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Francisco “Pancho” Ramírez |
El 1 de febrero de 1820 ocurrió la Batalla de Cepeda que puso
fin al proyecto oligárquico del Directorio de Buenos Aires, derogando de facto
la organización constitucional aristocrática de 1819. Las montoneras de Ramírez
y López entran en Buenos Aires y atan la caballada a la Pirámide de Mayo recién
construida. Comienza lo que la historia liberal mitrista denominó la “Anarquía
del Año XX”.
Más que “Anarquía”, en el año 1820 se empieza con un proceso
de reencuentro con la realidad natural y desnuda de un pueblo que se alza en
contra de una Constitución y un régimen de gobierno elitista y antipopular, con
la pretensión política de sustituir las jerarquías de la sociedad colonial por otras que
contuvieran los valores igualitarios asumidos en la Revolución de Mayo. Y a
ese proceso lo encarnan los caudillos federales, con un protagonismo central de
Francisco “Pancho” Ramírez.
Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro
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“El año 20, decían los aristócratas, era el que debía marcar
el fin de la revolución, estableciendo el poder absoluto para consumar nuestro
exterminio repartiéndose entre si los empleos y riquezas del país a la sombra
de un niño coronado que ni por sí ni por la impotente familia a que pertenece
podía oponerse a la regencia intrigante establecida y sostenida por ellos
mismos”. Francisco Ramírez.
El proyecto de la
oligarquía porteña y la
Constitución de 1819
A mediados de la primera década del Siglo 19, el antiguo
virreinato del Río de la Plata
ya se perfilaba como un país, faltaba formalmente declarar la independencia de
España, las condiciones internacionales apremiaban y los movimientos
revolucionarios la exigían. De tal manera el Congreso reunido en Tucumán en
1816 homologa estos hechos enunciando que "las Provincias de la
Unión fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de
España y su metrópoli". Y ..."declaramos
solemnemente a la faz de la tierra que es voluntad unánime e indubitable de
estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de
España, recuperar los derechos de que fueron despojadas e investirse del alto
carácter de nación libre e independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y
metrópoli".
Una vez declarada la independencia quedaba un problema a
resolver. La pregunta era la siguiente: ¿Qué forma de gobierno elegir? En el
congreso de Tucumán se planteó seriamente la posibilidad de convertir al país
en una monarquía. Napoleón había sido definitivamente vencido y en Europa
señoreaba la Santa
Alianza , que era un conjunto de monarquías aliadas muy
reaccionarias, que se oponían a la constitución de republicas ya que éstas eran
sinónimos de subversión, caos, ateismo y jacobinismo.
Los impulsores de esquemas monárquicos no tenían todos las
mismas motivaciones. No se puede equiparar el monarquismo de San Martín, que
proponía además una monarquía parlamentaria, admitiendo en la monarquía la
posibilidad de un gobierno fuerte adecuado a las características y las grandes
extensiones del país. No se lo puede comparar, repito, con el concepto
monárquico de un Manuel José García enajenado por fuerzas internacionales. Y
cosa parecida ocurría con los republicanos. Algunos de los republicanos criollos
coincidían en los intereses con Inglaterra. Gran Bretaña, estaba mucho mas
interesada en instalar una republica en el Plata porque resultaba un régimen de
más fácil penetración y dominación en razón a las propias tendencias y
contradicciones del republicanismo como sistema. Los federales de las primeras
dos décadas revolucionarias eran republicanos, porque asumían en el
republicanismo la tendencia popular hacia el pluralismo democrático, por
reacción histórica contra el unitarismo centralista establecido por los
virreyes.
Algunos hombres importantes, Belgrano entre ellos,
aconsejaron erigir una monarquía. La propuesta tuvo algunas posibilidades de
cristalizar a través de gestiones diplomáticas muy complejas en Europa; también
se barajó la idea de restaurar el trono de un Inca. Sin embargo, y más allá de
las tratativas, estos proyectos no fueron más que sondeos de opinión que por
más exigua que fuese, repudiaba la posibilidad de un monarca en Buenos Aires:
eso habría sido el fin de la
Revolución iniciada en 1810 que encontraba en Mariano Moreno
a su pro hombre. El Pueblo, a pesar de ser en ese entonces (como lo es ahora)
una entidad heterogénea, variopinta, impalpable, rechazaba esa posibilidad y
prefería una opción mas abierta y democrática.
De manera tal que el Congreso en principio descarta el sistema
monárquico. Pero deja aún abierta la posibilidad para que sigua siendo tratada
en Buenos Aires cuando sigua sesionando el Congreso para dictar una
constitución. Ese vacío legal es llenado por los unitarios.
Corolario de lo dicho, en abril de 1819, el Congreso
sanciona una Constitución, unitaria y absolutista, que no era ni monárquica ni
republicana pero que dejaba las puertas abiertas para la entrada de un príncipe
o un infante. Se trataba de una Carta Magna aristocratizante, con un Senado
formado por delegados por las provincias, pero que al mismo tiempo incluía
personajes designados por su propio carácter, tales como: rectores de
universidad, generales, obispos etc. El texto no mencionaba la palabra
república.
La llamada constitución de 1819 no tuvo prácticamente
vigencia y no funcionó porque la disidencia federal era ya muy grande, como muy
profunda era también la desconfianza de los pueblos frente a las intrigas
monárquicas de los porteños. Así las cosas, y después de una serie de hechos
políticos y militares menores se sanciona la Constitución y esto
resultó una afrenta, una provocación para los pueblos del interior que
conducidos por Ramírez y López marchan con sus montoneras gauchas hacia la
ciudad Buenos Aires.
Pintura alegórica de la Batalla de Cepeda. |
En octubre de 1819 se reúnen los dos jefes, Ramírez y López,
en Coronda para establecer planes comunes. Días después, el entrerriano lanza
una proclama declarándole la guerra al Directorio, sostén político de la Constitución
aristocrática y antipopular, e invitando a sus paisanos a compartir la
insurrección.
Allí está ahora, Francisco "Pancho" Ramírez, como
jefe supremo de los ejércitos federales en el umbral de la historia. Está
frente a sus "Dragones de la
Muerte " como se llamaban las disciplinadas montoneras
entrerrianas. Conduce también a los dragones santafesinos de López, los
guaraníes de Misiones, los mocovíes del Chaco y toda la montonera artiguista.
En ese momento el régimen directorial se derrumba.
Pueyrredón renuncia al Directorio y asume Rondeau. El mismo
Rondeau que nueve años antes fuera convencido por Ramírez para desertar del
ejército español e ingresar a las filas revolucionaria artiguistas. El mismo
Rondeau que está frente a él, comandando las tropas porteñas.
El Director Rondeau pide auxilio a los ejércitos regulares.
Ya se sabe que el General San Martín, fiel a su conducta patriótica, popular y
revolucionaria, se niega a desenvainar su gloriosa espada en esta guerra civil,
mucho menos en contra del pueblo. Sólo le queda al Directorio el veterano
Ejercito del Norte comandado por Belgrano al que Rondeau pide auxilio. Esta
fuerza se niega también a participar en la contienda civil, se amotina en
Arequito y esa sublevación deja al Directorio -ya debilitado políticamente- en
un estado de total vulnerabilidad militar.
El 1º de febrero de 1820 en la cañada de Cepeda, en una
atropellada de las montoneras federales se sella la suerte del Directorio
oligárquico.
El historiador entrerriano Aníbal Vásquez escribe en su
libro "Ramírez": "El
triunfo de Cepeda debe considerarse como el bautismo de sangre del federalismo
argentino, y como la primera afirmación colectiva de la mayoría popular a favor
de la organización nacional, republicana, democrática y federal".
Bisagra histórica, lo
militar y lo jurídico-político
Políticamente, institucionalmente había caído por primera
vez desde 1810 la autoridad nacional, por primera vez desaparecía una entidad
estatal que había ejercido, a veces solo formalmente, el poder sobre todo el
antiguo virreinato.
Los sectores oligárquicos de Buenos Aires entran en pánico
ante una supuesta posibilidad de "invasión" de las tropas federales.
Vicente Fidel López, el ensayista quintaesencia de la versión mitrista de
nuestra historia, expresa su repugnancia cuando relata el episodio: ... "numerosas escoltas (de Ramírez y López)
compuestas de indios sucios y mal trajeados a término de dar asco ataron sus
caballos en los postes y cadenas de la Pirámide de Mayo mientras sus jefes se solazaban
en el salón del ayuntamiento". Relato que habla por sí solo acerca del
desprecio y el odio que siente la oligarquía y la antipatria por la causa
federal y el recuerdo de la Batalla
de Cepeda.
Las montoneras de Ramírez y López entran en un Buenos Aires
y atan la caballada a la
Pirámide de Mayo recién construida...Comienza lo que la
historia liberal denominó la "anarquía del año '20″. Más que
"anarquía" en el año 20 se empieza con un proceso de reencuentro con
la realidad natural y desnuda de un pueblo que debía sustituir las jerarquías
de la sociedad colonial por otras que contuvieran los valores igualitarios
asumidos en la Revolución
de Mayo.
Ese es el valor de Cepeda y de la entrada de los caudillos
del litoral a Buenos Aires. Fue una directa confrontación con la verdad
nacional, que en 1820 era cruel y la guerra era la continuación de la política
por otros medios. Para aprender esa verdad no servían los argumentos de los
doctores unitarios y sus leyes y constituciones. Servían sí esos hombres
espontáneamente surgidos de sus realidades locales, de los rincones del
interior federal y profundo. Ellos, los caudillos, tuvieron la responsabilidad
histórica de encauzar de manera pragmática y progresiva esa fluida verdad
nacional que desfilaba a caballos por las calles de Buenos Aires. Esta es la
gran gloria histórica de nuestro "Pancho" Ramírez.
Excelente artículo, sólo una inquietud con respecto a la pintura alegórica; si bien es eso sólo una pintura alegórica, corresponde a la segunda Batalla de Cepeda (1859). Fundamento mi comentario en el detalle de la bandera de Uruguay la cual se utilizó recién en 1828.Salvo que sea un error del pintor. Saludos cordiales.
ResponderEliminarChumbiau
Excelente comentario. Efectivamente tenés razón, de una galería de pinturas puse el link de otra. Muy buen aporte. Muchas gracias por el comentario. Es una persona entendida parece, por lo que vale el doble el elogio. Saludos cordiales.
ResponderEliminarMuchas gracias! todos los artículos son de valioso aporte; soy el jordanista que, aunque sea por la barba, quiere emular a Dn. Ricardo López Jordán.
EliminarAbrazo.
Jesús Álvarez
Lo de Chumbiau fue por el comandante jordanista Romero (Fermín Chávez fue guionista de una historieta llamada "El Chumbiau" con diujos de Arancio. La historieta se publicó como tira diaria en el diario Clarín entre 1967 y 1971).