viernes, 11 de abril de 2025

La reacción y el análisis de Juan Manuel de Rosas ante el asesinato de Urquiza

Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza. 


Juan Manuel de Rosas estaba en su exilio en Southampton cuando ocurrió la muerte de Urquiza el trágico 11 de abril de 1870. 

Josefa “Pepita” Gómez ([1]), recordada como la “embajadora de Rosas” en Buenos Aires, le escribe al ex gobernador el 19 de mayo de 1870 para poner al tanto al Restaurador de las noticias. Su carta comienza con una sentenciosa conclusión histórica:

Estaba en la estancia cuando recibí el 15 del pasado abril la terrible noticia del asesinato de nuestro amigo el general Urquiza; juzgue usted mi impresión como mujer leal en la amistas que había extirpado en mi corazón todo otro sentimiento que no fuera sincero para ese hombre, pero, vuelta de mi sorpresa como mujer patriota y de partido, no pude menos como ahora digo a Usted que exclamar: ¡la justicia de Dios se ha cumplido! Los traidores y parricidas tienen que morir trágicamente. No siempre se puede jugar impunemente con la vida de los pueblos y de los hombres, sin que estos se levanten protestando contra el traidor vendido al extranjero”.

Sobre el contexto político agrega en su carta:

El Gobierno Nacional Sarmiento, quienes ven en López Jordán hasta cierto punto y no sin razón temen la reacción pues Jordán es un verdadero federal muy prestigioso en su provincia y fuera de ella. Si fuese un hombre de ellos batirían palmas por la muerte de Urquiza, como las batieron cuando don Juan Lavalle, fusiló de su orden al benemérito coronel Dorrego, por cuyo crimen y asesinato de todo principio fue proclamado gobernador de la provincia de Buenos Aires que elevó tan alto la bandera argentina pidiendo a los pueblos el castigo de hecho tan sangriento por el que ha corrido y corre la sangre de hermanos por más de 40 años, cuya destrucción miran con placer los poderes europeos, y más la vanguardia avanzada del imperio del Brasil…”.

Ante las noticias y las cartas que recibe con relatos de los hechos del Palacio San José, ¿cómo reacciona Rosas? ¿qué analisis realiza?

De las muchas respuestas de Rosas ante estos hechos entiendo que la carta que el Restaurador remitió a Federico Terrero el 5 de junio del 1870 es, quizá, la más esclarecedora de todas. Haré un breve análisis de los párrafos más relevantes de ella. Rosas comienza analizando lo siguiente: 

“…Ninguna persona que haya seguido estudiando en la práctica, la historia de las repúblicas del plata, ha debido extrañar el desgraciado fin de su Excelencia el señor capitán general Urquiza. Por el contrario, lo admirable e inaudito es, su permanencia en el poder, por grado siempre bajando, a virtud de sus hechos contrarios a su crédito, a sus amigos políticos, y favorables a sus enemigos

En mi larga carta, después de esa batalla le dije que habiendo él mismo cometido el gravísimo error, después del triunfo, de pasar todo su poder a sus enemigos, con funesto perjuicio a los que seguían de buena fe su política; su vida y su fortuna, no estaban seguras, si permanecía en la provincia entrerriana Últimamente, poco antes de la triste noticia de su asesinato, le escribí, por complacerlo, dándole consejos implícitos en orden a su testamento, para prevenir después de su muerte, desgracias a su buena compañera y a sus hijos…”

En la primera parte de la misiva, Rosas indica que en una carta que remitió a Urquiza, luego de la Batalla de Pavón, le advirtió sobre la amenaza que se cernía sobre él cuando entregó el poder político e institucional a Mitre y los unitarios porteños, y la necesidad de tomar medidas al respecto, abandonando Entre Ríos incluso.

Luego, Rosas resalta la improcedencia de la intervención federal contra López Jordán como consecuencias de estos episodios:

“…En una república de estados federales, el gobierno general no puede intervenir con fuerza armada en algún hecho de armas, puramente interno, en algunas de las provincias, o estados federados… Y si es, como se dice, que la gran mayoría de la provincia entrerriana está en armas para sostener la aprobación que ha dado, a ese asesinato de su gobernador, cuya persona consideraban ya peligrosa, en y fuera de ella, es en tal caso un hecho y alarma, puramente internos”.

Posteriormente, recurriendo al recurso de hablar de si mismo en tercera persona, frecuente en su correspondencia, Rosas da cuenta de lo que Urquiza le expresaba al mismo Rosas respecto a su caída y el rol que tuvo, remarcando lo arrepentido que estaba de su participación en este proceso y la premonición del propio entrerriano de ser asesinado por los mismos enemigos de Rosas, en una elíptica referencia a Mitre, Sarmiento y cía. Y lo expresaba en los siguientes términos:

“…Su E. el Señor Capitán General Urquiza lo ha usado con frecuencia al hablar del descenso del general Rosas…“Toda mi vida, decía (se refiere a que Urquiza decía), me atormentará constantemente, el recuerdo del inaudito crimen que cometí, al cooperar, en el modo como lo hice, a la caída del general Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder”.

Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo”, le manifestaba Urquiza a Rosas. El “arrepentimiento” de Urquiza era un comentario que con frecuencia hacía el entrerriano y que encuentra muchos fedatarios en la historia argentina. Ya en 1852 Urquiza manifestó: “Hay sólo un hombre para gobernar la Nación Argentina, y es Don Juan Manuel. Yo estoy preparado para rogarle que vuelva aquí”([2]).

Volviendo a la carta, por último, ensaya Juan Manuel de Rosas una explicación sobre los motivos de la persistencia del error de Urquiza de confiar en los unitarios porteños, aventurando una explicación que encuentra razones en lo más simple y, a la vez complejo, de la naturaleza humana. Sobre esto se refiere con estas ideas y deseos:

“¿Por qué entonces continuaba sus errores y seguía su marcha pública por caminos tan peligrosos y extraviados? Porque así es el hombre en su caso, circunstancias y opulencias en la engañosa condición de su veloz carrera. Estamos bien de acuerdo en todas tus consideraciones relativas. Y pienso también, lo mismo, cuando dices que las complicaciones que vendrán serán serias y que lo peor de todo son las maniobras del gabinete brasileño. Que Dios ilumine la marcha pública de los primeros hombres de esas repúblicas y tenga piedad de todos son los votos de tu agradecido amigo”. 

Para terminar, cabe recordar la carta de condolencias que Juan Manuel de Rosas escribió a la viuda de Justo José de Urquiza. En las breves palabras que remite se advierte la calidad humana de Rosas y su descomunal pluma, consecuencia esta de una inteligencia superior de su tiempo histórico. En ella le expresó:

Señora Doña Dolores de Urquiza…Señora de mi estimación y respeto…Antes no he dirigido a usted esta mi dolorida carta, considerando que las aflicciones de su noble corazón traspasado, no le permitirían, en muchos días, ocuparse, en el todo, de multitud de condolencias fúnebres…

Cuando también he sufrido la angustia fatal de perder a mi buena compañera Encarnación, conozco el largo tiempo que necesita usted para encontrar algún calmante a su amargura; tanto más, cuando ha pasado por el tormento cruel de presenciar el desgraciado fin del suyo, tan querido…Sigo compadecido y acompañando a Ud. en los penosos días de su alma desolada…Cuando, en casos semejantes, es posible respetar y cumplir los preconceptos de la Ley Divina, no lo es la conformidad inmediata…

Ese resultado es obra del tiempo, con los años; a el contribuyen la concurrencia de la filosofía, y la religión; y por el trabaja el llanto continuado, concedido por dios a las personas mayores, y a los niños, para suplir la energía de la edad viril.

Así debe ser para usted, en sus tristes días, algún calmante, para atenuar, en la parte posible sus dolores, la seguridad, que no tenemos por qué dudar de que nuestro noble amigo, el excelentísimo Señor Capitán General Don Justo José de Urquiza, ha pasado a mejor vida, en las delicias eternas, donde ruega a Dios por usted sus queridos hijos, por todos sus amigos, sus enemigos y el bien de su patria.

Disponga usted del íntimo afecto, y mejores deseos con que soy de usted. Señora, agradecido amigo, Juan M. de Rosas”.

Comparto con Pacho O´Donnel (3 )que a Juan Manuel de Rosas, el gran villano de la historia oficial del liberalismo porteño, “no le faltaba grandeza.


Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro

 



[1] Josefa Gómez (Pepa o Pepita Gómez) fue una colaboradora muy importante del Restaurado, entre muchas funciones que asumió, pasó a la historia como la “embajadora de Rosas” en Buenos Aires, un rol que cumplió sin tregua desde el comienzo del exilio inglés del ex –caudillo hasta su propia muerte en 1875.

[2] Palabras pronunciadas por Urquiza el 1 de junio de 1852, en forma confidencial al Almirante inglés Gore, según consta en el informe de Gore a Malmsbury, citado por José María Rosa en “Historia Argentina”, Tomo 6, Pág. 34.

3. Pacho O´Donnel, “Juan Manuel de Rosas. El maldito de nuestra historia oficial” (2006), Capitulo 120, pág. 359. 


jueves, 13 de febrero de 2025

La Historia y quienes la escriben (IV): El revisionismo y los revisionistas, los precursores

Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro

El Revisionismo Histórico nunca fue, ni es hoy, un pensamiento ideológico homogéneo. En él se expresan corrientes políticas contradictorias e incluso antagónicas, no obstante, todas estas tendencias internas coinciden en un punto: la lectura histórica con eje en la resistencia al imperialismo como “potencia disgregadora de lo propio”.

Juan Manuel de Rosas. 

El Dr. Jorge Oscar Sulé, (Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y reconocido historiador revisionista) publica en el año 2005 una “Carta abierta al Sr. Norberto Galasso”. En el aludido documento entre otras cosas, plasma una clara caracterización del Revisionismo: “Se está en el Revisionismo histórico cuando se han detectado tres factores: 1) El factor externo proyectándose sobre nuestro país. 2) El pueblo que defiende sus patrimonios culturales y materiales encontrando los jefes que lo interpretan. 3) Minorías que con poder económico, político y cultural juegan de espaldas al porvenir argentino, al naipe de la traición y la entrega”.

Personalmente adhiero a esta caracterización del Dr. Sulé y me tomo el atrevimiento de agregar una cuarta: Comprender, aprehender, la figura de Juan Manuel de Rosas como “pivote histórico” (Jauretche). “Rosas fue y es la llave de bóveda de la interpretación de la historia argentina del Siglo XIX (Sulé). Así como la historia argentina del Siglo XX sería imposible de comprender sin la figura de Juan Domingo Perón, Rosas es la bisagra en el Siglo XIX. Sin Rosas, Argentina hubiese sido otra cosa.

A continuación, voy a presentar una clasificación que he elaborado de las diferentes corrientes del Revisionismo Histórico. Tiene una finalidad didáctica y el criterio aplicado es en parte cronológico y considera también los diferentes matices ideológicos. En esta primera parte comienzo con los precursores. 

Los precursores

Esta generación de historiadores revisionistas combatió durante un largo y oscuro período contra el aparato de la historia oficial. No pudieron llegar a organizar una teoría sistemática para enfrentar la historia falsificada por el mitrismo. Estuvieron aislados en un medio adverso, algunos hasta exiliados y todos marginados por el “despotismo turco” al cual se refería Alberdi.

Además de requerir de un valor excepcional para afrontar a toda la maquinaria oficial, coraje incluso para enfrentar todo el “consenso” público que se había planificado desde el aparato cultural del Estado, se necesitó de una gran capacidad investigadora para penetrar en la oscuridad y el ocultamiento organizado. De este grupo mencionaré los dos, en mi opinión, más altos historiadores precursores del revisionismo: Adolfo Saldías y Ernesto Quesada.

a) Adolfo Saldías (1850-1914), es considerado por los historiadores como el primer Revisionista Histórico de la Argentina. Aunque no fue un hombre de un solo libro, quedará en la historia literaria como el historiador de la Confederación, o sea del régimen de gobierno dado al país durante los tiempos de Juan Manuel de Rosas.

Saldías, de firmes convicciones liberales, pertenecía a la llamada generación del 80. Estos jóvenes de los 80 tenían la responsabilidad de constituir la primera generación del liberalismo triunfante en Caseros (1852).

Mitre, que fue su “maestro” y mentor intelectual, ya había producido la historia falsificada, la historia oficial ya estaba en marcha, el gran instrumento para aniquilar la conciencia nacional de los argentinos y hacer de la Patria de la Independencia y de la Restauración, la colonia adiposa de los 80.

La “historia mitrista” consideraba que la época de Rosas no se podía mencionar y menos estudiar. Era necesario negarla, condenarla sin juicio previo: tiranía, sangrienta tiranía y nada más. 

Adolfo Saldías. 
Los legisladores porteños en 1858 al dictar la Ley que declaraba a Rosas reo de lesa Patria debatieron el problema. El diputado Emilio Agrelo expuso con claridad el problema y la posición asumida oficialmente: “No podemos dejar el juicio de Rosas a la historia. ¿Qué dirán las generaciones venideras cuando sepan que el almirante Brown lo sirvió? ¿Que el general San Martín le hizo donación de su espada? ¿Qué grandes y poderosas naciones se inclinaron ante su voluntad? No, señores diputados. Debemos condenar a Rosas, y condenarlo en términos tales que nadie quiera intentar mañana su defensa”. Y así fue...

En esa Argentina fácil por falsificada empezó a actuar el joven Adolfo Saldías, que, en 1874, ya había egresado como abogado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Su pensamiento ardientemente liberal y su personalidad curiosa e independiente lo llevan a buscar en la historia y en especial en los tiempos de Rosas las claves de la argentinidad, apartándose lenta pero decididamente de las instrucciones de la historia oficial y en especial las de su maestro Bartolomé Mitre.

Poco sabía Saldías de Rosas y su época, solo conocía lo de rigor, la leyenda de “Las Tablas de Sangre”, la novela “Amalia” y las apostillas repetidas de la historia oficial. Empezó entonces a leer colecciones de diarios de la época del Restaurador, panfletos de los unitarios exiliados en Montevideo, documentos y más documentos. Leyó y meditó. Sintió el orgullo y la vergüenza de sentirse argentino. El Dr. Bernardo de Irigoyen, que en la intimidad guardaba respeto y veneración por la figura del Restaurador, lo puso en la pista del archivo de Rosas. Luego de Caseros, el vencido salvó todos sus papeles y marchó con ellos al exilio. Después de su muerte (1877) el archivo quedó en la casa de Manuelita, su hija, en un suburbio de Londres.

Saldías no lo pensó. Se embarcó para Londres y visitó a la hija del Restaurador, ella le dio acceso al archivo que pudo verificar, era completísimo y se encontraba en excelentes condiciones materiales. Largos días pasó en Londres estudiando, escribiendo y copiando el archivo de Rosas. Con ese material escribió y editó en París “La historia de Rosas” (1887) que luego cambió el título por la obra que hoy se conoce con el nombre de “Historia de la Confederación Argentina”.

Mitre, que era su maestro, recibió un ejemplar de su discípulo descarriado y le contestó en una carta en el diario La Nación con una andanada retórica que condenó a Saldías a la marginalidad y al silencio. No obstante, se agotaron las dos primeras ediciones, aunque en público nadie hablaba de la Historia de Rosas ya que el nombre del Restaurador era impronunciable.

La obra de Saldías de mi biblioteca. 

Y como bien dice el refrán, “nadie es profeta en su tierra”, los primeros reconocimientos llegaron del exterior, aquí en Argentina resultaba difícil traspasar la barrera de intereses que impedía conocer o juzgar el pasado. Desde México, Uruguay, Brasil y Francia la obra de Saldías recibe elogios académicos y diferentes reconocimientos por el valor esclarecedor e historiográfico de su obra. Pero es en el Siglo XX, con el revisionismo histórico ya consolidado políticamente, que se reconoce a la figura de Saldías como el pionero de la corriente y se consideró a su obra básica “Historia de la Confederación Argentina” como un clásico de ineludible lectura si se quiere abordar los tiempos de Rosas.

El libro de Saldías empieza de esta manera: “Voy a escribir la historia de la Confederación Argentina, movido por el deseo de trasmitir a quienes quieran recogerlas las investigaciones que he venido haciendo acerca de esa época que no ha sido estudiada todavía, y de la cual no tenemos más ideas que las de represión y de propaganda, que mantenían los partidos políticos que en ella se diseñaron”. Este párrafo nos refiere a lo que reflexionábamos en el principio de estos textos, en cuanto a la política y sus relaciones con la historia. En Saldías vemos como la política lo llevó a la historia y como la historia esclareció su idea política. Era un liberal porteño neto, pero como era un político, anhelaba adquirir conciencia de su posición en la actualidad por el conocimiento del pasado y ciertamente lo logró, no solo para él sino para todas las generaciones de pensadores nacionales que abrevaron en su obra.

b) Ernesto Quesada (1858-1934): La vida y obra de este pensador e historiador argentino siguen esperando el estudio que su trayectoria intelectual se merece. Quesada vivió en Alemania junto con su padre, el diplomático Vicente Gregorio Quesada, parte de su temprana juventud, donde realiza una parte fundamental de su educación formal. A su retorno, en los primeros años de la década del 80, se gradúa de abogado y mantiene una intensa actividad intelectual siendo designado profesor titular de la cátedra de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras.

El opacamiento de su figura se debió tal vez a su formación dentro de un romanticismo nacionalista que revela sus vertientes germánicas, a diferencia, por ejemplo del romanticismo literario de Esteban Etcheverría, de alcurnia francesa.

La colección completa de Ernesto Quesada de mi biblioteca, hecha de distintas ediciones.


Ernesto Quesada intentó revertir con su escepticismo investigativo la demonización liberal del período rosista. Heredó el archivo histórico de su suegro, el general rosista Pacheco, a partir del cual elabora buena parte de su libro que publica en 1898 y al que tituló “La época de Rosas: su verdadero carácter histórico”. Con este texto se rompe con la tradición satanizadora del fenómeno rosista, para concluir pronunciando que: “la leyenda unitaria sobre el rosismo es puro espejismo” y que “juzgar ese período cubriendo un bando con el denso velo de la palabra tiranía y envolviendo al otro en la aureola celeste de la libertad ya no es posible”.

Ernesto Quesada.

Esta curva del pensamiento de Quesada lo llevaría a un destino muy argentino para quienes piensan en clave nacional: terminará sus días autoexiliado en Suiza en su finca que había bautizado irónicamente “El Olvido” y donará por fin, su inmensa biblioteca y todo su archivo al Estado alemán sobre cuyas bases se constituye el “Iberoamerikanisches Institus” de Berlín. Así nuestro país perdió por su sectarismo antirrosista una impresionante masa documental.

Quesada fue y es todavía hoy un “maldito” y un “negado” por el sistema académico oficial e incluso desconocido su talento, tal es así que como comenta Alberto Buela: “Ni que decir si alguna vez se menciona a Ernesto Quesada, el hombre más inteligente de su época, quien es tratado como positivista en lugar de historicista. El pensador que influyó sobre Spengler en el capítulo americano de su famosa obra “La Decadencia de Occidente”. Esto se oculta o se ignora.”

Los trabajos de Ernesto Quesada fueron tan importantes como los de Saldías y en sus obras siempre eruditas no se cansó de enjuiciar la historiografía oficial, poniendo en marcha una corriente historiográfica alternativa sin retorno que continúa hasta nuestros días.


domingo, 2 de febrero de 2025

La Historia y quienes la escriben (III): La Corriente de la “izquierda liberal” o "mitromarxismo"

Juan B. Justo.

“Para la oligarquía, una “intelligentzia” de izquierda divorciada del pueblo no es temible, pues tales intelectuales están inhibidos por la educación para luchar por objetivos nacionales”.

Juan José Hernández Arregui.

 


La izquierda argentina y la Historia

Personalmente considero que los conceptos de “izquierdas y derechas” no tienen hoy el mismo significado que tuvieron décadas atrás en nuestra cultura política. Dichos conceptos proceden de los centros de poder mundial y son manipulables según las circunstancias que quieran explicar. Son esquemas de análisis que suelen eludir el verdadero problema de los países como el nuestro: la cuestión nacional.

Lo que en este trabajo llamo “izquierdas” es solo una expresión didáctica para designar a fuerzas políticas expresadas en partidos (como por ejemplo el Partido Socialista o el Partido Comunista) que fueron antinacionales cuando dieron su versión de la historia argentina en el siglo XX.

Estas “izquierdas”, salvo contadas excepciones, (como veremos más adelante en la llamada Izquierda Nacional) poseen en materia histórica la misma incomprensión que tuvieron hacia los fenómenos políticos contemporáneos a su tiempo. El término “izquierda” es de difícil definición, pero podría decirse que, en términos meramente teóricos, es una política (revolucionaria o pacifica; marxista o liberal) que sostiene la necesidad de transformar el sistema capitalista.

En la práctica, el izquierdismo que nutrió la historiografía aquí abordada fue una conducta que se expresó como oposición a las tendencias intransigentes del pensamiento conservador. Sus diferencias fueron culturales mayoritariamente pero no expresaron, al menos hasta 1955, diferencias sustanciales con los sectores liberales de las élites dominantes en lo económico.

La izquierda fue, en nuestro país, a diferencia de algunos países europeos, no la expresión de movimientos sociales sino de posturas intelectuales, lo social se mueve por otros causes como fue el yrigoyenismo o lo fue y lo es en la actualidad el peronismo. Movimientos sociales ambos hacia los cuales la izquierda demostró, en aquellos días, además de incomprensión, hostilidad.

Es por esta razón que Jauretche trata a la izquierda como “epifenómeno de la oligarquía” ya que no es casualidad la coexistencia que se produce entre los intelectuales de izquierda, la oligarquía y el imperialismo, primero en 1930 para derrocar a Yrigoyen, luego, se repite en la Unión Democrática del 45 y finalmente en la “revolución fusiladora” que derroca al Gobierno de Juan Perón en septiembre del 1955.

Si nos ajustamos a la producción histórica corriente podríamos decir, siguiendo a Arturo Jauretche, que fue “mitromarxismo”, dado que llegaban a las mismas conclusiones que la historia de Mitre pero con términos y razonamientos que supuestamente fundaron en Karl Marx.

Los esquemas teóricos y las categorías analíticas propias del socialismo europeo sólo adornan su relato histórico, en cuyo contenido siempre estuvo presente la viva la concepción de "civilización" (representada por el Buenos Aires) o "barbarie" (encarnada por los caudillos federales).

El mejor ejemplo de esto es el pionero y fundador de esta escuela, Juan Bautista Justo (1885-1928), médico y traductor de "El Capital" de C. Marx, también director del periódico socialista "La Vanguardia". Justo es el principal impulsor del Partido Socialista en Argentina. Pese a reivindicarse como socialista fue un defensor de la moneda sana, el librecambio y la cooperación libre. Por sus influencias de la social democracia alemana y el liberalismo conservador de la clase dominante de nuestro país, Justo concluye compartiendo las tesis liberales en materia histórica. Así, en una conferencia de 1898, reafirma su fe en el credo de Civilización vs. Barbarie y sostiene: "Las montoneras eran el pueblo de la campaña levantado contra los señores de las ciudades... era la población de los campos acorralada y desalojada por la producción capitalista... Los gauchos eran el número y la fuerza y triunfaron. Pero su incapacidad económica y política era completa... Pretendían paralizar el desarrollo económico del país manteniéndolo en un estancamiento imposible... El matiz del fanatismo religioso de que se tiñó en ciertos momentos el movimiento campesino, señala también su sentido retrógrado".

Esta escuela historiográfica ya no tiene vigencia alguna, en la misma medida en que los partidos políticos a los que pertenecían los historiadores, después de sucesivas crisis y diásporas, hoy prácticamente no existen. Esta izquierda extinta nada tiene que ver con la izquierda de hoy.

Fueron muchos quienes hicieron aportes a esta corriente, no obstante, mencionaremos sólo a los referentes más significativos de aquella corriente.

 

José Ingenieros (1877-1925):

Nació en Italia, su verdadero nombre era Giuseppe Ingenieri. Fue médico, psiquiatra, escritor, docente y filósofo. Fundador y miembro del Partido Socialista. Sus obras como “El hombre mediocre” o “Hacia una moral sin dogmas” hicieron escuela en la enseñanza universitaria durante décadas.

José Ingenieros. 

Su personalidad inquieta fue motor de grandes tentativas culturales, las que llevó a cabo con éxito considerable, pero quedó atrapado en los preceptos de su época.

En materia histórica se aferró a un positivismo cientificista de contenido ecléctico para escapar de una sociedad colonial que no comprendía y lo perturbaba. Fue el último intento de positivismo no ortodoxo en Argentina.

Juan José Hernández Arregui y Rodolfo Puiggrós fueron los dos pensadores del campo nacional que estudiaron más en profundidad y críticamente la producción historiográfica de Ingenieros. Al lector que le interese les recomiendo las obras “Evolución de las ideas en la Argentina” de Puiggrós y “Formación de la Conciencia Nacional” de Hernández Arregui.

Rodolfo Puiggrós, en relación al libro “Evolución de las ideas en la Argentina”, apunta”: “La obra de Ingenieros carece de una filosofía coherente y en ella se cosecha marxismo y positivismo, metafísica y realismo ingenuo, irracionalismo nietzscheano y cientificismo, humanismo y racismo, admiración a la revolución proletaria y apología emersoniana del gran hombre, materialismo e idealismo, sin dar una interpretación clara y verdadera de las causas internas de nuestro desarrollo social. Solo queda en pie, como afirmación axiomática que el atraso de estas desventuradas comarcas proviene de la conquista española”.

Sobre el análisis de la obra de Ingenieros, Norberto Galasso realiza una inapelable sentencia: “…se presenta la subordinación al pensamiento histórico dominante, con la utilización de fraseología izquierdista. Así, donde Mitre y López hablan de atraso y barbarie, Ingenieros habla de feudalismo. Donde el mitrismo señala civilización, Ingenieros señala modernizació. Los revolucionarios de Mayo son discípulos de los enciclopedistas, los caudillos, "señores feudales", los unitarios, santsimonianos y Rosas, la restauración”.

 

Alfredo Palacios (1880-1965):  

Fue abogado, legislador, docente, y político con particularidades de líder carismático, adhirió desde su juventud al Partido Socialista. En 1904 fue elegido diputado por la Capital Federal y se convirtió de esa manera en el primer legislador socialista argentino y de América.

Alfredo Palacios.
En relación a la política tuvo en algunos momentos la visión de una especie de socialismo nacional para Argentina, lo que le valió muchos ásperos enfrentamientos dentro de su partido.

Jorge Abelardo Ramos cuando trata la tragedia de esta generación del 900, y al referirse a Palacios expresa: “Eterno Hamlet, le faltó coraje para romper definitivamente con la Casa del Pueblo (sede del P.S.) y ha concluido al servicio de la oligarquía”.


De su producción historiográfica se destaca “Esteban Etchevarria, albacea del pensamiento de Mayo”, donde reivindica la figura de Bernardino Rivadavia como un estadista progresista y visionario por la sanción de la Ley de Enfiteusis, que según la concepción de Palacios sería una aplicación del socialismo agrario de Henry George. Incomprensible, pero no tanto como la situación de que, pese a reivindicarse socialista, fue funcionario y sostén político de la dictadura de Aramburu.

 

Milcíades Peña (1933-1965):

Por último, destaco a la figura de este historiador. Este pensador es tal vez el más importante historiador de la izquierda marxista (no liberal) en la Argentina del Siglo XX. Fue un hombre de militancia trotskista en la fracción que conducía el dirigente Nahuel Moreno.

Milcíades Peña.
Es el miembro de esta corriente con mayor capacidad crítica y rigor científico. Pero, si bien su obra, en general, está, a entender del revisionismo, en coincidencia con el esquema de la historia liberal, aunque desde una óptica marxista, no creo que tenga tanta afinidad con la versión grotescamente falsificada de la historia nacional que hacen los otros referentes abordados. 

Sus trabajos más importantes son: “Antes de mayo. (1500-1810)” que lleva el subtítulo de “Formas sociales del trasplante Español al Nuevo mundo”, trabajo éste realizado entre los años 1955 y 1957 y en el que se estudia la formación y perspectivas de las clases sociales en la historia argentina.

También son relevantes sus obras “El paraíso terrateniente (1819-1850)”. “La era de Mitre”, “De Mitre a Roca. (1870-1885) y “Alberdi, Sarmiento, el 90 (1885-1890). Debido a la prematura muerte del autor en 1965 los textos originales fueron corregidos en el aspecto externo, respetando su contenido, por el escritor Luís Franco.

Yo tengo todas estas obras en mi biblioteca, y si bien no comparto muchas de sus conclusiones, reconozco la utilidad del material y la calidad de su pluma. Incluso para muchos intelectuales del campo nacional tanto Peña como su obra son un aporte "maldito" a la historia popular, y el mismo fue marginado por el pensamiento dominante.  

jueves, 23 de enero de 2025

La Historia y quienes la escriben (II): La corriente historiográfica oficial, liberal o “mitrista”


El majestuoso monumento en homenaje
a Mitre en la Recoleta porteña. 
“En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cia, han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje”.  Juan Bautista Alberdi.

 


La “Historia Oficial”

De esta manera lúcida y lapidaria, Juan Bautista Alberdi, el más profundo y brillante pensador argentino del siglo XIX caracterizaba lo que luego se llamaría la historia oficial.  

Y se la llama “historia oficial” porque es la que se enseñó desde hace más de cien años en todos los niveles del sistema educativo. Es la que predomina en los medios de comunicación hegemónicos como única verdad indiscutible, hoy con los tiempos libertarios reivindicando a Mitre, Sarmiento, a un Alberdi que nada tiene que ver con la realidad -y que es una construcción imaginaria y políticamente funcional de Milei-, a Julio Argentino Roca, la Generación del 80, etc.

La historia oficial es también la que adornó los discursos protocolares, la omnipresente en la iconografía, en los monumentos, en las estatuas de los próceres levantadas en los espacios públicos, en la denominación de las calles y de los lugares, lo que se llama toponimia. Todos los lugares bellos llevan el nombre de proceres liberales y de origen oligarca. Solo con los gobiernos peronistas, en espacios temporales intermitentes, las calles, edificios, parques, paseos y monumentos rindieron homenaje a figuras históricas del campo nacional y popular.

Esta historia oficial es un subproducto de la “intelligenzia” colonial anglo-francesa del siglo XIX y se encuentra totalmente escindida de la memoria nacional del pueblo argentino que no la aprehende como propia.

Toda la historia oficial se basa “en la exclusión de la sociedad, de los movimientos de las multitudes, y de la realidad económica y geográfica en que se asientan y de la vida cultural propia que representa su continuidad. Historia de héroes y antihéroes, o de hechos separados de la trama histórica” (Jauretche).

La historia oficial, que es una historia mistificada, ha servido y sirve para que los argentinos tengamos una idea irreal del país y de nosotros mismos. Se logró construir la imagen de un país como una especie de ente abstracto o de algo ubicado en el más allá, divorciado por completo del juego de los intereses sociales y las contradicciones económicas tanto externas como internas.

Es un relato político más que historia. La oligarquía argentina, luego de ganar a sangre y fuego las guerras civiles construyó una justificación de si misma y su victoria. Los ricos, los pro ingleses, las élites porteñas, son los buenos. Sus enemigos, fueron salvajes. Ellos son los buenos civilizadores, los federales los bárbaros criminales.

 

Liberal en lo económico pero conservadora en lo político

Se la denomina también “liberal” porque interpreta y valora los acontecimientos desde un enfoque liberal-conservador.

Al decir de Galasso “un liberalismo que hace eje en lo económico con el libre juego del mercado y la apertura al exterior, pero que se vacía del contenido democrático que tuvo la Revolución Francesa y se impregna de una concepción elitista y antipopular”.

 

La historia “mitrista”

Y, por último, se la llama también “mitrista” debido a que, el vencedor de Pavón, Bartolomé Mitre, fue su iniciador. Mitre tiene la paternidad de esta historia "erudita" de corte positivista y, junto con sus continuadores fueron durante más de cien años los celosos custodios de la heurística, la hermenéutica y del Olimpo donde habitan los semidioses por ellos mismos erigidos.

Bartolomé Mitre

El principal representante de la historia oficial fue Mitre. Sólo elegimos aquí a Mitre y otros dos de sus principales exponente para desarrollar estos conceptos.  

a) Bartolomé Mitre (1821-1906), político, militar y escritor. Luego de vencer a Urquiza en la batalla de Pavón fue Presidente de la República (1862-1868).

Durante su presidencia, Argentina, aliada con Brasil y Uruguay, participó en la guerra de la Triple Alianza (1865-1870) en donde fue aniquilada criminalmente la hermana nación paraguaya.

En 1868 fue derrotado en las elecciones presidenciales por Sarmiento; volvió a presentarse como candidato en 1891 pero fracasó. Mitre fue también el fundador del periódico “La Nación”, en 1870, que al decir irónico del poeta Homero Manzi se convierte así en un prócer que “dejó un diario de guardaespaldas”.

Fue un hombre que tuvo inclinaciones por diversas disciplinas. Para sus apologistas, que lo han estudiado desde diferentes ángulos, fue algo así como un genio universal, polifacético y enciclopédico. Poseedor de un portentoso cerebro, fue, según sus admiradores, un genial estratega, poeta, traductor, periodista sagaz, orador, en fin, como un patricio del renacimiento criollo iluminado por Caseros.

Pero en realidad Mitre no era tan “grande”, no era un genio del Renacimiento pero se trataba sí, de una persona de acción, amante la "cultura" y fue un autodidacta que propagó su fiebre de conocimiento en diferentes campos de la actividad intelectual. Entre ellas fue el iniciador de nuestra producción historiográfica, pero, su contribución a la historia tributó a sus propios intereses y necesidades políticas.

 El legado más sólido que dejó Mitre como historiador es la “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”, cuyo primer esbozo data de 1857. La edición definitiva se publicó en 1876-1877. En este libro analiza el proceso de crecimiento de la sociedad rioplatense, que conduce lentamente a la Revolución de Mayo y examina las luchas revolucionarias y sus consecuencias.

En “La Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana” (1887-1890) intenta trazar la génesis del ideal ético-político que guió a la Revolución de Mayo. Escribió además obras históricas menores, y, en polémica con López, publicó las “Comprobaciones históricas” (1881-1882), en que defendió sus conclusiones y las exigencias que orientaron su obra.

Con la obra de Mitre comienza a funcionar la desvirtuación del pasado, que luego se convierte en un sistema orgánico destinado a mantener esa falsedad y prolongarla en el tiempo, imponiéndola para el futuro por medio de la prensa y la enseñanza, en la escuela, en la Universidad, generando así una dictadura del pensamiento como señala Alberdi. Lo que hoy llamaríamos “pensamiento único”, reivindicado en este 2025 con virulencia por Milei y su coro de “sentido común” libertario.

 

Vicente Fidel López, el otro

b) Vicente Fidel López (1815-1903) era hijo del Vicente López, el famoso autor del Himno Nacional. Su producción consta fundamentalmente de una “Historia de la República Argentina” en 10 tomos (1883-1893), llena de animación y de color; está trazada con cierto arte narrativo, se puede apreciar además, que su autor vivió personalmente todos los acontecimientos que relata. También escribió el “Manual de Historia Argentina”, que con el tiempo se transformó en un clásico de la enseñanza durante generaciones. 

Vicente Fidel López.
La historiografía oficial, en general, nos proporciona una visión centralista de la historia argentina. En las obras de Vicente Fidel López es más pronunciado aún, ya que su obra, titulada “Historia de la República Argentina”, es vista como una “biografía colectiva de la élite porteña”.

La historia argentina que muestran los manuales de López es la que se ve cuando se mira el pasado desde Buenos Aires, el interior no existe.

Trata de una historia de buenos y malos. De personalidades ejemplares, como Belgrano y San Martín (estos tergiversados y negados en su real dimensión), y de réprobos, como Artigas y los caudillos del interior. En este caso hay una cierta diferencia con Mitre. A lo largo de sus obras, Mitre, va matizando la imagen de los caudillos. Al principio las acusaciones de segregacionismo, localismo y de actitudes antinacionales se extienden a figuras como las de Estanislao López y Francisco Ramírez; sin embargo, en la última versión de la “Historia de Belgrano”, Mitre cambia sus apreciaciones maniqueas sobre los caudillos argentinos. No así Vicente Fidel López. Las imágenes que persisten por muchas décadas en la literatura escolar responde más bien a la inspiración de este último y a las apreciaciones iniciales de la historia de Mitre.

 

Levene, el primer académico de la Historia Oficial

c) Ricardo Levene (1885-1959). Cursó sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, a partir de 1901, y se doctoró cinco años después con una tesis sobre Las Leyes Sociológicas. Antes, ya había realizado una traducción de La Historia de la Civilización de J. de Crozals, en dos volúmenes.

En 1911 publicó su primer libro: “Los orígenes de la democracia argentina” -el inicio de una larguísima serie de publicaciones-, y el mismo año ingresó como docente a la Universidad de Buenos Aires.

Desde 1920, y durante tres años, fue Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la Plata, donde fundó una revista llamada como la Facultad: “Humanidades”. Por esta época se conoció uno de sus trabajos más difundidos, elaborado durante años de investigación y estudios preliminares: “Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno. Contribución al estudio de los aspectos político, jurídico y económico de la Revolución de 1810. Aparecido en tres tomos en 1920 -el primero se refiere a los antecedentes revolucionarios y las primeras convulsiones coloniales, el segundo está dedicado a los hechos de 1810 y el tercero es un anexo documental.

Ricardo Levene. 
A su vez, para muchos, es en “La anarquía de 1820 y la iniciación de la vida pública de Rosas” (1933), por un lado y en “El proceso histórico de Lavalle a Rosas”, por otro, donde se puede ver al Levene más riguroso y hábil en la investigación del pasado.

En las primeras décadas de este siglo, la Academia Nacional de la Historia era la institución no universitaria más importante de las consagradas a la investigación histórica. Había sido creada en 1938 al oficializarse la antigua Junta de Historia y Numismática Americana (que Levene presidió desde 1927 a 1931). Con la presidencia de Levene, la Academia emprendió la “Historia de la Nación Argentina”, donde participaron más de un centenar de historiadores bajo su dirección y de la que aparecieron diez volúmenes en catorce tomos (entre 1936 y 1950). Su concepto de la historia fue eminentemente jurídico, aferrado al texto legal, de allí el tono frío de sus obras, apegadas siempre a un rígido formalismo impersonal.

 

La historia oficial y el presente

En la actualidad, en la academia, ya prácticamente nadie habla en serio de la historia “mitrista”. Los historiadores oficiales hace ya tiempo que se han rendido ante el revisionismo histórico (en sus distitnas vertientes), tanto en el terreno de la investigación, como en el de la polémica.

Pero esta situación en las universidades no es la misma que en la sociedad, al menos en este 2025. Milei y el gobierno nacional han emprendido una batalla cultural, en la cual la "batalla por la historia" vuelve a tener relevancia.

Javier Milei reivindica seguidamente a Julio Roca. Los
medios nacionales han publicado notas 
refiriendo a "Milei, Roca y la Batalla por la Historia".
Puede ser que en la academia le sea renuente hoy, pero a la Historia Oficial ahora la venden como se podría vender alimento balanceado. Y se vende en base a una permanente reiteración de sus slogans publicitarios por medio de discursos políticos, conferencias de prensa, bajada de línea de medios y voceres de sectores de la derecha que estaban escondidos durante décadas.

Si existen inconcebibles planteos negacionistas respecto a la existencia del genocidio de la última dictadura militar, nadie puede sorprenderse porque se reivindique a Roca y la conquista del desierto o que se celebra la persecución de caudillos federales en el siglo XIX. Y eso se puede dar porque la Historia Oficial vive en el sentido común de los sectores reaccionarios que, con pese a ser pocos, tienen poder para impulsar sus ideas.

La vigencia de las ideas del mitrismo histórico es consecuencia de una irresuelta batalla cultural. Cuando eran gobierno, ni Yrigoyen, ni Perón, dos caudillos nacionales y populares, afrontaron la revisión histórica con la decisión política que demandaba la integración espiritual de los dos movimientos nacionales.

Don Arturo Jauretche, refiriéndose a esta carencia en tono de autocrítica lo expresa claramente: “Comprendo el error porque lo he compartido y sólo después de dos duras experiencias políticas argentinas he percibido la importancia fundamental de esa integración en el plano del pensamiento político nacional”.

La historia oficial, liberal o mitrista ha podido sobrevivir hasta hoy por un simple hecho de poder. Subsiste en la medida que, desde ciertos sectores oligárquicos y del extranjero sostienen los instrumentos de difusión.

Durante el 2001 al 2015 muchos y muchas la dieron por extinta, pero la Historia Oficial es un reservorio ideológico que espera su momento histórico. Hoy, con la batalla cultural de Milei, vuelve a ocupar un lugar relevante en el discurso político.

lunes, 20 de enero de 2025

La Historia y quienes la escriben (I): Corrientes historiográficas en Argentina

La Historia Argentina de José María Rosa
“Para una política realista la realidad está construida de ayer y de mañana; de fines y de medios, de antecedentes y de consecuentes, de causas y de concausas. Véase entonces la importancia política del conocimiento de una historia auténtica; sin ella no es posible el conocimiento del presente, y el desconocimiento del presente lleva implícito la imposibilidad de calcular el futuro, porque el hecho cotidiano es un complejo amasado por el barro de lo que fue y el fluido de lo que será, que no por difuso es inaccesible e inaprensible.”

 Arturo Jauretche.

  


Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro

Historia. Las y los historiadores: Una aproximación crítica al conocimiento de lo histórico.

Todo hecho histórico cuando se lo interpreta, se lo construye como un conocimiento y deja de ser mera información. La historia que vos conoces, es historia si tiene un significado para vos, si no es así, entonces es un dato, o un relato que pronto olvidará tu memoria.

La historia tiene muchas caras y significados que los historiadores e historiadoras y los que la leemos le damos. La historia es personajes, hechos y fechas, pero también las circunstancias en se realizaron esos hechos, sean estos naturales, sociales, económicos, políticos o culturales.

Y todo se integra en un sentido, interpretación o significado para que de ese modo sea historia. Las y los historiadores siempre han ido más allá de una interpretación del hecho histórico y sus circunstancias. Han enmarcado sus interpretaciones en la visión de su tiempo, en una concepción del mundo, en una ideología que tiene que ver con un posible futuro, destino humano, desarrollo, progreso, consecución de principios, valores, ideales, política. Es decir, que en cada libro de historia que leemos está latente una filosofía de la historia y una política de la historia.

La “verdad” histórica no es entonces un problema historiográfico, científico, como tampoco es un tema heurístico (1) o hermenéutico (2). Es una cuestión política. Porque lo que se nos ha presentado y se nos enseña como historia, es una política de la historia, en que ésta es un instrumento de aquella. 

Un ejemplo seguramente te va a aclarar el concepto: Los vencedores de Caseros (1852) y Pavón (1861) a través de su figura más prestigiosa, Bartolomé Mitre, escribieron una historia falsa y desfigurada. Se perseguía esta finalidad: Impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la aptitud para concebir y realizar una política nacional. “Se quiso que ignoremos como se construye una nación y como se dificulta su formación auténtica para que ignoremos como se la conduce, como se construye una política con fines nacionales, una política nacional” (Jauretche). 

Concluyendo, Mitre, que ejerció el liderazgo de la clase dominante a partir de Pavón y por varias décadas más, escribió la historia que correspondía a la concepción de la Argentina “granero del mundo”, librecambista, liberal y “civilizada”; la Argentina de los dueños del puerto de Buenos Aires, en suma, la Argentina colonial dependiente del Imperio Británico. 

Quisiera ser claro en esta materia central: El historiador no está en el aire, la historia lo involucra a él. Nadie narra la historia por la historia misma. Como afirma Febvre perspicazmente: “toda historia es elección” y señala: “el historiador no va rondando al azar a través del pasado, como un trapero en busca de sus despojos, sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipótesis de trabajo a verificar…porque describir lo que se ve, todavía pase, pero ver lo que se debe describir, eso sí es difícil”. La Historia, escribir la historia, es ciertamente una elección política y la historia que se escribe es siempre política de la historia en relación a las necesidades del presente que tiene el historiador. 

No hay posturas ingenuas o inocentes en las y los historiadores. Hay elecciones, ineludibles definiciones, deliberaciones políticas, que se hacen desde el presente. Y, estas elecciones políticas que los historiadores realizan, hacen que la historia se nos presente como contradictoria; y sí…, porque el presente, único lugar desde donde la historia puede aprehenderse también lo es. 

Por ejemplo, ahí está Urquiza, Pancho Ramírez y López Jordán… y su enorme protagonismo histórico. ¿Cuántos Urquizas, Ramirez o López Jordanes hay? Hay tantos “Urquizas” “Ramírez o “López Jordanes” como interpretaciones de nuestro pasado histórico, y hay tantas interpretaciones de nuestro pasado histórico, como proyectos políticos en vigencia existen en nuestro presente. 

Es en la hermenéutica (interpretación y articulación de los hechos históricos), el terreno en el cual se juega el compromiso político del historiador y su propia honestidad personal. Ese compromiso político a veces, es manifiesto y en ese caso no es condenable el historiador “parcial o tendencioso”. Sí, en cambio, es tramposo presentar la “verdad histórica” como la única, pretendidamente científica, cuando es interpretada desde una concepción ideológica oculta. 

Mi interpretación de la historia, mi “hermenéutica”; la trabajo desde mi el presente, obviamente también desde mi compromiso político e incluso a partir de mi necesidad: un intento, una pequeña contribución, desde ésta, mi tierra entrerriana a la formación de la conciencia nacional. 

Por otra parte, es significativo subrayar que la vida política latinoamericana y argentina está articulada con su historia a través del uso de lenguajes, nombres y símbolos emblemáticos que nos retrotraen permanentemente a nuestro propio pasado. 

Agrupaciones políticas del campo nacional han levantado banderas y usados nombres ligados a la historia popular, facilitando de esta manera, por lo que contiene de significado el nombre, la rápida comprensión de las razones de la lucha. A título de ejemplo el “Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros” en el Uruguay durante la década del sesenta tomas ese nombre porque eran los “tupas” los partidarios del Inca José Gabriel Condorcanqui, Tupac-Amarú, que entre 1780-1784 se sublevó con más de cien mil indios en el Alto Perú contra la dominación española, abriendo, pese a la derrota, la lucha liberadora de los pueblos americanos. Y “Tupamaros” llamaron también los españoles a los revolucionarios americanos que nos dieron la Patria. Tupamaros eran, según consta en las actas de los realistas, Belgrano, Monteagudo y San Martín entre otros.

En la Argentina, “Montoneros” dispuso tomar su nombre de las raíces profundas de las luchas del pueblo. La guerra montonera fue la forma de lucha espontánea y efectiva de las masas del interior en todo el Cono Sur durante la guerra de la independencia y luego durante el largo enfrentamiento armado contra la política centralista, hambreadora y pro británica de la oligarquía porteña. 

O sino también se puede recordar al llamado “Operativo Dorrego” que en enero de 1973 impulsó el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, en forma conjunta con el General Carcagno, jefe de las Fuerzas Armadas. En el mencionado operativo trabajaron, codo a codo, oficiales, suboficiales y soldados del Ejército conjuntamente con militantes de la Juventud Peronista de la provincia resolviendo problemas causados por las inundaciones. Y se le denominó Dorrego para reivindicar y sacar del olvido a Manuel Dorrego, popular caudillo bonaerense, nacional, federal, demócrata y patriota hasta los huesos, fusilado por la oligarquía unitaria porteña. 

Viniendo más acá en el tiempo, para que todos y todas recuerden, en su segundo gobierno Cristina Fernández realizó una significativa reivindicación de Juan Manuel de Rosas, el gran maldito de la historia antipopular en la Argentina. En la provincia de Entre Ríos, acompañe a Jorge Busti en una comisión de Homenaje de Francisco Ramírez en ocasión del bicentenario de su fallecimiento creada por el gobierno de Gustavo Bordet. La historia y sus figuras aquí, recuperada desde el federalismo, la soberanía nacional y los proyectos populares, estuvo presente. 

Incluso la invocación a Juan Bautista Alberdi que hace Javier Milei, aunque uno entiende que es una falsificación de la verdad histórica, no deja de tener esa búsqueda de utilizar al pasado para la actualidad política.

Con este texto pretendo que vayas de los hechos a las interpretaciones de los mismos. No sólo leerás mi propia ponencia, que la tengo, sino, las de diversas corrientes históricas que responden a diferentes propósitos políticos. El conocimiento de una pluralidad de interpretaciones te permitirá valorar la historia argentina desde una diversidad de enfoques ideológicos-políticos, que te ayudará a entender mejor tu propia realidad desde la perspectiva del pasado. 

El presente argentino está incumplido. Y este incumplimiento deriva del pasado. Es la resultante de aquellas guerras intestinas, las guerras civiles que desviaron a la nacionalidad de su propio destino. Este incumplimiento deviene del triunfo del Buenos Aires mercantil y financiero con las armas y las políticas de Europa. Ha sido una historia alterada y un destino nacional desviado por las clases dominantes. Para vos, aquí más cerca, esto se expresa entre la continuidad entre Yrigoyenistas y anti personalistas, entre peronismo y anti peronismo, entre el campo nacional y popular y el neoliberalismo, entre la mirada puesta en Latinoamérica o los intereses globalización financiera. 

Para entender el problema, ya lo sabemos, hay que ir a la raíz histórica del mismo, esa es la razón de la búsqueda…pero primero corresponde que vayamos a la Historia e historiadores, ellos son los que escriben la historia.


Las corrientes historiográficas en la Argentina

 

“Diversidad de historias, singularidad de los historiadores; pluralidad de procesos, subjetividad de maneras de escribir y de hacer”.

 

La afirmación del epígrafe elegido pertenece al historiador Antoine Prost, menciona una complejidad de rutas por las que transita la historia, que impide fijar esquemas claros y lineales, pero que -al mismo tiempo- admite diversas lecturas del pasado, capaces de nutrir con inteligencia y sabiduría la ética ciudadana que necesita ser recreada en la Argentina de hoy por cada uno de los sujetos sociales que la habitan.

Se trata de conformar una auténtica dirigencia, capaz de interpretar los problemas de la gente y de rescatar continuidades que permitan recomponer la identidad nacional. Se trata de mostrar en este trabajo que existe una pluralidad de caminos para llegar a la interpretación del pasado. Se trata, en fin, de reflejar la lucha por el poder, que es fundamentalmente una lucha de ideas, de diversidades, una lucha por la palabra y por el relato.

En el tratamiento de la historia argentina se pueden distinguir a grosso modo cinco grandes corrientes historiográficas: “Oficial”, “Liberal de izquierda”, “Revisionista”, “Social” y “Revisionismo Federal-Provinciano”. 

Esta clasificación obviamente no pretende ser exhaustiva y tal vez genere, alguna que otra, polémica entre los especialistas del tema. No obstante, es el único método pedagógico que tengo a mi alcance para ofrecer una sinopsis, una visión más o menos completa del tema a exponer. 

Motiva también este capítulo ofrecerte un panorama de lo que fue y es la historiografía en Argentina. Aspiro incluso a que te sirva como una guía de consulta en donde puedas ubicar, a partir de este esquema, un básico “quién es quién” de los historiadores mas significativos de la historiografía argentina.