domingo, 24 de diciembre de 2023

El Mensaje de Evita en la Navidad de 1951, la profecía autocumplida y una guía política para el futuro


El Mensaje de Evita en la Navidad de 1951, la profecía autocumplida y una guía política para el futuro


Pocos discursos, contados mensajes, vinculados a la Navidad tienen una lógica política tan demoledora, irrefutable, como el último mensaje de Navidad que dirigió al pueblo Evita en nochebuena del 24 de diciembre de 1951.


A la claridad política se le debe añadir su belleza poética, su fuerza expresiva y su impactante potencia emocional. 


Eva estaba ya entrando en el histórico desenlace de su vida terrenal. Durante los meses que siguieron a las elecciones de noviembre de 1951, en donde las mujeres votaron y fueron elegidas por primera vez en la historia política nacional, el estado de salud de Evita fue preocupación central del pueblo y del gobierno. La agonía de Eva Perón proyectaba una fúnebre sombra sobre la patria.


En esas condiciones personales, dirige al pueblo este mensaje navideño. Evita sintetiza en sus palabras todo un tiempo histórico, refiere a lo que representa la navidad colectivamente, explica que significa una sociedad justa y respecto a ella cuales son los objetivos que tenemos como Nación. Deja como una hoja de ruta, una guía, nutrida de principios rectores. 


En los últimos discursos de Evita, los de fines de 1951 y los de 1952 hasta su fallecimiento, anidaba una manifiesta angustia y retornante preocupación sobre el futuro del gobierno Peronista, lo que no era otra forma que remarcarle al pueblo (y al propio peronismo) que el triunfo de las mayorías no era definitivo y que las minorías antipopulares siempre estaban al asecho para ponerle fin a la experiencia política y social de mayor dignificación popular y acceso a derechos por parte de la ciudadanía de la historia argentina.


En el mensaje navideño de 1951, Evita dijo: “…Yo sé que, dentro de muchos años, cuando en esta misma noche los argentinos y argentinas se dejen acariciar por el recuerdo y retornen sobre sus alas al pasado, llegarán a estos años de nuestra vida y dirán melancólicamente: entonces éramos más felices…”. 


La profecía autocumplida de Evita nos interpela hoy en nuestro presente político, en esta navidad del 2023. ¿Hacia donde vamos colectivamente? ¿Qué país, que sociedad, quiere el nuevo gobierno nacional? Son dos de cientos de preguntas para responder.


Navidad es una instancia de afectos, reflexión y esperanza. Pero hoy, esta nochebuena, se inserta en un panorama de incertidumbres y amenazas.


Para la política, las referencias históricas tienen sentido si sirven para interpretar y transformar el presente y el futuro. Las hermosas palabras Evita deben servir para oponerle, al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad como argumentaba Antonio Gramsci.


Les dejo el texto completo abajo.


Feliz Navidad!!!


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(me tomé el atrevimiento de hacer una breve edición del mensaje para darle abstracción y utilidad de la lectura para el presente)


Mensaje de Eva Perón en la Navidad de 1951:

Todos los años, la Nochebuena nos reúne en el hogar inmenso de la Patria.

Esta noche hacemos una tregua de amor en el camino de nuestras luchas y de nuestros afanes; y sólo pensamos en las cosas buenas y bellas que nos ha regalado la vida en el año que se acaba, hundiéndose ya como un cometa en el horizonte de la eternidad, dejándonos una estela de recuerdos en el alma.

Por eso estas palabras mías se atreven a romper el bullicio o el silencio de la noche, se animan a llegar con su mensaje al corazón de todos los hogares que quieren recibirlas con cariño.

Esta noche también sentimos que empieza ya a morir el año que termina.

Por eso nos gusta rememorar las alegrías y las penas que nos trajo sobre el hombro de sus días y de sus semanas, y hasta los dolores ya sobrepasados nos parecen esta noche menos amargos.

Acaso, precisamente, porque ya son recuerdos.

Yo sé que dentro de muchos años, cuando en esta misma noche los argentinos y argentinas se dejen acariciar por el recuerdo y retornen sobre sus alas al pasado, llegarán a estos años de nuestra vida y dirán melancólicamente: entonces éramos más felices…

…Primero la Justicia, que es algo así como el pedestal para el amor.

No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. 

Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad. 

El día del amor y de la paz llegará cuando la Justicia barra de la faz de la tierra a la raza de los explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente los ideales de la justicia social:

Que haya una sola clase de hombres y mujeres, los que trabajan;

Que sean todos y todas para uno y una, y uno y una para todos y todas;

Que no exista ningún otro privilegio que el de la niñez;

Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de lo que puede ser;

Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran;

Que cada día los hombres y las mujeres sean menos pobres; y

Que todos seamos artífices del destino común.

Seguiré a su lado con todos ustedes, mis amigas y amigos descamisados, mis compañeras y compañeros trabajadores; con todos los que se sientan parte de una sociedad más justa de corazón.

Seguiré a su lado como la simple y humilde mujer que renunció a todos los honores, porque le gustaba más que su pueblo la llamase cariñosamente: Evita.

Mi brindis es para mí Pueblo, para todos ustedes; y no puedo expresarlo de otra manera que deseándoles sencillamente que sean muy felices, cada vez más felices. 

Eva Perón

Mensaje de Navidad 1951.


viernes, 8 de diciembre de 2023

Ricardo López Jordán, la última montonera federal

Ricardo Lopéz Jordán, cuadro del  Salón 
de los Gobernadores  de la Casa  de Gobierno de Entre Ríos.
Ricardo López Jordán fue el último caudillo que se alzó contra la política del porteña. Expresó la última resistencia del interior federal al proyecto de sumisión y entrega que implantó Buenos Aires luego de Caseros y Pavón en el marco de una geopolítica del imperialismo británico. Su resistencia se expresó en tres revoluciones o rebeliones jordanistas, que durante la primera parte de la década de 1870 fueron en centro de la política nacional. 


Su resistencia termina con una derrota, la última batalla del federalismo en las guerras civiles argentinas del siglo XIX. López Jordán, sobrino de Francisco "Pancho" Ramírez e hijo de quien fuera el compañero de luchas y hombre de extrema confianza del Supremo Entrerriano, fue uno de los hombres más representativos, caracterizados y discutidos de nuestra historia provincial. Afirma Aníbal Vásquez que, con su partida del escenario político nacional, “se va la tradición", desaparece "un resabio del pasado heroico y turbulento”, que se convertirá en “leyenda”. 

López Jordán fue el jefe de las últimas montoneras federales que intentaron fijar un curso nacional para la patria argentina, defendió la soberanía de Entre Ríos y fue derrotado por fuerzas militares por el gobierno porteño, superiormente armadas por el dinero del imperialismo británico.


Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro


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¿Qué fue el jordanismo?: orígenes y causas 

El jordanismo fue un movimiento político de raíz federal que tuvo rasgos distintivos que lo diferencian de otras corrientes de igual cuño que existieron y se organizaron en el país. Su singularidad tiene que ver con la realidad política de nuestra Entre Ríos.

La reputación nacional de Urquiza como jefe del Partido Federal comienza a deteriorarse después de la “retirada” injustificable de Pavón. Urquiza se desentiende de los levantamientos de las montoneras del Chacho Peñaloza y de Felipe Varela, librando a su suerte los movimientos federales en el interior del país. El prestigio del ex presidente de la Confederación decae aceleradamente en el interior del país.

Cuando el mitrismo le exige que envíe la caballería entrerriana a la Guerra del Paraguay, ésta se le desbanda en Basualdo, se niegan rotundamente a pelear contra los hermanos paraguayos; los entrerrianos cuestionan de hecho su autoridad. En 1870, año de la muerte de Urquiza, en Entre Ríos, el urquicismo se mantiene como un aparato político arcaico, que hoy se podría definir como burocrático e impopular, manejado por los últimos fieles que le quedaban al caudillo.


        En este contexto, Ricardo López Jordán, sobrino de nuestro legendario “Supremo Entrerriano”, Francisco Ramírez, criollo de ilustre familia, de memorable comportamiento en Pavón y firme conducta federal aparece como la alternativa de Urquiza para los entrerrianos. López Jordán se transforma con el paso del tiempo en el referente ineludible del federalismo provincial, fundamentalmente de un grupo de estudiantes e intelectuales egresados del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay que en 1868 lo postula para gobernador en reemplazo de José Domínguez que termina su mandato. Domínguez había realizado una intrascendente gobernación y era un títere manejado por su pariente: el “Señor de San José”, cuyo programa de gobierno “consistía en estas palabras que repetía siempre: “Mi gobierno no hará sino lo que el General Urquiza ordene” ([i]).

Sin duda, López Jordán será electo gobernador piensan los entrerrianos, su popularidad se acrecienta mientras Urquiza está atareado en su candidatura presidencial. Es más, la candidatura de López Jordán se afianza en la medida que se afirma la candidatura de Urquiza a la presidencia. Pero las cosas no ocurren así; imprevistamente Urquiza ordena votar su propio nombre para gobernador y López Jordán renuncia a su candidatura. Urquiza asegura así su poder provincial garantizándose la gobernación por si no logra la presidencia. No llegará a ser presidente y no terminará su gestión de gobernador prevista para el periodo 1868-1872, fallecerá en una muerte que quedará impune en 1870.

 

El programa político de jordanismo

Entre Ríos es y fue una provincia con una geopolítica especial. En un principio, en términos políticos, la provincia fue una liga de cinco villas que tenían en los Cabildos locales su representación institucional. La Legislatura representaba a las villas en un principio con un diputado por cada una.

Pero en el transcurso de las guerras civiles el poder de la legislatura aumentó, lo mismo que el del gobernador, que nombraba, a sus fieles, como miembros de la legislatura. Los cabildos desaparecieron ante los comandantes departamentales que eran instrumentos del gobernador y la legislatura ya no representó a las villas sino a los partidarios del gobernador, es decir a Urquiza, que había gobernado por más de treinta años la provincia.

No obstante, el espíritu comunal y localista quedó latente porque las villas se convirtieron en ciudades y no existía una gran capital como en otras provincias que absorbiera la mayoría de la vida urbana. Concordia, Gualeguychú, Victoria, Nogoyá o Diamante eran pequeños conglomerados urbanos, centros económicos y sociales independientes, sin influencias de Concepción del Uruguay o de Paraná. Ese fuerte localismo e independencia municipal que las ciudades entrerrianas todavía hoy conservan encuentre sus antecedentes en este período histórico.

La “autonomía municipal” fue entonces una de las banderas levantadas por los jordanistas en contra de la centralización del poder establecido por Urquiza y sus comandantes locales.


El programa de los revolucionarios jordanistas se inspiraba en los principios del “Club de los Libres”: libertad electoral, restauración de las comunas y régimen justo de la tierra. Esta asociación, que funcionaba en Buenos Aires y en algunas provincias, era una fuerza política nueva que proponía “combatir la oligarquía para asegurar al pueblo el uso desembarazado, libre y pacífico de todos sus derechos.” Entre los miembros fundadores del “club” se encontraba José Hernández, por entonces redactor del diario “El Río de la Plata” que luego se alistará en las tropas revolucionarias jordanistas.

López Jordán sostenía un programa político con profundos argumentos, nutridos de la tradición del federalismo del litoral. Sus ideas, poco estudiadas y abordadas por los textos de historia, son claras y coherentes, las exteriorizó y sistematizó en documentos. Fermín Chávez, en su fundamental obra de “Vida y Muerte de López Jordán”, sostiene que el caudillo expresaba “…sin duda un proyecto de revolución federal para toda la República Argentina… Los testimonios documentales originales son tres proclamas revolucionarias escritas entre diciembre de 1867 y 1868. La primera pieza lleva por título “Proclama a Entrerrianos” y está escrita por “Vuestro General y compañero”. La segunda es otro documento manuscrito, extenso y bien redactado, que se denomina “Manifiesto de la Revolución a los pueblos que componen la República Argentina, por la Junta Revolucionaria de la provincia de Entre Ríos. Y la tercera proclama está constituida por el “Manifiesto a los Pueblos Argentinos y Repúblicas Americanas”, extenso manuscrito donde analiza el proceso de la historia argentina a partir de la colonia y se estudia el significado del federalismo y del unitarismo en el Río de la Plata”([ii]). Los historiadores concuerdan que en estos textos se encuentra el claro aporte de Francisco F. Fernández, ex secretario de Urquiza y una de las mentes jóvenes más brillantes del pensamiento federal.

También López Jordán encarnaba, en su historia y persona, este proyecto mejor que nadie en esta tierra. Era su momento en la historia, como si toda su vida fuese un prólogo a esa instancia. Narra Jorge Abelardo Ramos: “…Era un hombre 46 años, de gran veteranía militar: Arroyo Grande, Caseros, Cepeda, Pavón. En su provincia ha sido diputado, Presidente de la Legislatura, todo menos gobernador, porque Urquiza se había sentado en la silla regia hacía tres décadas y no se había levantado. Manuel Gálvez lo describe: ´Tiene el poder de arrastre de los grandes caudillos. Fascina a los gauchos con su tipo físico –la espléndida estampa, la negra y larga barba, los bellos ojos- y por el don de simpatía y coraje”([iii]).

 

La revolución se pone en marcha

A principio de 1869, la revolución está en marcha. El descrédito de Urquiza se acrecienta y lo hace insostenible. Gran parte de los actores políticos de la provincia de Entre Ríos está en contra del “Señor de San José” a quién llaman “el tirano”. Los revolucionarios van estrechando filas, el cura Ereño, los periodistas Juan F. Mur y Francisco Fernández que editan en Paraná el periódico “El obrero Nacional”, los egresados y estudiantes del Colegio Nacional de Concepción, los exiliados blancos orientales, los federales correntinos también exiliados, antiguas familias patricias, la mayoría de los comandantes departamentales y casi todos los jefes y oficiales de milicias provinciales. Solo falta el jefe, pero López Jordán se niega, quizás por una criolla lealtad, a ponerse al frente de la sublevación.

La visita de Sarmiento actúa como detonante. La genuflexa actitud de Urquiza ante la nueva política de los porteños aglutina definitivamente a los conjurados que logran convencer a López Jordán que accede ponerse al mando de la revolución. Su arraigo popular y su ascendiente en las milicias daban la seguridad de conseguir un triunfo sin recurrir a la lucha armada.


      Producido el “accidente” (así lo califica Fermín Chávez) que ocasiona la muerte de Urquiza se reúne la legislatura entrerriana inmediatamente. Como lo dispone la Constitución Provincial debe ser elegido un nuevo gobernador en reemplazo del muerto y es elegido López Jordán, naturalmente, ya que era el jefe de la revolución.

En el discurso pronunciado en el acto de juramento se refiere a la muerte de Urquiza lamentándola. Deplora “que los patriotas que se decidieron a salvar las instituciones, no hubieran hallado otro camino que la víctima ilustre que se inmoló”. Como se advierte, no se hace, ni se hará cargo jamás, del asesinato de la “victima ilustre”. Vásquez sostiene: “La insurgencia triunfa. A pesar de las ilustres víctimas, Entre Ríos no da ninguna muestra de reacción. La mayoría de las situaciones departamentales con sus respectivos jefes de la policía y demás autoridades, se adhieren al movimiento…Hay un silencio que no es de conformidad con el crimen, pero sin con la revolución que más tarde se rubrica con sangre sobre las cuchillas entrerrianas” ([iv]).

Todo lo que sobreviene después de la muerte de Urquiza en la provincia se da en un marco de total normalidad constitucional. Se respeta la ley, la vida de los ciudadanos está garantizada y reina la paz social. Un gobernador ha sido muerto y lo sustituye otro según lo establece la ley.

 

Sarmiento, la invasión a Entre Ríos y el ataque al federalismo

El gobierno nacional no tiene argumentos para intervenir la provincia. Pero Sarmiento entiende que el muerto (con quien se había reconciliado) debe ser vengado y la provincia intervenida. Consulta con su ministro del Interior, Vélez Sardfield, el caso no es fácil opina el jurista ya que no hay “requerimiento”, ni autoridades depuestas y la división de poderes funciona normalmente. Un gobernador ha muerto, y es remplazado por otro en forma constitucional. Si la muerte ha sido un asesinato deliberado no es asunto del ejecutivo nacional. Pero a Sarmiento no le interesa los argumentos legales, ni el respeto a las autonomías provinciales, él es un autócrata que demanda por razones políticas intervenir Entre Ríos con la excusa del asesinato de Urquiza.

Por su parte, “Sarmiento acusa a López Jordán con el mismo énfasis con el que pedía Southampton o la horca para Urquiza y la voracidad de las llamas de un pavoroso incendio para Paraná. Sabiéndose familiarizado con la predica del asesinato quiere descargar su conciencia de toda responsabilidad”([v]).


    Después de destruir el Paraguay la oligarquía portuaria, de la cual Sarmiento es su fiel instrumento, necesita arrasar Entre Ríos, última rama del viejo árbol federal donde sobreviven todavía proyectos nacionales que pueden propagarse a otras provincias. Es preciso terminar con éste bastión montonero que obstaculiza el ingreso de la civilización dicen los iluminados porteños. Para esto hace uso de todos los medios, honorables o no, lícitos o ilícitos, lo importante es el fin: “Regar con sal el suelo entrerriano”.  Y lo hará... A lo que llaman “barbarie” le responde con más barbarie, verdadera barbarie.

El Senado de la Nación se niega a autorizar la intervención federal, pero a Sarmiento no le importa el mandato constitucional... El General Emilio Mitre (hermano de Bartolomé) desembarca las primeras tropas en Gualeguaychú. Otro general, Conesa, al mando de las tropas fogueadas en Paraguay desciende en Paraná. Y, por el norte ingresa a la provincia Gelly y Obes con un tercer poderoso ejército a su mando. En total 16.000 hombres, todo el ejército veterano del Paraguay rodea a Entre Ríos. Al mismo tiempo operadores de Sarmiento incursionan en la provincia sobornado a jefes departamentales al mando de tropas para neutralizarlos.

A la invasión, que es un atropello innecesario de la autonomía provincial, López Jordán responde con una declaración de guerra: “Aquí me tenés con la lanza en la mano, dice en su proclama del 23 de abril, Si queréis ser libres venid a acompañarme. ¡La guerra pués! ¡Eso manda el honor y la libertad!”. Y, la expresión “con la lanza en la mano”, no será una metáfora, sino una realidad: los casi 10.000 jinetes que consigue reunir el caudillo estaban armados con tacuaras y algunas pocas armas de fuego.

 

La resistencia jordanista

Ante la disparidad de fuerzas y armamento, López Jordán decide una guerra de resistencia o también puede ser llamada de “guerrillas”, en la que partidas de jinetes caen sorpresivamente sobre las tropas nacionales para arrebatarles el parque o espantarle los caballos, esfumándose luego en un terreno que conocen sobradamente.

El pueblo entrerriano todo, es importante señalarlo, se unió a su cadillo en esta gesta despareja. Hubo numerosos combates, entreveros con resultados diversos hasta que en “Ñambé”, Corrientes, las fuerzas jordanistas son derrotadas inevitablemente por la superioridad del armamento del Ejercito Nacional en funciones de ejército pretoriano. Uno de los comandantes de las fuerzas nacionales es Julio Argentino Roca, un militar tucumano, ex estudiante del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay fundado por Urquiza. Paradojas o mensajes de la historia...

Refugiado en el Brasil, López Jordán, el último montonero, realizará más tarde dos nuevas tentativas infructuosas. Son las conocidas por el nombre de “guerras jordanistas”.


Después de vencida en “Ñambé” la primera revolución del 70, los revolucionarios e incluso los vecinos indefensos, quedaron privados de todo derecho y obligados a vivir como fieras en los montes de Entre Ríos. El Ejercito que había enviado Sarmiento se comportaba con un verdadero ejército de ocupación, persiguiendo y fusilando a cualquier sospechoso de “jordanismo”.

Para ese entonces, después de la primera y frustrada revolución, un gaucho jordanista, en 1872 y mientras se alojaba clandestinamente en el “Hotel Argentino” de Buenos Aires, daba término a nuestro máximo poema nacional que había iniciado años antes. En el canto del “Martín Fierro”, de José Hernández, para algunos autores un verdadero “anti-Facundo”, queda inmortalizada la tragedia del gaucho y el desamparo del pueblo ante la avasalladora acometida de la oligarquía portuaria.

 

La segunda rebelión y el terrorismo de Estado

Hasta que estalla la segunda rebelión en 1873. La respuesta, será la política de Estado represiva, que Sarmiento consumará masacrando al pueblo entrerriano. Una matanza sin cuartel a civiles inocentes, vecinos comunes y gente desarmada. Lo que hoy jurídicamente podría denominarse Terrorismo de Estado.

El 1 de mayo de 1873 ingresa López Jordán al territorio entrerriano, su prestigio no había disminuido a pesar de la derrota anterior. En poco tiempo reúne 12.000 gauchos de toda la provincia, incluidos correntinos y orientales que lo apoyan en la patriada, y comienza así un enfrentamiento sanguinario y atroz.

El Estado Nacional toma medidas, declara el Estado de Sitio, prepara tropas y nuevos armamentos para regar el suelo entrerriano con sangre de gauchos. Sarmiento, presidente de la Nación, pone precio por la cabeza del caudillo federal que es tasada en la suma de 10.000 pesos. Es decir que le da ésa suma de dinero al que entregue a López Jordán, gobernador de Entre Ríos destituido, vivo o muerto, acción está que, el Código Penal tipifica como un delito.

Si los jordanistas disponían nuevamente de armas obsoletas, el Presidente Sarmiento había conseguido las de último modelo. Había adquirido a la fábrica Rémington los famosos rifles a repetición y una nueva arma de guerra definitiva: la ametralladora. Más que la guerra de la civilización contra la barbarie esta vez se trataba de la guerra de la riqueza del imperialismo contra la pobreza de los pueblos dominados. Resalta Abelardo Ramos que “Sarmiento obtiene en Londres un préstamo de 30 millones de pesos fuertes: 10 millones estaban destinados a terminar la guerra del Paraguay. Los otros 20 eran para financiar el aplastamiento de las revoluciones interiores” ([vi]).

Sarmiento arma otra de sus teatralizaciones... Llega hasta la ciudad de Paraná imprevistamente a reunirse con los comandantes para entregarles un presunto plan secreto y de paso probar la efectividad de las armas compradas. El escenario elegido es la Escuela Normal, sus paredones serán ametrallados por él mismo ante la mirada atónica de los paranaenses que lo toman por alguien fuera de sus cabales.

Pero Sarmiento no está demente, es un acto de histrionismo. Más allá de la bufonada, el mensaje y su contenido genocida es claro. Anuncia que la guerra durará poco y vuelve a Buenos Aires. Y tuvo razón en el anuncio, la guerra poco duró, dos semanas después los jordanistas serían sorprendidos por los nacionales y exterminados literalmente con los cañones Kurpps y las nuevas ametralladoras. Después de dos derrotas totales y consecutivas en “El Talita” y en “Don Gonzalo”, López Jordán da por perdida la guerra, los sobrevivientes se desbandan buscando refugio escapando a la represión y López Jordán se asila en el Brasil.

Las tropas nacionales no quedan conforme con la victoria militar y se dedican a la masacre. Cuenta Fermín Chávez que “el teniente Saturnino García que peleó en Don Gonzalo, afirma que el Coronel Juan Ayala ordenó después de la batalla “fusilamientos sobre el tambor” y ordenó numerosas muertes a lanzazos, de tal modo que las bajas jordanistas aumentaron considerablemente después de la batalla”([vii]).

Sarmiento logra su objetivo propuesto de devastar a Entre Ríos. Campos arrasados, mano de obra arrancada del trabajo cotidiano para portar armas; era suficiente ser varón para ser sumado voluntaria o compulsivamente a la guerra. Patética es la situación vivida en el interior entrerriano. La civilización de la levita que había eliminado a los llaneros del Chacho, a los montoneros de Felipe Varela, la misma que había cometido el genocidio del pueblo paraguayo es la que ahora se aboca a reprimir a sangre y fuego el pueblo entrerriano. El número de muertes es imposible de precisar, el libro de defunciones de Nogoyá expresa en una nota a pie de página que: “En estos meses no puede garantizarse la integridad del número de defunciones habidas a causa de los avances cometidos por los Jefes pertenecientes al Ejercito de la Nación”... firma un tal Santilli.

La brillante pluma del historiador José Luis Busaniche logra, en el siguiente párrafo, describir la trascendencia y el significado de tanta muerte y calamidad: “De más decir que la revolución de López Jordán fue vencida y con alardes revolucionarios, porque Sarmiento hacía también su revolución, la revolución del frac y del patacón, que consistía simplemente en destruir por sistema todo lo castizo, todo lo genuino y auténtico, todo lo representativo de su país para sustituirlo por una sociedad de advenedizos cursis, espíritus mostrencos y rastacueros en potencia, roídos por la codicia del dinero y el apetito de los honores baratos, atontados por una falsa cultura y con todas las supersticiones burguesas, entre las que contaba, y no poco, una recóndita admiración por esa misma clase superior de raíces históricas que se jactaban de combatir”.

 

La última montonera en armas

Tres años después, durante la presidencia de Avellaneda, sucesor de Sarmiento, López Jordán intenta en 1876 una tercera invasión a la provincia. ¿Que llevó a López Jordán a lanzarse por tercera vez sobre Entre Ríos, ésta vez prácticamente solo? Hay conductas extrañas, todavía no desentrañadas en ésta tercera rebelión. ¿Fue una quijoteada del caudillo? ¿Un acto de desesperación casi suicida? ¿Estuvo relacionada la invasión con alguna conspiración mitristas? No hay explicaciones satisfactorias que expliquen los motivos que tuvo López Jordán para iniciar esta tercera intervención que ineludiblemente terminaría en un fracaso ya que no estaban dadas las condiciones políticas para tamaña aventura.


        El caudillo vivía exiliado en Montevideo vigilado por la policía. Burlando la vigilancia y sin despertar sospechas, él solo atraviesa el río Uruguay. Del lado entrerriano lo esperaban algunos fieles, aunque no tantos como suponía. Honestamente, su nombre ya no despertaba el antiguo eco y solo alcanza a movilizar 500 gauchos prácticamente desarmados. La pequeña montonera se interna en la provincia hacia el noroeste. La reducida fuerza revolucionaria fue sorprendida por tropas nacionales del Ejército del Paraná al mando del Coronel Juan Ayala que la derrotan completamente en menos de una hora en un único y último combate librado en “Alcaracito” al sur de La Paz.

El coronel Juan Ayala es el mismo experimentado fusilador de “Don Gonzalo” y en ésta oportunidad también será implacable persiguiendo a los últimos jordanistas en el desbande. Nadie se deja apresar, porque saben que le va la vida. No todos los derrotados logran huir, algunos son capturados y les espera la misma suerte inclemente: “El coronel Berón fue capturado después de Alcaracito. No era un prisionero ni se encontraba con las armas en la mano. Estaba enfermo y fue delatado. Conducido a presencia del coronel Ayala con una barra de grillos a los pies y los brazos atados por la espalda, fue mandado fusilar inmediatamente. No hubo defensa ni proceso. El coronel Berón pidió algunos momentos para despedirse de su esposa, y no le fue permitido este último consuelo. La esposa concurrió con sus pequeños hijos al lugar de la catástrofe y reclamó el cadáver. El verdugo disputó aquellos tristes restos. “Mejor es que se lo coman los perros y los caranchos”, fue su respuesta.” (“La Patria Argentina”. Buenos Aires, 26 de enero de 1879). El capitán Casco, acusado de jordanista, estaba preso en un cuartel de Paraná, y pocos días después del fusilamiento de Berón, “es reclamado por una partida enviada por Ayala y, se le hace entrega del preso para ser degollado a poca distancia del cuartel” (Ídem, 23 de enero de 1879) ([viii]).

López Jordán logra escapar de la matanza, conseguirá huir de las manos del inclemente Ayala y llega a Corrientes entregándose al coronel Cáceres, que, bajo su responsabilidad, lo pasa al juez de Paraná donde por encontrarse bajo jurisdicción judicial logra el caudillo salvar su vida al menos por el momento. ([ix]) Y así, con más pena que gloria finaliza la última y tercera guerra jordanista ocurrida durante la presidencia de Avellaneda.

Desaparece así, del escenario político, “uno de los hombres más representativos, caracterizados y discutidos. Con él se va la tradición, un resabio del pasado heroico y turbulento. Mañana será una leyenda”([x]). Fue el jefe de las últimas montoneras que intentó fijar un curso nacional para la patria argentina, defendió la soberanía de Entre Ríos y fue derrotado por fuerzas militares superiormente armadas por el gobierno “civilizador” de Sarmiento.

 



[i] Fermín Chávez, “Vida y Muerte de López Jordán”, pág. 130, Ed. Hyspamerica, 1986

[ii] Fermín Chávez, op. cit, pág. 129.

[iii] Jorge Abelardo Ramos, “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, Tomo II, “Del Patriciado a la Oligarquía”, pág. 75, Ed. H. Senado de la Nación, 2006.

[iv] Aníbal S. Vásquez, “Caudillos Entrerrianos. López Jordán”, pág. 91. Ed. Pauser, 1940

[v] Aníbal S. Vásquez, op. cit., pág. 108.

[vi] Jorge Abelardo Ramos, op. cit, pág. 74.

[vii] Fermín Chávez, op. cit, pág. 206.

[viii] Fermín Chávez, op. cit, pág. 214 y 215.

[ix] A López Jordán se le tramita un proceso penal donde se le imputa el asesinato de Urquiza. Primero el juicio se tramita en Paraná donde permanece preso y luego es trasladado a Rosario donde espera la sentencia detenido en la Aduana. Los abogados defensores de López Jordán logran demostrar fehacientemente que Urquiza cae muerto al resistirse a un grupo de revolucionarios que pretendía capturarlo. La causa penal se demora y el caudillo se fuga de la cárcel rosarina y se asila en Fray Bentos, Uruguay. En el año 1888 lo alcanza una amnistía otorgada por el entonces presidente Juárez Celman y se instala en Buenos Aires, donde al otro año es asesinado (el 22 de junio de 1889). La historia oficial hace aparecer el hecho como una venganza por motivos personales llevada a cabo por el hijo de un supuesto oficial de López Jordán, pero en verdad, está demostrado en cartas comprometedoras, que el matador es un sicario de la familia Urquiza.

[x] Aníbal S. Vásquez, op. cit., pág. 232.

lunes, 20 de noviembre de 2023

20 de noviembre de 1845: La Vuelta de Obligado, Argentina en guerra contra Francia e Inglaterra

Cada 20 de noviembre se celebra el Día de la Soberanía Nacional. Y esto tiene que ver con “La Vuelta de Obligado” y el resto de las batallas y hechos beligerantes que enfrentaron a la Confederación Argentina con las, por entonces, dos principales potencias imperialistas del planeta. La actuación de Juan Manuel de Rosas y del pueblo argentino en aquellos días, constituye una de las páginas más gloriosas de nuestra historia .



El mencionado conflicto comienza con la intervención armada de la escuadra anglo francesa con el apoderamiento de la escuadrilla argentina a mando del almirante Brown, en agosto de 1845, y finaliza con el tratado Southern - Arana, en enero de 1850. Son cinco años de guerra no declarada entre la Confederación y las dos naciones imperialistas más poderosas de la época.

Al decir del historiador entrerriano Aníbal Vásquez: "Las dos primeras potencias mundiales abandonaron el escenario rioplatense, desgarbadas y batidas. Se retiraron sin lucimiento o sin brillo". Fue una victoria nacional sin precedentes y así lo entendió el Libertador, el General San Martín, al legar ese mismo año, al general Rosas, el sable de la Independencia.

A pedido del historiador revisionista José María Rosa, y por
José María Rosa.
medio de la Ley Nº 20.770 con fecha 16 de noviembre de 1974, se declaró el 20 de noviembre como "Día de la Soberanía Nacional", en conmemoración de la batalla de Vuelta de Obligado. 

Y en una medida que constituye un reconocimiento definitivo, que quiebra en forma abrupta con la “historia oficial”, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner dispuso la creación del 20 de Noviembre como día de la Soberanía Nacional y su declaración como feriado nacional. La ex presidenta les devolvió a los verdaderos patriotas un lugar en el panteón de la historia, de donde la oligarquía los había desterrado durante 150 años.

Cristina Fernández de Kirchner en un acto en homenaje a "La Vuelta de Obligado".

Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro.


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"Noventa buques mercantes,
veinte de guerra,
vienen topando arriba
las aguas nuestras.
Veinte de guerra vienen
con sus banderas.
La pucha con los ingleses,
quién los pudiera.
Qué los parió los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
qué digo venirse al cuete".
"La Vuelta de Obligado" (Triunfo), de Miguel Brascó y Alberto Merlo.


"...como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la PROSPERIDAD, LA PAZ INTERIOR, EL ORDEN y el HONOR restablecidos en nuestra querida patria y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce usted de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino. Son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota. Q.B.S.M (Que besa sus manos)".
José de San Martín, última carta del Libertador a Juan Manuel de Rosas. 6 de mayo de 1850.

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Contra el colonialismo

Los largos 25 años que Rosas gobernó la Confederación fueron delicados y comprometidos en lo que a política internacional se refiere. Enfrentado a los efectos de la guerra brasileña en los primeros años de su mandato el gobierno protagonizaría a mediados de los años 30 una guerra con la Confederación Peruano-Boliviana. 

En 1833 (durante la gobernación de Balcarce) fueron ocupadas las Islas Malvinas por Gran Bretaña. A finales de la década se vería involucrada en las luchas civiles de la República Oriental, convergiendo este conflicto en el bloqueo francés (1838-1840), luego expandido a una intervención conjunta entre Gran Bretaña y Francia (1845-1850).

Estos conflictos y los roces diplomáticos con las repúblicas vecinas (Brasil y Paraguay) favorecerían el desenlace que terminó entre 1851 y 1852 con su gobierno: la rebelión provincial se internacionalizó apoyada por las tropas del Imperio Brasileño bajo la perfecta orquestación de Gran Bretaña.

Página gloriosa

He elegido estos hechos beligerantes porque además de la suma gravedad de los mismos y el motivo del "Día de la Soberanía Nacional", la actuación de Rosas y del pueblo argentino constituye una de las páginas más gloriosas de la historia argentina.

El mencionado conflicto comienza con la intervención armada de la escuadra anglo francesa con el apoderamiento de la escuadrilla argentina a mando del almirante Brown, en agosto de 1845, y finaliza con el tratado Southern - Arana en enero de 1850. Son cinco años de guerra no declarada entre la Confederación y las dos potencias imperialistas más poderosas de la época.

Intereses del imperio francés

Los intereses de los ingleses y los franceses eran diferentes: aquellos buscaban exclusivamente beneficios comerciales y éstos, además, la expansión cultural y territorial.

Para el ministro francés Thiers "Montevideo era una colonia francesa" y fundamentaba el derecho de Francia a intervenir en el Rió de la Plata en tres argumentos principales y uno accesorio: 1) La "humanidad", atropellada por la "barbarie" de Rosas. 2) El "chauvinismo" o "patriotismo francés" interesado en "notre colonie" (nuestras colonias) amenazada por el indigenismo y el hispanismo, es decir el americanismo de Rosas. 3) El "respeto al derecho" ya que, Rosas violaba el artículo 4 de la convención Mackau, al enviar tropas de la Confederación a la guerra en la Banda Oriental a favor de su aliado el General Oribe. El argumento comercial es más bien accesorio porque la artesanía francesa, su sola exportación, no se perjudicaba con la política aduanera de Rosas.

El interés de Francia por el Río de la Plata se mantenía vivo desde el fracaso de la tentativa monárquica de 1820. Las maniobras de los rivadavianos, para comprometer la ayuda del gobierno francés, y terminar con la supuesta anarquía americana habían continuado después de la caída del Directorio.

La Revolución de 1830 en Francia, y la instauración de la monarquía "burguesa" del rey Luis Felipe cambiaron el plan primitivo de colocar un Rey francés en el Río de la Plata. Francia necesitaba expansión comercial, conquista de mercados y prestigio guerrero internacional. En suma, necesitaba colonias y ningún territorio parecía más favorable que el de los pequeños países segregados de España, involucrados permanentemente en guerras civiles y donde existían sectores "pensantes", "intelectuales", que demandaban el "protectorado" de una poderosa nación europea, estos eran, obviamente, los unitarios traidores a la patria. 

Es preciso agregar que a las necesidades imperialistas de los galos se sumaba que, la inmigración francesa al Río de la Plata había sido numerosa desde los primeros tiempos de la independencia y Francia consideraba a dichos inmigrantes como instrumentos de penetración política y comercial que debían de ser especialmente protegidos generando así como una especie de protectorado de hecho.

Pero Francia no podía actuar sola, necesitaba una alianza con Inglaterra para afianzarse en Europa y poder así posesionarse luego de Argelia y Oceanía en el reparto colonial. La intervención conjunta era el precio a pagar por Francia para lograr su consolidación imperial.

Política imperial de Inglaterra

Los intereses británicos eran comerciales: la libre navegación de los ríos y la solución definitiva del conflicto en la Banda Oriental que impedía, por los bloqueos, realizar operaciones comerciales en la región del Río de la Plata.

Respaldaban estos reclamos los centros industriales de Liverpool, Manchester y Yorkshire, banqueros, comerciantes e industriales de las plazas citadas: "Que se adopte medidas para limitar las restricciones puestas al comercio en el Plata" expresaban.

Y solicitaban también que "se pusiera fin a los disturbios en el Uruguay y se asegurara el acceso de los comerciantes británicos a los mercados del Paraguay y las regiones del Interior".

Negocios, política y los unitarios...

Los conflictos externos que tuvo la Confederación en tiempo de Rosas tuvieron un origen eminentemente económico y se relacionaron con el dominio geopolítico del estratégico Río de la Plata. Pero no hay que menospreciar los factores de tipo político, más aún, éstos a veces prevalecieron en las decisiones. Por ejemplo Francia ostentaba un belicismo intransigente desde la derrota en Waterloo y pretendía terminar con el pacifismo a que la obligaban los vencedores de Napoleón.

Pero, los conflictos externos que sufría la Confederación no se iniciaban solamente de las grandes potencias europeas. Los emigrados unitarios conspiraban constantemente desde Bolivia, Chile y la Banda Oriental, organizando invasiones y ofreciendo a los gobiernos que los asilaban, como moneda de negociación, fracciones de territorio argentino de Jujuy y Salta, Cuyo y la Mesopotamia, en cuyos pueblos simultáneamente excitaban la tradicional hostilidad a la hegemonía bonaerense.

Comienza la intervención

Una vez que el parlamento británico pone sobre el tapete la idea de la intervención armada en el Río de la Plata, fundándola en la necesidad de defender los intereses mercantiles en peligro, Francia, que no quería quedar a la zaga, decide la intervención a través de su vocero parlamentario Thiers y ambas naciones resuelven la intromisión conjunta enviando una poderosa flota.

La capital de la Banda Oriental se encontraba sitiada por tierra por las tropas de la Confederación y su aliado, el General Oribe. Montevideo era defendida por los emigrados argentinos, franceses, españoles, italianos, ingleses.

Rosas ordena el bloqueo naval y los extranjeros, viendo perjudicados sus intereses comerciales, se alistan en la defensa de la ciudad. Semanas más tarde, y cuando los sitiados en Montevideo habían perdido las esperanzas de auxilio internacional, arriba a Buenos Aires una "comisión mediadora" integrada por el inglés William Ouseley y el francés Deffaudis a bordo de los primeros buques de guerra a vapor que navegan por el Río de la Plata. 

Confiados en el respaldo de la flota, exigen el retiro de las tropas de la Confederación y el levantamiento del bloqueo. Aseguraban estar autorizados para usar la fuerza si era necesario. Rosas no se conmueve, invoca su carácter de beligerante y la soberanía sobre los ríos interiores; además sostiene la legitimidad del General Oribe como presidente legal del Uruguay. Ante el ultimátum de los ministros extranjeros, Rosas, inflexible, les mandó extender los pasaportes; es decir, los expulsó de Buenos Aires.

Rosas contra los piratas

El 2 de agosto de 1845, la escuadra anglo-francesa se apoderó de la flota argentina y desembarcó tropas en Montevideo. Los agresores izan sus pabellones en las embarcaciones nacionales al mando del Almirante Brown.

El pretexto con que Inglaterra y Francia pretendieron encubrir su agresión militar fue que la guerra entre Montevideo y Buenos Aires perjudicaba el comercio. En realidad, se trataba lisa y llanamente de la conquista por las armas de la cuenca del Plata y de los territorios que bañaban sus ríos. Pretendían dominar la Banda Oriental y establecer allí sus bases de operaciones comerciales (también militares) sobre los ríos internos. En este sentido, la política americanista de Rosas en defensa de la independencia de Uruguay y el reconocimiento de Oribe como su autoridad, como así también su poder real sobre el interior de la Confederación, eran un obstáculo para los intereses de los agresores.

Rosas declaró "piratas" a los barcos de las potencias agresoras. La Confederación peligraba y corría el riesgo de desmembrarse territorialmente. Se encontraba jaqueada por dos potencias europeas y, además, por todos sus vecinos interesados en ensanchar sus fronteras.

Enemigo interno y dignidad nacional

En tanto, los unitarios cometían actos de alta traición a la patria; Sarmiento incitaba a Chile a apoderarse del estrecho de Magallanes; Florencio Varela proponía la independencia de la Mesopotamia; y Echeverría alentaba a los invasores.

En cambio, el pueblo acompañaba a Rosas, pero también lo hacían los padres fundadores de la patria que aún estaban vivos. San Martín le ofrecía sus servicios y le obsequiaba su sable; Brown aceptaba la conducción de la escuadra; Manuel Moreno representaba a la Confederación en Inglaterra y Tomás Guido hacía lo propio en Río de Janeiro.

La Sala de Representantes aprobó la conducta de Rosas en vibrantes discursos patrióticos: "La guerra es una gran calamidad pero sus estragos son preferibles a la ignominia. No hay causa más poderosa ni más justa que el honor de una nación".

Operaciones militares

En septiembre de 1845, los invasores bombardearon, tomaron y saquearon Colonia del Sacramento y ocuparon la Isla Martín García. Allí se destacó por su violencia el italiano José Garibaldi, quien luego atacó a lo largo del río Uruguay las ciudades de Gualeguaychú, Concordia, Paysandú y Salto, saqueando todo lo que encontraba a su paso. (1)

El 18 de septiembre se declaró oficialmente el bloqueo de los puertos argentinos y a fines de ese mes fue ocupado el puerto uruguayo de Maldonado, para atacar por la espalda a Oribe. Casi simultáneamente se conocía la noticia que se preparaba un convoy para remontar el Paraná hasta Corrientes y Paraguay (2), custodiado por buques de guerra para demostrar que no existía soberanía argentina sobre el río.

Batalla de "La Vuelta de Obligado"

El 20 de noviembre de 1845 tuvo lugar la batalla de La Vuelta de Obligado. El río Paraná, cerca de San Pedro, después de tomar dirección norte-sur, dobla hacia el Sur- Este y es éste paraje al que se lo conoce como Vuelta de Obligado.

Era un lugar de paso forzoso para las escuadras enemigas que querían llegar al Paraguay. En la costa del río fueron colocadas las baterías del General Lucio Mansilla. Sí, el mismo Mansilla que traicionó a Pancho Ramírez en 1821 y que aquí se redime con la historia en su mejor y más noble momento. 

Lucio Norberto Mansilla era cuñado de Juan Manuel de Rosas, fue soldado de la Independencia, combatió en Chacabuco a las órdenes de San Martín y fue, además, luego de la traición a Ramirez, gobernador de Entre Ríos. Hombre que hirió a la entrerrianía en forma profunda con una traición que justificó por su procedencia bonaerense, pero que, por las complejidades de la historia y de la naturaleza humana, Mansilla aquí se viste de héroe.

Para aumentar la eficacia de los fuegos de posición se procuró la detención del avance de las naves enemigas cruzando tres gruesas cadenas ancladas sobre la posición y atadas en el otro extremo próximo a la orilla izquierda del río. 

La disparidad de fuerzas era abrumadoramente desfavorable. La flota enemiga se componía de 11 buques de guerra con 99 cañones, entre ellos tres vapores, seguidos por una flota de cien barcos mercantes cargados de productos.

Mansilla, al frente del combate

La escuadra anglo-francesa desafiaba abiertamente a la Confederación conducida por Rosas pero, sobre todo, ofendía nuestra soberanía nacional. 

Así lo entendían los combatientes de Obligado al mando de Mansilla, que antes de iniciar la batalla proclamó: 

"¡Milicianos del departamento del Norte! ¡Valientes soldados federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de la América! Los insignificantes restos de los salvajes unitarios que han podido salvar de la persecución de los victoriosos ejércitos de la Confederación y orientales libres, en las memorables batallas de Arroyo Grande; India Muerta y otras; que pudieron asilarse en las murallas de la desgraciada ciudad de Montevideo, vienen hoy sostenidos por los codiciosos marinos de Francia e Inglaterra, navegando las aguas del gran Paraná, sobre cuya costa estamos para privar su navegación bajo de otra bandera que no sea la nacional ¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis!..."

"...Considerad el tamaño insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. Pero se engañan esos miserables: ¡¡aquí no lo serán!!...¿No es verdad camaradas? ¡¡Vamos a probarlo!!"...."¡Suena el cañón! ¡Ya no hay paz con la Francia ni con Inglaterra! ¡¡Mueran los enemigos!!...Tremóle en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco, y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea. Sea ésta vuestra resolución, a ejemplo del heroico y gran porteño, nuestro querido gobernador brigadier Don Juan Manuel de Rosas, y para llenarla contad con ver en donde sea mayor el peligro a vuestro jefe y compañero el General Lucio Mansilla. ¡Viva la Patria! ¡Viva la Federación! ¡Viva su heroico defensor Don Juan Manuel de Rosas! ¡Mueran los salvajes unitarios y sus viles aliados anglo-franceses!"

Mansilla, con escasos elementos, contuvo, desde las diez de la mañana de aquel 20 de noviembre hasta las cinco de la tarde, a la flota invasora, provocándole 150 muertos y 4 buques fuera de combate. La escuadra atacante quedó más de 7 días inmovilizada por las reparaciones que tuvo que encarar y la atención de sus bajas de personal. Por nuestra parte, tuvimos 650 hombres fuera de combate, resultando herido el propio General Mansilla.

Batallas olvidadas: San Lorenzo y Punta Quebracho

Los combates de San Lorenzo y Punta Quebracho, a principios de 1846, cuando la escuadra aliada bajaba de vuelta el Paraná, demostraron también la voluntad inflexible de Rosas de ofrecer resistencia. Las potencias extranjeras no pudieron en definitiva colocar sus mercaderías en las provincias litoraleñas ni en el Paraguay.

San Lorenzo y Punta del Quebracho son otras dos batallas de "la Guerra del Paraná", olvidadas por la historia oficial.

El 16 de enero de 1846 la flota imperial es atacada por el general Mansilla en San Lorenzo (Provincia de Santa Fe). Mansilla mantenía oculta, entre la maleza del "campo de la gloria", la artillería y cuando el enemigo cruzaba la angostura del San Lorenzo de improviso se levantó la bandera argentina y los cañones rompieron fuego desde un lugar invisible para los invasores. Los estragos causados fueron graves para los invasores que tuvieron que soportar durante más de siete horas el fuego de la artillería nacional. Los aliados perdieron 50 hombres, los confederados argentinos solo uno. En su parte de guerra Mansilla se enorgullece de haber combatido en el mismo paraje regado por la sangre de San Martín.

A una legua al norte de San Lorenzo, está la punta del Quebracho (hoy Puerto San Martín), donde la barranca es alta y el río se angosta en extremo. Allí esperó el general Mansilla que los invasores volvieran de su accidentada excursión. El ataque se produjo el 4 de junio de 1846. Los extranjeros tenían un convoy de 95 barcos mercantes y 12 de guerra. La artillería de la Confederación averió varios buques extranjeros, los cuales emprendieron la huida para no ser hundidos quemando a los averiados para que no sean tomados prisioneros

Defensa heroica de la Soberanía Nacional

En 1847, el gobierno inglés advirtió que la política intervencionista seguida había provocado un desastre comercial al disminuir drásticamente las importaciones de productos de ese país.

Se agrega a esto que, para el año 1848 en Europa se dio un movimiento de revoluciones liberales que provocaron que el ministro británico Southern y el almirante francés Lepredour, que se encontraban en el Río de la Plata, fueran nombrados encargados de acordar con Buenos Aires una paz justa.

Por fin, y luego de largas y dificultosas negociaciones, Gran Bretaña firmó con Rosas el tratado del 24 de noviembre de 1849 por el cual Gran Bretaña se vio obligada a evacuar la isla Martín García, reconocer la soberanía argentina sobre los ríos interiores, los derechos de Oribe para ocupar la presidencia del Uruguay, devolver los barcos argentinos y saludar en desagravio el pabellón nacional con 21 cañonazos.

Con respecto a Francia, se convino que la Argentina retiraría las tropas de la Banda Oriental cuando Francia quitase las guarniciones militares de Montevideo, abandone su posición hostil y celebre un tratado de paz. 

Lepredour debió ceder después de meses de negociar ante las exigencias de Rosas. El 31 de agosto de 1850 Francia concluyó con la Confederación un tratado de paz y amistad que debía ratificarse en su país. Rosas exigió que se formule el desagravio al pabellón nacional con 21 cañonazos en forma inmediata a lo que Leprodour accedió.

Los respectivos tratados de paz marcaron una clara victoria de la firme y digna posición en defensa de nuestra soberanía nacional llevada a cabo con férrea voluntad por Juan Manuel de Rosas como encargado de las relaciones internacionales de la Confederación.

Al decir del historiador entrerriano Aníbal Vásquez: "Las dos primeras potencias mundiales abandonaron el escenario rioplatense, desgarbadas y batidas. Se retiraron sin lucimiento o sin brillo". Fue una victoria nacional sin precedentes y así lo entendió el Libertador General San Martín al legar ese mismo año, al general Rosas, el sable de la Independencia.

Reconocimiento histórico

A pedido del historiador revisionista José María Rosa y por medio de la Ley Nº 20.770 con fecha 16 de noviembre de 1974 se declaró el 20 de noviembre como "Día de la Soberanía Nacional", en conmemoración de la batalla de Vuelta de Obligado.

Entre otros conceptos los considerando de la norma expresan: "Por las condiciones en que se diera este enfrentamiento, por la valentía de los compatriotas que participaron en ella y por sus consecuencias, es reconocida como modelo y ejemplo de sacrificio en pos de nuestra argentinidad".

Y en una medida que constituye un reconocimiento definitivo, que quiebra en forma abrupta con la “historia oficial”, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner dispuso la creación del 20 de Noviembre como día de la Soberanía Nacional y su declaración como feriado nacional, por un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) del 3 de noviembre de 2010. La ex presidenta, en un acto de valentía, les devolvió a los verdaderos patriotas un lugar en el panteón de la historia, de donde la oligarquía los había desterrado durante 150 años.

Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro

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Notas.

(1) Giuseppe Garibaldi. (1807-1882). Considerado como el héroe máximo de la unificación y la independencia italiana incursionó en Sudamérica con una división de mercenarios denominada "La Legión Italiana". Estuvieron al servicio del gobierno de Montevideo. La historia liberal lo aclamó con el título de "El héroe de dos mundos", los diarios porteños de la época lo llamaron "el chacal de los tigres anglo franceses". Un verdadero pirata que entre otras "hazañas" cuenta con la de asaltar y saquear durante dos días a la ciudad de Gualeguaychú totalmente desguarnecida. En sus memorias Garibaldi escribió en forma de una absurda justificación que: "el pueblo de Gualeguaychú nos alentaba a la conquista por ser un verdadero emporio de riqueza, capaz de revestir a nuestros harapientos soldados y proveernos de arneses...". Su paso por nuestros pagos nada tiene que ver con la obra que realizó en Italia donde fue un verdadero patriota revolucionario de la causa italiana.

(2) El Paraguay, bajo la presidencia de Carlos Antonio López había firmado un tratado de alianza ofensiva defensiva con la provincia de Corrientes en rebeldía contra Rosas que, motivado en su proyecto de reconstruir el Virreinato del Río de la Plata no había reconocido la independencia de la nación guaraní.