jueves, 23 de enero de 2025

La Historia y quienes la escriben (II): La corriente historiográfica oficial, liberal o “mitrista”


El majestuoso monumento en homenaje
a Mitre en la Recoleta porteña. 
“En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cia, han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje”.  Juan Bautista Alberdi.

 


La “Historia Oficial”

De esta manera lúcida y lapidaria, Juan Bautista Alberdi, el más profundo y brillante pensador argentino del siglo XIX caracterizaba lo que luego se llamaría la historia oficial.  

Y se la llama “historia oficial” porque es la que se enseñó desde hace más de cien años en todos los niveles del sistema educativo. Es la que predomina en los medios de comunicación hegemónicos como única verdad indiscutible, hoy con los tiempos libertarios reivindicando a Mitre, Sarmiento, a un Alberdi que nada tiene que ver con la realidad -y que es una construcción imaginaria y políticamente funcional de Milei-, a Julio Argentino Roca, la Generación del 80, etc.

La historia oficial es también la que adornó los discursos protocolares, la omnipresente en la iconografía, en los monumentos, en las estatuas de los próceres levantadas en los espacios públicos, en la denominación de las calles y de los lugares, lo que se llama toponimia. Todos los lugares bellos llevan el nombre de proceres liberales y de origen oligarca. Solo con los gobiernos peronistas, en espacios temporales intermitentes, las calles, edificios, parques, paseos y monumentos rindieron homenaje a figuras históricas del campo nacional y popular.

Esta historia oficial es un subproducto de la “intelligenzia” colonial anglo-francesa del siglo XIX y se encuentra totalmente escindida de la memoria nacional del pueblo argentino que no la aprehende como propia.

Toda la historia oficial se basa “en la exclusión de la sociedad, de los movimientos de las multitudes, y de la realidad económica y geográfica en que se asientan y de la vida cultural propia que representa su continuidad. Historia de héroes y antihéroes, o de hechos separados de la trama histórica” (Jauretche).

La historia oficial, que es una historia mistificada, ha servido y sirve para que los argentinos tengamos una idea irreal del país y de nosotros mismos. Se logró construir la imagen de un país como una especie de ente abstracto o de algo ubicado en el más allá, divorciado por completo del juego de los intereses sociales y las contradicciones económicas tanto externas como internas.

Es un relato político más que historia. La oligarquía argentina, luego de ganar a sangre y fuego las guerras civiles construyó una justificación de si misma y su victoria. Los ricos, los pro ingleses, las élites porteñas, son los buenos. Sus enemigos, fueron salvajes. Ellos son los buenos civilizadores, los federales los bárbaros criminales.

 

Liberal en lo económico pero conservadora en lo político

Se la denomina también “liberal” porque interpreta y valora los acontecimientos desde un enfoque liberal-conservador.

Al decir de Galasso “un liberalismo que hace eje en lo económico con el libre juego del mercado y la apertura al exterior, pero que se vacía del contenido democrático que tuvo la Revolución Francesa y se impregna de una concepción elitista y antipopular”.

 

La historia “mitrista”

Y, por último, se la llama también “mitrista” debido a que, el vencedor de Pavón, Bartolomé Mitre, fue su iniciador. Mitre tiene la paternidad de esta historia "erudita" de corte positivista y, junto con sus continuadores fueron durante más de cien años los celosos custodios de la heurística, la hermenéutica y del Olimpo donde habitan los semidioses por ellos mismos erigidos.

Bartolomé Mitre

El principal representante de la historia oficial fue Mitre. Sólo elegimos aquí a Mitre y otros dos de sus principales exponente para desarrollar estos conceptos.  

a) Bartolomé Mitre (1821-1906), político, militar y escritor. Luego de vencer a Urquiza en la batalla de Pavón fue Presidente de la República (1862-1868).

Durante su presidencia, Argentina, aliada con Brasil y Uruguay, participó en la guerra de la Triple Alianza (1865-1870) en donde fue aniquilada criminalmente la hermana nación paraguaya.

En 1868 fue derrotado en las elecciones presidenciales por Sarmiento; volvió a presentarse como candidato en 1891 pero fracasó. Mitre fue también el fundador del periódico “La Nación”, en 1870, que al decir irónico del poeta Homero Manzi se convierte así en un prócer que “dejó un diario de guardaespaldas”.

Fue un hombre que tuvo inclinaciones por diversas disciplinas. Para sus apologistas, que lo han estudiado desde diferentes ángulos, fue algo así como un genio universal, polifacético y enciclopédico. Poseedor de un portentoso cerebro, fue, según sus admiradores, un genial estratega, poeta, traductor, periodista sagaz, orador, en fin, como un patricio del renacimiento criollo iluminado por Caseros.

Pero en realidad Mitre no era tan “grande”, no era un genio del Renacimiento pero se trataba sí, de una persona de acción, amante la "cultura" y fue un autodidacta que propagó su fiebre de conocimiento en diferentes campos de la actividad intelectual. Entre ellas fue el iniciador de nuestra producción historiográfica, pero, su contribución a la historia tributó a sus propios intereses y necesidades políticas.

 El legado más sólido que dejó Mitre como historiador es la “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”, cuyo primer esbozo data de 1857. La edición definitiva se publicó en 1876-1877. En este libro analiza el proceso de crecimiento de la sociedad rioplatense, que conduce lentamente a la Revolución de Mayo y examina las luchas revolucionarias y sus consecuencias.

En “La Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana” (1887-1890) intenta trazar la génesis del ideal ético-político que guió a la Revolución de Mayo. Escribió además obras históricas menores, y, en polémica con López, publicó las “Comprobaciones históricas” (1881-1882), en que defendió sus conclusiones y las exigencias que orientaron su obra.

Con la obra de Mitre comienza a funcionar la desvirtuación del pasado, que luego se convierte en un sistema orgánico destinado a mantener esa falsedad y prolongarla en el tiempo, imponiéndola para el futuro por medio de la prensa y la enseñanza, en la escuela, en la Universidad, generando así una dictadura del pensamiento como señala Alberdi. Lo que hoy llamaríamos “pensamiento único”, reivindicado en este 2025 con virulencia por Milei y su coro de “sentido común” libertario.

 

Vicente Fidel López, el otro

b) Vicente Fidel López (1815-1903) era hijo del Vicente López, el famoso autor del Himno Nacional. Su producción consta fundamentalmente de una “Historia de la República Argentina” en 10 tomos (1883-1893), llena de animación y de color; está trazada con cierto arte narrativo, se puede apreciar además, que su autor vivió personalmente todos los acontecimientos que relata. También escribió el “Manual de Historia Argentina”, que con el tiempo se transformó en un clásico de la enseñanza durante generaciones. 

Vicente Fidel López.
La historiografía oficial, en general, nos proporciona una visión centralista de la historia argentina. En las obras de Vicente Fidel López es más pronunciado aún, ya que su obra, titulada “Historia de la República Argentina”, es vista como una “biografía colectiva de la élite porteña”.

La historia argentina que muestran los manuales de López es la que se ve cuando se mira el pasado desde Buenos Aires, el interior no existe.

Trata de una historia de buenos y malos. De personalidades ejemplares, como Belgrano y San Martín (estos tergiversados y negados en su real dimensión), y de réprobos, como Artigas y los caudillos del interior. En este caso hay una cierta diferencia con Mitre. A lo largo de sus obras, Mitre, va matizando la imagen de los caudillos. Al principio las acusaciones de segregacionismo, localismo y de actitudes antinacionales se extienden a figuras como las de Estanislao López y Francisco Ramírez; sin embargo, en la última versión de la “Historia de Belgrano”, Mitre cambia sus apreciaciones maniqueas sobre los caudillos argentinos. No así Vicente Fidel López. Las imágenes que persisten por muchas décadas en la literatura escolar responde más bien a la inspiración de este último y a las apreciaciones iniciales de la historia de Mitre.

 

Levene, el primer académico de la Historia Oficial

c) Ricardo Levene (1885-1959). Cursó sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, a partir de 1901, y se doctoró cinco años después con una tesis sobre Las Leyes Sociológicas. Antes, ya había realizado una traducción de La Historia de la Civilización de J. de Crozals, en dos volúmenes.

En 1911 publicó su primer libro: “Los orígenes de la democracia argentina” -el inicio de una larguísima serie de publicaciones-, y el mismo año ingresó como docente a la Universidad de Buenos Aires.

Desde 1920, y durante tres años, fue Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la Plata, donde fundó una revista llamada como la Facultad: “Humanidades”. Por esta época se conoció uno de sus trabajos más difundidos, elaborado durante años de investigación y estudios preliminares: “Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno. Contribución al estudio de los aspectos político, jurídico y económico de la Revolución de 1810. Aparecido en tres tomos en 1920 -el primero se refiere a los antecedentes revolucionarios y las primeras convulsiones coloniales, el segundo está dedicado a los hechos de 1810 y el tercero es un anexo documental.

Ricardo Levene. 
A su vez, para muchos, es en “La anarquía de 1820 y la iniciación de la vida pública de Rosas” (1933), por un lado y en “El proceso histórico de Lavalle a Rosas”, por otro, donde se puede ver al Levene más riguroso y hábil en la investigación del pasado.

En las primeras décadas de este siglo, la Academia Nacional de la Historia era la institución no universitaria más importante de las consagradas a la investigación histórica. Había sido creada en 1938 al oficializarse la antigua Junta de Historia y Numismática Americana (que Levene presidió desde 1927 a 1931). Con la presidencia de Levene, la Academia emprendió la “Historia de la Nación Argentina”, donde participaron más de un centenar de historiadores bajo su dirección y de la que aparecieron diez volúmenes en catorce tomos (entre 1936 y 1950). Su concepto de la historia fue eminentemente jurídico, aferrado al texto legal, de allí el tono frío de sus obras, apegadas siempre a un rígido formalismo impersonal.

 

La historia oficial y el presente

En la actualidad, en la academia, ya prácticamente nadie habla en serio de la historia “mitrista”. Los historiadores oficiales hace ya tiempo que se han rendido ante el revisionismo histórico (en sus distitnas vertientes), tanto en el terreno de la investigación, como en el de la polémica.

Pero esta situación en las universidades no es la misma que en la sociedad, al menos en este 2025. Milei y el gobierno nacional han emprendido una batalla cultural, en la cual la "batalla por la historia" vuelve a tener relevancia.

Javier Milei reivindica seguidamente a Julio Roca. Los
medios nacionales han publicado notas 
refiriendo a "Milei, Roca y la Batalla por la Historia".
Puede ser que en la academia le sea renuente hoy, pero a la Historia Oficial ahora la venden como se podría vender alimento balanceado. Y se vende en base a una permanente reiteración de sus slogans publicitarios por medio de discursos políticos, conferencias de prensa, bajada de línea de medios y voceres de sectores de la derecha que estaban escondidos durante décadas.

Si existen inconcebibles planteos negacionistas respecto a la existencia del genocidio de la última dictadura militar, nadie puede sorprenderse porque se reivindique a Roca y la conquista del desierto o que se celebra la persecución de caudillos federales en el siglo XIX. Y eso se puede dar porque la Historia Oficial vive en el sentido común de los sectores reaccionarios que, con pese a ser pocos, tienen poder para impulsar sus ideas.

La vigencia de las ideas del mitrismo histórico es consecuencia de una irresuelta batalla cultural. Cuando eran gobierno, ni Yrigoyen, ni Perón, dos caudillos nacionales y populares, afrontaron la revisión histórica con la decisión política que demandaba la integración espiritual de los dos movimientos nacionales.

Don Arturo Jauretche, refiriéndose a esta carencia en tono de autocrítica lo expresa claramente: “Comprendo el error porque lo he compartido y sólo después de dos duras experiencias políticas argentinas he percibido la importancia fundamental de esa integración en el plano del pensamiento político nacional”.

La historia oficial, liberal o mitrista ha podido sobrevivir hasta hoy por un simple hecho de poder. Subsiste en la medida que, desde ciertos sectores oligárquicos y del extranjero sostienen los instrumentos de difusión.

Durante el 2001 al 2015 muchos y muchas la dieron por extinta, pero la Historia Oficial es un reservorio ideológico que espera su momento histórico. Hoy, con la batalla cultural de Milei, vuelve a ocupar un lugar relevante en el discurso político.

lunes, 20 de enero de 2025

La Historia y quienes la escriben (I): Corrientes historiográficas en Argentina

La Historia Argentina de José María Rosa
“Para una política realista la realidad está construida de ayer y de mañana; de fines y de medios, de antecedentes y de consecuentes, de causas y de concausas. Véase entonces la importancia política del conocimiento de una historia auténtica; sin ella no es posible el conocimiento del presente, y el desconocimiento del presente lleva implícito la imposibilidad de calcular el futuro, porque el hecho cotidiano es un complejo amasado por el barro de lo que fue y el fluido de lo que será, que no por difuso es inaccesible e inaprensible.”

 Arturo Jauretche.

  


Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro

Historia. Las y los historiadores: Una aproximación crítica al conocimiento de lo histórico.

Todo hecho histórico cuando se lo interpreta, se lo construye como un conocimiento y deja de ser mera información. La historia que vos conoces, es historia si tiene un significado para vos, si no es así, entonces es un dato, o un relato que pronto olvidará tu memoria.

La historia tiene muchas caras y significados que los historiadores e historiadoras y los que la leemos le damos. La historia es personajes, hechos y fechas, pero también las circunstancias en se realizaron esos hechos, sean estos naturales, sociales, económicos, políticos o culturales.

Y todo se integra en un sentido, interpretación o significado para que de ese modo sea historia. Las y los historiadores siempre han ido más allá de una interpretación del hecho histórico y sus circunstancias. Han enmarcado sus interpretaciones en la visión de su tiempo, en una concepción del mundo, en una ideología que tiene que ver con un posible futuro, destino humano, desarrollo, progreso, consecución de principios, valores, ideales, política. Es decir, que en cada libro de historia que leemos está latente una filosofía de la historia y una política de la historia.

La “verdad” histórica no es entonces un problema historiográfico, científico, como tampoco es un tema heurístico (1) o hermenéutico (2). Es una cuestión política. Porque lo que se nos ha presentado y se nos enseña como historia, es una política de la historia, en que ésta es un instrumento de aquella. 

Un ejemplo seguramente te va a aclarar el concepto: Los vencedores de Caseros (1852) y Pavón (1861) a través de su figura más prestigiosa, Bartolomé Mitre, escribieron una historia falsa y desfigurada. Se perseguía esta finalidad: Impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la aptitud para concebir y realizar una política nacional. “Se quiso que ignoremos como se construye una nación y como se dificulta su formación auténtica para que ignoremos como se la conduce, como se construye una política con fines nacionales, una política nacional” (Jauretche). 

Concluyendo, Mitre, que ejerció el liderazgo de la clase dominante a partir de Pavón y por varias décadas más, escribió la historia que correspondía a la concepción de la Argentina “granero del mundo”, librecambista, liberal y “civilizada”; la Argentina de los dueños del puerto de Buenos Aires, en suma, la Argentina colonial dependiente del Imperio Británico. 

Quisiera ser claro en esta materia central: El historiador no está en el aire, la historia lo involucra a él. Nadie narra la historia por la historia misma. Como afirma Febvre perspicazmente: “toda historia es elección” y señala: “el historiador no va rondando al azar a través del pasado, como un trapero en busca de sus despojos, sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipótesis de trabajo a verificar…porque describir lo que se ve, todavía pase, pero ver lo que se debe describir, eso sí es difícil”. La Historia, escribir la historia, es ciertamente una elección política y la historia que se escribe es siempre política de la historia en relación a las necesidades del presente que tiene el historiador. 

No hay posturas ingenuas o inocentes en las y los historiadores. Hay elecciones, ineludibles definiciones, deliberaciones políticas, que se hacen desde el presente. Y, estas elecciones políticas que los historiadores realizan, hacen que la historia se nos presente como contradictoria; y sí…, porque el presente, único lugar desde donde la historia puede aprehenderse también lo es. 

Por ejemplo, ahí está Urquiza, Pancho Ramírez y López Jordán… y su enorme protagonismo histórico. ¿Cuántos Urquizas, Ramirez o López Jordanes hay? Hay tantos “Urquizas” “Ramírez o “López Jordanes” como interpretaciones de nuestro pasado histórico, y hay tantas interpretaciones de nuestro pasado histórico, como proyectos políticos en vigencia existen en nuestro presente. 

Es en la hermenéutica (interpretación y articulación de los hechos históricos), el terreno en el cual se juega el compromiso político del historiador y su propia honestidad personal. Ese compromiso político a veces, es manifiesto y en ese caso no es condenable el historiador “parcial o tendencioso”. Sí, en cambio, es tramposo presentar la “verdad histórica” como la única, pretendidamente científica, cuando es interpretada desde una concepción ideológica oculta. 

Mi interpretación de la historia, mi “hermenéutica”; la trabajo desde mi el presente, obviamente también desde mi compromiso político e incluso a partir de mi necesidad: un intento, una pequeña contribución, desde ésta, mi tierra entrerriana a la formación de la conciencia nacional. 

Por otra parte, es significativo subrayar que la vida política latinoamericana y argentina está articulada con su historia a través del uso de lenguajes, nombres y símbolos emblemáticos que nos retrotraen permanentemente a nuestro propio pasado. 

Agrupaciones políticas del campo nacional han levantado banderas y usados nombres ligados a la historia popular, facilitando de esta manera, por lo que contiene de significado el nombre, la rápida comprensión de las razones de la lucha. A título de ejemplo el “Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros” en el Uruguay durante la década del sesenta tomas ese nombre porque eran los “tupas” los partidarios del Inca José Gabriel Condorcanqui, Tupac-Amarú, que entre 1780-1784 se sublevó con más de cien mil indios en el Alto Perú contra la dominación española, abriendo, pese a la derrota, la lucha liberadora de los pueblos americanos. Y “Tupamaros” llamaron también los españoles a los revolucionarios americanos que nos dieron la Patria. Tupamaros eran, según consta en las actas de los realistas, Belgrano, Monteagudo y San Martín entre otros.

En la Argentina, “Montoneros” dispuso tomar su nombre de las raíces profundas de las luchas del pueblo. La guerra montonera fue la forma de lucha espontánea y efectiva de las masas del interior en todo el Cono Sur durante la guerra de la independencia y luego durante el largo enfrentamiento armado contra la política centralista, hambreadora y pro británica de la oligarquía porteña. 

O sino también se puede recordar al llamado “Operativo Dorrego” que en enero de 1973 impulsó el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, en forma conjunta con el General Carcagno, jefe de las Fuerzas Armadas. En el mencionado operativo trabajaron, codo a codo, oficiales, suboficiales y soldados del Ejército conjuntamente con militantes de la Juventud Peronista de la provincia resolviendo problemas causados por las inundaciones. Y se le denominó Dorrego para reivindicar y sacar del olvido a Manuel Dorrego, popular caudillo bonaerense, nacional, federal, demócrata y patriota hasta los huesos, fusilado por la oligarquía unitaria porteña. 

Viniendo más acá en el tiempo, para que todos y todas recuerden, en su segundo gobierno Cristina Fernández realizó una significativa reivindicación de Juan Manuel de Rosas, el gran maldito de la historia antipopular en la Argentina. En la provincia de Entre Ríos, acompañe a Jorge Busti en una comisión de Homenaje de Francisco Ramírez en ocasión del bicentenario de su fallecimiento creada por el gobierno de Gustavo Bordet. La historia y sus figuras aquí, recuperada desde el federalismo, la soberanía nacional y los proyectos populares, estuvo presente. 

Incluso la invocación a Juan Bautista Alberdi que hace Javier Milei, aunque uno entiende que es una falsificación de la verdad histórica, no deja de tener esa búsqueda de utilizar al pasado para la actualidad política.

Con este texto pretendo que vayas de los hechos a las interpretaciones de los mismos. No sólo leerás mi propia ponencia, que la tengo, sino, las de diversas corrientes históricas que responden a diferentes propósitos políticos. El conocimiento de una pluralidad de interpretaciones te permitirá valorar la historia argentina desde una diversidad de enfoques ideológicos-políticos, que te ayudará a entender mejor tu propia realidad desde la perspectiva del pasado. 

El presente argentino está incumplido. Y este incumplimiento deriva del pasado. Es la resultante de aquellas guerras intestinas, las guerras civiles que desviaron a la nacionalidad de su propio destino. Este incumplimiento deviene del triunfo del Buenos Aires mercantil y financiero con las armas y las políticas de Europa. Ha sido una historia alterada y un destino nacional desviado por las clases dominantes. Para vos, aquí más cerca, esto se expresa entre la continuidad entre Yrigoyenistas y anti personalistas, entre peronismo y anti peronismo, entre el campo nacional y popular y el neoliberalismo, entre la mirada puesta en Latinoamérica o los intereses globalización financiera. 

Para entender el problema, ya lo sabemos, hay que ir a la raíz histórica del mismo, esa es la razón de la búsqueda…pero primero corresponde que vayamos a la Historia e historiadores, ellos son los que escriben la historia.


Las corrientes historiográficas en la Argentina

 

“Diversidad de historias, singularidad de los historiadores; pluralidad de procesos, subjetividad de maneras de escribir y de hacer”.

 

La afirmación del epígrafe elegido pertenece al historiador Antoine Prost, menciona una complejidad de rutas por las que transita la historia, que impide fijar esquemas claros y lineales, pero que -al mismo tiempo- admite diversas lecturas del pasado, capaces de nutrir con inteligencia y sabiduría la ética ciudadana que necesita ser recreada en la Argentina de hoy por cada uno de los sujetos sociales que la habitan.

Se trata de conformar una auténtica dirigencia, capaz de interpretar los problemas de la gente y de rescatar continuidades que permitan recomponer la identidad nacional. Se trata de mostrar en este trabajo que existe una pluralidad de caminos para llegar a la interpretación del pasado. Se trata, en fin, de reflejar la lucha por el poder, que es fundamentalmente una lucha de ideas, de diversidades, una lucha por la palabra y por el relato.

En el tratamiento de la historia argentina se pueden distinguir a grosso modo cinco grandes corrientes historiográficas: “Oficial”, “Liberal de izquierda”, “Revisionista”, “Social” y “Revisionismo Federal-Provinciano”. 

Esta clasificación obviamente no pretende ser exhaustiva y tal vez genere, alguna que otra, polémica entre los especialistas del tema. No obstante, es el único método pedagógico que tengo a mi alcance para ofrecer una sinopsis, una visión más o menos completa del tema a exponer. 

Motiva también este capítulo ofrecerte un panorama de lo que fue y es la historiografía en Argentina. Aspiro incluso a que te sirva como una guía de consulta en donde puedas ubicar, a partir de este esquema, un básico “quién es quién” de los historiadores mas significativos de la historiografía argentina.