sábado, 25 de marzo de 2017

Breves apuntes para una historia del Peronismo. Capítulo IV: “El Luche y Vuelve”

“La juventud tiene su lucha, que es derribar a las oligarquías entregadoras, a los conductores que desorientan y a los intereses extraños que nos explotan… No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a medida que todos los días nace una nueva Argentina a través de los jóvenes... No se lamenten los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos”.
Arturo Jauretche.


Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro. 


Clase media y peronismo

En el subtitulo de este capítulo pretendemos hacer referencia a la reincorporación de las clases medias al movimiento nacional. Nos vamos a permitir profundizar este concepto: el peronismo del 45 al 55 no fue solamente un movimiento para los trabajadores, para los pobres y desheredados, fue también un movimiento para la clase media argentina.

La clase media, a través de los programas de educación, del fomento de la industria, de la creación de nuevas oportunidades de empleo, trabajo y producción había despertado también el ascenso y la movilidad social, la clase media se sentía interpretada por el peronismo y votaba el peronismo. Cuando acontece la mencionada ruptura del bloque histórico y caída del peronismo en el 55, la clase media, en parte ideológicamente frágil y vulnerable (como teorizara genialmente Jauretche), queda alineada con los sectores más duros de la oligarquía y vuelve a encuadrarse en los partidos políticos convencionales.

Pero la resistencia peronista, los años de democracia con proscripción y fraude posibilitaron otra vuelta de tuerca a la historia. Y así se dio una de las más grandes paradojas de la historia argentina: los hijos de esa clase media gorila y antiperonista a fines de los 60 encuentran en el peronismo su bandera de lucha y en el retorno de Perón su causa política.


Renovación doctrinaria

El peronismo, por su lado, pudo contener esa vuelta de los sectores medios a su seno debido a que no es un movimiento pasivo e inerte sino que siempre fue un movimiento vivo que supo recoger las grandes tendencias de la historia.

La Revolución Cubana, la presencia del Che en Latinoamérica, la lucha de Argelia y los pueblos africanos contra el colonialismo, los movimientos socialistas en el mundo, el mayo de París, las agitaciones en las universidades norteamericanas, la guerra de Vietnam, los nuevos movimientos sociales de los jóvenes… Todo eso también repercutió y fuertemente, porque no podía ser de otra manera en un movimiento de raíz popular como el peronismo.

Y, frente a la aparición de nuevas corrientes ideológicas en el mundo el peronismo tampoco se sitió ajeno a ello. En parte este torrente ideológico y social fue absorbido, pero tal proceso fue siempre con beneficio de inventario. Porque el peronismo tuvo y tiene esa enorme capacidad de asumir los cambios, pero sin perder las raíces, ni la identidad doctrinaria, así lo ha hecho en los casi 72 años de vida que tiene. Las raíces e identidad del peronismo fueron conservadas tanto cuando eran amenazadas por la derecha fascista como por la izquierda extranjerizante y pudo superar, a veces hasta dolorosamente, todos sus conflictos internos.

Los días del “luche y vuelve” eran los tiempos de la “Actualización Política y Doctrinaría para la toma del Poder” que hizo Juan Perón.


El rol de la juventud

La proscripción de Perón galvanizó la Resistencia e instaló una realidad que, con otras formas, se pone de manifiesto incluso en nuestros días: no se puede detentar el poder real sin la participación del peronismo.

Después del Cordobazo (1969) que limó el poder del primer jefe del régimen militar, Juan Carlos Onganía, las nuevas generaciones reclamaban el retorno de Perón para implantar el "socialismo nacional". Fueron los años de la masividad de la Juventud Peronista y del “Luche y Vuelve”. Estos sectores habían generado en el país el clima de resistencia y jaqueó al régimen militar que posibilitó la vuelta del General. Esa juventud que Perón llamó maravillosa, contenía a esa generación de jóvenes que se reincorporaban a la lucha por la liberación nacional.


El otro 17

El 17 de noviembre de 1972 se produjo uno de los hechos más trascendentes en la historia política argentina del siglo veinte: el regreso de Juan Domingo Perón tras 17 años de exilio. El acontecimiento es recordado como el "Día de la Militancia".

Perón volvió al país como fruto de uno de los procesos de mayor movilización popular de la historia argentina, en masividad y amplitud metodológica, para romper la estrategia de continuidad del "partido militar" y sus aliados civiles. Fueron años de lucha, de resistencia sacrificada en que la militancia peronista puso lo mejor de sí misma, tras un grito y una consigna: “Perón Vuelve”.

Transcribimos a continuación un texto del periodista Juan Salinas en donde recuerda su participación activa ese 17 de noviembre de 1972:

“La dictadura, repentinamente conciente del atolladero en que se había metido, en que venía metiéndose desde el principio, declinó todas sus pretensiones a cambio de una sola condición: que el general condenara aunque fuera una sola vez la lucha armada insurgente. Ya no le quedaba más que apelar a la solidaridad entre militares. Y fue inútil.
En memoria de aquellos días el Viejo dijo lo más poético que nunca escuché caer de su boca ladina y mordaz: “Ellos creían que yo era de ellos. Pero yo era de nosotros”. No hay modo de describir el 17: llovió todo el tiempo. La dictadura sacó 25.000 soldados a la calle e innumerables policías para formar un enorme cerco alrededor de Ezeiza.
Nos desparramaron a fuerza de gases y balas de goma, hablo de la columna que yo integraba, a menos de mil metros de Liniers. En medio de la represión, una viejita cantaba “a la pelotita, a la pelotita, que Perón está cerquita”. Nos reagrupamos y nos volvieron a desparramar media docena de veces, hasta un poco más allá del Puente 12. El resto fue un empecinado avanzar a solas, contra la cortina de agua, las nubes de gas lacrimógeno, los estampidos inciertos y el barro.
A las once, un vecino de una casilla de una villa que nunca sabré ni siquiera en qué partido del conurbano estaba, me llamó agitando una botella de Colón rosado:
  ¡Aflojá, pibe, que ya llegó! Así que brindamos, él y su familia, yo y cuatro o cinco compañeros de otros barrios. El vino estaba picado, porque el tipo lo había guardado desde el ’64. Corrían rumores de que un batallón de infantes de marina se había sublevado.
Estábamos rodeados por tantos milicos y tanques, y teníamos tal euforia, que un batallón nos parecía poco y nos desconcertó el rumor, que trajo otro vecino, de que se habían sublevado a favor nuestro. Es decir del Viejo. Había llegado. Lo habíamos traído. A pulso.”


El fin de ciclo

El viejo Líder había podido retornar a su Patria y su vuelta no fue una concesión del régimen militar de turno, sino el resultado de la larga lucha del pueblo.

Perón decide quedarse un tiempo en Argentina, se aloja en una residencia en la calle Gaspar Campos en Vicente López, donde concurren multitudes desde todos los rincones del país a saludarlo. Mantiene contactos con todas las fuerzas políticas, sindicales, empresariales y de la juventud.

En el país, Perón terminó el armado del frente civil que forzaría la salida democrática, para lo cual llegó a fundirse en el famoso abrazo con un antiguo enemigo, el jefe radical Ricardo Balbín. Y, montado en esa acumulación de poder social, pudo preparar el camino del regreso al poder del que había sido desalojado por las armas en 1955.

Lanusse hizo un último intento y volvió a proscribir a Perón que se quedó pocos meses en el país. Pero su suerte estaba echada y la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, se materializó en las urnas. La “Resistencia Peronista” había terminado.

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