miércoles, 8 de diciembre de 2021

Ricardo López Jordán y la última montonera federal

     

"Los sublevados serán todos ahorcados, oficiales y soldados, en cualquier número que sean". "Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la época de Robespierre"… "A los que no reconozcan a Paz debiera mandarlos ahorcar y no fusilar o degollar. Este es el medio de imponer en los ánimos mayor idea de la autoridad". "Hemos jurado que ni uno solo ha de quedar vivo"Pensamiento de Domingo F. Sarmiento, extraído de diferentes cartas escritas por él, transcriptas por autores varios.




       Ricardo López Jordán fue el último caudillo que se alzó contra la política del porteña. Expresó la última resistencia del interior federal al proyecto de sumisión y entrega que implantó Buenos Aires luego de Caseros y Pavón en el marco de una geopolítica del imperialismo británico. Su resistencia se expresó en tres revoluciones o rebeliones jordanistas, que durante la primera parte de la década de 1870 fueron en centro de la política nacional. 

        Su resistencia termina con una derrota, la última batalla del federalismo en las guerras civiles argentinas del siglo XIX. López Jordán, sobrino de Francisco "Pancho" Ramírez e hijo de quien fuera el compañero de luchas y hombre de extrema confianza del Supremo Entrerriano, fue uno de los hombres más representativos, caracterizados y discutidos de nuestra historia provincial. Afirma Aníbal Vásquez que, con su partida del escenario político nacional, “se va la tradición", desaparece "un resabio del pasado heroico y turbulento”, que se convertirá en “leyenda”. 

        López Jordán fue el jefe de las últimas montoneras federales que intentaron fijar un curso nacional para la patria argentina, defendió la soberanía de Entre Ríos y fue derrotado por fuerzas militares por el gobierno porteño, superiormente armadas por el dinero del imperialismo británico.

 

 Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro


¿Qué fue el jordanismo?: orígenes y causas 

El jordanismo fue un movimiento político de raíz federal que tuvo rasgos distintivos que lo diferencian de otras corrientes de igual cuño que existieron y se organizaron en el país. Su singularidad tiene que ver con la realidad política de nuestra Entre Ríos.

La reputación nacional de Urquiza como jefe del Partido Federal comienza a deteriorarse después de la “retirada” injustificable de Pavón. Urquiza se desentiende de los levantamientos de las montoneras del Chacho Peñaloza y de Felipe Varela, librando a su suerte los movimientos federales en el interior del país. El prestigio del ex presidente de la Confederación decae aceleradamente en el interior del país.

Cuando el mitrismo le exige que envíe la caballería entrerriana a la Guerra del Paraguay, ésta se le desbanda en Basualdo, se niegan rotundamente a pelear contra los hermanos paraguayos; los entrerrianos cuestionan de hecho su autoridad. En 1870, año de la muerte de Urquiza, en Entre Ríos, el urquicismo se mantiene como un aparato político arcaico, que hoy se podría definir como burocrático e impopular, manejado por los últimos fieles que le quedaban al caudillo.


        En este contexto, Ricardo López Jordán, sobrino de nuestro legendario “Supremo Entrerriano”, Francisco Ramírez, criollo de ilustre familia, de memorable comportamiento en Pavón y firme conducta federal aparece como la alternativa de Urquiza para los entrerrianos. López Jordán se transforma con el paso del tiempo en el referente ineludible del federalismo provincial, fundamentalmente de un grupo de estudiantes e intelectuales egresados del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay que en 1868 lo postula para gobernador en reemplazo de José Domínguez que termina su mandato. Domínguez había realizado una intrascendente gobernación y era un títere manejado por su pariente: el “Señor de San José”, cuyo programa de gobierno “consistía en estas palabras que repetía siempre: “Mi gobierno no hará sino lo que el General Urquiza ordene” ([i]).

Sin duda, López Jordán será electo gobernador piensan los entrerrianos, su popularidad se acrecienta mientras Urquiza está atareado en su candidatura presidencial. Es más, la candidatura de López Jordán se afianza en la medida que se afirma la candidatura de Urquiza a la presidencia. Pero las cosas no ocurren así; imprevistamente Urquiza ordena votar su propio nombre para gobernador y López Jordán renuncia a su candidatura. Urquiza asegura así su poder provincial garantizándose la gobernación por si no logra la presidencia. No llegará a ser presidente y no terminará su gestión de gobernador prevista para el periodo 1868-1872, fallecerá en una muerte que quedará impune en 1870.

 

El programa político de jordanismo

Entre Ríos es y fue una provincia con una geopolítica especial. En un principio, en términos políticos, la provincia fue una liga de cinco villas que tenían en los Cabildos locales su representación institucional. La Legislatura representaba a las villas en un principio con un diputado por cada una.

Pero en el transcurso de las guerras civiles el poder de la legislatura aumentó, lo mismo que el del gobernador, que nombraba, a sus fieles, como miembros de la legislatura. Los cabildos desaparecieron ante los comandantes departamentales que eran instrumentos del gobernador y la legislatura ya no representó a las villas sino a los partidarios del gobernador, es decir a Urquiza, que había gobernado por más de treinta años la provincia.

No obstante, el espíritu comunal y localista quedó latente porque las villas se convirtieron en ciudades y no existía una gran capital como en otras provincias que absorbiera la mayoría de la vida urbana. Concordia, Gualeguychú, Victoria, Nogoyá o Diamante eran pequeños conglomerados urbanos, centros económicos y sociales independientes, sin influencias de Concepción del Uruguay o de Paraná. Ese fuerte localismo e independencia municipal que las ciudades entrerrianas todavía hoy conservan encuentre sus antecedentes en este período histórico.

La “autonomía municipal” fue entonces una de las banderas levantadas por los jordanistas en contra de la centralización del poder establecido por Urquiza y sus comandantes locales.


El programa de los revolucionarios jordanistas se inspiraba en los principios del “Club de los Libres”: libertad electoral, restauración de las comunas y régimen justo de la tierra. Esta asociación, que funcionaba en Buenos Aires y en algunas provincias, era una fuerza política nueva que proponía “combatir la oligarquía para asegurar al pueblo el uso desembarazado, libre y pacífico de todos sus derechos.” Entre los miembros fundadores del “club” se encontraba José Hernández, por entonces redactor del diario “El Río de la Plata” que luego se alistará en las tropas revolucionarias jordanistas.

López Jordán sostenía un programa político con profundos argumentos, nutridos de la tradición del federalismo del litoral. Sus ideas, poco estudiadas y abordadas por los textos de historia, son claras y coherentes, las exteriorizó y sistematizó en documentos. Fermín Chávez, en su fundamental obra de “Vida y Muerte de López Jordán”, sostiene que el caudillo expresaba “…sin duda un proyecto de revolución federal para toda la República Argentina… Los testimonios documentales originales son tres proclamas revolucionarias escritas entre diciembre de 1867 y 1868. La primera pieza lleva por título “Proclama a Entrerrianos” y está escrita por “Vuestro General y compañero”. La segunda es otro documento manuscrito, extenso y bien redactado, que se denomina “Manifiesto de la Revolución a los pueblos que componen la República Argentina, por la Junta Revolucionaria de la provincia de Entre Ríos. Y la tercera proclama está constituida por el “Manifiesto a los Pueblos Argentinos y Repúblicas Americanas”, extenso manuscrito donde analiza el proceso de la historia argentina a partir de la colonia y se estudia el significado del federalismo y del unitarismo en el Río de la Plata”([ii]). Los historiadores concuerdan que en estos textos se encuentra el claro aporte de Francisco F. Fernández, ex secretario de Urquiza y una de las mentes jóvenes más brillantes del pensamiento federal.

También López Jordán encarnaba, en su historia y persona, este proyecto mejor que nadie en esta tierra. Era su momento en la historia, como si toda su vida fuese un prólogo a esa instancia. Narra Jorge Abelardo Ramos: “…Era un hombre 46 años, de gran veteranía militar: Arroyo Grande, Caseros, Cepeda, Pavón. En su provincia ha sido diputado, Presidente de la Legislatura, todo menos gobernador, porque Urquiza se había sentado en la silla regia hacía tres décadas y no se había levantado. Manuel Gálvez lo describe: ´Tiene el poder de arrastre de los grandes caudillos. Fascina a los gauchos con su tipo físico –la espléndida estampa, la negra y larga barba, los bellos ojos- y por el don de simpatía y coraje”([iii]).

 

La revolución se pone en marcha

A principio de 1869, la revolución está en marcha. El descrédito de Urquiza se acrecienta y lo hace insostenible. Gran parte de los actores políticos de la provincia de Entre Ríos está en contra del “Señor de San José” a quién llaman “el tirano”. Los revolucionarios van estrechando filas, el cura Ereño, los periodistas Juan F. Mur y Francisco Fernández que editan en Paraná el periódico “El obrero Nacional”, los egresados y estudiantes del Colegio Nacional de Concepción, los exiliados blancos orientales, los federales correntinos también exiliados, antiguas familias patricias, la mayoría de los comandantes departamentales y casi todos los jefes y oficiales de milicias provinciales. Solo falta el jefe, pero López Jordán se niega, quizás por una criolla lealtad, a ponerse al frente de la sublevación.

La visita de Sarmiento actúa como detonante. La genuflexa actitud de Urquiza ante la nueva política de los porteños aglutina definitivamente a los conjurados que logran convencer a López Jordán que accede ponerse al mando de la revolución. Su arraigo popular y su ascendiente en las milicias daban la seguridad de conseguir un triunfo sin recurrir a la lucha armada.


      Producido el “accidente” (así lo califica Fermín Chávez) que ocasiona la muerte de Urquiza se reúne la legislatura entrerriana inmediatamente. Como lo dispone la Constitución Provincial debe ser elegido un nuevo gobernador en reemplazo del muerto y es elegido López Jordán, naturalmente, ya que era el jefe de la revolución.

En el discurso pronunciado en el acto de juramento se refiere a la muerte de Urquiza lamentándola. Deplora “que los patriotas que se decidieron a salvar las instituciones, no hubieran hallado otro camino que la víctima ilustre que se inmoló”. Como se advierte, no se hace, ni se hará cargo jamás, del asesinato de la “victima ilustre”. Vásquez sostiene: “La insurgencia triunfa. A pesar de las ilustres víctimas, Entre Ríos no da ninguna muestra de reacción. La mayoría de las situaciones departamentales con sus respectivos jefes de la policía y demás autoridades, se adhieren al movimiento…Hay un silencio que no es de conformidad con el crimen, pero sin con la revolución que más tarde se rubrica con sangre sobre las cuchillas entrerrianas” ([iv]).

Todo lo que sobreviene después de la muerte de Urquiza en la provincia se da en un marco de total normalidad constitucional. Se respeta la ley, la vida de los ciudadanos está garantizada y reina la paz social. Un gobernador ha sido muerto y lo sustituye otro según lo establece la ley.

 

Sarmiento, la invasión a Entre Ríos y el ataque al federalismo

El gobierno nacional no tiene argumentos para intervenir la provincia. Pero Sarmiento entiende que el muerto (con quien se había reconciliado) debe ser vengado y la provincia intervenida. Consulta con su ministro del Interior, Vélez Sardfield, el caso no es fácil opina el jurista ya que no hay “requerimiento”, ni autoridades depuestas y la división de poderes funciona normalmente. Un gobernador ha muerto, y es remplazado por otro en forma constitucional. Si la muerte ha sido un asesinato deliberado no es asunto del ejecutivo nacional. Pero a Sarmiento no le interesa los argumentos legales, ni el respeto a las autonomías provinciales, él es un autócrata que demanda por razones políticas intervenir Entre Ríos con la excusa del asesinato de Urquiza.

Por su parte, “Sarmiento acusa a López Jordán con el mismo énfasis con el que pedía Southampton o la horca para Urquiza y la voracidad de las llamas de un pavoroso incendio para Paraná. Sabiéndose familiarizado con la predica del asesinato quiere descargar su conciencia de toda responsabilidad”([v]).


    Después de destruir el Paraguay la oligarquía portuaria, de la cual Sarmiento es su fiel instrumento, necesita arrasar Entre Ríos, última rama del viejo árbol federal donde sobreviven todavía proyectos nacionales que pueden propagarse a otras provincias. Es preciso terminar con éste bastión montonero que obstaculiza el ingreso de la civilización dicen los iluminados porteños. Para esto hace uso de todos los medios, honorables o no, lícitos o ilícitos, lo importante es el fin: “Regar con sal el suelo entrerriano”.  Y lo hará... A lo que llaman “barbarie” le responde con más barbarie, verdadera barbarie.

El Senado de la Nación se niega a autorizar la intervención federal, pero a Sarmiento no le importa el mandato constitucional... El General Emilio Mitre (hermano de Bartolomé) desembarca las primeras tropas en Gualeguaychú. Otro general, Conesa, al mando de las tropas fogueadas en Paraguay desciende en Paraná. Y, por el norte ingresa a la provincia Gelly y Obes con un tercer poderoso ejército a su mando. En total 16.000 hombres, todo el ejército veterano del Paraguay rodea a Entre Ríos. Al mismo tiempo operadores de Sarmiento incursionan en la provincia sobornado a jefes departamentales al mando de tropas para neutralizarlos.

A la invasión, que es un atropello innecesario de la autonomía provincial, López Jordán responde con una declaración de guerra: “Aquí me tenés con la lanza en la mano, dice en su proclama del 23 de abril, Si queréis ser libres venid a acompañarme. ¡La guerra pués! ¡Eso manda el honor y la libertad!”. Y, la expresión “con la lanza en la mano”, no será una metáfora, sino una realidad: los casi 10.000 jinetes que consigue reunir el caudillo estaban armados con tacuaras y algunas pocas armas de fuego.

 

La resistencia jordanista

Ante la disparidad de fuerzas y armamento, López Jordán decide una guerra de resistencia o también puede ser llamada de “guerrillas”, en la que partidas de jinetes caen sorpresivamente sobre las tropas nacionales para arrebatarles el parque o espantarle los caballos, esfumándose luego en un terreno que conocen sobradamente.

El pueblo entrerriano todo, es importante señalarlo, se unió a su cadillo en esta gesta despareja. Hubo numerosos combates, entreveros con resultados diversos hasta que en “Ñambé”, Corrientes, las fuerzas jordanistas son derrotadas inevitablemente por la superioridad del armamento del Ejercito Nacional en funciones de ejército pretoriano. Uno de los comandantes de las fuerzas nacionales es Julio Argentino Roca, un militar tucumano, ex estudiante del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay fundado por Urquiza. Paradojas o mensajes de la historia...

Refugiado en el Brasil, López Jordán, el último montonero, realizará más tarde dos nuevas tentativas infructuosas. Son las conocidas por el nombre de “guerras jordanistas”.


Después de vencida en “Ñambé” la primera revolución del 70, los revolucionarios e incluso los vecinos indefensos, quedaron privados de todo derecho y obligados a vivir como fieras en los montes de Entre Ríos. El Ejercito que había enviado Sarmiento se comportaba con un verdadero ejército de ocupación, persiguiendo y fusilando a cualquier sospechoso de “jordanismo”.

Para ese entonces, después de la primera y frustrada revolución, un gaucho jordanista, en 1872 y mientras se alojaba clandestinamente en el “Hotel Argentino” de Buenos Aires, daba término a nuestro máximo poema nacional que había iniciado años antes. En el canto del “Martín Fierro”, de José Hernández, para algunos autores un verdadero “anti-Facundo”, queda inmortalizada la tragedia del gaucho y el desamparo del pueblo ante la avasalladora acometida de la oligarquía portuaria.

 

La segunda rebelión y el terrorismo de Estado

Hasta que estalla la segunda rebelión en 1873. La respuesta, será la política de Estado represiva, que Sarmiento consumará masacrando al pueblo entrerriano. Una matanza sin cuartel a civiles inocentes, vecinos comunes y gente desarmada. Lo que hoy jurídicamente podría denominarse Terrorismo de Estado.

El 1 de mayo de 1873 ingresa López Jordán al territorio entrerriano, su prestigio no había disminuido a pesar de la derrota anterior. En poco tiempo reúne 12.000 gauchos de toda la provincia, incluidos correntinos y orientales que lo apoyan en la patriada, y comienza así un enfrentamiento sanguinario y atroz.

El Estado Nacional toma medidas, declara el Estado de Sitio, prepara tropas y nuevos armamentos para regar el suelo entrerriano con sangre de gauchos. Sarmiento, presidente de la Nación, pone precio por la cabeza del caudillo federal que es tasada en la suma de 10.000 pesos. Es decir que le da ésa suma de dinero al que entregue a López Jordán, gobernador de Entre Ríos destituido, vivo o muerto, acción está que, el Código Penal tipifica como un delito.

Si los jordanistas disponían nuevamente de armas obsoletas, el Presidente Sarmiento había conseguido las de último modelo. Había adquirido a la fábrica Rémington los famosos rifles a repetición y una nueva arma de guerra definitiva: la ametralladora. Más que la guerra de la civilización contra la barbarie esta vez se trataba de la guerra de la riqueza del imperialismo contra la pobreza de los pueblos dominados. Resalta Abelardo Ramos que “Sarmiento obtiene en Londres un préstamo de 30 millones de pesos fuertes: 10 millones estaban destinados a terminar la guerra del Paraguay. Los otros 20 eran para financiar el aplastamiento de las revoluciones interiores” ([vi]).

Sarmiento arma otra de sus teatralizaciones... Llega hasta la ciudad de Paraná imprevistamente a reunirse con los comandantes para entregarles un presunto plan secreto y de paso probar la efectividad de las armas compradas. El escenario elegido es la Escuela Normal, sus paredones serán ametrallados por él mismo ante la mirada atónica de los paranaenses que lo toman por alguien fuera de sus cabales.

Pero Sarmiento no está demente, es un acto de histrionismo. Más allá de la bufonada, el mensaje y su contenido genocida es claro. Anuncia que la guerra durará poco y vuelve a Buenos Aires. Y tuvo razón en el anuncio, la guerra poco duró, dos semanas después los jordanistas serían sorprendidos por los nacionales y exterminados literalmente con los cañones Kurpps y las nuevas ametralladoras. Después de dos derrotas totales y consecutivas en “El Talita” y en “Don Gonzalo”, López Jordán da por perdida la guerra, los sobrevivientes se desbandan buscando refugio escapando a la represión y López Jordán se asila en el Brasil.

Las tropas nacionales no quedan conforme con la victoria militar y se dedican a la masacre. Cuenta Fermín Chávez que “el teniente Saturnino García que peleó en Don Gonzalo, afirma que el Coronel Juan Ayala ordenó después de la batalla “fusilamientos sobre el tambor” y ordenó numerosas muertes a lanzazos, de tal modo que las bajas jordanistas aumentaron considerablemente después de la batalla”([vii]).

Sarmiento logra su objetivo propuesto de devastar a Entre Ríos. Campos arrasados, mano de obra arrancada del trabajo cotidiano para portar armas; era suficiente ser varón para ser sumado voluntaria o compulsivamente a la guerra. Patética es la situación vivida en el interior entrerriano. La civilización de la levita que había eliminado a los llaneros del Chacho, a los montoneros de Felipe Varela, la misma que había cometido el genocidio del pueblo paraguayo es la que ahora se aboca a reprimir a sangre y fuego el pueblo entrerriano. El número de muertes es imposible de precisar, el libro de defunciones de Nogoyá expresa en una nota a pie de página que: “En estos meses no puede garantizarse la integridad del número de defunciones habidas a causa de los avances cometidos por los Jefes pertenecientes al Ejercito de la Nación”... firma un tal Santilli.

La brillante pluma del historiador José Luis Busaniche logra, en el siguiente párrafo, describir la trascendencia y el significado de tanta muerte y calamidad: “De más decir que la revolución de López Jordán fue vencida y con alardes revolucionarios, porque Sarmiento hacía también su revolución, la revolución del frac y del patacón, que consistía simplemente en destruir por sistema todo lo castizo, todo lo genuino y auténtico, todo lo representativo de su país para sustituirlo por una sociedad de advenedizos cursis, espíritus mostrencos y rastacueros en potencia, roídos por la codicia del dinero y el apetito de los honores baratos, atontados por una falsa cultura y con todas las supersticiones burguesas, entre las que contaba, y no poco, una recóndita admiración por esa misma clase superior de raíces históricas que se jactaban de combatir”.

 

La última montonera

Tres años después, durante la presidencia de Avellaneda, sucesor de Sarmiento, López Jordán intenta en 1876 una tercera invasión a la provincia. ¿Que llevó a López Jordán a lanzarse por tercera vez sobre Entre Ríos, ésta vez prácticamente solo? Hay conductas extrañas, todavía no desentrañadas en ésta tercera rebelión. ¿Fue una quijoteada del caudillo? ¿Un acto de desesperación casi suicida? ¿Estuvo relacionada la invasión con alguna conspiración mitristas? No hay explicaciones satisfactorias que expliquen los motivos que tuvo López Jordán para iniciar esta tercera intervención que ineludiblemente terminaría en un fracaso ya que no estaban dadas las condiciones políticas para tamaña aventura.


        El caudillo vivía exiliado en Montevideo vigilado por la policía. Burlando la vigilancia y sin despertar sospechas, él solo atraviesa el río Uruguay. Del lado entrerriano lo esperaban algunos fieles, aunque no tantos como suponía. Honestamente, su nombre ya no despertaba el antiguo eco y solo alcanza a movilizar 500 gauchos prácticamente desarmados. La pequeña montonera se interna en la provincia hacia el noroeste. La reducida fuerza revolucionaria fue sorprendida por tropas nacionales del Ejército del Paraná al mando del Coronel Juan Ayala que la derrotan completamente en menos de una hora en un único y último combate librado en “Alcaracito” al sur de La Paz.

El coronel Juan Ayala es el mismo experimentado fusilador de “Don Gonzalo” y en ésta oportunidad también será implacable persiguiendo a los últimos jordanistas en el desbande. Nadie se deja apresar, porque saben que le va la vida. No todos los derrotados logran huir, algunos son capturados y les espera la misma suerte inclemente: “El coronel Berón fue capturado después de Alcaracito. No era un prisionero ni se encontraba con las armas en la mano. Estaba enfermo y fue delatado. Conducido a presencia del coronel Ayala con una barra de grillos a los pies y los brazos atados por la espalda, fue mandado fusilar inmediatamente. No hubo defensa ni proceso. El coronel Berón pidió algunos momentos para despedirse de su esposa, y no le fue permitido este último consuelo. La esposa concurrió con sus pequeños hijos al lugar de la catástrofe y reclamó el cadáver. El verdugo disputó aquellos tristes restos. “Mejor es que se lo coman los perros y los caranchos”, fue su respuesta.” (“La Patria Argentina”. Buenos Aires, 26 de enero de 1879). El capitán Casco, acusado de jordanista, estaba preso en un cuartel de Paraná, y pocos días después del fusilamiento de Berón, “es reclamado por una partida enviada por Ayala y, se le hace entrega del preso para ser degollado a poca distancia del cuartel” (Ídem, 23 de enero de 1879) ([viii]).

López Jordán logra escapar de la matanza, conseguirá huir de las manos del inclemente Ayala y llega a Corrientes entregándose al coronel Cáceres, que, bajo su responsabilidad, lo pasa al juez de Paraná donde por encontrarse bajo jurisdicción judicial logra el caudillo salvar su vida al menos por el momento. ([ix]) Y así, con más pena que gloria finaliza la última y tercera guerra jordanista ocurrida durante la presidencia de Avellaneda.

Desaparece así, del escenario político, “uno de los hombres más representativos, caracterizados y discutidos. Con él se va la tradición, un resabio del pasado heroico y turbulento. Mañana será una leyenda”([x]). Fue el jefe de las últimas montoneras que intentó fijar un curso nacional para la patria argentina, defendió la soberanía de Entre Ríos y fue derrotado por fuerzas militares superiormente armadas por el gobierno “civilizador” de Sarmiento.

 



[i] Fermín Chávez, “Vida y Muerte de López Jordán”, pág. 130, Ed. Hyspamerica, 1986

[ii] Fermín Chávez, op. cit, pág. 129.

[iii] Jorge Abelardo Ramos, “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, Tomo II, “Del Patriciado a la Oligarquía”, pág. 75, Ed. H. Senado de la Nación, 2006.

[iv] Aníbal S. Vásquez, “Caudillos Entrerrianos. López Jordán”, pág. 91. Ed. Pauser, 1940

[v] Aníbal S. Vásquez, op. cit., pág. 108.

[vi] Jorge Abelardo Ramos, op. cit, pág. 74.

[vii] Fermín Chávez, op. cit, pág. 206.

[viii] Fermín Chávez, op. cit, pág. 214 y 215.

[ix] A López Jordán se le tramita un proceso penal donde se le imputa el asesinato de Urquiza. Primero el juicio se tramita en Paraná donde permanece preso y luego es trasladado a Rosario donde espera la sentencia detenido en la Aduana. Los abogados defensores de López Jordán logran demostrar fehacientemente que Urquiza cae muerto al resistirse a un grupo de revolucionarios que pretendía capturarlo. La causa penal se demora y el caudillo se fuga de la cárcel rosarina y se asila en Fray Bentos, Uruguay. En el año 1888 lo alcanza una amnistía otorgada por el entonces presidente Juárez Celman y se instala en Buenos Aires, donde al otro año es asesinado (el 22 de junio de 1889). La historia oficial hace aparecer el hecho como una venganza por motivos personales llevada a cabo por el hijo de un supuesto oficial de López Jordán, pero en verdad, está demostrado en cartas comprometedoras, que el matador es un sicario de la familia Urquiza.

[x] Aníbal S. Vásquez, op. cit., pág. 232.

sábado, 28 de agosto de 2021

El otro Alberdi, el feroz crítico del “despotismo turco” de “Mitre, Sarmiento y Cía.”

Juan Bautista Alberdi.

Juan Bautista Alberdi fue uno de los más profundos y brillantes pensadores argentinos del siglo XIX. Pero, al igual que muchas figuras salientes de nuestra historia, su obra y pensamiento ha sido falsificado, reducido a la conveniencia de quienes monopolizaron, luego de las guerras civiles, el aparato cultural del sistema, y lo hicieron durante casi un siglo.


Se difunde la idea de un Alberdi liberal, antirrosista, un apologista de la Constitución, enamorado del modelo norteamericano y promotor de la inmigración europea. Pero esta es una lectura sesgada de Alberdi, una mirada muy ínfima y tendenciosa de su obra. Esta operación reductora fue pergeñada por los herederos de sus principales enemigos, Mitre y Sarmiento, y se limita a reducir a Alberdi a su militancia antirrosista y en su pensamiento jurídico a lo escrito en “Las Bases” y “El Crimen de la Guerra”. Así, se construyó una línea imaginaria de pensamiento donde Alberdi es el precursor o antecedente de Mitre, Sarmiento, Roca y toda la oligarquía argentina que emergió como clase dominante luego de la caída de Rosas y la derrota de Urquiza en Pavón. Pero esto es otra falsedad histórica más.


Alberdi fue el primero que refutó la idea fuerza de los vencedores de las guerras civiles, fue el primer intelectual que desnudó la fragilidad y la falsedad del esquema “civilización o barbarie”, con sus críticas concretas a Sarmiento y Mitre, siendo, además, un gran defensor de los caudillos federales.


El Día de la Abogacía, conmemorado el 29 de agosto con motivo del nacimiento de Alberdi, es de esas celebraciones que contribuyen a confundir más que a aclarar quien fue Alberdi, que dicho sea de paso jamás ejerció la profesión de abogado en Argentina. Se elige este día porque se considera a Alberdi el gran mentor de la Constitución de 1853 (cuestión que no fue así), pero se olvida decir que Urquiza, Mitre y Sarmiento fueron los principales violadores de la misma, al igual que se termina sobre dimensionando la relevancia que el propio Alberdi le otorgaba al proceso constitucional formal.


El maestro Fermín Chávez, en su libro "Civilización y Barbarie en la Historia de la Cultura Argentina" (de lectura ineludible), sostiene que quien se tome la tarea de leer las Obras Completas y los Escritos Póstumos de Alberdi (tarea fundamental leer esto) va tomar nota de que cerca del 80% de sus escritos son decididamente anti sarmientistas y anti mitristas. Alberdi siempre tomó postura desde una mirada más realista del proceso histórico y sociológico que atravesaba nuestro país. Desde un liberalismo real, democrático y modernizante, Alberdi polemizó con Urquiza, Sarmiento, Mitre y Cía, y de sus escritos emergen la lectura más clara del proceso de desenlace de las guerras civiles y la irrupción de la Argentina del Partido Unitario devenido en Liberal.


Su inteligencia sin comparación, al igual que la independencia de criterios con la que siempre se comportó, lo hicieron el mejor observador posible. Fue un doble exiliado. Primero fue un joven que no quiso vivir el derrotero de las guerras civiles en los tiempos de Juan Manuel de Rosas y luego fue un desterrado político de Mitre y Sarmiento, quienes jamás le perdonaron que, como referente intelectual de su generación, denunciara la barbarie de sus políticas.


Este Alberdi, el auténticamente liberal y democrático, enemigo manifiesto de Mitre y Sarmiento, es el que se debe recuperar. Fue el primer revisionista histórico y el más claro interprete de la segunda mitad del siglo XIX.


Luego del exilio al cual lo empujaban los “liberales” argentinos que derrocaron a Rosas, ya cuando Mitre y Sarmiento estaban en decadencia política, Alberdi retorno brevemente al país en 1879 (para luego volver al exilio y morir en París). Cuando vino, en la Facultad de Derecho de Buenos Aires pronunció una conferencia: “La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual”. Eso era Alberdi, un furioso crítico del autoritarismo y los falsos apóstoles de la libertad en nuestro país.


Pd: Igualmente, ¡feliz día a las abogadas, abogados y toda la abogacía!


----------------------------

Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro.


1. Pero… ¿qué decía Alberdi sobre el liberalismo, Mitre y Sarmiento? (... y ya lo recordó Domingo Rondina: http://www.domingorondina.com.ar/2010/10/alberdi-sobre-el-autentico-liberalismo.html) Esto:

“Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto, ni conocen. Ser libre, para ellos no consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. A fuerza de tomar y amar el gobierno como libertad, no quieren dividirlo, y en toda la participación de él dada a los otros ven un adulterio”.

“La libertad de los otros, dicen ellos, es el despotismo; el gobierno es nuestro poder, es la verdadera libertad… Así, esos liberales toman con un candor angelical por libertad lo que no es en realidad sino el despotismo: es decir, la libertad del otro sustituida por la nuestra”.

“El liberalismo, como hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente, es enemigo: la disidencia de opinión, es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”. (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo X).

 

2. ¿Era Alberdi un fanático de la Constitución? El liberalismo de Mitre y Sarmiento, que no nacía en las fuentes sino en las conclusiones, creció clamando por una Constitución, pero desentendiéndose del contenido de la misma o si esta se cumplía. Era “la manía” de pretender resolver todo mediante constituciones, leyes, decretos... el fetichismo de la Constitución. Contrario sensu -y mal que le pese a los colegas que le gusta recordar a Alberdi cada 29 de agosto-, el padre fundador dudaba del poder civilizatorio de una Constitución por si sola. Así lo dejaba claro:

"La constitución, es decir, la libertad, la autoridad, no se escriben, se hacen; no se decretan, se forman, se hacen por educación. No se hacen en el Congreso; se hacen en la casa, en el hogar. No viven en el papel; viven en el hombre" (Escritos Póstumos, Tomo VII).

"Dar leyes y decretos es manía sudamericana. Y darlos para innovar lo nuevo, más frecuente que para lo viejo. Viene del error de creer que una ley escrita cambia las cosas. Si así fuera, la obra de civilizar una nación se reduciría a darle un código, es decir, a unos pocos meses de trabajo. Pero la civilización no se decreta. Por haber sancionado constituciones republicanas ¿tenéis la verdad de la república? No, ciertamente: tenéis la república escrita, no la república práctica" (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo IX).

"Promulgad hoy el código más perfecto; mañana veréis siempre en pie el mal que deseáis remediar. Es que el mal no está en lo escrito, está en lo práctico, en lo real, en los hechos, en las cosas y personas, tales como son en nuestra América de hoy (...). Yo ensayaría un programa de gobierno, sin dar una sola ley, un solo decreto nuevo; y nada más que con poner en vigencia lo que existe" (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo IX).

Hay aquí otro punto para desmitificar. La historiografía oficial argentina, utilizando el prestigio de Alberdi, construyó la leyenda de que por su obra “Las Bases”, era el "padre" de la Constitución Nacional. Pero a fuerza de verdad, casi todo el texto constitucional sancionado en 1853 fue redactado por Benjamín Gorostiaga, siendo inexistente e incomprobable la atribuida autoría intelectual de Alberdi sobre la carta magna.

En defensa del pensamiento de Alberdi, viene al caso recordar que lo que hizo Gorostiaga no fue, ni muy original, y menos aún una labor de producción intelectual “nacional”. La Constitución de 1853 tenía 107 artículos. Según los estudios más puntillosos de la misma, se habrían copiado de la Constitución de los Estados Unidos de América cerca de 60 artículos, los que fueron reproducidos casi literalmente en el texto de 1853. 

Benjamín Gorostiaga fue también presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y entre sus excentricidades intelectuales extranjerizantes impuso en el superior tribunal nacional el criterio según el cual la jurisprudencia argentina era desplazada por la aplicación de los fallos de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Este si era un jurista del liberalismo de Mitre y Sarmiento.

 

3. ¿Y qué decía Alberdi de Sarmiento? Esto... muy, pero muy, claro:

“Detesta la sangre cuando no es él quien la derrama; aborrece los golpes de Estado, cuando no los da él mismo: No se matan las ideas, dice él, cuando son las suyas; pero es un Troppman para las ideas de los otros. La libertad de prensa es su ídolo, a condición de que no se use en criticar sus libros –agrega- porque degenera en crimen de lesa patria”.

“El Papa puede no ser infalible; pero es torpeza negar la infalibilidad de Sarmiento”

“Su liberalismo (el de Sarmiento) habría atado una cadena al pie del que escribe estas líneas, por el crimen de haber criticado sus libros. El quiere la instrucción del pueblo, a condición de que se instruya en sus libros y lo admire; pues si la instrucción ha de servir para encontrarlos defectuosos, vale más la barbarie de los indios, para la civilización de Sarmiento” (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo XI).

Como dijimos, Alberdi fue el primer refutador de Sarmiento, el primero que desenmascaró la zoncera de Civilización o Barbarie. Para Alberdi, Mitre y Sarmiento interpretaron el “liberalismo” como una forma de eliminar gauchos y enemigos políticos para hacer camino allanado hacia una patria mercantil al servicio del capital británico. Con agudeza e ingenio, luego de vivir nuestra patria los azotes violatorios de los DDHH de la represión del gobierno del maestro sanjuanino, Alberdi le decía a Sarmiento:

“Tenga cuidado el señor Sarmiento, en vista los ejemplos célebres que acaban de probar ante el mundo aterrorizado, que se puede ser bárbaro sin dejar de ser instruido; y que hay una barbarie letrada mil veces más desastrosa para la civilización verdadera, que la de todos los salvajes de América desierta” (Alberdi, Obras Completas, tomo VII, pág. 156).

 


4. Y sobre Mitre, ¿Qué pensaba don Juan Bautista? Lo mismo que de Sarmiento. Vemos:

“El primer inconveniente que hallamos al general Mitre para ser jefe de un partido liberal es que no entiende con precisión lo que es la libertad… La mejor prueba de que el general Mitre ignora la libertad es que la equivoca con el odio, en los que la ejercen contra él. Un hombre de libertad no se pone jamás en posición de razonar de este modo virtualmente favorito del general Mitre: ´¿No es de mi opinión? Luego me odia. ¿Me contradice, me critica? Luego es mi enemigo. ¿Me hace oposición? Luego me hostiliza ¿Me resiste? Luego me provoca, me declara la guerra, me da derecho a exterminarlo”.

“Imposible es que la libertad pueda existir un solo instante, donde sus iniciadores ignoran, en la práctica de su vida pública, que el disentimiento, la crítica, la contradicción, la oposición, el debate, el ataque legitimo, son la libertad misma, traducida a las necesidades de la vida práctica” (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo XI).

5. Decíamos que Alberdi era el primer historiador revisionista en nuestro país. Muy claro tenía Alberdi que Mitre, como parte de la clase dirigente, estaba construyendo un relato del pasado funcional a su presente, una versión de la historia que licuara sus crímenes aberrantes e hiciera un relato falseado que se ajustase como traje a medida de sus intereses.

Tan claro era Alberdi cuando hablaba de Historia que Don Arturo Jauretche en el primer momento de su célebre “Política Nacional y Revisionismo Histórico” se limitó a citarlo en su prólogo para resumir lo que quería explicarnos. Esto decía Alberdi sobre la Historia, Mitre, Sarmiento y Cía:

“En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie o caudillaje. Belgrano no es el Belgrano que Dios hizo; el verdadero y autentico Belgrano es el Belgrano hecho y compuesto por Mitre. El San Martín de Sarmiento es el auténtico, el genuino y verdadero San Martín, no el que resulta de sus propios hechos registrados en la historia. La historia no es un patrimonio común de todo el mundo. No todos tienen el derecho de contarla o escribirla al menos que no sea conforme a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. Sus textos son un código de verdad histórica; refutarlos es violar la ley, invertir el orden público: es un crimen de estado; y el disidente un profano, un criminal”.

“De la historia, de su lectura, han deducido una política que es su fabricación. Según ella, la majestad del pueblo no reside en la mayoría nacional, sino en el pueblo de la ciudad en que les conviene residir, como la más rica y confortable” (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo X).

6. La Guerra del Paraguay fue, tal vez, la más estruendosa y pública de las disidencias de Alberdi con el Mitrismo. Fue también la que mas irritó a la oligarquía dominante y gobernante también. En 1865 acontece en el Río de la Plata lo que sin duda fue una tragedia latinoamericana. La guerra del Paraguay significó la gran bisagra de la segunda parte del siglo XIX y consumó la victoria definitiva del liberalismo autoritario en todo el continente.

Para Alberdi, la Guerra del Paraguay se comprendía en el plano político argentino de la siguiente forma: “La cuestión del Paraguay, no es más que una faz de la cuestión interior argentina… que jamás hubiese llegado a existir si Mitre hubiese estado por la unión argentina con verdad con que la quiere Alberdi... (Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo XI, pág. 395).

Alberdi describe que la gran cuestión interna de la argentina es la relación política entre la oligarquía porteña y el interior federal y se remonta a 1810/1816 y la independencia y así explica la situación del interior federal: “…La independencia, ha consistido para ellos en dejar de ser colonos de España para serlo de Buenos Aires. La libertad ha sido, para ellos, un cambio de esclavitud y de amo: han sido libres dentro de la cárcel. Sólo Francia y Artigas (¡quien lo dijera!) han sido la excepción a esta regla, y ahí el odio implacable que Buenos Aires les profesa… El partido nacional o unitario de Buenos Aires es el que ha arruinado la unidad nacional, para crear el localismo de Buenos Aires. Es siempre uno de los partidos locales de Buenos Aires que, viéndose excluido del gobierno de esa provincia, por la ley o por la fuerza, busca el poder que no tiene en la provincia, fuera de la provincia, es decir, en la nación, y como a título de nacional es supremo y superior al de la provincia, en él encuentra el partido local que le consigue un medio legal para colocarse en lo mas alto del partido rival, poseedor a la sazón del gobierno provincial…” (Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo IX, págs. 332 y 298).

Alberdi narra con crudeza que la finalidad de la Guerra del Paraguay era, entre otros, solucionar las internas y los conflictos políticos del puerto de Bs. As, tanto para imponerse a las últimas resistencias del interior federal como para primar por sobre los intereses de clase subalterna que hostigaban su liderazgo desde el territorio bonaerense. En esta lógica se lee el diseño federal de la Constitución Nacional y la capitalización de Buenos Aires posterior.

La guerra infame y fratricida era en parte una estrategia para lograr la consolidación del partido liberal en el país con la continuidad de Mitre-Sarmiento-Avellaneda. Y lo explicita: “…Para gobernar a la República Argentina vencida, sometida, enemiga, la alianza del Brasil era una parte esencial de la organización Mitre-Sarmiento, para dar a esa alianza de gobierno interior un pretexto internacional, la guerra al Estado Oriental y al Paraguay vienen a ser una necesidad de política interior, para justificar una guerra contra el mejor gobierno que haya tenido la República Oriental y el más ilustrado que haya tenido el Paraguay, era necesario encontrar abominables y monstruosos esos dos gobiernos, y López y Berro han sido víctimas de la lógica del crimen de sus adversarios…” (Alberdi, E. P., Tomo IX; pág. 456)

Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, en el estudio preliminar de una reedición del libro de David Peña, “Alberdi, los Mitristas y la Guerra de la Triple Alianza”, recuerdan que el odio de Sarmiento contra Alberdi por sus catilinarias contra la Guerra del Paraguay lo llevó a denunciarlo públicamente por “traición a la patria” después de muerto Alberdi, negando deliberadamente el derecho a defensa ante su injuriosa y falsa acusación. Allí concluyen Ortega Peña y Duhalde, “…Pero, ¿por qué tanta bajeza? Es que la traición sarmientina, no sólo fue vil a titulo personal. Su traición lo fue para nuestra nacionalidad, a la unidad americana, por la que luchaban el Paraguay y las montoneras argentinas. Esta fue la verdadera traición condenada por los pueblos de América… Y en tanto Alberdi se levantara para condenar la agresión imperialista contra el Paraguay y la Argentina misma, la oligarquía no podría perdonárselo jamás. Era uno de los suyos, que denunciaba la infamia… Sobre él debía caer la lápida de “La Nación”, el pétreo silencia mitrista…”. Cualquier parecido con el presente, no es pura coincidencia.

7. Conclusiones: Ese mismo despotismo turco que presagiaba Alberdi fue el que lo confinó al lugar de liberal fanático, antirrosista y abogado defensor de la Constitución y el orden capitalista. Pero ese es un falso Alberdi, un invento del aparato cultural del liberalismo argentino.

Este Alberdi, el otro, del que sólo vimos un somero pantallazo aquí nos revela su pensamiento político real. Conocer este Alberdi hace que sólo por verdadera ignorancia o decidida mala fe se pueda seguir asociando a Alberdi con el liberalismo de Mitre y Sarmiento y el orden jurídico y político que ellos construyeron luego de Caseros y Pavón. Alberdi no era el intelectual liberal triunfante de las guerras civiles que emergió como clase dominante en la Argentina durante la segunda mitad del siglo XIX. Nunca fue eso.

Hay otro Alberdi, el real, el feroz crítico del Despotismo Turco” de “Mitre, Sarmiento y Cía. A ese reivindicamos hoy.

lunes, 23 de agosto de 2021

Felipe Vallese, el primer detenido – desaparecido de la Argentina moderna

Felipe Vallese tenía 22 años, un hijo y era delegado desde 1958 en la fábrica TEA S.R.L. Paralelamente a su rol gremial tenía una intensa actividad militante en la Juventud Peronista (JP). Era integrante del grupo de Corrientes y Esmeralda y había secundado al legendario militante Gustavo Rearte. El 23 de agosto de 1962 fue secuestrado, su cuerpo jamás apareció, pero su nombre desde entonces simboliza lo mejor de aquella juventud de la Resistencia Peronista, que dio hasta la vida por la defensa de sus ideales.

Por esas ironías infames de la historia, su hijo jamás lo conoció. Tardaron años para que pueda adquirir su verdadera identidad. Años después, a partir del 24 de Marzo de 1976, este fenómeno se multiplicará por cantidades.

Felipe Vallese fue el primer detenido – desaparecido de la Argentina moderna (Eduardo Luis Duhalde en el prólogo de la reedición del libro “Felipe Vallese. Proceso al Sistema” del año 2002 – la original es de 1965- se refiere al caso de Juan Ingallinella (1), pero, independientemente de repudiar por igual los hechos entendemos que el caso es sustancialmente distinto, dado el modus operandi que envolvió lo de Ingallinella difiere de los hechos de Vallese, al igual que difiere enormemente el contexto, las prácticas institucionales del momento, como también la documentación y demás información judicial recabada y sustanciada en un proceso penal.

La muerte y desaparición de Felipe Vallese, por la forma, fue un antecedente a las desapariciones forzadas que se ejecutarán en la dictadura genocida que comenzó el 24 de marzo de 1976.

(Acá posteo un texto que formaba parte de un capítulo de un breve manual de Derechos Humanos e Historia Argentina que armamos con los compañeros Atilio Martínez y Gustavo Gaitán hace varios años (2006, 2007, acá con mínimas actualizaciones), en donde entre otros hechos salientes como la Masacre de Trelew y los Bombardeos de Plaza de Mayo del 55 nos referíamos a los hechos más simbólicos de la barbarie oligárquica en la Argentina contemporánea, dentro de los cuales Felipe Vallese ocupa una página relevante).

Escribe: A. Gonzalo García Garro.


---------------------------------------------------------------------

..."Felipe Vallese, un grito que estremece”. Consigna de la JP.

 

Contexto Político

El gobierno de Frondizi, asumido en 1958, se caracterizó por la inestabilidad institucional. Sus promesas incumplidas con los sectores populares, su ambivalencia política y su debilidad democrática producto de la ilegal prescripción al peronismo con la cual pudo acceder al poder lo sometieron a sucesivas crisis y a planteos militares. Las constantes huelgas gremiales y de la CGT con que la clase trabajadora respondía al paulatino cercenamiento de sus derechos dieron como resultado la respuesta gubernamental: creciente represión al movimiento peronista.

La movilización militar de los trabajadores en paro y la aplicación del Plan CONINTES (Plan de "Conmoción Interna del Estado", que ponía a los manifestantes políticos y sindicales bajo jurisdicción de los tribunales militares) fueron los ejes de la respuesta instrumentada por el gobierno, en una clara violación constitucional contraria a la mínima idea de respeto a los derechos humanos esenciales.

Llegado el año 1962, que sería el último de su mandato, su ministro del Interior Alfredo Vítolo firmó un documento con los jefes militares garantizando que no se permitiría a Perón volver al país. Frente al inminente proceso electoral previsto para el 18 de marzo de ese año, había trascendido que la fórmula que el peronismo presentaría en la provincia de Buenos Aires iba a estar integrada por Andrés Framini como gobernador y Juan Perón como vicegobernador.

A fin del mes de enero de 1962, Vítolo anunciaba que el gobierno rechazaría la candidatura de Juan Perón. Paralelamente el Juez Electoral Leopoldo Isaurralde, de abierta filiación frondicista, declaraba que Juan Perón no podía ser candidato por no tener residencia, no estar en el padrón y ser un fugitivo de la justicia. Para que nada quedara librado al azar, la Iglesia, a través del cardenal Antonio Caggiano, recordaba que la excomunión estaba en vigencia. El 10 de marzo Frondizi pronosticó en conferencia de prensa que los ciudadanos iban a dar las espaldas a Perón en las elecciones y acusó al peronismo de impedir la pacificación.

Contra la alquimia y la aritmética gubernamental, el pueblo de la Provincia de Buenos Aires eligió aquel 18 de marzo a Andrés Framini como gobernador, quien finalmente había ido acompañado por Marcos Anglada como vicegobernador. Ambos concurrieron bajo las siglas de la Unión Popular.

El pueblo no había dado la espalda a Perón y, por el contrario, hería de muerte al gobierno de Frondizi. Fue este el hecho político más importante producido por el peronismo desde 1955. El triunfo de Framini fue la más palmaria demostración de que el peronismo seguía siendo mayoría, que su voluntad era inquebrantable y que no estaba dispuesto a presentarse "maquillado" para ser aceptado. Por el contrario, Perón había elegido a un dirigente obrero, un peronista histórico, para encabezar aquella fórmula.

Las fuerzas armadas reclamaban la proscripción del peronismo, un nuevo gabinete y la expulsión del país de Rogelio Frigerio, el político e intelectual más destacado del Desarrollismo, la fuerza política que impulsó originariamente a Frondizi a la presidencia. Aramburu, por su parte, "aconsejaba" la renuncia de Frondizi y el comandante del Ejército general Raúl Poggi le pedía efectivamente la renuncia.

El día 27 de marzo, el entonces Presidente declara: "no me suicidaré, no renunciaré y no dejaré el país". Dos días después, frente al movimiento de tropas renuncia, es arrestado en Olivos y trasladado a Martín García. El día 30 de marzo asume José María Guido, un oscuro legislador de Río Negro, como presidente de la Nación, hasta entonces, presidente del Senado. El gobierno títere de Guido, no es más que una fachada tras la cual gobiernan los militares.

El 24 de abril, el nuevo presidente anula las elecciones ganadas por el peronismo: Andrés Framini había anunciado que el 1º de mayo asumiría la gobernación y pese a la anulación concurre acompañado por altos dirigentes a la Casa de Gobierno Provincial, labrando un acta.

El 24 de julio, por un decreto del Poder Ejecutivo, queda prohibido el proselitismo peronista, la exhibición publicitaria de fotografías y marchas. Nuevamente, bajo otro rótulo, reaparece el Decreto 4161 con el que la Revolución Fusiladora del 55 pretendió desterrar el peronismo de la historia.

El mes de agosto se inicia con una huelga general de 48 horas decretada por la CGT. Este mes, más precisamente el 23 de agosto, en una escalda sin precedentes en las prácticas represivas se produce un hecho que conmueve al movimiento peronista: es secuestrado el obrero metalúrgico y dirigente de la Juventud Peronista Felipe Vallese. El reclamo por su vida se convierte en bandera de lucha: "un grito que estremece, Vallese no aparece".

 

Felipe Vallese: el primer detenido desaparecido de la Argentina

Felipe Vallese tenía 22 años, un hijo y era delegado desde 1958 en la fábrica TEA S.R.L., paralelamente con su actividad gremial tenía una intensa actividad militante en la Juventud Peronista. Era integrante del grupo de Corrientes y Esmeralda y había secundado al legendario militante Gustavo Rearte en el copamiento del puesto de la aeronáutica en Ezeiza, un hecho legendario de la historia de la resistencia peronista. En una crónica del hecho, que relata el libro “La Voluntad”, recuerda el rol de Felipe Vallese junto con Rearte, Envar El Kadre, Rulli y otros, quienes se presentan como miembros del “Ejécito de Liberación Nacional. No somos delincuentes, somos peronistas, luchamos por el retorno de Perón” (2).

Sin embargo, no es secuestrado por la policía de la provincia de Buenos Aires por su propia actividad, sino buscando a su amigo, el reconocido militante de la JP, Alberto "Pocho" Rearte, hermano de Gustavo.


Se trató de un procedimiento ilegal en jurisdicción de la Capital Federal. Vallese es secuestrado frente al número 1776 de la calle Canalejas. La justicia, a instancias de su familia y de la UOM, reconstruye el camino de Felipe Vallese hasta la comisaría de Villa Lynch, donde desaparece después de ser terriblemente torturado.

Su cuerpo jamás apareció, pero su nombre desde entonces simboliza lo mejor de aquella juventud que no reparó en peligros por la defensa de sus ideales. Eduardo Luis Duhalde entiende que su recuerdo se liga a “una nueva generación de la juventud peronista de la que Felipe Vallese fue mártir y símbolo, que se iría reproduciendo por millares hasta que la dictadura genocida del 76 llegará para aniquilarla” (3).

Hoy, la calle Canalejas lleva su nombre y así también se denomina el salón de actos de la CGT en su sede de la calle Azopardo 802 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

De la noche del secuestro a la desaparición

El hermano hace la siguiente narración de lo ocurrido: "El 23 de agosto de 1962, siendo aproximadamente las 23:00, Felipe sale de su casa. En Morelos y Canalejas se despide de su hermano mayor, Ítalo. Se dirige por Canalejas hacia la calle Caracas. Al llegar a la altura de Canalejas al 1776, es interceptado por varios hombres. Se aferra a un árbol, tratando de aferrarse a la vida, como presintiendo que esta vez puede ser la última, como ya se lo habían advertido en otras oportunidades, y pide ayuda. Para que se suelte, lo golpean. Logran reducirlo y lo introducen en una camioneta Estanciera".

Simultáneamente, en Plaza Irlanda, a pocas cuadras, otro grupo levanta a su hermano. Son trasladados a la comisaría primera de San Martín (provincia de Buenos Aires) y en días posteriores van siendo detenidos otros compañeros, compañeras y amigos de Felipe. En esta seccional son torturados y vejados. El 3 de septiembre recién se los "blanquea", bajo los cargos que Felipe poseía panfletos, libros y propaganda peronista. El caso toma estado público por la desaparición de estas personas.

 

La dictadura niega los cargos

Dos jueces toman el caso, declaran falsas las acusaciones y, después de tres meses de estar detenidos, torturados y humillados, son dejados en libertad. Pero Felipe Vallese no está entre ellos. Las informaciones que han podido anudarse permiten señalar que fue trasladado a un destacamento de José Ingenieros y luego a la comisaría de Villa Lynch. Es allí donde se pierde su existencia y se lo considera desaparecido. Se supone que murió en una de las sesiones de tortura.

Mientras la familia y los amigos buscan a Felipe, el Ministerio del Interior informa a los medios de comunicación que el sumario administrativo arribó a la conclusión de que "Vallese no estuvo nunca detenido en San Martín ni en ninguna otra dependencia subordinada a la jefatura de La Plata". El Subsecretario del Interior era un abogado de 30 años, ese mismo año publica su primer libro: "Política y gobierno" su última obra se tituló "La corrupción".... Conductor de un programa estrella de la televisión argentina de hace años: "Hora Clave". Sí, estamos hablando del mismísimo Mariano Grondona.

La figura y el martirio de Felipe Vallese se transformaron en íconos de la resistencia de los trabajadores y de la Juventud Peronista. "Felipe Vallese, un grito que estremece" era la consigna en las manifestaciones y el texto de las pintadas callejeras. Recuerda Miguel Bonasso en su libro sobre Cámpora, “El Presidente que no fue”, que en aquellos días “…al calor de los sindicatos crecía una nueva militancia que en esos años fue sacudida por su primer ´desaparecido´: el obrero metalúrgico Felipe Vallese, un muerto en la tortura a los veintidós años” (4).

 

Felipe Vallese, proceso al sistema

En el año 1965 se publica un libro que denuncia la desaparición de Vallese. Los autores eran Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. El trabajo de investigación se llamaba "Felipe Vallese, proceso al sistema" y fue lectura ineludible para la militancia peronista de esa época.


El 31 de julio de 1974, diez años después de la publicación del libro, se produce el primer atentado reconocido públicamente por la organización terrorista Triple A. Un comando de la organización criminal asesina a balazos al entonces diputado nacional Ortega Peña. Los ex comisarios e integrantes de la Triple A, Juan Ramón Morales y Rodolfo Eduardo Almirón fueron en su momento los organizadores y ejecutores del atentado. Ambos fueron detenidos en una causa por los crímenes de la Triple A. Se les imputó entre otras cosas el haber sido los jefes del operativo que le costó la vida a Ortega Peña.

Morales murió detenido, pero sin condena. Almirón, por su parte, murió el 5 de junio de 2009 en un hospital de Ezeiza, mientras estaba detenido y bajo proceso. En 2012, luego de su muerte, el juez Norberto Oyarbide sentenció que «fue el autor del homicidio del Padre Mugica, un crimen aberrante. ​

 

Los pasos previos...

El poeta, periodista, académico y militante revolucionario Paco Urondo en el año 1972 publica su única novela, "Los pasos previos". En esta obra Urondo relata el caso Felipe Vallese advirtiendo todos los matices dramáticos de la historia.

Sin saberlo, describió anticipadamente lo que les ocurriría a otros militantes años después, cuando el terrorismo de estado de la dictadura de Videla hiciera de la desaparición de personas su método preferido.

Y... para cerrar también el círculo trágico de esta historia, Urondo fue muerto en un enfrentamiento armado con una patrulla del ejército en la ciudad de Mendoza en junio de 1976.

 

Últimas noticias de Vallese

El día jueves 1 de junio del 2006, el matutino Clarín titulaba de esta manera una noticia: "Detienen al comisario del caso Felipe Vallese", "Fue el primer caso de desaparición de la historia argentina". El diario empieza la nota expresando: "Está considerado como el máximo responsable material del primer caso de detención y desaparición de la historia argentina, el del delegado metalúrgico y militante de la Juventud Peronista Felipe Vallese, el 23 de agosto de 1962."

"Pero el comisario mayor retirado de la Policía bonaerense Juan Fiorillo, fue detenido ayer, con el beneficio de cumplir con la prisión preventiva en su domicilio, por la causa del rapto de una beba en 1976, Clara Anahí Mariani, hija de militantes montoneros, tras un operativo represivo. En la época de la última dictadura, como brazo derecho del jefe de la Bonaerense de la época, el General Ramón Camps, Fiorillo había cumplido funciones claves en la estrategia de represión ilegal en la zona, como directo del Comando de Operaciones Tácticas de la fuerza".

 

Juan Fiorillo y el modus operandi del terror

"Felipe nunca fue liberado; tampoco apareció su cuerpo. Se supone que murió en una sesión de tortura comandada por el entonces joven oficial Fiorillo de 31 años", concluye la nota de Clarín.

A la crónica del diario Clarín, agregamos otra que terminará por cerrar la vida de este personaje que desde joven se perfiló como un genocida. El matutino Página 12 tituló: “Murió el asesino de Felipe Vallese". Señalaba la noticia que el ex comisario estaba acusado del secuestro y asesinato del delegado gremial Felipe Vallese e iba a ser juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Pero la muerte le llegó antes a Juan Fiorillo, comisario retirado de la policía bonaerense, en su casa de Villa Adelina donde cumplía arresto domiciliario.

La crónica de Página 12 finaliza señalando que: "Cuando secuestró a Vallese era jefe de la Brigada de Servicios Externos de la Unidad Regional San Martín. Estaba sindicado como integrante, a partir de 1974, del grupo de tareas de la ultraderechista Triple A, después del golpe de 1976 como uno de los más estrechos colaboradores del por aquel entonces jefe de la policía provincial, el genocida y torturador Ramón Camps".

Durante la dictadura, Fiorillo ostentó el cargo de director del Comando de Operaciones Tácticas (COT) y tuvo oficinas en la comisaría quinta de La Plata. Según la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, por ese centro clandestino pasaron casi 200 secuestrados, de los cuales 62 están desaparecidos. Por la causa de la Comisaría 5ª, Fiorillo fue detenido en mayo de 2006 y pasó a cumplir detención domiciliaria por orden del juez federal Arnaldo Corazza.

 

Búsqueda de una identidad

Eduardo de la Peña es el hijo de Felipe Vallese. Su padre lo anotó con el apellido de una amiga para protegerlo, como sabiendo cual sería su destino.

Eduardo de la Peña se enteró de quién era su padre a los cinco años de edad y decidió ir en busca de su madre, que nunca conoció y cuya identidad era un secreto familiar. En ese camino, mucho tiempo después, llegó hasta la producción del programa de televisión "Gente que busca Gente". Eduardo se había dado cuenta de que no conocía ni siquiera el nombre de su madre. Felipe Vallese lo crió hasta su secuestro, pero ni él ni sus amigos revelaron nunca el nombre de su madre.

Cuando a Vallese lo secuestraron empezó un camino de desencuentros para Eduardo. Por su militancia política, su padre había cortado amarras con su familia y Eduardo pasó sus primeros años de vida de casa en casa. Estuvo con distintos amigos de su padre, hasta con un juez de menores.

Eduardo quedó anotado con una partida de nacimiento donde no sólo no aparece el nombre de su madre sino tampoco el de su padre: lleva el apellido de una amiga de Felipe Vallese, Elbia Raquel de la Peña.

A los cinco años de edad, revolviendo los armarios de su hogar, encontró los volantes que habían distribuido las organizaciones políticas cuando se llevaron a su padre: "Vallese vive" o "Queremos vivo a Felipe", leyó. La impresión fue tan fuerte en él que aún recuerda ese momento. Sobre aquel episodio relató, tiempo después: "Me acuerdo de las firmas de la Unión Obrera Metalúrgica que en esa época me preguntaba ¿qué quiere decir UOM?".

Como si la historia sólo pudiera repetirse, un hijo de un desaparecido buscó su identidad. En 1976 casos como el de Vallese de multiplicarían en cantidad, repitiendo y profundizando una metodología del horror con la cual pusieron fin al país pensado por Juan Perón a mitad del siglo XX y, entre genocidios y derrotas, nos legaron una patria para pocos.

Pero el ejemplo de Felipe Vallese, el de los mártires de Trelew y el de miles de compañeros desaparecidos que lucharon por una patria justa, libre y soberana son el manantial con el cual se nutre permanentemente el deseo irrefrenable del pueblo argentino por hacer Justicia, especialmente con su pasado ignominioso.



Notas:

1. "Felipe Vallese. Proceso al Sistema". Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde.  "A 40 años, la lectura del Crimen”, de E. L. Duhalde, Editorial Punto Crítico, páginas 11 a 14, año 2002.

2. “La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en Argentina”. Eduardo Anguita y Martín Caparrós. Tomo I, 1966-1969, página 111. Editorial Booket, año 2006.

3. Eduardo Luis Duhalde, op. cit., página 8.

4. Miguel Bonasso, “El Presidente que no fue. Los archivos ocultos del peronismo”, página147, Editorial Planeta, año 2002.