“La juventud tiene su lucha,
que es derribar a las oligarquías entregadoras, a los conductores que
desorientan y a los intereses extraños que nos explotan… No es posible quedarse
a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a
medida que todos los días nace una nueva Argentina a través de los jóvenes...
No se lamenten los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos
de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos”.
Arturo Jauretche.
Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro.
Clase media y peronismo
En
el subtitulo de este capítulo pretendemos hacer referencia a la reincorporación
de las clases medias al movimiento nacional. Nos vamos a permitir profundizar
este concepto: el peronismo del 45 al 55 no fue solamente un movimiento para
los trabajadores, para los pobres y desheredados, fue también un movimiento
para la clase media argentina.
La
clase media, a través de los programas de educación, del fomento de la
industria, de la creación de nuevas oportunidades de empleo, trabajo y
producción había despertado también el ascenso y la movilidad social, la clase
media se sentía interpretada por el peronismo y votaba el peronismo. Cuando
acontece la mencionada ruptura del bloque histórico y caída del peronismo en el
55, la clase media, en parte ideológicamente frágil y vulnerable (como
teorizara genialmente Jauretche), queda alineada con los sectores más duros de
la oligarquía y vuelve a encuadrarse en los partidos políticos convencionales.
Pero
la resistencia peronista, los años de democracia con proscripción y fraude
posibilitaron otra vuelta de tuerca a la historia. Y así se dio una de las más
grandes paradojas de la historia argentina: los hijos de esa clase media gorila
y antiperonista a fines de los 60 encuentran en el peronismo su bandera de
lucha y en el retorno de Perón su causa política.
Renovación doctrinaria
El
peronismo, por su lado, pudo contener esa vuelta de los sectores medios a su
seno debido a que no es un movimiento pasivo e inerte sino que siempre fue un
movimiento vivo que supo recoger las grandes tendencias de la historia.
Y,
frente a la aparición de nuevas corrientes ideológicas en el mundo el peronismo
tampoco se sitió ajeno a ello. En parte este torrente ideológico y social fue
absorbido, pero tal proceso fue siempre con beneficio de inventario. Porque el
peronismo tuvo y tiene esa enorme capacidad de asumir los cambios, pero sin
perder las raíces, ni la identidad doctrinaria, así lo ha hecho en los casi 72
años de vida que tiene. Las raíces e identidad del peronismo fueron conservadas
tanto cuando eran amenazadas por la derecha fascista como por la izquierda
extranjerizante y pudo superar, a veces hasta dolorosamente, todos sus
conflictos internos.
Los
días del “luche y vuelve” eran los tiempos de la “Actualización Política y
Doctrinaría para la toma del Poder” que hizo Juan Perón.
El rol de la juventud
La
proscripción de Perón galvanizó la Resistencia e instaló una realidad que, con otras
formas, se pone de manifiesto incluso en nuestros días: no se puede detentar el
poder real sin la participación del peronismo.
Después
del Cordobazo (1969) que limó el poder del primer jefe del régimen militar,
Juan Carlos Onganía, las nuevas generaciones reclamaban el retorno de Perón
para implantar el "socialismo nacional". Fueron los años de la
masividad de la
Juventud Peronista y del “Luche y Vuelve”. Estos sectores
habían generado en el país el clima de resistencia y jaqueó al régimen militar
que posibilitó la vuelta del General. Esa juventud que Perón llamó maravillosa,
contenía a esa generación de jóvenes que se reincorporaban a la lucha por la
liberación nacional.
El otro 17
El
17 de noviembre de 1972 se produjo uno de los hechos más trascendentes en la
historia política argentina del siglo veinte: el regreso de Juan Domingo Perón
tras 17 años de exilio. El acontecimiento es recordado como el "Día de la Militancia ".
Perón
volvió al país como fruto de uno de los procesos de mayor movilización popular
de la historia argentina, en masividad y amplitud metodológica, para romper la
estrategia de continuidad del "partido militar" y sus aliados
civiles. Fueron años de lucha, de resistencia sacrificada en que la militancia
peronista puso lo mejor de sí misma, tras un grito y una consigna: “Perón Vuelve”.
Transcribimos
a continuación un texto del periodista Juan Salinas en donde recuerda su
participación activa ese 17 de noviembre de 1972:
“La
dictadura, repentinamente conciente del atolladero en que se había metido, en que
venía metiéndose desde el principio, declinó todas sus pretensiones a cambio de
una sola condición: que el general condenara aunque fuera una sola vez la lucha
armada insurgente. Ya no le quedaba más que apelar a la solidaridad entre
militares. Y fue inútil.
En
memoria de aquellos días el Viejo dijo lo más poético que nunca escuché caer de
su boca ladina y mordaz: “Ellos creían que yo era de ellos. Pero yo era de
nosotros”. No hay modo de describir el 17: llovió todo el tiempo. La dictadura
sacó 25.000 soldados a la calle e innumerables policías para formar un enorme
cerco alrededor de Ezeiza.
Nos
desparramaron a fuerza de gases y balas de goma, hablo de la columna que yo
integraba, a menos de mil metros de Liniers. En medio de la represión, una
viejita cantaba “a la pelotita, a la pelotita, que Perón está cerquita”. Nos
reagrupamos y nos volvieron a desparramar media docena de veces, hasta un poco
más allá del Puente 12. El resto fue un empecinado avanzar a solas, contra la
cortina de agua, las nubes de gas lacrimógeno, los estampidos inciertos y el
barro.
A
las once, un vecino de una casilla de una villa que nunca sabré ni siquiera en
qué partido del conurbano estaba, me llamó agitando una botella de Colón
rosado:
¡Aflojá,
pibe, que ya llegó! Así que brindamos, él y su familia, yo y cuatro o cinco
compañeros de otros barrios. El vino estaba picado, porque el tipo lo había
guardado desde el ’64. Corrían rumores de que un batallón de infantes de marina
se había sublevado.
Estábamos
rodeados por tantos milicos y tanques, y teníamos tal euforia, que un batallón
nos parecía poco y nos desconcertó el rumor, que trajo otro vecino, de que se
habían sublevado a favor nuestro. Es decir del Viejo. Había llegado. Lo
habíamos traído. A pulso.”
El fin de ciclo
El
viejo Líder había podido retornar a su Patria y su vuelta no fue una concesión
del régimen militar de turno, sino el resultado de la larga lucha del pueblo.
Perón
decide quedarse un tiempo en Argentina, se aloja en una residencia en la calle
Gaspar Campos en Vicente López, donde concurren multitudes desde todos los
rincones del país a saludarlo. Mantiene contactos con todas las fuerzas
políticas, sindicales, empresariales y de la juventud.
En
el país, Perón terminó el armado del frente civil que forzaría la salida
democrática, para lo cual llegó a fundirse en el famoso abrazo con un antiguo
enemigo, el jefe radical Ricardo Balbín. Y, montado en esa acumulación de poder
social, pudo preparar el camino del regreso al poder del que había sido
desalojado por las armas en 1955.
Lanusse
hizo un último intento y volvió a proscribir a Perón que se quedó pocos meses
en el país. Pero su suerte estaba echada y la consigna “Cámpora al gobierno,
Perón al poder”, se materializó en las urnas. La “Resistencia Peronista” había
terminado.
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