sábado, 25 de marzo de 2017

Breves apuntes para una historia del Peronismo. Capítulo III: Golpe gorila del 55: Oligarquía y Resistencia Peronista


“Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido, Pero no es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir: Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre”
Raúl Scalabrini Ortiz.


Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro. 



La caída del peronismo

Tras su apogeo y de ejercer el poder entre los años 1945 y 1955 se da un quiebre en el eje de poder sobre el cual se sustentó el peronismo. Como consecuencia de esto, ese mismo año se produce el golpe militar de septiembre del 55, el más grosero golpe a la voluntad popular en nuestra historia.

El peronismo cae porque se desarticula la coalición que lo había sostenido (es lo que se denomina, para la sociología política, como “la ruptura del bloque histórico” según los términos de Gramsci), por uno de esos avatares de la historia esa fuerza en coalición que ejerció el poder durante 10 años se desarticula.

Hay muchas razones para explicar este proceso, pero no hay un consenso total sobre cual fue la verdadera razón de la ruptura, si el conflicto con la Iglesia, si la presión de los intereses internacionales (sobre todo los norteamericanos y británicos), o la crisis económica. Seguramente no existe una causa excluyente sino concausas que llevaron a dicho final. Pero todas ellas encuentran el eje en la intención concreta de poner fin al peronismo como experiencia política, económica y social que dignificaba a las grandes mayorías populares.

El Golpe del 55

El 16 de septiembre de 1955 se produce el golpe contra el gobierno constitucional de Juan Perón. Los jefes militares del levantamiento, autodenominado la "Revolución Libertadora” asumen el mando.

Los partidos políticos de la vieja argentina festejaban en las calles. El Comité Nacional de la UCR brindó su apoyo al gobierno militar explicitando textualmente que "la revolución triunfante por el sacrificio de soldados, marinos, aviadores y civiles unidos por su patriotismo y amor a la libertad, abre una gran esperanza". Incluso radicales como Roque Carranza, Carlos Alconada Aramburú, y en Entre Ríos, Sergio Montiel, resultaron ser relevantes conspiradores, comandos civiles y luego funcionarios de la “Libertadora”.

Odio de clases

Aquí nos permitiremos abrir un paréntesis –en el desarrollo del capítulo- para avanzar en la explicación de una idea que consideramos fundamental en la comprensión de la historia de las luchas populares y su relación con las violaciones a los derechos humanos: El odio político.

La irrupción del peronismo en la historia de la Argentina moderna significó el momento en que comienza a gestarse el mayor odio político que jamás haya vivido la Argentina, sólo comparable al odio unitario a los federales en el siglo XIX. La caída del peronismo abrió la etapa de la manifestación abierta y desenfrenada de ese odio que dio nacimiento a la persecución política institucionalizada. Un odio político que aún perdura en algunos sectores de la sociedad, pese a los años que han pasado.

Era, es, odio de clase, odio éste que se manifestó desde 1955 hasta 1983 con golpes de estado sangrientos y persecutorios, que cometieron las más flagrantes violaciones a los derechos humanos de nuestra historia. Se manifestaba en particular contra el peronismo, contra lo que representaba y reivindicaba y también contra los propios peronistas.

Ya antes, este odio se manifestó con el criminal bombardeo a Plaza de Mayo. Fue la masacre del 16 de junio del 55, que por la forma y el nivel de la violencia ejercida marcó una bisagra en las prácticas represivas del poder oligárquico en la Argentina contemporánea. El ametrallamiento y el bombardeo sobre la población civil indefensa dieron nacimiento a un nuevo capítulo de la violencia institucional. Aquí se inicia el Terrorismo de Estado, que los sectores reaccionarios y antidemocráticos pondrán en marcha en forma sistemática para la resolución de los conflictos políticos. Aquel día murieron más de 300 personas.

Pero aquel bombardeo era sólo el comienzo. El 9 de junio de 1956 un grupo de militares peronistas, comandados por Juan José Valle y con apoyo de algunos dirigentes gremiales, protagonizó un frágil y fugaz levantamiento armado. El gobierno no dudó en reprimir la sublevación y ordenó fusilar a los jefes militares y a varios civiles. No sólo fueron fusilados militares, también hombres indefensos, sin acusación ni juicio, fueron asesinados en los basurales de León Suárez en forma clandestina.

El odio hacia el peronismo no sólo se daba en el Ejército y la Marina que hicieron el golpe, los partidos políticos que integraban la Junta Consultiva (todos) apoyaron y felicitaron los fusilamientos. Una frase tristemente célebre de aquellas horas la dijo el dirigente socialista Américo Ghioldi: “Se acabó la leche de la clemencia”.

Las ejecuciones de militares en los cuarteles fueron, por supuesto, tan bárbaras, ilegales y arbitrarias como las de civiles en el basural. Para parar la barbarie, el 12 de junio se entrega el general Valle, a cambio de que cese la matanza. Lo fusilan esa misma noche. Suman en total 27 ejecuciones en menos de 72 horas en seis lugares diferentes. Todas ellas están calificadas por el artículo 18 de la Constitución Nacional, vigente en ese momento que dice: "Queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos".

Dentro de las crónicas negras de la barbarie oligárquica podemos mencionar también, sólo por traer a colación los hechos más salientes, a Frondizi y el Plan Conintes y la posterior desaparición de Felipe Vallese. De apenas 22 años, Vallese, fue el primer detenido-desaparecido de la historia moderna. El 23 de agosto de 1962, en pleno gobierno títere de José María Guido, tras el golpe militar que había derrocado en marzo de ese año al presidente Arturo Frondizi, el entonces militante de la Juventud Peronista fue secuestrado por la policía de la provincia de Buenos Aires. Vallese nunca fue liberado; tampoco apareció su cuerpo. Se supone, casi con certeza, que murió en una sesión de tortura.

Otro hecho de esta criminal dimensión tuvo lugar el 22 de agosto de 1972, cuando la dictadura de Lanusse asesinó a sangre fría a 16 militantes pertenecientes a las organizaciones FAR, ERP y Montoneros, detenidos en la base naval de la ciudad de Trelew. La “Masacre de Trelew”, como entró en la historia, fue el primer esbozo de lo que luego sería la metodología de la dictadura de Videla: el asesinato a sangre fría de prisioneros desarmados.

La profundidad y trascendencia del peronismo

Cuando cayó Perón muchos de los actores políticos de aquella argentina pensaron que el peronismo era un fenómeno pasajero en la vida política de la patria, que desaparecería y que el pueblo lo olvidaría. Muchos lo creyeron, pensaron, que Juan Perón y su obra eran un producto histórico transitorio que pronto pasaría al olvido.

Consciente de las adversidades que enfrentaba nuestro movimiento la oligarquía creía que podía terminar para siempre el peronismo. Y así obró, se le aplicó todo el rigor de la legislación, no se podía mencionar el nombre de Perón, no se podía cantar la marcha, no se podía decir que uno era peronista, eso era riesgo de ir a la cárcel. Eso fue el nefasto Decreto 4161. La represión fue dura y sangrienta. Ya mencionamos algunas de las atrocidades cometidas por el poder oligárquico que buscaba una revancha histórica.

La Resistencia Peronista

¿Y cómo respondió el Movimiento Peronista a toda esta política de represión, muerte y persecución implementada por la oligarquía nuevamente en el poder?  El peronismo respondió a través de la Resistencia, generó así un movimiento de resistencia popular que duró 18 años, 18 años de proscripción, de exilio, de heroísmo y martirio. Y, puso en evidencia que, el peronismo no era un movimiento de temporada, transitorio, cuasi anecdótico. No era un simple partido electoral con tinte folklórico, que giraba y dependía de un hombre y que moriría por sus propias limitaciones políticas y biológicas. Era un movimiento nacional que había echado raíces, que tenía una profunda identidad enterrada en lo más profundo de la argentinidad y que la abonaba con la sangre de sus caídos.

Creemos que esa fue la hora más gloriosa del peronismo. Con la Resistencia Peronista surge el hecho místico y heroico del peronismo, sin partido, sin dirigentes, en el mismo estado que la gesta espontánea del 45.

La Resistencia surgió rápida y espontáneamente en las bases populares indignadas por el derrocamiento del presidente legitimo de todos los argentinos, Juan Perón, y surgió cuando sus dirigentes estaban presos, exiliados o escondidos. Esa reacción no tiene precedentes en el país. Yrigoyen también fue un líder popular pero su caída no generó, ni cerca, nada parecido.

La Resistencia surgió sin argumentos teóricos y sin esperar ayudas o ideas extranjeras. El peronismo comprendió que el odio concentrado del privilegio revanchista unió a todos, todos los partidos opositores del momento (igual que en el 45) apoyaron la mal llamada Revolución Libertadora que usurpaba el poder, toda la oposición, desde la extrema derecha a la extrema izquierda se pusieron en fila contra los humildes, ultrajando la memoria de sus símbolos más queridos, asesinando, torturando trabajadores, despojando de sus bienes a las organizaciones sindicales y de los derechos sociales a todos los trabajadores.

Había que hacer lo mismo pero en las antípodas ideológicas: unir a todos los sectores populares que se oponían al régimen. La Resistencia Peronista ganó cotidianamente las batallas en las calles, en cada rincón del país. Fue intransigente, durante 18 años conservó su espíritu inclaudicable y combatiente, que siguió apelando a sus raíces y logró finalmente, superar la larga noche de su exilio para poder volver al poder en 1973.
Desde 1955 a 1973, huelga, conflicto, plan de lucha, eran palabras familiares para los militantes de la época. El sindicato era el ambiente de los peronistas de la resistencia, la guarida natural, era el campamento donde se refugiaba ese gran ejército. Los dirigentes sindicales eran figuras habituales, y en las luchas sindicales, los peronistas inevitable y naturalmente tomaban siempre partido.

En el sindicato se guardaban los carteles, el engrudo, los bombos. Allí se hacían las reuniones clandestinas, allí se escuchaba el último casette de Perón, llegado de Madrid. El sindicato era, además, el templo de los militantes: lo presidía el retrato del líder y de Evita.

Los míticos militantes de la resistencia

Por el desmantelamiento de las estructuras del entonces Partido Peronista y en reemplazo de los ex funcionarios que estaban presos, perseguidos o que se “borraron” en 1955, surge una combativa legión de dirigentes, fundamentalmente obreros, y una nueva generación de jóvenes militantes dispuestos a dar la lucha contra el gobierno de los gorilas oligárquicos.  

Es la primera oleada de la JP, jóvenes que, a temprana edad, emergen para inventar la Juventud Peronista, asumiendo una conducta donde unían un sentido ético de lo social a un sentimiento heroico de la vida. De esa oleada de resistencia surgen dirigentes juveniles como Gustavo Rearte, Envar El Kadri, Susana Valle (hija del General fusilado), Carlos Caride, Jorge Rulli, Dardo Cabo, Héctor Spina, los Lisazo, Felipe Vallese, y otros hombres y mujeres del pueblo. Eran personas que derrochaban un aura romántica, propia de los fundadores de un nuevo tiempo, forjada al calor del prestigio que sus valientes conductas generaban. Con ellos se inicia la saga gigantesca por el retorno del General Perón, que culmina muchísimos años más tarde con el “Luche y Vuelve” y constituye el embrión y origen de la “gloriosa” JP de los 70.

El peronismo en la oposición

El retorno de Perón se debió en gran medida al infatigable acecho del peronismo a la dictadura. La exclusión política del peronismo, produjo un proceso que cambiará el perfil del justicialismo. A partir de 1955 el peronismo aglutinó, representó y canalizó a todas las rebeldías y críticas contra el sistema social y político, crecientemente ineficaz y en el cual era el único actor político apartado.  

El espectro político peronista se tornó muy amplio y variado. El activismo peronista opositor realizó sus intentos por la vía del levantamiento cívico-militar, acciones de resistencia por métodos encubiertos, “trabajo a tristeza”, sabotajes, colocación de explosivos, paros gremiales, atentados, ataques con bombas "Molotov”.

Además, participaba, aunque estaba proscrito, en las elecciones apoyando a otros candidatos en contra de los representantes civiles de la dictadura militar de turno. El peronismo en la oposición fue una fuerza incontrolable que derribó todos los muros que le ponían en frente en su marcha hacia el retorno del líder.

El régimen gorila retenía el poder, pero la presencia del peronismo que lo hostigaba, lo combatía y lo acechaba, le impidió hacerlo funcionar plácidamente. Era lo que se llamaba el “empate hegemónico”.

La conducción de Perón

Otra cuestión fundamental para comprender como el peronismo sobrevivió a tantos años de persecuciones y proscripciones fue la capacidad política excepcional de Juan Perón. La habilidad conductora de nuestro Líder, consistió en incluir dentro de su Movimiento a todos los que criticaban al sistema político-social.

Perón combinaba todas las formas de lucha y todos los sectores y expresiones políticas, las aprovechó a todos y todas, porque no confundió jamás a la táctica con la estrategia, ni a los objetivos inmediatos con los  objetivos fundamentales. Lector como nadie de los tiempos de la historia siempre supo como canalizar el descontento y los ánimos del pueblo en una dirección coincidente con los objetivos políticos a corto, mediano y largo plazo.

Cooke: padre de la Resistencia
En este capítulo hemos elegido como textos de valor histórico para la lectura y la reflexión, dos cartas instructivas de Perón desde el exilio: la primera fechada el 1 de diciembre de 1955 dirigida al conjunto del Movimiento y la segunda dirigida a Cooke fechada en 1957.

John William Cooke fue uno de los dirigentes peronistas más lúcido e intransigente. Diputado peronista en 1946, cuando tenía 25 años. Luego de 1955 fue representante y delegado oficial de Perón en la Argentina y principal líder de la resistencia peronista entre 1955 y 1959. Cooke consideraba que el peronismo era un movimiento de liberación nacional que debía conducir una revolución social en la Argentina. Siempre crítico y siempre Leal a su líder y al pueblo peronista muere en 1968.

Esperamos que la lectura de estas dos cartas ayude en la comprensión del espíritu fundamentalmente popular e intransigente de la Resistencia.

1) Carta de Perón desde el exilio fechada el 1º de diciembre de 1955:
“La disolución del Partido Peronista por decreto de la dictadura no debe dar lugar a la dispersión de nuestras fuerzas. Es necesario seguir con nuestras organizaciones. Tanto las mujeres como los hombres peronistas deben seguir reuniéndose para mantener el partido.  Cada casa de un peronista será en adelante una unidad básica del partido. La Confederación General del Trabajo y sus sindicatos, atropellados por la dictadura, deben proceder en forma similar. Yo sigo siendo el jefe de las fuerzas peronistas y nadie puede invocar mi representación. Si hay elecciones sin el peronismo, todo buen peronista debe abstenerse de votar. Ésta es mi orden desde el exilio.”

2) Carta de Perón a Cooke.

“El sabotaje, el boicot a las compras y al consumo, el derroche de agua, las destrucciones de las líneas telefónicas y telegráficas, las perturbaciones de todo orden, las huelgas, los paros, las protestas tumultuosas, los panfletos, los rumores de todo tipo, la baja producción y el desgano, la desobediencia civil, la violación de las leyes y decretos, el no pago de los impuestos, el sabotaje a la administración pública, solapada e insidiosa, etc., son recursos que bien ejecutados pueden arrojar en pocos días a cualquier gobierno...  Yo creo que la eficacia de los pequeños métodos es temible... Por eso creo que la resistencia no ha sido bien llevada, porque la gente se ve más atraída por las bombas y los incendios, que son efectivos si no se olvidan las otras cosas quizá más pequeñas, pero que ejecutadas en millones de partes resultan mayores y más efectivas que hacer volar un puente o incendiar una fábrica...” (Juan Perón, 1957).

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