jueves, 17 de agosto de 2023

San Martín en un panteón junto a Rosas y Perón

San Martín - Rosas - Perón


Escribe: Dr. Alejandro Gonzalo García Garro.

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"...como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en nuestra querida patria: y todos esos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino. Son los votos que hace y hará sierre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota Q.B.S.M". (Que besa sus manos). Don José de San Martín. Carta de San Martín a Juan Manuel de Rosas, escrita en Boulogne-sur-Mer, Francia, el 6 de mayo de 1850. 

"Don Juan Manuel, el primero que después de San Martín muere en el exilio por haber defendido dignamente la soberanía popular y la independencia de la Patria. Los que se han dicho sanmartinianos parecen no haber comprendido la lucha contra el colonialismo que realizó Rosas, lo que San Martín vio claro a quince mil kilómetros de distancia. Él le rindió a Rosas, el mejor homenaje que un soldado puede rendir a otro soldado: su sable libertador...". Carta de Juan Perón, del 20 de octubre de 1970, dirigida al historiador entrerriano Fermín Chávez y publicada por éste en su libro "La vuelta de Don Juan Manuel".
  
El mito de San Martín  

José Francisco de San Martín y Matorras nación en Yapeyú, Virreinato del Río de la Plata (hoy provincia de Corrientes) el 25 de febrero de 1778 y murió en Boulogne-sur-Mer (Francia) el 17 de agosto de 1850), siendo estos datos que nadie duda o refuta. Pero en torno a la vida e historia de San Martín se ha creado un mito, donde poco tiene de verdad lo que se ha enseñado mecánicamente sobre él durante generaciones.


El mito sanmartiniano tiene un fundamento político y se basa en la obra de dos plumas que, en distintos siglos, delinearon la figura del prócer ajustándola a las necesidades políticas de la oligarquía: el San Martín de Bartolomé Mitre y el "Santo de la Espada" de Ricardo Rojas.

La historia de Mitre, muy bien escrita y mejor documentada, se propuso asentar los mitos fundadores de la Nación. Si el mito es el relato de los orígenes, lo que a Mitre le interesaba, era instalar institucionalmente, a través del mito histórico, un discurso político y una historia oficial que permita reconocernos en un pasado propio. Obviamente un pasado circunscrito dentro los conceptos ideológicos del liberalismo porteño, a los intereses de clase que defendía y representaba Mitre y políticamente funcional al poder oligárquico durante el siglo XIX y parte del S. XX.

Ricardo Rojas, por su parte, vacía de contenido político la biografía de San Martín y lo mitifica como un santo laico, inmaculado: "El será en medio del tumulto emancipador, algo así como un monje armado, ejemplar nunca visto de santidad paladinesca, Cid de nuevas Castillas fundido en un Loyola de misticismo laico".

"El Santo de la Espada" de Rojas es un claro ejemplo de mitificación de la historia y un libro paradigmático que, tendenciosamente, nos muestra a un semidiós para no mostrarnos un hombre. Un libro que, ofrece un prototipo de héroe universal en vez de nacional, en fin un Santo que debe de cumplir con su destino del que está prisionero. Ricardo Rojas reafirma las bases fundacionales del mito sanmartiniano acorde a los dictados ideológicos del mitrismo y de la oligarquía porteña. Lo hace entrado el siglo XX, en respuesta a las nuevas necesidades de las minorías que seguían por entonces en el poder.

Para Arturo Jauretche, Rojas es el responsable de la sacralización y mitificación de San Martín en "El Santo de la Espada", "levantándolo como héroe moral para anularlo como jefe de la revolución latinoamericana y decidido antirrivadaviano".


Al igual que la "década infame", la lucha contra la injusticia y la dependencia fue el caldo de cultivo de nuevas generaciones de intelectuales y militantes políticos. Fue entonces, con el revisionismo emergente luego del golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, cuando el verdadero San Martín emergió, en un nuevo contexto político de la resistencia peronista donde el triunfo popular estaba en marcha y su espíritu revolucionario era bandera de victoria. San Martín - Rosas - Perón es la línea histórica que se encuentra y se define en el espíritu nacional, en las ideas y en composición social popular, fundamental en los diferentes movimientos de liberación en la historia argentina.

Pero al igual que en el plano político, la batalla por la historia tuvo sus reveces y dista lejos de una victoria. Lo real es que desde el retorno de la democracia en el 83 y de allí en adelante, desde los manuales escolares hasta la cátedra y la academia repiten este San Martín mistificado y en parte negado en su esencia. Si bien este mito está hoy en crisis, su presencia se puede constatar en cada acto gubernamental, homenaje escolar o cuanta actividad referida al "Padre de la Patria" se realice. Detrás de Mitre y Rojas, pese a los embates del revisionismo, vinieron estantes enteros de libros que refrendaron sus tesis. El último éxito editorial de la biblioteca sanmartiniana, "La Logia de Cádiz" de Jorge Fernández Díaz, donde se retrata a un San Martín militar en el nacimiento de su carrera es de alguna medida una prueba de ello, ya que se aborda al solado español y no al patriota revolucionario de la patria grande latinoamericana.


El hombre, más allá de la fábula 

Pero San Martín no era una persona enigmática. Sus biógrafos, en especial Mitre y Ricardo Rojas, lo construyeron así. Como vimos, tenían otras razones para hacer de San Martín un misterio, razones de tipo político. Mitre escribía la historia de San Martín y paralelamente fundaban una nación y una nación necesitaba un mito. Un mito fundacional.

Pero la construcción de un mito a medida, como traje de un sastre, requería omisiones, falseamientos y mentiras. La más grande de ellas sin dudas fue negar la dimensión política de San Martín, su pensamiento revolucionario y patriótico que lo puso siempre del lado de los que defendieron la soberanía nacional. Así fue como, entre tantas otras cosas, Mitre, Rojas y todo el aparato cultural del sistema:

1. Negaron el enfrentamiento de San Martín con el unitario Rivadavia y las razones del movimiento revolucionario del 8 de Octubre de 1812.

2. Ocultaron, hasta hoy, la posibilidad de su origen indio o mestizo, como si eso fuese algún pecado o maldición denigrante.

3. Soslayaron la discusión sobre el carácter revolucionario de la Logia Lautaro, sus ideales democráticos.

4. No abordaron seriamente los motivos por los cuales retornó a su patria a luchar por la emancipación continental.

5. No se explayaron sobre las posiciones claramente antiimperialistas y antibritánicas de San Martín.

6. Omitieron ahondar en su relación con los caudillos federales. Trataron de ocultar o relativizar el valor político de la correspondencia de San Martín con Estanislao López y José Artigas.

7. No han teorizado sobre la "desobediencia genial" que le permitió a San Martín continuar la empresa libertadora continental en vez de cumplir los mandos de la oligarquía porteña que quería cercenar el alcance de la revolución al puerto de Buenos Aires y su zona de influencia económica y política.

8. Poco escribieron sobre las políticas progresistas y económicamente revolucionarias que aplicó San Martín en su gobernación en Mendoza.

9. Desvirtuaron el sentido y los motivos de la entrevista con Bolívar en Guayaquil.

10. Y por último, pero esencial, llevaron adelante una constante falsificación y una permanente operación de ocultamiento de la verdadera relación de San Martín con Juan Manuel de Rosas, cuyo vínculo constituye la columna vertebral de la política nacional, antiimperialista y revolucionaria del siglo XIX.

Los enigmas del mito

Si pensamos la historia en términos de mito, todos estos puntos que mencionamos serían una suerte de enigmas que a toda figura de la mitología suelen envolver. Pero en verdad no se trata de enigmas. Son mentiras, falsedades y omisiones deliberadas. Derribarlas y sacarlas de la sombras no son sólo una cuestión de verdad histórica, sino una necesidad política también.

Porque esta verdadera dimensión política de San Martín es la que nos permite comprender buena parte de la historia argentina. Su vinculación con Rosas, el hecho de compartir visiones y causas, nos permite reconstruir el hilo conductor de las luchas nacionales. Las mismas disputas que encontrarán en el peronismo de mediados del siglo XX otro capítulo que le darán continuidad y conformarán una línea histórica que las integre y explique política e históricamente.

San Martín y Juan Manuel de Rosas

"El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla". Así expresa su voluntad en la cláusula tercera de su testamento Don José de San Martín, elogia de esta manera la memorable resistencia sostenida por la Confederación conducida por Juan Manuel de Rosas contra los diferentes intentos de invasión anglo francesa.

Tal vez, algunos autores tengan razón y San Martín en esta cláusula se refería en especial a la "Batalla de la Soberanía" que se había librado en la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845.

San Martín estaba en conocimiento de la batalla y sus consecuencias políticas cuando le contesta a su amigo Guido: "Ya sabía la acción de Obligado; ¡Que iniquidad! De todos modos los interventores habrán visto por este échatillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca".

Y más adelante, en la misma carta señala la importancia histórica de la resistencia de la Confederación: "...si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España".

Este claro compromiso de San Martín con la política de defensa de la soberanía nacional emprendida por Rosas nunca pudo ser asimilada por la historia oficial. La historia de Mitre la soslaya. Otros textos históricos académicos directamente la silencian. Sarmiento opinó al respecto, desfachatadamente, que se debía a la senilidad del Libertador de América.

Sin embargo y más allá de las "opiniones" de Sarmiento, la relación entre San Martín y Rosas, era de larga data aunque nunca se conocieron personalmente. Siendo Rosas un joven estanciero dio el nombre de "San Martín" a una de sus estancias en honor al héroe de los Andes y luego a otro de sus establecimientos lo bautiza con el nombre de "Chacabuco".

Conociendo Rosas las penurias económicas del exilio sanmartiniano, ordena en 1840 "se otorgue una propiedad de seis leguas de tierra al señor General de la Confederación Argentina don José de San Martín". Nótese que lo llama General de la Confederación.

San Martín apoya a Rosas desde el exilio, incondicionalmente, según lo muestra una larga y prolifera relación epistolar. Rosas le agradece a San Martín su apoyo. Le sirve y mucho ya que el prestigio del Libertador en Europa contrarrestaba la acción de algunos unitarios que buscaban alianzas en las cancillerías extranjeras para derrocar a Rosas. En función de esto, Rosas le ofrece el cargo de Embajador en el Perú, distinción que San Martín rechaza argumentando que no tenía dotes diplomáticas y que el "era sólo un militar".

Tiempo después y encontrándose San Martín carenciado y enfermo, Rosas designa al yerno del Libertador, Mariano Balcarce, como oficial de la embajada Argentina en Francia.

En 1841 el almirante Guillermo Brown le solicita a Rosas designar con el nombre de "Restaurador Rosas" la nave capitana de la escuadra de la Confederación Argentina, a lo que aquel le responde que la nave deberá llamarse "Ilustre General San Martín".

Cuando Francia e Inglaterra atacan la Confederación, el Gran Capitán no vacila en escribirle a Rosas poniéndose a sus órdenes y ofreciéndole regresar a la patria para combatir contra el invasor en una declaración pública que pudo haberle provocado graves inconvenientes ya que residía en una de las potencias beligerantes.

La carta que Libertador al Restaurador que transcribí al comienzo del nota revela el pensamiento último de San Martín, ya que la escribió tres meses antes de su muerte."...como argentino me llena de verdadero orgullo, el ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor establecidos en nuestra querida Patria, y todos los progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos Estado se habrán hallado", le decía el Padre de la Patria a Rosas.

Juan Perón, el otro eslabón de la cadena

He comenzado esta nota con un epígrafe que es una reflexión del general Perón sobre la relación histórica entre Rosas y San Martín y sobre el significado del deseo de San Martín de dejarle su sable a Rosas.

Perón escribe esta carta y manifiesta que Rosas es el segundo muerto en el exilio "por haber defendido dignamente la soberanía popular y la independencia de la Patria". San Martín fue el primer gran muerto en el exilio y por la misma causa que Rosas. Perón escribe la mencionada carta a Chávez en 1970 también desde su exilio en España. Juan  Perón, que comprendía los avatares de la historia, desde su propio exilio cierra la tríada, la línea histórica nacional y popular, San Martín-Rosas-Perón.

Existe un texto de Perón donde expone magistralmente la línea histórica de la cual el mismo Perón es su expresión contemporánea. En uno de sus libros, "Los Vendepatria", traza magistralmente los paralelismos históricos, que son hoy aún, las bases de la doctrina nacional:

"San Martín para poder organizar su ejército en Mendoza, debió vencer muchas veces el sabotaje y los ataques insidiosos de los traidores que llegaron a destituirlo de su cargo de Gobernador Intendente de Cuyo. A lo largo de su vida fue siempre perseguido por los agentes de la traición, al punto de verse obligado a vivir la mitad de ella en el destierro. Es curioso que Bernardino Rivadavia, su peor enemigo, haya sido quien contrató el primer empréstito en Londres."
  
"El Gobierno del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas es, sin duda, la elocuencia más evidente de esa sorda lucha. El debió enfrentar, no sólo el ataque de las escuadras inglesa y francesa, sino también a los traidores de dentro aliados a los enemigos externos de la Patria, hecho que hiciera reclamar al general San Martín, que ni el sepulcro podría borrar para ellos semejante infamia y que lo impulsara a donar su espada a Rosas como reconocimiento de argentino a su labor en defensa de la dignidad e integridad de la Patria, no solo contra los enemigos externos sino también contra los traidores emboscados".
  
"La dictadura (Aramburu / Rojas), ha invocado la "Línea Mayo-Caseros" que manifiesta seguir. Es indudable que su confección es real. Ellos como Alzaga, Liniers, Alvear, etc, los enemigos de Rosas, tienen su línea indiscutible; la de la traición a la Patria..." 

"...Caseros no es una derrota de una concepción política sino la circunstancial de un hombre. Se triunfó militarmente sobre un gobernante (Rosas), pero se reinició al país en el camino de la tragedia, Caseros no fue la liberación de la dictadura sino la declinación del sentido nacional de personalidad y soberanía. No fue el triunfo de una doctrina nuestra, sino la imposición por la fuerza de un espíritu formado en filosofías e intereses extraños. No fue una revolución interna, sino una conjura extranjera que persiguió el debilitamiento argentino y que explotó hábilmente las ambiciones políticas de segundones y adversarios."

La Resistencia Peronista y el "San Martín - Rosas - Perón"

El encuentro entre San Martín, Rosas y Perón tuvo un punto culminante en los años de la resistencia peronista. Arturo Jauretche señalará cáusticamente: "La Línea Mayo-Caseros ha sido el mejor instrumento para provocar las analogías que establecen entre el pasado y el presente la comprensión histórica...! Flor de revisionistas estos Libertadores! Para perjudicar a Perón lo identificaron con Rosas, y Rosas salió beneficiado en la comprensión popular. Caseros se identificó con septiembre de 1955 y los vencedores con los gorilas..."

Las décadas del 60 y 70 son de movilización popular y lucha armada. Estos años coinciden con la época de oro del revisionismo histórico y con un avance notable de la corriente nacional y popular, acompañada por la "izquierda nacional" y las vertientes más radicalizadas del peronismo. El pasado se politiza y en esas polémicas la figura de San Martín es reivindicada por el revisionismo histórico y los sectores populares.

El revisionismo histórico se encuentra con el Movimiento Peronista. San Martín es bajado del pedestal liberal en donde había sido instalado como prócer impoluto por no haber intervenido en las luchas civiles argentinas, por no "desenvainar el sable".

Nuevos historiadores señalan y difunden en sus escritos el gesto político de San Martín de legar su sable a Juan Manuel de Rosas. El revisionismo rosista-peronista de los años de oro levantó la donación del sable hecha por San Martín a Rosas como la convalidación de los méritos históricos del Restaurador para integrar el panteón nacional. Espacio que la historiografía liberal le había negado y seguirá haciéndolo hasta la actualidad.

Por esos mismos años setenta, la JP, en estado de movilización permanente, provocaba al generalato de Lanusse con cánticos como éste: "generales de cartón, generales son los nuestros: San Martín, Rosas, Perón." Consigna ésta que, además de proclamar la línea histórica de nuestra soberanía política, reflejaba el grado de confrontación de social que tenia la lucha contra la dictadura.

Esa misma JP a principios de los ´70 y en el marco de la campaña del "Luche y vuelve" realiza una pegatina de afiches que reproducían la "Orden General" de San Martín: "Compañeros del Ejército de los Andes: La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje. José de San Martín".

Allí, cuando la historia y la política se cruzan, la primera encuentra su razón de ser y la segunda se nutre de la savia que la convierte en una herramienta única. La resistencia peronista fue el periodo político donde se dio la mayor fusión entre la historia y la política popular y revolucionaria.

Al igual que la "década infame", la lucha contra la injusticia y la dependencia fue el caldo de cultivo de nuevas generaciones de intelectuales y militantes políticos y fue entonces cuando el verdadero San Martín emergió, en un nuevo contexto político donde el triunfo popular estaba en marcha y su espíritu revolucionario era bandera de victoria.

Pero el nacimiento del San Martín autentico corrió la suerte del pueblo argentino y junto con la llegada de la dictadura militar genocida de 1976 se quemaron los libros del revisionismo y se cerraron las cátedras del pensamiento nacional. Porque el revisionismo histórico es una conquista del pueblo en la lucha por la conciencia nacional y no una verdad revelada que nace en el mármol de las universidades.

Una línea histórica

San Martín - Rosas - Perón es la línea histórica que se encuentra y se define en el espíritu nacional, en las ideas y en composición social popular, fundamental en los diferentes movimientos de liberación en la historia argentina.

Aquello que hace a las definiciones básicas del peronismo, que hoy carga con el peso de ser la única fuerza capaz de transformar la patria en beneficio de los humildes, parte de esta línea histórica. Surge de las resistencias de los caudillos que se asemejan y tienen parentesco muy fluido con el pensamiento y la acción de tres figuras históricas, tres liderazgos trascendentes: San Martín, Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón.

Nuestro panteón nacional, con la ausencia de Rosas y la presencia de Sarmiento es el que corresponde a la antigua tradición liberal mitrista. Con un San Martín vaciado de significado político y negado en sus rasgos nacionales más profundos. Es preciso darle una auténtica resignificación a su figura y es también imprescindible la reconstrucción del mito histórico por otro más integrativo, más nacional, más inclusivo.

Es ésta, entonces, una batalla más a librar en el campo de las ideas, asumiendo los riesgos que la verdad conlleve, la reelaboración del mito fundacional de una Patria tiene que ver nada más y nada menos que con la identidad de su Pueblo.

Es la tarea que le cabe, entre otras en el futuro, a mi generación. Los años venideros imponen un nuevo proceso de revisión profunda para abrirle paso a la verdad histórica. Es un escenario en donde nos debemos repensar como Nación.

Pero como dije no se trata sólo de historia, se trata primordialmente de política. El desafío es reconstruir un proyecto político que continúe la lucha por la liberación nacional que encarnaron, en distintos tramos de nuestra historia, Don José San Martín, Juan Manuel de Rosas y Juan Perón.

sábado, 12 de agosto de 2023

Fidel y el ¿adiós al último de los grandes líderes políticos de la modernidad?


Fidel Castro.
La noticia de la muerte de Fidel sacudió al mundo. Fue una figura central de la política mundial de los últimos 60 años, una verdadera leyenda. Representó como ningún otro líder la lucha contra el imperialismo, la explotación y la dependencia.


Se podría decir mucho de Fidel, de su vida y obra política, pero de eso están llenos los medios y abundan los análisis. Los hay reivindicativos (como el que yo hago) y los hay críticos, ambos tipos con infinidad de matices.


Fidel recorrió casi todo el siglo XX, nació  13 de agosto de 1926 y falleció en La Habana el 25 de noviembre de 2016. Su vida transcurre en todo el siglo XX y comienzos de este siglo. Por eso quería detenerme y esbozar aunque sea teóricamente otra mirada del tema, y que tiene que ver con la primera sensación que tuve cuando me enteré de la triste noticia. ¿Fue acaso Fidel el último de los grandes líderes mundiales? ¿Es la muerte del cubano el fin de los grandes hombres políticos de la modernidad? ¿Hay política después de Fidel, al menos como la modernidad la entendió? ¿Hemos dejado atrás con el fallecimiento de Castro la política moderna y nos sumergimos ya sin referencias que nos contengan en las aguas de la posmodernidad política? ¿Puede aparecer otro Fidel, otro Perón, otro “Dios” político que haga girar la rueda de la historia para el lado de las mayorías populares? ¿La política puede prescindir de estos hombres providenciales? ¿Puede la política de hoy hacer lo que hizo Fidel? ¿El siglo XXI tiene un lugar para líderes políticos como Perón, Fidel, Mao, etc.,? 

 

En definitiva, lo que me preguntaba era, no con la mirada en Cuba sino puesto aquí en la política argentina, si la partida de Fidel podría ser el punto final de una forma de hacer política, de entenderla, de vivirla y sentirla. Si puede entenderse como el fin de un paradigma. Y lo quiero reflexionar desde la sociología política contemporánea. Me preguntaba si se abre una nueva etapa, si puede haber marcha atrás o más de lo mismo que se insinúa cada vez más en todos lados. 


Naturalmente, como militante político, conservo integras mis certezas de que vamos a vivir en un mundo mejor del que hoy vivimos, pero ayer temprano me pregunté: ¿Fue Fidel el último gran líder político de la modernidad? 


El texto que sigue lo escribí a unas horas de la noticia mundial del fallecimiento de Fidel Castro en 2016.


Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro


De Dioses y Política

Cuando era un adolescente y comenzaba a tener inquietudes sociales propias y desarrollar mi conciencia política personal, más allá del contexto familiar en el que crecí, revolvía la voluminosa biblioteca de mi padre buscando lecturas. Una vez di con un número de la Revista Unidos (de años anteriores por aquel entonces) en la que hay un inteligente texto de Mario Wainfeld. En la nota, en términos metafóricos, Wainfeld compara a Perón con Dios, explicando las dificultades que tiene hacer un análisis “humano” del líder del Justicialismo.

En ese artículo hay una cita (la cual fui a buscar inmediatamente ayer a la mañana) que refleja en forma cabal esta idea que tengo sobre el carácter supra terrenal que tienen los grandes lideres de las modernidad política, ese ser en el mundo que tenía Fidel. Me permito transcribirla:

"Cuando un dirigente sacralizado muere de ancianidad en el mundo, los pueblos desamparados consideran sin embargo, esta muerte, una muerte violenta.
Cuando los estudiantes del año 3000 abran sus libros de Historia en las páginas del Siglo Veinte leerán quizá: URSS Stalin; Yugoslavia Tito; Gran Bretaña Churchill; Francia De Gaulle; China Mao.
Preguntarán entonces: ¿Eran los nombres de las capitales? Se les responderá: No, eran los nombres de los dioses de ese siglo.
Y los niños de las escuelas del futuro sacudirán la cabeza pensando qué difícil sería para los hombres vivir en un tiempo en que los dioses habitaban entre ellos".
Bernard Chapuis en "Le Monde", refiriéndose a la muerte de Mao–Tse Tung.

Esa sensación es la que me generaba Fidel. La de un ser supra terrenal, una figura que está más allá del resto. Un ser celestial entre mortales. Lo mismo crecí pensando de Perón, pese a nacer varios años después de su muerte. Un aura heroica, como la que siempre imaginé de los militantes de la Resistencia Peronista y los asesinados y desparecidos por la última dictadura genocida. Fidel, y los que fueron como él, no solo eran lideres políticos, eran líderes de su tiempo histórico.

Soy peronista y creo que el sujeto de la Historia es el pueblo, su autor y creador. Pero con hombres como Perón o Fidel uno no puede dejar de recordar al menos lo que decía Carlyle en "Los Héroes" acerca de que la Historia Universal entendiendo que era “en el fondo la historia de los Grandes hombres que han actuado en el mundo”. Al menos dejo un reconocimiento especial a los hombres y mujeres, como lo hacía Cooke siguiendo a Plejanov en “El rol del Individuo en la Historia”.

Ayer imaginé, siguiendo este juego metafórico, que Fidel era el último “Dios” que habitaba entre nosotros y que su muerte era el final de una etapa. Con él se fue la política tal como la pensaban generaciones y generaciones. Y esa política ya no existiría más. Es más, pensé que buena parte de la generación del peronismo que comenzó militando en los 70´ hoy perdía la última gran referencia que los acompañó desde entonces al presente. Seguramente es exagerado, pero esa fue la primera sensación que tuve. Ayer por la tarde me llegó un correo de un histórico dirigente de la JP que, casi confirmando esa intuición, decía: “no habrá ningun@ igual”, “tod@s murieron”.
 
Fidel con el Che.
Una cosa es lo que Fidel hizo en Cuba y otra, muy ligada pero no igual, es lo Fidel significa para la política argentina y para cada rincón de planeta. Analizar la revolución cubana no es lo que quiero aquí, sino, por el contrario, quiero ver cual es el mundo político en que Fidel fue una leyenda y que fue o será de ese mundo y como repercute eso para nosotros acá.

Fidel y el mundo en el que fue leyenda

Fidel es la expresión quintaesencia de la modernidad política. El marxismo (el latinoamericano incluido) es tan o más hijo de la modernidad como lo fueron Smith, Ricardo, Keynes o Friedman.

El mundo político en el cual Fidel impone toda su gravedad, y nosotros interpretamos desde aquí, es fruto del crecimiento de la población, la urbanización y el desarrollo económico e industrial que hicieron emerger nuevos actores sociales como los trabajadores, la clase media, nuevos contextos y relaciones internacionales, el colonialismo primero y el imperialismo después, y así podemos seguir y seguir.

Fidel expresa la modernidad política de posguerra, de mediados del siglo XX, que se enlaza con la modernidad política de masas que nace con la Lenin en la Revolución de 1917, se ata a los movimientos fascistas de entre guerras y le sigue con los movimientos de liberación, marxistas y nacionalistas, del siglo XX. En el mundo político de mediados del siglo pasado el Estado cobra centralidad en la sociedad y las decisiones estatales para la vida de los ciudadanos se volvieron fundamentales. Es un sociedad mucho más populosa que las incipientes naciones del siglo XIX, que se complejiza, y donde se entrecruzan distintos intereses vinculados a clases sociales, aspectos religiosos o culturales,

La política y la representación buscaban una “homología estructural” como decía Bourdieu, así los partidos y dirigentes debían ser el reflejo de las divisiones, clases y fuerzas sociales. La conducción política (y partidaria) era vertical, pero racional y orgánicamente justificada y desplegada. La argumentación política incorporaba, por un lado, el sentido de pertenencia sociológica de la cultura de masas; con, en otro orden, la evaluación de programas y políticas que resulten más afines a los intereses del ciudadano y su situación social.

El ciudadano perdía individualidad, los partidos y movimientos políticos ocuparon el centro de la escena. Allí emergieron liderazgos fuertes, de “semi dioses” que se destacaban por sus virtudes personales como la inteligencia, capacidad oratoria, compromiso, carisma, etc. Esas virtudes que tanto parece que faltan hoy…

Este es el mundo político de representaciones del peronismo histórico, tanto el del 45 como el del 73. Es el peronismo se seres providenciales como Juan y Eva, el peronismo de pro hombres como Valle, Cooke, Rearte, etc. El mismo mundo de Fidel. Allí en el cual la política y las ideologías son centrales, donde el compromiso y la entrega definen a los dirigentes y donde la formación política era imprescindible y marcaba la diferencia.

Fidel y el mundo político en el que falleció

El mundo de hoy no es el mismo que el que se veía hace más de 60 años desde Sierra Maestra. Dentro de las teorías sociológicas son los posmodernos quienes mejor explican esto (con resistencias y detractores por supuesto). Así, autores como Beck, Bauman, Lash, entre otros, sostienen que la política no es lo mismo para la sociedad contemporánea que lo que fue para la modernidad del siglo XX. Aclaro que no apruebo ni repruebo, sólo describo el mapa teórico actual a través de algunos de los autores más “consagrados” por la academia.

La individualización de los intereses, fruto de la desmembración tradicional de las clases sociales que dividían la sociedad, hace que cada vez sea más difícil reconstruir esas grandes fuerzas políticas cohesionadas y vertebradas en torno a liderazgos.

La influencia de los medios masivos de comunicación, las redes sociales, etc., lleva la política a las casas de los ciudadanos terminando con un modo de militancia. El nuevo campo de batalla política muda de la calle y la plaza a la TV e Internet. La Video política (Sartori) y la Tecno política (Stefano Rodotá) establecen las reglas de la disputa.

A la política le cuesta expresar los intereses sociales de la era industrial. No presentan propuestas claras a sus electorados. La relación entre los políticos y los ciudadanos es  volátil ahora. El marxismo leninismo como programa ya no concita la adhesión de millones de obreros. Lo cierto es que en buena medida los partidos y políticos se transforman en agencias electorales capaces de adoptar cualquier programa. Las encuestas y su manejo, las estrategias electorales, los consultores y la construcción del discurso mediático son centrales hoy.

Según estas teorías el ciudadano no busca las propuestas del partido de masas ni sigue liderazgos caudillescos. Las identidades colectivas se fueron perdiendo. Las unidades programáticas homogéneas vertebradas en torno a los partidos o movimientos de masas no pueden representar cabalmente a votantes de una sociedad cada día más heterogénea, donde la individualización destruye el modelo anterior de hacer política. Representar lo social parece volverse imposible para los partidos y esquemas políticos tradicionales ya que, el individuo posmoderno es, prácticamente, la fragmentación de un “yo” que busca alejarse de los relatos colectivos.

Ulrich Beck, en “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas” (2003), explica esto de la siguiente manera:

“Todas las viejas concepciones de la clase y de la política presuponían (en la primera modernidad) que el individuo y la individualización eran una falsa idea básica que tenía que superarse para poder reconstruir identidades colectivas, organizar la vida política y representar al individuo en la democracia política. Yo creo que esto es un gran error. Es necesario más bien lo contrario. Los partidos políticos tienen en nuestro tiempo que reconocer la individualización, y no como algo que superar, sino como nueva forma de democratización cultural y de autoconciencia de la sociedad. Una nueva forma de sociedad en la que la política se relaciona con la libertad individual y con las libertades y derechos políticos de los grupos en la vida cotidiana. Si los partidos políticos no consiguen comprender esta situación sino que se empeñan en volver la vista a una colectividad o clase dadas, no serán capaces de comprender las fuerzas e ideas políticas de esta sociedad.”

Parece que hoy “no están para morir por una ideología” de la primera modernidad, ni nadie se inmola “siguiendo algún caudillo”. No hay Sierra Maestra, ni se que quiere “tomar el cielo por asalto”, al menos como la política del siglo XX lo imaginó. Nada puede ser más posmoderno en la política local que el asesor estrella de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba. Cuando le consultan al ecuatoriano sobre como es este nuevo votante políticamente posmoderno, Durán Barba lo define así: 

“Lo que quieren es que lo político se ponga al servicio de su vida, de su hedonismo, de su placer. No quieren dar la vida por un ideal. Su ideal es que su vida sea hermosa. Cambiamos de la lucha por la revolución a lo que se llama la búsqueda de ´La aventura a la vuelta de la esquina´([1]). Del marxismo viejo a una perspectiva anarquista. Finalmente, es más interesante tener una aventura a la vuelta de la esquina que cambiar el mundo. Esa es la postura actual. La juventud que yo viví pensaba lo inverso, o al menos lo decíamos, de hecho no nos movimos”([2]).

Fidel fue una referencia central de la teoría política que proponía una alternativa al capitalismo. Era la antítesis, el otro lado de la moneda de la modernidad política. En su libro, “En Busca de la Política” (2001), Zygmunt Bauman explica el derrotero del liberalismo, como ideología política quintaesencia de la modernidad, a la luz de la actualidad, lo que entiende como “modernidad líquida”. Así resume la idea de la impotencia actual de política para cambiar el estado de cosas, de la inviabilidad de entronar la antítesis, ese otro gran relato que la modernidad construyó, que fue el marxismo:

“Un siglo atrás, la fórmula política del liberalismo era la ideología desafiante y audaz del "gran salto hacia adelante". Hoy es tan solo una auto-disculpa de su derrota: "Este no es el mejor de los mundos posibles, sino el único que hay. Además todas las alternativas son peores, deben ser peores y demostrarán ser peores si se las lleva a la práctica". El liberalismo de hoy se reduce al simple credo de "no hay alternativa". Si se desea descubrir el origen de la creciente apatía política, no es necesario buscar más allá. Esta política premia y promueve el conformismo. Y conformarse bien podría ser algo que uno puede hacer solo: entonces, ¿para qué necesitamos la política para conformarnos? ¿Por qué molestarnos si los políticos, de cualquier tendencia, no pueden prometernos nada, salvo lo mismo?”

Y, ¡que decir del discurso, la argumentación política! Fidel fue un gigantesco orador, sus intervenciones fueron catedráticas. Su lógica implacable del marxismo era articulada con una cultura general sorprendente y una flexibilidad teórica que le permitía adaptarse a todos los escenarios discursivos. Ahora, ¿eso persuade hoy? ¿Tiene el mismo peso? Quienes estamos racionalizados en la política de la modernidad pensamos que si, pero ¿para el resto de la sociedad también? Los autores contemporáneos entienden que la cultura política posmoderna basada en el desarrollo explosivo de las nuevas tecnologías de la comunicación e información trastocan el equilibrio que la modernidad había dado a esta lógica. El discurso racional-argumentativo de la política moderna no tiene la misma incidencia en este orden cultural. En “Crítica de la Información” (2005), Scott Lash argumenta:

“El cambio cultural no comprende ideas claras y distintas, elecciones racionales o actos de habla legitimados por el discurso, sino un arsenal de símbolos, a veces vacíos, a veces afectivamente cargados, que a menudo actúan en el nivel del inconsciente o, a lo sumo, de un preconsciente de supuestos de fondo tácitos en un horizonte implícito…. Esto es, el desarrollo cultural se guía menos por el lenguaje de la identidad, la diferencia, el silogismo, la causa y la sustancia, y más por el lenguaje retórico de la metáfora, la metonimia, sinécdoque y el oxímoron”.

Mientras la política que expresaba Fidel se desplazaba en el terreno del pensamiento racional, los programas, las estrategias, las elecciones racionales; la cultura política posmoderna no puede hablar ese idioma, “la cultura no actúa en ese nivel. Sus símbolos proveen las imágenes de los sueños, los mitos implícitos de las identidades comunitarias y nacionales, el horizonte no enunciado de las acciones, los hábitos y las tecnologías tácitas de los cuerpos” (Lash: 2005). La lógica argumentativa es distinta. Basta ver los spot de los distintos partidos políticos para las elecciones primarias abiertas y simultaneas (PASO) del 2015, especialmente los más cortos, para constatar que la argumentación ha dejado de ser racional ideológica para mezclar ideas con criterios de orden sentimental, emotivos, de impacto visual o artístico.

En fin, podríamos seguir enumerando puntos de distancia entre la política contemporánea y la política del siglo XX, pero la muestra alcanza como para diferenciar claramente como era la política cuando Fidel encabeza la Revolución en Cuba y como es la política hoy cuando Fidel deja este mundo. El modo de ser posmoderno le cierra la puerta a hombres providenciales como Fidel.

Trump y una despedida que abre puertas

Pero nada es más difícil de predecir que los comportamientos políticos. Y las Ciencias Sociales han demostrado enormes problemas para predecir las conductas de las sociedades. Así que mucho de lo que aquí se repite está por verse...

Pero volviendo a la nuestro, lo que sin dudas llamó la atención fue el violento y chocante comunicado de prensa del presidente electo de EE.UU., Donald Trump, fue la nota destacada y disonante en el plano político mundial. Trump se despachó con una fiereza sorprendente diciendo: “Hoy, el mundo marca el fallecimiento de un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo por cerca de seis décadas. El legado de Fidel Castro es uno de escuadrones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales”.

Esta “despedida” de Trump a Castro, este presidente electo que es un outsider político, empresario que expresa el capitalismo salvaje, figura de un Realty Show en que se hizo famoso por despedir empleados, entre tantas singularidades solo encuadrables en la más rancia tradición liberal de la anti política, es un retrato de época impactante. Parece casi el epílogo soñado del libro de Francis Fukuyama, “El fin de la Historia y el último hombre” (1992), en el cual desarrolla su tesis acerca de que la Historia, como lucha de ideologías en clave de la dialéctica hegeliana, ha terminado, y el triunfador es la democracia liberal del capitalismo que se ha impuesto con el fin de la Guerra Fría.

Fidel era un sobreviviente de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín. Trump parece asumir esta idea del fin de la historia cuando le habla al pueblo cubano diciéndole: “Aunque las tragedias, muertes y dolor causados por Fidel Castro no puedan ser borrados, nuestro gobierno hará todo lo posible porque el pueblo cubano pueda finalmente iniciar su viaje hacia la prosperidad y la libertad”. Es la locomotora del capitalismo pasando por encima al marxismo.

Más allá de su perfil bizarro, de su cuestionado y polémico discurso y su falta de anclaje en la política clásica, el de Trump es un mensaje moderno, centrado en la política y en la batalla por las ideas. Ya se extinguen los dioses de la política pero su esencia agonística parece subsistir, al menos parece claro que existe un territorio de disputa.

Es posible que ya esos hombres y mujeres sobrenaturales que imprimieron su paso en la Historia no existan más. La política es lo que hay, con las personas que hay, con los dirigentes que existen. Y bueeee, es así. Seguramente estarán lejos de ser idealizados como los semidioses de la política moderna.

Tal vez no se repitan los Fidel, los Mao, los Perón. Pero aún sin lugar para nuevos Prometeos, Hermes, Atlas o Hércules, la política sigue siendo la herramienta que tienen los pueblos para transformar sus realidades. 

Será la inteligencia, la voluntad y el compromiso de quienes hacen política desde el campo popular las herramientas para construir las respuestas a nuevos escenarios, con nuevas formas organizativas, mensajes y discursos para el momento histórico, persiguiendo el mismo fin: de vivir en un mundo socialmente más justo, donde reine la paz, la igualdad y la libertad.



[1] Aquí Durán Barba hace referencia al libro de Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut que lleva el mismo título: “La aventura a la vuelta de la esquina”.
[2] Entrevista del Diario Perfil, 1 de Julio, año II Nº 0185.