martes, 17 de septiembre de 2019

Pavón: Urquiza y los enigmas de la batalla que inauguró la "La Era de Mitre”

Escena histórica (Manzoni, 1861) que representa el campo de batalla de Pavón. Sobresale la figura de Bartolomé Mitre uniformado, en un caballo blanco, espada en mano, dando órdenes a la tropa. En el ángulo superior derecho se ve el casco de la estancia de Domingo Palacios, con una pequeña torre (mirador). Pieza perteneciente al Museo Mitre. Texto Wikipedia.

"(...) ¿Qué pasó en Pavón? ... Es un misterio no aclarado.” José María Rosa, “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas”.


 “¿Para qué ha dado Urquiza tres batallas? Caseros para ganar la Presidencia, Cepeda para ganar una fortuna y, Pavón para asegurarla”. Juan Bautista Alberdi, “Escritos Póstumos”.





El 17 de septiembre de 1861 tuvo lugar la batalla de Pavón entre las fuerzas porteñas, comandadas por el general Bartolomé Mitre, y las tropas de la Confederación Argentina, al mando del general Justo José de Urquiza. Durante el combate, Urquiza retiró sus tropas, aún teniendo superioridad numérica. La victoria fue para los porteños, que extenderían su dominio, después de Pavón a todo el territorio nacional.


La batalla de Pavón suscitó polémicas y especulaciones que aún perduran, pero al margen de las interpretaciones sobre los entretelones de la batalla, lo cierto es que Pavón abrió el camino a la consolidación definitiva del poder de Buenos Aires sobre las provincias argentinas. Haré aquí un repaso de los hechos, interpretaciones históricas y me atrevo a efectuar un análisis político. 


Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro


Los hechos

Las acciones militares, según la mayoría de los historiadores, acaecieron de la siguiente manera: Los dos ejércitos chocan cerca de la estancia de Palacios, junto al arroyo Pavón en la provincia de Santa Fe.

Urquiza es un militar de experiencia, Mitre ha sido derrotado hasta por las precarias milicias de los pueblos originarios en Sierra Chica. El resultado no parece dudoso, y todos suponen que pasará como dos años antes, en Cepeda, cuando el ejército federal derrotó a los porteños.

Parece que va a ser así. Pero no... La caballería de Mitre se desbanda. Ceden la izquierda y a la derecha mitrista ante las cargas de las caballerías de la Confederación. Apenas en el centro, la infantería mantiene una débil resistencia que no puede prolongarse.

Mitre, convencido de la derrota, emprende la fuga. Hasta que le llega un parte famoso por lo desatinado: “¡No dispare, general, que ha ganado!”. Y Mitre vuelve a recoger los laureles de su primera –y única quizá– victoria militar.    

Justo José de Urquiza.
Incomprensiblemente Urquiza no ha querido coronar la victoria. Lentamente, al tranco de sus caballos, para que nadie dude que la retirada es voluntaria, ha hecho retroceder a las invictas montoneras entrerrianas. Inútilmente los generales Virasoro y López Jordán, en partes que fechan “en el campo de la victoria” le demuestran el triunfo obtenido. Creen en una equivocación de Urquiza. ¡Si nunca ha habido triunfo más consumado! Pero Urquiza sigue su retirada, se embarca en Rosario para Diamante, y ya no volverá de Entre Ríos.

¿Qué explicación da Urquiza en su parte de batalla?

Hasta aquí, los hechos según la mayoría de los historiadores que podamos consultar.

Pero, ¿qué explicación da el propio Urquiza en su parte de batalla? Que abandonó la lucha “enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate”. Es decir que el vencedor de Vences, Cepeda y Caseros, el que degolló salvajemente a Chilavert, sufre una indisposición orgánica y lo afecta una desazón especial, casi existencial por la crueldad de la batalla. Absurdo, inverosímil. Hay varias explicaciones sobre la retirada de Urquiza en Pavón, algunas son posibles, pero la del propio Urquiza es imposible de creer.

La versión de la historia oficial urquicista

¿Qué explicación nos da la historia oficial? En su versión urquicista, la historiadora Beatriz Bosch califica a la batalla como “indecisa” y la retirada de Urquiza se explica cómo maniobra para salvar las tropas entrerrianas. Bosch menciona una supuesta inferioridad militar e incluso se remite a la mala salud del caudillo en la emergencia.

No parece ser ajustada a los hechos y pruebas históricas, y nada aporta ésta interpretación a la confusión general. Confusión que el mismo Urquiza parece alentar en sus cartas posteriores a Mitre y a Derqui.

Las interpretaciones psicológicas

Un grupo de historiadores prefieren explicar el hecho a partir de interpretaciones psicológicas del comportamiento de Urquiza como por ejemplo el pionero revisionista Ernesto Palacio que hace hincapié en la influencia de Mitre: "¡Ah la oratoria de Mitre! Así empezaba a inculcar, en la mente dócil del caudillo entrerriano. La idea de que la garantía de su gloria consistía en desarmarse y dejarse dirigir por él” y continúa más adelante: “el primero (Urquiza) se halla literalmente fascinado por el segundo (Mitre) y repite como un loro sus ideas”.

Puiggrós habla del “hastío” de Urquiza que como un señor feudal prefería dedicarse a sus pingues negocios y abandonar la lucha política.

Abelardo Ramos, a veces tan exigente en su marxismo, también cae en una mirada “psicológica” del caudillo entrerriano: “Pavón demostró que Urquiza llevaba la muerte en el alma” y en lo que podría leerse como cierto desprecio a lo provinciano dice: “la abulia de Estanislao López se reencarnaba en Urquiza”.

Las lecturas revisionistas

Un segundo grupo de historiadores revisionistas encabezados por José María Rosa profundizan la hipótesis de un arreglo masónico mezclado con negocios de ganado. En síntesis, documentan que intervino la masonería fallando el pleito sin que Urquiza pagara las costas.

Que un misterioso norteamericano de apellido Yatemon fue y vino entre uno y otro campamento la noche antes de la batalla concertando un acuerdo, que Urquiza desconfiaba del presidente Santiago Derqui, que estaba cansado y prefirió arreglarse con Mitre, dejando a salvo su persona, su fortuna y su gobierno en Entre Ríos.

Alberdi con su inefable mordacidad también tiene su propia interpretación: “¿Para qué ha dado Urquiza tres batallas? Caseros para ganar la Presidencia, Cepeda para ganar una fortuna y, Pavón para asegurarla”.

Los vacíos de las lecturas

Creo que a la historia no la construyen fatalidades personales. Es difícil, para mí, interpretar la historia a partir de las conductas de los hombres como individualidades providenciales. No creo que la influencia de Mitre, el hechizo que producía su palabra; o el hastío o la abulia de Urquiza, hayan sido decisivas en la determinación de retirarse en Pavón.

La segunda hipótesis, la de las intrigas masónicas es ciertamente posible. Lo que no explica, es el porqué, si hubo un arreglo entre ambos, Mitre huyó del campo de batalla despavorido, convencido de que había sido derrotado.

Los juicios de Alberdi, bien pueden ser exabruptos literarios o críticas viscerales sin valor histórico, que Alberdi escribe desde la decepción comprensible que le origina la pérdida irremediable de un proyecto político posible el cual lo tuvo como su mente más brillantes.

En busca de una interpretación histórica

Me atrevo yo también aventurar una conjetura que explique la retirada de Urquiza en Pavón, ideas que expresan varios historiadores pero a la que deseo parte una lógica integral. Aunque más que una conjetura es un análisis político del hecho histórico que consideramos y; esperando, no oscurecer demasiado los “misterios” de Pavón.

Urquiza toma una decisión política con la retirada de su caballería en Pavón. Retirada que significa la claudicación política de su proyecto: La Confederación Argentina sin Buenos Aires. Él tenía total conciencia desde el Pacto de la Unión, o tal vez desde antes, de la inviabilidad de ese proyecto. Proyecto que no era sustentable porque implicaba la dominación económica del puerto de Buenos Aires y eso era material y políticamente imposible para él.

Urquiza carecía de los recursos y la capacidad para imponerse sobre Buenos Aires. Seguramente tenía presente que sólo por muy poco tiempo después de Caseros pudo imponer su poder sobre Buenos Aires. El 11 de septiembre de 1852 los porteños le dijeron adiós, y pese las batallas posteriores nunca pudo ser Urquiza un caudillo en el puerto. La única alianza posible con Urquiza para los porteños fue la de utilizarlo para derrotar a Rosas.

Para la historia liberal –y para la historiografía marxista también, pero con valoraciones invertidas- se trata de una cuestión de determinismo histórico. Un país sin Buenos Aires a la cabeza era imposible, y el tiempo se encargaría de sacar la historia de su letargo y pondría a las minorías poderosas del Puerto, en lo económico y político, como clase dirigente de toda la Nación. Urquiza fue sólo un nexo, un eslabón, funcional y transitorio entre Rosas y Mitre. La historia liberal mitrista le reserva a Urquiza el rol histórico del "Organizador", el primero que hizo pie, destacando al "héroe" de Caseros pero omitiendo que Buenos Aires no formó parte de la Confederación que organizó, ni Mitre juró jamás por su Constitución. Así, Urquiza y Mitre, con estas omisiones, se integran en una solución de continuidad.

Desde aquí entonces reflexiono que Urquiza no dio combate militar contra Mitre porque no podía ganar la batalla política posterior. Pavón fue, en lo político y no sólo en lo militar, la claudicación de la Confederación Argentina que, a esa altura estaba económicamente quebrada, políticamente debilitada e institucionalmente representada en la decadente presidencia de Derqui, personaje ambiguo, de frágil institucionalidad y a esa altura inmanejable para el caudillo entrerriano.

Después de Pavón

Bartolomé Mitre.
Urquiza y nuestros entrerrianos se retiran de la batalla al trote, como para que no queden dudas de que no lo corren, de que no perdieron... Se vuelve a Entre Ríos donde se siente dueño y seguro de llevar adelante una política regional, lo que hará hasta su muerte. Obvio que esta decisión política trajo definitivas consecuencias tanto en lo institucional como en lo político.

Después que los últimos restos del ejército nacional fueron aniquilados en Cañada de Gómez; Urquiza desarmó la escuadra, declaró la caducidad de las autoridades de Paraná y proclamó su adhesión a la nueva Constitución jurada, la que impuso Buenos Aires.

Derqui renunció a la presidencia y se refugió en Montevideo donde murió tiempo después. El gobierno de la Confederación desapareció. Mitre pasaba a ser la primera figura nacional, mientras la estrella del caudillo entrerriano se empezaba a ocultar definitivamente en San José. La Nación Argentina comenzaba su proceso de “unificación”, la “unidad a palos”, con Buenos Aires como cabeza y garrote.

Políticamente, el frente nacional perdió su eje principal luego de la claudicación de Pavón. La Confederación Argentina funcionaba justamente como una agrupación de provincias, un instrumento y un ámbito de resistencia contra la oligarquía porteña. Con la disolución de la misma las provincias interiores nada podían contra Buenos Aires. Carecían de puertos y de producciones locales capaces de resistir el poderío de la aduana bonaerense.

Así librado a su suerte, el interior empobrecido estaba condenado a sufrir la arrasadora política de “civilización” porteña auxiliada por los núcleos oligárquicos locales que se colaron raudamente al proyecto mitrista. Comienza aquí “La Era de Mitre”...


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