jueves, 17 de noviembre de 2022

¿Por qué el 17 de noviembre se celebra el Día de la Militancia?: Un homenaje a la Resistencia Peronista

Perón pisa suelo argentino otra vez luego de 17 años de exilio, a su lado Rucci y Abal Medina.

El 17 de noviembre de 1972 se produjo uno de los hechos más trascendentes en la historia política argentina del siglo veinte: el regreso de Juan Domingo Perón tras 17 años de exilio. El acontecimiento es recordado como el "Día de la Militancia". Perón volvió al país como fruto de uno de los procesos de mayor movilización popular de la historia argentina, en masividad y amplitud metodológica, para romper la estrategia de continuidad del "partido militar" y sus aliados civiles. Fueron años de lucha, de resistencia sacrificada en que la militancia peronista puso lo mejor de sí misma, tras un grito y una consigna: “Perón Vuelve”.

Pero esta epopeya comienza en 1955, cuando es derrocado por una dictadura militar el segundo gobierno de Juan Perón. Luego del golpe del 55, el Peronismo respondió a través de la Resistencia, generó así un movimiento de resistencia popular que duró 18 años, 18 años de proscripción, de exilio, de heroísmo y martirio. Y, puso en evidencia que, el peronismo no era un movimiento de temporada, transitorio, cuasi anecdótico. No era un simple partido electoral con tinte folklórico, que giraba y dependía de un hombre y que moriría por sus propias limitaciones políticas y biológicas. Era un movimiento nacional que había echado raíces, que tenía una profunda identidad enterrada en lo más profundo de la argentinidad y que la abonaba con la sangre de sus caídos.

Creemos que esa fue la hora más gloriosa del peronismo. Con la Resistencia Peronista surge el hecho místico y heroico del peronismo, sin partido, sin dirigentes, en el mismo estado que la gesta espontánea del 45.

La Resistencia surgió rápida y espontáneamente en las bases populares indignadas por el derrocamiento del presidente legítimo de todos los argentinos, Juan Perón, y surgió cuando sus dirigentes estaban presos, exiliados o escondidos. Esa reacción no tiene precedentes en el país. Yrigoyen también fue un líder popular pero su caída no generó, ni cerca, nada parecido.

La Resistencia surgió sin argumentos teóricos y sin esperar ayudas o ideas extranjeras. El peronismo comprendió que el odio concentrado del privilegio revanchista unió a todos, todos los partidos opositores del momento (igual que en el 45) apoyaron la mal llamada Revolución Libertadora que usurpaba el poder, toda la oposición, desde la extrema derecha a la extrema izquierda se pusieron en fila contra los humildes, ultrajando la memoria de sus símbolos más queridos, asesinando, torturando trabajadores, despojando de sus bienes a las organizaciones sindicales y de los derechos sociales a todos los trabajadores.

Por el desmantelamiento de las estructuras del entonces Partido Peronista y en reemplazo de los ex funcionarios que estaban presos, perseguidos o que se “borraron” en 1955, surge una combativa legión de dirigentes, fundamentalmente obreros, y una nueva generación de jóvenes militantes dispuestos a dar la lucha contra el gobierno de los gorilas oligárquicos.

Es la primera oleada de la JP, jóvenes que, a temprana edad, emergen para inventar la Juventud Peronista, asumiendo una conducta donde unían un sentido ético de lo social a un sentimiento heroico de la vida. De esa oleada de resistencia surgen dirigentes juveniles como Gustavo Rearte, Envar El Kadri, Susana Valle (hija del General fusilado), Carlos Caride, Jorge Rulli, Dardo Cabo, Héctor Spina, los Lisazo, Felipe Vallese, y otros hombres y mujeres del pueblo. Eran personas que derrochaban un aura romántica, propia de los fundadores de un nuevo tiempo, forjada al calor del prestigio que sus valientes conductas generaban. Con ellos, con los dirigentes sindicales combativos y con las bases peronistas, se inicia la saga gigantesca por el retorno del General Perón, que culmina muchísimos años más tarde con el “Luche y Vuelve” y constituye el embrión y origen de la “gloriosa” JP de los 70.

Del 55 al 73, huelga, conflicto, plan de lucha, eran palabras familiares para los militantes de la época. El sindicato era el ambiente de los peronistas de la resistencia, la guarida natural, era el campamento donde se refugiaba ese gran ejército. En el salón de reuniones siempre estaba el retrato de Evita. Los dirigentes sindicales eran figuras habituales, y en las luchas sindicales, los peronistas inevitable y naturalmente tomaban siempre partido. Luego, ya cerca de los 70 comienzan en las facultades y espacios de estudio. 

En homenaje a esta historia de lucha, sin precedentes en nuestra historia, se conmemora cada 17 de noviembre el “Día de la Militancia”.

Pd: ¡Feliz Día a las compañeras y compañeros militantes!

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Escribe: A. Gonzalo García Garro

La caída del peronismo


Tras su apogeo y de ejercer el poder entre los años 1945 y 1955 se da un quiebre en el eje de poder sobre el cual se sustentó el peronismo. Como consecuencia de esto, ese mismo año se produce el golpe militar de septiembre del 55, el más grosero golpe a la voluntad popular en nuestra historia.

El peronismo cae porque se desarticula la coalición que lo había sostenido (es lo que se denomina, para la sociología política, como “la ruptura del bloque histórico” según los términos de Gramsci), por uno de esos avatares de la historia esa fuerza en coalición que ejerció el poder durante 10 años se desarticula.

Hay muchas razones para explicar este proceso, pero no hay un consenso total sobre cual fue la verdadera razón de la ruptura, si el conflicto con la Iglesia, si la presión de los intereses internacionales (sobre todo los norteamericanos y británicos), o la crisis económica. Seguramente no existe una causa excluyente sino concausas que llevaron a dicho final. Pero todas ellas encuentran el eje en la intención concreta de poner fin al peronismo como experiencia política, económica y social que dignificaba a las grandes mayorías populares.

El Golpe del 55

El 16 de septiembre de 1955 se produce el golpe contra el gobierno constitucional de Juan Perón. Los jefes militares del levantamiento, autodenominado la "Revolución Libertadora” asumen el mando. Los partidos políticos de la vieja argentina festejaban en las calles. El Comité Nacional de la UCR brindó su apoyo al gobierno militar explicitando textualmente que "la revolución triunfante por el sacrificio de soldados, marinos, aviadores y civiles unidos por su patriotismo y amor a la libertad, abre una gran esperanza". Incluso radicales como Roque Carranza, Carlos Alconada Aramburú, y en Entre Ríos, Sergio Montiel, resultaron ser relevantes conspiradores, comandos civiles y luego funcionarios de la “Libertadora”.

Odio de clases

Aquí nos permitiremos abrir un paréntesis –en el desarrollo del capítulo- para avanzar en la explicación de una idea que consideramos fundamental en la comprensión de la historia de las luchas populares y su relación con las violaciones a los derechos humanos: El odio político.

La irrupción del peronismo en la historia de la Argentina moderna significó el momento en que comienza a gestarse el mayor odio político que jamás haya vivido la Argentina, sólo comparable al odio unitario a los federales en el siglo XIX. La caída del peronismo abrió la etapa de la manifestación abierta y desenfrenada de ese odio que dio nacimiento a la persecución política institucionalizada. Un odio político que aún perdura en algunos sectores de la sociedad, pese a los años que han pasado.

Era, es, odio de clase, odio éste que se manifestó desde 1955 hasta 1983 con golpes de estado sangrientos y persecutorios, que cometieron las más flagrantes violaciones a los derechos humanos de nuestra historia. Se manifestaba en particular contra el peronismo, contra lo que representaba y reivindicaba y también contra los propios peronistas.

Ya antes, este odio se manifestó con el criminal bombardeo a Plaza de Mayo. Fue la masacre del 16 de junio del 55, que por la forma y el nivel de la violencia ejercida marcó una bisagra en las prácticas represivas del poder oligárquico en la Argentina contemporánea. El ametrallamiento y el bombardeo sobre la población civil indefensa dieron nacimiento a un nuevo capítulo de la violencia institucional. Aquí se inicia el Terrorismo de Estado, que los sectores reaccionarios y antidemocráticos pondrán en marcha en forma sistemática para la resolución de los conflictos políticos. Aquel día murieron más de 300 personas.

Pero aquel bombardeo era sólo el comienzo. El 9 de junio de 1956 un grupo de militares peronistas, comandados por Juan José Valle y con apoyo de algunos dirigentes gremiales, protagonizó un frágil y fugaz levantamiento armado. El gobierno no dudó en reprimir la sublevación y ordenó fusilar a los jefes militares y a varios civiles. No sólo fueron fusilados militares, también hombres indefensos, sin acusación ni juicio, fueron asesinados en los basurales de León Suárez en forma clandestina.

El odio hacia el peronismo no sólo se daba en el Ejército y la Marina que hicieron el golpe, los partidos políticos que integraban la Junta Consultiva (todos) apoyaron y felicitaron los fusilamientos. Una frase tristemente célebre de aquellas horas la dijo el dirigente socialista Américo Ghioldi: “Se acabó la leche de la clemencia”.

Las ejecuciones de militares en los cuarteles fueron, por supuesto, tan bárbaras, ilegales y arbitrarias como las de civiles en el basural. Para parar la barbarie, el 12 de junio se entrega el general Valle, a cambio de que cese la matanza. Lo fusilan esa misma noche. Suman en total 27 ejecuciones en menos de 72 horas en seis lugares diferentes. Todas ellas están calificadas por el artículo 18 de la Constitución Nacional, vigente en ese momento que dice: "Queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos".

Dentro de las crónicas negras de la barbarie oligárquica podemos mencionar también, sólo por traer a colación los hechos más salientes, a Frondizi y el Plan Conintes y la posterior desaparición de Felipe Vallese. De apenas 22 años, Vallese, fue el primer detenido-desaparecido de la historia moderna. El 23 de agosto de 1962, en pleno gobierno títere de José María Guido, tras el golpe militar que había derrocado en marzo de ese año al presidente Arturo Frondizi, el entonces militante de la Juventud Peronista fue secuestrado por la policía de la provincia de Buenos Aires. Vallese nunca fue liberado; tampoco apareció su cuerpo. Se supone, casi con certeza, que murió en una sesión de tortura.

Otro hecho de esta criminal dimensión tuvo lugar el 22 de agosto de 1972, cuando la dictadura de Lanusse asesinó a sangre fría a 16 militantes pertenecientes a las organizaciones FAR, ERP y Montoneros, detenidos en la base naval de la ciudad de Trelew. La “Masacre de Trelew”, como entró en la historia, fue el primer esbozo de lo que luego sería la metodología de la dictadura de Videla: el asesinato a sangre fría de prisioneros desarmados.

La profundidad y trascendencia del peronismo

Cuando cayó Perón muchos de los actores políticos de aquella argentina pensaron que el peronismo era un fenómeno pasajero en la vida política de la patria, que desaparecería y que el pueblo lo olvidaría. Muchos lo creyeron, pensaron, que Juan Perón y su obra eran un producto histórico transitorio que pronto pasaría al olvido.

Consciente de las adversidades que enfrentaba nuestro movimiento la oligarquía creía que podía terminar para siempre el peronismo. Y así obró, se le aplicó todo el rigor de la legislación, no se podía mencionar el nombre de Perón, no se podía cantar la marcha, no se podía decir que uno era peronista, eso era riesgo de ir a la cárcel. Eso fue el nefasto Decreto 4161. La represión fue dura y sangrienta. Ya mencionamos algunas de las atrocidades cometidas por el poder oligárquico que buscaba una revancha histórica.

La Resistencia Peronista

¿Y cómo respondió el Movimiento Peronista a toda esta política de represión, muerte y persecución implementada por la oligarquía nuevamente en el poder?  El peronismo respondió a través de la Resistencia, generó así un movimiento de resistencia popular que duró 18 años, 18 años de proscripción, de exilio, de heroísmo y martirio. Y, puso en evidencia que, el peronismo no era un movimiento de temporada, transitorio, cuasi anecdótico. No era un simple partido electoral con tinte folklórico, que giraba y dependía de un hombre y que moriría por sus propias limitaciones políticas y biológicas. Era un movimiento nacional que había echado raíces, que tenía una profunda identidad enterrada en lo más profundo de la argentinidad y que la abonaba con la sangre de sus caídos.

Creemos que esa fue la hora más gloriosa del peronismo. Con la Resistencia Peronista surge el hecho místico y heroico del peronismo, sin partido, sin dirigentes, en el mismo estado que la gesta espontánea del 45.

La Resistencia surgió rápida y espontáneamente en las bases populares indignadas por el derrocamiento del presidente legítimo de todos los argentinos, Juan Perón, y surgió cuando sus dirigentes estaban presos, exiliados o escondidos. Esa reacción no tiene precedentes en el país. Yrigoyen también fue un líder popular pero su caída no generó, ni cerca, nada parecido.

La Resistencia surgió sin argumentos teóricos y sin esperar ayudas o ideas extranjeras. El peronismo comprendió que el odio concentrado del privilegio revanchista unió a todos, todos los partidos opositores del momento (igual que en el 45) apoyaron la mal llamada Revolución Libertadora que usurpaba el poder, toda la oposición, desde la extrema derecha a la extrema izquierda se pusieron en fila contra los humildes, ultrajando la memoria de sus símbolos más queridos, asesinando, torturando trabajadores, despojando de sus bienes a las organizaciones sindicales y de los derechos sociales a todos los trabajadores.

Había que hacer lo mismo pero en las antípodas ideológicas: unir a todos los sectores populares que se oponían al régimen. La Resistencia Peronista ganó cotidianamente las batallas en las calles, en cada rincón del país. Fue intransigente, durante 18 años conservó su espíritu inclaudicable y combatiente, que siguió apelando a sus raíces y logró finalmente, superar la larga noche de su exilio para poder volver al poder en 1973.

Desde 1955 a 1973, huelga, conflicto, plan de lucha, eran palabras familiares para los militantes de la época. El sindicato era el ambiente de los peronistas de la resistencia, la guarida natural, era el campamento donde se refugiaba ese gran ejército. Los dirigentes sindicales eran figuras habituales, y en las luchas sindicales, los peronistas inevitable y naturalmente tomaban siempre partido.

En el sindicato se guardaban los carteles, el engrudo, los bombos. Allí se hacían las reuniones clandestinas, allí se escuchaba el último casette de Perón, llegado de Madrid. El sindicato era, además, el templo de los militantes: lo presidía el retrato del líder y de Evita.

Los míticos militantes de la resistencia

Por el desmantelamiento de las estructuras del entonces Partido Peronista y en reemplazo de los ex funcionarios que estaban presos, perseguidos o que se “borraron” en 1955, surge una combativa legión de dirigentes, fundamentalmente obreros, y una nueva generación de jóvenes militantes dispuestos a dar la lucha contra el gobierno de los gorilas oligárquicos.  

Es la primera oleada de la JP, jóvenes que, a temprana edad, emergen para inventar la Juventud Peronista, asumiendo una conducta donde unían un sentido ético de lo social a un sentimiento heroico de la vida. De esa oleada de resistencia surgen dirigentes juveniles como Gustavo Rearte, Envar El Kadri, Susana Valle (hija del General fusilado), Carlos Caride, Jorge Rulli, Dardo Cabo, Héctor Spina, los Lisazo, Felipe Vallese, y otros hombres y mujeres del pueblo. Eran personas que derrochaban un aura romántica, propia de los fundadores de un nuevo tiempo, forjada al calor del prestigio que sus valientes conductas generaban. Con ellos se inicia la saga gigantesca por el retorno del General Perón, que culmina muchísimos años más tarde con el “Luche y Vuelve” y constituye el embrión y origen de la “gloriosa” JP de los 70.

El peronismo en la oposición

El retorno de Perón se debió en gran medida al infatigable acecho del peronismo a la dictadura. La exclusión política del peronismo, produjo un proceso que cambiará el perfil del justicialismo. A partir de 1955 el peronismo aglutinó, representó y canalizó a todas las rebeldías y críticas contra el sistema social y político, crecientemente ineficaz y en el cual era el único actor político apartado.  

El espectro político peronista se tornó muy amplio y variado. El activismo peronista opositor realizó sus intentos por la vía del levantamiento cívico-militar, acciones de resistencia por métodos encubiertos, “trabajo a tristeza”, sabotajes, colocación de explosivos, paros gremiales, atentados, ataques con bombas "Molotov”.

Además, participaba, aunque estaba proscrito, en las elecciones apoyando a otros candidatos en contra de los representantes civiles de la dictadura militar de turno. El peronismo en la oposición fue una fuerza incontrolable que derribó todos los muros que le ponían en frente en su marcha hacia el retorno del líder.

El régimen gorila retenía el poder, pero la presencia del peronismo que lo hostigaba, lo combatía y lo acechaba, le impidió hacerlo funcionar plácidamente. Era lo que se llamaba el “empate hegemónico”.

La conducción de Perón

Otra cuestión fundamental para comprender como el peronismo sobrevivió a tantos años de persecuciones y proscripciones fue la capacidad política excepcional de Juan Perón. La habilidad conductora de nuestro Líder, consistió en incluir dentro de su Movimiento a todos los que criticaban al sistema político-social.

Perón combinaba todas las formas de lucha y todos los sectores y expresiones políticas, las aprovechó a todos y todas, porque no confundió jamás a la táctica con la estrategia, ni a los objetivos inmediatos con los objetivos fundamentales. Lector como nadie de los tiempos de la historia siempre supo como canalizar el descontento y los ánimos del pueblo en una dirección coincidente con los objetivos políticos a corto, mediano y largo plazo.

Cooke: padre de la Resistencia

John William Cooke fue uno de los dirigentes peronistas más lúcido e intransigente. Diputado peronista en 1946, cuando tenía 25 años. Luego de 1955 fue representante y delegado oficial de Perón en la Argentina y principal líder de la resistencia peronista entre 1955 y 1959. Cooke consideraba que el peronismo era un movimiento de liberación nacional que debía conducir una revolución social en la Argentina. Siempre crítico y siempre Leal a su líder y al pueblo peronista muere en 1968.

Clase media y peronismo

La clase media, a través de los programas de educación, del fomento de la industria, de la creación de nuevas oportunidades de empleo, trabajo y producción había despertado también el ascenso y la movilidad social, la clase media se sentía interpretada por el peronismo y votaba el peronismo. Cuando acontece la mencionada ruptura del bloque histórico y caída del peronismo en el 55, la clase media, en parte ideológicamente frágil y vulnerable (como teorizara genialmente Jauretche), queda alineada con los sectores más duros de la oligarquía y vuelve a encuadrarse en los partidos políticos convencionales.

Pero la resistencia peronista, los años de democracia con proscripción y fraude posibilitaron otra vuelta de tuerca a la historia. Y así se dio una de las más grandes paradojas de la historia argentina: los hijos de esa clase media gorila y antiperonista a fines de los 60 encuentran en el peronismo su bandera de lucha y en el retorno de Perón su causa política.

Renovación doctrinaria

El peronismo, por su lado, pudo contener esa vuelta de los sectores medios a su seno debido a que no es un movimiento pasivo e inerte sino que siempre fue un movimiento vivo que supo recoger las grandes tendencias de la historia.

La Revolución Cubana, la presencia del Che en Latinoamérica, la lucha de Argelia y los pueblos africanos contra el colonialismo, los movimientos socialistas en el mundo, el mayo de París, las agitaciones en las universidades norteamericanas, la guerra de Vietnam, los nuevos movimientos sociales de los jóvenes… Todo eso también repercutió y fuertemente, porque no podía ser de otra manera en un movimiento de raíz popular como el peronismo.

Y, frente a la aparición de nuevas corrientes ideológicas en el mundo el peronismo tampoco se sitió ajeno a ello. En parte este torrente ideológico y social fue absorbido, pero tal proceso fue siempre con beneficio de inventario. Porque el peronismo tuvo y tiene esa enorme capacidad de asumir los cambios, pero sin perder las raíces, ni la identidad doctrinaria, así lo ha hecho en los casi 72 años de vida que tiene. Las raíces e identidad del peronismo fueron conservadas tanto cuando eran amenazadas por la derecha fascista como por la izquierda extranjerizante y pudo superar, a veces hasta dolorosamente, todos sus conflictos internos. Los días del “luche y vuelve” eran los tiempos de la “Actualización Política y Doctrinaría para la toma del Poder” que hizo Juan Perón.

El rol de la juventud

La proscripción de Perón galvanizó la Resistencia e instaló una realidad que, con otras formas, se pone de manifiesto incluso en nuestros días: no se puede detentar el poder real sin la participación del peronismo.

Después del Cordobazo (1969) que limó el poder del primer jefe del régimen militar, Juan Carlos Onganía, las nuevas generaciones reclamaban el retorno de Perón para implantar el "socialismo nacional". Fueron los años de la masividad de la Juventud Peronista y del “Luche y Vuelve”. Estos sectores habían generado en el país el clima de resistencia y jaqueó al régimen militar que posibilitó la vuelta del General. Esa juventud que Perón llamó maravillosa, contenía a esa generación de jóvenes que se reincorporaban a la lucha por la liberación nacional.

El otro 17

El 17 de noviembre de 1972 se produjo uno de los hechos más trascendentes en la historia política argentina del siglo veinte: el regreso de Juan Domingo Perón tras 17 años de exilio. El acontecimiento es recordado como el "Día de la Militancia".

Perón volvió al país como fruto de uno de los procesos de mayor movilización popular de la historia argentina, en masividad y amplitud metodológica, para romper la estrategia de continuidad del "partido militar" y sus aliados civiles. Fueron años de lucha, de resistencia sacrificada en que la militancia peronista puso lo mejor de sí misma, tras un grito y una consigna: “Perón Vuelve”.

miércoles, 15 de junio de 2022

La Reforma Universitaria: Una breve crónica, reivindicación y reflexiones críticas

 


La Reforma Universitaria surgió como una necesidad de democratizar los estatutos que regían los anquilosados centros de estudio, pero en los inicios mismos de su aparición los dirigentes tomaron conciencia de la necesidad de situar la lucha en un contexto que superara los marcos estrechos de la Universidad.


Desde el comienzo alentó un contenido latinoamericano y antiimperialista como lo expresa el Manifiesto Liminar: “... la juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América, creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón lo advierten estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.


La trayectoria posterior de la Reforma como un movimiento popular, latinoamericano y antiimperialista se iba a desnaturalizar por el predominio, en la conducción del movimiento, de sectores que radicalizaban abstractamente el contenido de la lucha, aislando al estudiantado en “la isla democrática” y desconectándolo de las luchas que emprendía el pueblo argentino. El reformismo también tuvo sus limitaciones sustanciales, y en muchos aspectos no pasó del discurso. Hubo que esperar la llegada del peronismo que dispuso la gratuidad y la suspensión de los aranceles universitarios que se materializaron el 22 de noviembre de 1949 y la ejecución de una política de Estado que hizo efectivo el derecho a la educación universitaria a millones de argentinos y argentinas.

Pero, más allá de las limitaciones, en especial de lo que hicieron sus herederos en las décadas posteriores, de todos los cambios operados en el período yrigoyenista hubo pocos que tuvieron resonancia americana como la tuvo el producido por la Reforma Universitaria. La Reforma Universitaria fue, en su hecho fundacional de 1918, un hito histórico fundamental para la democracia argentina, incorporado en la mejor tradición transformadora y libertaria de nuestra sociedad.


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"...los dolores que quedan son las libertades que faltan...”. 
Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, 1918.

El momento histórico

De todos los cambios operados en el período yrigoyenista hubo pocos que tuvieran resonancia americana como la tuvo el producido por la Reforma Universitaria. Es en consideración a esta trascendencia continental entiendo la Reforma constituye un hecho singular en nuestra historia, que merece una mirada especial en su contexto histórico.

El ascenso de las clases medias y su acceso a los claustros universitarios obligó a redefinir el sentido y el manejo de las universidades en la Argentina. La reforma universitaria se genera en la Universidad de Córdoba que en el plano cultural se mantenía en una situación cuasi medieval, de increíble atraso intelectual y científico.

¿Por qué Córdoba?

Y no fue casual que fuera Córdoba el centro de la Reforma ya que, como concuerdan muchos historiadores del tema, la ciudad parecía estar detenida en el tiempo. Aparecía como una prolongación del mundo colonial, aislada de los cambios que transformaban a una sociedad que la cercaba.

Cerrada al progreso general, opuesta a todo aquello que disminuyera la jerarquía del dogma, mantenía una rígida y vetusta organización institucional que paralizaba al estudiantado.

Los estudiantes y el pensamiento académico de la época

A pesar de todo, el movimiento estudiantil estaba impactado por la primera guerra mundial, la revolución socialista en Rusia y los cambios sociales y políticos que se operaban en el país.

La ideología dominante en los sectores universitarios oscilaba entre un neokantismo y una tibia adhesión al marxismo entre los estudiantes de Derecho. Estaba en boga la lectura del filósofo francés Henri Bergson que implicaba una revalorización del vitalismo y el espiritualismo contra los postulados de la “filosofía positiva” de Augusto Comte. El positivismo, que se había introducido al país enancando en la oligarquía utilitaria y escéptica no logró atraer al movimiento estudiantil en esa etapa de su desarrollo.

Los objetivos de la Reforma

La Reforma Universitaria surgió como una necesidad de democratizar los estatutos que regían los anquilosados centros de estudio, pero en los inicios mismos de su aparición los dirigentes tomaron conciencia de la necesidad de situar la lucha en un contexto que superara los marcos estrechos de la Universidad.

Ya no era tiempo para que la universidad quedara estereotipada en una función exclusivamente académica, marginada, o confinada como una isla de los problemas que constituyen la vida misma de la sociedad.

La vocación americanista

Desde el comienzo alentó un contenido latinoamericano y antiimperialista como lo expresa el Manifiesto Liminar: “... la juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América, creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón lo advierten estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.

La historia confirmará que no estaban equivocados. En la primera hora de su estallido, la Reforma Universitaria se extiende sorprendentemente a toda la región hispano-portugués, de Córdoba la llama se extiende a Lima, Cuzco, La Habana, México, Río de Janeiro, La Paz y Sucre. Esta tendencia se consolidará en el Perú, donde la generación del 18, influenciada por la Reforma Universitaria Argentina, echará las bases de un movimiento político original: El APRI, que constituyó el punto de partida para la formación de un pensamiento marxista latinoamericano. Haya de la Torre, el máximo dirigente histórico del aprismo definirá la reforma universitaria por su importancia como: “la revolución latinoamericana por la autonomía espiritual”.

El proceso político de la Reforma, el “estallido del 15 de junio”

La “chispa” que inicia el estallido estudiantil se produce en la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba donde los cursos se realizaban, sorprendentemente, por medios exclusivamente teóricos, ni hombres vivos ni cadáveres podían ser expuestos a los estudiantes para ser estudiados, ni siquiera animales vivos eran estudiados. La patología se impartía sin enfermos.

A fines de mayo de 1917 surgen los primeros síntomas de descontento del estudiantado que decide una huelga a comienzos de 1918. Yrigoyen, que acogió con gran simpatía este movimiento envió la intervención a la Universidad, reformándose los estatutos de acuerdo a los que regían en la Universidad más progresista y moderna del país que era la de La Plata.

Se realizan las elecciones según los nuevos estatutos, pero el candidato de los estudiantes es derrotado por el de la corporación clerical. El engreído obispado cordobés, abroquelado en “la casa de Trejo” no se resignaba a perder este esencial bastión de poder.

Ante la derrota, los estudiantes comprenden entonces que no es simplemente un tema estatutario y reaccionan contra el sistema educativo en su totalidad, es decir contra el clima en la cual se desenvolvía la actividad educativa y fundamentalmente contra las camarillas clericales conservadoras que tornaban imposible cualquier transformación de fondo. Y al grito de “¡abajo la oligarquía¡” los estudiantes van por todo cuestionando el conjunto de la situación existente y dándole al mismo tiempo a su lucha un contenido que la relaciona con la que vienen sosteniendo otros sectores populares en el país.

Este hecho es el históricamente celebre estallido del 15 de junio de 1918. Más de mil estudiantes que esperaban los resultados de los comicios estallaron de indignación y tomaron el salón magno donde sesionaba la Asamblea Universitaria, echando a las autoridades que consideraban ilegitimas, rompiendo muebles, instalaciones y los cuadros de los obispos que fueron sido rectores desde 1613.

Esos cerca de mil estudiantes se declararon en huelga. Eran más de 2/3 de los estudiantes del momento en la casa de altos estudios. Tomaron la Universidad y exigieron la renuncia del Rector Nores. El rector electo llamó a la policía y la toma de la Universidad se transformó en una batalla campal. El 16 de junio la FUA pidió al gobierno nacional que interviniera otra vez la Universidad de Córdoba y declaró huelga general estudiantil en todo el país durante 4 días, en solidaridad con la lucha de los estudiantes de Córdoba. Finalizada la huelga, la FUA decidió convocar para el 14 de julio al Primer Congreso Nacional de Estudiantes a ser realizado en Córdoba. Se había producido el parto del movimiento universitario nacional.

El 21 de junio, al momento de la ocupación y la huelga, el movimiento estudiantil cordobés publicó en La Gaceta Universitaria el célebre Manifiesto Liminar, firmado por los líderes de la Federación Universitaria de Córdoba. El manifiesto es un texto de gran relevancia política, muy bien escrito, de lectura ineludible para cualquier militante universitario, cuya lectura recomiendo a todos. El mismo concluye, entre sus grandes pasajes: "La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa".

La Reforma como bandera de Yrigoyen

Apenas se funda la FUA (Federación Universitaria Argentina), el Presidente Yrigoyen recibe una delegación de la misma afirmando que: “su gobierno pertenecía al espíritu nuevo, que se identificaba con las justas aspiraciones de los estudiantes y que la Universidad argentina debía nivelar con el estado de conciencia alcanzado por la República”.

El gobierno convalidó institucionalmente los postulados de la Reforma a través de sucesivos decretos. Era la primera legislación reformista en las universidades americanas. Radicalismo y Reforma se identificaban en la medida en que cuestionaban situaciones de ostensible dominio oligárquico.

Los límites del reformismo, mirada crítica más allá de la gesta del 18

La trayectoria posterior de la Reforma como un movimiento popular, latinoamericano y antiimperialista se iba a desnaturalizar por el predominio, en la conducción del movimiento, de sectores que radicalizaban abstractamente el contenido de la lucha, aislando al estudiantado en “la isla democrática” y desconectándolo de las luchas que emprendía el pueblo argentino.

Así, en el seno mismo de la reforma se generó una contrarreforma que mutiló el contenido histórico original dando paso a dos variables políticas que tuvieron vigencia durante décadas: el "reformismo" complaciente con el sistema (Franja Morada) y el stalinismo de la Federación Juvenil Comunista.

La participación de la FUA en el golpe del 30; su transacción con el contubernio de la Unión Democrática en el 45; la conspiración y el Golpe de Estado del 55 que perpetró la Revolución Libertadora, al cual le aportó muchos de los tristemente célebres “comandos civiles”, son algunos de los hitos que jalonaron el proceso de traición a los ideales originales de la Reforma Universitaria. Luego del 55 y hasta el 83, tampoco fue en su dimensión institucional una herramienta del todo útil para la causa popular a la hora de resistir las dictaduras y defender la Democracia y el Estado de Derecho.

El reformismo también tuvo sus limitaciones sustanciales, y en muchos aspectos no pasó del discurso. En lo teórico, en su dimensión política, no se hablaba de enseñanza gratuita, tampoco se hizo hincapié en la inclusión social, el acceso masivo a la universidad de la clase trabajadora y la extensión real hacia los sectores más postergados de la sociedad. 

Para todo esto hubo que esperar la llegada del peronismo que dispuso la gratuidad y la suspensión de los aranceles universitarios que se materializaron el 22 de noviembre de 1949, mediante el Decreto 29337, firmado por el presidente Juan Domingo Perón.

Fue el primer peronismo, con una política de Estado que hizo efectivo el derecho a la educación universitaria a millones de argentinos, a través de distintos gobiernos peronistas, que facilitaron el acceso a la universidad de los sectores populares, creando más universidades y facultades públicas, lo que hasta el día de hoy ha representado los aportes concretos y reales a la construcción de una política de educación superior que le abrió las puertas a las mayorías populares de la sociedad argentina.

martes, 1 de marzo de 2022

La Guerra del Paraguay: Lectura histórica, política y jurídica del genocidio ocultado en América Latina

Francisco Solano López.
El historiador paraguayo Efraím Cardozo menciona una cifra escalofriante respecto a los números desnudos de la Guerra del Paraguay: “De 1.300.000 habitantes sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y niños”. George G. Petre, diplomático británico, escribió que la población del Paraguay fue “reducida de cerca de un millón de personas bajo el gobierno de Solano López a no más de trescientas mil, de las cuales más de tres cuartas partes eran mujeres”.  Enrique César Rivera, en “José Hernández y la Guerra del Paraguay” escribe: “Al comenzar esta (la guerra) contaba el Paraguay con 1.500.000 habitantes; cuando concluyó, quedaban 250.000 viejos, mujeres y niños de corta edad, y solo ruinas de una economía floreciente”. Abelardo Ramos sostiene una idea similar: “Si al comenzar la guerra el Paraguay contaba con 1.500.000 habitantes, al concluir la farsa criminal vagaban entre las ruinas humeantes 250.000 niños, mujeres y ancianos sobrevivientes”.

Tan cierta son las cifras indicadas que el Paraguay de la posguerra se reconstruyó con el trabajo de mujeres y niños, estableciendo un sistema social de matriarcado combinado con una funcional aceptación de la poligamia debido al exterminio de la población masculina.

Fue asesinada el 75% de la población. Ante tamaña cifra sólo puedo asociar este hecho a un concepto: genocidio. Son pocos los historiadores que utilizan éste concepto para denominar lo ocurrido con el pueblo paraguayo. Se prefiere hablar de exterminio, eliminación, aniquilamiento, pero poco se menciona la noción de genocidio. Los autores que utilizan el concepto lo hacen como un recurso del lenguaje, como adjetivo superlativo de la masacre ocurrida, sin profundizar en el significado del término.

El extermino del pueblo paraguayo ocurrido durante la guerra de la Triple Alianza puede ser considerado técnicamente un genocidio cometido por las fuerzas aliadas del Brasil, Argentina y Uruguay.


Escribe: Dr. Alejandro Gonzalo García Garro

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La Guerra de la “Triple Infamia”



El 1 de marzo de 1870 moría el Mariscal Solano López. Fue prácticamente el final da Guerra del Paraguay ocurrida entre 1865 y 1870. Este proceso histórico ha sido, sin duda alguna, el más funesto y doloroso hecho de la historia de la América hispana. Llamada de la "Triple Alianza", fue un enfrentamiento bélico sin precedentes donde la República Argentina de Mitre, “Su Majestad” el Emperador del Brasil y la República Oriental del Uruguay del mercenario criminal Venancio Flores se aliaron en una guerra fratricida contra el Paraguay del Mariscal Francisco Solano López.

En nuestro país, se ha enseñado dentro del marco de “la historia oficial-escolar” la guerra de la “Triple Alianza” de la siguiente manera: que Argentina se vio obligada a intervenir en el conflicto para lavar su honor nacional lesionado por la sorpresiva invasión de las fuerzas paraguayas. Que se fue a la guerra en defensa de los principios democráticos y civilizadores, contra la barbarie del Dictador Francisco Solano López que tenía sometido y atrasado al pueblo guaraní. Y que, debido a un supuesto altruismo argentino, no obtuvo nuestro país ninguna ventaja material después de la victoria.

Esta versión hoy no resiste análisis. Los cuestionamientos a la historia oficial empezaron contemporáneamente a los hechos con los escritos de Carlos Guido y Spano y las denuncias de Juan Bautista Alberdi. Los estudios revisionistas que se consumaron posteriormente, con investigaciones documentadas, expusieron los intereses económicos, los factores geopolíticos y las líneas ideológicas que se conjugaron para gestar la guerra de 1865-70. En 1954, el historiador José María Rosa publica “La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas”, obra canónica del pensamiento nacional y de lectura ineludible para comprender la naturaleza y los alcances de la conflagración. Este trabajo monumental abrió camino para que otros historiadores revisionistas profundizaran el tema.  De allí en adelante, la historia oficial se derrumba y la verdad histórica se abre paso para grabar en la memoria colectiva de la patria grande un genocidio sin paralelo en la vida de América Latina. 

La verdad histórica revela que cada uno de los países aliados tuvo en su momento una necesidad interna para entrar en guerra con el Paraguay. Pero, más allá de las razones particulares de los Estados beligerantes, no es difícil encontrar las causas originales del conflicto en los intereses económicos del imperialismo británico en la región del Río de la Plata.

Adhiero a las conclusiones que la mayoría de los estudios revisionistas han arribado luego de investigar la Guerra del Paraguay y sus causas. En síntesis, la mayor parte de esta tendencia historiográfica expresa que, dentro de la estrategia en el Río de la Plata del imperialismo británico, elaborada en Londres con fría deliberación, no podía escapar la necesidad de suprimir el foco de autonomismo y soberanía emplazado entre Argentina y Brasil que incitaba permanentemente a la rebeldía de los caudillos contra los poderes centrales establecidos.

La guerra del la Triple Alianza fue una de las primeras manifestaciones mundiales de la política belicosa del imperialismo capitalista. En este caso, puso a prueba el sometimiento de tres gobiernos políticamente dependientes al obligarlos a aniquilar a un cuarto rebelde. La “Pérfida Albión” (1), abatió la Patria guaraní por manos ajenas.



Luego de cinco años en que tropas de Argentina, Brasil y Uruguay lucharon contra el pueblo paraguayo, éste fue vencido y literalmente aniquilado. Entre las ruinas aún humeantes de Asunción, en medio de la peste provocada por los cadáveres sin sepultura, los aliados impusieron un gobierno títere. “Gobierno Provisorio del Paraguay” que declara libre la comercialización de la yerba mate, el algodón y el corte de madera en los montes fiscales. Se enajena el ramal de ferrocarril Asunción-Villarrica y en menos de un año pasan a manos privadas 29 millones de hectáreas de tierra, simplemente hurtadas a los pocos campesinos que quedaban con vida. Eso fue el motivo del genocidio.


Las cifras del horror

Una cita del historiador paraguayo Efraím Cardozo, contiene una cifra escalofriante, los números desnudos de esta guerra: “De 1.300.000 habitantes sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y niños”.

En estos números o en las proporciones coinciden la mayoría de los historiadores. George G. Petre, diplomático británico, escribió que la población del Paraguay fue “reducida de cerca de un millón de personas bajo el gobierno de Solano López a no más de trescientas mil, de las cuales más de tres cuartas partes eran mujeres”.  Enrique César Rivera, en “José Hernández y la Guerra del Paraguay” escribe: “Al comenzar esta (la guerra) contaba el Paraguay con 1.500.000 habitantes; cuando concluyó, quedaban 250.000 viejos, mujeres y niños de corta edad, y solo ruinas de una economía floreciente”. Abelardo Ramos sostiene una idea similar: “Si al comenzar la guerra el Paraguay contaba con 1.500.000 habitantes, al concluir la farsa criminal vagaban entre las ruinas humeantes 250.000 niños, mujeres y ancianos sobrevivientes”.

Para que el lector se dé una idea de la magnitud descomunal de la criminalidad de la guerra solo basta con cotejar estos números con el primer Censo Poblacional que se realizó en Argentina, contemporáneo a la guerra en 1869. Nuestro país tenía por entonces 1.877.490 habitantes. En mi provincia, Entre Ríos, vivían 134.271 habitantes. Si trazamos un paralelo con la actualidad, encontraríamos que cerca del 60% de la población argentina sería asesinada por la guerra. Estaríamos hablando de alrededor más de 25 millones de personas. La magnitud y la proporcionalidad de las muertes asustan con solo repasarlas en el papel.

Ni siquiera el gobierno provisional paraguayo títere, impuesto por Brasil después de la guerra, pudo esconder lo sucedido. En un censo parcial que se realizó en el Paraguay, después de la guerra, se concluyó que la población del Paraguay “pasó de unos 500.000 habitantes a 116.351, de los cuales solo el 10% eran hombres y el resto, viejos, mujeres y niños”.  Aunque pueden haber pretendido esconder la dimensión de la masacre no pudieron esconder la proporción, ni las consecuencias. Aun así, los casi 400.000 paraguayos que los vencedores declaran muertos eran más de tres veces la población entera de la provincia de Entre Ríos, que por aquellos días era la tercera más poblada del país.


Un genocidio

Tan cierta son las cifras indicadas que el Paraguay de la posguerra se reconstruyó con el trabajo de las mujeres y los niños, estableciendo un sistema social de matriarcado combinado con una funcional aceptación de la poligamia debido al exterminio de la población masculina.

Fue muerta el 75% de la población. Ante tamaña cifra solo puedo asociar este hecho a un concepto: genocidio. Son pocos los historiadores que utilizan éste concepto para denominar lo ocurrido con el pueblo paraguayo. Se prefiere hablar de exterminio, eliminación, aniquilamiento, pero poco se menciona la noción de genocidio. Los autores que utilizan el concepto lo hacen como un recurso del lenguaje, como adjetivo superlativo de la masacre ocurrida, sin profundizar en el significado del término. Entiendo que éste no es un olvido intencional, ocurre que genocidio es un concepto relativamente “moderno” y con ciertos alcances polémicos.

El extermino del pueblo paraguayo ocurrido durante la guerra de la Triple Alianza puede ser considerado técnicamente un genocidio cometido por las fuerzas aliadas del Brasil, Argentina y Uruguay.

Esta es una hipótesis de trabajo que abordo a continuación: La palabra genocidio fue creada por Raphael Lemkin en 1944. Deviene del griego: genos-, genes, raíces, familia, tribu o raza  y –cidio-, del latín-cidere, forma combinatoria de caedere, matar) Lemkin quería referirse con este término a las matanzas por motivos raciales, nacionales o religiosos. Este pensador judío polaco luchó para que las normas internacionales definiesen y prohibiesen el genocidio a partir de las masacres en masa ejecutadas en la segunda guerra mundial.

Desde el punto de vista legislativo, dentro del marco del Derecho Internacional Público, la Asamblea General de las Naciones Unidas confirmó los principios de Derecho Internacional reconocidos por las distintas instituciones que arbitran la justicia a nivel internacional y proclamó la resolución 96 sobre el Crimen de Genocidio, que lo define como "una negación del derecho de existencia a gruposhumanos enteros", entre ellos los "raciales, religiosos o políticos", instando también a tomar las medidas necesarias para la prevención y sanción de este crimen.

Esta resolución se cristalizó en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 260 A del año 1948 que entró en vigor en 1951.

Se lo define de la siguiente manera: El genocidio o asesinato de masas es un delito internacional que consiste en la comisión, por funcionarios del estado o particulares, de la eliminación sistemática de un grupo social por motivos de nacionalidad, etnia, raza o religión. Estos actos comprenden la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio y la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo.

Una matanza por motivos ideológicos está en debate en los foros internacionales, no está firmemente considerado como genocidio, aunque a veces se aplica el concepto por analogía. Esto es lo que pasó en la dictadura genocida de Videla, Massera y cía. que asaltó el poder en Argentina el 24 de Marzo de 1976.


Ocultado por la historia universal

La memoria colectiva de occidente, los manuales de historia universal y las enciclopedias registran con claridad algunos asesinatos de masas acaecidos a los cuales se los denomina genocidio. Entre los más conocidos están el genocidio Armenio, el sufrido por el pueblo judío durante la Alemania nazi, los progroms realizados en la Rusia zarista y luego por Stalin contra diferentes minorías étnicas y entre lo últimos, el cometido en Ruanda en la década del 90. Más acá en el tiempo, y con procesos judiciales aun en desarrollo, también podemos agregar los casos de la Ex Yugoslavia y Camboya.


Pero, en ésta trágica lista no se menciona al genocidio del pueblo paraguayo, a pesar de que todos los citados, salvo el de Ruanda y los últimos, son anteriores a la creación del concepto y a la regulación legislativa del mismo.


Paralelo con el genocidio armenio

Consideremos el genocidio armenio como ejemplo comparativo con el caso paraguayo. Las atrocidades cometidas contra el pueblo Armenio por el Imperio Otomano y el Estado de Turquía desde fines del Siglo XIX, durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial y hasta tiempo después de finalizada ésta, son llamadas en su conjunto el “Genocidio Armenio”. La decisión de llevar adelante el genocidio en contra de la población Armenia fue tomada por el partido político que detentaba el poder en el Imperio Otomano, conocido popularmente como los "Jóvenes Turcos”. Está estimado que un millón y medio de armenios fueron exterminados entre 1915 y 1923. La población armenia del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial era de aproximadamente dos millones y medio.

A pesar de que la Convención de las Naciones Unidas fue adoptada en 1948, 30 años después de perpetrarse el genocidio, los ciudadanos de origen armenio procuran lograr el reconocimiento oficial por parte de los gobiernos donde ellos se han afincado luego de esos atroces episodios. A pesar de que varios países han reconocido oficialmente el Genocidio Armenio, la República de Turquía como política de estado niega sistemáticamente el mismo. La lucha por el derecho, la verdad y la justicia que llevan adelante los descendientes armenios no ha terminado.

Ni los sobrevivientes del genocidio paraguayo ni sus descendientes han optado por esta vía legal. Tal vez hoy ya sea tarde, pero si es preciso al menos llamar a las cosas por su nombre, evitar los eufemismos confusos y, buscando la verdad y la justicia histórica, designar sin ambigüedades a las masacres de la guerra del Paraguay con su preciso nombre: Genocidio.


Contra la nacionalidad paraguaya


Distinguimos que la ejecución de un genocidio puede ser por motivos “de nacionalidad, etnia, raza o religión”. En el caso puntual del genocidio paraguayo se consumó por motivos de nacionalidad. El objetivo era eliminar la nacionalidad paraguaya, esa peculiar cultura hispano guaranítica que impedía el libre comercio y era un mal ejemplo para los otros países americanos.

Paraguay era la única ex colonia española que había podido consolidar una verdadera nacionalidad, una identidad que ciertamente aparecía como peligrosa para el imperialismo británico: “Insignificante en sí mismo, el Paraguay podía impedir el desarrollo y progreso de todos sus vecinos. Su existencia (la del gobierno de Solano López) era nociva y su extinción como nacionalidad debía ser provechosa para el propio pueblo como también para todo el mundo”. Este texto pertenece a Mr. Washburn, ministro de los EE.UU en Asunción y no expresa su propia opinión sino que se refiere a los conceptos vertidos por el cónsul inglés Edward Thornton en uno de sus informes al Foering Office.


Testimonio genocida de Sarmiento

El genocidio como delito internacional implica la existencia previa de un dolo, de una intención de exterminar, además de una decisión política acompañada de una planificación. En el caso del genocidio armenio la documental existente permite apreciar que hubo decisión política tomada por un Estado (Turquía) y una puntillosa planificación para realizar el exterminio.


Pero en el caso del genocidio paraguayo, tal vez hoy resulte imposible demostrar una planificación por parte de los aliados. Pero, aun así, si se pueden leer cartas como ésta, de Sarmiento, Presidente de la República Argentina durante los últimos dos años de la guerra: “Estamos por dudar que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excresencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.

Esta carta la remite Sarmiento a la pedagoga yanqui Mrs. Mann que desempeñaba un rol de “gurú” moral y educativo del Padre del Aula. Tiene fecha en el año 1877, es decir la escribió siete años después de terminada la guerra (2).

La primera afirmación del texto niega o pone en duda la existencia de la nacionalidad paraguaya: “estamos por dudar que exista el Paraguay”. En los dos párrafos subsiguientes, los vergonzosos calificativos racistas que utiliza para referirse al pueblo paraguayo encuadran perfectamente en la tipificación actual del delito de genocidio en cuanto implica una "una negación del derecho de existencia a grupos humanos enteros”. En este caso, el grupo humano paraguayo, al que Sarmiento no considera humano. El final de la carta es un reconocimiento de los ilícitos cometidos y una franca apología del delito.


La ejecución material

En lo que se refiere a la comisión material del delito, opino que éste se consuma en los tiempos finales de la conflagración. Concretamente el exterminio se produce entre la caída de Humaitá, a principios de 1868, hasta el último combate en Cerro Corá en 1870.

Son durante estos dos años en que las tropas aliadas combatiendo ya casi sin riesgo realizan una acción de persecución y masacre contra el pueblo famélico, apestado e indefenso. Es en éste periodo en que se vio a las “mujeres pelear con los hijos en brazos armadas de lanza y espada... Un suicidio como no se vio nunca” (O’Leary).

No creo que se haya tratado de un caso de suicidio colectivo sino de guerrear para sobrevivir, de pelear para no ser vejadas, se trataba de matar para no morir, de defenderse, esa es la razón por la cual luchaban las mujeres paraguayas.


La masacre de Acosta Ñú


Hay una batalla de la guerra que grafica como ninguna otra la crueldad genocida desatada. En ese curso de muerte, la última ofensiva de los aliados, se produce la masacre de niños en “Acosta Ñú”, el 16 de agosto de 1869. En Acosta Ñu, en lo se pretendió mostrar como una batalla, alrededor de 3000 niños paraguayos enfrentaron a 20.000 hombres del ejército imperial.

El historiador y periodista Chiavenatto, relata pasajes de la mascare: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”……. “después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres”.

El Paraguay, en la actualidad, festeja oficialmente el “Día del Niño” el 16 de agosto en memoria de la masacre de los niños paraguayos.


Responsable material

En cuanto a la responsabilidad material del genocidio juzgo que debe de serle atribuida al ejército brasilero, ya que no hubo soldados argentinos en el desenlace y aniquilamiento final.

La ausencia de soldados argentinos en el escenario de la matanza no libra de la responsabilidad política a Sarmiento, Mitre y a la cúpula dirigencial del liberalismo argentino. Para confirmar nuestra teoría, en mayo 1869 el maestro sanjuanino afirma, profundizando su vocación genocida: "La guerra del Paraguay concluye por la simple razón de que matamos a todos los paraguayos mayores de diez años”.

Pero es un brasilero, el jefe de las fuerzas armadas del Imperio, el que escribe ya sin  eufemismos ni rodeos, el que plantea el genocidio como objetivo militar: “Cuanto tiempo, cuantos hombres, cuántas vidas y cuantos elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra. Para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la madre” (Caxias en informe a Pedro II).

“Hasta el feto en el vientre de la madre”... En esta criminal sentencia encontramos lo propio del genocidio, alcanzar al gen... matar hasta los orígenes mismos de la vida. 


Notas:

1. Pérfida Albión. Expresión anglofóbica que se utiliza para denominar de una manera hostil a Inglaterra. Creada por el poeta hispano –francés Agustín Marie de Ximenez. Albión deriva de “albus”, blanco. Color que tienen los acantilados de Dover cuando se los divisa desde el mar. La expresión “pérfida Albión” fue muy usada por Napoleón y sus oficiales para referirse a su enemigo imbatible: El Reino Unido de la Gran Bretaña.

2. Vocación genocida de Sarmiento. Esa carta puntual que cito es mencionada por algunos historiadores como una carta dirigida a Mitre. Creo, en función de la lectura de diversas fuentes, que eso no es correcto. Son varias las cartas a Mrs. Mann en las que el sanjuanino es explaya sobre el desprecio que siente por los habitantes de nuestros continente. Hay otra carta que Sarmiento sí dirige a Mitre, en ocasión de Pavón, en las que también pone de manifiesto su escaso o nulo respeto por los derechos humanos de nuestros compatriotas: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”.


miércoles, 23 de febrero de 2022

El Tratado del Pilar: Ramírez, el primer pacto preexistente a la Constitución, federalismo y república


(El presente es un texto que fue publicado y difundido por la Comisión para la estudio de la Vida, Obra y Legado de Francisco Ramírez que encabezaba el ex gobernador Jorge Busti, en ocasión del bicentenario del Tratado del Pilar en 2020).

El pacto se firmó luego de la victoria de las fuerzas de Ramírez y López (también acompañados por fuerzas correntinas y misioneras) frente al ejército porteño y unitario en la Batalla de Cepeda del 1 de febrero de 1820.

En la cañada de Cepeda, en una atropellada de las montoneras federales, se definió la suerte del Directorio porteño. El triunfo de Cepeda expresó un enorme hito en la lucha del federalismo argentino, y fue también la primera expresión política de las mayorías populares en favor de la república y el federalismo. La derrota del Directorio Porteño fue el triunfo de la democracia y la muerte definitiva de las aspiraciones monárquicas de los sectores conservadores de las elites porteñas.

Francisco Ramírez, por entonces con tan sólo 34 años, estuvo al frente del Ejército Federal. El historiador entrerriano Aníbal Vásquez, en su obra “Ramírez”, afirma: “El triunfo de Cepeda consagró con rasgos inconfundibles la personalidad política y militar de Ramírez y abrió la conciencia y la mentalidad del pueblo argentino a las auras de las nuevas doctrinas institucionales que deberían imperar en el país, satisfaciendo las aspiraciones de la mayoría democrática… Vientos democráticos de renovación y reformas soplaron desde entonces, infiltrándose en los espíritus, disipando los prejuicios conservadores aceptados en silencio como verdades absolutas…El magno esfuerzo de la democracia gaucha estaba realizado con perspectivas esplendorosas y brillantes…”.

Consecuencia de la batalla de Cepeda, el 23 de febrero de aquel 1820, Ramírez y López firmaron con Sarratea la célebre convención en la capilla del Pilar. Es instrumento jurídico breve, de apenas doce artículos, pero que tuvo repercusiones institucionales e históricas enormes.

El Tratado fue el fin jurídico del proyecto centralista y aristocrático del Directorio Porteño del partido unitario y terminó con las hostilidades de Buenos Aires con las provincias del Litoral.

En términos de nuestra organización nacional, el tratado es uno de los pactos preexistentes a los que refiere la Constitución Nacional de 1853 en su Preámbulo. Es el primero de ellos.

Para los entrerrianos y entrerrianas el Tratado del Pilar significa el primer hecho político e institucional de trascendencia como provincia, la primera manifestación significativa como ente político y soberano. En términos culturales e históricos, fue la primera expresión institucional de la entrerrianía, la primera irrupción de nuestra provincia en el contexto nacional enarbolando las banderas democráticas, igualitarias y federales, que encuentran antecedentes en la causa de José Artigas, el Congreso de Oriente de 1815 y la Liga de los Pueblos Libres.

El Tratado del Pilar fue también la primera expresión constitucional del federalismo argentino. En su primer artículo hace referencia expresa la necesidad de la organización federal del país.

Sobre la significación histórica del Tratado del Pilar y el rol de Francisco Ramírez, el historiador Martín Ruiz Moreno, en su obra “Contribución a la Historia de Entre Ríos” expresa: “Es fuera de duda que el General Don Francisco Ramírez fue uno de los gobernantes de aquella época que más influyó en los primeros años de nuestro organismo republicano, en favor de las ideas federativas… El Art. 1 del tratado público del Pilar establece como un hecho conocido por los gobiernos de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe, el sistema federal… se reconoce como una institución fundamental el régimen federativo, establecido de hecho ya, pero consignado por primera vez en un documento público…”.

Este es el gran valor de Cepeda y del Tratado del Pilar, fue la entrada de los caudillos federales y las masas del Litoral en la historia nacional. Fue el tiempo en que hombres espontáneamente surgidos de sus realidades locales, del pueblo de los rincones del interior federal y profundo, construían la historia. Era tiempo de caudillos que tuvieron la responsabilidad histórica de reencauzar de manera pragmática y progresiva nuestra patria al cauce democrático e igualitario que había nacido en la Revolución de Mayo.

A 200 años del Tratado del Pilar, destacamos que este pacto es una de las grandes glorias históricas de Francisco Ramírez. Por hechos tan significativos como este, que hacen a los pilares sobre los que se construyó la organización nacional, es fundamental, y en especial para las nuevas generaciones, recordar y rendir homenaje a nuestro Francisco “Pancho” Ramírez.

Comisión para la estudio de la Vida, Obra y Legado de Francisco Ramírez.
Dr. Jorge Pedro Busti.

Dr. Alejandro Gonzalo García Garro.
Dra. Flavia Martínez Aquino.
Prof. Rubén Bourlot.