jueves, 13 de febrero de 2025

La Historia y quienes la escriben (IV): El revisionismo y los revisionistas, los precursores

Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro

El Revisionismo Histórico nunca fue, ni es hoy, un pensamiento ideológico homogéneo. En él se expresan corrientes políticas contradictorias e incluso antagónicas, no obstante, todas estas tendencias internas coinciden en un punto: la lectura histórica con eje en la resistencia al imperialismo como “potencia disgregadora de lo propio”.

Juan Manuel de Rosas. 

El Dr. Jorge Oscar Sulé, (Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y reconocido historiador revisionista) publica en el año 2005 una “Carta abierta al Sr. Norberto Galasso”. En el aludido documento entre otras cosas, plasma una clara caracterización del Revisionismo: “Se está en el Revisionismo histórico cuando se han detectado tres factores: 1) El factor externo proyectándose sobre nuestro país. 2) El pueblo que defiende sus patrimonios culturales y materiales encontrando los jefes que lo interpretan. 3) Minorías que con poder económico, político y cultural juegan de espaldas al porvenir argentino, al naipe de la traición y la entrega”.

Personalmente adhiero a esta caracterización del Dr. Sulé y me tomo el atrevimiento de agregar una cuarta: Comprender, aprehender, la figura de Juan Manuel de Rosas como “pivote histórico” (Jauretche). “Rosas fue y es la llave de bóveda de la interpretación de la historia argentina del Siglo XIX (Sulé). Así como la historia argentina del Siglo XX sería imposible de comprender sin la figura de Juan Domingo Perón, Rosas es la bisagra en el Siglo XIX. Sin Rosas, Argentina hubiese sido otra cosa.

A continuación, voy a presentar una clasificación que he elaborado de las diferentes corrientes del Revisionismo Histórico. Tiene una finalidad didáctica y el criterio aplicado es en parte cronológico y considera también los diferentes matices ideológicos. En esta primera parte comienzo con los precursores. 

Los precursores

Esta generación de historiadores revisionistas combatió durante un largo y oscuro período contra el aparato de la historia oficial. No pudieron llegar a organizar una teoría sistemática para enfrentar la historia falsificada por el mitrismo. Estuvieron aislados en un medio adverso, algunos hasta exiliados y todos marginados por el “despotismo turco” al cual se refería Alberdi.

Además de requerir de un valor excepcional para afrontar a toda la maquinaria oficial, coraje incluso para enfrentar todo el “consenso” público que se había planificado desde el aparato cultural del Estado, se necesitó de una gran capacidad investigadora para penetrar en la oscuridad y el ocultamiento organizado. De este grupo mencionaré los dos, en mi opinión, más altos historiadores precursores del revisionismo: Adolfo Saldías y Ernesto Quesada.

a) Adolfo Saldías (1850-1914), es considerado por los historiadores como el primer Revisionista Histórico de la Argentina. Aunque no fue un hombre de un solo libro, quedará en la historia literaria como el historiador de la Confederación, o sea del régimen de gobierno dado al país durante los tiempos de Juan Manuel de Rosas.

Saldías, de firmes convicciones liberales, pertenecía a la llamada generación del 80. Estos jóvenes de los 80 tenían la responsabilidad de constituir la primera generación del liberalismo triunfante en Caseros (1852).

Mitre, que fue su “maestro” y mentor intelectual, ya había producido la historia falsificada, la historia oficial ya estaba en marcha, el gran instrumento para aniquilar la conciencia nacional de los argentinos y hacer de la Patria de la Independencia y de la Restauración, la colonia adiposa de los 80.

La “historia mitrista” consideraba que la época de Rosas no se podía mencionar y menos estudiar. Era necesario negarla, condenarla sin juicio previo: tiranía, sangrienta tiranía y nada más. 

Adolfo Saldías. 
Los legisladores porteños en 1858 al dictar la Ley que declaraba a Rosas reo de lesa Patria debatieron el problema. El diputado Emilio Agrelo expuso con claridad el problema y la posición asumida oficialmente: “No podemos dejar el juicio de Rosas a la historia. ¿Qué dirán las generaciones venideras cuando sepan que el almirante Brown lo sirvió? ¿Que el general San Martín le hizo donación de su espada? ¿Qué grandes y poderosas naciones se inclinaron ante su voluntad? No, señores diputados. Debemos condenar a Rosas, y condenarlo en términos tales que nadie quiera intentar mañana su defensa”. Y así fue...

En esa Argentina fácil por falsificada empezó a actuar el joven Adolfo Saldías, que, en 1874, ya había egresado como abogado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Su pensamiento ardientemente liberal y su personalidad curiosa e independiente lo llevan a buscar en la historia y en especial en los tiempos de Rosas las claves de la argentinidad, apartándose lenta pero decididamente de las instrucciones de la historia oficial y en especial las de su maestro Bartolomé Mitre.

Poco sabía Saldías de Rosas y su época, solo conocía lo de rigor, la leyenda de “Las Tablas de Sangre”, la novela “Amalia” y las apostillas repetidas de la historia oficial. Empezó entonces a leer colecciones de diarios de la época del Restaurador, panfletos de los unitarios exiliados en Montevideo, documentos y más documentos. Leyó y meditó. Sintió el orgullo y la vergüenza de sentirse argentino. El Dr. Bernardo de Irigoyen, que en la intimidad guardaba respeto y veneración por la figura del Restaurador, lo puso en la pista del archivo de Rosas. Luego de Caseros, el vencido salvó todos sus papeles y marchó con ellos al exilio. Después de su muerte (1877) el archivo quedó en la casa de Manuelita, su hija, en un suburbio de Londres.

Saldías no lo pensó. Se embarcó para Londres y visitó a la hija del Restaurador, ella le dio acceso al archivo que pudo verificar, era completísimo y se encontraba en excelentes condiciones materiales. Largos días pasó en Londres estudiando, escribiendo y copiando el archivo de Rosas. Con ese material escribió y editó en París “La historia de Rosas” (1887) que luego cambió el título por la obra que hoy se conoce con el nombre de “Historia de la Confederación Argentina”.

Mitre, que era su maestro, recibió un ejemplar de su discípulo descarriado y le contestó en una carta en el diario La Nación con una andanada retórica que condenó a Saldías a la marginalidad y al silencio. No obstante, se agotaron las dos primeras ediciones, aunque en público nadie hablaba de la Historia de Rosas ya que el nombre del Restaurador era impronunciable.

La obra de Saldías de mi biblioteca. 

Y como bien dice el refrán, “nadie es profeta en su tierra”, los primeros reconocimientos llegaron del exterior, aquí en Argentina resultaba difícil traspasar la barrera de intereses que impedía conocer o juzgar el pasado. Desde México, Uruguay, Brasil y Francia la obra de Saldías recibe elogios académicos y diferentes reconocimientos por el valor esclarecedor e historiográfico de su obra. Pero es en el Siglo XX, con el revisionismo histórico ya consolidado políticamente, que se reconoce a la figura de Saldías como el pionero de la corriente y se consideró a su obra básica “Historia de la Confederación Argentina” como un clásico de ineludible lectura si se quiere abordar los tiempos de Rosas.

El libro de Saldías empieza de esta manera: “Voy a escribir la historia de la Confederación Argentina, movido por el deseo de trasmitir a quienes quieran recogerlas las investigaciones que he venido haciendo acerca de esa época que no ha sido estudiada todavía, y de la cual no tenemos más ideas que las de represión y de propaganda, que mantenían los partidos políticos que en ella se diseñaron”. Este párrafo nos refiere a lo que reflexionábamos en el principio de estos textos, en cuanto a la política y sus relaciones con la historia. En Saldías vemos como la política lo llevó a la historia y como la historia esclareció su idea política. Era un liberal porteño neto, pero como era un político, anhelaba adquirir conciencia de su posición en la actualidad por el conocimiento del pasado y ciertamente lo logró, no solo para él sino para todas las generaciones de pensadores nacionales que abrevaron en su obra.

b) Ernesto Quesada (1858-1934): La vida y obra de este pensador e historiador argentino siguen esperando el estudio que su trayectoria intelectual se merece. Quesada vivió en Alemania junto con su padre, el diplomático Vicente Gregorio Quesada, parte de su temprana juventud, donde realiza una parte fundamental de su educación formal. A su retorno, en los primeros años de la década del 80, se gradúa de abogado y mantiene una intensa actividad intelectual siendo designado profesor titular de la cátedra de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras.

El opacamiento de su figura se debió tal vez a su formación dentro de un romanticismo nacionalista que revela sus vertientes germánicas, a diferencia, por ejemplo del romanticismo literario de Esteban Etcheverría, de alcurnia francesa.

La colección completa de Ernesto Quesada de mi biblioteca, hecha de distintas ediciones.


Ernesto Quesada intentó revertir con su escepticismo investigativo la demonización liberal del período rosista. Heredó el archivo histórico de su suegro, el general rosista Pacheco, a partir del cual elabora buena parte de su libro que publica en 1898 y al que tituló “La época de Rosas: su verdadero carácter histórico”. Con este texto se rompe con la tradición satanizadora del fenómeno rosista, para concluir pronunciando que: “la leyenda unitaria sobre el rosismo es puro espejismo” y que “juzgar ese período cubriendo un bando con el denso velo de la palabra tiranía y envolviendo al otro en la aureola celeste de la libertad ya no es posible”.

Ernesto Quesada.

Esta curva del pensamiento de Quesada lo llevaría a un destino muy argentino para quienes piensan en clave nacional: terminará sus días autoexiliado en Suiza en su finca que había bautizado irónicamente “El Olvido” y donará por fin, su inmensa biblioteca y todo su archivo al Estado alemán sobre cuyas bases se constituye el “Iberoamerikanisches Institus” de Berlín. Así nuestro país perdió por su sectarismo antirrosista una impresionante masa documental.

Quesada fue y es todavía hoy un “maldito” y un “negado” por el sistema académico oficial e incluso desconocido su talento, tal es así que como comenta Alberto Buela: “Ni que decir si alguna vez se menciona a Ernesto Quesada, el hombre más inteligente de su época, quien es tratado como positivista en lugar de historicista. El pensador que influyó sobre Spengler en el capítulo americano de su famosa obra “La Decadencia de Occidente”. Esto se oculta o se ignora.”

Los trabajos de Ernesto Quesada fueron tan importantes como los de Saldías y en sus obras siempre eruditas no se cansó de enjuiciar la historiografía oficial, poniendo en marcha una corriente historiográfica alternativa sin retorno que continúa hasta nuestros días.


domingo, 2 de febrero de 2025

La Historia y quienes la escriben (III): La Corriente de la “izquierda liberal” o "mitromarxismo"

Juan B. Justo.

“Para la oligarquía, una “intelligentzia” de izquierda divorciada del pueblo no es temible, pues tales intelectuales están inhibidos por la educación para luchar por objetivos nacionales”.

Juan José Hernández Arregui.

 


La izquierda argentina y la Historia

Personalmente considero que los conceptos de “izquierdas y derechas” no tienen hoy el mismo significado que tuvieron décadas atrás en nuestra cultura política. Dichos conceptos proceden de los centros de poder mundial y son manipulables según las circunstancias que quieran explicar. Son esquemas de análisis que suelen eludir el verdadero problema de los países como el nuestro: la cuestión nacional.

Lo que en este trabajo llamo “izquierdas” es solo una expresión didáctica para designar a fuerzas políticas expresadas en partidos (como por ejemplo el Partido Socialista o el Partido Comunista) que fueron antinacionales cuando dieron su versión de la historia argentina en el siglo XX.

Estas “izquierdas”, salvo contadas excepciones, (como veremos más adelante en la llamada Izquierda Nacional) poseen en materia histórica la misma incomprensión que tuvieron hacia los fenómenos políticos contemporáneos a su tiempo. El término “izquierda” es de difícil definición, pero podría decirse que, en términos meramente teóricos, es una política (revolucionaria o pacifica; marxista o liberal) que sostiene la necesidad de transformar el sistema capitalista.

En la práctica, el izquierdismo que nutrió la historiografía aquí abordada fue una conducta que se expresó como oposición a las tendencias intransigentes del pensamiento conservador. Sus diferencias fueron culturales mayoritariamente pero no expresaron, al menos hasta 1955, diferencias sustanciales con los sectores liberales de las élites dominantes en lo económico.

La izquierda fue, en nuestro país, a diferencia de algunos países europeos, no la expresión de movimientos sociales sino de posturas intelectuales, lo social se mueve por otros causes como fue el yrigoyenismo o lo fue y lo es en la actualidad el peronismo. Movimientos sociales ambos hacia los cuales la izquierda demostró, en aquellos días, además de incomprensión, hostilidad.

Es por esta razón que Jauretche trata a la izquierda como “epifenómeno de la oligarquía” ya que no es casualidad la coexistencia que se produce entre los intelectuales de izquierda, la oligarquía y el imperialismo, primero en 1930 para derrocar a Yrigoyen, luego, se repite en la Unión Democrática del 45 y finalmente en la “revolución fusiladora” que derroca al Gobierno de Juan Perón en septiembre del 1955.

Si nos ajustamos a la producción histórica corriente podríamos decir, siguiendo a Arturo Jauretche, que fue “mitromarxismo”, dado que llegaban a las mismas conclusiones que la historia de Mitre pero con términos y razonamientos que supuestamente fundaron en Karl Marx.

Los esquemas teóricos y las categorías analíticas propias del socialismo europeo sólo adornan su relato histórico, en cuyo contenido siempre estuvo presente la viva la concepción de "civilización" (representada por el Buenos Aires) o "barbarie" (encarnada por los caudillos federales).

El mejor ejemplo de esto es el pionero y fundador de esta escuela, Juan Bautista Justo (1885-1928), médico y traductor de "El Capital" de C. Marx, también director del periódico socialista "La Vanguardia". Justo es el principal impulsor del Partido Socialista en Argentina. Pese a reivindicarse como socialista fue un defensor de la moneda sana, el librecambio y la cooperación libre. Por sus influencias de la social democracia alemana y el liberalismo conservador de la clase dominante de nuestro país, Justo concluye compartiendo las tesis liberales en materia histórica. Así, en una conferencia de 1898, reafirma su fe en el credo de Civilización vs. Barbarie y sostiene: "Las montoneras eran el pueblo de la campaña levantado contra los señores de las ciudades... era la población de los campos acorralada y desalojada por la producción capitalista... Los gauchos eran el número y la fuerza y triunfaron. Pero su incapacidad económica y política era completa... Pretendían paralizar el desarrollo económico del país manteniéndolo en un estancamiento imposible... El matiz del fanatismo religioso de que se tiñó en ciertos momentos el movimiento campesino, señala también su sentido retrógrado".

Esta escuela historiográfica ya no tiene vigencia alguna, en la misma medida en que los partidos políticos a los que pertenecían los historiadores, después de sucesivas crisis y diásporas, hoy prácticamente no existen. Esta izquierda extinta nada tiene que ver con la izquierda de hoy.

Fueron muchos quienes hicieron aportes a esta corriente, no obstante, mencionaremos sólo a los referentes más significativos de aquella corriente.

 

José Ingenieros (1877-1925):

Nació en Italia, su verdadero nombre era Giuseppe Ingenieri. Fue médico, psiquiatra, escritor, docente y filósofo. Fundador y miembro del Partido Socialista. Sus obras como “El hombre mediocre” o “Hacia una moral sin dogmas” hicieron escuela en la enseñanza universitaria durante décadas.

José Ingenieros. 

Su personalidad inquieta fue motor de grandes tentativas culturales, las que llevó a cabo con éxito considerable, pero quedó atrapado en los preceptos de su época.

En materia histórica se aferró a un positivismo cientificista de contenido ecléctico para escapar de una sociedad colonial que no comprendía y lo perturbaba. Fue el último intento de positivismo no ortodoxo en Argentina.

Juan José Hernández Arregui y Rodolfo Puiggrós fueron los dos pensadores del campo nacional que estudiaron más en profundidad y críticamente la producción historiográfica de Ingenieros. Al lector que le interese les recomiendo las obras “Evolución de las ideas en la Argentina” de Puiggrós y “Formación de la Conciencia Nacional” de Hernández Arregui.

Rodolfo Puiggrós, en relación al libro “Evolución de las ideas en la Argentina”, apunta”: “La obra de Ingenieros carece de una filosofía coherente y en ella se cosecha marxismo y positivismo, metafísica y realismo ingenuo, irracionalismo nietzscheano y cientificismo, humanismo y racismo, admiración a la revolución proletaria y apología emersoniana del gran hombre, materialismo e idealismo, sin dar una interpretación clara y verdadera de las causas internas de nuestro desarrollo social. Solo queda en pie, como afirmación axiomática que el atraso de estas desventuradas comarcas proviene de la conquista española”.

Sobre el análisis de la obra de Ingenieros, Norberto Galasso realiza una inapelable sentencia: “…se presenta la subordinación al pensamiento histórico dominante, con la utilización de fraseología izquierdista. Así, donde Mitre y López hablan de atraso y barbarie, Ingenieros habla de feudalismo. Donde el mitrismo señala civilización, Ingenieros señala modernizació. Los revolucionarios de Mayo son discípulos de los enciclopedistas, los caudillos, "señores feudales", los unitarios, santsimonianos y Rosas, la restauración”.

 

Alfredo Palacios (1880-1965):  

Fue abogado, legislador, docente, y político con particularidades de líder carismático, adhirió desde su juventud al Partido Socialista. En 1904 fue elegido diputado por la Capital Federal y se convirtió de esa manera en el primer legislador socialista argentino y de América.

Alfredo Palacios.
En relación a la política tuvo en algunos momentos la visión de una especie de socialismo nacional para Argentina, lo que le valió muchos ásperos enfrentamientos dentro de su partido.

Jorge Abelardo Ramos cuando trata la tragedia de esta generación del 900, y al referirse a Palacios expresa: “Eterno Hamlet, le faltó coraje para romper definitivamente con la Casa del Pueblo (sede del P.S.) y ha concluido al servicio de la oligarquía”.


De su producción historiográfica se destaca “Esteban Etchevarria, albacea del pensamiento de Mayo”, donde reivindica la figura de Bernardino Rivadavia como un estadista progresista y visionario por la sanción de la Ley de Enfiteusis, que según la concepción de Palacios sería una aplicación del socialismo agrario de Henry George. Incomprensible, pero no tanto como la situación de que, pese a reivindicarse socialista, fue funcionario y sostén político de la dictadura de Aramburu.

 

Milcíades Peña (1933-1965):

Por último, destaco a la figura de este historiador. Este pensador es tal vez el más importante historiador de la izquierda marxista (no liberal) en la Argentina del Siglo XX. Fue un hombre de militancia trotskista en la fracción que conducía el dirigente Nahuel Moreno.

Milcíades Peña.
Es el miembro de esta corriente con mayor capacidad crítica y rigor científico. Pero, si bien su obra, en general, está, a entender del revisionismo, en coincidencia con el esquema de la historia liberal, aunque desde una óptica marxista, no creo que tenga tanta afinidad con la versión grotescamente falsificada de la historia nacional que hacen los otros referentes abordados. 

Sus trabajos más importantes son: “Antes de mayo. (1500-1810)” que lleva el subtítulo de “Formas sociales del trasplante Español al Nuevo mundo”, trabajo éste realizado entre los años 1955 y 1957 y en el que se estudia la formación y perspectivas de las clases sociales en la historia argentina.

También son relevantes sus obras “El paraíso terrateniente (1819-1850)”. “La era de Mitre”, “De Mitre a Roca. (1870-1885) y “Alberdi, Sarmiento, el 90 (1885-1890). Debido a la prematura muerte del autor en 1965 los textos originales fueron corregidos en el aspecto externo, respetando su contenido, por el escritor Luís Franco.

Yo tengo todas estas obras en mi biblioteca, y si bien no comparto muchas de sus conclusiones, reconozco la utilidad del material y la calidad de su pluma. Incluso para muchos intelectuales del campo nacional tanto Peña como su obra son un aporte "maldito" a la historia popular, y el mismo fue marginado por el pensamiento dominante.