sábado, 28 de agosto de 2021

El otro Alberdi, el feroz crítico del “despotismo turco” de “Mitre, Sarmiento y Cía.”

Juan Bautista Alberdi.

Juan Bautista Alberdi fue uno de los más profundos y brillantes pensadores argentinos del siglo XIX. Pero, al igual que muchas figuras salientes de nuestra historia, su obra y pensamiento ha sido falsificado, reducido a la conveniencia de quienes monopolizaron, luego de las guerras civiles, el aparato cultural del sistema, y lo hicieron durante casi un siglo.


Se difunde la idea de un Alberdi liberal, antirrosista, un apologista de la Constitución, enamorado del modelo norteamericano y promotor de la inmigración europea. Pero esta es una lectura sesgada de Alberdi, una mirada muy ínfima y tendenciosa de su obra. Esta operación reductora fue pergeñada por los herederos de sus principales enemigos, Mitre y Sarmiento, y se limita a reducir a Alberdi a su militancia antirrosista y en su pensamiento jurídico a lo escrito en “Las Bases” y “El Crimen de la Guerra”. Así, se construyó una línea imaginaria de pensamiento donde Alberdi es el precursor o antecedente de Mitre, Sarmiento, Roca y toda la oligarquía argentina que emergió como clase dominante luego de la caída de Rosas y la derrota de Urquiza en Pavón. Pero esto es otra falsedad histórica más.


Alberdi fue el primero que refutó la idea fuerza de los vencedores de las guerras civiles, fue el primer intelectual que desnudó la fragilidad y la falsedad del esquema “civilización o barbarie”, con sus críticas concretas a Sarmiento y Mitre, siendo, además, un gran defensor de los caudillos federales.


El Día de la Abogacía, conmemorado el 29 de agosto con motivo del nacimiento de Alberdi, es de esas celebraciones que contribuyen a confundir más que a aclarar quien fue Alberdi, que dicho sea de paso jamás ejerció la profesión de abogado en Argentina. Se elige este día porque se considera a Alberdi el gran mentor de la Constitución de 1853 (cuestión que no fue así), pero se olvida decir que Urquiza, Mitre y Sarmiento fueron los principales violadores de la misma, al igual que se termina sobre dimensionando la relevancia que el propio Alberdi le otorgaba al proceso constitucional formal.


El maestro Fermín Chávez, en su libro "Civilización y Barbarie en la Historia de la Cultura Argentina" (de lectura ineludible), sostiene que quien se tome la tarea de leer las Obras Completas y los Escritos Póstumos de Alberdi (tarea fundamental leer esto) va tomar nota de que cerca del 80% de sus escritos son decididamente anti sarmientistas y anti mitristas. Alberdi siempre tomó postura desde una mirada más realista del proceso histórico y sociológico que atravesaba nuestro país. Desde un liberalismo real, democrático y modernizante, Alberdi polemizó con Urquiza, Sarmiento, Mitre y Cía, y de sus escritos emergen la lectura más clara del proceso de desenlace de las guerras civiles y la irrupción de la Argentina del Partido Unitario devenido en Liberal.


Su inteligencia sin comparación, al igual que la independencia de criterios con la que siempre se comportó, lo hicieron el mejor observador posible. Fue un doble exiliado. Primero fue un joven que no quiso vivir el derrotero de las guerras civiles en los tiempos de Juan Manuel de Rosas y luego fue un desterrado político de Mitre y Sarmiento, quienes jamás le perdonaron que, como referente intelectual de su generación, denunciara la barbarie de sus políticas.


Este Alberdi, el auténticamente liberal y democrático, enemigo manifiesto de Mitre y Sarmiento, es el que se debe recuperar. Fue el primer revisionista histórico y el más claro interprete de la segunda mitad del siglo XIX.


Luego del exilio al cual lo empujaban los “liberales” argentinos que derrocaron a Rosas, ya cuando Mitre y Sarmiento estaban en decadencia política, Alberdi retorno brevemente al país en 1879 (para luego volver al exilio y morir en París). Cuando vino, en la Facultad de Derecho de Buenos Aires pronunció una conferencia: “La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual”. Eso era Alberdi, un furioso crítico del autoritarismo y los falsos apóstoles de la libertad en nuestro país.


Pd: Igualmente, ¡feliz día a las abogadas, abogados y toda la abogacía!


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Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro.


1. Pero… ¿qué decía Alberdi sobre el liberalismo, Mitre y Sarmiento? (... y ya lo recordó Domingo Rondina: http://www.domingorondina.com.ar/2010/10/alberdi-sobre-el-autentico-liberalismo.html) Esto:

“Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto, ni conocen. Ser libre, para ellos no consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. A fuerza de tomar y amar el gobierno como libertad, no quieren dividirlo, y en toda la participación de él dada a los otros ven un adulterio”.

“La libertad de los otros, dicen ellos, es el despotismo; el gobierno es nuestro poder, es la verdadera libertad… Así, esos liberales toman con un candor angelical por libertad lo que no es en realidad sino el despotismo: es decir, la libertad del otro sustituida por la nuestra”.

“El liberalismo, como hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente, es enemigo: la disidencia de opinión, es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”. (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo X).

 

2. ¿Era Alberdi un fanático de la Constitución? El liberalismo de Mitre y Sarmiento, que no nacía en las fuentes sino en las conclusiones, creció clamando por una Constitución, pero desentendiéndose del contenido de la misma o si esta se cumplía. Era “la manía” de pretender resolver todo mediante constituciones, leyes, decretos... el fetichismo de la Constitución. Contrario sensu -y mal que le pese a los colegas que le gusta recordar a Alberdi cada 29 de agosto-, el padre fundador dudaba del poder civilizatorio de una Constitución por si sola. Así lo dejaba claro:

"La constitución, es decir, la libertad, la autoridad, no se escriben, se hacen; no se decretan, se forman, se hacen por educación. No se hacen en el Congreso; se hacen en la casa, en el hogar. No viven en el papel; viven en el hombre" (Escritos Póstumos, Tomo VII).

"Dar leyes y decretos es manía sudamericana. Y darlos para innovar lo nuevo, más frecuente que para lo viejo. Viene del error de creer que una ley escrita cambia las cosas. Si así fuera, la obra de civilizar una nación se reduciría a darle un código, es decir, a unos pocos meses de trabajo. Pero la civilización no se decreta. Por haber sancionado constituciones republicanas ¿tenéis la verdad de la república? No, ciertamente: tenéis la república escrita, no la república práctica" (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo IX).

"Promulgad hoy el código más perfecto; mañana veréis siempre en pie el mal que deseáis remediar. Es que el mal no está en lo escrito, está en lo práctico, en lo real, en los hechos, en las cosas y personas, tales como son en nuestra América de hoy (...). Yo ensayaría un programa de gobierno, sin dar una sola ley, un solo decreto nuevo; y nada más que con poner en vigencia lo que existe" (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo IX).

Hay aquí otro punto para desmitificar. La historiografía oficial argentina, utilizando el prestigio de Alberdi, construyó la leyenda de que por su obra “Las Bases”, era el "padre" de la Constitución Nacional. Pero a fuerza de verdad, casi todo el texto constitucional sancionado en 1853 fue redactado por Benjamín Gorostiaga, siendo inexistente e incomprobable la atribuida autoría intelectual de Alberdi sobre la carta magna.

En defensa del pensamiento de Alberdi, viene al caso recordar que lo que hizo Gorostiaga no fue, ni muy original, y menos aún una labor de producción intelectual “nacional”. La Constitución de 1853 tenía 107 artículos. Según los estudios más puntillosos de la misma, se habrían copiado de la Constitución de los Estados Unidos de América cerca de 60 artículos, los que fueron reproducidos casi literalmente en el texto de 1853. 

Benjamín Gorostiaga fue también presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y entre sus excentricidades intelectuales extranjerizantes impuso en el superior tribunal nacional el criterio según el cual la jurisprudencia argentina era desplazada por la aplicación de los fallos de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Este si era un jurista del liberalismo de Mitre y Sarmiento.

 

3. ¿Y qué decía Alberdi de Sarmiento? Esto... muy, pero muy, claro:

“Detesta la sangre cuando no es él quien la derrama; aborrece los golpes de Estado, cuando no los da él mismo: No se matan las ideas, dice él, cuando son las suyas; pero es un Troppman para las ideas de los otros. La libertad de prensa es su ídolo, a condición de que no se use en criticar sus libros –agrega- porque degenera en crimen de lesa patria”.

“El Papa puede no ser infalible; pero es torpeza negar la infalibilidad de Sarmiento”

“Su liberalismo (el de Sarmiento) habría atado una cadena al pie del que escribe estas líneas, por el crimen de haber criticado sus libros. El quiere la instrucción del pueblo, a condición de que se instruya en sus libros y lo admire; pues si la instrucción ha de servir para encontrarlos defectuosos, vale más la barbarie de los indios, para la civilización de Sarmiento” (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo XI).

Como dijimos, Alberdi fue el primer refutador de Sarmiento, el primero que desenmascaró la zoncera de Civilización o Barbarie. Para Alberdi, Mitre y Sarmiento interpretaron el “liberalismo” como una forma de eliminar gauchos y enemigos políticos para hacer camino allanado hacia una patria mercantil al servicio del capital británico. Con agudeza e ingenio, luego de vivir nuestra patria los azotes violatorios de los DDHH de la represión del gobierno del maestro sanjuanino, Alberdi le decía a Sarmiento:

“Tenga cuidado el señor Sarmiento, en vista los ejemplos célebres que acaban de probar ante el mundo aterrorizado, que se puede ser bárbaro sin dejar de ser instruido; y que hay una barbarie letrada mil veces más desastrosa para la civilización verdadera, que la de todos los salvajes de América desierta” (Alberdi, Obras Completas, tomo VII, pág. 156).

 


4. Y sobre Mitre, ¿Qué pensaba don Juan Bautista? Lo mismo que de Sarmiento. Vemos:

“El primer inconveniente que hallamos al general Mitre para ser jefe de un partido liberal es que no entiende con precisión lo que es la libertad… La mejor prueba de que el general Mitre ignora la libertad es que la equivoca con el odio, en los que la ejercen contra él. Un hombre de libertad no se pone jamás en posición de razonar de este modo virtualmente favorito del general Mitre: ´¿No es de mi opinión? Luego me odia. ¿Me contradice, me critica? Luego es mi enemigo. ¿Me hace oposición? Luego me hostiliza ¿Me resiste? Luego me provoca, me declara la guerra, me da derecho a exterminarlo”.

“Imposible es que la libertad pueda existir un solo instante, donde sus iniciadores ignoran, en la práctica de su vida pública, que el disentimiento, la crítica, la contradicción, la oposición, el debate, el ataque legitimo, son la libertad misma, traducida a las necesidades de la vida práctica” (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo XI).

5. Decíamos que Alberdi era el primer historiador revisionista en nuestro país. Muy claro tenía Alberdi que Mitre, como parte de la clase dirigente, estaba construyendo un relato del pasado funcional a su presente, una versión de la historia que licuara sus crímenes aberrantes e hiciera un relato falseado que se ajustase como traje a medida de sus intereses.

Tan claro era Alberdi cuando hablaba de Historia que Don Arturo Jauretche en el primer momento de su célebre “Política Nacional y Revisionismo Histórico” se limitó a citarlo en su prólogo para resumir lo que quería explicarnos. Esto decía Alberdi sobre la Historia, Mitre, Sarmiento y Cía:

“En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie o caudillaje. Belgrano no es el Belgrano que Dios hizo; el verdadero y autentico Belgrano es el Belgrano hecho y compuesto por Mitre. El San Martín de Sarmiento es el auténtico, el genuino y verdadero San Martín, no el que resulta de sus propios hechos registrados en la historia. La historia no es un patrimonio común de todo el mundo. No todos tienen el derecho de contarla o escribirla al menos que no sea conforme a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. Sus textos son un código de verdad histórica; refutarlos es violar la ley, invertir el orden público: es un crimen de estado; y el disidente un profano, un criminal”.

“De la historia, de su lectura, han deducido una política que es su fabricación. Según ella, la majestad del pueblo no reside en la mayoría nacional, sino en el pueblo de la ciudad en que les conviene residir, como la más rica y confortable” (Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo X).

6. La Guerra del Paraguay fue, tal vez, la más estruendosa y pública de las disidencias de Alberdi con el Mitrismo. Fue también la que mas irritó a la oligarquía dominante y gobernante también. En 1865 acontece en el Río de la Plata lo que sin duda fue una tragedia latinoamericana. La guerra del Paraguay significó la gran bisagra de la segunda parte del siglo XIX y consumó la victoria definitiva del liberalismo autoritario en todo el continente.

Para Alberdi, la Guerra del Paraguay se comprendía en el plano político argentino de la siguiente forma: “La cuestión del Paraguay, no es más que una faz de la cuestión interior argentina… que jamás hubiese llegado a existir si Mitre hubiese estado por la unión argentina con verdad con que la quiere Alberdi... (Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo XI, pág. 395).

Alberdi describe que la gran cuestión interna de la argentina es la relación política entre la oligarquía porteña y el interior federal y se remonta a 1810/1816 y la independencia y así explica la situación del interior federal: “…La independencia, ha consistido para ellos en dejar de ser colonos de España para serlo de Buenos Aires. La libertad ha sido, para ellos, un cambio de esclavitud y de amo: han sido libres dentro de la cárcel. Sólo Francia y Artigas (¡quien lo dijera!) han sido la excepción a esta regla, y ahí el odio implacable que Buenos Aires les profesa… El partido nacional o unitario de Buenos Aires es el que ha arruinado la unidad nacional, para crear el localismo de Buenos Aires. Es siempre uno de los partidos locales de Buenos Aires que, viéndose excluido del gobierno de esa provincia, por la ley o por la fuerza, busca el poder que no tiene en la provincia, fuera de la provincia, es decir, en la nación, y como a título de nacional es supremo y superior al de la provincia, en él encuentra el partido local que le consigue un medio legal para colocarse en lo mas alto del partido rival, poseedor a la sazón del gobierno provincial…” (Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo IX, págs. 332 y 298).

Alberdi narra con crudeza que la finalidad de la Guerra del Paraguay era, entre otros, solucionar las internas y los conflictos políticos del puerto de Bs. As, tanto para imponerse a las últimas resistencias del interior federal como para primar por sobre los intereses de clase subalterna que hostigaban su liderazgo desde el territorio bonaerense. En esta lógica se lee el diseño federal de la Constitución Nacional y la capitalización de Buenos Aires posterior.

La guerra infame y fratricida era en parte una estrategia para lograr la consolidación del partido liberal en el país con la continuidad de Mitre-Sarmiento-Avellaneda. Y lo explicita: “…Para gobernar a la República Argentina vencida, sometida, enemiga, la alianza del Brasil era una parte esencial de la organización Mitre-Sarmiento, para dar a esa alianza de gobierno interior un pretexto internacional, la guerra al Estado Oriental y al Paraguay vienen a ser una necesidad de política interior, para justificar una guerra contra el mejor gobierno que haya tenido la República Oriental y el más ilustrado que haya tenido el Paraguay, era necesario encontrar abominables y monstruosos esos dos gobiernos, y López y Berro han sido víctimas de la lógica del crimen de sus adversarios…” (Alberdi, E. P., Tomo IX; pág. 456)

Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, en el estudio preliminar de una reedición del libro de David Peña, “Alberdi, los Mitristas y la Guerra de la Triple Alianza”, recuerdan que el odio de Sarmiento contra Alberdi por sus catilinarias contra la Guerra del Paraguay lo llevó a denunciarlo públicamente por “traición a la patria” después de muerto Alberdi, negando deliberadamente el derecho a defensa ante su injuriosa y falsa acusación. Allí concluyen Ortega Peña y Duhalde, “…Pero, ¿por qué tanta bajeza? Es que la traición sarmientina, no sólo fue vil a titulo personal. Su traición lo fue para nuestra nacionalidad, a la unidad americana, por la que luchaban el Paraguay y las montoneras argentinas. Esta fue la verdadera traición condenada por los pueblos de América… Y en tanto Alberdi se levantara para condenar la agresión imperialista contra el Paraguay y la Argentina misma, la oligarquía no podría perdonárselo jamás. Era uno de los suyos, que denunciaba la infamia… Sobre él debía caer la lápida de “La Nación”, el pétreo silencia mitrista…”. Cualquier parecido con el presente, no es pura coincidencia.

7. Conclusiones: Ese mismo despotismo turco que presagiaba Alberdi fue el que lo confinó al lugar de liberal fanático, antirrosista y abogado defensor de la Constitución y el orden capitalista. Pero ese es un falso Alberdi, un invento del aparato cultural del liberalismo argentino.

Este Alberdi, el otro, del que sólo vimos un somero pantallazo aquí nos revela su pensamiento político real. Conocer este Alberdi hace que sólo por verdadera ignorancia o decidida mala fe se pueda seguir asociando a Alberdi con el liberalismo de Mitre y Sarmiento y el orden jurídico y político que ellos construyeron luego de Caseros y Pavón. Alberdi no era el intelectual liberal triunfante de las guerras civiles que emergió como clase dominante en la Argentina durante la segunda mitad del siglo XIX. Nunca fue eso.

Hay otro Alberdi, el real, el feroz crítico del Despotismo Turco” de “Mitre, Sarmiento y Cía. A ese reivindicamos hoy.

lunes, 23 de agosto de 2021

Felipe Vallese, el primer detenido – desaparecido de la Argentina moderna

Felipe Vallese tenía 22 años, un hijo y era delegado desde 1958 en la fábrica TEA S.R.L. Paralelamente a su rol gremial tenía una intensa actividad militante en la Juventud Peronista (JP). Era integrante del grupo de Corrientes y Esmeralda y había secundado al legendario militante Gustavo Rearte. El 23 de agosto de 1962 fue secuestrado, su cuerpo jamás apareció, pero su nombre desde entonces simboliza lo mejor de aquella juventud de la Resistencia Peronista, que dio hasta la vida por la defensa de sus ideales.

Por esas ironías infames de la historia, su hijo jamás lo conoció. Tardaron años para que pueda adquirir su verdadera identidad. Años después, a partir del 24 de Marzo de 1976, este fenómeno se multiplicará por cantidades.

Felipe Vallese fue el primer detenido – desaparecido de la Argentina moderna (Eduardo Luis Duhalde en el prólogo de la reedición del libro “Felipe Vallese. Proceso al Sistema” del año 2002 – la original es de 1965- se refiere al caso de Juan Ingallinella (1), pero, independientemente de repudiar por igual los hechos entendemos que el caso es sustancialmente distinto, dado el modus operandi que envolvió lo de Ingallinella difiere de los hechos de Vallese, al igual que difiere enormemente el contexto, las prácticas institucionales del momento, como también la documentación y demás información judicial recabada y sustanciada en un proceso penal.

La muerte y desaparición de Felipe Vallese, por la forma, fue un antecedente a las desapariciones forzadas que se ejecutarán en la dictadura genocida que comenzó el 24 de marzo de 1976.

(Acá posteo un texto que formaba parte de un capítulo de un breve manual de Derechos Humanos e Historia Argentina que armamos con los compañeros Atilio Martínez y Gustavo Gaitán hace varios años (2006, 2007, acá con mínimas actualizaciones), en donde entre otros hechos salientes como la Masacre de Trelew y los Bombardeos de Plaza de Mayo del 55 nos referíamos a los hechos más simbólicos de la barbarie oligárquica en la Argentina contemporánea, dentro de los cuales Felipe Vallese ocupa una página relevante).

Escribe: A. Gonzalo García Garro.


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..."Felipe Vallese, un grito que estremece”. Consigna de la JP.

 

Contexto Político

El gobierno de Frondizi, asumido en 1958, se caracterizó por la inestabilidad institucional. Sus promesas incumplidas con los sectores populares, su ambivalencia política y su debilidad democrática producto de la ilegal prescripción al peronismo con la cual pudo acceder al poder lo sometieron a sucesivas crisis y a planteos militares. Las constantes huelgas gremiales y de la CGT con que la clase trabajadora respondía al paulatino cercenamiento de sus derechos dieron como resultado la respuesta gubernamental: creciente represión al movimiento peronista.

La movilización militar de los trabajadores en paro y la aplicación del Plan CONINTES (Plan de "Conmoción Interna del Estado", que ponía a los manifestantes políticos y sindicales bajo jurisdicción de los tribunales militares) fueron los ejes de la respuesta instrumentada por el gobierno, en una clara violación constitucional contraria a la mínima idea de respeto a los derechos humanos esenciales.

Llegado el año 1962, que sería el último de su mandato, su ministro del Interior Alfredo Vítolo firmó un documento con los jefes militares garantizando que no se permitiría a Perón volver al país. Frente al inminente proceso electoral previsto para el 18 de marzo de ese año, había trascendido que la fórmula que el peronismo presentaría en la provincia de Buenos Aires iba a estar integrada por Andrés Framini como gobernador y Juan Perón como vicegobernador.

A fin del mes de enero de 1962, Vítolo anunciaba que el gobierno rechazaría la candidatura de Juan Perón. Paralelamente el Juez Electoral Leopoldo Isaurralde, de abierta filiación frondicista, declaraba que Juan Perón no podía ser candidato por no tener residencia, no estar en el padrón y ser un fugitivo de la justicia. Para que nada quedara librado al azar, la Iglesia, a través del cardenal Antonio Caggiano, recordaba que la excomunión estaba en vigencia. El 10 de marzo Frondizi pronosticó en conferencia de prensa que los ciudadanos iban a dar las espaldas a Perón en las elecciones y acusó al peronismo de impedir la pacificación.

Contra la alquimia y la aritmética gubernamental, el pueblo de la Provincia de Buenos Aires eligió aquel 18 de marzo a Andrés Framini como gobernador, quien finalmente había ido acompañado por Marcos Anglada como vicegobernador. Ambos concurrieron bajo las siglas de la Unión Popular.

El pueblo no había dado la espalda a Perón y, por el contrario, hería de muerte al gobierno de Frondizi. Fue este el hecho político más importante producido por el peronismo desde 1955. El triunfo de Framini fue la más palmaria demostración de que el peronismo seguía siendo mayoría, que su voluntad era inquebrantable y que no estaba dispuesto a presentarse "maquillado" para ser aceptado. Por el contrario, Perón había elegido a un dirigente obrero, un peronista histórico, para encabezar aquella fórmula.

Las fuerzas armadas reclamaban la proscripción del peronismo, un nuevo gabinete y la expulsión del país de Rogelio Frigerio, el político e intelectual más destacado del Desarrollismo, la fuerza política que impulsó originariamente a Frondizi a la presidencia. Aramburu, por su parte, "aconsejaba" la renuncia de Frondizi y el comandante del Ejército general Raúl Poggi le pedía efectivamente la renuncia.

El día 27 de marzo, el entonces Presidente declara: "no me suicidaré, no renunciaré y no dejaré el país". Dos días después, frente al movimiento de tropas renuncia, es arrestado en Olivos y trasladado a Martín García. El día 30 de marzo asume José María Guido, un oscuro legislador de Río Negro, como presidente de la Nación, hasta entonces, presidente del Senado. El gobierno títere de Guido, no es más que una fachada tras la cual gobiernan los militares.

El 24 de abril, el nuevo presidente anula las elecciones ganadas por el peronismo: Andrés Framini había anunciado que el 1º de mayo asumiría la gobernación y pese a la anulación concurre acompañado por altos dirigentes a la Casa de Gobierno Provincial, labrando un acta.

El 24 de julio, por un decreto del Poder Ejecutivo, queda prohibido el proselitismo peronista, la exhibición publicitaria de fotografías y marchas. Nuevamente, bajo otro rótulo, reaparece el Decreto 4161 con el que la Revolución Fusiladora del 55 pretendió desterrar el peronismo de la historia.

El mes de agosto se inicia con una huelga general de 48 horas decretada por la CGT. Este mes, más precisamente el 23 de agosto, en una escalda sin precedentes en las prácticas represivas se produce un hecho que conmueve al movimiento peronista: es secuestrado el obrero metalúrgico y dirigente de la Juventud Peronista Felipe Vallese. El reclamo por su vida se convierte en bandera de lucha: "un grito que estremece, Vallese no aparece".

 

Felipe Vallese: el primer detenido desaparecido de la Argentina

Felipe Vallese tenía 22 años, un hijo y era delegado desde 1958 en la fábrica TEA S.R.L., paralelamente con su actividad gremial tenía una intensa actividad militante en la Juventud Peronista. Era integrante del grupo de Corrientes y Esmeralda y había secundado al legendario militante Gustavo Rearte en el copamiento del puesto de la aeronáutica en Ezeiza, un hecho legendario de la historia de la resistencia peronista. En una crónica del hecho, que relata el libro “La Voluntad”, recuerda el rol de Felipe Vallese junto con Rearte, Envar El Kadre, Rulli y otros, quienes se presentan como miembros del “Ejécito de Liberación Nacional. No somos delincuentes, somos peronistas, luchamos por el retorno de Perón” (2).

Sin embargo, no es secuestrado por la policía de la provincia de Buenos Aires por su propia actividad, sino buscando a su amigo, el reconocido militante de la JP, Alberto "Pocho" Rearte, hermano de Gustavo.


Se trató de un procedimiento ilegal en jurisdicción de la Capital Federal. Vallese es secuestrado frente al número 1776 de la calle Canalejas. La justicia, a instancias de su familia y de la UOM, reconstruye el camino de Felipe Vallese hasta la comisaría de Villa Lynch, donde desaparece después de ser terriblemente torturado.

Su cuerpo jamás apareció, pero su nombre desde entonces simboliza lo mejor de aquella juventud que no reparó en peligros por la defensa de sus ideales. Eduardo Luis Duhalde entiende que su recuerdo se liga a “una nueva generación de la juventud peronista de la que Felipe Vallese fue mártir y símbolo, que se iría reproduciendo por millares hasta que la dictadura genocida del 76 llegará para aniquilarla” (3).

Hoy, la calle Canalejas lleva su nombre y así también se denomina el salón de actos de la CGT en su sede de la calle Azopardo 802 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

De la noche del secuestro a la desaparición

El hermano hace la siguiente narración de lo ocurrido: "El 23 de agosto de 1962, siendo aproximadamente las 23:00, Felipe sale de su casa. En Morelos y Canalejas se despide de su hermano mayor, Ítalo. Se dirige por Canalejas hacia la calle Caracas. Al llegar a la altura de Canalejas al 1776, es interceptado por varios hombres. Se aferra a un árbol, tratando de aferrarse a la vida, como presintiendo que esta vez puede ser la última, como ya se lo habían advertido en otras oportunidades, y pide ayuda. Para que se suelte, lo golpean. Logran reducirlo y lo introducen en una camioneta Estanciera".

Simultáneamente, en Plaza Irlanda, a pocas cuadras, otro grupo levanta a su hermano. Son trasladados a la comisaría primera de San Martín (provincia de Buenos Aires) y en días posteriores van siendo detenidos otros compañeros, compañeras y amigos de Felipe. En esta seccional son torturados y vejados. El 3 de septiembre recién se los "blanquea", bajo los cargos que Felipe poseía panfletos, libros y propaganda peronista. El caso toma estado público por la desaparición de estas personas.

 

La dictadura niega los cargos

Dos jueces toman el caso, declaran falsas las acusaciones y, después de tres meses de estar detenidos, torturados y humillados, son dejados en libertad. Pero Felipe Vallese no está entre ellos. Las informaciones que han podido anudarse permiten señalar que fue trasladado a un destacamento de José Ingenieros y luego a la comisaría de Villa Lynch. Es allí donde se pierde su existencia y se lo considera desaparecido. Se supone que murió en una de las sesiones de tortura.

Mientras la familia y los amigos buscan a Felipe, el Ministerio del Interior informa a los medios de comunicación que el sumario administrativo arribó a la conclusión de que "Vallese no estuvo nunca detenido en San Martín ni en ninguna otra dependencia subordinada a la jefatura de La Plata". El Subsecretario del Interior era un abogado de 30 años, ese mismo año publica su primer libro: "Política y gobierno" su última obra se tituló "La corrupción".... Conductor de un programa estrella de la televisión argentina de hace años: "Hora Clave". Sí, estamos hablando del mismísimo Mariano Grondona.

La figura y el martirio de Felipe Vallese se transformaron en íconos de la resistencia de los trabajadores y de la Juventud Peronista. "Felipe Vallese, un grito que estremece" era la consigna en las manifestaciones y el texto de las pintadas callejeras. Recuerda Miguel Bonasso en su libro sobre Cámpora, “El Presidente que no fue”, que en aquellos días “…al calor de los sindicatos crecía una nueva militancia que en esos años fue sacudida por su primer ´desaparecido´: el obrero metalúrgico Felipe Vallese, un muerto en la tortura a los veintidós años” (4).

 

Felipe Vallese, proceso al sistema

En el año 1965 se publica un libro que denuncia la desaparición de Vallese. Los autores eran Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. El trabajo de investigación se llamaba "Felipe Vallese, proceso al sistema" y fue lectura ineludible para la militancia peronista de esa época.


El 31 de julio de 1974, diez años después de la publicación del libro, se produce el primer atentado reconocido públicamente por la organización terrorista Triple A. Un comando de la organización criminal asesina a balazos al entonces diputado nacional Ortega Peña. Los ex comisarios e integrantes de la Triple A, Juan Ramón Morales y Rodolfo Eduardo Almirón fueron en su momento los organizadores y ejecutores del atentado. Ambos fueron detenidos en una causa por los crímenes de la Triple A. Se les imputó entre otras cosas el haber sido los jefes del operativo que le costó la vida a Ortega Peña.

Morales murió detenido, pero sin condena. Almirón, por su parte, murió el 5 de junio de 2009 en un hospital de Ezeiza, mientras estaba detenido y bajo proceso. En 2012, luego de su muerte, el juez Norberto Oyarbide sentenció que «fue el autor del homicidio del Padre Mugica, un crimen aberrante. ​

 

Los pasos previos...

El poeta, periodista, académico y militante revolucionario Paco Urondo en el año 1972 publica su única novela, "Los pasos previos". En esta obra Urondo relata el caso Felipe Vallese advirtiendo todos los matices dramáticos de la historia.

Sin saberlo, describió anticipadamente lo que les ocurriría a otros militantes años después, cuando el terrorismo de estado de la dictadura de Videla hiciera de la desaparición de personas su método preferido.

Y... para cerrar también el círculo trágico de esta historia, Urondo fue muerto en un enfrentamiento armado con una patrulla del ejército en la ciudad de Mendoza en junio de 1976.

 

Últimas noticias de Vallese

El día jueves 1 de junio del 2006, el matutino Clarín titulaba de esta manera una noticia: "Detienen al comisario del caso Felipe Vallese", "Fue el primer caso de desaparición de la historia argentina". El diario empieza la nota expresando: "Está considerado como el máximo responsable material del primer caso de detención y desaparición de la historia argentina, el del delegado metalúrgico y militante de la Juventud Peronista Felipe Vallese, el 23 de agosto de 1962."

"Pero el comisario mayor retirado de la Policía bonaerense Juan Fiorillo, fue detenido ayer, con el beneficio de cumplir con la prisión preventiva en su domicilio, por la causa del rapto de una beba en 1976, Clara Anahí Mariani, hija de militantes montoneros, tras un operativo represivo. En la época de la última dictadura, como brazo derecho del jefe de la Bonaerense de la época, el General Ramón Camps, Fiorillo había cumplido funciones claves en la estrategia de represión ilegal en la zona, como directo del Comando de Operaciones Tácticas de la fuerza".

 

Juan Fiorillo y el modus operandi del terror

"Felipe nunca fue liberado; tampoco apareció su cuerpo. Se supone que murió en una sesión de tortura comandada por el entonces joven oficial Fiorillo de 31 años", concluye la nota de Clarín.

A la crónica del diario Clarín, agregamos otra que terminará por cerrar la vida de este personaje que desde joven se perfiló como un genocida. El matutino Página 12 tituló: “Murió el asesino de Felipe Vallese". Señalaba la noticia que el ex comisario estaba acusado del secuestro y asesinato del delegado gremial Felipe Vallese e iba a ser juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Pero la muerte le llegó antes a Juan Fiorillo, comisario retirado de la policía bonaerense, en su casa de Villa Adelina donde cumplía arresto domiciliario.

La crónica de Página 12 finaliza señalando que: "Cuando secuestró a Vallese era jefe de la Brigada de Servicios Externos de la Unidad Regional San Martín. Estaba sindicado como integrante, a partir de 1974, del grupo de tareas de la ultraderechista Triple A, después del golpe de 1976 como uno de los más estrechos colaboradores del por aquel entonces jefe de la policía provincial, el genocida y torturador Ramón Camps".

Durante la dictadura, Fiorillo ostentó el cargo de director del Comando de Operaciones Tácticas (COT) y tuvo oficinas en la comisaría quinta de La Plata. Según la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, por ese centro clandestino pasaron casi 200 secuestrados, de los cuales 62 están desaparecidos. Por la causa de la Comisaría 5ª, Fiorillo fue detenido en mayo de 2006 y pasó a cumplir detención domiciliaria por orden del juez federal Arnaldo Corazza.

 

Búsqueda de una identidad

Eduardo de la Peña es el hijo de Felipe Vallese. Su padre lo anotó con el apellido de una amiga para protegerlo, como sabiendo cual sería su destino.

Eduardo de la Peña se enteró de quién era su padre a los cinco años de edad y decidió ir en busca de su madre, que nunca conoció y cuya identidad era un secreto familiar. En ese camino, mucho tiempo después, llegó hasta la producción del programa de televisión "Gente que busca Gente". Eduardo se había dado cuenta de que no conocía ni siquiera el nombre de su madre. Felipe Vallese lo crió hasta su secuestro, pero ni él ni sus amigos revelaron nunca el nombre de su madre.

Cuando a Vallese lo secuestraron empezó un camino de desencuentros para Eduardo. Por su militancia política, su padre había cortado amarras con su familia y Eduardo pasó sus primeros años de vida de casa en casa. Estuvo con distintos amigos de su padre, hasta con un juez de menores.

Eduardo quedó anotado con una partida de nacimiento donde no sólo no aparece el nombre de su madre sino tampoco el de su padre: lleva el apellido de una amiga de Felipe Vallese, Elbia Raquel de la Peña.

A los cinco años de edad, revolviendo los armarios de su hogar, encontró los volantes que habían distribuido las organizaciones políticas cuando se llevaron a su padre: "Vallese vive" o "Queremos vivo a Felipe", leyó. La impresión fue tan fuerte en él que aún recuerda ese momento. Sobre aquel episodio relató, tiempo después: "Me acuerdo de las firmas de la Unión Obrera Metalúrgica que en esa época me preguntaba ¿qué quiere decir UOM?".

Como si la historia sólo pudiera repetirse, un hijo de un desaparecido buscó su identidad. En 1976 casos como el de Vallese de multiplicarían en cantidad, repitiendo y profundizando una metodología del horror con la cual pusieron fin al país pensado por Juan Perón a mitad del siglo XX y, entre genocidios y derrotas, nos legaron una patria para pocos.

Pero el ejemplo de Felipe Vallese, el de los mártires de Trelew y el de miles de compañeros desaparecidos que lucharon por una patria justa, libre y soberana son el manantial con el cual se nutre permanentemente el deseo irrefrenable del pueblo argentino por hacer Justicia, especialmente con su pasado ignominioso.



Notas:

1. "Felipe Vallese. Proceso al Sistema". Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde.  "A 40 años, la lectura del Crimen”, de E. L. Duhalde, Editorial Punto Crítico, páginas 11 a 14, año 2002.

2. “La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en Argentina”. Eduardo Anguita y Martín Caparrós. Tomo I, 1966-1969, página 111. Editorial Booket, año 2006.

3. Eduardo Luis Duhalde, op. cit., página 8.

4. Miguel Bonasso, “El Presidente que no fue. Los archivos ocultos del peronismo”, página147, Editorial Planeta, año 2002.

domingo, 22 de agosto de 2021

22 de agosto de 1951: “Cabildo Abierto del Justicialismo” y ¿por qué renunció Evita a la candidatura a vicepresidenta?

 


“Perón: Porque no puede chinita. Porque vos no podés ser vicepresidenta. Y no por los militares, ni por los curas, no por los oligarcas. Vos sabés porqué. Yo te lo voy a decir…pero vos ya me lo dijiste. Vos ya lo sabés.

Evita: ¿Qué es lo que sé? ¿Qué es lo que te dije?

Perón: Me dijiste que odiabas tu cuerpo. Que te estaba traicionando. Dijiste que era el mejor aliado de tus enemigos. El que estaba consiguiendo lo que ninguno de ellos había conseguido: derrotarte.

(Pausa. Perón apaga su cigarrillo. Mira a Evita.)

Perón: Tu cuerpo te abandonó, te traicionó, te derrotó. Está enferma, chinita. (Pausa .Casi con furia) ¡Tenés  cáncer , carajo ¡ Tenés Cáncer!”

Fragmento del guion de la película “Eva Perón” (1996), escrito por José Pablo Feinmann.



Escribe: A. Gonzalo García Garro.


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El Cabildo Abierto

Ubiquemos los hechos en tiempo y espacio: Estamos en agosto de 1951 y al año siguiente debe renovarse el mandato presidencial, porque termina el período iniciado por seis años en 1946. El Gral. Perón es presidente y el vicepresidente es Hortensio Quijano, radical incorporado al peronismo. 

La reforma constitucional de 1949, habilita para reelegir al presidente por un segundo mandato. Los partidos deben elegir sus candidatos, porque en noviembre de ese año, serán las elecciones generales presidenciales.


El peronismo organiza un gran acto en la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires y a propuesta de la CGT, se impulsa la fórmula Perón-Evita. Al acto se lo denomina “Cabildo Abierto del Justicialismo” y concurren al mismo cerca de 2 millones de personas, fue el acto político más grande en la historia argentina y latinoamericana hasta ese momento. En nuestra historia, solo será superado por el numero de concurrentes dos décadas después por el retorno de Perón en los 70.

En los cabildos abiertos de la época colonial el pueblo tomaba las decisiones ejerciendo una forma de democracia directa y fue un cabildo abierto, el del 22 de mayo de 1810, el que inició la gesta emancipadora. Los organizadores del acto al elegir el nombre de Cabildo le daban al acto una entidad especial donde el principal elemento era la participación del pueblo en este gran foro multitudinario.

 

El diálogo entre Evita y el pueblo

 

El cabildo es iniciado por un discurso que pronuncia el Secretario General de la CGT, José Espejo, y continúa con un discurso de Evita en el que no acepta ser candidata a vicepresidente y luego, se produce un extenso y dramático diálogo entre Evita y la multitud. ¿Es posible un diálogo en esas condiciones? Sí, así fue lo que ocurrió. Una mujer, debilitada por una enfermedad terminal y quebrada por la emoción, parlamenta con una multitud compuesta por dos millones de personas sensibilizadas por la trascendencia del hecho histórico en el que participaban. (A les lectores les recomiendo que vean el pasaje del documental de Leonardo Fabio "Perón, Sinfonía de un sentimiento" sobre el renunciamiento que posteo abajo)



El Pueblo insiste para que acepte y Evita explica que ella, se siente más útil en el terreno de la lucha que ha elegido y no ocupando un cargo. Continúa el diálogo increíblemente. Hay una contradicción evidente entre lo que se le pide y lo que Evita reclama conservar: la misión asumida en el movimiento. La presión de la multitud para que acepte, crece y por momentos es extrema.


Evita dice, en tono de ruego: “compañeros, por el cariño que nos une, no me hagan hacer lo que no quiero hacer” y más tarde lanza una frase que entró de lleno en la historia: “Yo no renuncio a la lucha, renuncio a los honores”.

Durante el acto y en un momento en que Evita, pide a la multitud, unas horas para poder responder al reclamo para que acepte la candidatura, el dirigente gremial Espejo, que se encuentra a su lado en el palco, le reclama a viva voz, que no, que debe responder ¡¡¡ahora, ahora, ahora ¡¡¡ Evita resiste la presión y finalmente el acto termina sin que la cuestión sea dirimida!!!! La multitud se desconcentra pacíficamente. 

La última frase de Evita fue “Yo haré, finalmente, lo que el Pueblo decida”. Esas últimas palabras generaron esperanza y malentendidos. Al otro día, el 23 de agosto, el Diario “Democracia” titula “Aceptaron”. Lo mismo hace el diario “La Razón”.


Nueve días más tarde, el 31 de agosto y por la cadena nacional de radiodifusión, Evita comunica al pueblo, su decisión irrevocable y definitiva de renunciar a la candidatura a vicepresidenta de la Nación. Afirma en ese mensaje, que lo hace con “total y absoluta libertad” y que prefiere seguir estando junto al pueblo en su puesto de lucha y no ser vicepresidenta.

 

¿Por qué renunció Evita? Las teorías y un intento de explicación

Hasta aquí he intentado una descripción de los hechos. Para nosotros hoy la historia de Evita no está compuesta de hechos sino de las interpretaciones de los mismos. Este acto político, conocido como “el renunciamiento de Evita” ha sido analizado por politólogos, desmenuzado por historiadores, y mitificado por el imaginario peronista de manera tal que, desde el presente, cobra ciertos resignificados.

Ahora vamos a las teorías.

 

Perón no quería

“Perón no se lo permitió porque amenazaba su propio poder”, fue y es la explicación simplista de los liberales “más lúcidos” de la oligarquía. Algunos antiperonistas como David Viñas devenidos en izquierdistas antiperonistas exaltaron a Evita contraponiéndola con Perón, identificando a Eva con la izquierda del movimiento y a Perón con la derecha.

Esta explicación siempre tuvo una finalidad denigratoria del peronismo, tanto en poner énfasis en un supuesto conservadurismo de Perón como en la lectura implícita de Evita como títere sin autonomía del líder peronista, simplificando al extremo cualquier lectura política y personal del proceso.

 

La oposición militar

“Los militares se opusieron” dirán maliciosamente los sectores de izquierda antiperonista que operaban para debilitar el peronismo.

Pero esta teoría también es apropiada en parte por historiadoras que reivindican la figura de Eva como Marysa Navarro, quien en su muy buen libro “Evita” analiza: “Las relaciones de Perón con las fuerzas armadas habían entrado en un período de enfriamiento desde hacía por lo menos dos años. Los sectores de las fuerzas armadas que se habían opuesto a su gestión ya en el tiempo en que ocupaba la Secretaría de Trabajo y Previsión no habían olvidado sus prevenciones contra él, y, de hecho, éstas se habían intensificado a raíz de la reforma de la Constitución y la posibilidad de su reelección. En este contexto, la candidatura de Evita se presentaba como un factor irritativo, pues reavivaba viejos odios. Muchos eran los oficiales de alta graduación que nunca habían visto con buenos ojos las relaciones de Evita con Perón y, como la oligarquía, no olvidaban su pasado. Desde que se había convertido en la esposa del Primer Mandatario, su vida estaba fuera del más mínimo reproche desde el punto de vista moral, pero ahora lo que les molestaba era el papel que desempeñaba en el gobierno, aunque fuera de manera no oficial. La violencia de su lenguaje cuando se dirigía a los descamisados era considerada peligrosa y la posibilidad de que Evita llegara a la Presidencia por muerte de Perón, o le sucediera en el gobierno y en todo caso estuviera en condiciones de dar órdenes a las fuerzas armadas, era en aquel tiempo poco menos que inconcebible”…, pero la historiadora aquí aclara:  “El tema fue ciertamente discutido entre oficiales, aunque por el momento no ha sido posible determinar si hubo un planteo directo a Perón. Pero existen pocas dudas de que éste tenía pleno conocimiento del malestar que la candidatura de Evita provocaba en las fuerzas armadas…”. 

Aun así, Navarro añade a las razones del renunciamiento el siguiente análisis: “… La otra razón que puede haber afectado la decisión de Evita era su salud, pues para esa fecha ya había empezado a decaer. Se la veía delgada, pálida y demacrada. Parecía estar agotada y en realidad tenía desde hacía tiempo fuertes hemorragias y una fiebre persistente”. ([i])

 

Los límites políticos del proyecto justicialista

“Pudo haber sido una conquista importante para el movimiento obrero”, expresarán otros tratando de mostrar que existían fisuras en el frente nacional.

Esta, añadiendo el factor militar, es la interpretación que parece esbozar Norberto Galasso en su excelente obra de Perón, cuando sostiene “… lo más probable es que después de la multitudinaria concentración del 22, y ya lanzada la candidatura por la CGT -sin la aceptación de Evita-, el Presidente haya podido calibrar el malestar producido en las filas castrenses, y cuando advierte que esto se torna peligroso, decide abandonar el proyecto, dando lugar al discurso de Eva del día 31… Evita no persigue ningún objetivo personal sino que actúa como una militante al servicio de una causa, tanto cuando acepta una candidatura que no va del todo con sus gustos como cuando la rechaza para no poner en peligro la estabilidad del gobierno”. ([ii])

 

La salud de Eva como determinante del renunciamiento

Las que repasé son interpretaciones, a las que me permito sumar otra, tal vez obvia, pero tan posible como las otras: Evita renuncia a la vicepresidencia porque toma conciencia de la gravedad del cáncer que la afectaba y el carácter irreversible del mismo.

En su imprescindible novela “Santa Evita”, Tomás Eloy Martínez desarrolla esta teoría con un lúcido y ficcionado diálogo entre Perón y Evita, que aconteció en la noche de aquel 22 de agosto de 1951, interpretación esta que parece seguir Feinmann en la cita que transcribí al comienzo de este artículo.

Tomás Eloy Martínez, en el capítulo 4 de su libro “Santa Evita” (´Renuncio a los honores, no a la lucha´) escribe (en base a un supuesto relato de Julio Alcaraz, peluquero de Evita) en una imaginaria charla entre los líderes históricos del Peronismo, lo siguiente:

…Se encerraron en el dormitorio, pero la puerta maciza que daba a la antesala quedó entornada. Si las cosas no hubieran sucedido de manera tan rápida e imprevista, me habría alejado. El afán de no hacer ruido me retuvo. Sentado en la punta de la silla, tieso, oí toda la conversación.

–...no discutas más y hacéme caso –decía el general–. Dentro de un rato, el partido va a proclamar tu candidatura. La vas a tener que rechazar.

–Ni pienso –contestó Evita–. A mí no me van a presionar los hijos de puta que te han convencido a vos. No me van a presionar los curas ni los oligarcas ni los milicos de mierda. Vos no me quisiste proclamar, ¿no es cierto? Ahora, jodéte. Me proclamaron mis grasitas. Si no querías que fuera candidata, no me hubieras mandado llamar. Ya es tarde. O me ponen a mí en la fórmula o no ponen a nadie. A mí no van a cagarme.

El marido dejó que se desahogara. Después, insistió:

–No te conviene ser terca. Te proclamaron. Pero no se puede ir más allá. Cuanto antes renuncies va a ser mejor.

La sentí desmoronarse. ¿O sólo estaba fingiendo?

–Quiero saber por qué. Explicámelo y me quedo tranquila.

–¿Qué querés que te explique? Vos sabes igual que yo cómo son las cosas.

–Voy a hablar por la cadena nacional –dijo ella. Su voz temblaba. –Mañana por la mañana. Hablo y se acaba todo.

Es lo mejor. No improvises. Hace que vayan preparándote unas pocas palabras. Renuncia sin dar explicaciones.

- Sos un hijo de puta –la oí estallar–. Sos el peor de todos. Yo no quería esa candidatura. Por mí, te la podías meter en el culo. Pero llegué hasta aquí y fue porque vos quisiste. Me trajiste al baile, ¿no? Ahora, bailo. Mañana a primera hora hablo por la radio y acepto. Nadie me va a parar.

Por un instante, hubo silencio. Sentí las respiraciones agitadas de los dos y tuve miedo de que también se oyera la mía. Entonces, él habló. Separó las sílabas, una por una, y las dejó caer:

–Tenes cáncer –dijo–. Estás muriéndote de cáncer y eso no tiene remedio.

Nunca voy a olvidar el llanto volcánico que se remontó en la oscuridad en la que yo me ocultaba. Era un llanto de llamas verdaderas, de pánico, de soledad, de amor perdido.

Evita gritó:

–¡Mierda, mierda!”  ([iii])

 

Una mirada más allá de las interpretaciones parciales

Es cierto que un sector de los militares presionó a Perón para evitar la candidatura de Evita. 

Es también cierto que la figura de Eva institucionalizada en la vicepresidencia hubiese sido insoportable para la oligarquía y resulta incuestionable que el movimiento obrero se hubiese fortalecido con Evita en la Vicepresidencia. 

Pero tampoco resulta ilógica la explicación de que Eva tomó una decisión libre y personal, fundamentada responsablemente en su enfermedad. Al final, lo concreto es que Evita morirá el 26 de julio de 1952, once meses después del renunciamiento. 

Otros incluso, como el Padre Benítez, confesor de Eva, resaltan que Evita no quería ser vicepresidenta porque entendía que iba a perder poder y sería encasillada institucionalmente en el Congreso perdiendo libertad de acción política.

Por otro lado, respondiendo argumentos, pese a que Evita no fue candidata, los militares antiperonistas redoblaron su activismo golpista. A sólo pocos meses Menéndez lleva adelante un intento de Golpe de Estado.

Igualmente, la idea de que Evita opacaría a Perón o lo confrontaría también resulta absurda a la luz de la dinámica política que tuvieron desde que se conocieron y construyeron la relación afectiva y política que cambió la Argentina.

Del mismo modo, la teoría de que Perón no quería transferir poder a los sindicatos también es objetable. Nunca fue un problema político significativo para Perón la relación con las organizaciones de los trabajadores durante el primer peronismo.

 

El progresivo deterioro de la salud de Evita

Los años de apogeo del poder de Evita rondan entre el 50 y el 51. Son también los años que la enfrentarían con la enfermedad y su última elección: renunciar a la vicepresidencia de la Nación.

El primer signo de su enfermedad apareció el 9 de enero de 1950: Evita cayó desfallecida en un acto inaugural del sindicato de taxistas en Puerto Nuevo. El 13 de enero la Subsecretaría de Informaciones anunció que la esposa del primer mandatario debería alejarse temporalmente de sus actividades e, incluso, internarse por unos días para una pequeña intervención quirúrgica que se realizaría días después. El 14 de febrero sufrió un nuevo desmayo en la Fundación y fue trasladada a la residencia presidencial de la avenida Libertador. A los 15 días del incidente volvió a su ritmo de trabajo, en la Secretaría de Trabajo y Previsión.

En 1951 ya su ritmo de trabajo había descendido considerablemente, los dolores comenzaban a postrarla y comenzaba una larga y agonía. En agosto del 51, cuando el Cabildo, Eva ya conocía la gravedad de su estado.

A partir de octubre de 1951, Evita pronunció un solo discurso desde el balcón de la Casa Rosada y no volvió a sus tareas gubernamentales. Navarro relata que “pasó esos largos meses prácticamente recluida en la residencia presidencial, saliendo ocasionalmente, pues le hacían frecuentes transfusiones de sangre y le habían ordenado reposo absoluto” ([iv]). 

En noviembre de 1951, el mes que se realizaron las elecciones presidenciales, Eva fue operada por el cirujano y oncólogo norteamericano George Pack. En su pronóstico advirtió que, de mantener reposo absoluto, en un plazo de seis a doce meses se podría prolongar su vida.

A los siete meses fallecería Evita, por el más infame cáncer de nuestra historia, que ya se había derramado en metástasis por todo su ya popularmente santificado cuerpo.



[i] Marysa Navarro, “Evita”, páginas 284 y 285, Editorial Edhasa, año 2005.

[ii] Norberto Galasso, “Perón, Tomo I Formación, Ascenso y Caída (1893-1955), página 576, Ediciones Colihue, año 2005

[iii] Tomas Eloy Martinez, “Santa Evita”, páginas 116 y 117, Biblioteca del Sur – Planeta, año 1995.

[iv] Marysa Navarro, op. cit, página 297.