“Perón: Porque no puede chinita. Porque vos no podés ser vicepresidenta. Y no por los militares, ni por los curas, no por los oligarcas. Vos sabés porqué. Yo te lo voy a decir…pero vos ya me lo dijiste. Vos ya lo sabés.
Evita: ¿Qué es lo que
sé? ¿Qué es lo que te dije?
Perón: Me dijiste que odiabas tu cuerpo. Que te estaba traicionando. Dijiste que era el mejor aliado de tus enemigos. El que estaba consiguiendo lo que ninguno de ellos había conseguido: derrotarte.
(Pausa. Perón apaga su
cigarrillo. Mira a Evita.)
Perón: Tu cuerpo te
abandonó, te traicionó, te derrotó. Está enferma, chinita. (Pausa .Casi con
furia) ¡Tenés cáncer , carajo ¡ Tenés
Cáncer!”
Fragmento del guion de la película “Eva Perón” (1996), escrito por José Pablo Feinmann.
Escribe: A. Gonzalo García Garro.
El Cabildo Abierto
Ubiquemos los hechos en tiempo y espacio: Estamos en agosto
de 1951 y al año siguiente debe renovarse el mandato presidencial, porque
termina el período iniciado por seis años en 1946. El Gral. Perón es presidente
y el vicepresidente es Hortensio Quijano, radical incorporado al peronismo. La
reforma constitucional de 1949, habilita para reelegir al presidente por un
segundo mandato. Los partidos deben elegir sus candidatos, porque en noviembre
de ese año, serán las elecciones generales presidenciales.
El peronismo organiza un gran acto en la Avenida 9 de Julio
de Buenos Aires y a propuesta de la CGT, se impulsa la fórmula Perón-Evita. Al
acto se lo denomina “Cabildo Abierto del Justicialismo” y concurren al mismo
cerca de 2 millones de personas, fue el acto político más grande en la historia
argentina hasta ese momento.
En los cabildos abiertos de la época colonial el pueblo
tomaba las decisiones ejerciendo una forma de democracia directa y fue un
cabildo abierto, el del 22 de mayo de 1810, el que inició la gesta
emancipadora. Los organizadores del acto al elegir el nombre de Cabildo le
daban al acto una entidad especial donde el principal elemento era la
participación del pueblo en este gran foro multitudinario.
El diálogo entre Evita
y el pueblo
El cabildo es iniciado por un discurso que pronuncia el
Secretario General de la CGT, Espejo, y continúa con un discurso de Evita en el
que no acepta ser candidata a vicepresidente y luego, se produce un extenso y
dramático diálogo entre Evita y la multitud. ¿Es posible un diálogo en esas
condiciones? Sí, así fue lo que ocurrió. Una mujer, debilitada por una
enfermedad terminal y quebrada por la emoción, parlamenta con una multitud
compuesta por dos millones de personas sensibilizadas por la trascendencia del
hecho histórico en el que participaban.
El Pueblo insiste para que acepte y Evita explica que ella,
se siente más útil en el terreno de la lucha que ha elegido y no ocupando un
cargo. Continúa el diálogo increíblemente. Hay una contradicción evidente entre
lo que se le pide y lo que Evita reclama conservar: la misión asumida en el
movimiento. La presión de la multitud para que acepte, crece y por momentos es
extrema.
Evita dice, en tono de ruego: “compañeros, por el cariño que nos une, no me hagan hacer lo que no
quiero hacer” y más tarde lanza una frase que entró de lleno en la
historia: “Yo no renuncio a la lucha,
renuncio a los honores”.
Durante el acto y en un momento en que Evita, pide a la
multitud, unas horas para poder responder al reclamo para que acepte la candidatura,
el dirigente gremial Espejo, que se encuentra a su lado en el palco, le reclama
a viva voz, que no, que debe responder ¡¡¡ahora, ahora, ahora ¡¡¡ Evita resiste
la presión y finalmente el acto termina sin que la cuestión sea dirimida. La
multitud se desconcentra pacíficamente.
Nueve días más tarde, el 31 de agosto y por la cadena
nacional de radiodifusión, Evita comunica al pueblo, su decisión irrevocable y
definitiva de renunciar a la candidatura a vicepresidente de la nación. Afirma en ese mensaje, que lo hace con “total
y absoluta libertad” y que prefiere seguir estando junto al pueblo en su puesto
de lucha y no ser vicepresidente.
¿Por qué renunció
Evita? Las teorías y un intento de explicación
Hasta aquí he intentado una descripción de los hechos. Para
nosotros hoy la historia de Evita no está compuesta de hechos sino de las
interpretaciones de los mismos. Este acto político, conocido como “el
renunciamiento de Evita” ha sido analizado por politólogos, desmenuzado por
historiadores, y mitificado por el imaginario peronista de manera tal que,
desde el presente cobra ciertos resignificados: “Perón no se lo permitió porque amenazaba su propio poder”, fue y es
la explicación simplista de los liberales “más lúcidos” de la oligarquía. “Los militares se opusieron” dirán
maliciosamente los sectores de izquierda antiperonista que operaban para
debilitar el peronismo. “Pudo haber sido
una conquista importante para el movimiento obrero”, expresarán otros
tratando de mostrar que existían fisuras en el frente nacional.
Son interpretaciones a las que me permito sumar otra, tal vez
obvia, pero tan posible como las otras: Evita renuncia a la vicepresidencia
porque toma conciencia de la gravedad del cáncer que la afectaba y el carácter
irreversible del mismo.
Es cierto que un sector de los militares presionó a Perón
para evitar la candidatura de Evita. Es también cierto que la figura de Eva
institucionalizada en la vicepresidencia hubiese sido insoportable para la
oligarquía y resulta incuestionable que el movimiento obrero se hubiese
fortalecido con Evita en la Vicepresidencia. Pero tampoco resulta ilógica la explicación
de que Eva tomó una decisión libre y personal, fundamentada responsablemente en
su enfermedad. Al final, lo concreto es que Evita morirá el 26 de julio de
1952, once meses después del renunciamiento.
Por otro lado, respondiendo argumentos, pese a que Evita no
fue candidata, los militares antiperonistas redoblaron su activismo golpista. A
sólo pocos meses Menéndez lleva adelante un intento de Golpe de Estado. Igualmente,
la idea de que Evita opacaría a Perón o lo confrontaría también resulta absurda
a la luz de la dinámica política que tuvieron desde que se conocieron y
construyeron la relación afectiva y política que cambió la Argentina. Del mismo
modo, la teoría de que Perón no quería transferir poder a los sindicatos también
es objetable. Nunca fue un problema político significativo para Perón la relación
con las organizaciones de los trabajadores durante el primer peronismo.
El progresivo deterioro
de la salud de Evita
Los años de apogeo del poder de Evita rondan entre el 50 y el
51. Son también los años que la enfrentarían con la enfermedad y su última
elección: renunciar a la vicepresidencia de la Nación.
El primer signo de su enfermedad apareció el 9 de enero de
1950: Evita cayó desfallecida en un acto inaugural del sindicato de taxistas en
Puerto Nuevo. El 13 de enero la Subsecretaría de Informaciones anunció que la
esposa del primer mandatario debería alejarse temporalmente de sus actividades
e, incluso, internarse por unos días para una pequeña intervención quirúrgica
que se realizaría días después. El 14 de febrero sufrió un nuevo desmayo en la
Fundación y fue trasladada a la residencia presidencial de la avenida
Libertador. A los 15 días del incidente volvió a su ritmo de trabajo, en la
Secretaría de Trabajo y Previsión.
En 1951 ya su ritmo de trabajo había descendido
considerablemente, los dolores comenzaban a postrarla y comenzaba una larga y
agonía. En agosto del 51, cuando el Cabildo, Eva ya conocía la gravedad de su
estado. En noviembre fue operada por el cirujano y oncólogo norteamericano
George Pack. En su pronóstico advirtió que, de mantener reposo absoluto, en un
plazo de seis a doce meses se podría prolongar su vida.
A los siete meses fallecería, por el más infame cáncer de
nuestra historia, que ya se había derramado en metástasis por todo su ya popularmente santificado cuerpo.
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