“Cuando llegué al departamento me topé una recua de ganapanes que ni siquiera conocían las leyes de trabajo”.
Tomás Eloy Martínez, “La novela de Perón”.
Escribe: A. Gonzalo García Garro
Los primeros pasos del peronismo como expresión de una política de Estado
El
Departamento Nacional de Trabajo, primer organismo que asumió Perón en octubre
de 1943, era una repartición de más de cuarenta años de vida que nunca había
hecho más que compilar estadísticas para que, lamentablemente, nadie las leyera.
Además, podía realizar de tanto en tanto una mediación laboral en la que
siempre ganaba la patronal.
El entonces
presidente Ramírez estaba entregando sin saberlo, la llave del cuarto de
monitoreo y control del movimiento obrero argentino al Coronel Perón que sí
sabía la acción política que podría producir desde ese espacio. Demostró desde
allí sus cualidades organizativas mientras se desplegaban sus naturales dotes
para el liderazgo. Es en esta etapa en que Perón se muestra tal cual: genio y
figura. Y lo hace a través de la implementación de políticas públicas.
“Perón tenía ideas muy claras sobre la
revolución social que había que hacer en el país mucho antes del 4 de junio de
1943”, declararía Mercante años después. Es más, pienso, que era el único
hombre de la revolución de 43 que sabía qué hacer, los demás se contentaban con
subsistir en un régimen que ya presentaba sus primeros síntomas de agonía.
Tenía en claro que la revolución no podría sobrevivir sin apoyo popular según
lo indicaba la experiencia del golpe de Uriburu. Sabía Perón, porque lo había comprobado
en su estadía en Italia, del valor de un movimiento obrero organizado y
movilizado. Conocía de la necesidad de profundizar el proceso de
industrialización en que el país estaba empeñado aprovechado las ventajas
coyunturales que le daba el neutralismo. Neutralismo que se empeñaba en
sostener hasta que se cortara el hilo… Tenía un proyecto y una voluntad fuera
de lo común para plasmarlo en hechos concretos. Tenía una política…
Políticos, gremialistas e intelectuales: una mezcla para políticas públicas
No estaba
solo. Pero su grupo de leales no era tan numeroso. El coronel Domingo Mercante
fue el eslabón indispensable en la enlace con el movimiento obrero. Era hijo de
un ferroviario militante activo de “La
Fraternidad” (gremio de maquinistas y fogoneros creado en 1887) había crecido
escuchando historias de luchas sindicales y represiones. Su hermano también era
un trabajador del riel pero afiliado a la otra entidad, la “Unión Ferroviaria”,
gremio que excluía a los maquinistas. Mercante tenía amistad personal con
muchos gremialistas y fueron estas relaciones las que luego manejó para hacer
el armado básico inicial. A este núcleo
se sumaron pronto activos contribuyentes a la causa como Juan A. Bramuglia,
abogado de la “Unión Ferroviaria” y Ángel Borlengui, funcionario de la
Confederación de Empleados de Comercio.
No estaría
completo el cuadro si no se mencionara el inestimable aporte técnico
intelectual que realizara un personaje, José Miguel Francisco Luis Figuerola y
Tresols, un catalán que recaló en su exilio argentino como Jefe de la División
Estadística del Departamento de Trabajo. Intelectual brillante que a los 21
años había finalizado dos carreras: Derecho y
Filosofía. Adhirió al régimen dictatorial del General Antonio Primo de
Rivera, organizó el Ministerio de Trabajo en España y fue Secretario General
del gobierno. Una vez derrotado el régimen se exilió en la Argentina en 1930.
Tenía un sorprendente conocimiento de la legislación laboral internacional, prodigiosa
memoria y manejaba con seriedad las estadísticas. Dice Page en su libro
“Perón”: “Figuerola era la quintaescencia
del intelectual hispánico católico. Serio y disciplinado, reservaba varias
horas al estudio de los clásicos griegos y romanos, la música y la meditación.
Su biblioteca cobijaba decenas de miles de volúmenes”.
Un salto institucional, de departamento a Secretaría
A Figuerola,
Perón le encargó que transformara la estructura del insignificante departamento
en una repartición poderosa dentro de la estructura del Estado. Y así emergió
la Secretaría de Trabajo y Previsión Social de la Nación que se mudó al enorme
y cómodo edificio del Consejo Deliberante de Buenos Aires, que recordemos, el
órgano había sido disuelto por voluntad del presidente Castillo.
En términos
generales el principal objetivo de la nueva Secretaría era asegurar una mayor
justicia social y distributiva. No sólo en el ámbito laboral sino que incluía
también la atención y la asistencia de los sectores más vulnerables de la
sociedad, los pobres… que eran los más. En la división de previsión social
Perón lo designó a Mercante.
No es posible
narrar en estas líneas, porque no corresponde a la índole de esta nota, la
historia de las jornadas y las luchas en la Secretaría. Pero si es preciso que,
para la comprensión de lo que luego se llamará peronismo, se advierta como
esencial y definitivo este período fundacional y su obra que hoy, todavía
supervive míticamente en el imaginario peronista.
Acción política y labor legislativa
La acción
política y la labor legislativa fue trascendental, haciendo aprobar las leyes
laborales que habían sido reclamadas históricamente por el movimiento obrero
argentino: indemnización por despido, jubilaciones para empleados de comercio,
Estatuto del Peón de Campo, hospital policlínico para los trabajadores
ferroviarios, convenciones colectivas de trabajo, licencias laborales varias,
escuelas técnicas de capacitación y oficios para obreros, prohibición de las agencias de colocaciones,
creación del fuero laboral, legislación sindical, aguinaldo y vacaciones pagas. Creación de una
eficaz policía de trabajo que garantizara la aplicación de las normas jurídicas
sancionadas e impulsando por primera vez la negociación colectiva, que se
generalizó como regulación básica de la relación entre el capital y el trabajo.
En fin, a
partir de la aplicación de esta política la clase trabajadora argentina, en
esos momentos la más importante de Latinoamérica, nunca volvería a ser la misma
de antes. En menos de dos años se estableció una bisagra en la historia
argentina que la partió en un antes y un después de la gestión de Perón en la
famosa Secretaría.
Un nuevo movimiento obrero
A partir de
este accionar Perón, Mercante y el grupo inicial de sindicalistas con que
concretaron la alianza (los socialistas Borlengui y Bramuglia, principalmente),
comenzaron a organizar una nueva corriente sindical que iría asumiendo una
identidad política propia que podría ser conceptualizada como
nacionalista-laboralista.
La situación
del movimiento obrero argentino para ese entonces era precaria. No existía una
central única de trabajadores, había cuatro. La afiliación era libre y
voluntaria. Los dirigentes sindicales en su mayoría socialistas, comunistas o
amarillos divididos por cuestiones sectoriales no podían visualizar una
corriente dentro de los trabajadores que se podría llamar nacional – laboralista que venía creciendo en algunos
gremios. Perón si percibió la tendencia y los asoció a su proyecto.
Las banderas
del proletariado, en otras partes del mundo eran levantadas por los partidos
socialistas democráticos, revolucionarios, laboristas o comunistas. En
Argentina esos partidos (Partido Socialista y Partido Comunista Argentino) eran
partidos menores, clubes de amigos, sin ninguna incidencia electoral salvo en
Capital, y estaban más preocupados en la suerte de los Aliados en la guerra o
en derrocar al gobierno “nazi” de Farrel que de los problemas reales de los
trabajadores. Política e ideológicamente, eran, usualmente, epifenómenos de la oligarquía
argentina. La U.C.R, a pesar de ser un movimiento que representaba a las clases
medias, había tenido durante el periodo yrigoyenista una tibia política
obrerista pero luego, devorado el partido por el alvearismo la cuestión obrera
no figuraba en su agenda.
Cuando Perón
asume la Secretaria de Trabajo había en el país aproximadamente 80.000 obreros
afiliados en las cuatro centrales. En 1945 eran medio millón afiliados en una
sola central: la Confederación General del Trabajo conducida por los aliados
obreros de Perón. El paso dado era colosal. Extendió el movimiento de
agremiación a todo el país y a todas las ramas del trabajo. Se crearon o se
renovaron por su iniciativa nuevos sindicatos y se revitalizaron los ya
existentes. Como no estaba ligado a los intereses del dinero ni al de los
capitalistas, pudo trabajar a la par de los obreros valiéndose de su prodigiosa
capacidad de persuasión a través de conversaciones particulares, conferencias
públicas, charlas radiales, folletos y los primeros “predicadores” que llevaban
su palabra a las fábricas y talleres. A mediados de 1945 la fase organizativa
de la estrategia de Perón estaba prácticamente terminada.
Todo era consecuencia de una agresiva política pública sin precedentes en la historia argentina, por su impacto en el sector como por su eficacia.
Todo era consecuencia de una agresiva política pública sin precedentes en la historia argentina, por su impacto en el sector como por su eficacia.
La Secretaría y el ascenso de Perón
Aquel “oscuro
coronel” como dirán gorilas de momento había crecido en imagen y popularidad.
Perón era el tema cotidiano de los políticos y de la gente común. En la
elegante confitería Richmond de Florida se hablaba del coronel con cierta
cautela. En los bares suburbanos se mencionaba su nombre con entusiasmo. En el
Círculo Militar lo miraban con desconfianza. En la sede de la poderosa Unión
Ferroviaria significaba una esperanza que se concretaba. El coronel estaba en
boca de todos…
El coronel
había comenzado una campaña. El país nuevo que estaba naciendo se expresaba a
través de los discursos de Perón, que en esa época hablara como nunca; lo mejor
de su pensamiento está en ellos: “Las
leyes han sido hechas todas con alguna sutileza para poder ser violadas. Sería
preciso una ley que haga cumplir la mitad de las leyes que existen”. Era
muy consciente de la trascendencia de lo que hizo en la Secretaría.
En el mismo
sentido decía: “Es natural que contra estas
reformas se hayan levantado “las fuerzas vivías “que otros llaman los “vivos de
la fuerzas”, expresión tanto o más acertada que la primera. ¿En qué consisten
estas fuerzas? En la Bolsa de Comercio, quinientos que viven traficando con lo
que otros producen; en la Unión Industrial, doce señores que no han sido jamás industriales;
y en los ganaderos , señores que, como bien sabemos, desde la primera reunión
de los ganaderos, vienen imponiendo al país una dictadura”.
Nunca nadie
había usado en la historia política argentina ese lenguaje. Nadie había
expresado con tanta claridad sus ideas. El coronel hablaba sin eufemismos y
sabía perfectamente según él lo señalaba que: “cuando se realizan obras, se crean enemigos; cuando nada se hace, los
enemigos desaparecen”. Entonces, al coronel que mucho había hablado y mucho
más había hecho, pudo comprobar dos cosas: por un lado, la heterogénea cantidad
de enemigos que lo resistían, todos poderos; por el otro lado, el enorme impacto
de su obra y el afecto, reconocimiento y predicamento en las mayorías populares.
Mucho de esto,
que es parte del prólogo al peronismo histórico, tiene que ver con esta
historia de políticas públicas, como prefieren decir hoy quienes
analizan estas cuestiones.
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