“La neutralidad, tal como fuera enunciada y sostenida por el gobierno
del Presidente Yrigoyen, tanto como la definición y actitud correlativa asumida después de la
guerra, en la reunión de Naciones, demostró ante el mundo que éramos algo mas
que una entidad económica; reveló a los pueblos y gobiernos que la República
Argentina tenía una personalidad propia”. Gabriel del Mazo, “La primera
presidencia de Yrigoyen”.
Alejandro Gonzalo García Garro.
La primera guerra mundial
El
primer gobierno de Yrigoyen no tuvo solamente que afrontar los últimos dos años
de la denominada Gran Guerra sino que también, en el mismo período se generaron
una serie de conmociones políticas en Europa que tuvieron ciertamente
incidencia en la política argentina: Tuvieron lugar tres revoluciones que
derribaron a las tres casas dinásticas más autocráticas del viejo continente:
en 1917, la revolución rusa, que liquidó al zarismo de los Romanoff; en 1918,
la revolución alemana, que acabó con los Hohenzollern, y la austríaca, que sacó
del poder a los Habsburgo. Y estas revoluciones eran seguidas atentamente en
Argentina porque ocurrieron en el transcurso de la guerra y en algunos casos
fueron causa o consecuencia de la misma.
La
guerra que envolvió a Europa a partir de 1914, constituyó la solución militar
de un conflicto entre las principales potencias capitalistas por el reparto del
mundo colonial. Es por esta razón que algunos historiadores revisionistas la
llaman también “la primera guerra imperialista”. En Europa se encontraban los
polos de poder que decidían la economía mundial. A sus puertos llegaban las
materias primas de los enclaves coloniales y semicoloniales, que los países
centrales requerían para su expansión industrial. La expansión capitalista de
Alemania, país que había ingresado tardíamente en el camino de la
industrialización, se aceleró a partir de la consolidación del Imperio Alemán y
las anexiones de las regiones de Alsacia y Lorena después de la derrota de
Francia en la denominada guerra franco
–prusiana. Entonces, la entrada tardía de Alemania en el proceso de crecimiento
capitalista y la carencia de dominios coloniales e influencia económica en la
periferia colocará a éste país en una difícil situación ante la insuficiencia
de mercados que no se adaptaban a su ritmo de crecimiento.
Para
resolver esta situación un clima bélico comienza a envolver Europa que se lanzó
a una carrera armamentista y, las
diferentes naciones en potenciales conflictos ensayaban y perfeccionaban
sistemas de alianzas: la “Entente Cordiale” conformada por Francia, Inglaterra
y Rusia por un lado y Alemania aliada al Imperio Austrohúngaro por otro.
Cuando
la guerra se declara combatían aliadas, Inglaterra, Francia y Rusia contra
Alemania. Italia, que intervino a favor de Alemania en un comienzo se pasó
luego a los Aliados. Sobre el final de la contienda el apoyo bélico de los
EE.UU. a los aliados en 1917, ayudó a liquidar el conflicto con la derrota de
Alemania en 1918. Ese fue, en apretada síntesis, el desarrollo de la primera
guerra mundial, contienda en la cual la República Argentina permaneció neutral
desde el principio al fin.
Antes
de comenzar la Gran Guerra, los países que, como Gran Bretaña, contaban con un
amplio dominio colonial y tenían grandes zonas de influencia, incluida la
totalidad de Sudamérica, se apresuraron a ajustar los mecanismos de dominación
para garantizarse Estados “amigos” para posibles alianzas y el abastecimiento
necesario para afrontar el conflicto bélico.
Política exterior durante la primera
guerra mundial
Si
analizamos la política exterior de Argentina durante la primera guerra mundial
descubriremos dos etapas con dos líneas políticas claramente diferentes: a)
Táctica imperialista neutralista, coincidente con la oligarquía dominante. b)
Con la llegada al poder de Yrigoyen se pone en marcha una política fundada en
el principismo radical disidente de la estrategia imperialista, es decir el
neutralismo como ejercicio de soberanía.
La
neutralidad fue declarada el 4 de agosto de 1914, apenas comenzada la guerra en
Europa, por el gobierno de Victorino de la Plaza, y fue peyorativamente
definida por el líder radical Hipólito Yrigoyen como "pasiva y claudicante", basándose para utilizar estos
calificativos en la inmovilidad oficial frente a graves cuestiones como el
fusilamiento del cónsul argentino en Bélgica, en septiembre de 1914, por parte
de las tropas alemanas de ocupación, y el apresamiento del buque argentino
Presidente Mitre, en noviembre de 1915, por parte de la armada inglesa. En
realidad la postura del presidente de la Plaza reflejaba más que el
cumplimiento de un principio de soberanía, la necesidad de Inglaterra y sus aliados
de contar con una base neutral de abastecimiento inatacable por Alemania.
Al
llegar Yrigoyen al poder en 1916 la neutralidad se mantuvo, aunque el nuevo
mandatario la calificó de "activa y
altiva", a fin de diferenciarla de la "pasiva y claudicante" de su antecesor. El nuevo presidente
definió la política internacional argentina frente a la guerra de acuerdo con
dos ejes: a) garantía de la neutralidad proclamada, y b) respeto de los
derechos de libertad e independencia de los estados neutrales.
Pero
la posición neutral Argentina durante el gobierno de Yrigoyen es puesta en
peligro cuando Alemania comienza a hundir buques de cualquier bandera con una
nueva arma letal: el submarino. Ante esta nueva estrategia alemana Estados
Unidos comienza a presionar al gobierno argentino para que abandone la
neutralidad. El momento más álgido llega cuando, el 4 de abril de 1917, el
buque “Monte Protegido” que navegaba con bandera argentina fue hundido por un
submarino alemán. La Cancillería argentina elevó una enérgica protesta
declarando que esta acción constituía una ofensa a la soberanía, exigiendo la
reparación del daño material y el desagravio al pabellón nacional. El Estado
agresor dio las reparaciones debidas con la amplitud que la Argentina
reivindicaba. Idéntica actitud y similar respuesta se obtuvo en un segundo
incidente similar ocurrido en alta mar con el vapor “Toro”.
Estos
incidentes desencadenaron no sólo violentas presiones de los países aliados
para que el gobierno le declarase la guerra a Alemania sino que también
desataron una feroz campaña interna para que Argentina abandonara la política
de neutralidad. Las naciones aliadas forzaban a los países satélites a plegarse
a la causa alidada con el eterno pretexto de iniciar “una cruzada por la
democracia y la libertad”.
Una
impresionante conjura de intereses echa mano a todos los recursos para obligar
al gobierno a entrar en guerra con Alemania. La prensa de todos los colores,
todos los partidos de la oposición sin excepción e incluso numerosos radicales,
los “intelectuales representativos” y
las fuerzas vivas del país coinciden en este punto. Tan intensa es la presión,
a tanto asciende el histérico desborde de la propaganda imperialista que
algunos sectores se lanzan a realizar violentas manifestaciones callejeras que
tornan más dramática la situación. Los
representantes diplomáticos de las potencias aliadas se mueven tras las
bambalinas y conspiran contra el gobierno de Yrigoyen. Se llega a mencionar la
posibilidad de derrocar al presidente con un golpe militar sino declara la
guerra a Alemania. Los agentes del imperio proclaman a viva voz que la
Argentina será castigada por la osadía de mantener la neutralidad. La sanción
sería que nadie compraría nuestra producción agropecuaria y que terminada la
guerra, Argentina quedaría aislada del mundo civilizado.
Los
Estados Unidos, envalentonado, amenaza y lanza un “globo de ensayo”: Uno de sus
almirantes al frente de una escuadra anuncia que entrará “incondicionalmente”
al puerto de Buenos Aires. La respuesta de Yrigoyen no se hace esperar y es tan
enérgica que el Departamento de Estado debe dar marcha atrás y solicitar
permiso para una visita de cortesía.
Las
Cámaras se suman al coro belicista con el concurso de la bancada del Partido
Socialista que, violando el mandato del Congreso partidario pide la ruptura de
relaciones y la declaración de guerra a Alemania. Manuel Ugarte, en ese
entonces dirigente socialista, es una voz en el desierto y se adhiere a la
posición del gobierno de Yrigoyen proclamando la unidad latinoamericana en un
pequeño periódico al que llamó “Patria”. Tal actitud le valió a Ugarte la
expulsión del partido primero y el vació absoluto después. Esta circunstancia
dolorosa lo obligó a vivir muchos años fuera del país.
Las consecuencias políticas
Prácticamente
sin adhesiones a favor y contra la formidable conjura de los poderes
reaccionarios, Yrigoyen mantiene intransigentemente el principio de
autodeterminación nacional. Parecía que el país entero estaba con los aliados y
contra “el Peludo mestizo y germanófilo”
asociado a la “barbarie prusiana”.
Pero,
en marzo de 1918 se realizaron elecciones nacionales para renovar la Cámara de
Diputados. Son las primeras elecciones luego de la asunción de Yrigoyen. La UCR
obtuvo 350.000 votos; 120.000 el Partido Conservador; los demócratas
progresistas 82.000, y el Partido Socialista 66.000. En las urnas se volcó la
opinión de los argentinos que no hablaban, eran los más...
Los beneficios económicos
Ahora
bien, la posición de Yrigoyen en cuanto a la neutralidad y el afianzamiento de
la autodeterminación de la Nación Argentina es indiscutiblemente encomiable,
pero la neutralidad también tiene una arista económica que es interesante
destacar: Cuando los países débiles, como en éste caso lo era Argentina cobran
fuerza con un gobierno y logran mantener la neutralidad en un conflicto mundial
del tenor que estamos analizando logran cierto enriquecimiento económico a
saber: soslayan compromisos económicos, financieros y militares que
necesariamente la intervención en el conflicto les traería aparejado. Y, en el
caso argentino se le añade que, como país exportador de materias primas le
permite beneficiarse de los altos precios de sus productos.
Hubo
grande beneficios económicos en el tiempo de la guerra que fueron empleados
para financiar muchos de los proyectos del gobierno pero, sin embargo, no se
tradujo en un brote de prosperidad para el conjunto de la población. Porque, al
mismo tiempo que la carne y el trigo eran vendidos en el exterior con enormes
beneficios, la gran reducción de las importaciones trajo la escasez en muchos
rubros e inflación aumentando el costo de vida en un 100 % en los últimos dos
años del conflicto mientras los salarios se quedaron estancados. Este aprieto
hará eclosión, como veremos, en la huelga de los talleres Vasena en las
jornadas de la Semana Trágica de enero 1919 que fue la respuesta del movimiento
obrero a esa situación de crisis económica.
Congreso Latinoamericano
Pero
continuemos ahora con la política exterior de Yrigoyen que, por cierto, no se
circunscribió a mantener la neutralidad. Retomando la tradición de la Patria
Grande legada de San Martín y Bolívar, aprovechó la emergencia de la guerra
para convocar a un Congreso Latinoamericano que amalgamara una actitud conjunta
ante las fuerzas del imperialismo. El Congreso no pudo realizarse, los Estados
Unidos previeron en éste un foro antibélico y lo boicotearon. Sólo México
resistió la presión diplomática y envió sus delegados. No era casual. México en
ese momento estaba profundamente conmovido en un proceso revolucionario
antiimperialista y comprendió el llamado continental que sé hacia desde el país
más austral del continente donde, salvando las distancias, también se estaba
forjando un movimiento popular, democrático y nacional.
Terminada
la guerra, en el Tratado de Versalles, los aliados victoriosos se repartieron
los despojos. Se creó una entidad internacional que tuvo una existencia fugaz y
vergonzosa: La Sociedad de las Naciones,
organismo que tenía como objetivo el cumplimiento de las cláusulas del
Tratado a todas luces injustas y tendenciosamente favorables a los vencedores.
La República Argentina, baluarte del imperialismo británico habría seguido los
dictados de la política inglesa sino hubiese sido por Yrigoyen que al frente de
su gobierno impuso condiciones para el ingreso de nuestro país. El Canciller
Honorio Pueyrredón; Marcelo Torcuato de Alvear, embajador en Francia y Pérez,
representante argentino en Austria, llevaron precisas instrucciones del
presidente: Condicionar el ingreso a que todas las naciones, beligerantes y no
beligerantes fueran admitidas en el seno de la organización y que no se
establezcan diferencias entre los países pequeños o débiles y las grandes
potencias.
Para
Alvear la condición impuesta por Yrigoyen era prácticamente sacrílega. La
Argentina para Alvear no tenía entidad internacional como para imponer una
condición de este tipo enfrentando la decisión tomada por los países
imperialistas victoriosos. Bastaría, sostenía Alvear, con dejar sentada la
posición argentina; no era necesario llevar las cosas al extremo de retirar la
delegación en caso de que la propuesta fuese rechazada como obviamente
ocurriría. En caso contrario opinaba Alvear “podríamos orientar a la República en una política internacional
peligrosa”. Pero el empeño de Alvear, que para ese entonces era sin dudas
un referente del “radicalismo oligárquico”,
no pudo con la tenacidad del Presidente. El 4 de diciembre de 1919, el
Canciller Pueyrredón sumamente presionado por Yrigoyen, envió una nota a la
Asamblea declarando “que la delegación
argentina consideraba terminada su misión”. El Presidente telegrafía de
inmediato utilizando como siempre su peculiar lenguaje: “La actitud de la delegación... se ajusta estrictamente a sus deberes,
puesto que, allí existía un espíritu deliberadamente reacio a las grandes y
nobles soluciones”. Lo que vale decir que reinaba un espíritu pro
impererialista anglo–francés...
Política soberana
Existen
tres ejemplos que reflejan el concepto que el Presidente tenía de la soberanía
de las naciones dando testimonio de solidaridad a los pueblos damnificados por
la guerra y realzando la dignidad de los países hispanoamericanos.
Finalizada
la Gran Guerra en 1918, los países aliados, fundamentalmente Inglaterra y
Francia intentaron oponerse a la Revolución Rusa emprendida en octubre de 1917.
No solo invadieron territorios rusos sino que financiaron y apoyaron
logísticamente la contrarrevolución. Además de soportar ésta agresión el
sufrido pueblo ruso se vió afectado por una serie de hambrunas y pestes que
desbastaron parte de su territorio,
fundamentalmente Ucrania. Yrigoyen, sensible a este tipo de padecimientos,
envía un mensaje al Congreso al cual solicita: “ayuda para el pueblo ruso, mediante un préstamo de 5 millones de pesos
que ése país reembolsará sin interés cuando pueda hacerlo”. He aquí un
testimonio de la independencia que por
aquellos años ostentó la política exterior argentina.
De
su presidencia data también la condonación de la deuda de la guerra que el
Paraguay tenía con la República Argentina a raíz de la funesta agresión de la
“Triple Infamia”.
Y
por último, una de sus más famosas acciones internacionales y de confraternidad
hispanoamericana: el saludo de la bandera dominicana. El 24 de mayo de 1919
había fallecido en Montevideo el ilustre poeta Amado Nervo, embajador de México
ante la República del Uruguay. Como Nervo había sido embajador concurrente en
la República Argentina, el presidente Hipólito Yrigoyen ordenó que sus restos
fueran repatriados con todos los honores en el acorazado "Nueve de
Julio". Al regreso el barco se vio obligado a hacer escala, y su
comandante consultó con el ministerio de Marina si podía tocar o no Santo Domingo
y, en caso afirmativo, si saludaba a la bandera norteamericana al entrar al
puerto, a la sazón ocupado por fuerzas militares de los Estados Unidos. La
inmediata respuesta del presidente Yrigoyen fue: "Id y saludad al pabellón dominicano". Al entrar al puerto, el
acorazado izó al tope la bandera del país hollado, saludándola con una salva.
Corrió la voz por la ciudad, y un grupo de personas fervorosas compusieron con
trozos de tela una bandera dominicana que izaron en el torreón de la fortaleza.
Veintiún cañonazos de la nave argentina tributaron el homenaje a la enseña
dominicana. La multitud se lanzó a las calles, y una gran manifestación se
dirigió hasta la casa municipal ante la perplejidad de las autoridades de
ocupación que no se atrevieron a impedir el pronunciamiento popular. Uno de los
improvisados oradores dijo: "Loor al
presidente argentino Yrigoyen que nos ha hecho vivir siquiera dos horas de
libertad dominicana".
Para
finalizar y a manera de conclusión: El Presidente Yrigoyen planteó una política
exterior cuyo propósito fue el de aumentar el prestigio exterior de la
Argentina a través de una práctica neutral y pacifista, que insistió en la
moralidad y el derecho como las bases de las relaciones internacionales, y que
intentó desplegar una suerte de liderazgo regional en oposición a Estados
Unidos. La prédica nacionalista, latinoamericanista y neutralista que
identificó a la política exterior de Yrigoyen tuvo por principal móvil lanzar
al mundo una reputación ética de la Argentina, levantando una imagen de país
con independencia de acción y dueño de un porte moral, lejano de la mezquina
política evidenciada por los países beligerantes.
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