miércoles, 3 de febrero de 2016

Caseros y el Combate por la Historia: De traiciones y la “fuente” de la libertad

Caseros es el gran tema de la historia entrerriana y uno de los pilares de la historia "oficial" argentina. Abordarlo no es sencillo, ya que el debate se enciende rápidamente. Las argumentaciones deben ser claras, fundadas, por lo que son extensas casi siempre. Pero aún así no pueden convencer muchas veces a posturas antagónicas y apasionadas. 


Por eso deseo, antes de entrar en el análisis de la Batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), hacer unas aclaraciones que considero imprescindibles antes de referirme o polemizar sobre Rosas, que son de igual o mayor importancia que el análisis de la efeméride en sí misma. Son unas premisas, que considero esenciales, a la hora de abordar el tema Rosas.
 
Obra artística sobre la Batalla de Caseros.

Mi amigo Domingo Rondina tuvo la gentileza y publicó esta nota el año pasado (https://www.constitucional.com.ar/caseros/) y ahora va con algunos pocos agregados. En función de este objetivo que mencioné en el párrafo anterior es que dividí la nota en dos partes. En la primera me referiré a Rosas y la historia, la historia oficial y el revisionismo y la forma en que creo que debemos discutir a Rosas hoy, partiendo desde unas premisas que considero como irrefutables. En la segunda parte, sí, me referiré a la Batalla de Caseros, analizando las causas y consecuencias, políticas, económicas y sociales, donde abordaré el rol central de Brasil como gran arquitecto de Caseros y la implantación de un nuevo modelo económico y social con la caída de Rosas.


Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro



1. Juan Manuel de Rosas: Combates por la Historia

“¡OH Rosas te maldigo! Ni el polvo de tus huesos la América tendrá”.
José Mármol.

La misión de los unitarios

Cada vez que recordamos o discutimos sobre Rosas se impone en primer lugar afirmar que el propósito de los emigrados unitarios que regresaron a Buenos Aires después de Caseros y se apoderaron del gobierno fue clarísimo: destruir todo vestigio del régimen rosista. Mintieron, fabularon, denigraron, vilipendiaron a Rosas, a su obra, a sus seguidores, y aun más, buscaron directamente borrarlo de la historia.

Esta maquinación la podemos verificar desde mucho antes de que Rosas fuese vencido en Caseros (1852), en el deseo y la predicción no cumplida de José Mármol, cuando en su poema “A Rosas” de 1843, maldice al “salvaje de las pampas que vomitó el infierno” y repite en dos estrofas distintas que “ni el polvo de tus huesos la América tendrá”. Este texto “poético” contiene una verdadera sentencia política que fue ejecutada prolijamente por el aparato cultural del sistema durante de 120 años. Los restos mortales de Don Juan  Manuel tuvieron que aguardar hasta 1989 para que pudieran descansar en la tierra que lo vio nacer, cumpliéndose así su última voluntad.

Rosas ocuparía durante muchos años el lugar del malvado en la historia oficial. Se enumeraban los crímenes perpetrados por la Mazorca, su negativa a organizar institucionalmente el país, la tiranía, las formas reaccionarias de ejercer el poder con facultades extraordinarias, la mirada estrecha para entender los cambios en el mundo exterior. Acusado de los más horrendos abusos fue durante años un innombrable que se lo mencionaba elípticamente como “el dictador” o “el tirano”.

Ese lugar de “maldito” sobrevive sin embargo en los últimos bolsones culturales de la oligarquía liberal y se derrama todavía a importantes sectores de la sociedad, incluida buena parte de la academia y las universidades. Es natural encontrar aún, de vez en cuando, alguna nota periodística de un indignado Sebrelli o de una aterrada María Sáenz Quesada por la “incomprensible vigencia” de la imagen del Restaurador.

Rosas, hoy

En la actualidad, Juan Manuel de Rosas ocupa un lugar en la historia, no es más un maldito marginal como otrora. En su dimensión popular, está considerablemente vaciado políticamente, como San Martín, como Moreno, pero tiene su territorio en la historia y el aparato cultural del sistema le ha otorgado un discreto lugar. Sus restos fueron repatriados después de una larga lucha y descansan en el panteón familiar del cementerio de la Recoleta. Desde 1999 tiene ya su monumento: una estatua ecuestre hecha en bronce del Restaurador se yergue en la ciudad de Buenos Aires en la esquina de Sarmiento y Libertador. Su rostro está impreso en los billetes de 20 pesos (el actual gobierno nacional dispuso que para los nuevos billetes no existan próceres, ilustrando con animales en su lugar, otra polémica para abordar) y en casi todas las ciudades de la Argentina una avenida, una calle o un barrio lleva su nombre.

Y, por fin, de un tiempo a esta parte los manuales de historia lo mencionan no como un tirano oscuro y sangriento sino como un gobernador de la provincia de Buenos Aires que gobernó con “mano dura” un largo y difícil período.

Ha sido el proceso desde el 2003 al 2015, mediante el gobierno nacional, sobre todo el de Cristina Fernández de Kirchner, quien ha recuperado al mejor Rosas, el antiimperialista y lo ha puesto en el panteón histórico con el feriado nacional del 20 de noviembre, en homenaje  la Batalla de la Vuelta de Obligado.

El Rosas de hoy es una victoria del combate por la historia

Pero esta institucionalización de Rosas, este reconocimiento, no fue otorgada por un gracioso favor del aparato cultural sino que fue el resultado de una lucha política que duró años y que señala entre otras cosas un triunfo del revisionismo histórico sobre la historiografía liberal.

Don Arturo Jaureteche escribió que: “Para comodidad en la exposición y simplificándola de una manera didáctica pudimos considerar la historia oficial como la tesis y el revisionismo como la antítesis”. El revisionismo tuvo la tarea de demoler en una vasta tarea la historia falsificada, oponerse como antitesis a ella. Creo que, faltaría -y es lo que se está gestando hoy cuando renace la polémica histórica-, un tercer movimiento historiográfico, la síntesis superadora, que colocase a Juan Manuel de Rosas en su verdadero lugar en la historia de la Patria. Despejado el terreno, desechada la mentira de la historia falsificada (tesis), surge el revisionismo histórico (antitesis) que rescata y valoriza la figura de Rosas. La dinámica de la dialéctica exige la síntesis. La historia oficial ya fue destronada, es preciso ahora objetivarse para una nueva polémica, una nueva interpretación que coloque a Rosas en un lugar ecuánime y objetivo en la historia argentina.

Esta nueva etapa se debe nutrir de la dialéctica histórica tal cual la imaginaba Walter Benjamin, que recupera el relato de los vencidos, porque “encender en el pasado la chispa de la esperanza es un don que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer” (Walter Benjamin, Tesis VI en “Sobre el concepto de historia”). Eso le paso a Rosas, sin dudas. Y en la derrota de los proyectos populares, que hay mucho de esto en nuestra historia, está lo que ha sido y puede ser nuestra Nación. Y una nueva mirada a nuestro pasado debe tener eso, recuperar la tradición de los oprimidos, los derrotados, los humillados, los exiliados, se debe nutrir de los malditos, es “cepillar la historia a contrapelo” como la Tesis VII de Benjamin.

Es una historia con perspectiva de futuro y funcional al presente. “Necesitamos de la historia, pero de otra manera de como la necesita el ocioso exquisito en los jardines del saber”, dice el Nietzsche que cita Benjamin, porque “el sujeto el sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida misma”, el pueblo me permito decir, pero “cuando combate”, tal reza la Tesis XII. Para eso debe servir la historia. Este debe ser el compromiso de los historiadores y en especial los historiadores y divulgadores históricos del campo nacional que entienden que “La historia es la política del pasado y la política la historia del presente.”

Desde dónde partir para hablar de Rosas

Hechas las aclaraciones, en función de esa imprescindible síntesis considero que cualquier mirada del hoy sobre Rosas tiene que partir de la aceptación de estas tres premisas históricas:

Juan Manuel de Rosas.


A) Rosas Estadista.

La Revolución de Mayo no había dado ningún ESTADISTA, ningún político de envergadura, salvo Moreno que fue una estrella fugaz que logró señalar un rumbo. Alvear, tal vez... había mostrado ciertos dotes, pero su juventud y las circunstancias internacionales lo hicieron fracasar. Dorrego se desmoronó en parte por su falta de ductilidad para adaptarse a las circunstancias y su obra encontró fin en el aberrante crimen del unitario Lavalle. Rivadavia, es justamente todo lo contrario a un político, es más bien la caricatura de un tipo de político, fue un ser alejado de la realidad. Belgrano, enorme en su voluntad, infalible en su desacierto. San Martín, se niega a participar en las luchas internas y parte al destierro. Ramírez, Quiroga y López, no pudieron pasar las fronteras del caudillismo local. Artigas, enorme en su integridad, coherente en su lucha y meridiano en claridad ideológica nunca pudo ser el poder real ni imponer la dirección política al conjunto. Ninguno había logrado hasta entonces generar un orden nacional, dominar la anarquía, poner un dique a la balcanización. Esta fue la obra de don Juan Manuel de Rosas, quien es a mi juicio el primer estadista de visión nacional que forjó la Revolución de Mayo.

B) Rosas Nacional.

En el área de las relaciones internacionales Rosas supo hacer respetar celosamente la independencia nacional. Fue el estadista custodio de nuestra soberanía en el Siglo XIX. Representa el honor, la unidad y la independencia de la Patria recién nacida.

La historia argentina reconoce un periodo crucial: la resistencia nacional de Rosas y su gobierno a un proyecto colonizador, a una tentativa imperial europea altamente peligrosa. Los episodios diplomáticos y militares de la intervención anglo francesa constituyen por la reacción de Rosas y su pueblo una de las paginas más memorables de nuestra historia. En esa obcecada resistencia y apasionada intransigencia se definió nuestro destino como nación independiente. En el dilema de ser una factoría extranjera o una nación soberana Rosas optó por lo segundo, que era el camino del sacrificio y de la lucha pero también el del honor.

Desde la historia oficial durante años se intentó tergiversar el verdadero cariz de la intervención imperialista, pero el revisionismo desenmascaró esta operación señalando con claridad que se trataba de una verdadera operación colonial con intereses económicos  concretos. Los cañones de las más grandes potencias europeas apuntaron la Confederación y a pesar de la superioridad militar al final de la guerra la causa nacional terminó invicta y reconocida en todos los países del mundo incluso los enemigos.

C) Rosas Popular.

El pueblo de Buenos Aires, el pueblo auténtico, la gente, no había figurado aún en nuestra historia. Vimos que la gente que se congregó frente al Cabildo el 25 de mayo constituía un pequeño grupo. Las diferentes puebladas y golpes militares consistían en rebeliones o alzamientos minoritarios y sectarios. Artigas fue el primero en incorporar el pueblo a la revolución. Pero es Dorrego el que prepara el terreno para la aparición de lo popular en la escena política. Rosas lo continúa y lo profundiza. El nuevo escenario presenta una novedad: Las masas. La plebe de las orillas, los negros, los mulatos, los compadritos, la gente de la campaña, e incluso los indios, todos antes escondidos ahora se exhiben y participan. Esta fuerza política despreciada por los unitarios será la base social que Rosas, caudillo del campo popular, pone en acción en defensa de la Soberanía Nacional.

Ningún personaje hispanoamericano, salvo quizás, Bolívar, ha apasionado tanto como Rosas a los pueblos que descendemos de España. Entre nosotros, Rosas es un tema de actualidad desde hace más de 160 años. Se podría afirmar que es el único tema histórico de actualidad permanente. Cientos de libros, miles de ensayos se han escritos sobre Rosas. Algunos trabajos son simplemente apologéticos otros directamente denigratorios. Los menos intentan cierta objetividad. Tantas publicaciones y opiniones manifiestan ciertamente que existe un ansia por conocer la verdad y que la polémica no está concluida.

Pero la batalla sigue

La polémica no está concluida, es más, es preciso profundizarla y afinarla. Es puntual estudiar, investigar y discutir muchas instituciones, hechos y conceptos políticos de la época de Rosas: la naturaleza del federalismo planteado por Rosas, el sistema político de la Confederación, la relación con las provincias, los alcances de la Ley de Aduanas, los intereses ganaderos de la provincia de Buenos Aires, el carácter autocrático de la conducción de Rosas y mucho más.

La investigación y las cuestiones polémicas están abiertas, pero a mi juicio, desde el previo reconocimiento, de que estamos frente al  primer estadista que tuvo la Revolución de Mayo, que le dio a la política de su tiempo, un contenido definitivamente nacional y auténticamente popular.

De todos los temas, creo que una reinterpretación de Caseros, la apertura de un debate en torno a sus causas y consecuencias es una tarea imprescindible, por la relevancia que tienen, por lo incorporado a la cultura popular y la por la trascendencia que le otorgó la historia oficial como hito fundacional de la Nación Argentina.

2. La Batalla de Caseros: La Confederación en guerra con el Brasil.

 “En eso estaban las cosas al comienzo del año 1851, cuando se produce el hecho más increíble de la historia argentina y uno de los acontecimientos más vergonzoso de la historia universal. El general en Jefe del Ejército de Operaciones argentino para la guerra contra el Brasil; Don Justo José de Urquiza, entra en tratativas con el enemigo para pasarse a él y arrastrar a las tropas que el país ha puesto bajo su mando y responsabilidad. Así también todos los pertrechos y armamentos a su disposición.”
Juan Domingo  Perón. “Breve historia de la problemática argentina”.


De la fabula de la historia oficial a la verdad

Es difícil sintetizar que fue Caseros, las causas, cómo se llegó al enfrentamiento, el desenlace, las consecuencias, etc. Trataré de ser breve… Este hecho que se conmemora cada 3 de febrero se dio mucho tiempo después del ascenso al poder de Rosas y cuando el Restaurador y la Confederación habían logrado su consolidación política, afianzado el poder y alcanzado el respeto y reconocimiento de las naciones de América y Europa después de los triunfos contra las agresiones extranjeras y sus aliados. Allí, en ese momento, empezó a organizarse la coalición que habría de derribarlo.

El Urquiza idealizado por la Historia Oficial.
La historia mitrista al referirse a la caída de Rosas relata una vez más otra adulteración histórica, otra leyenda. En la misma el protagonista principal de la coalición es el entonces gobernador de mi provincia, Entre Ríos, y Jefe del Ejército, el General Justo José de Urquiza. Según la conocida alteración de los hechos, Urquiza emprende una cruzada libertadora contra el tirano para rescatar a la República de las garras del déspota. La historia oficial ni menciona la participación del Brasil, y si se refiere, lo hace de tal manera de no empañar la gloria del libertador ya que Caseros se constituye para la historia oficial como un episodio fundacional de nuestra propia nacionalidad, porque además de derrotar al tirano nos dio la Constitución.

Para los historiadores revisionistas, en cambio, Caseros fue “la mayor calamidad de nuestra historia” (citando a uno de los primeros revisionistas peronistas, Ernesto Palacio), una verdadera derrota nacional donde se perdió no sólo una batalla sino la hegemonía continental abriendo las puertas a la penetración europea y dando comienzo a una largo periodo de dependencia económica en el Río de la Plata.

Los actores detrás de la caída

A la caída de Rosas confluyeron varios poderosos factores (que, como era de esperarse, se enfrentaron inmediatamente después de Caseros):

a) La burguesía comercial porteña que exigía una política económica más abierta con el imperio británico.

b) Algunas provincias mediterráneas que buscaban la organización nacional bajo una constitución seducidas con promesas de una organización nacional que nunca se cumplirán.

c) Las provincias del litoral ahogadas por el puerto único y que deseaban negociar sin intermediarios con las metrópolis económicas.

d) Los propios ganaderos bonaerenses originalmente aliados a Rosas ávidos de librarse de la pesada mano del Restaurador y lograr un trato más libre con los compradores europeos.

e) Y finalmente Brasil, que aliado incondicional de Inglaterra –una vez más aquí ejecutando la geopolítica inglesa-, deseaba la libre navegación de los ríos para su comercio y se presentaba como el enemigo histórico de la Confederación en la disputa por la hegemonía de América del Sur. A este respecto manifestaría el diputado Pereyra da Silva en la Cámara de diputados brasileña en junio de 1850: “Los designios del General Rosas no son ocultos. Pretende reconstruir el Virreinato de Buenos Aires (léase del Río de la Plata), acabando con todos los pequeños estados que de él se habían hecho independientes. Estos designios son fatalísimos, perjudiciales al Imperio del Brasil”.

Caseros, la hora del Brasil

Estos actores pactaron y se aliaron contra la Confederación porque aisladamente no hubiesen podido derrotar a Rosas. Urquiza fue un instrumento, sólo una herramienta utilizada por la diplomacia brasileña que fue la verdadera autora de la coalición. La situación de Brasil no era auspiciosa en 1850, la clase dirigente brasilera estaba preocupada por los movimientos separatistas riograndenses que despertaban temor por un posible acrecentamiento territorial argentino.

Es preciso entonces comprender la caída de Rosas en Caseros no como lo pretende la historia mitrista producto de la gesta libertadora de Urquiza, sino como una crisis geopolítica en la región donde hasta Paraguay participó atraído por el reconocimiento de su independencia en caso de que se ganara la guerra.

Caseros fue la hora del Brasil. A Caseros hay que considerarla como una batalla, la final de “la segunda guerra argentina brasileña” como titula José María Rosa al capítulo concerniente a la derrota de la Confederación. Este capítulo de la “Historia Argentina” será la base de uno de los mejores libros de Rosa y de la historiografía argentina: “La caída de Rosas”, trabajado entre los años 1953 y 1958 en los archivos de Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro en donde desentraña todos los hechos deliberadamente trastocados por la historiografía liberal.

Fue la hora del Brasil porque, cuando Francia y Gran Bretaña se retiran militarmente del Plata, vislumbró la llegada de su oportunidad histórica. El Imperio de Brasil no había perdido su viejo sueño de anexar la “Cisplatina”, frustrado en Ituzaingó y obtener territorios en la cuenca del Plata. La diplomacia del Imperio sabia que podía contar con importante aliados para enfrentar a la Confederación: Paraguay, cuya independencia Rosas desconocía porque seguía considerando que era territorio nacional; los sectores políticos uruguayos enfrentados con Oribe; los exiliados argentinos contrarios al régimen del Restaurador; todos ellos y un general en Entre Ríos, que ya había dado señales de querer traicionarlo, manifestando que sus intereses no coincidían con los de los estancieros bonaerenses.

La sucesión de hechos y el camino a la batalla

En noviembre de 1849, las fuerzas brasileñas ingresan a territorio uruguayo en busca de las tropas de Oribe. El conflicto que plantea el Imperio con su incursión fue doble: contra Oribe y contra Rosas. El Jefe de la Confederación presentó un reclamo ante el gobierno de Río de Janeiro y Brasil sin volver atrás comenzó a negociar un convenio con los sitiados en Montevideo. Enseguida concreta la diplomacia brasilera una alianza con el Paraguay y quedan rotas las relaciones de la Confederación con el Brasil.

Agentes brasileños bien provistos de dinero, trabajan eficazmente en Montevideo, Asunción, Corrientes y Entre Ríos sobornando a quien sea necesario, preparan alianzas con los jefes de gobierno y corrompen la oficialidad. En el mes de abril de 1851, el General Urquiza dirige una circular a las provincias argentinas que habían reelegido a Rosas como encargado de relaciones exteriores para incitarlas a que quitasen su voto y su respaldo al Restaurador. El 1 de Mayo se pronuncia públicamente contra el jefe de la Confederación y sus representantes firman en Montevideo un tratado de alianza con los brasileños y con los uruguayos sitiados por Oribe. El Imperio había encontrado la alianza que necesitaba.

Comienza la campaña de los aliados, el primer enemigo a derrotar es Oribe. Urquiza cruza el Rió Uruguay e inicia la marcha contra las tropas de Oribe que asistía a la traición o defección de sus principales jefes. Una poderosa fuerza brasileña entra en el Estado Oriental al mando del duque de Caxias mientras la escuadra lusitana ocupa Colonia. Oribe atenazado por los dos ejércitos firma la capitulación ante Urquiza. Los aliados van ahora por más... por Rosas y la Confederación, pero antes es preciso que se firmen los tratados entre los aliados.

Urquiza y su lápida histórica

Justo José de Urquiza.
Pocos días después de la rendición de Oribe, firma Urquiza un tratado con los brasileños que será una verdadera lápida histórica para el gobernador de Entre Ríos. El Imperio le otorgaba un préstamo mensual de 100.000 patacones a las provincias de Corrientes y Entre Ríos y obligaba a Urquiza a obtener el reconocimiento de esa deuda y otra más a la Confederación cuando se obtuviera la victoria. Las provincias mesopotámicas hipotecaban sus rentas y tierras públicas como garantía del acuerdo y se comprometía a utilizar todas las influencias posibles para conseguir la libre navegación de los ríos una vez que Rosas fuera depuesto. Textualmente:

“Su Excelencia el señor Gobernador de Entre Ríos se obliga a obtener del gobierno que suceda inmediatamente al del general Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la Confederación Argentina y que efectúe su pronto pago con el interés del seis por ciento al año. En el caso, no probable, de que esto no pueda obtenerse, la deuda quedará a cargo de los Estados de Entre Ríos y Corrientes y para garantía de su pago, con los intereses estipulados, sus Excelencias los señores Gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, hipotecan desde ya las rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos estados”.

Como siempre, el dinero del imperio británico: El Barón de Mauá

Reza el refrán que la ruta del dinero nos lleva siempre al origen de las cosas… Aquí también. En Caseros hay un actor central que es muy poco conocido y no aparece en ningún manual escolar: Irineo Evangelista de Sousa, quien sería a la postre el Barón y Vizconde de Mauá. Es él quien es el alma de la intervención contra Rosas. Es quien ofrece y facilita la financiación de la guerra contra la Confederación.

Ya antes de Caseros el Barón de Mauá se reunió con Mitre y Sarmiento y fue luego la clave financiera de la conspiración. Es a la vez el quien encubre la financiación real que hace el Imperio del Brasil e Inglaterra. Urquiza concertó dos grandes deudas para esta empresa, la contraída con Mauá y el “empréstito Buschental”. Pero lo real es que Buschental y Mauá eran socios y ambos eran mandatarios de la banca inglesa Rothschild, que geopolíticamente servía a los intereses del Imperio Británico y se propusieron, con éxito como se verá, afirmarse en el Brasil, penetrar en la Banda Oriental y dominar el litoral argentino con la creación del Banco Mauá.

Así fue como el “filántropo” amigo de Urquiza era un financista ligado al imperio británico, que surgió y ascendió financieramente cuando fue promovido al rango de socio menor y testaferro de los Rothschild en Brasil (para saber más de esto les recomiendo leer: “Baring Brothers y la Historia Política Argentina”, de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde).

La Batalla de Caseros

Volviendo al contexto nacional y al desenlace. No obstante que la mayoría de las provincias de la Confederación se pronunciaron abiertamente en contra de Urquiza y sus alianzas con el extranjero, Rosas se muestra indeciso y comete errores en momentos decisivos. Tal vez ya acosado por el cansancio y una permanente desconfianza hacia sus subordinados pierde algo de reflejos políticos y militares retardando una acción ofensiva que hubiese cambiado el curso de la historia.

El “Ejercito Grande”, así lo había denominado Urquiza, comienza el avance hacia Buenos Aires. Contaba con un total de 28.149 plazas formadas por correntinos, entrerrianos, uruguayos, exiliados unitarios y brasileños pertenecientes al ejército imperial. Los brasileños habían apostado, además, 12.000 hombres en Colonia -el "ejército chico"- como refuerzo. Tenía 45 cañones modernos y una batería de cohetes. Entre los exiliados enganchados en el Ejercito Libertador se encontraban dos personajes que serían en el futuro presidentes de la Argentina: Sarmiento, vestido con un exótico (ridículo, por así decirlo) uniforme de oficial francés oficiaba de “boletinero” del Ejército y Bartolomé Mitre, capitán del arma de artillería y poeta.

La Confederación por su parte contaba con 22.000 hombres -12.000 de caballería y el resto de infantería- pero muchos eran bisoños, sin ninguna experiencia de guerra. Sus 60 cañones viejos casi no tenían munición. La batalla presentada fue ante todo una cuestión de honra; no en vano en la parte final, cuando era evidente la derrota, Rosas centró la lucha contra las tropas imperiales (también la inició contra ellas) marcando así el concepto que le merecía su enemigo, que se había aliado con el imperio de Brasil para derrotar a la Confederación.

Después de dos horas de lucha, las fuerzas de Rosas cedieron terreno y Urquiza quedó como dueño de la victoria. Una victoria que desprovista de brillo porque la presencia de 4.000 brasileños la empañaba hasta convertirla en el desquite histórico de Ituzaingó. Tan de Brasil fue la victoria que el desfile de la victoria y la entrada de las tropas brasileras en Buenos Aires se realizó el día 20 de febrero, aniversario de la batalla de Ituzaingó (1827), pero, como todos sabemos, la batalla de Caseros se había librado el 3 de febrero.

Rosas, herido en una mano de un balazo, se alejó acompañado de un auxiliar. Bajo un ombú situado en Hueco de los Sauces (actual Plaza Garay) redactó su renuncia que encomendó a su ayudante, quien inmediatamente la hizo llegar a la Junta de Representantes. Luego, cubierto por un poncho, durmió -llevaba tres noches en vela- una hora. A las cuatro de la tarde llega a la embajada inglesa. Esa misma noche, con el auxilio de su hija de Manuelita el embajador inglés Gore lo convence de la necesidad de refugiarse en el buque de guerra “Centaur”, anclado en la rada. Rosas lo hace finalmente y junto con algunos miembros de su gobierno navega, días después, hacia el exilio en la Nación que él mismo, años atrás obligara a agachar su altivez imperial ante la denodada defensa de la soberanía argentina. Cuando partía a su exilio Rosas le dice a un funcionario inglés que no lo buscarán en Inglaterra porque no fue el pueblo quien lo había volteado, fueron los brasileros.

¿Cómo era el Brasil de de los tiempos de Caseros? La “fuente de libertad” de la que bebió Urquiza

Retrato de Pedro II de Brasil, circa 1850. 
En los hechos la Confederación Argentina entró en guerra con el Imperio del Brasil. Si vino la libertad a esta tierra con Urquiza fue la libertad que irradió el Brasil. La pregunta sería la siguiente: ¿Cómo era el Brasil de los tiempos de Caseros? ¿Cómo era el Brasil que iluminó el camino a la libertad y la Constitución que emprendió Urquiza según la historia oficial?

Para responder esto me limitaré a transcribir un párrafo de la "Historia Argentina" de José Luis Busaniche, cuya lectura considero imprescindible y esclarecedora:

“Así, el Brasil de 1850, se nos exhibe por una historia convencional como un país de libertad y se destaca la figura de su emperador Pedro II, educado conforme a su alto destino y amante de la ciencia y de las letras… como un paradigma de gobernante. Además, como jefe de un gobierno constitucional, frente a nosotros, pobres salvajes inconstituidos. Pero aquel joven emperador era hijo de Pedro I, el que nos trajo la guerra de 1825 a 1828, cuyo padre, don Juan VI de Portugal, nos arrebató la Provincia Oriental en 1816 e hizo morir a miles de argentinos para satisfacer su espíritu de conquista, heredado de sus mayores. El gobierno del Brasil era un gobierno monárquico constitucional, de índole aristocrática, el único gobierno basado, además, económicamente sobre una institución infame, la esclavitud de todo una raza. El tráfico de negros, a pesar de leyes dictadas casi 20 años antes, no estaba completamente abolida y la esclavitud exhibía sus más odiosos aspectos. La fazendas, los cafetales, las fábricas, las simples casas de campo, las calles de la ciudad, ostentaban el espectáculo más vil y más reñido con toda idea de libertad y con todo sentimiento de dignidad humana. El látigo restallaba en todas las partes sobre la espalda del negro. A la vista del público estos pobres seres transportaban por calles y caminos cargas superiores a sus fuerzas, sollozando, bajo el azote implacable del capataz, mientras corría la sangre de sus heridas. El capitalismo inhumano cebábase con ellos llevando a los últimos extremos su perversidad. La misma condición individual más proclive a la crueldad que la misericordia ponía en todo aquello su nota vergonzosa. En Río de Janeiro, negras de corta, matadas a golpes por sus amos como consecuencia de pequeñas faltas, eran arrojadas a los cajones de la basura. Rufianes que a veces gozaban de privanza y de consideración social, y que disponían de la mercancía negra, compraban embarcaciones y destinaban sus esclavos a trabajar con ellas en el transporte de pasajeros de la bahía; los negros debían aportar al amo una cierta cantidad de dinero diaria; de no ser así eran sometidos a horrorosos suplicios. Para liberarse de la tortura, el negro robaba, o mataba también si era necesario para robar. Había que llevar al desalmado la contribución obligatoria. Muchos años después, el historiador Oliveira Lima escribiría: "El imperio iba a rescatar por el más patético de los sacrificios, por su propio holocausto, el error de la independencia que había libertado políticamente al blanco sin libertar el negro, y sobre todo el crimen de la metrópoli que hizo de una colonia una colmena de esclavos". Y durante la campaña de la abolición, en pleno apogeo del imperio, se atribuye a Joaquín Nabuco las siguientes palabras: "¡Mentís! No hay libertad ni hay independencia en una tierra de un millón quinientos mil esclavos".

Un millón y medio de esclavos. El primer censo argentino realizado en 1869, 18 años después de Caseros, estimó que la población argentina era de 1.877.490. Concretamente, Brasil tenía una Nación de personas sin libertad. Justamente, a esa "Colmena de Esclavos", fue Urquiza a rogar por ayuda para obtener la “libertad” de la Nación Argentina. ¿Puede un imperio esclavócrata liberar una Nación? Esa fue la “fuente de la libertad”…

Los ganadores de aquel 3 de febrero

¿Quiénes fueron los ganadores reales de esta coalición?: Los comerciantes y los ganaderos de Buenos Aires. La Argentina fue incorporada urgentemente al sistema de complementación económica británica. Sobre las ruinas de las industrias provincianas se introdujo una economía de mercancías importadas. Al decir de Abelardo Ramos; “Bajo el manto purpúreo del Imperio comenzó a organizarse el granero de la era victoriana”.

Para Inglaterra y Francia la caída de Rosas ofrecía la tantas veces frustrada oportunidad de negociar la libre navegación de los ríos interiores. En abril de 1852 ambos países europeos mandaron con este objeto a sus enviados especiales, como también lo hizo el gobierno norteamericano. Finalmente, el 10 de julio de 1852 Urquiza firmó, cumpliendo convenios y compromisos adquiridos, tratados con Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que establecían el libre tránsito de los ríos Paraná y Uruguay.

2 comentarios:

  1. Muy buena nota. Te invito a intercambiar sitios http://revisionistasdesanmartin.blogspot.com.ar/
    y tambien a integrarte al Instituto de Investigaciones Históricas de Gral San Martín.

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    1. Muchas gracias! Agendado el link que me enviaste. Muy interesante, ya lo conocía. A disposición. Saludos cordiales.

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