La
Reforma Universitaria surgió como una necesidad de democratizar los estatutos
que regían los anquilosados centros de estudio, pero en los inicios mismos de
su aparición los dirigentes tomaron conciencia de la necesidad de situar la
lucha en un contexto que superara los marcos estrechos de la Universidad.
Desde
el comienzo alentó un contenido latinoamericano y antiimperialista como lo
expresa el Manifiesto Liminar: “... la juventud argentina de Córdoba a los
hombres libres de Sud América, creemos no equivocarnos, las resonancias del
corazón lo advierten estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una
hora americana”.
La
trayectoria posterior de la Reforma como un movimiento popular, latinoamericano
y antiimperialista se iba a desnaturalizar por el predominio, en la conducción
del movimiento, de sectores que radicalizaban abstractamente el contenido de la
lucha, aislando al estudiantado en “la isla democrática” y desconectándolo de
las luchas que emprendía el pueblo argentino. El reformismo también tuvo sus limitaciones sustanciales, y en muchos
aspectos no pasó del discurso. Hubo que esperar la llegada del peronismo que dispuso la gratuidad y la
suspensión de los aranceles universitarios que se materializaron el 22 de
noviembre de 1949 y la ejecución de una política de Estado que hizo efectivo el derecho a
la educación universitaria a millones de argentinos.
Pero más allá de las limitaciones, en especial de lo que hicieron sus herederos en las décadas posteriores, de todos los cambios operados en el período yrigoyenista hubo pocos que tuvieron resonancia americana como la tuvo el producido por la Reforma Universitaria. La Reforma Universitaria fue, en su hecho fundacional de 1918, un hito histórico fundamental para la democracia argentina, incorporado en la mejor tradición transformadora y libertaria de nuestra sociedad.
"...los dolores que quedan son las libertades
que faltan...”.
Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, 1918.
El
momento histórico
De
todos los cambios operados en el período yrigoyenista hubo pocos que tuvieran
resonancia americana como la tuvo el producido por la Reforma Universitaria. Es
en consideración a esta trascendencia continental entiendo la Reforma
constituye un hecho singular en nuestra historia, que merece una mirada
especial en su contexto histórico.
El
ascenso de las clases medias y su acceso a los claustros universitarios obligó
a redefinir el sentido y el manejo de las universidades en la Argentina. La
reforma universitaria se genera en la Universidad de Córdoba que en el plano
cultural se mantenía en una situación cuasi medieval, de increíble atraso
intelectual y científico.
¿Por qué Córdoba?
Y
no fue casual que fuera Córdoba el centro de la Reforma ya que, como concuerdan
muchos historiadores del tema, la ciudad parecía estar detenida en el tiempo.
Aparecía como una prolongación del mundo colonial, aislada de los cambios que
transformaban a una sociedad que la cercaba.
Cerrada
al progreso general, opuesta a todo aquello que disminuyera la jerarquía del
dogma, mantenía una rígida y vetusta organización institucional que paralizaba
al estudiantado.
Los estudiantes y el pensamiento académico de la época
A
pesar de todo, el movimiento estudiantil estaba impactado por la primera guerra
mundial, la revolución socialista en Rusia y los cambios sociales y políticos
que se operaban en el país.
La
ideología dominante en los sectores universitarios oscilaba entre un
neokantismo y una tibia adhesión al marxismo entre los estudiantes de Derecho.
Estaba en boga la lectura del filósofo francés Henri Bergson que implicaba una
revalorización del vitalismo y el espiritualismo contra los postulados de la
“filosofía positiva” de Augusto Comte. El positivismo, que se había introducido
al país enancando en la oligarquía utilitaria y escéptica no logró atraer al
movimiento estudiantil en esa etapa de su desarrollo.
Los objetivos de la Reforma
La
Reforma Universitaria surgió como una necesidad de democratizar los estatutos
que regían los anquilosados centros de estudio, pero en los inicios mismos de
su aparición los dirigentes tomaron conciencia de la necesidad de situar la
lucha en un contexto que superara los marcos estrechos de la Universidad.
Ya
no era tiempo para que la universidad quedara estereotipada en una función exclusivamente
académica, marginada, o confinada como una isla de los problemas que
constituyen la vida misma de la sociedad.
La vocación americanista
Desde
el comienzo alentó un contenido latinoamericano y antiimperialista como lo
expresa el Manifiesto Liminar: “... la juventud argentina de Córdoba a los
hombres libres de Sud América, creemos no equivocarnos, las resonancias del
corazón lo advierten estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una
hora americana”.
La
historia confirmará que no estaban equivocados. En la primera hora de su
estallido, la Reforma Universitaria se extiende sorprendentemente a toda la
región hispano-portugués, de Córdoba la llama se extiende a Lima, Cuzco, La
Habana, México, Río de Janeiro, La Paz y Sucre. Esta tendencia se consolidará
en el Perú, donde la generación del 18, influenciada por la Reforma
Universitaria Argentina, echará las bases de un movimiento político original:
El APRI, que constituyó el punto de partida para la formación de un pensamiento
marxista latinoamericano. Haya de la Torre, el máximo dirigente histórico del
aprismo definirá la reforma universitaria por su importancia como: “la
revolución latinoamericana por la autonomía espiritual”.
El proceso político de la Reforma, el “estallido del 15 de
junio”
La
“chispa” que inicia el estallido estudiantil se produce en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Córdoba donde los cursos se realizaban,
sorprendentemente, por medios exclusivamente teóricos, ni hombres vivos ni
cadáveres podían ser expuestos a los estudiantes para ser estudiados, ni
siquiera animales vivos eran estudiados. La patología se impartía sin enfermos.
A
fines de mayo de 1917 surgen los primeros síntomas de descontento del
estudiantado que decide una huelga a comienzos de 1918. Yrigoyen, que acogió
con gran simpatía este movimiento envió la intervención a la Universidad,
reformándose los estatutos de acuerdo a los que regían en la Universidad más
progresista y moderna del país que era la de La Plata.
Se
realizan las elecciones según los nuevos estatutos, pero el candidato de los
estudiantes es derrotado por el de la corporación clerical. El engreído
obispado cordobés, abroquelado en “la casa de Trejo” no se resignaba a
perder este esencial bastión de poder.
Ante
la derrota, los estudiantes comprenden entonces que no es simplemente un tema
estatutario y reaccionan contra el sistema educativo en su totalidad, es decir
contra el clima en la cual se desenvolvía la actividad educativa y
fundamentalmente contra las camarillas clericales conservadoras que tornaban
imposible cualquier transformación de fondo. Y al grito de “¡abajo la oligarquía¡”
los estudiantes van por todo cuestionando el conjunto de la situación existente
y dándole al mismo tiempo a su lucha un contenido que la relaciona con la que
vienen sosteniendo otros sectores populares en el país.
Este
hecho es el históricamente celebre estallido del 15 de junio de 1918. Más de
mil estudiantes que esperaban los resultados de los comicios estallaron de indignación
y tomaron el salón magno donde sesionaba la Asamblea Univesitaria, echando a
las autoridades que consideraban ilegitimas, rompiendo muebles, instalaciones y
los cuadros de los obispos que fueron sido rectores desde 1613.
Esos cerca de
mil estudiantes se declararon en huelga. Eran más de 2/3 de los estudiantes del
momento en la casa de altos estudios. Tomaron la Universidad y exigieron la
renuncia del Rector Nores. El rector electo llamó a la policía y la toma de la
Universidad se transformó en una batalla campal. El 16 de junio la FUA pidió al
gobierno nacional que interviniera otra vez la Universidad de Córdoba y declaró
huelga general estudiantil en todo el país durante 4 días, en solidaridad con
la lucha de los estudiantes de Córdoba. Finalizada la huelga, la FUA
decidió convocar para el 14 de julio al Primer Congreso Nacional de Estudiantes
a ser realizado en Córdoba. Se había producido el parto del movimiento
universitario nacional.
El 21 de junio, al momento de la ocupación y la huelga, el movimiento estudiantil cordobés publicó en La Gaceta Universitaria el célebre Manifiesto Liminar, firmado por los líderes de la Federación Universitaria de Córdoba. El manifiesto es un texto de gran relevancia política, muy bien escrito, de lectura ineludible para cualquier militante universitario, cuya lectura recomiendo a todos. El mismo concluye, entre sus grandes pasajes: "La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa".
La Reforma como bandera de Yrigoyen
Apenas
se funda la FUA (Federación Universitaria Argentina), el Presidente Yrigoyen
recibe una delegación de la misma afirmando que: “su gobierno pertenecía al
espíritu nuevo, que se identificaba con las justas aspiraciones de los
estudiantes y que la Universidad argentina debía nivelar con el estado de
conciencia alcanzado por la República”.
El
gobierno convalidó institucionalmente los postulados de la Reforma a través de
sucesivos decretos. Era la primera legislación reformista en las universidades
americanas. Radicalismo y Reforma se identificaban en la medida en que
cuestionaban situaciones de ostensible dominio oligárquico.
Los límites del reformismo, mirada crítica más allá de la gesta del 18
La
trayectoria posterior de la Reforma como un movimiento popular, latinoamericano
y antiimperialista se iba a desnaturalizar por el predominio, en la conducción
del movimiento, de sectores que radicalizaban abstractamente el contenido de la
lucha, aislando al estudiantado en “la isla democrática” y desconectándolo de
las luchas que emprendía el pueblo argentino.
Así,
en el seno mismo de la reforma se generó una contrarreforma que mutiló el contenido
histórico original dando paso a dos variables políticas que tuvieron vigencia
durante décadas: el reformismo complaciente con el sistema (Franja Morada) y el
stalinismo de la Federación Juvenil Comunista.
La
participación de la FUA en el golpe del 30; su transacción con el contubernio
de la Unión Democrática en el 45; la conspiración y el Golpe de Estado del 55,
al cual le aportó muchos de los tristemente célebres “comandos civiles”, son
algunos de los hitos que jalonaron el proceso de traición a los ideales
originales de la Reforma Universitaria. Luego del 55 y hasta el 83, tampoco fue
en su dimensión institucional una herramienta del todo útil para la causa
popular a la hora de resistir las dictaduras y defender la Democracia y el
Estado de Derecho.
El reformismo también
tuvo sus limitaciones sustanciales, y en muchos aspectos no pasó del discurso.
En lo teórico, en su dimensión política, no se hablaba de enseñanza gratuita,
tampoco se hizo hincapié en la inclusión social, el acceso masivo y la extensión
real.
Para todo esto hubo que esperar la llegada del peronismo que dispuso la
gratuidad y la suspensión de los aranceles universitarios que se materializaron
el 22 de noviembre de 1949, mediante el Decreto 29337, firmado por el
presidente Juan Domingo Perón y con una política de Estado que hizo efectivo el
derecho a la educación universitaria a millones de argentinos, a través de
distintos gobiernos peronistas, que facilitaron el acceso a la universidad de los
sectores populares, creando más universidades y facultades públicas, lo que
hasta el día de hoy ha representado los aportes concretos y reales a la construcción
de una política de educación superior que le abrió las puertas a la sociedad
argentina.