jueves, 15 de marzo de 2018

Una historia de políticas públicas en el pre peronismo: La Secretaría de Trabajo y Previsión Social




“Cuando llegué al departamento me topé una recua de ganapanes que ni siquiera conocían las leyes de trabajo”.
Tomás Eloy Martínez, “La novela de Perón”.





Escribe: A. Gonzalo García Garro


Los primeros pasos del peronismo como expresión de una política de Estado


El Departamento Nacional de Trabajo, primer organismo que asumió Perón en octubre de 1943, era una repartición de más de cuarenta años de vida que nunca había hecho más que compilar estadísticas para que, lamentablemente, nadie las leyera. Además, podía realizar de tanto en tanto una mediación laboral en la que siempre ganaba la patronal.

El entonces presidente Ramírez estaba entregando sin saberlo, la llave del cuarto de monitoreo y control del movimiento obrero argentino al Coronel Perón que sí sabía la acción política que podría producir desde ese espacio. Demostró desde allí sus cualidades organizativas mientras se desplegaban sus naturales dotes para el liderazgo. Es en esta etapa en que Perón se muestra tal cual: genio y figura. Y lo hace a través de la implementación de políticas públicas.

Perón tenía ideas muy claras sobre la revolución social que había que hacer en el país mucho antes del 4 de junio de 1943”, declararía Mercante años después. Es más, pienso, que era el único hombre de la revolución de 43 que sabía qué hacer, los demás se contentaban con subsistir en un régimen que ya presentaba sus primeros síntomas de agonía. Tenía en claro que la revolución no podría sobrevivir sin apoyo popular según lo indicaba la experiencia del golpe de Uriburu. Sabía Perón, porque lo había comprobado en su estadía en Italia, del valor de un movimiento obrero organizado y movilizado. Conocía de la necesidad de profundizar el proceso de industrialización en que el país estaba empeñado aprovechado las ventajas coyunturales que le daba el neutralismo. Neutralismo que se empeñaba en sostener hasta que se cortara el hilo… Tenía un proyecto y una voluntad fuera de lo común para plasmarlo en hechos concretos. Tenía una política…

Políticos, gremialistas e intelectuales: una mezcla para políticas públicas


No estaba solo. Pero su grupo de leales no era tan numeroso. El coronel Domingo Mercante fue el eslabón indispensable en la enlace con el movimiento obrero. Era hijo de un ferroviario militante activo de  “La Fraternidad” (gremio de maquinistas y fogoneros creado en 1887) había crecido escuchando historias de luchas sindicales y represiones. Su hermano también era un trabajador del riel pero afiliado a la otra entidad, la “Unión Ferroviaria”, gremio que excluía a los maquinistas. Mercante tenía amistad personal con muchos gremialistas y fueron estas relaciones las que luego manejó para hacer el armado básico  inicial. A este núcleo se sumaron pronto activos contribuyentes a la causa como Juan A. Bramuglia, abogado de la “Unión Ferroviaria” y Ángel Borlengui, funcionario de la Confederación de Empleados de Comercio.

No estaría completo el cuadro si no se mencionara el inestimable aporte técnico intelectual que realizara un personaje, José Miguel Francisco Luis Figuerola y Tresols, un catalán que recaló en su exilio argentino como Jefe de la División Estadística del Departamento de Trabajo. Intelectual brillante que a los 21 años había finalizado dos carreras: Derecho y  Filosofía. Adhirió al régimen dictatorial del General Antonio Primo de Rivera, organizó el Ministerio de Trabajo en España y fue Secretario General del gobierno. Una vez derrotado el régimen se exilió en la Argentina en 1930. Tenía un sorprendente conocimiento de la legislación laboral internacional, prodigiosa memoria y manejaba con seriedad las estadísticas. Dice Page en su libro “Perón”: “Figuerola era la quintaescencia del intelectual hispánico católico. Serio y disciplinado, reservaba varias horas al estudio de los clásicos griegos y romanos, la música y la meditación. Su biblioteca cobijaba decenas de miles de volúmenes”.

Un salto institucional, de departamento a Secretaría


A Figuerola, Perón le encargó que transformara la estructura del insignificante departamento en una repartición poderosa dentro de la estructura del Estado. Y así emergió la Secretaría de Trabajo y Previsión Social de la Nación que se mudó al enorme y cómodo edificio del Consejo Deliberante de Buenos Aires, que recordemos, el órgano había sido disuelto por voluntad del presidente Castillo.

En términos generales el principal objetivo de la nueva Secretaría era asegurar una mayor justicia social y distributiva. No sólo en el ámbito laboral sino que incluía también la atención y la asistencia de los sectores más vulnerables de la sociedad, los pobres… que eran los más. En la división de previsión social Perón lo designó a Mercante.

No es posible narrar en estas líneas, porque no corresponde a la índole de esta nota, la historia de las jornadas y las luchas en la Secretaría. Pero si es preciso que, para la comprensión de lo que luego se llamará peronismo, se advierta como esencial y definitivo este período fundacional y su obra que hoy, todavía supervive míticamente en el imaginario peronista.

Acción política y labor legislativa


La acción política y la labor legislativa fue trascendental, haciendo aprobar las leyes laborales que habían sido reclamadas históricamente por el movimiento obrero argentino: indemnización por despido, jubilaciones para empleados de comercio, Estatuto del Peón de Campo, hospital policlínico para los trabajadores ferroviarios, convenciones colectivas de trabajo, licencias laborales varias, escuelas técnicas de capacitación y oficios para obreros,  prohibición de las agencias de colocaciones, creación del fuero laboral, legislación sindical,  aguinaldo y vacaciones pagas. Creación de una eficaz policía de trabajo que garantizara la aplicación de las normas jurídicas sancionadas e impulsando por primera vez la negociación colectiva, que se generalizó como regulación básica de la relación entre el capital y el trabajo.

En fin, a partir de la aplicación de esta política la clase trabajadora argentina, en esos momentos la más importante de Latinoamérica, nunca volvería a ser la misma de antes. En menos de dos años se estableció una bisagra en la historia argentina que la partió en un antes y un después de la gestión de Perón en la famosa Secretaría.

Un nuevo movimiento obrero


A partir de este accionar Perón, Mercante y el grupo inicial de sindicalistas con que concretaron la alianza (los socialistas Borlengui y Bramuglia, principalmente), comenzaron a organizar una nueva corriente sindical que iría asumiendo una identidad política propia que podría ser conceptualizada como nacionalista-laboralista.

La situación del movimiento obrero argentino para ese entonces era precaria. No existía una central única de trabajadores, había cuatro. La afiliación era libre y voluntaria. Los dirigentes sindicales en su mayoría socialistas, comunistas o amarillos divididos por cuestiones sectoriales no podían visualizar una corriente dentro de los trabajadores que se podría llamar nacional  – laboralista que venía creciendo en algunos gremios. Perón si percibió la tendencia y los asoció a su proyecto.

Las banderas del proletariado, en otras partes del mundo eran levantadas por los partidos socialistas democráticos, revolucionarios, laboristas o comunistas. En Argentina esos partidos (Partido Socialista y Partido Comunista Argentino) eran partidos menores, clubes de amigos, sin ninguna incidencia electoral salvo en Capital, y estaban más preocupados en la suerte de los Aliados en la guerra o en derrocar al gobierno “nazi” de Farrel que de los problemas reales de los trabajadores. Política e ideológicamente, eran, usualmente, epifenómenos de la oligarquía argentina. La U.C.R, a pesar de ser un movimiento que representaba a las clases medias, había tenido durante el periodo yrigoyenista una tibia política obrerista pero luego, devorado el partido por el alvearismo la cuestión obrera no figuraba en su agenda.

Cuando Perón asume la Secretaria de Trabajo había en el país aproximadamente 80.000 obreros afiliados en las cuatro centrales. En 1945 eran medio millón afiliados en una sola central: la Confederación General del Trabajo conducida por los aliados obreros de Perón. El paso dado era colosal. Extendió el movimiento de agremiación a todo el país y a todas las ramas del trabajo. Se crearon o se renovaron por su iniciativa nuevos sindicatos y se revitalizaron los ya existentes. Como no estaba ligado a los intereses del dinero ni al de los capitalistas, pudo trabajar a la par de los obreros valiéndose de su prodigiosa capacidad de persuasión a través de conversaciones particulares, conferencias públicas, charlas radiales, folletos y los primeros “predicadores” que llevaban su palabra a las fábricas y talleres. A mediados de 1945 la fase organizativa de la estrategia de Perón estaba prácticamente terminada. 

Todo era consecuencia de una agresiva política pública sin precedentes en la historia argentina, por su impacto en el sector como por su eficacia.

La Secretaría y el ascenso de Perón


Aquel “oscuro coronel” como dirán gorilas de momento había crecido en imagen y popularidad. Perón era el tema cotidiano de los políticos y de la gente común. En la elegante confitería Richmond de Florida se hablaba del coronel con cierta cautela. En los bares suburbanos se mencionaba su nombre con entusiasmo. En el Círculo Militar lo miraban con desconfianza. En la sede de la poderosa Unión Ferroviaria significaba una esperanza que se concretaba. El coronel estaba en boca de todos…

El coronel había comenzado una campaña. El país nuevo que estaba naciendo se expresaba a través de los discursos de Perón, que en esa época hablara como nunca; lo mejor de su pensamiento está en ellos: “Las leyes han sido hechas todas con alguna sutileza para poder ser violadas. Sería preciso una ley que haga cumplir la mitad de las leyes que existen”. Era muy consciente de la trascendencia de lo que hizo en la Secretaría.

En el mismo sentido decía: “Es natural que contra estas reformas se hayan levantado “las fuerzas vivías “que otros llaman los “vivos de la fuerzas”, expresión tanto o más acertada que la primera. ¿En qué consisten estas fuerzas? En la Bolsa de Comercio, quinientos que viven traficando con lo que otros producen; en la Unión Industrial, doce señores que no han sido jamás industriales; y en los ganaderos , señores que, como bien sabemos, desde la primera reunión de los ganaderos, vienen imponiendo al país una dictadura”.

Nunca nadie había usado en la historia política argentina ese lenguaje. Nadie había expresado con tanta claridad sus ideas. El coronel hablaba sin eufemismos y sabía perfectamente según él lo señalaba que: “cuando se realizan obras, se crean enemigos; cuando nada se hace, los enemigos desaparecen”. Entonces, al coronel que mucho había hablado y mucho más había hecho, pudo comprobar dos cosas: por un lado, la heterogénea cantidad de enemigos que lo resistían, todos poderos; por el otro lado, el enorme impacto de su obra y el afecto, reconocimiento y predicamento en las mayorías populares.

Mucho de esto, que es parte del prólogo al peronismo histórico, tiene que ver con esta historia de políticas públicas, como prefieren decir hoy quienes analizan estas cuestiones.


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