la República del Uruguay. Como Nervo había sido embajador concurrente en la República Argentina, el presidente Hipólito Yrigoyen ordenó que sus restos fueran repatriados con todos los honores en el acorazado "Nueve de Julio". Al regreso el barco se vio obligado a hacer escala, y su comandante consultó con el ministerio de Marina si podía tocar o no Santo Domingo y, en caso afirmativo, si saludaba a la bandera norteamericana al entrar al puerto, a la sazón ocupado por fuerzas militares de los Estados Unidos. La inmediata respuesta del presidente Yrigoyen fue: "Id y saludad al pabellón dominicano". Al entrar al puerto, el acorazado izó al tope la bandera del país hollado, saludándola con una salva. Corrió la voz por la ciudad, y un grupo de personas fervorosas compusieron con trozos de tela una bandera dominicana que izaron en el torreón de la fortaleza. Veintiún cañonazos de la nave argentina tributaron el homenaje a la enseña dominicana. La multitud se lanzó a las calles, y una gran manifestación se dirigió hasta la casa municipal ante la perplejidad de las autoridades de ocupación que no se atrevieron a impedir el pronunciamiento popular. Uno de los improvisados oradores dijo: "Loor al presidente argentino Yrigoyen que nos ha hecho vivir siquiera dos horas de libertad dominicana".


Para finalizar y a manera de conclusión: El Presidente Yrigoyen planteó una política exterior cuyo propósito fue el de aumentar el prestigio exterior de la Argentina a través de una práctica neutral y pacifista, que insistió en la moralidad y el derecho como las bases de las relaciones internacionales, y que intentó desplegar una suerte de liderazgo regional en oposición a Estados Unidos. La prédica nacionalista, latinoamericanista y neutralista que identificó a la política exterior de Yrigoyen tuvo por principal móvil lanzar al mundo una reputación ética de la Argentina, levantando una imagen de país con independencia de acción y dueño de un porte moral, lejano de la mezquina política evidenciada por los países beligerantes.

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