domingo, 26 de julio de 2020

26 de julio de 1952: La muerte de Evita y el adiós más multitudinario de la historia argentina


Postal célebre del funeral de Evita.

El 26 de julio de 1952 comenzó normalmente, pero a las 10:00 hs. Evita entró en un sopor del que ya no saldría. Esto instó a los médicos a realizar el primer comunicado del día. El último comunicado, a las 20:00 hs., avisó que la salud de la enferma había agravado. El lecho fue rodeado por todos sus hermanos y sus más allegados colaboradores. A las 20 y 23 el Doctor Taquini miró a Perón diciendo: "No hay pulso".


A las 21 y 36 el locutor oficial J. Furnot leyó por la cadena nacional de radiodifusión: "Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente...".


El 27 de julio su cuerpo se trasladó al Ministerio de Trabajo y Previsión. El multitudinario velatorio se prolongó hasta el 9 de agosto. La cola era de aproximadamente 35 cuadras. Cientos de miles de argentinos y argentinas pasaron por allí. La Fundación Eva Perón repartía frazadas para afrontar las adversas condiciones climáticas que se presentaron durante el velatorio y se instalaron puestos sanitarios para la atención de las personas que esperaban. Hubo desmayos, gente descompensada y muertos por paros cardíacos.

 

El cortejo fúnebre cerca del Congreso.

Llegado el 9 de agosto el cuerpo fue trasladado al Congreso Nacional para rendirle los correspondientes honores. Al día siguiente, la mayor procesión nunca vista en Argentina marchó a lo largo de Av. Rivadavia, Avenida de Mayo, Hipólito Irigoyen y Paseo Colón. Más de 15 mil soldados rindieron honores militares y la cureña fue arrastrada por gremialistas de camisa blanca y escoltada por cadetes de institutos militares, alumnos de la Ciudad Estudiantil, enfermeras y trabajadoras de la Fundación Eva Perón. Su cuerpo fue expuesto en la capilla ardiente instalada en el Congreso Nacional. El de Evita fue un extenso ritual fúnebre por donde desfilaron más de dos millones de personas. El funeral de la "abanderada de los humildes" fue uno de los más multitudinarios de la historia universal.


Entiendo que estas crónicas de los funerales de Evita sirven para que las nuevas generaciones pueden comprender, apreciar, la manera en que el pueblo argentino ha despedido a sus grandes líderes.  En el caso de Evita en la forma más masiva de la historia argentina, comprendiendo así porque fue tan importante y sigue hoy siendo tan vigente. 


La muerte de Evita dejó un vacío que afectó a Juan Perón en lo personal y al movimiento peronista en su conjunto. En aquel primer peronismo, la adaptación a la ausencia de su compañera se convertiría en un desafío importante que entiendo que Perón no pudo resolver. Evita era irremplazable y Perón no debía, ni podía, ejercer los roles asumidos por ella. Pero eso es otra historia, hoy sólo nos toca recordar a Evita y el adiós más sentido y multitudinario que hizo el pueblo en toda la historia argentina.


Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro

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“El poder lúdico, de los intereses y de los políticos, careció de todo interés para ella, más aún: lo depreció y lo detestó. El pueblo sintió que Eva vivía el poder con la dimensión trágica del deber hacer, del compartir el dolor y la frustración de los otros hasta la última consecuencia. A Eva le dolía el dolor del pueblo”.  Padre Hernán Benítez, confesor de Evita.


Evita, votando el 11 de noviembre de 1951.
Durante los meses que siguieron a las elecciones de noviembre de 1951 en donde las mujeres votaron y fueron elegidas por primera vez en la historia política nacional, el estado de salud de Evita continuó siendo la preocupación central del pueblo y del gobierno. Innegablemente, la agonía de Eva Perón proyectaba una fúnebre sombra sobre lo que podría haber sido un interludio feliz….

El 11 de noviembre de 1951, Perón fue reelecto con más del 60% de los votos. Eva votó desde su cama con entera felicidad, sabiendo que una de sus principales obras había sido lograda y que sería para siempre: el voto femenino y los derechos políticos de las mujeres.

La salud la abandonaba

En abril de 1952 llegó a pesar 33 kilos. El Doctor Pedro Ara, en su obra póstuma cita: "... Si su espíritu pareció seguir lúcido y vibrante hasta el fin, su cuerpo habíase reducido al simple revestimiento de sus laceradas vísceras y de sus huesos. En 33 kilos parece que llegó a quedar aquella señora tan fuerte y bien plantada en la vida...".

Así, hasta fines de abril de 1952 anduvo a media máquina. Permanecía semanas enteras en la residencia presidencial o en la quinta de Olivos, a veces levantada, a veces en cama. Aun así, llena de advertencias, Evita recibía bastante gente, pese a las indicaciones médicas, pero la fatiga la obligaba a cada rato a suspender las visitas. Incluso, algunas veces, se presentó en actos públicos.

Las últimas palabras de Evita al pueblo, su última aparición pública, su despedida

El último discurso de Eva Perón.

El 1° de mayo de aquel 1952 asistió al acto del Trabajo junto a Perón. El pueblo, al verla, la alentó a decir su discurso, el último, muy fuerte y claro en su contenido doctrinario en apoyo a la causa peronista, un discurso fiel a su lugar como la expresión más combativa del Justicialismo. Como anunciando su propia partida y los duros tiempos que vendrían, Evita cerraba ese discurso pidiendo al pueblo que acompañe a Perón, dejando en la arenga definiciones políticas e ideológicas que representan la quintaesencia del peronismo. Lo hacía de la siguiente manera que resumo:

“…Otra vez estamos aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: «Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan». Aquí está la respuesta mi general. Es el pueblo trabajador, es el pueblo humilde de la patria, que aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a Perón...porque ha levantado la bandera de redención y de justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria. …

"…Yo le pido a Dios que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo, es la causa de los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años..."

"...Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para servir de escudo en defensa de la vida de Perón...Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón que, en las horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón..."

"...Hay mucho dolor que mitigar; hay que restañar muchas heridas, porque todavía hay muchos enfermos y muchos que sufren. Lo necesitamos, mi general, como el aire, como el sol, como la vida misma. Lo necesitamos por nuestros hijos y por el país en estos momentos inciertos de la humanidad en que los hombres se debaten entre dos imperialismos; el de derecha y el de izquierda, que nos llevan hacia la muerte y la destrucción. Y nosotros, un puñado de argentinos, luchamos junto con Perón por una humanidad feliz dentro de la justicia, dentro de la dignificación de ese pueblo, porque en eso reside la grandeza de Perón. No hay grandeza de la Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo trabajador..."

"…Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria. Y así como este 1º de mayo glorioso, mi general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en la vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted..."

"...Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria.

A su último discurso lo pronunció con mucho esfuerzo. Al terminar, cayó en brazos de Perón. El 7 de mayo cumplió años y recibió el título de “Jefa Espiritual de la Nación”. En la avenida Libertador miles de personas se apretujaban para saludarla mientras una caravana de taxis tocaba sus bocinas. Finalmente, apareció en la gran terraza, saludando con debilidad a la multitud.

El 4 de junio de 1952 Perón asumió por segunda vez la presidencia. Eva se volvió a obstinar y le mandaron a decir que en la calle hacía mucho frío. A lo que ella respondió con enojo: "...Eso se lo manda a decir Perón. Pero yo voy igual: la única manera de que me quede en esta cama es estando muerta...". Con una masiva dosis de calmantes, concurrió al acto de asunción, donde se negó a sentarse. Se puede ver la famosa foto de Eva junto a Perón saludando a la gente desde un auto Packard descapotado. Debajo del amplio tapado de piel la sostenían dos muletas ocultas que le permitían mantenerse de pie durante el traslado hasta el Congreso.

Juan Perón y Eva Duarte el 4 de junio de 1952.
Los críticos de la oposición y la infamia gorila ponen esta escena trágica como el mejor ejemplo de la manipulación calculada de Perón durante los últimos días de vida de su mujer. Lo acusan de extraer hasta el último gramo de ventaja de la conmovedora figura de su esposa agonizante. Es una interpretación que contiene una falacia: subestimar a Evita. Aunque el cáncer la estuviera destruyendo por dentro, su voluntad no se había quebrado. La ardiente voluntad que la había llevado hasta el amor incondicional del pueblo no le iba a permitir morir tranquilamente y fuera de la vista. Sólo la postración total le hubiera impedido estar presente en las ceremonias de asunción, pero, todavía no había llegado a ese estado y esta fue su última aparición en público.

El infierno de Eva, entre el amor del pueblo y el odio de la oligarquía

Eva sufría, pero era plenamente consciente. Juan Domingo Perón recordaría esta época diciendo: "...Aquellos días de cama fueron un infierno para Evita. Estaba reducida a su piel, a través de la cual ya se podía ver el blancor de sus huesos. Sus ojos parecían vivos y elocuentes. Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban a todos; a veces estaban serenos, a veces me parecían desesperados...".
El 18 de julio de 1952 ocurrió una señal de que su vida se estaba apagando. Entró en un aparente estado de coma. Ante tal situación, los médicos llamaron al padre Benítez, un equipo de resucitación y, otro, de oxigenoterapia.
Pero era evidente que su juventud, encanto, adoración popular, agonía y muerte prematura; en suma, el trágico destino de Evita, llenó la cuota de romanticismo y mística de los argentinos y argentinas como ningún otro hecho de la historia nacional. A medida que se aproximaba el final, una especie de pasión colectiva parecía apoderarse de la población.
Tanto peronistas como antiperonistas participaban de este gran duelo popular, pero, de diferente manera. Las mujeres peronistas, los y las trabajadoras y los humildes se concentraban para orar y pedir por la salud de la “Jefa Espiritual de la Nación” mientras que, en algunas paredes de la ciudad de Buenos Aires se podía leer ésta “pintada” del odio de las minorías poderosas: “Viva el cáncer”.

El 26 de julio de 1952

El 26 de julio comenzó normalmente, pero a las 10:00 hs Evita entró en un sopor del que ya no saldría. Esto instó a los médicos a realizar el primer comunicado. El último comunicado, a las 20, avisó que la salud de la enferma había agravado. El lecho fue rodeado por todos sus hermanos y sus más allegados colaboradores. A las 20 y 23 el Doctor Taquini miró a Perón diciendo: "No hay pulso".
A las 21 y 36 el locutor oficial J. Furnot leyó por la cadena nacional de radiodifusión: "Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente...".

El adiós más sentido y multitudinario de nuestra historia

Marcha de antorchas.
Un gran silencio comenzó a cancelar todas las actividades del país. Los transeúntes se marcharon a sus casas. Las radios irradiaron música sacra. Cines, teatros y confiterías cerraron sus puertas. Sus últimos deseos, expresados a Perón, habían sido que no quería que su cuerpo se consumiera bajo tierra y que quisiera ser embalsamada. Se llamó al Doctor Pedro Ara para que hiciera este trabajo. La CGT decretó un duelo de 72 horas y en las plazas de todos los barrios del país se erigieron pequeños altares con la imagen de Eva y un crespón negro recordándola.

El día 27 su cuerpo se trasladó al Ministerio de Trabajo y Previsión. El multitudinario velatorio se prolongó hasta el 9 de agosto. La cola era de aproximadamente 35 cuadras. La Fundación Eva Perón repartía frazadas para afrontar las adversas condiciones climáticas que se presentaron durante el velatorio y se instalaron puestos sanitarios para la atención de las personas que esperaban. Hubo desmayos, gente descompensada y muertos por paros cardíacos.

El cuerpo de Eva va llegando al Congreso Nacional.
El duelo cubrió el territorio nacional. En el interior, las localidades adhirieron al duelo, y de inmediato en los espacios públicos se multiplicaron millares de altares a su memoria. En otro hecho sin precedentes, marchas o procesiones con antorchas en las principales ciudades y capitales de provincia. En la Ciudad de Buenos Aires a las 20.25 del martes 29 de julio de 1952 –exactamente al cumplirse las primeras 72 horas de la muerte de Evita- en la Plaza Miserere, al pie de un retrato de Eva, se le rindió un homenaje apagándose cerca de 5.000 antorchas que allí se habían congregado. Actos similares se multiplicaron en muchos lugares.

Llegado el 9 de agosto el cuerpo fue trasladado al Congreso Nacional para rendirle los correspondientes honores. Al día siguiente, comenzó otra procesión nunca vista en Argentina hasta ese momento a lo largo de Rivadavia, Avenida de Mayo, Hipólito Irigoyen y Paseo Colón. Más de 15 mil soldados rindieron honores militares y la cureña fue arrastrada por gremialistas de camisa blanca y escoltada por cadetes de institutos militares, alumnos de la Ciudad Estudiantil, enfermeras y trabajadoras de la Fundación. Su cuerpo fue expuesto en la capilla ardiente instalada en el Congreso Nacional, en un extenso ritual fúnebre por donde desfilaron más de 2.000.000 de personas. El funeral de Evita fue uno de los más multitudinarios de la historia universal.

El último día del velatorio, a las 17:50, mientras la ciudad silenciosa era estremecida por una salva de 21 cañonazos y cornetas del ejército, empleados de una empresa fúnebre introdujeron el ataúd en el segundo piso de la CGT, donde el Doctor Pedro Ara lo recibió para efectuar el embalsamamiento, que duraría hasta 1955 (1).

El pueblo frente al Congreso Nacional. 
Entiendo que estas crónicas de los funerales de Evita sirven para que las nuevas generaciones pueden comprender, apreciar, la forma en que el pueblo argentino ha despedido a sus grandes líderes, en este caso en la forma más multitudinaria de nuestra historia.

La muerte de Evita dejó un vacío que afectó a Perón en lo personal y al movimiento peronista en su conjunto. La adaptación a la ausencia de su compañera se convertiría en un desafío importante que entiendo no pudo resolver. Evita era irremplazable y Perón no debía ni podía, ejercer los roles asumidos por ella. Pero eso es otra historia, hoy sólo nos toca recordar a Evita y el adiós más sentido y multitudinario de toda nuestra historia. 

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Notas.
1. Con los cadáveres de los muertos del peronismo los sectores más reaccionarios y morbosos de la oligarquía se ensañaron con un especial odio: el ocultamiento y la vejación del cadáver de Evita fue una de las paginas más oscuras de la nefasta dictadura que tomó el poder el 16 de septiembre de 1955.  

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