sábado, 16 de septiembre de 2023

16 de septiembre de 1955: Conspiración, Golpe y una explicación de la marcha al exilio de Perón sin resistir militarmente

En primer plano, el Almirante Rojas y el General Aramburu, la esencia de la Revolución golpista, antidemocrática y criminal autodenominada Libertadora.



“El golpe de Estado que me derrocó en setiembre de 1955 fue encabezado por Eduardo Lonardi, un general temulento que ya me había traicionado en Chile veinte años antes, ([i]) y al que por compasión perdoné. No duró en el poder sino unos pocos meses. Lo reemplazó un general que había sido alumno mío en la Escuela Superior de Guerra de nombre Pedro Eugenio Aramburu. Era un verdadero inepto para todo, menos para la perversidad.  Al primero lo liquidó la cirrosis. Tuvo el triste fin que se merecía. Del segundo se encargará el pueblo alguna vez. El pueblo no dejará sin venganza los estropicios que nos hizo ese canalla. Aramburu entregó el país a los intereses extranjeros, fusiló sin misericordia a los patriotas que se le rebelaron y mandó a esconder o a destruir (sólo Dios sabe eso) el cadáver de Evita, para que el pueblo no pudiera venerarlo. Esos crímenes nunca quedan impunes. Palabras de Perón a Tomás Eloy Martínez, Madrid 29 de junio de 1966. En "Conversaciones con Perón”.

“..Yo, que amo profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por mi culpa los argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada guerra civil”. Carta de Juan Perón del 19 de septiembre de 1955 dirigida al general Franklin Lucero.


Tras su apogeo y de ejercer el poder entre los años 1945 y 1955 se da un quiebre en el eje de poder sobre el cual se sustentó el peronismo. Como consecuencia de esto, ese mismo año se produce el golpe militar de septiembre del 55, el más grosero golpe a la voluntad popular en nuestra historia. Perón era un presidente enormemente legitimado por el pueblo, su legitimidad democrática es absolutamente indiscutible.

Perón se alzó con su reelección presidencial en las elecciones del 11 de noviembre de 1951 con el 63.40 %, ganando en todas las provincias. En 1954 se llevaron adelante las elecciones legislativas nacionales y el peronismo sacó el 64.28 %. El mismo 25 de abril de 1954 en forma simultanea se realizaron los comicios para elegir vicepresidente, cargo que estaba vacante desde el fallecimiento de Hortensio Quijano, y allí el peronismo también arrasó con el 64.52 %, consagrando a Alberto Teisaire, quien luego tendría un indigno papel durante la dictadura que derrocó a Perón.

El peronismo cae porque se desarticula la coalición que lo había sostenido (es lo que se denomina, para la sociología política, como “la ruptura del bloque histórico” según los términos de Gramsci), por los avatares de la historia esa fuerza en coalición que ejerció el poder durante 10 años se desarticula y si bien jamás perdió el acompañamiento del pueblo perdió el poder militar, quien apoyado por el poder económico y los intereses de las élites, fue quien galvanizó la oposición antiperonista y desencadenó el golpe de 1955.

La caída del peronismo abrió la etapa de la manifestación más abierta y desenfrenada del odio político en nuestro país, que dio nacimiento a la persecución institucionalizada. Un odio político que aún perdura en algunos sectores de la sociedad, pese a los años que han pasado.

Era, es, odio de clase, odio éste que se manifestó desde 1955 hasta 1983 con golpes de estado sangrientos y persecutorios, que cometieron las más flagrantes violaciones a los derechos humanos de nuestra historia. De hecho, el Golpe del 55 fue un hecho de violencia sin precedentes en la historia del siglo XX y XXI. En cuatro días de lucha el país quedó ensangrentado y había más de 4.000 muertos, dato este silenciado y ocultado por la historia oficial.

Pero no pretendo en este artículo abordar las causas y consecuencias del golpe del 55, sino reconstruir una crónica militar y política de la conspiración y el golpe, identificando actores, acciones militares, procedimientos y maniobras tácticas y estrategias que desencadenaron con el fin del primer peronismo y la instauración de una dictadura infame en Argentina. Divido la nota en tres partes, una que llamo “conspiración” en la que describo el armado militar y político del golpe y otra que llamo el “el golpe” en el que pretendo reconstruir el derrotero de hechos que comenzaron aquel ignominioso 16 de septiembre de 1955 y terminaron con el exilio de Perón.

A lo último, en una tercera parte, trato de dar una respuesta al enigma de que por qué Perón se fue al exilio sin luchar hasta lo último. Debate inconcluso este al que hago mi aporte.

Escribe: A. Gonzalo García Garro

1. La conspiración 
 “Era indispensable el apoyo del Ejército, sin cuyo concurso resultaba imposible una rebelión armada con posibilidades de éxito. Se establecen los contactos, y el general en actividad don Pedro Eugenio Aramburu acepta, después de una serie de reuniones, ser cabeza de la conspiración cuyos hilos pone en manos del coronel Eduardo Señorans, que a la sazón se desempeñaba en el Estado Mayor del Ejército “. “Mi padre y la revolución del 55 “, Marta Lonardi, hija de Eduardo Lonardi) ([ii])

Iba creciendo el golpismo
Estamos en 1955. Mientras Perón pretendía se afanaba en instalar una política de pacificación, varias conspiraciones, con frágiles vínculos entre sí, aguardaban a la espera de una oportunidad propicia para el golpe y la sublevación.

A esta altura, el cabecilla más probable de los disidentes era el General Pedro Eugenio Aramburu, quien estaba en actividad como director de los cursos para coroneles dictados en la Escuela de Guerra y ostentaba el rango más alto entre los golpistas. Había un grupo de oficiales jóvenes, especialmente los que estaban asignados a algunas guarniciones del ejército en la ciudad de Córdoba, que también operaban para derrocar al gobierno. Contarían también con la participación del General Lonardi quien por entonces había pasado a retiro después de la fracasada “chirinada” de Menéndez en 1951.

La presión sobre los conspiradores se hizo más intensa después del discurso del “Cinco por uno” de Perón. Luego del bombardeo a la Plaza de Mayo amplios sectores de peronismo estaban resuelto a aplastar cualquier rebelión militar. Esto provocó que, a principios de septiembre se lanzara una rebelión prematura en la Cuarta Región militar con asiento en la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, conducida por el General Videla Balaguer. Pero la insurrección fracasó antes de concretarse.

En la provincia de Córdoba, los oficiales de la Escuela de Artillería que habían jurado derrocar a Perón se encontraban haciendo maniobras con sus tropas. Cuando los ejercicios concluyeran a mediados de mes, sus armas debían ser devueltas, por lo que el momento de actuar se aproximaba inexorablemente.

Se elige la fecha del 16 de septiembre
Isaac Francisco Rojas.
Por último, las unidades navales se encontraban listas para sublevarse, pero enfrentaban una inspección inminente que dejaría al descubierto sus intenciones golpistas. Su cabecilla, el almirante Isaac Rojas, (el jefe naval de más alta graduación en actividad, condecorado con la medalla de la “Lealtad Peronista”) hizo saber a sus aliados del ejército que, si no se rebelaban antes del 17 de septiembre, la marina estaba decidida a bombardear nuevamente la Casa de Gobierno en esa fecha.

Y con respecto a la Fuerza Aérea, diría el mismo Perón: “…  la Marina, ya comprometida con los hechos del 16 de junio, trató de ganar la causa de la revolución también a la Aeronáutica. Donde no llegó la persuasión llegó el dinero y el dinero se mostró más fuerte que todas las razones” (Juan Domingo Perón, “Del poder al exilio”).

Evaluando todos los factores, Aramburu, llegó a la conclusión de que un levantamiento armado con tan pocas unidades del ejército y en esas circunstancias no podía tener garantía de éxito y se retiró de la participación activa.

Pedro Eugenio Aramburu.
“Mi padre quedó atónito cuando Aramburu le contestó “que no conspiraba ni conspiraría” cuenta Marta Lonardi y entonces, como no era aconsejable posponer el golpe el general retirado Eduardo Lonardi decidió por cuenta propia llenar el vacío dejado por la defección de Aramburu. Estaba consciente que las posibilidades de triunfar eran escasas, pero también se daba cuenta de que cualquier demora podría ser fatal para los comprometidos en la insurrección. El día 5 de septiembre se puso a la cabeza de la revolución para derrocar a Perón.

Lonardi recibió en herencia los distintos grupos insurgentes que antes habían respondido a la conducción de Aramburu y estableció contactos con la Marina. El día 11 de septiembre dio a conocer en una reunión su plan de acción que se iniciaría el día 16 de septiembre a las 00.00 horas.

El Plan golpista, los actores civiles
El plan subversivo consistía en lograr sublevaciones simultáneas de guarniciones del ejército en Córdoba y en el resto del país, la totalidad de la flota de mar, importantes instalaciones navales y varias unidades de la fuerza aérea. El primer objetivo y a la vez el más crítico, era Córdoba. Una vez que cayera esta ciudad, los sublevados se dirigirían al este hacia Santa Fe, y luego marcharían rumbo al sur en dirección a Buenos Aires. Mientras tanto la flota iniciaría un bloqueo al Río de la Plata con el objetivo de estar en posición cuando llegara el momento del asalto final a la Capital.

Era una estrategia ambiciosa que dependía de que los primeros sublevados en Córdoba pudiesen mantenerse firmes en sus posiciones durante 48 horas y así atraer a otros oficiales que aún no se habían comprometido y darle al movimiento un ímpetu irreversible.

El movimiento “rebelde” contaba con aliados en Uruguay. En Montevideo, desde junio de 1955 funcionaba un comando revolucionario y el presidente uruguayo Batlle Berres mantenía permanente comunicación con los rebeldes asilados y, la embajada uruguaya en Buenos Aires actuaba como órgano adelantado en Buenos Aires. “El gobierno del Uruguay, quebrantando todas las normas del derecho internacional en abierta violación de la Carta de la Organización de los Estados Americanos, no sólo amparó, ayudó y cubrió la acción revolucionaria en la persona de los conspiradores, sino que puso a su disposición dinero, medios y aun el Estado para el logro de sus designios”, escribiría Perón tres años más tarde en “La fuerza es el derecho de las Bestias”.

Las emisoras radiales uruguayas fueron permanentes agentes de perturbación y propaganda contra el gobierno peronista y durante la sublevación sirvieron de enlace entre los distintos focos rebeldes.

Para terminar de crear el clima necesario para la sedición inminente, en Buenos Aires, la Acción Católica y algunos colegios religiosos comenzaron a provocar desmanes en las altas horas de la noche. Las reuniones eran organizadas por la Curia Metropolitana que había dispuesto la realización de misas en la noche después de la cuales, la oposición ganaba la calle con actos relámpagos y enfrentamientos con la policía.

Perón había delegado el mando a los generales conducidos por Lucero que era el comandante en jefe y éste no estaba al tanto de los movimientos de tropa en Córdoba a pesar de haber viajado a la ciudad mediterránea. Lonardi llegó a Córdoba en ómnibus el día 14 de septiembre a la noche, estuvo un día escondido en la casa de su cuñado, el dirigente nacionalista católico Clemente Villada Achával y el día 15 por la tarde la Marina de Guerra encendió la luz verde cediendo el paso para lo que se llamaría la “Revolución Libertadora”.

2. El golpe del 55

“Señores: vamos a llevar a cabo una empresa de gran responsabilidad. La única consigna que les doy es que procedan con la máxima brutalidad”. 
Palabras pronunciadas por Lonardi al grupo de personas que lo acompañaba al momento de comenzar la sublevación según el libro “Mi padre y la revolución del 55 “de Marta Lonardi.

Lonardi y Córdoba, la hora y zona 0 del golpe
En las primeras horas del 16 de septiembre de 1955, el general Eduardo Lonardi, junto con una docena de oficiales y civiles, salió de una finca situada en la localidad cordobesa de La Calera. Ingresó en la Escuela de Artillería, donde se le facilitó el acceso. Entró en el dormitorio del coronel jefe de la unidad, lo intimó a sumarse a la revolución y, ante un amago de resistencia, le disparó un balazo que le rozó la oreja. La consigna que había impartido a su gente –“proceder con la máxima brutalidad”– rindió efecto.

Eduardo Lonardi.
Una vez arrestados los oficiales y suboficiales leales, Lonardi llamó por teléfono al jefe de la vecina Escuela de Infantería, coronel Guillermo Brizuela. No hubo respuesta. Los de Infantería permanecerían leales al gobierno. Poco después se entablaba el primer combate de ese día. Duró unas diez horas y produjo numerosas víctimas.

La situación fue en un momento tan crítica para los golpistas que Lonardi admitió una eventual derrota, pero, casi de inmediato, de manera salvadora, llegó una oferta de parlamentar. Entonces, según un conocido relato de Luis Ernesto Lonardi, el jefe golpista invitó al jefe leal a dar por terminada la lucha. Esta, afirmó, será la última revolución, “la que sin vencedores ni vencidos afirmará la unidad de los argentinos”. “Brizuela lamentó (continúa narrando el hijo del general insurrecto) que se hubiera derramado sangre de hermanos, mientras Lonardi le aseguraba que por haber luchado con valor se le rendirían honores”. Fue como un intento fugaz de tregua, pero los enfrentamientos armados continuaron toda la jornada.

Las radios tomadas por la Aeronáutica, cuyas fuerzas también se habían rebelado, convocaban a la insurrección. En una proclama firmada por el futuro presidente Arturo Illia (al cual el anti peronismo hace esfuerzo por mostrar como un estadista y un demócrata y en realidad fue un golpista en el 55, presidente electo con el 25% de los votos en 1963 y con el peronismo proscripto, y un gobernante inútil e incapaz en todos los aspectos) y otros dirigentes radicales cordobeses, se decía: “ciudadanos: a la calle a defender la libertad, la democracia, la justicia y la paz de la familia argentina”.

El gobernador de Córdoba, Raúl Lucini, que se había instalado en la jefatura de policía, en el viejo Cabildo, partió con rumbo desconocido en las primeras horas de la tarde. Luego, con la ciudad en estado de caos, el eje de la acción se trasladó a la céntrica plaza San Martín, donde una columna integrada mayoritariamente por civiles, con el general Dalmiro Videla Balaguer y el comodoro Krause al frente, tomó la sede policial después de un sangriento tiroteo.

Como los rebeldes carecían de infantería, civiles armados y dirigidos por oficiales de la Aeronáutica, se encargarían de ocupar la CGT, el Aeropuerto y la comisaría situada en el barrio Clínicas. Estos civiles, que se autoproclamaban “comandos civiles” habían esperado desde muy temprano la oportunidad de entrar en acción; unos eran estudiantes reformistas, comunistas y socialistas de las distintas facultades de la Universidad Nacional de Córdoba; otros, activistas católicos y miembros del patriciado local más conservador; otros, los más, militantes radicales del sabatinismo. 

Al anochecer, mientras nuevos voluntarios se sumaban al alzamiento, se sabía en el comando rebelde, que unidades poderosas de guarniciones leales vendrían a reprimirlos. Lonardi en ese momento estaba incomunicado y desconocía que ocurría con sus aliados de la marina y con las demás unidades comprometidas.

El golpe avanza en el resto del país

Hubo alzamientos del ejército en Mendoza y San Juan y ambas provincias quedaron bajo el control de los “revolucionarios” golpistas. En Curuzú Cuatiá, Corrientes, Aramburu cambió insólita y sorpresivamente de idea y se hizo cargo del comando de las fuerzas rebeldes de la región, pero las tropas leales lograron rodearlos y Aramburu se vio forzado a huir.

La operación naval del levantamiento se desenvolvió sin inconvenientes. Los buques de guerra anclados en Bahía Blanca, y Puerto Madryn respondieron a los rebeldes como estaba previsto y una flota de buques de guerra comenzó a agruparse y dirigirse hacia el norte a lo largo de la costa de la Provincia de Buenos Aires. Fracasó, en un principio, la sublevación en Puerto Belgrano debido a la resistencia de una unidad del ejército leal al gobierno, pero los rebeldes consiguieron recuperar la base después de una larga lucha. 

En la mañana del día 16 de septiembre mientras las informaciones sobre las diferentes asonadas iban llegando a la ciudad de Buenos Aires, ya se podía apreciar con claridad que lo que estaba ocurriendo no era una chirinada más sino un esfuerzo serio y coordinado para derrocar el gobierno. Grupos de civiles armados salieron a las calles dando cumplimiento al plan de tomar emisoras de radio, pero la policía fácilmente pudo reprimirlos. Alrededor de la Casa Rosada y a lo largo del puerto fueron colocadas baterías antiaéreas. A pesar de todo este movimiento, la ciudad capital seguía respirando un clima de sosiego. Los enfrentamientos armados no tenían esta vez como centro a la ciudad de Buenos Aires como ocurriera en otros golpes de estado.

Perón, Lucero y el sublevamiento de Córdoba

Perón mantuvo una conferencia con el general Lucero y el resto de los miembros del comando en jefe del ejército en el Ministerio de Guerra a fin de analizar el cuadro de situación. Lucero toma la responsabilidad de defender el gobierno y Perón quedó aparentemente satisfecho y tranquilo en dejar la conducción de la represión en manos de sus generales.

Juan Perón (izquierda) junto a Franklin Lucero (derecha)
El nervio central de la rebelión era Córdoba donde resistía Lonardi. Lucero y los generales elaboraron cuidadosamente un plan para aniquilar el foco rebelde denominado “Operación Limpieza” y las tropas leales empezaron rápidamente a cercar por todos lados a la capital provincial. Más de 10.000 hombres rodeaban a las fuerzas de Lonardi que no llegaban a los 4.000.  El golpe de gracia estaba preparado para el día 19. Pero la orden de asalto nunca llegó…

Los golpistas toman el control. La carta de Perón

Temprano, en la mañana del día 19 de septiembre se produce un bombardeo de los depósitos petrolíferos de Mar del Plata por parte del crucero “9 de Julio” incendiándose el combustible y las instalaciones. A las 08.10 el gobierno nacional recibió un ultimátum de los rebeldes bajo la amenaza de bombardear las destilerías de La Plata y la ciudad de Buenos Aires si no se rendía. El plazo vencía a las 12.00 del mismo día.

Perón, muy consternado por el bombardeo y la amenaza, le envía a Lucero una carta que fue tomada por éste como la renuncia del presidente. El texto de la carta es ambiguo y no es una renuncia expresa sino un renunciamiento para lograr la pacificación. Tal vez Perón envía la carta para ganar tiempo o para darles a los generales, con el contenido de la misma, margen en las negociaciones. Pero, en esa carta, Perón no renuncia expresamente a la presidencia de la Nación.

A continuación, sobre el mediodía, el General Franklin Lucero lee un comunicado por radio en el que invita a los revolucionarios a una negociación para evitar más derramamiento de sangre e intentar solucionar el conflicto. Se trataba del principio del fin: el Ejército aceptaba la derrota de Perón y en adelante trataría de que esa derrota no fuera propia. A partir de aquí, los mandos militares “leales”, tomaron en sus manos la situación y comenzaron las tratativas con los rebeldes. Ante la exigencia de Lonardi de que, ante todo, debían contar con la renuncia del presidente, los generales le anuncian que Perón ha renunciado. De inmediato una Junta Militar compuesta por generales de alta graduación entre los que se contaba a Raúl D. Tanco, Juan J. Valle y José D. Molina más un almirante y un brigadier se hizo cargo del poder.

Esa noche misma, en la residencia de Olivos, Perón hace un último intento de convocar un grupo de generales adictos, pero no consigue reunirlos. La Junta prosigue con las tratativas por su cuenta. En términos militares, Perón se queda solo.

Del poder popular al exilio

Perón en la cañonera Paraguay.
A las 08.00 del día 20 el presidente Perón, a través de las calles desiertas y lluviosas se dirigía a la Embajada del Paraguay donde el ciudadano honorario paraguayo y general honorario del ejército paraguayo pedirá formalmente asilo político.

El plan del embajador paraguayo era poner a Perón a buen resguardo a bordo de la cañonera “Paraguay” que se encontraba en reparaciones anclada en el puerto de Buenos Aires. El embajador pensaba con acierto que en caso de querer atentar contra la vida de Perón sería más fácil defender al asilado en la cañonera de bandera paraguaya ([iii]).

A media mañana Perón llega al puerto. El capitán estaba a bordo listo para recibirlo y escoltarlo. Subió al buque de guerra. Iban a pasar 17 años antes de que volviera a poner pie en suelo argentino. 

3. ¿Por qué abandonó Perón el poder sin luchar hasta lo último?

“..Yo, que amo profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por mi culpa los argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada guerra civil”. Carta de Juan Perón del 19 de septiembre de 1955 dirigida al general Franklin Lucero.

"Del Poder al Exilio", una edición especial del Instituto
Nacional Juan Domingo Perón de mi biblioteca. Regalo
de Lorenzo Pepe.
La historia argentina tiene ciertos “enigmas” que los historiadores intentan resolver: la misteriosa muerte de Mariano Moreno en alta mar, la entrevista de Guayaquil entre San Martín y Bolivar, la muerte de Lavalle, la “retirada” de Urquiza en Pavón, el asesinato de Urquiza y otras más que envuelven de interés e intriga las diferentes narraciones. ¿Por qué abandonó Perón su puesto sin luchar hasta lo último? Es una pregunta que tiene demasiadas repuestas, algunas tendenciosas y arteras, otras contradictorias y las más, simples interpretaciones que intentan ahondar las razones que tuvo Perón para tomar esa determinación.

Una de las explicaciones hace recaer la responsabilidad de su caída sobre los generales a quienes confió la defensa del gobierno y que lo traicionaron. En un libro escrito poco después de su caída, “Del poder al exilio”, señala que, el instante de la traición, se produjo cuando los generales interpretaron el texto de la carta como una renuncia. Unos pocos meses más tarde, en una entrevista periodística, Perón amplió esta acusación diciendo que también los culpaba de haber vacilado en el esfuerzo por acabar la rebelión y de haberlo convencido de que no repartiera armas entre los obreros.

Porque el triunfo militar del gobierno era un hecho, especialmente considerando la inminente derrota de Lonardi en Córdoba. Sin embargo, el alzamiento de casi la totalidad de la Marina, el control de una parte del territorio nacional por los rebeldes alzados en Cuyo y el compromiso asumido por civiles para combatir al gobierno hasta su derrocamiento, hacía presumir que, aunque Córdoba cayera, la guerra civil era un hecho inminente y amenazador.

Aún en el caso de que Perón, hubiera efectivamente pensado que podía aplastar la rebelión, opta igualmente por retirarse de la lucha. A menudo se refería a la terrible tragedia de la guerra civil española, (cuyas consecuencias él había tenido oportunidad de ver con sus propios ojos), como una razón suficiente para evitar un holocausto similar en la Argentina. Él sabía muy bien lo que hacía falta para derrotar a los rebeldes en una guerra prolongada, pero, asimismo, percibía lo que se necesitaría para gobernar el país una vez concluido el conflicto. Sólo iba a ser posible una dictadura férrea y no valía la pena luchar para obtener ese tipo de victoria que sería ineludiblemente pírrica. En cuatro días de lucha feroz el país ya estaba ensangrentado y se contaban más de 4.000 muertos….

Tal vez Perón vio la guerra civil ante él abierta como un abismo. Por eso se retiró: “Yo, que amo profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por mi culpa los argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada guerra civil” escribe en la carta del 19 de septiembre dirigida al general Lucero, que termina, con el siguiente mensaje: “Será la historia quién se pronunciará sobre mi decisión y dirá si he tenido razón en comportarme así”.



[i] Efectivamente en el año 1936 Perón fue designado agregado militar en Chile cargo que mantuvo hasta el año 1938. Las relaciones bilaterales eran frías y había cierta tensión por diputas limítrofes en el sur. En ese cargo fue promovido a Teniente Coronel y supuestamente habría montado una pequeña red de espionaje para obtener información sobre las fuerzas militares chilenas. Tal vez toda esta tarea despertó una cierta sospecha en los servicios de inteligencia militar chilena, pero estos nunca intentaron detenerlo. Al contrario, esperaron y actuaron en contra de su sucesor, el entonces mayor Eduardo Lonardi. Fue descubierto mientras estaba tomando fotografías de documentos secretos. El mayor Lonardi fue declarado persona no grata y fue retirado de la agregaduría. El incidente no generó problema en la carrera de Lonardi pero si cierta inquina en la relación ya que Lonardi lo acusaba a Perón de que este no le había advertido del peligro que podía correr. Dos décadas más tarde, en las idas y vueltas de la historia, Lonardi y Perón quedaron nuevamente enfrentados.

[ii] Para la elaboración y tratamiento de este período histórico he recurrido a fuentes escritas en el fragor de la lucha que son evidentemente tendenciosas. No obstante son aprovechables ya que en ellas se puede advertir la magnitud y gravedad de estos hechos históricos tan cercanos al presente de los argentinos. Entre otros libros: “Crónica de la Revolución Libertadora” de Bonifacio del Carril; “Dios es Justo” de Luis Eduardo Lonardi; “Mi padre y la Revolución del 55 “de Marta Lonardi; “El precio de la lealtad” del General Franklin Lucero; y “Dos veces rebelde” del Almirante Aníbal Olivieri. Igualmente he recogido los testimonios del General Perón en el exilio publicados en varios libros y la ineludible “Correspondencia Perón- Coocke “.

[iii] Perón estuvo refugiado en la cañonera paraguaya desde el día 20 de septiembre hasta el 3 de octubre. Fueron trece días donde se vivió un clima de gran tensión por diferentes posibilidades que se conjeturaban: Que Perón bajase en Rosario y desde allí intentara el retorno. Que comandos de la Marina atentaran contra su vida. Que civiles antiperonistas atacaran o tomaran el buque entre otras. El canciller del gobierno recién asumido, Mario Amadeo encabezando una comisión oficial subió a la cañonera para garantizarle su vida y evitar un incidente internacional.  Finalmente, Perón abordó un hidroavión Catalina que escoltado por dos aviones paraguayos se dirigió a Asunción del Paraguay. El copiloto del hidroavión no era nada más ni nada menos que el General Stroessner, presidente del Paraguay.

viernes, 8 de septiembre de 2023

La Acordada de 1930: El día que la Corte Suprema legalizó y legitimó una dictadura (la primera vez)


La Corte Suprema en 1930. De izquierda a derecha: Antonio Sagarna, José Figueroa Alcorta (presidente), Ricardo Guido Lavalle, Roberto Repetto y Horacio Rodríguez Larreta. 17/9/30


El 6 de septiembre de 1930 se produjo el golpe de Estado que derrocó a Don Hipólito Yrigoyen. El mismo fue encabezado por el general José Félix Uriburu. Fue la primera dictadura militar del siglo XX, la inicial experiencia de quiebre del orden democrático que tendrá toda una larga serie de noches negras que se extenderán hasta 1983, luego de las más criminal dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976. El golpe dio comienzo a la denominada “Década Infame”, símbolo del fraude electoral y la entrega de la economía del país a los ingleses. Un país para pocos se imponía así, con las armas y en contra de las urnas.


Días después, el 10 de septiembre de 1930, la Corte Suprema de Justicia de la Nación emite su celebre Acordada legalizando la dictadura. La Corte reconoció expresa e integralmente al gobierno de facto y la validez de todos los actos de sus funcionarios. A partir de allí, la Corte creó la doctrina por la cual la Constitución pasó a ser una norma que sólo rige y tiene supremacía mientras no existan dictaduras o no se produzcan golpes de Estado. Y eso si se cumplió estrictamente en varias ocasiones en el siglo XX.

Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro.


“La propia senectud del líder, ya tiene 77 años, ejerce decisiva influencia. Nadie se atreve a remplazarlo, unos por timidez otros por cálculo o arribismo. El mito de Yrigoyen aplasta a la Unión Cívica, ahogando sus posibles renovaciones”. Jorge Enea Spilimbergo, “El radicalismo, Historia Crítica”.

“Nosotros en 1930 cometimos un grave error por impaciencia, por sensualidad del poder, por inexperiencia, por lo que fuera. Nosotros abrimos el camino de los cuartelazos, olvidando la gran tradición conservadora y, a partir de ese momento, nosotros los conservadores somos los responsables o los culpables de lo que ha pasado en el país hasta ahora”. Palabras del dirigente conservador José Aguirre Cámara ante el comité nacional de su partido en 1940.

“Que, el gobierno provisional que acaba de constituirse en el país, es, pues, un gobierno de facto cuyo título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte de orden…” Acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre reconocimiento del Gobierno Provisional de la Nación, 10 de septiembre de 1930.

Un poco de historia, sobre el Golpe de 1930

El segundo gobierno de Yrigoyen no fue como el primero. Su salud estaba mal y su capacidad política menguada. Del mismo modo su armado político no tenía la misma fortaleza de 1916. El radicalismo divido, enfrentado con buena parte del ejercito, jaqueado por la crisis internacional de 1929, su segundo mandato naufraga sin rumbo y la oposición política y militar contaba los días.

¿Cómo fueron los meses previos al golpe del 6 de septiembre de 1930? Por un lado, la conspiración militar era de carácter secreto. Los partidos opositores coordinan, en el plano público, ganar la calle realizando numerosas movilizaciones donde asisten la militancia partidaria y el público en general. A partir de julio de 1930 la tensión fue creciendo. Toda la oposición en el Congreso, sin exclusiones, se reunió para crear una suerte de frente que encaró la realización de una serie de actos en teatros y plazas donde los oradores aumentaban sus críticas contra el gobierno.

La oposición controlaba muchos medios de comunicación que le otorgaban un espacio más que considerable para las acusaciones y las críticas al gobierno. En el mes de agosto, cuando se profundiza el enfrentamiento queda en evidencia la complicidad de la prensa con la oposición.

La historia nos enseña que cuando se hace una “revolución” de este tipo, se va generando la circunstancia propicia para que estalle. Generalmente se producen actos por parte del gobierno al que se trata de derrocar, actos ante los cuales la oposición reacciona, creándose un contrapunto de oposición y gobierno que culmina con el Golpe de Estado. Lo curioso de este caso es que el gobierno, Yrigoyen, no hizo nada, excepto generar algún acto administrativo ineludible como la designación del Presidente de la Corte o algún que otro decreto sin mayor importancia.
 
Hipólito Yrigoyen en el Tedeum del 25 de mayo de 1930, meses antes del golpe.

El gobierno radical daba la sensación de ser un muñeco inmóvil, una suerte de “puchingball” sobre el cual se descargaban las trompadas más feroces sin que reaccionase. La única respuesta, a fines de agosto del año 30, fueron una serie de manifestaciones relativamente numerosas en defensa del gobierno organizadas por el “Klan Radical” (sí, con K). Manifestaciones éstas a la que no asistían las capas medias que habían votado al viejo caudillo, ni el movimiento obrero que permanecía indiferente ante la situación. Estas movilizaciones estaban conformadas por lo que podía reunir los comités de los barrios más humildes, que desfilaron por las calles de Buenos Aires profiriendo “vivas a Yrigoyen” y “mueras contra sus opositores”; aunque sin mayor repercusión, salvo, algún tiroteo que no causó más que un susto en el vecindario.

La intención conspiradora seguía presente en los diarios a un ritmo cada vez más acelerado con presunciones y profecías sobre cuando estallaría la revolución que derrocaría al presidente. Algunos diarios opositores, sobre todo “Crítica” y “La Razón”, escribían cosas terribles sobre el presidente. Se fabulaba con la personalidad del presidente; con su enfermedad, de la que decían cosas soeces y desagradables; con su vida privada, llegando hasta lo obsceno…  sin que hubiese reacción alguna por parte del gobierno.

En los primeros días de septiembre renunció el Ministro de Guerra, impotente para detener el complot militar que ya se había introducido dentro del gobierno, produciendo intrigas palaciegas (algunos autores mencionan una conspiración palaciega en marcha, una variedad de golpe institucional que consistía en lograr la dimisión de Yrigoyen para que asumiera el vicepresidente Martínez la Presidencia y así terminar el mandato. Pero la intriga fracasó y Martínez fue obligado a renunciar. Llegó a ser presidente durante 25 horas.). 

Yrigoyen quedó solo, aislado y físicamente endeble; desde su apatía, le restaba importancia a la sublevación. Mientras tanto en el ámbito militar, la gente de Justo ya había logrado copar el contenido político de la revolución. El “Manifiesto de la Revolución”, redactado originariamente por Leopoldo Lugones iba a ser enmendado a fin de quitarle los peligrosos interrogantes que abría sobre un futuro excesivamente autócrata y cesarista. La filosofía de la revolución sería otra a la imaginada por su jefe y los nacionalistas.

Desde lo militar, ¿Cómo fue orquestado el Golpe?

Desde el punto de vista estrictamente militar la conspiración no crecía. No conseguía adeptos. Solamente se había logrado el compromiso de las autoridades del Colegio Militar, algunos aviadores de la  base aérea de El Palomar y varios oficiales sin mando de tropa. La mayoría de la oficialidad se limitaba a escuchar a los golpistas pero sin comprometer su palabra de sacar las tropas a la calle. No obstante el golpe ya estaba en marcha y no se podría volver atrás. Lo harían con lo poco que había (gran diferencia de los golpes que vendrían en la historia argentina) y se contaba con la pasividad de los no comprometidos, el mejor ingrediente.

El 4 de septiembre hubo una manifestación, donde se produjo una esperada y necesaria tragedia: en un tiroteo cae muerto una persona llamada Juvencio Aguilar, que lo suponen estudiante pero en realidad era un trabajador bancario. La sublevación golpista requiere de un “mártir” y no importaba la identidad del mismo. Se lo vela en la Facultad de Medicina adonde se dirigen miles de estudiantes y al poco tiempo el velorio es una multitud enardecida. Para terminar el cuadro necrofílico, el detalle: los estudiantes (en su mayoría fanáticos antipersonalistas de las clases acomodadas de Buenos Aires) mojan sus pañuelos en la sangre del caído y se dirigen por las calles de la ciudad, agitando los pañuelos al grito de: “¡Si quieren sangre, le daremos sangre! ¡A las armas, a la muerte!"

El 6 de septiembre, el General José Félix Uriburu Uriburu consiguió sacar a los cadetes del Colegio Militar y avanzó lentamente sobre Buenos Aires. La columna militar no era numerosa y se le sumaron, en la marcha, numerosos grupos de civiles entusiasmados que en pocas horas se transformó en una importante cantidad de gente. Los jefes militares encabezaban la columna en un automóvil descubierto cubierto de flores que les arrojaban desde las ventanas. No parecía una revolución sino un “desfile cívico extraordinario”… “fue un paseo de un general retirado al frente de un puñado de cadetes, que nadie pudo detener porque lo hacía invulnerable la presencia del pueblo. Y ningún militar entre los defensores del gobierno se sentía tan divorciado del pueblo como para ametrallarlo” (José María Rosa “Historia Argentina”, Tomo 11).

Un coche cargado de cadetes avanza rumbo a la Casa Rosada entre civiles que los vitorean. 6/9/30

Desde el punto de vista militar la tropa era insignificante y vulnerable. Su éxito no debe atribuirse a la fuerza material desplegada (600 cadetes y 900 soldados formaban la columna) sino al ascendiente psicológico que se impuso sobre la población porteña exaltada y, fundamentalmente, a la parálisis del gobierno.

El ambiente estaba formado de tal manera que no había posibilidad de resistencia. Yrigoyen, enfermo, había delegado el mando en su vicepresidente Enrique Martínez. Aunque era una manera de despejar un poco el horizonte, las presiones para que Yrigoyen renunciase eran tan grandes que ni siquiera ese gesto bastó. Finalmente, Uriburu llegó a la Casa de Gobierno después de un confuso tiroteo en la Plaza del Congreso. En un salón de la Casa Rosada obligó a renunciar al vicepresidente y se hizo cargo del gobierno de facto. Estos fueron los hechos concretos.

En la tarde del 6 de septiembre en el cuartel del Regimiento 7 de la ciudad de La Plata, donde Yrigoyen se había dirigido, le entrega la renuncia al jefe de la unidad militar. Estaba abatido y enfermo. Hubo orden de que se le pusiese en libertad, más cuando el jefe se lo comunicó D. Hipólito responde ceremoniosamente: “Me quedo aquí si me lo permiten, pues no tengo adonde ir”. A esa misma hora una turba descontrolada asaltaba la vieja casona del caudillo de Balvanera en la calle Brasil y quemaba sus pertenencias. Hubo serios desbordes, pero a las pocas horas se restablecía la calma en la ciudad porque el “gobierno revolucionario” se decidía a decretar la Ley Marcial.

El gobierno de Yrigoyen cae frente a la hostilidad de la clase media y la indiferencia del movimiento obrero. La causa íntima por la cual el radicalismo pierde sus antiguas bases y no conquista nuevas es que durante todo el gobierno radical éste no aplica ningún plan concreto que modifique siquiera el antiguo régimen económico social: En 1930 la oligarquía terrateniente sigue rigiendo la economía del país. Por más que intentó, Yrigoyen no hizo nada concreto por evitarlo. La vaguedad ideológica y la vacilación política ante la crisis que enfrenta el mundo se tradujeron en una completa incapacidad de reacción frente a la oligarquía reaccionaria, más decidida y con objetivos más claros. El apoyo popular que Yrigoyen recibió en 1928 en 1930 estaba extenuado como el anciano caudillo. La de 1916 era una pagina olvidada de la historia.

Para terminar, que mejor que una reflexión de José María Rosa que pone en su justo valor histórico los hechos más arriba narrados: “A Yrigoyen no lo sacó nadie. Se derrumbó solo, porque la vejez y la declinación mental extremaron sus defectos. Porque, bien lo sabía al no querer la presidencia en 1916, era un caudillo y no un gobernante. Y el yrigoyenismo desapareció porque, como sucede a todos los caudillos, no supo educar discípulos. Aunque el impulso nacionalista y popular no se extinguiría… pero eso es otra historia”.

El arzobispo de Buenos Aires bendiciendo al nuevo régimen, unos días antes que la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 7/9/30

El día que la Corte Suprema de Justicia de la Nación legalizó una dictadura

Aquel día comenzó la primera dictadura militar del siglo XX. Fue la primera experiencia de ruptura del orden democrático. Demás está decir que a partir de aquel día toda serie de golpes de Estado marcaron el siglo XX.

Además del valor de antecedente, desde lo jurídico hay una barbaridad que merece especial atención. Consumado el golpe, con los militares en el poder, la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), movida por la coyuntura naturalmente, se expresa jurídicamente sobre la dictadura en lo que pasará a la historia como la “Acordada del 10 de septiembre de 1930”. En pocas palabras, fue la legalización de la Dictadura, disfrazada como la doctrina de los gobiernos de facto, que en realidad no era otra cosa que la legitimación jurídica de los gobiernos que llegan al poder por las armas y no por las urnas.

Fue a pedido del General Uriburu, que había usurpado el gobierno. En respuesta a esto la CSJN publicó cuatro días después del golpe una acordada — norma legal emanada de una corte judicial — en la que declaraba que los actos y las designaciones de funcionarios emanadas de un gobierno de facto como el que se acababa de establecer eran jurídicamente válidos. En realidad fue una acordada antedatada, porque fue el 14 de septiembre de 1930 cuando los ministros de la Corte visitaron personalmente a Uriburu y le entregaron la acordada pero con una fecha anterior, el 10 en este caso.

La CSJN, a través de los ministros José Figueroa Alcorta (sí, el mismo que fue presidente de la Nación y vicepresidente y titular de la Cámara de Senadores de la Nación, el ejemplo del demócrata de la oligarquía argentina), Roberto Repetto (un juez designado en la Corte por Alvear), Ricardo Guido Lavalle (otro supremo designado por Alvear) y Antonio Sagarna (dirigente del radicalismo entrerriano que luego de ocupar muchos cargos en la provincia, la Nación y el extranjero, recaló en al Corte también por impulso de Alvear y fue destituido por Juicio Político en 1947 durante el gobierno de Perón, justamente por esta acordada); junto al procurador General de la Nación, Horacio Rodríguez Larreta (miembro de una pudiente familia porteña, también propuesto por Alvear y tío abuelo del hoy Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con el mismo nombre), firmaron, todos ellos, la acordada del 10 de septiembre de 1930 en la que se reconoce y legitima al gobierno dictatorial surgido del golpe perpetrado días antes.

Análisis y crítica de la Acordada

Vamos a repasar la Acordada de la Corte (publicada en Fallos: tomo 158, pág. 290), textualmente, y vamos haciendo unas notas al propio texto (tomo prestadas aquí algunas ideas de Diego Barovero, Profesor de Derecho Constitucional y miembro del Consejo Directivo del Instituto Nacional Yrigoyeneano):

"Acordada sobre reconocimiento del Gobierno Provisional de la Nación".


"En Buenos Aires, a diez días de septiembre de mil novecientos treinta, reunidos en acuerdo extraordinario los señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, doctores don José Figueroa Alcorta, don Roberto Repetto, don Ricardo Guido Lavalle, y don Antonio Sagarna y el señor Procurador General de la Nación doctor Horacio Rodríguez Larreta, con el fin de tomar en consideración la comunicación dirigida por el señor Presidente del Poder Ejecutivo Provisional, Teniente General don José F. Uriburu, haciendo saber a esta Corte la constitución de un gobierno provisional para la Nación dijeron:"


"1° Que la susodicha comunicación pone en conocimiento oficial de esta Corte Suprema la constitución de un gobierno provisional emanado de la revolución triunfante de 6 de Septiembre del corriente año".


(Primero, reconoce la denominación de Poder Ejecutivo Provisional ¿? a la dictadura, tomando como legal la auto denominación que esta hiciera desde que usurparon los despachos de Casa Rosada. Segundo, habla y reconoce a la “revolución triunfante” ¡¡!! cómo si esto per se fuera generador de un gobierno constitucional).

"2° Que ese gobierno se encuentra en posesión de las fuerzas militares y policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la Nación, y por consiguiente para proteger la libertad, la vida y la propiedad de las personas, y ha declarado, además, en actos públicos, que mantendrá la supremacía de la Constitución y de las leyes del país, en el ejercicio del poder".


(Lo ridículo aquí es que la Corte admitió que estaba garantizado el mantenimiento de la supremacía de la Constitución por la sola circunstancia de que la dictadura así lo declaró. Luego, ¿Dónde están garantizados los otros derechos? ¿La soberanía popular, los derechos electorales, etc.? Además, ¿Cuál sería el concepto de libertad si estamos gobernados por una dictadura? En un voluntarismo jurídico la Corte dio por sentado hechos e “intenciones” por la sola mención de ellos en “declaraciones en actos públicos” de los usurpadores).

"Que tales antecedentes caracterizan, sin duda, un gobierno de hecho en cuanto a su constitución, y de cuya naturaleza participan los funcionarios que lo integran actualmente o que se designen en lo sucesivo con todas las consecuencias de la doctrina de los gobiernos de facto respecto a la posibilidad de realizar válidamente los actos necesarios para el cumplimiento de los fines perseguidos por él".


"Que esta Corte ha declarado, respecto de los funcionarios de hecho, “que la doctrina constitucional e internacional se uniforma en el sentido de dar validez a sus actos, cualquiera que pueda ser el vicio o deficiencia de sus nombramientos o de su elección, fundándose en razones de policía y de necesidad y con el fin de mantener protegido al público y a los individuos cuyos intereses puedan ser afectados, ya que no les sería posible a estos últimos realizar investigaciones ni discutir la legalidad de las designaciones de funcionarios que se hallen en aparente posesión de sus poderes y funciones, -Constantineau, “Public Officers and the Facto Doctrine”- Fallos: tomo 148, pág. 303”.


(Según Barovero la Corte citó equivocadamente al autor canadiense Albert Constantineau, quien distingue entre “gobierno de facto” y “funcionarios de facto”. Al “gobierno de facto” lo considera como usurpador que obtiene el control de un país por la fuerza de las armas y contra la voluntad del gobierno legítimo, pero se ocupa, en la mayor parte de los dos tomos del libro, de los problemas de los ciudadanos por la actuación de los “funcionarios de facto”. La Corte confunde a los “gobiernos de facto” con los “funcionarios de facto” pues, al hacer consideraciones sobre “funcionarios de facto” deja de lado que ha recibido una comunicación de un “gobierno de facto” que no puede invocar apariencia de legitimidad como podría hacerlo un “funcionario de facto”. 

Uriburu no era un “funcionario de facto”, ni había realizado acto alguno en perjuicio de un ciudadano que presentaba queja por ello. Era lisa y llanamente la cabeza de un movimiento usurpador del gobierno, el líder o jefe de una dictadura.

Noten que agrega la Corte Suprema un fundamento jurisprudencial: “Don Cristóbal Moreno Postigo, tutor testamentario de los menores hijos de don Ricardo Matia, sobre remoción de tutela” (Fallos : tomo 148, págs. 303 a 307). Pero aquí también se equivoca la CSJN: conforme al precedente, el recurrente sostenía la invalidez de una sentencia dictada por un juez local de San Juan después que se declarara intervenida esa provincia. La Corte rechazó la queja diciendo que mientras la intervención no removiese total o parcialmente a los jueces los actos otorgados por ellos tienen plena validez porque razones de policía y de protección de público e individuos que podrían ser afectados exigen darle validez a los actos de personas “que se hallen en aparente posesión de sus poderes y funciones” (Y cita a Constantineau). Pero, como fácilmente se advierte, este era un caso en que sí se desconocía la validez del acto de un “funcionario” –más allá “del vicio o deficiencia en el nombramiento o su elección, por razones de policía y necesidad”- se debía, pues, defender por los jueces la seguridad de los derechos. Más en la acordada que se examina no se daba un conflicto similar ni nadie había cuestionado el título de Uriburu… Aquí, además, la Corte, yendo más allá de Constantineau, sin tener un caso concreto, formula una declaración para el futuro, cuando no se podrá ya discutir ni la validez de los “actos de los “funcionarios de facto” ni el “título” del “gobierno de facto”).

"Que, el gobierno provisional que acaba de constituirse en el país, es, pues, un gobierno de facto cuyo título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte de orden y de seguridad social".


(Aquí la CSJN cierra el debate, reconoce la validez de los actos de la dictadura. En forma elíptica en lo argumentativo, pero terriblemente directa en lo fáctico/jurídico la Corte autoimpuso e impuso a la ciudadanía “la imposibilidad de discutir la validez del título del gobierno de hecho, reforzando así su reconocimiento”)

"Que ello no obstante, si normalizada la situación, en el desenvolvimiento de la acción del gobierno de facto, los funcionarios que lo integran desconocieran las garantías individuales o las de la propiedad u otras de las aseguradas por la Constitución, la Administración de Justicia encargada de hacer cumplir ésta las restablecería en las mismas condiciones y con el mismo alcance que lo habría hecho con el Poder Ejecutivo de derecho".


(¿Se imaginan la cantidad de fallos en contra de Uriburu que sacó la Corte…?)

"Y esta última conclusión, impuesta por la propia organización del Poder Judicial, se halla confirmada en el caso por las declaraciones del gobierno provisional, que al asumir el cargo se ha apresurado a prestar el juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes fundamentales de la Nación, decisión que comporta la consecuencia de hallarse dispuesto a prestar el auxilio de la fuerza de que dispone para obtener el cumplimiento de las sentencias judiciales".


(Nuevamente, más como un oráculo que como jueces, la Corte da por sentado hechos e intenciones por la sola mención de ellos o los actos formales de los golpistas…)

"En mérito de estas consideraciones, el Tribunal resolvió acusar recibo al gobierno provisional, en el día, de la comunicación de referencia mediante el envío de la nota acordada, ordenando se publicase y registrase en el libro correspondiente, firmando por ante mí de que doy fe". (siguen las firmas de los jueces nombrados en el encabezamiento y la del secretario Raúl Jiménez Videla)".


(Ahora… la CSJN resuelve fuera de causa y caso, ¿motivado en qué saca esta acordada? ¿Cuál es la ratio y causa jurídica? No se menciona… “tomar en consideración la comunicación dirigida por el señor Presidente del Poder Ejecutivo Provisional” dice el encabezado de la Acordada, ¿y eso qué es? En lo estrictamente jurídico constitucional el resolutivo se escapa del límite fijado por el art. 100 (Art. 116 actual) de la Constitución Nacional para la competencia judicial de la CSJN. Lo más llamativo de todo, pero que no podía ser de otra manera, la Acordada de la CSJN no se fundamenta en ninguna norma constitucional).

Unas conclusiones sobre el Golpe y la Acordada

En lo político, el golpe a Yrigoyen fue la primera dictadura militar del siglo XX, la inicial experiencia de quiebre del orden democrático que tendrá toda una larga serie de noches negras que se extenderán hasta 1983, luego de las más criminal dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976.

El golpe de Estado de 1930, como casi todos en nuestra historia, fue para facilitar el retorno al poder de las fuerzas conservadoras y oligárquicas que fueron desplazadas del gobierno por el ascenso de la Radicalismo histórico en 1916. Esa fue una constante de todos los golpes, y este episodio en especial fue el inicio de un camino que marco varias generaciones políticas. El golpe dio comienzo a la denominada “Década Infame”, símbolo del fraude electoral y la entrega de la economía del país a los ingleses. Un país para pocos se imponía así, con las armas y en contra de las urnas.

El presidente de facto José Félix Uriburu rodeado de mujeres de la calse alta en la Casa Rosada. 8/9/30

Pero también fue muy grave el precedente de la Corte Suprema. Es complejo hacer historia contra fáctica en un hecho judicial como este. Pero son muchos los historiadores del Derecho que analizan que pudieron existir otras respuestas al hecho consumado del golpe. La Corte pudo obviar sentar una posición jurídica sobre la validez del gobierno, al menos en lo puntual ab initio. Pudo obviar sentar postura ante la posible ausencia de “caso concreto” según los stands de la época, pudo o alegar que existía falta de representatividad “en el firmante de la comunicación”. Pudo tal vez hacer lo más lógico, y que era doctrina de la propia Corte, y alegar que era una cuestión política no justiciable, como venía sosteniendo desde “Cullen c/Llerena”. 

También quedaban caminos más dignos, como renunciar a sus cargos en la Corte Suprema. Pero nada de esto pasó. La Corte Suprema, seguramente presionada por los golpistas (lo cual nada justifica) hizo lo peor que podía hacer. La Corte reconoció expresamente e integralmente al gobierno de facto y la validez de todos los actos de sus funcionarios. A partir de allí, la Corte creó la doctrina por la cual la Constitución pasó a ser una norma que rige mientras no existan dictaduras o no se produzcan Golpes de Estado. Y eso si se cumplió en varias ocasiones en el siglo XX.