
En primer plano, el Almirante Rojas y el General Aramburu, la esencia de la Revolución golpista, antidemocrática y criminal autodenominada Libertadora.
“El golpe de Estado que me derrocó en setiembre de 1955 fue encabezado por Eduardo Lonardi, un general temulento que ya me había traicionado en Chile veinte años antes, ([i]) y al que por compasión perdoné. No duró en el poder sino unos pocos meses. Lo reemplazó un general que había sido alumno mío en la Escuela Superior de Guerra de nombre Pedro Eugenio Aramburu. Era un verdadero inepto para todo, menos para la perversidad. Al primero lo liquidó la cirrosis. Tuvo el triste fin que se merecía. Del segundo se encargará el pueblo alguna vez. El pueblo no dejará sin venganza los estropicios que nos hizo ese canalla. Aramburu entregó el país a los intereses extranjeros, fusiló sin misericordia a los patriotas que se le rebelaron y mandó a esconder o a destruir (sólo Dios sabe eso) el cadáver de Evita, para que el pueblo no pudiera venerarlo. Esos crímenes nunca quedan impunes. Palabras de Perón a Tomás Eloy Martínez, Madrid 29 de junio de 1966. En "Conversaciones con Perón”.
“..Yo, que amo profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por
mi culpa los argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada
guerra civil”. Carta de Juan Perón del 19 de
septiembre de 1955 dirigida al general Franklin Lucero.
Tras su
apogeo y de ejercer el poder entre los años 1945 y 1955 se da un quiebre en el
eje de poder sobre el cual se sustentó el peronismo. Como consecuencia de esto,
ese mismo año se produce el golpe militar de septiembre del 55, el más grosero
golpe a la voluntad popular en nuestra historia. Perón era un presidente
enormemente legitimado por el pueblo, su legitimidad democrática es
absolutamente indiscutible.
Perón se alzó con su reelección presidencial en las elecciones del 11 de noviembre de 1951 con el
63.40 %, ganando en todas las provincias. En 1954 se llevaron adelante las
elecciones legislativas nacionales y el peronismo sacó el 64.28 %. El mismo 25
de abril de 1954 en forma simultanea se realizaron los comicios para elegir
vicepresidente, cargo que estaba vacante desde el fallecimiento de Hortensio
Quijano, y allí el peronismo también arrasó con el 64.52 %, consagrando a Alberto
Teisaire, quien luego tendría un indigno papel durante la dictadura que derrocó
a Perón.
El peronismo
cae porque se desarticula la coalición que lo había sostenido (es lo que se
denomina, para la sociología política, como “la ruptura del bloque histórico”
según los términos de Gramsci), por los avatares de la historia esa fuerza en
coalición que ejerció el poder durante 10 años se desarticula y si bien jamás
perdió el acompañamiento del pueblo perdió el poder militar, quien apoyado por
el poder económico y los intereses de las élites, fue quien galvanizó la oposición
antiperonista y desencadenó el golpe de 1955.
La caída del
peronismo abrió la etapa de la manifestación más abierta y desenfrenada del odio
político en nuestro país, que dio nacimiento a la persecución institucionalizada.
Un odio político que aún perdura en algunos sectores de la sociedad, pese a los
años que han pasado.
Era, es,
odio de clase, odio éste que se manifestó desde 1955 hasta 1983 con golpes de
estado sangrientos y persecutorios, que cometieron las más flagrantes
violaciones a los derechos humanos de nuestra historia. De hecho, el Golpe del
55 fue un hecho de violencia sin precedentes en la historia del siglo XX y XXI.
En cuatro días de lucha el país quedó ensangrentado y había más de 4.000
muertos, dato este silenciado y ocultado por la historia oficial.
Pero no
pretendo en este artículo abordar las causas y consecuencias del golpe del 55,
sino reconstruir una crónica militar y política de la conspiración y el golpe,
identificando actores, acciones militares, procedimientos y maniobras tácticas y
estrategias que desencadenaron con el fin del primer peronismo y la instauración
de una dictadura infame en Argentina. Divido la nota en tres partes, una que
llamo “conspiración” en la que describo el armado militar y político del golpe
y otra que llamo el “el golpe” en el que pretendo reconstruir el derrotero de hechos
que comenzaron aquel ignominioso 16 de septiembre de 1955 y terminaron con el
exilio de Perón.
A lo último,
en una tercera parte, trato de dar una respuesta al enigma de que por qué Perón
se fue al exilio sin luchar hasta lo último. Debate inconcluso este al que hago
mi aporte.
Escribe: A. Gonzalo García Garro
1. La conspiración
“Era indispensable el apoyo del Ejército, sin
cuyo concurso resultaba imposible una rebelión armada con posibilidades de
éxito. Se establecen los contactos, y el general en actividad don Pedro Eugenio
Aramburu acepta, después de una serie de reuniones, ser cabeza de la
conspiración cuyos hilos pone en manos del coronel Eduardo Señorans, que a la
sazón se desempeñaba en el Estado Mayor del Ejército “. “Mi padre y la
revolución del 55 “, Marta Lonardi, hija de Eduardo Lonardi) ([ii])
Iba creciendo el golpismo
Estamos en 1955. Mientras Perón pretendía se afanaba en
instalar una política de pacificación, varias conspiraciones, con frágiles
vínculos entre sí, aguardaban a la espera de una oportunidad propicia para el
golpe y la sublevación.
A esta altura, el cabecilla más probable de los disidentes
era el General Pedro Eugenio Aramburu, quien estaba en actividad como director
de los cursos para coroneles dictados en la Escuela de Guerra y ostentaba el
rango más alto entre los golpistas. Había un grupo de oficiales jóvenes,
especialmente los que estaban asignados a algunas guarniciones del ejército en
la ciudad de Córdoba, que también operaban para derrocar al gobierno. Contarían
también con la participación del General Lonardi quien por entonces había
pasado a retiro después de la fracasada “chirinada” de Menéndez en 1951.
La presión sobre los conspiradores se hizo más intensa
después del discurso del “Cinco por uno” de Perón. Luego del bombardeo a la Plaza
de Mayo amplios sectores de peronismo estaban resuelto a aplastar cualquier
rebelión militar. Esto provocó que, a principios de septiembre se lanzara una
rebelión prematura en la Cuarta Región militar con asiento en la ciudad de Río
Cuarto, Córdoba, conducida por el General Videla Balaguer. Pero la insurrección
fracasó antes de concretarse.
En la provincia de Córdoba, los oficiales de la Escuela de
Artillería que habían jurado derrocar a Perón se encontraban haciendo maniobras
con sus tropas. Cuando los ejercicios concluyeran a mediados de mes, sus armas
debían ser devueltas, por lo que el momento de actuar se aproximaba inexorablemente.
Se elige la fecha del
16 de septiembre
Isaac Francisco Rojas. |
Y con respecto a la Fuerza Aérea, diría el mismo Perón: “… la
Marina, ya comprometida con los hechos del 16 de junio, trató de ganar la causa
de la revolución también a la Aeronáutica. Donde no llegó la persuasión llegó
el dinero y el dinero se mostró más fuerte que todas las razones” (Juan
Domingo Perón, “Del poder al exilio”).
Evaluando todos los factores, Aramburu, llegó a la conclusión
de que un levantamiento armado con tan pocas unidades del ejército y en esas
circunstancias no podía tener garantía de éxito y se retiró de la participación
activa.
![]() |
Pedro Eugenio Aramburu. |
Lonardi recibió en herencia los distintos grupos insurgentes
que antes habían respondido a la conducción de Aramburu y estableció contactos
con la Marina. El día 11 de septiembre dio a conocer en una reunión su plan de
acción que se iniciaría el día 16 de septiembre a las 00.00 horas.
El Plan golpista, los
actores civiles
El plan subversivo consistía en lograr sublevaciones
simultáneas de guarniciones del ejército en Córdoba y en el resto del país, la
totalidad de la flota de mar, importantes instalaciones navales y varias
unidades de la fuerza aérea. El primer objetivo y a la vez el más crítico, era
Córdoba. Una vez que cayera esta ciudad, los sublevados se dirigirían al este
hacia Santa Fe, y luego marcharían rumbo al sur en dirección a Buenos Aires.
Mientras tanto la flota iniciaría un bloqueo al Río de la Plata con el objetivo
de estar en posición cuando llegara el momento del asalto final a la Capital.
Era una estrategia ambiciosa que dependía de que los primeros
sublevados en Córdoba pudiesen mantenerse firmes en sus posiciones durante 48
horas y así atraer a otros oficiales que aún no se habían comprometido y darle
al movimiento un ímpetu irreversible.
El movimiento “rebelde” contaba con aliados en Uruguay. En
Montevideo, desde junio de 1955 funcionaba un comando revolucionario y el
presidente uruguayo Batlle Berres mantenía permanente comunicación con los
rebeldes asilados y, la embajada uruguaya en Buenos Aires actuaba como órgano
adelantado en Buenos Aires. “El gobierno
del Uruguay, quebrantando todas las normas del derecho internacional en abierta
violación de la Carta de la Organización de los Estados Americanos, no sólo
amparó, ayudó y cubrió la acción revolucionaria en la persona de los conspiradores,
sino que puso a su disposición dinero, medios y aun el Estado para el logro de
sus designios”, escribiría Perón tres años más tarde en “La fuerza es el
derecho de las Bestias”.
Las emisoras radiales uruguayas fueron permanentes agentes de
perturbación y propaganda contra el gobierno peronista y durante la sublevación
sirvieron de enlace entre los distintos focos rebeldes.
Para terminar de crear el clima necesario para la sedición
inminente, en Buenos Aires, la Acción Católica y algunos colegios religiosos
comenzaron a provocar desmanes en las altas horas de la noche. Las reuniones
eran organizadas por la Curia Metropolitana que había dispuesto la realización
de misas en la noche después de la cuales, la oposición ganaba la calle con
actos relámpagos y enfrentamientos con la policía.
Perón había delegado el mando a los generales conducidos por
Lucero que era el comandante en jefe y éste no estaba al tanto de los
movimientos de tropa en Córdoba a pesar de haber viajado a la ciudad
mediterránea. Lonardi llegó a Córdoba en ómnibus el día 14 de septiembre a la
noche, estuvo un día escondido en la casa de su cuñado, el dirigente
nacionalista católico Clemente Villada Achával y el día 15 por la tarde la
Marina de Guerra encendió la luz verde cediendo el paso para lo que se llamaría
la “Revolución Libertadora”.
2. El golpe del 55
“Señores: vamos a
llevar a cabo una empresa de gran responsabilidad. La única consigna que les
doy es que procedan con la máxima brutalidad”.
Palabras pronunciadas
por Lonardi al grupo de personas que lo acompañaba al momento de comenzar la
sublevación según el libro “Mi padre y la revolución del 55 “de Marta Lonardi.
Lonardi y Córdoba, la
hora y zona 0 del golpe
En las primeras horas del 16 de septiembre de 1955, el
general Eduardo Lonardi, junto con una docena de oficiales y civiles, salió de
una finca situada en la localidad cordobesa de La Calera. Ingresó en la Escuela
de Artillería, donde se le facilitó el acceso. Entró en el dormitorio del
coronel jefe de la unidad, lo intimó a sumarse a la revolución y, ante un amago
de resistencia, le disparó un balazo que le rozó la oreja. La consigna que
había impartido a su gente –“proceder con la máxima brutalidad”– rindió efecto.
![]() |
Eduardo Lonardi. |
La situación fue en un momento tan crítica para los golpistas
que Lonardi admitió una eventual derrota, pero, casi de inmediato, de manera
salvadora, llegó una oferta de parlamentar. Entonces, según un conocido relato
de Luis Ernesto Lonardi, el jefe golpista invitó al jefe leal a dar por
terminada la lucha. Esta, afirmó, será la última revolución, “la que sin
vencedores ni vencidos afirmará la unidad de los argentinos”. “Brizuela lamentó (continúa narrando el
hijo del general insurrecto) que se
hubiera derramado sangre de hermanos, mientras Lonardi le aseguraba que por
haber luchado con valor se le rendirían honores”. Fue como un intento fugaz
de tregua, pero los enfrentamientos armados continuaron toda la jornada.
Las radios tomadas por la Aeronáutica, cuyas fuerzas también se
habían rebelado, convocaban a la insurrección. En una proclama firmada por el
futuro presidente Arturo Illia (al cual el anti peronismo hace esfuerzo por
mostrar como un estadista y un demócrata y en realidad fue un golpista en el
55, presidente electo con el 25% de los votos en 1963 y con el peronismo
proscripto, y un gobernante inútil e incapaz en todos los aspectos) y otros
dirigentes radicales cordobeses, se decía: “ciudadanos:
a la calle a defender la libertad, la democracia, la justicia y la paz de la
familia argentina”.
El gobernador de Córdoba, Raúl Lucini, que se había instalado
en la jefatura de policía, en el viejo Cabildo, partió con rumbo desconocido en
las primeras horas de la tarde. Luego, con la ciudad en estado de caos, el eje
de la acción se trasladó a la céntrica plaza San Martín, donde una columna
integrada mayoritariamente por civiles, con el general Dalmiro Videla Balaguer
y el comodoro Krause al frente, tomó la sede policial después de un sangriento
tiroteo.
Como los rebeldes carecían de infantería, civiles armados y
dirigidos por oficiales de la Aeronáutica, se encargarían de ocupar la CGT, el
Aeropuerto y la comisaría situada en el barrio Clínicas. Estos civiles, que se autoproclamaban
“comandos civiles” habían esperado desde muy temprano la oportunidad de entrar
en acción; unos eran estudiantes reformistas, comunistas y socialistas de las
distintas facultades de la Universidad Nacional de Córdoba; otros, activistas
católicos y miembros del patriciado local más conservador; otros, los más,
militantes radicales del sabatinismo.
Al anochecer, mientras nuevos voluntarios se sumaban al
alzamiento, se sabía en el comando rebelde, que unidades poderosas de
guarniciones leales vendrían a reprimirlos. Lonardi en ese momento estaba
incomunicado y desconocía que ocurría con sus aliados de la marina y con las
demás unidades comprometidas.
El golpe avanza en el
resto del país
Hubo alzamientos del ejército en Mendoza y San Juan y ambas
provincias quedaron bajo el control de los “revolucionarios” golpistas. En
Curuzú Cuatiá, Corrientes, Aramburu cambió insólita y sorpresivamente de idea y
se hizo cargo del comando de las fuerzas rebeldes de la región, pero las tropas
leales lograron rodearlos y Aramburu se vio forzado a huir.
La operación naval del levantamiento se desenvolvió sin
inconvenientes. Los buques de guerra anclados en Bahía Blanca, y Puerto Madryn
respondieron a los rebeldes como estaba previsto y una flota de buques de
guerra comenzó a agruparse y dirigirse hacia el norte a lo largo de la costa de
la Provincia de Buenos Aires. Fracasó, en un principio, la sublevación en
Puerto Belgrano debido a la resistencia de una unidad del ejército leal al
gobierno, pero los rebeldes consiguieron recuperar la base después de una larga
lucha.
En la mañana del día 16 de septiembre mientras las
informaciones sobre las diferentes asonadas iban llegando a la ciudad de Buenos
Aires, ya se podía apreciar con claridad que lo que estaba ocurriendo no era
una chirinada más sino un esfuerzo serio y coordinado para derrocar el
gobierno. Grupos de civiles armados salieron a las calles dando cumplimiento al
plan de tomar emisoras de radio, pero la policía fácilmente pudo reprimirlos.
Alrededor de la Casa Rosada y a lo largo del puerto fueron colocadas baterías
antiaéreas. A pesar de todo este movimiento, la ciudad capital seguía
respirando un clima de sosiego. Los enfrentamientos armados no tenían esta vez
como centro a la ciudad de Buenos Aires como ocurriera en otros golpes de
estado.
Perón, Lucero y el
sublevamiento de Córdoba
Perón mantuvo una conferencia con el general Lucero y el
resto de los miembros del comando en jefe del ejército en el Ministerio de
Guerra a fin de analizar el cuadro de situación. Lucero toma la responsabilidad
de defender el gobierno y Perón quedó aparentemente satisfecho y tranquilo en
dejar la conducción de la represión en manos de sus generales.
![]() |
Juan Perón (izquierda) junto a Franklin Lucero (derecha) |
Los golpistas toman el
control. La carta de Perón
Temprano, en la mañana del día 19 de septiembre se produce un
bombardeo de los depósitos petrolíferos de Mar del Plata por parte del crucero
“9 de Julio” incendiándose el combustible y las instalaciones. A las 08.10 el
gobierno nacional recibió un ultimátum de los rebeldes bajo la amenaza de
bombardear las destilerías de La Plata y la ciudad de Buenos Aires si no se
rendía. El plazo vencía a las 12.00 del mismo día.
Perón, muy consternado por el bombardeo y la amenaza, le
envía a Lucero una carta que fue tomada por éste como la renuncia del
presidente. El texto de la carta es ambiguo y no es una renuncia expresa sino
un renunciamiento para lograr la pacificación. Tal vez Perón envía la carta
para ganar tiempo o para darles a los generales, con el contenido de la misma, margen
en las negociaciones. Pero, en esa carta, Perón no renuncia expresamente a la
presidencia de la Nación.
A continuación, sobre el mediodía, el General Franklin Lucero
lee un comunicado por radio en el que invita a los revolucionarios a una
negociación para evitar más derramamiento de sangre e intentar solucionar el
conflicto. Se trataba del principio del fin: el Ejército aceptaba la derrota de
Perón y en adelante trataría de que esa derrota no fuera propia. A partir de
aquí, los mandos militares “leales”, tomaron en sus manos la situación y
comenzaron las tratativas con los rebeldes. Ante la exigencia de Lonardi de
que, ante todo, debían contar con la renuncia del presidente, los generales le
anuncian que Perón ha renunciado. De inmediato una Junta Militar compuesta por
generales de alta graduación entre los que se contaba a Raúl D. Tanco, Juan J.
Valle y José D. Molina más un almirante y un brigadier se hizo cargo del poder.
Esa noche misma, en la residencia de Olivos, Perón hace un
último intento de convocar un grupo de generales adictos, pero no consigue
reunirlos. La Junta prosigue con las tratativas por su cuenta. En términos militares,
Perón se queda solo.
Del poder popular al
exilio
![]() |
Perón en la cañonera Paraguay. |
El plan del embajador paraguayo era poner a Perón a buen
resguardo a bordo de la cañonera “Paraguay” que se encontraba en reparaciones
anclada en el puerto de Buenos Aires. El embajador pensaba con acierto que en
caso de querer atentar contra la vida de Perón sería más fácil defender al
asilado en la cañonera de bandera paraguaya ([iii]).
A media mañana Perón llega al puerto. El capitán estaba a
bordo listo para recibirlo y escoltarlo. Subió al buque de guerra. Iban a pasar
17 años antes de que volviera a poner pie en suelo argentino.
3. ¿Por qué abandonó
Perón el poder sin luchar hasta lo último?
“..Yo, que amo profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por
mi culpa los argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada
guerra civil”. Carta de Juan Perón del 19 de
septiembre de 1955 dirigida al general Franklin Lucero.
![]() |
"Del Poder al Exilio", una edición especial del Instituto Nacional Juan Domingo Perón de mi biblioteca. Regalo de Lorenzo Pepe. |
Una de las explicaciones hace recaer la responsabilidad de su
caída sobre los generales a quienes confió la defensa del gobierno y que lo
traicionaron. En un libro escrito poco después de su caída, “Del poder al
exilio”, señala que, el instante de la traición, se produjo cuando los
generales interpretaron el texto de la carta como una renuncia. Unos pocos
meses más tarde, en una entrevista periodística, Perón amplió esta acusación
diciendo que también los culpaba de haber vacilado en el esfuerzo por acabar la
rebelión y de haberlo convencido de que no repartiera armas entre los obreros.
Porque el triunfo militar del gobierno era un hecho,
especialmente considerando la inminente derrota de Lonardi en Córdoba. Sin
embargo, el alzamiento de casi la totalidad de la Marina, el control de una
parte del territorio nacional por los rebeldes alzados en Cuyo y el compromiso
asumido por civiles para combatir al gobierno hasta su derrocamiento, hacía
presumir que, aunque Córdoba cayera, la guerra civil era un hecho inminente y
amenazador.
Aún en el caso de que Perón, hubiera efectivamente pensado
que podía aplastar la rebelión, opta igualmente por retirarse de la lucha. A
menudo se refería a la terrible tragedia de la guerra civil española, (cuyas
consecuencias él había tenido oportunidad de ver con sus propios ojos), como
una razón suficiente para evitar un holocausto similar en la Argentina. Él
sabía muy bien lo que hacía falta para derrotar a los rebeldes en una guerra prolongada,
pero, asimismo, percibía lo que se necesitaría para gobernar el país una vez
concluido el conflicto. Sólo iba a ser posible una dictadura férrea y no valía
la pena luchar para obtener ese tipo de victoria que sería ineludiblemente
pírrica. En cuatro días de lucha feroz el país ya estaba ensangrentado y se
contaban más de 4.000 muertos….
Tal vez Perón vio la guerra civil ante él abierta como un
abismo. Por eso se retiró: “Yo, que amo
profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por mi culpa los
argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada guerra civil” escribe
en la carta del 19 de septiembre dirigida al general Lucero, que termina, con el
siguiente mensaje: “Será la historia
quién se pronunciará sobre mi decisión y dirá si he tenido razón en comportarme
así”.
[i]
Efectivamente en el año 1936 Perón fue designado agregado militar en Chile
cargo que mantuvo hasta el año 1938. Las relaciones bilaterales eran frías y
había cierta tensión por diputas limítrofes en el sur. En ese cargo fue
promovido a Teniente Coronel y supuestamente habría montado una pequeña red de
espionaje para obtener información sobre las fuerzas militares chilenas. Tal
vez toda esta tarea despertó una cierta sospecha en los servicios de
inteligencia militar chilena, pero estos nunca intentaron detenerlo. Al
contrario, esperaron y actuaron en contra de su sucesor, el entonces mayor
Eduardo Lonardi. Fue descubierto mientras estaba tomando fotografías de
documentos secretos. El mayor Lonardi fue declarado persona no grata y fue
retirado de la agregaduría. El incidente no generó problema en la carrera de
Lonardi pero si cierta inquina en la relación ya que Lonardi lo acusaba a Perón
de que este no le había advertido del peligro que podía correr. Dos décadas más
tarde, en las idas y vueltas de la historia, Lonardi y Perón quedaron
nuevamente enfrentados.
[ii]
Para la elaboración y tratamiento de este período histórico he recurrido a
fuentes escritas en el fragor de la lucha que son evidentemente tendenciosas.
No obstante son aprovechables ya que en ellas se puede advertir la magnitud y gravedad
de estos hechos históricos tan cercanos al presente de los argentinos. Entre
otros libros: “Crónica de la Revolución Libertadora” de Bonifacio del Carril; “Dios
es Justo” de Luis Eduardo Lonardi; “Mi padre y la Revolución del 55 “de Marta
Lonardi; “El precio de la lealtad” del General Franklin Lucero; y “Dos veces
rebelde” del Almirante Aníbal Olivieri. Igualmente he recogido los testimonios
del General Perón en el exilio publicados en varios libros y la ineludible
“Correspondencia Perón- Coocke “.
[iii]
Perón estuvo refugiado en la cañonera paraguaya desde el día 20 de septiembre
hasta el 3 de octubre. Fueron trece días donde se vivió un clima de gran
tensión por diferentes posibilidades que se conjeturaban: Que Perón bajase en
Rosario y desde allí intentara el retorno. Que comandos de la Marina atentaran
contra su vida. Que civiles antiperonistas atacaran o tomaran el buque entre
otras. El canciller del gobierno recién asumido, Mario Amadeo encabezando una
comisión oficial subió a la cañonera para garantizarle su vida y evitar un
incidente internacional. Finalmente,
Perón abordó un hidroavión Catalina que escoltado por dos aviones paraguayos se
dirigió a Asunción del Paraguay. El copiloto del hidroavión no era nada más ni
nada menos que el General Stroessner, presidente del Paraguay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario