viernes, 21 de junio de 2019

A 131 años del asesinato de López Jordán, una muerte misteriosa en lo más íntimo del poder entrerriano

López Jordán (cuadro salón de los Gobernadores Casa Gris).

Hace 131 años, el 22 de junio de 1889, moría el último caudillo federal en armas, jefe de las últimas montoneras que intentaron fijar un curso nacional la patria, que defendió la soberanía de su provincia, Entre Ríos, y que fue derrotado por fuerzas militares superiormente armadas por el gobierno “civilizador” de Sarmiento. 


Su asesinato es un misterio. El expediente judicial, en especial el dictamen del Fiscal, deja muchas dudas, y allí la sombra del pasado político se erige sobre los hechos y un asesinato por encargo no parece una posibilidad alejada de lo que pudo haber ocurrido realmente. La muerte de López Jordán va más allá de Aurelio Casas, el asesino del caudillo, el autor material.


En 1989, por entonces a 100 años del asesinato de López Jordán, el Gobierno de Entre Ríos, en la primera gobernación de Jorge Busti, se propuso como un acto de estricta justicia histórica que sus restos retornaran a su Patria Chica entrerriana.


Escribe: Dr. Alejandro Gonzalo García Garro


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“Amnistiado por Juárez Celman, se instalará en Buenos Aires en 1888, donde sería asesinado el 22 de junio de 1889 en circunstancias no aclaradas satisfactoriamente”. José María Rosa. “Historia Argentina”. Tomo VII. Pág. 360.

“…los testigos Andrés Pigneto y Luis A. Leompart, que oyeron decir que el procesado (Aurelio Casas) se encontraba en Buenos Aires, porque lo había traído don Justo Urquiza; y por otra parte, José Abella, que declara: que además de tener conocimiento que Justo Urquiza buscaba a Aurelio Casas, afirma que fue visto por el citado Urquiza, para que matara al general López Jordán, y Felipe Limo, que afirma también saber que el citado Urquiza hacía diligencias para dar con el paradero de Aurelio Casas”. Dictamen del Agente Fiscal. Fallos y disposiciones de la Excma. Cámara de Apelaciones de la Capital. Publicados por Luis S. Aliaga y Daniel J Frías, tomo IX. Buenos Aires, 1896.

Últimos días de la víctima

A mediados de agosto de 1888 retorna de su forzado exilio oriental el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán. Casi diez años antes, en 1879, López Jordán se fuga de la cárcel en Rosario pidiendo asilo en Uruguay, el que le fue concedido. El sobrino de Francisco Ramirez, había nacido en Paysandú, razón por la cual el presidente uruguayo no le puede negar el derecho de exilarse en su propio país a pesar de los reclamos del gobierno argentino. Le esperan diez interminables años de exilio. El “zorro” Roca lo seduce para sumarlo a su proyecto político, pero López Jordán prefiere aguardar que las condiciones mejoren para volver a su patria.

En 1888 resuelve volver a Buenos Aires luego de la amnistía que le otorga el Presidente Juárez Celman. Se radica en la ciudad puerto dispuesto a vivir con su familia que lo había esperado pacientemente. Está voluntariamente alejado de las intrigas revolucionarias y de la acción política. Sólo aspira a su reincorporación al ejército nacional al que pertenecía y realiza las gestiones necesarias para recuperar su grado de General.

El distrito de Buenos aires ya es la Capital Federal y se debe de haber asombrado el caudillo de los cambios producidos en la “república liberal y mercantil” poblada ahora de inmigrantes y gobernada por el orden conservador. Sorprendido contempla los palacetes de Barrio Norte levantados recientemente por arquitectos italianos y franceses. El “progreso” ha penetrado la ciudad, se inauguran obras monumentales como el Palacio del Congreso y el Teatro Colón. Es la Argentina de los 80, el país de la “gran ilusión” de las élites dominantes, cada vez más ricas y en contraste a una pobreza que también crece.

A mediados de septiembre una noticia conmueve a la ciudad, Sarmiento había fallecido en Asunción del Paraguay. El presidente Juárez Celman decide rendirle honores y organizan sus exequias para el 21 de septiembre. Es la primera vez que en la ciudad se organizará un entierro tan espectacular. El coche fúnebre es majestuoso, lo mismo que el carro que lleva las coronas. El Presidente de la República en carruaje de gala forma parte del cortejo fúnebre y los faroles de las calles hasta llegar a la Recoleta están encendidos y enlutados con crespones negros. A millares de concurrentes les ha atraído el espectáculo y suponemos, que, entre ellos, se encuentra curioso, mirando el paso del cortejo, Ricardo López Jordán.

¿Qué habrá pensado el caudillo cuando vio pasar, frente a él, el féretro con los restos de Sarmiento? López Jordán volvía a Buenos Aires justo a tiempo “para ver pasar el cadáver de su enemigo”, el que le puso precio a su “cabeza”. No podemos saber que meditó el caudillo cuando vio desfilar la cureña lentamente frente a él, pero tal vez lo podríamos suponer: Piensa frente al muerto ilustre en el estado de desolación y ruina en que se encuentra la provincia de Entre Ríos como consecuencia de las intervenciones armadas ordenadas por Sarmiento. Recordará las inútiles y heroicas cargas de caballería, las últimas montoneras precipitándose contra los poderosos cañones Krupp. Sonarán quizás en sus oídos las descargas de los fusiles a repetición Rémington que, el ahora extinto Sarmiento, compró para reprimir la rebelión. Escuchará el grito desgarrador de los heridos. Recordará a sus gauchos muertos en Ñambé o Don Gonzalo. Evocará sus heroicas derrotas, la captura, la cárcel, la fuga y el exilio. Pensará también que el hombre dentro del féretro le imputó hace muchos años una muerte que no cometió, que sigue impune y que, tal vez Sarmiento se lleve el secreto de los verdaderos autores del crimen a la tumba. El asesinato de Urquiza en la Palacio San José no es su responsabilidad. El dió la orden de capturarlo vivo pero, pero quienes fueron a detenerlo lo ultimaron y él carga con la muerte de Urquiza como si fuese un vil asesino cuando quizá la muerte fue consecuencia de la resistencia de Urquiza a su arresto o fue pergeñado por un grupo de porteños, entre ellos, tal vez, “el loco” Sarmiento, que en esos tiempos era Presidente de la República. “Ellos mismos asesinaron a Urquiza y utilizaron el crimen para atribuírmelo e invadir la provincia...” ¿Qué pensó en fin, frente a los despojos del hombre que le tasó su cabeza en 1000.000 pesos fuertes como si fuese un vulgar matrero?

El General camina hacia la muerte

Pasan los meses y el año 1889 lo encuentra al caudillo integrado a la gran ciudad. Siete hijos y su mujer le hacen ahora la vida plena después de tanta ausencia, lucha y sufrimiento. El vencido de “Don Gonzalo” logra por fin arraigarse en su nueva vida.

No participa en política, pero, a través de sus amigos, viejos federales, está informado de las varias conspiraciones que la oposición está planeando para desestabilizar la administración de Juárez Celman.

Junto con los primeros fríos del invierno porteño llega el fatídico 22 de junio. Después de almorzar con su familia sale a la calle y se encamina por la calle Esmeralda hacia la casa de su amigo Dámaso Salvatierra para visitarlo. 

Lo imaginamos caminando lentamente, advierte que en la vereda opuesta el coronel Leyra está cruzando la calle para saludarlo cuando de repente y por detrás es atacado por un desconocido quién le dispara en la cabeza dos tiros de pistola Lafaucheaux del calibre 12, una de cuyas balas, penetra en la parte posterior de la cabeza, cerca de la oreja derecha, atravesando la masa encefálica. El general cae herido de muerte frente el número 562 de la calle Esmeralda, domicilio de uno de los hijos de Urquiza, llamado Diógenes. 

Agonizando es llevado a la farmacia Menier ubicada en la esquina de Esmeralda y Tucumán donde se intenta salvarle la vida, pero es inútil, el general, el caudillo, ha muerto. Así, asesinado por la espalda con alevosía, caía el último caudillo federal, jefe de las últimas montoneras que intentó fijar un curso nacional para su patria argentina, que defendió la soberanía de su provincia, Entre Ríos y que fue derrotado por fuerzas militares superiormente armadas por el gobierno “civilizador” de Sarmiento.

¿Quién mató al Caudillo?


¿Quién es el matador? ¿Quién es el asesino? ¿Quién es “el individuo alto, moreno, de poblado bigote negro” que mató a don Ricardo López Jordán? Se trata de un joven de 27 años de nombre Aurelio Casas que es arrestado y declara en sede judicial haber obrado por venganza: su padre, Zenón Casas, y expresa que el mismo fue fusilado por orden de López Jordán.


Pero el homicida miente. Las noticias de la época y el proceso del imputado dejan muchos cabos sueltos y suspicacias sobre el verdadero móvil del alevoso atentado. Con respecto a la muerte del mencionado Zenón Casas, padre del matador, hay dos versiones: La primera de Fermín Chávez revela que habría sido muerto por orden del comandante oriental Oviedo en el mes de mayo de 1873. Una segunda versión expresa que: “según los datos personales que he obtenido, fue primero partidario de López Jordán y después su enemigo político, y si se tiene presente la versión que corre en Entre Ríos, de que, yendo Casas en viaje al Uruguay, con una partida de diez hombres, estos mismo lo ataron y le dieron muerte para librarse de su mando” (Dictamen del Agente Fiscal. Fallos y disposiciones de la Excma. Cámara de Apelaciones de la Capital. Publicados por Luis S. Aliaga y Daniel J Frías, tomo IX. Buenos Aires, 1896).


La historia oficial insiste en el motivo expresado por el reo en las actas del juicio, lo maté para vengar a mi padre, pero en verdad el asesino estaba encubriendo los motivos del crimen y la identidad de sus mandantes.


¿Asesinato por encargo?

En el dictamen de la Fiscalía citado más arriba encontramos la siguiente afirmación: “…Los testigos Andrés Pigneto y Luis A. Leompart, que oyeron decir que el procesado se encontraba en Buenos Aires, porque lo había traído don Justo Urquiza; y por otra parte, José Abella, que declara: que además de tener conocimiento que Justo Urquiza buscaba a Aurelio Casas, afirma que fue visto por el citado Urquiza, para que matara al general López Jordán, y Felipe Limo, que afirma también saber que el citado Urquiza hacía diligencias para dar con el paradero de Aurelio Casas”.

La familia Urquiza le hace llegar a la familia del matador, que se encontraba en una total indigencia, una fuerte suma de dinero en concepto de “donación”. La gente comenta sobre esta “donación” y en una hoja sin pié de imprenta publicada en Gualeguaychú, lo que hoy llamaríamos un panfleto, se lee la siguiente información: “Se ha promovido una suscripción entre los miembros de la familia Urquiza para regalar 70.000 pesos a la esposa del sujeto Aurelio Casas, el asesino del general Ricardo López Jordán… El doctor Diógenes Urquiza ha suscripto la mitad de esa suma, es decir, 35.000 pesos nacionales. Cuando el criminal conozca esta noticia, se convencerá que su esposa y sus hijos van a salir de la miseria en que han estado hasta ahora” (en este y en todos los puntos recomiendo a cualquier interesad@ que lea el enorme libro de Fermín Chávez, “Vida y Muerte de López Jordán”). 

Ninguno de los miembros de la familia Urquiza fueron citados por la Justicia a declarar sobre una supuesta y posible complicidad en el crimen. El matador Aurelio Casas es condenado a cadena perpetua y en ocasión del 25 de mayo de 1919 es indultado por el entonces Presidente Hipólito Irigoyen. Hecho este muy llamativo y poco investigado históricamente. 

Don Ricardo López Jordán descansa en suelo entrerriano


Mausoleo de Plaza Carbó (Paraná) donde yacen los restos de López Jordán.
Los restos del caudillo entrerriano fueron sepultados en el cementerio Norte (Recoleta) de la ciudad de Buenos Aires hasta que en el marco del año jordaniano y habiéndose cumplido el 22 de junio de 1989 cien años de su muerte, el Gobierno de Entre Ríos, la primera gobernación de Jorge Busti, se propuso como un acto de estricta justicia, que sus restos retornaran a la Patria Chica.  

Provisoriamente, en una primera etapa, los restos del último caudillo federal fueron depositados en el panteón de la familia Pérez Colman en Paraná. Años después fueron trasladados definitivamente hasta el mausoleo erigido en la plaza Carbó de Paraná, detrás de Casa de Gobierno. Por entonces, el gobierno entrerriano afirmó: “tarea cumplida. Los restos del general Ricardo López Jordán descansan en suelo entrerriano y en justicia”.

jueves, 20 de junio de 2019

Manuel Belgrano: un combatiente de la independencia y la unidad nacional


Manuel Belgrano es uno de los prohombres de nuestra historia que mayores desvirtuaciones históricas ha sufrido. Desde su rol como promotor de la educación hasta el color de la bandera nacional, su figura ha sido pieza de manipulación histórica. Fue un intelectual multifacético: abogado, economista, político y general del ejército del Norte. Pero por sobre todas esas cosas fue un patriota que nos ha legado como ejemplo para la acción cotidiana de los hombres una conducta militante al servicio del país. Recordarlo únicamente como creador de nuestra enseña patria es injusto y parcial.


Aquejado por una grave enfermedad (hidropesía), Belgrano viajó desde Tucumán hacia Buenos Aires, donde falleció el 20 de junio de 1820, empobrecido y lejos de su familia.


Cabe una reflexión para pintar de cuerpo entero la figura de Manuel Belgrano. En sus últimos suspiros de vida decide hacer frente a los gastos que le implicaba su enfermedad entregando al médico que lo atendía, su reloj de oro, su última pertenencia.


Cuando Manuel Belgrano falleció la patria atravesaba por momentos muy difíciles, una situación de casi anarquía, por lo que pocas personas se enteraron de que había muerto. Sólo un diario, "El Despertador Teofilantrópico" se ocupó de su muerte. Para los demás no fue noticia. 


Culminaba así la vida de un verdadero prócer, entendido como persona ilustre y respetada por sus meritos, lo que lo vuelven un ser presente en la vida de los pueblos y no inmovilizado en el mármol, que dedicó su vida a la independencia de la Patria y a su desarrollo cultural y económico. 


Escriben: Lic. Atilio Martinez y Dr. Gustavo Gaitán


(NdR: Esta nota tiene más de 10 años, la escribieron mis amigos y compáñeros Gustavo Gaitán y Atilio Martinez como un resumen para un curso de formación política que hacíamos por entonces para les compañeres de la Juventud Peronista).


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"...Nadie me separará de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada, y como éste solo es mi objeto, no las glorias, no los honores, no los empleos, no los intereses, estoy cierto de que seré constante en seguirlos". Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano


Una vida al servicio de la patria

Belgrano nació en Buenos Aires, el 3 de Junio de 1770; en el seno de una familia criolla.

Su formación intelectual comenzó en el Real Colegio de San Carlos (actual Colegio Nacional de Buenos Aires). Luego se traslada a España donde estudió Derecho en las universidades de Salamanca y Valladolid. Se graduó con medalla de oro a los 18 años de edad.

Fue un intelectual multifacético: abogado, economista, político y general del ejército del Norte. Pero por sobre todas esas cosas fue un patriota que nos ha legado como ejemplo para la acción cotidiana de los hombres, una conducta militante al servicio del país. 

Recordarlo únicamente como creador de nuestra enseña patria es injusto y parcial. Belgrano es, en muchas cosas para el imaginario popular, una invención de los historiadores liberales, propensos a imponernos un relato con los próceres aislados de su pueblo, retratados en un mármol inmóvil.

 

Memoria militante

A los prohombres, que dejaron todo por el engrandecimiento y la emancipación de la patria, el mejor homenaje que podemos hacerles, además de recordarlos con un día o con actos, es tenerlos presentes de manera permanente, en todas las acciones, en todas las decisiones y en todos los pronunciamientos. 

El primer acto que debemos hacer es desandar la vida de este patriota, que nuestra historia oficial encarnada en "vende patrias" y "civilizadores", trataron de ocultar o deformar, utilizando argumentos pocos serios, insuficientes, para minimizar las ideas y las actitudes de Manuel Belgrano.

 

La generación de la revolución

Él, junto con otros patriotas, representaron una generación que tenía ideales muy claros y un amor por la patria inconmensurables. Un repaso por su vida nos devuelve a un hombre que defendió y luchó por la independencia y la dignidad del pueblo argentino.

Su formación política estuvo influida por el acercamiento a su primo Juan José Castelli, quien lo interesó por el pensamiento de Francisco Suárez Cerutti, el cual se resume en una idea fuerza que no da lugar a las vacilaciones: "el poder de los gobiernos deviene de los pueblos".

 

El creador de la Bandera "Azul y Blanca"

Hasta que Manuel Belgrano enarboló por primera vez la bandera nacional el 27 de febrero de 1812, tanto los ejércitos patriotas como los realistas utilizaban los colores rojo y amarillo de España en sus estandartes. De este modo, creyó conveniente diferenciar el bando patriota de los realistas usurpadores y de esa manera estimular a la tropa con un símbolo que identificaran como propio. 

Los colores de su creación, son una polémica que aún no se ha cerrado. Nosotros adherimos a la teoría que sostienen algunos historiadores revisionistas que afirman que Belgrano es el creador de la bandera "azul y blanca" y no la "celeste y blanca". Esta última fue impuesta por dos oscuros personajes, conspiradores y opositores consuetudinarios de la causa Nacional y Popular: Sarmiento y Mitre. 

El azul y blanco, se inspira en la escarapela azul-celeste del Triunvirato, debido al color de la heráldica, que no es azul-turquí ni celeste sino el que conocemos como azul. Nada tuvo que ver el color del cielo, que tantas veces ha repetido la historia oficial y argumento con el cual nos han querido confundir y convencer.

Otro argumento que se ha utilizado para imponernos el celeste y blanco tiene un antecedente religioso, ya que son los colores de la Virgen María en su Purísima e Inmaculada Concepción, a la que se representa vestida de blanco con un manto celeste. 

Azul y blanca fue la bandera que flameó en el fuerte de Buenos Aires, en Ituzaingo durante la guerra con Brasil, y en la guerra del Paraguay. En 1813, Artigas le agregaría una franja colorada (punzó) cruzada para distinguirse de Buenos Aires sin desplazar la "azul y blanca". La bandera cruzada fue usada en Entre Ríos y Corrientes. La cinta punzó fue adoptada por los Federales, mientras los Unitarios, para distinguirse, usaron una cinta celeste, y no el azul de la bandera.

 

Rosas y la Bandera

Un dato que da veracidad a estos hechos es la carta del Coronel salteño Miguel Otero dirigida a Rufino Guido, hermano de Tomás Guido, el 22 de octubre de 1872. En la misma le expresa, en referencia a la infamia de Lavalle de iniciar la invasión "libertadora" contra su patria (apoyado y financiado por Francia), "...ni siquiera enarbolaron (los libertadores) el pabellón nacional azul y blanco, sino el estandarte de la rebelión y la anarquía celeste y blanco para que fuese más ominosa su invasión en alianza con el enemigo...".

Juan Manuel de Rosas, para evitar que al desteñirse por el sol, se confundiera con la del enemigo, la oscurece más, llevándola a un azul-turquí. ¿Por qué Rosas eligió el azul turquí? Por varias razones: porque el "azul real" es más noble y resiste por más tiempo, al sol, a la lluvia, etc. Él pensó que el color argentino era el azul, porque así lo estableció el decreto de la bandera nacional y de guerra del 25 de febrero 1818, y también porque el celeste siempre fue el color preferido de liberales y masones.

 
Fue la bandera que, sin modificarse la ley flameó en el fuerte, en la campaña al desierto (1833 - 1834) en la Vuelta de Obligado y en El Quebracho en 1845, y la misma que fue saludada en desagravio por el imperio inglés con 21 cañonazos. 

Prueba de esto, es también la carta que Rosas escribió al encargado de la Guardia del Monte, el 23 de marzo de 1846, diciéndole que se le remitiría una bandera para los días de fiesta, agregando que "...Sus colores son blanco y azul oscuro con un sol colorado en el centro y en los extremos el gorro punzo de la libertad. Esta es la bandera Nacional por la ley vigente. El color celeste ha sido arbitrariamente y sin ninguna fuerza de Ley Nacional, introducido por las maldades de los unitarios. Se le ha agregado el letrero de ¡Viva la Federación! ¡Vivan los Federales Mueran los Unitarios!".

 
La misma bandera se izó en el Fuerte de Bs. As. el 13 de abril de 1836 al celebrarse el segundo aniversario del regreso de Rosas al poder. La misma bandera que Urquiza le regala a Andrés Lamas y que hoy se conserva en el Museo Histórico Nacional de Montevideo. 

Rosas quiso que las provincias usaran la misma bandera y evitaran el celeste, y con ese propósito mantuvo correspondencia, entre otros, con Felipe Ibarra, gobernador de Santiago del Estero, entre abril y julio de 1836. "Por este motivo debo decir a V. que tampoco hay ley ni disposición alguna que prescriba el color celeste para la bandera nacional como aún se cree en ciertos pueblos". A su vez, le adicionó cuatro forros frigios en sus extremos, según Pedro de Angelis, en honor a los cuatro acontecimientos que dieron nacimiento a la Confederación Argentina: el tratado del Pilar del 23 de febrero de 1820 (que adoptó el sistema Federal), el Tratado del Cuadrilátero (de amistad y unión entre Bs.As y las provincias), la Ley Fundamental de 23 de enero de 1825 (que encargo a Bs.As. las relaciones exteriores y la guerra) ), y el Pacto Federal del 4 de enero de 1831 ( creación de la Confederación, a la que se adherían las provincias).

 

El celeste de Sarmiento y Mitre

Consumada la traición de Urquiza en Caseros y la caída de Rosas, Sarmiento adopta el celeste unitario en vez del azul de la bandera nacional. En su "Discurso a la Bandera", al inaugurar el monumento a Belgrano el 24 de septiembre de 1873 señaló a la enseña de la Confederación como un invento de bárbaros, tiranos y traidores, y en su Oración a la Bandera de 1870, denigra la "blanca y negra" de la Vuelta de Obligado diciendo además que "la bandera blanca y celeste ¡Dios sea loado! no fue atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra".

Mitre se basa en el "celeste" apoyándose, fiel a su costumbre, en un argumento poco serio y maniqueo, un óleo de San Martín hecho en 1828, dando por verdad histórica el color adoptado por un artista. 

El general Espejo, compañero de San Martín, en 1878 publicaba sus Memorias, en ellas recordaba como azul el color original de la bandera de los Andes conservada desteñida en Mendoza. Pero Mitre, que siempre interpretó las cosas como le convino, lo atribuyó a una "disminuida memoria del veterano". 

En 1908, ante la confusión existente y a pedido de la Comisión del Centenario, se estableció el color azul de la ley 1818 para la confección de banderas. Sin embargo, siguió empleándose el celeste y blanco, en lugar del la gloriosa "azul y blanca". La misma bandera que acompañó a San Martín en su gloriosa gesta Libertadora y la misma que acompañó los restos del propio Rosas en Southampton.

 

Belgrano, "educador y periodista"

Belgrano fue el promotor de la enseñanza obligatoria que el virrey Cisneros decretó en 1810.

 
Destacamos también la labor que Belgrano tiene como periodista: se desempeñó en el Telégrafo Mercantil, creó el Correo de Comercio, este fue utilizado por Belgrano para militar la idea del desarrollo de la producción, la industria y el comercio en nuestro territorio nacional. 

Dona sus sueldos y premios del ejército para construir algo más de 40 escuelas públicas, su tarea implicó que, además de contribuir a su creación, elaboró el reglamento con que las mismas debían funcionar. 

La historia oficial se ha ocupado de no contar estas actividades realizadas por Belgrano, creer que esto se debe a un error historiográfico es caer en la trampa planteada por aquellos que se creen dueños de la Historia, que se lo disimule y oculte, no tiene otra intención que no sea la de reservarle el sitial del primer educador a Sarmiento.

 

Belgrano: "el economista"

Belgrano presta especial atención a la economía política en su paso por la Universidad. En Salamanca, lugar donde curso sus estudios Universitarios, fue el primer presidente de la Academia de Práctica Forense y Economía Política. Sus ideas sobre economía, se pueden resumir de la siguiente manera:

a) ..."la exportación de lo superfluo es la ganancia más clara que pueda hacer una Nación"...
b) ..."el modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra es ponerlas antes en obra o manufacturadas"...
c) ..."la importación de las materias extranjeras para emplearse en manufacturas, en lugar de sacarlas manufacturadas de sus países, ahorra mucho dinero y proporciona la ventaja que produce a las manos nativas que se emplean en darles una nueva forma"...
d) ... "La importación de las cosas de absoluta necesidad, no puede estimarse un mal, pero no deja de ser un motivo real de empobrecimiento de una nación"...
e) ..." la importación de mercancías extranjeras para volverlas a exportar enseguida procura un beneficio real".
 

Militante de la independencia

En 1812, Belgrano es nombrado Brigadier del Ejército y tiempo después marcha hacia el Alto Perú con la instrucción de hacerse cargo del Ejército del Norte. Allí choca con el avance del ejército Español, decide iniciar el éxodo del pueblo Jujeño hacia Tucumán. Ya asentado ahí decide presentar batalla al Imperio Invasor, sosteniendo que los enfrentaría"...Sin más armas que unas lanzas improvisadas, sin uniformes, ni otra montura que la silla y los guardamontes...", señalando además que "...no tenían disciplina, ni tiempo de aprender las voces de mando, pero les sobraba entusiasmo...".


Enfrentamiento con Rivadavia

Rivadavia no acepta la decisión tomada por Belgrano y lo invita a que se retire a Córdoba. El General Manuel Belgrano le escribe"...algo es preciso aventurar y ésta es la ocasión de hacerlo; voy a presentar batalla fuera del pueblo y en caso desagraciado me encerraré en la plaza hasta concluir con honor...". 

Rivadavia insiste con la retirada diciéndole "...la falta de cumplimiento de ella le deberá a V.S. los más graves cargos de responsabilidad...".

El hace caso omiso a las amenazas del miserable de Rivadavia, enfrentando y derrotando a los realistas que se retiran, vencidos por los valientes y gallardos gauchos norteños.


Un hijo rosista

Hay una anécdota, que sostienen algunos historiadores, que reza que a pesar de no haberse casado tuvo varios hijos. De sus amores con una joven tucumana nació su hija, Manuela Mónica, que fuera enviada a Buenos Aires, para instruirse. 

A su vez, tuvo otro hijo con la hermana de Encarnación Ezcurra, mujer de Juan Manuel de Rosas; este lo crió y cuando cumplió 18 años le contó quien era su ilustre padre. Estos historiadores recuerdan, que Don Juan Manuel le habrá dicho"...de ahora en mas puede llamarse Pedro Rosas y Belgrano..."


Rivadavia, soldado de la dependencia 

Cabe una reflexión, mientras el crápula de Rivadavia, que sigue siendo presentado por la Historia Oficial como un Patriota, falacia que no estamos dispuestos a seguir tolerando, pensaba en la entrega de territorios y en la claudicación de la emancipación de América, existían a su vez los verdaderos patriotas, como Belgrano, que pensaron en los intereses de todos o no de unos pocos. 

Es decir, que mientras los auténticos patriotas ponían su pellejo en juego por la defensa de la liberación y la independencia, los alabados por los historiadores liberales, como el canalla de Rivadavia estaban ocupándose de esclavizarnos por medio de negociados como la entrega de las minas de Famatina y los créditos a la banca londinense.


Belgrano y una muerte en el olvido.

Después de su entrega sin dobleces ni especulaciones por la patria y las donaciones que hizo de su patrimonio para la educación, Belgrano muere en la pobreza y el olvido.

Aquejado por una grave enfermedad (hidropesía), viaja desde Tucumán hacia Buenos Aires, donde falleció el 20 de junio de 1820, empobrecido y lejos de su familia.

Cabe una última reflexión para terminar de pintar de cuerpo entero la figura de Manuel Belgrano; en sus últimos suspiros de vida decide hacer frente a los gastos que le implicaba su enfermedad entregando al médico que lo atendía, su reloj de oro, su última pertenencia.

Cuando Manuel Belgrano falleció la patria atravesaba por momentos muy difíciles, una situación de casi anarquía, por lo que pocas personas se enteraron de que había muerto. Sólo un diario, "El Despertador Teofilantrópico" se ocupó de su muerte. Para los demás no fue noticia. 

Culminaba así la vida de un verdadero prócer, entendido como persona ilustre y respetada por sus meritos, lo que lo vuelven un ser presente en la vida de los pueblos y no inmovilizado en el mármol, que dedicó su vida a la independencia de la Patria y a su desarrollo cultural y económico.