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Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza. |
Juan Manuel de Rosas estaba en su exilio en Southampton cuando ocurrió la muerte de Urquiza el trágico 11 de abril de 1870.
Josefa “Pepita” Gómez ([1]), recordada como la “embajadora de Rosas” en Buenos Aires, le escribe al ex gobernador el 19 de mayo de 1870 para poner al tanto al Restaurador de las noticias. Su carta comienza con una sentenciosa conclusión histórica:
“Estaba en la estancia
cuando recibí el 15 del pasado abril la terrible noticia del asesinato de
nuestro amigo el general Urquiza; juzgue usted mi impresión como mujer leal en
la amistas que había extirpado en mi corazón todo otro sentimiento que no fuera
sincero para ese hombre, pero, vuelta de mi sorpresa como mujer patriota y de
partido, no pude menos como ahora digo a Usted que exclamar: ¡la justicia de
Dios se ha cumplido! Los traidores y parricidas tienen que morir trágicamente.
No siempre se puede jugar impunemente con la vida de los pueblos y de los
hombres, sin que estos se levanten protestando contra el traidor vendido al
extranjero”.
Sobre el contexto político agrega en su carta:
“El Gobierno Nacional
Sarmiento, quienes ven en López Jordán hasta cierto punto y no sin razón temen
la reacción pues Jordán es un verdadero federal muy prestigioso en su provincia
y fuera de ella. Si fuese un hombre de ellos batirían palmas por la muerte de
Urquiza, como las batieron cuando don Juan Lavalle, fusiló de su orden al
benemérito coronel Dorrego, por cuyo crimen y asesinato de todo principio fue
proclamado gobernador de la provincia de Buenos Aires que elevó tan alto la
bandera argentina pidiendo a los pueblos el castigo de hecho tan sangriento por
el que ha corrido y corre la sangre de hermanos por más de 40 años, cuya
destrucción miran con placer los poderes europeos, y más la vanguardia avanzada
del imperio del Brasil…”.
Ante las noticias y las cartas que recibe con relatos de los hechos del Palacio San José, ¿cómo reacciona Rosas? ¿qué analisis realiza?
De las muchas respuestas de Rosas ante estos hechos entiendo que la carta que el Restaurador remitió a Federico Terrero el 5 de junio del 1870 es, quizá, la más esclarecedora de todas. Haré un breve análisis de los párrafos más relevantes de ella. Rosas comienza analizando lo siguiente:
“…Ninguna persona que
haya seguido estudiando en la práctica, la historia de las repúblicas del
plata, ha debido extrañar el desgraciado fin de su Excelencia el señor capitán
general Urquiza. Por el contrario, lo admirable e inaudito es, su
permanencia en el poder, por grado siempre bajando, a virtud de sus hechos
contrarios a su crédito, a sus amigos políticos, y favorables a sus enemigos…
En mi larga carta,
después de esa batalla le dije que habiendo él mismo cometido el gravísimo
error, después del triunfo, de pasar todo su poder a sus enemigos, con funesto
perjuicio a los que seguían de buena fe su política; su vida y su fortuna, no
estaban seguras, si permanecía en la provincia entrerriana… Últimamente, poco
antes de la triste noticia de su asesinato, le escribí, por complacerlo,
dándole consejos implícitos en orden a su testamento, para prevenir después de
su muerte, desgracias a su buena compañera y a sus hijos…”
En la primera parte de la misiva, Rosas indica que en una carta que remitió
a Urquiza, luego de la Batalla de Pavón, le advirtió sobre la amenaza que se
cernía sobre él cuando entregó el poder político e institucional a
Mitre y los unitarios porteños, y la necesidad de tomar medidas al respecto,
abandonando Entre Ríos incluso.
Luego, Rosas resalta la improcedencia de la intervención federal contra
López Jordán como consecuencias de estos episodios:
“…En una república de
estados federales, el gobierno general no puede intervenir con fuerza armada en
algún hecho de armas, puramente interno, en algunas de las provincias, o
estados federados… Y si es, como se dice, que la gran mayoría de la provincia
entrerriana está en armas para sostener la aprobación que ha dado, a ese
asesinato de su gobernador, cuya persona consideraban ya peligrosa, en y fuera
de ella, es en tal caso un hecho y alarma, puramente internos”.
Posteriormente, recurriendo al recurso de hablar de si mismo en tercera persona, frecuente en su correspondencia, Rosas da cuenta de lo que Urquiza le expresaba al mismo Rosas respecto a su caída y el rol que tuvo, remarcando lo arrepentido que estaba de su participación en este proceso y la premonición del propio entrerriano de ser asesinado por los mismos enemigos de Rosas, en una elíptica referencia a Mitre, Sarmiento y cía. Y lo expresaba en los siguientes términos:
“…Su E. el Señor Capitán
General Urquiza lo ha usado con frecuencia al hablar del descenso del general
Rosas…“Toda mi vida, decía (se refiere a que Urquiza decía), me
atormentará constantemente, el recuerdo del inaudito crimen que cometí, al
cooperar, en el modo como lo hice, a la caída del general Rosas. Temo siempre
ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo por los mismos que
por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder”.
“Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo
cuchillo”, le manifestaba Urquiza a Rosas. El “arrepentimiento” de Urquiza era
un comentario que con frecuencia hacía el entrerriano y que encuentra muchos
fedatarios en la historia argentina. Ya en 1852 Urquiza manifestó: “Hay sólo
un hombre para gobernar la Nación Argentina, y es Don Juan Manuel. Yo estoy
preparado para rogarle que vuelva aquí”([2]).
Volviendo a la carta, por último, ensaya Juan Manuel de Rosas una explicación
sobre los motivos de la persistencia del error de Urquiza de confiar en los
unitarios porteños, aventurando una explicación que encuentra razones en lo más
simple y, a la vez complejo, de la naturaleza humana. Sobre esto se refiere con
estas ideas y deseos:
“¿Por qué entonces continuaba sus errores y seguía su marcha pública por caminos tan peligrosos y extraviados? Porque así es el hombre en su caso, circunstancias y opulencias en la engañosa condición de su veloz carrera. Estamos bien de acuerdo en todas tus consideraciones relativas. Y pienso también, lo mismo, cuando dices que las complicaciones que vendrán serán serias y que lo peor de todo son las maniobras del gabinete brasileño. Que Dios ilumine la marcha pública de los primeros hombres de esas repúblicas y tenga piedad de todos son los votos de tu agradecido amigo”.
Para terminar, cabe recordar la carta de condolencias que Juan Manuel de
Rosas escribió a la viuda de Justo José de Urquiza. En las breves palabras que remite se advierte
la calidad humana de Rosas y su descomunal pluma, consecuencia esta de una
inteligencia superior de su tiempo histórico. En ella le expresó:
“Señora Doña Dolores de
Urquiza…Señora de mi estimación y respeto…Antes no he dirigido a usted esta mi
dolorida carta, considerando que las aflicciones de su noble corazón
traspasado, no le permitirían, en muchos días, ocuparse, en el todo, de
multitud de condolencias fúnebres…
Cuando también he sufrido
la angustia fatal de perder a mi buena compañera Encarnación, conozco el largo
tiempo que necesita usted para encontrar algún calmante a su amargura; tanto
más, cuando ha pasado por el tormento cruel de presenciar el desgraciado fin
del suyo, tan querido…Sigo compadecido y acompañando a Ud. en los penosos días
de su alma desolada…Cuando, en casos semejantes, es posible respetar y cumplir
los preconceptos de la Ley Divina, no lo es la conformidad inmediata…
Ese resultado es obra del
tiempo, con los años; a el contribuyen la concurrencia de la filosofía, y la
religión; y por el trabaja el llanto continuado, concedido por dios a las
personas mayores, y a los niños, para suplir la energía de la edad viril.
Así debe ser para usted,
en sus tristes días, algún calmante, para atenuar, en la parte posible sus
dolores, la seguridad, que no tenemos por qué dudar de que nuestro noble amigo,
el excelentísimo Señor Capitán General Don Justo José de Urquiza, ha pasado a mejor
vida, en las delicias eternas, donde ruega a Dios por usted sus queridos hijos,
por todos sus amigos, sus enemigos y el bien de su patria.
Disponga usted del íntimo
afecto, y mejores deseos con que soy de usted. Señora, agradecido amigo, Juan
M. de Rosas”.
Comparto con Pacho O´Donnel (3 )que a Juan Manuel de Rosas, el gran villano de
la historia oficial del liberalismo porteño, “no le faltaba grandeza”.
Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro
[1]
Josefa Gómez (Pepa o Pepita Gómez) fue una colaboradora muy importante del
Restaurado, entre muchas funciones que asumió, pasó a la historia como la
“embajadora de Rosas” en Buenos Aires, un rol que cumplió sin tregua desde el
comienzo del exilio inglés del ex –caudillo hasta su propia muerte en 1875.
[2] Palabras
pronunciadas por Urquiza el 1 de junio de 1852, en forma confidencial al
Almirante inglés Gore, según consta en el informe de Gore a Malmsbury, citado
por José María Rosa en “Historia Argentina”, Tomo 6, Pág. 34.
3. Pacho O´Donnel, “Juan Manuel de Rosas. El maldito de nuestra historia oficial” (2006), Capitulo 120, pág. 359.