domingo, 6 de diciembre de 2015

“Felipe Varela viene...”: El interior federal contra Mitre y la Proclama del 6 de diciembre de 1866

El 6 de diciembre de 1866 el caudillo federal Felipe Varela se levantó en armas contra el gobierno de Mitre. En esa ocasión lanza una proclama política que, junto con el Manifiesto que elaborará en 1868, son documentos políticos de enorme relevancia para el pensamiento federal. Varela se diferencia de otros caudillos federales porque tiene una lucidez política para interpretar, evaluar y comunicar los alcances del movimiento. José Pablo Feimann, en su obra más sincera, “Filosofía y nación”, opina que “la proclama del 66 y el Manifiesto del 68, constituyen uno de los más altos momentos del pensamiento argentino”.


En repudio a la política oligárquica de Mitre y en abierta oposición la Guerra de la Triple Infamia, el 6 de diciembre de 1866 Felipe Varela comienza uno de los últimos intentos revolucionarios de las luchas civiles del siglo XIX, uno de los estertores finales del país federal, con un programa de lucha americano, digno y nacional, pero materialmente irrealizable y políticamente impotente.


Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro
 

Felipe Varela. Cuadro “El quijote de los caudillos”, de Octavio Calvo.

Contra Mitre y la Guerra de la Triple Infamia

Internamente para Argentina la guerra contra el Paraguay significó la continuación necesaria y lógica de la guerra de la oligarquía mitrista contra el Litoral y el interior del país. La conflagración agudizó todas las contradicciones no resueltas a lo que se le sumó la impopularidad de la misma.

El maestro Fermín Chávez comenta que: “La guerra del Paraguay fue impopular en todas las provincias ya que, gestada en gabinetes y trastiendas, se la consideró una empresa de Buenos Aires; de los porteños y brasileros. Los propios jefes mitristas dejaron testimonios de lo que ocurría, informando que los voluntarios iban al ejercito atados codo con codo”.

El cuadro es grave para la Republica mitrista, la Argentina de 1860 se estaba empezando a parecer a la del 1820. Los federales se alinean políticamente con los paraguayos, son “paraguayistas”, incluso algunos de sus mejores cuadros se alistan en las filas paraguayas como Telmo López, hijo del Brigadier Don Estanislao López, Patriarca de la Confederación. El gauchaje se niega a ir a pelear contra un pueblo hermano del Paraguay. Los “voluntarios” tienen que ser llevados al frente engrillados. Ni el propio Urquiza, que seguía siendo el “jefe” formal del Partido Federal puede garantizar los entrerrianos, que se desbandan en Arroyo Basualdo.

Se forma una corriente de opinión antibelicista. Pensadores y publicistas de la talla de José Hernández, su hermano Rafael, Agustín de Vedia, Miguel Navarro Viola y Carlos Guido y Spano denuncian en panfletos y diarios el crimen de la guerra contra el pueblo hermano del Paraguay. Pero ésta será la hora brillante de Alberdi que, desde Francia, esclarece en innumerables folletos los intereses específicos de la guerra. Deja escritos notables, categóricos, que son devorados por los argentinos de ese tiempo. La oligarquía no perdonará jamás tamaña afrenta. Mitre desde su diario “La Nación” lo llamará “traidor”, “sicario” y “renegado”. Sarmiento con su impune facilidad para alzar calumnias lo denunciará de “estar  a sueldo de Solano López”.

El conocimiento público del “Tratado de la Triple Alianza” y la absurda derrota de Mitre en Curupaitý fueron dos hechos que funcionaron como detonadores e hicieron estallar revueltas en todo el territorio nacional. La montonera vuelve... es  la “hora de los gauchos matreros”.

Motines, sublevaciones, desacatos y chirinadas se suceden por todas partes... Un contingente de riojanos que se dirigían al Paraguay son sublevados por Aurelio Salazar, montonero “histórico”, que decide darle pelea a los porteños en los llanos. Los levantamientos se suceden en San Juan, Mendoza y Córdoba, los gauchos se resisten a seguir su camino hacia el Litoral para luego ser embarcados al Paraguay. Los entrerrianos reunidos por segunda vez, vuelven a desertar ahora en Arroyo Toledo. La deserción en masa del gauchaje testimonia la impopularidad del enfrentamiento.

El centro del conflicto era el noroeste. Se había producido un movimiento federal cuyano, un levantamiento que venía combinado con destacadas figuras que se habían refugiado en Chile y ahora volvían a luchar contra el centralismo porteño, entre ellos viene Felipe Varela.

La Proclama de Felipe Varela

Varela se diferencia de otros caudillos federales porque tiene una lucidez política para interpretar, evaluar y comunicar los alcances del movimiento. Juan Pablo Feimann, en su obra más sincera, “Filosofía y nación”, opina que: “La proclama del 66 y el Manifiesto del 68, constituyen uno de los más altos momentos del pensamiento argentino”. 

En sus Manifiestos, Varela deja expuestos los objetivos políticos de la asonada con claridad, sus conceptos ideológicos, su idea de construcción de una patria soberana liberada de la oligarquía porteña y de los brasileros, denuncia la guerra del Paraguay, proclamaba la lealtad a la Constitución, las autonomías provinciales y requiere una alianza con las provincias del litoral. Pero lo más interesante y definitivo del movimiento político liderado por Felipe Varela fue su americanismo.

En 1868, en Bolivia, hace Varela conocer el texto de su Manifiesto que aparece encabezado con una consigna que resume su proyecto político: ¡Viva la Unión Americana!  Reverdecía la Patria Grande de San Martín y Bolívar, la unidad continental actualizada ahora por el ataque de Francia a México, la agresión española en el Perú y la invasión de EE.UU. a Santo Domingo.

El historiador revisionista José María Rosa en un artículo, “El coronel Felipe Varela y el Paraguay” pinta, con su prosa singular, el siguiente retrato del personaje en cuestión: “Es ahora que hace su aparición en la historia Argentina el coronel Felipe Varela. Alto, enjuto, de mirada penetrante y severa prestancia, Varela conservaba el tipo del antiguo hidalgo castellano, como es común entre los estancieros del noroeste argentino. Pero este catamarqueño se parecía a Don Quijote en algo más que la apariencia física. Era capaz de dejar todo: la estancia, el ama, la sobrina, los consejos prudentes del cura y razonamientos cuerdos del barbero, para echarse al campo con el lanzón en la mano y el yelmo de Mabrino en la cabeza, por una causa que considerase justa. - Aunque fuera una locura”.

Uno de los estertores finales del país federal

Fue lo que hizo en 1866, frisando en los cincuenta años, edad de ensueños y caballerías. Pero a diferencia de su tatarabuelo manchego, el Quijote de los Andes no tendría la sola ayuda de su escudero Sancho en la empresa de abatir endriagos y redimir causas nobles. Todo un pueblo lo seguiría.”

Era un estanciero de Guandacol en La Rioja, aunque catamarqueño nacido en Valle Viejo. Había intervenido como en las guerras iniciales del Chacho, fue ayudante y edecán del General Urquiza, después de Pavón recibió las jinetas de Coronel de la Nación, estuvo en Entre Ríos donde pudo comprobar la impopularidad de la guerra con el Paraguay, y estando en Chile en uno de sus exilios se adhiere a la “Unión Americana”, posiblemente en la filial de Copiapó. Desde Chile y como miembro de la Unión alcanza una visión geopolítica del problema americano. Ha comprendido que “las secciones aisladas de la América serán siempre entidades políticas insignificantes, incapaces de inspirar respeto, en cambio, unidas se bastarán a sí mismas para la defensa de la autonomía e independencia”.

Cuando toma conocimiento del Tratado de la Triple Alianza ordena vender su estancia, compra con lo obtenido dos cañoncitos, algunas pocas armas, desechos del ejercito chileno y se lanza a una de las epopeyas más románticas que tiene la historia argentina. En el comienzo lo acompañan no más de cien hombres y una banda de musiqueros chilenos para amenizar el paso de la cordillera.

Las fuerzas nacionales intentan cerrarle el paso pero les vence en “Nacimiento”. Estamos en diciembre de 1866, la montonera del Varela llega a Jachal, la gente lo recibe con entusiasmo. Los doscientos llegados en diciembre son 4.000 en marzo. La revolución está en marcha.

Los rebeldes derrotan a los ejércitos mitristas en la “Rinconada del Pocito”, en “Portezuelo” y en “Luján”. Toman San Juan y San Luis y amenazan marchar sobre Buenos Aires pero resultan vencidos en “San Ignacio” por las fuerzas traídas del frente paraguayo. Con éste revés y con la derrota de Varela en “Pozo de Bargas”, el levantamiento federal quedó militarmente sofocado. Felipe Varela resiste con los 180 sobrevivientes de “Pozo de Vargas” e intenta una guerra de guerrillas sin resultados, lo persiguen implacablemente tres ejércitos frescos y bien armados venidos del Paraguay.
 
El Coronel Varela toma entonces el camino de Chile, lo siguen muy pocos hombres que van en busca de la protección que da el exilio. Dada la fama del caudillo, el gobierno chileno manda un buque de guerra para desarmar al “ejército”. Se habrán sorprendido cuando encuentran a Varela enfermo de tuberculosis en estado terminal y dos docenas de gauchos harapientos. Les quitan las mulas y los facones y los tienen detenidos un tiempo. Vista su absoluta falta de peligro los sueltan. No obstante Sarmiento, ya en la Presidencia, ordena al cónsul que el caudillo sea vigilado. Varela se instala en Copiapó, donde morirá el 4 de junio de 1870 poco después de terminada la guerra contra el Paraguay. “Muere en la miseria –informará el embajador Félix Frías al gobierno argentino- legando a su familia que vive en Guandacol, La Rioja, sólo sus fatales antecedentes”.

No será ésta la última montonera, como algunos autores la llaman; durante la presidencia de Sarmiento, se verán nuevamente en escena a los gauchos federales sublevarse en Entre Ríos a la orden de López Jordán. El intento revolucionario de Varela es sí uno de los estertores finales del país federal, con un programa de lucha americano, digno y nacional, pero materialmente irrealizable y políticamente impotente. La imposibilidad histórica de ésta lucha la encontramos en la impotencia política de marchar independientemente de Urquiza. Felipe Varela levantaba entre sus consignas la de “Viva al ilustre General, don Justo José de Urquiza”, pero Urquiza ya había defeccionado de la causa nacional, aliado de la oligarquía porteña quería que lo dejasen en paz en su provincia (nuestra Entre Ríos). Había encontrado el negocio de vender vituallas y caballadas al ejército brasilero y dejaba hacer contra el Paraguay y contra la mayoría del país de los argentinos del interior federal que todavía tenían la ingenua esperanza de un Pronunciamiento.

Mitre, frente al pueblo siempre estuvo Mitre

Así llegaba a su fin la Presidencia de Don Bartolomé Mitre, en medio de un cuadro de desastre total: la guerra del Paraguay empantanada sin soluciones a la vista cobrando vidas argentinas, el interior en estado de rebelión y para peor, la ciudad de Buenos Aires víctima de una epidemia de cólera que se atribuía a la infección de las aguas producidas por los cadáveres tirados a los ríos Paraguay y Paraná. Ante semejante cuadro Mitre no podrá imponer su sucesor Elizalde que era catalogado como “el candidato del imperio” por los contrarios a la guerra. Lo sucederá Sarmiento, su opositor, pero aliado estratégico de la oligarquía porteña en la construcción de la República Liberal y civilizadora.

Después de tan rotundo fracaso político y militar era de suponer que Don Bartolo se retirara a escribir su versión de la historia argentina y preparar su propia beatificación, pero, no fue así. Había nacido en 1821 y en 1868 cuando le entrega la presidencia a Sarmiento era un hombre que no llegaba a los cincuenta años. En 1874 será candidato a Presidente pero Avellaneda le ganará las elecciones. Mitre denunciará cínicamente fraude y se sublevará contra las autoridades elegidas. Participará ambiguamente en la revolución del 90. A principios del siglo XX será Senador. Mitre intervino decisiva y directamente durante más de 40 años en la vida política argentina a través de dos medios: el prestigio ganado en la burguesía porteña que lo idolatraba y su diario “La Nación”.

Fue sin duda alguna un protagonista innegable de su tiempo, nada se hacía en los ámbitos liberales - conservadores sin consultarlo previamente, fue un persistente formador de opinión. Don Bartolo, el que se reservaba la última palabra, falleció a los 84 años, el 19 de enero de 1906. Su diario, al igual que su fundador sigue en la actualidad formando opinión y pretende todavía, dar la última palabra... a veces lo logra.

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Proclama de Felipe Varela  (diciembre 1866)

Fuente: Contratiempo, Revista de pensamiento y cultura, año 2, Nº 4.

“¡Argentinos! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el general Mitre, gobernador de Buenos Aires.
”La más bella y perfecta Carta Constitucional democrática, republicana, federal, que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en Caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido violada y mutilada desde el año sesenta y uno hasta hoy, por Mitre y su círculo de esbirros.
”El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre —orgullosa autonomía porteña del partido rebelde—, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero-Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupaytí.
”Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones de pesos fuertes y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño que, después de la derrota de Cepeda, lacrimando juró respetarla.
”Compatriotas: Desde que aquél usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño es ser ciudadano exclusivista, y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre.
”Tal es el odio que aquellos fratricidas tienen a los provincianos que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y guillotinados por los puñales de los degolladores de oficio, Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios oficiales dignos de Mitre.
”Empero, basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón y sin conciencia. Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo ya de contener.
”¡Valientes Entrerrianos! Vuestros hermanos de causa en las demás provincias os saludan en marcha al campo de la gloria, donde os esperan. Vuestro ilustre jefe y compañero de armas, el magnánimo Capitán General Urquiza, os acompañará y bajo sus órdenes venceremos todos, una vez más, a los enemigos de la causa nacional.
”A él y a vosotros obliga concluir la grande obra que principiasteis en Caseros, de cuya memorable jornada surgió nuestra redención política consignada en las páginas de nuestra hermosa Constitución, que en aquel campo de honor escribisteis con vuestra sangre.
”¡Argentinos, todos! ¡Llegó el día de mejor porvenir para la Patria! A vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el pabellón de Belgrano para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas enemigos.
”Compatriotas: ¡A las armas!... ¡Es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos argentinos!
”¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores a la Patria! ¡Abajo los mercaderes de cruces en la Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre Argentina y Oriental!
”¡Atrás los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente!
”¡Soldados federales! Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡Ay de aquel que infrinja este programa!

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