jueves, 22 de agosto de 2019

22 de agosto de 1951: “Cabildo Abierto del Justicialismo” y ¿por qué renunció Evita?


“Perón: Porque no puede chinita. Porque vos no podés ser vicepresidenta. Y no por los militares, ni por los curas, no por los oligarcas. Vos sabés porqué. Yo te lo voy a decir…pero vos ya me lo dijiste. Vos ya lo sabés.


Evita: ¿Qué es lo que sé? ¿Qué es lo que te dije?

Perón: Me dijiste que odiabas tu cuerpo. Que te estaba traicionando. Dijiste que era el mejor aliado de tus enemigos. El que estaba consiguiendo lo que ninguno de ellos había conseguido: derrotarte.


(Pausa. Perón apaga su cigarrillo. Mira a Evita.)

Perón: Tu cuerpo te abandonó, te traicionó, te derrotó. Está enferma, chinita. (Pausa .Casi con furia) ¡Tenés  cáncer , carajo ¡ Tenés Cáncer!”

Fragmento del guion de la película “Eva Perón” (1996), escrito por José Pablo Feinmann. 

Escribe: A. Gonzalo García Garro.

El Cabildo Abierto

Ubiquemos los hechos en tiempo y espacio: Estamos en agosto de 1951 y al año siguiente debe renovarse el mandato presidencial, porque termina el período iniciado por seis años en 1946. El Gral. Perón es presidente y el vicepresidente es Hortensio Quijano, radical incorporado al peronismo. La reforma constitucional de 1949, habilita para reelegir al presidente por un segundo mandato. Los partidos deben elegir sus candidatos, porque en noviembre de ese año, serán las elecciones generales presidenciales.

El peronismo organiza un gran acto en la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires y a propuesta de la CGT, se impulsa la fórmula Perón-Evita. Al acto se lo denomina “Cabildo Abierto del Justicialismo” y concurren al mismo cerca de 2 millones de personas, fue el acto político más grande en la historia argentina hasta ese momento.

En los cabildos abiertos de la época colonial el pueblo tomaba las decisiones ejerciendo una forma de democracia directa y fue un cabildo abierto, el del 22 de mayo de 1810, el que inició la gesta emancipadora. Los organizadores del acto al elegir el nombre de Cabildo le daban al acto una entidad especial donde el principal elemento era la participación del pueblo en este gran foro multitudinario.

El diálogo entre Evita y el pueblo

El cabildo es iniciado por un discurso que pronuncia el Secretario General de la CGT, Espejo, y continúa con un discurso de Evita en el que no acepta ser candidata a vicepresidente y luego, se produce un extenso y dramático diálogo entre Evita y la multitud. ¿Es posible un diálogo en esas condiciones? Sí, así fue lo que ocurrió. Una mujer, debilitada por una enfermedad terminal y quebrada por la emoción, parlamenta con una multitud compuesta por dos millones de personas sensibilizadas por la trascendencia del hecho histórico en el que participaban.

El Pueblo insiste para que acepte y Evita explica que ella, se siente más útil en el terreno de la lucha que ha elegido y no ocupando un cargo. Continúa el diálogo increíblemente. Hay una contradicción evidente entre lo que se le pide y lo que Evita reclama conservar: la misión asumida en el movimiento. La presión de la multitud para que acepte, crece y por momentos es extrema.

Evita dice, en tono de ruego: “compañeros, por el cariño que nos une, no me hagan hacer lo que no quiero hacer” y más tarde lanza una frase que entró de lleno en la historia: “Yo no renuncio a la lucha, renuncio a los honores”.

Durante el acto y en un momento en que Evita, pide a la multitud, unas horas para poder responder al reclamo para que acepte la candidatura, el dirigente gremial Espejo, que se encuentra a su lado en el palco, le reclama a viva voz, que no, que debe responder ¡¡¡ahora, ahora, ahora ¡¡¡ Evita resiste la presión y finalmente el acto termina sin que la cuestión sea dirimida. La multitud se desconcentra pacíficamente.

Nueve días más tarde, el 31 de agosto y por la cadena nacional de radiodifusión, Evita comunica al pueblo, su decisión irrevocable y definitiva de renunciar a la candidatura a vicepresidente de la nación.  Afirma en ese mensaje, que lo hace con “total y absoluta libertad” y que prefiere seguir estando junto al pueblo en su puesto de lucha y no ser vicepresidente.

¿Por qué renunció Evita? Las teorías y un intento de explicación

Hasta aquí he intentado una descripción de los hechos. Para nosotros hoy la historia de Evita no está compuesta de hechos sino de las interpretaciones de los mismos. Este acto político, conocido como “el renunciamiento de Evita” ha sido analizado por politólogos, desmenuzado por historiadores, y mitificado por el imaginario peronista de manera tal que, desde el presente cobra ciertos resignificados: “Perón no se lo permitió porque amenazaba su propio poder”, fue y es la explicación simplista de los liberales “más lúcidos” de la oligarquía. “Los militares se opusieron” dirán maliciosamente los sectores de izquierda antiperonista que operaban para debilitar el peronismo. “Pudo haber sido una conquista importante para el movimiento obrero”, expresarán otros tratando de mostrar que existían fisuras en el frente nacional.

Son interpretaciones a las que me permito sumar otra, tal vez obvia, pero tan posible como las otras: Evita renuncia a la vicepresidencia porque toma conciencia de la gravedad del cáncer que la afectaba y el carácter irreversible del mismo.

Es cierto que un sector de los militares presionó a Perón para evitar la candidatura de Evita. Es también cierto que la figura de Eva institucionalizada en la vicepresidencia hubiese sido insoportable para la oligarquía y resulta incuestionable que el movimiento obrero se hubiese fortalecido con Evita en la Vicepresidencia. Pero tampoco resulta ilógica la explicación de que Eva tomó una decisión libre y personal, fundamentada responsablemente en su enfermedad. Al final, lo concreto es que Evita morirá el 26 de julio de 1952, once meses después del renunciamiento.

Por otro lado, respondiendo argumentos, pese a que Evita no fue candidata, los militares antiperonistas redoblaron su activismo golpista. A sólo pocos meses Menéndez lleva adelante un intento de Golpe de Estado. Igualmente, la idea de que Evita opacaría a Perón o lo confrontaría también resulta absurda a la luz de la dinámica política que tuvieron desde que se conocieron y construyeron la relación afectiva y política que cambió la Argentina. Del mismo modo, la teoría de que Perón no quería transferir poder a los sindicatos también es objetable. Nunca fue un problema político significativo para Perón la relación con las organizaciones de los trabajadores durante el primer peronismo.

El progresivo deterioro de la salud de Evita

Los años de apogeo del poder de Evita rondan entre el 50 y el 51. Son también los años que la enfrentarían con la enfermedad y su última elección: renunciar a la vicepresidencia de la Nación.

El primer signo de su enfermedad apareció el 9 de enero de 1950: Evita cayó desfallecida en un acto inaugural del sindicato de taxistas en Puerto Nuevo. El 13 de enero la Subsecretaría de Informaciones anunció que la esposa del primer mandatario debería alejarse temporalmente de sus actividades e, incluso, internarse por unos días para una pequeña intervención quirúrgica que se realizaría días después. El 14 de febrero sufrió un nuevo desmayo en la Fundación y fue trasladada a la residencia presidencial de la avenida Libertador. A los 15 días del incidente volvió a su ritmo de trabajo, en la Secretaría de Trabajo y Previsión.

En 1951 ya su ritmo de trabajo había descendido considerablemente, los dolores comenzaban a postrarla y comenzaba una larga y agonía. En agosto del 51, cuando el Cabildo, Eva ya conocía la gravedad de su estado. En noviembre fue operada por el cirujano y oncólogo norteamericano George Pack. En su pronóstico advirtió que, de mantener reposo absoluto, en un plazo de seis a doce meses se podría prolongar su vida.

A los siete meses fallecería, por el más infame cáncer de nuestra historia, que ya se había derramado en metástasis por todo su ya popularmente santificado cuerpo.