sábado, 26 de diciembre de 2015

Carlos Astrada, filosofía peronista y las raíces del ser nacional

Carlos Astrada.

El caso de Astrada es, sin dudas, una de las más paradigmáticas operaciones del aparato cultural del sistema destinadas a confinar al ostracismo a los pensadores e intelectuales que no comulgaron con el credo de las clases dominantes. Y fue muy efectiva. Sujeto a un impiadoso y sintomático olvido, Carlos Astrada, uno de los mayores filósofos argentinos, ha permanecido en un cono de sombra del cual es preciso que la política definitivamente lo rescate.


Brillante y original, su obra constituye una referencia ineludible a la hora de trazar el molde de lo que conocemos como pensamiento nacional. Al igual que otros grandes hombres, su cercanía al peronismo –y en particular el rol central que tuvo en el Congreso Nacional de Filosofía de 1949- lo convirtieron en un “maldito” para la academia y la historia oficial.


Argentino de pura sepia, Astrada nació en Córdoba, el 26 de febrero de 1894. Falleció el 23 de diciembre de 1970 en la ciudad de Buenos Aires. Desde su temprana juventud hasta su muerte, la vida de Astrada estuvo sumergida completamente en el mundo de la filosofía y su obra fecunda es uno de los principales aportes de la filosofía al pensamiento nacional.


Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro




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“A diferencia de los negadores de lo nacional, Astrada ha buscado el ser nacional para el país. En Astrada la realidad argentina está en profundidad. Y lo que es más, la intuición emocional de la tierra nativa”.
Juan José Hernández Arregui. “La formación de la conciencia nacional”.


Sobre el Primer Congreso Argentino de Filosofía

En el año 1947, por iniciativa del rectorado de la Universidad Nacional de Cuyo, se convocó al “Primer Congreso Argentino de Filosofía, con participación de todos los países hispanohablantes”. El 20 de abril de 1948 el Poder Ejecutivo lo declaró  de interés nacional  y el presidente Perón dispuso que el Congreso pasara a denominarse “Primer Congreso Nacional de Filosofía”.
 
Perón y Evita en el Congreso de Filosofía de Mendoza en 1949.
El Estado puso a disposición de los organizadores todos los recursos para garantizar el éxito de este primer encuentro internacional. El Congreso se celebró en Mendoza entre el miércoles 30 de marzo y el sábado 9 de abril de 1949. El propio Perón intervino pronunciando una conferencia  como cierre durante la sesión de clausura, ceremonia celebrada en el Teatro Independencia de Mendoza en la tarde del sábado 9 de abril de 1949, con la presencia de María Eva Duarte de Perón, todos los Ministros que integraban el Gabinete Nacional, los Rectores de las Universidades argentinas, otras autoridades y los congresistas. Perón ofreció en esa intervención, plena de referencias históricas filosóficas, las principales posiciones ideológicas del justicialismo. Este texto sería difundido posteriormente en forma de libro titulado “La Comunidad Organizada”.

Los años finales de la década del 40 fueron muy ricos para el pensamiento argentino. El gobierno peronista, que logró una democratización social sin precedentes, ofrecía el marco propicio para que se profundicen grandes cuestiones pendientes como el tema de los orígenes y el destino de la nacionalidad argentina.

Perón dando su discurso en el Congreso de Filosofía.
El protagonismo que tuvo Perón en el congreso con su discurso de cierre, aprovechando para presentar la filosofía justicialista al mundo, a lo que se le debe sumar el contexto internacional de la postguerra, le dieron al encuentro un carácter político evidente que fue muy criticado por algunos filósofos y sectores académicos que pretendían una encuentro aséptico y apolítico.

Llegaron (o mandaron ponencias) filósofos destacados como Hans Georg Gadamer discípulo del existencialista Martín Heidegger, el tomista francés Jacques Maritain, Julián Marías, José Vasconcelos, Gabriel Marcel, entre otros reconocidos intelectuales  del mundo. Ese Primer Congreso Nacional de Filosofía fue clave, no sólo por las discusiones filosóficas que se realizaron, sino también porque tuvo, reitero, un fuerte matiz político ya que, dos meses antes de la reunión se había reformado la Constitución Nacional, hacía menos de dos años que había concluido la segunda guerra mundial, la humanidad tomaba nota de los Juicios de Nuremberg, Hiroshima y Nagasaki y se advertían los primeros escarceos de la guerra fría, que dominaría al planeta durante más de cincuenta años .

Carlos Astrada fue el filósofo insignia del primer peronismo y máximo referente del Congreso de Filosofía de 1949.

Sobre Carlos Astrada

Carlos Astrada.
En cuanto a los filósofos argentinos, en esos años el existencialismo europeo que lo expresaban Martín Heidegger y Jean Paul Sartre, entre otros, en Argentina era estudiado y difundido por el filósofo Carlos Astrada. Pero también se manifestaba por esa época otra fuerte corriente de pensamiento en nuestro país que era la filosofía tomista católica encabezada por monseñor Nicolás Octavio Derisi. Excedería los límites de esta nota comentar los contenidos de las conferencias y las polémicas desatadas en los diferentes temas filosóficos tratados. Si entiendo que es imprescindible hacer una referencia mínima en estas líneas a un pensador argentino, que hizo importantes aportes para la comprensión de la argentinidad: Carlos Astrada. 

Si uno atendiera a la simple cronología, a una enumeración de nombres y hechos, el cordobés Carlos Astrada podría aparecer como un pensador agudo pero ecléctico y contradictorio que recorre todo el arco filosófico y político del siglo XX argentino llevado por los aires de la época: heideggeriano en los años 30, peronista en los 40 y tempranos 50, marxista en los 60; hacia el final de su vida maoísta. Mao Tsé Tung lo recibió en China porque el Partido Comunista Chino estaba en conocimiento de la crítica que Astrada le dirigía al PC soviético por su carencia de pensamiento dialéctico.

La biografía que traza Guillermo David en su portentoso ensayo “Carlos Astrada. La filosofía argentina” (2004) lo muestra exactamente al revés: como un intelectual riguroso, por momentos quizá demasiado rígido, para quien la posibilidad de cambiar de perspectiva estaba asociada a la necesidad de mantener su coherencia en la búsqueda de una verdad. Este pensador nacional era un hombre austero, con aspecto bien criollo, con rasgos de nuestros pueblos originarios, que había nacido en Córdoba en 1894 y murió olvidado en Argentina en el año 1970, el 23 de diciembre. En la cátedras de “Pensamiento argentino y latinoamericano”, que se dictan en las facultades argentinas la inclusión de la obra de Carlos Astrada queda a criterio del docente y suele ser muy marginada.

Sujeto a un impiadoso y sintomático olvido, Carlos Astrada, el mayor filosofo argentino, ha permanecido en un cono de sombra del cual es preciso que el pensamiento nacional definitivamente lo rescate. Astrada convocó a diversas tradiciones filosóficas para articularlas en el “Humanismo de la Libertad”. Al anti-humanismo de Heidegger oponía la vertiente de los humanismos occidentales como condición para reformular una nueva imagen del hombre. El ansia que late en la filosofía libertaria de Astrada no es el hombre de la razón, ni el homo economicus del liberalismo, ni el homo faber del pragmatismo sino un hombre centrado en su humanidad como centro de todo valor, rescatado de las alienaciones por la praxis. Este es, en una apretada síntesis, la novedosa propuesta filosófica de Astrada.

El Mito Gaucho

"El Mito Gaucho", de Astada.
El gran aporte de Astrada al pensamiento nacional lo hace en su libro más conocido, “El Mito Gaucho” publicado en 1948. En su obra dice que todo pueblo tiene un destino histórico fundado en un mito, en una “sustancia mítica” como la denomina. Y en nuestro caso es el mito del Martín Fierro. Esto supone un programa de vida, un trabajo a realizar y una misión que cumplir. Para Astrada, la “geopisque” hace del hombre argentino un arquetipo germinal, de un origen que olvidó y que, so pena de traicionar o desertar de si mismo, tiene que retomar para mantener la continuidad y la progresión de su ser. El hombre argentino es el hombre pampeano, es el que nace del mito gaucho plasmado en el poema de José Hernández. “Es un ser de lejanía”, una sombra en fuga y dispersión sobre su total melancolía… Este ser argentino, “no obstante a la vertiginosa y avasallante avalancha forastera”, la inmigración, se reveló tan fuerte que no sucumbió al alud colonizador. Atinó a replegarse, a recluirse, a esperar…

Las clases dirigentes durante generaciones traicionaron nuestro mito fundacional e intentaron remplazarlo por el mito europeo. Y, a pesar de esta transgresión, la oligarquía no pudo extirpar el núcleo nacional de un pueblo que aún espera la realización de su destino histórico. En palabras de Hernández Arregui: “Para Astrada, Martín Fierro es la historia nacional en su pasado, en su presente extraviado y en su futuro inconcluso”.

Filosofía, Cultura y Proyecto Nacional

Y, en ese mismo año, 1948, en que Astrada intentaba encontrar el ser argentino en nuestro máximo poema nacional, otro escritor, Leopoldo Marechal, desde la ficción literaria publicaba “Adán Buenosayres”, obra canónica de la literatura nacional, en la que también incursiona en el problema de la argentinidad, sus orígenes y su destino.

Pero no todo era reflexiones sobre el  “ser nacional” o la “argentinidad” en el mundo de la cultura. Por el contrario, la irrupción del peronismo produjo una verdadera crisis en el mundo de las letras especialmente. Muchos escritores miraban con desprecio a los Marechal, a los Manzi, a los Discépolo que habían decidido ir detrás de un “demagogo” como Perón. Me refiero a los literatos de “Sur”, Victoria Ocampo, Bioy Cásares o el mismo Jorge Luis Borges que para esa época publica “La fiesta del monstruo”, metáfora literariamente irrelevante de la “barbarie peronista”. De hecho es “Muerte y transfiguración de Martín Fierro”, del inconfundible antiperonista Ezequiel Martínez Estrada tal vez la contra obra al planteo de Estrada sobre el Martín Fierro.

Le sugiero, al lector que le interese esta temática en especial, recurrir al ensayo de Abelardo Ramos  “Crisis y resurrección de la literatura argentina” donde con claridad el autor expone, la relación entre literatura y poder político en el marco de un país dependiente. En menor medida también la excelente obra "Imperialismo y Cultura" de Hernández Arregui puede servir.

Para ir cerrando, cabe decir que es cierto que en su última etapa Astrada deja de lado su incondicional apoyo al peronismo y asume una postura más crítica, tanto del peronismo como de distintas figuras de la historia argentina, particularmente Rosas. Pero este giro de su vida no menoscaba sus extraordinarios aportes a la filosofía del campo nacional, ni puede esconder el hecho de que su mayor protagonismo como intelectual lo tuvo con Perón, escribiendo una de las páginas más relevantes de la filosofía en Argentina.

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