“La unidad del
país estaba en peligro. Ahora bien, como lo dice Hegel en su folleto sobre la
Constitución alemana de 1802, los hechos necesarios para procurar una
unificación no son jamás hijos de la reflexión, sino de la violencia. Los
alemanes de principios de siglo, como los argentinos de la época de Rosas, sólo
conocían el aislamiento...”.
Julio Irazusta.
“Ensayo sobre Rosas y la suma del poder”.
La “campaña” contra Rosas
Casi nada quedó por decir en contra de Rosas. Ni siquiera se libró de los tendenciosos análisis cuasi científicos del médico Ramos Mejía que en su alucinación positivista llegó a escribir “Hasta en la forma de su cabeza había condiciones orgánicas que favorecían la producción de su imbecilidad moral” (“Rosas y su tiempo”, 1907).
Nuestra historia oficial hizo de Rosas y su tiempo una leyenda negra. El partido unitario se encargó, durante los 25 años del régimen rosista, de inundar la prensa internacional con historias sobre la tiranía sangrienta, el déspota y sus bufones, la crueldad de su mujer doña Encarnación Ezcurra, las supuestas perversidades de Rosas, los sangrientos degüellos de la Mazorca, el caso de Camila O´Gorman y otras “atrocidades varias” cometidas por el Restaurador. Los unitarios, desde el exilio, en su mayoría gente “ilustrada”, utilizaron ésta arma con tesón e inteligencia. Luego de Caseros, cuando los emigrados retornaron al país, lo hicieron con sus espíritus cargados de odios y resentimientos contra el gobierno de Rosas y, continuaron explotando la leyenda de la tiranía para ejercer una verdadera tiranía, infinitamente peor.
Casi nada quedó por decir en contra de Rosas. Ni siquiera se libró de los tendenciosos análisis cuasi científicos del médico Ramos Mejía que en su alucinación positivista llegó a escribir “Hasta en la forma de su cabeza había condiciones orgánicas que favorecían la producción de su imbecilidad moral” (“Rosas y su tiempo”, 1907).
Nuestra historia oficial hizo de Rosas y su tiempo una leyenda negra. El partido unitario se encargó, durante los 25 años del régimen rosista, de inundar la prensa internacional con historias sobre la tiranía sangrienta, el déspota y sus bufones, la crueldad de su mujer doña Encarnación Ezcurra, las supuestas perversidades de Rosas, los sangrientos degüellos de la Mazorca, el caso de Camila O´Gorman y otras “atrocidades varias” cometidas por el Restaurador. Los unitarios, desde el exilio, en su mayoría gente “ilustrada”, utilizaron ésta arma con tesón e inteligencia. Luego de Caseros, cuando los emigrados retornaron al país, lo hicieron con sus espíritus cargados de odios y resentimientos contra el gobierno de Rosas y, continuaron explotando la leyenda de la tiranía para ejercer una verdadera tiranía, infinitamente peor.
Dueños del gobierno y de los medios de prensa repitieron sistemáticamente la leyenda de los horrores del tirano hasta convertirla casi en una historia, haciendo que las nuevas generaciones se educaran en los colegios aprendiendo en libros que repetían como cosa cierta lo que la prensa partidaria de la época publicaba.
Sobre la violencia en
la época de Rosas
No
cabe duda que Rosas procedió con violencia contra sus enemigos políticos. Una
violencia que mirada desde nuestro presente no se podría justificar. Pero es
imperativo evaluar y calificar la violencia del régimen rosista en su momento
histórico concreto, comprenderla en el marco de la cultura y las costumbres de
la sociedad en esa época; en fin, advertir que las circunstancias en que Rosas
inició su gobierno no eran excepcionales en nuestro país, sino en todo el mundo
occidental.
Veamos...
¿Cómo se encontraba la civilizada Europa a principios de 1830? ¿En que
consistía la acción y los métodos políticos en el mundo occidental? ¿Cómo
resolvían los conflictos sociales y económicos los actores en pugna?
¿Funcionaban las instituciones? ¿Cómo?:
“En
casi toda la extensión de Europa la regla era un orden policial, bajo el cual
se perseguía como criminales a quienes más tarde se aclamaría como
libertadores. Las ejecuciones sangrientas eran la respuesta de cada conato de
insurrección y las mazmorras estaban llenas de prisioneros. En ese panorama
general de revolución y guerra civil no había quedado incólume ni la insular
Inglaterra, cuna de libertades, que había debido aplastar pocos años antes a
sangre y fuego la agitación provocada por la reforma electoral”.
“Por
lo que hace a España, la guerra entre liberales y tradicionalistas había
recrudecido a raíz de la segunda intentona del infante don Carlos, iniciada a
mediados de 1834, con igual ferocidad por ambos bandos, matanzas de frailes y
ejecución sistemática de los prisioneros, como si cada partido buscase la
garantía de su triunfo en el exterminio del contrario. Estas noticias llenaban
las gacetas de Buenos Aires durante los meses en que se preparó el advenimiento
de Rosas al poder”.
De
esta manera revela Ernesto Palacio que, la agitación existente en el Río de la
Plata era, en alguna medida, un reflejo de la situación contemporánea de
Europa. Es necesario entonces concluir que no era Argentina en ese tiempo un
país especialmente violento o “bárbaro” o al menos lo era en la misma medida de
los países europeos.
En
lo que se refiere a los orígenes de la violencia desatada en nuestro país
durante el periodo de Rosas, encuentro que, nada puede ser más esclarecedor que
la mirada que Ernesto Quesada tiene sobre la cuestión:
“El tremendo error político del atentatorio derrocamiento del gobierno
del virtuoso Las Heras, para lanzarnos en la aventura presidencial de
Rivadavia, la cruel falta del motín contra el gobierno de Dorrego y el
fusilamiento de éste: tal ha sido el punto de partida de todos nuestros males.
“La
tiranía de Rosas con todos sus excesos vino de ahí: las luchas que siguieron
fueron sin cuartel; las pasiones no conocían frenos. No puede condenarse a
Rosas como si fuese un aborto del infierno, o un aerolito caído sin precedentes
en este país: la época que gobernó tuvo su culpa completa en todo ello, y la
oposición unitaria, tan culpable ante la historia por su ineptitud y sus
crímenes anteriores, no puede pretender patente limpia. Aparte de su alianza
inmoral con los enemigos extranjeros, no puede quejarse de haber sido
perseguida “igni et ferro”; no sólo ella llevaba la lucha de la misma manera,
sino que la primera había proclamado ese horrendo sistema.”
¿Quiénes inventaron la
historia y porqué?
Volvamos
ahora a la construcción de la leyenda sobre la sangrienta tiranía de Rosas.
¿Quiénes inventaron la historia y porqué? ¿A quién iba dirigida la historia?
¿Qué público leía esta farsa y que magnitud internacional tuvo?
En cuanto a
las dimensiones internacionales de la leyenda y la popularidad lograda por Don
Juan Manuel leemos:
“Simón
Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de
Buenos Aires. El nombre de Washington es adorado en el mundo, pero no más
conocido que el de Rosas. Los Estados Unidos a pesar de su celebridad, no tiene
un hombre público más conocido que Rosas. Se habla de él popularmente, de un
cabo al otro en América sin haber hecho tanto como Cristóbal Colón. Se lo
conoce en el interior de Europa... no hay lugar en el mundo donde o sea
conocido su nombre porque no hay uno donde no llegue la prensa que hace diez
años repite su nombre. ¿Qué orador ¿ qué escritor célebre del siglo XIX no lo
ha nombrado, no ha hablado de él muchas veces?...Dentro de poco será un héroe
de romance... La República Argentina ha avanzado en celebridad y nombradía... El “Times” de Londres, primer
papel en el mundo, se ha ocupado quinientas veces de Rosas no importa en qué
sentido. “La Revista de los dos Mundos”, “El constitucional”, “La Prensa”, “El
diario de los Debates”, y todos los periódicos de París se ocupan del Plata
desde hace ocho años con tanta frecuencia como de un estado europeo... El oro
argentino es el primero que se haya empleado para comprar escritores
extranjeros, en Europa y este continente, con el fin de que se ocupen de Rosas.
No hay prensa mas conocida en toda América del Sud que la de Buenos Aires.
Rosas ha dado tanta atención a su prensa como a sus ejércitos”.
Estas
asombrosas cavilaciones pertenecen nada menos que a Juan Bautista Alberdi, que
desde su exilio chileno en 1847 las exponía en una de sus correspondencias. En
esta carta hasta parecería que envidiara la popularidad que el Restaurador
tenía en el mundo lograda a través de la prensa.
Rosas y la prensa
Analizando
el texto de Alberdi advertimos que contiene tres afirmaciones muy importantes
para comprender este proceso: a) Rosas tiene una inmensa popularidad en el
mundo; b) los escritores y periodistas extranjeros eran comprados con oro
argentino; y c) a Rosas “la guerra de medios” no le resultaba indiferente, por
el contrario: le otorgaba tanta “atención como a sus ejércitos”.
Una edición de las "Tablas de Sangre" de mi biblioteca. |
La
inmensa popularidad a la que Alberdi se refiere Rosas la logró no solamente a
través de diarios o periódicos sino también por medio de innumerables
pasquines, folletos, libelos y panfletos que se escribían en el mundo tanto en
su contra como a su favor: Con la firma de “A British Resident of Montevideo”
(Residentes Británicos de Montevideo) se publicó un folleto con el nombre de “Rosas y algunas de las atrocidades de su
dictadura” que halló una gran difusión en los ambientes piadosos del
Londres victoriano. El libelo presentaba a Don Juan Manuel como un heresiarca
sacrílego que colocaba en los altares de las iglesias sus propios retratos para
ser adorado por sus fieles, perseguía a la religión, asesinaba a los curas,
violaba a las monjas, había hecho exterminar a su esposa y vivía amancebado con
su propia hija. También se publicaron innumerables panfletos firmados por un
tal Andrés Pfeil inspirados en las tristemente célebres “Tablas de Sangre” ([1]). Incluso una novela, “La nueva Troya” ([2]),escrita por el afamadísimo Alejandro Dumas, se ocupaba de narrar la sangrienta
tiranía de Don Juan Manuel.
Pero
Rosas, que según Alberdi atendía a la prensa “como a sus ejércitos”, consciente
de la importancia de la misma, la convirtió en un arma, en uno de sus
instrumentos preferidos en la guerra de propaganda política en la que estaba
empeñado. Arma su propio esquema de prensa que tiene como eje una publicación
oficial: “Archivo americano y espíritu de la prensa en el mundo”.
El
“Archivo” funcionaba como una agencia estatal de noticias, publicado en inglés,
francés y castellano, reproducía los artículos favorables de la prensa
argentina y extranjera hacia Rosas y publicaba los principales decretos, leyes
y debates parlamentarios. El editor responsable era Pedro de Angelis que
escribía, con su incisiva prosa, artículos y editoriales que el Restaurador
supervisaba meticulosamente. Se distribuían 2000 ejemplares en forma gratuita.
Eran enviados a los principales periódicos americanos y europeos, gobiernos,
personalidades destacadas, escritores, intelectuales y formadores de opinión de
los países hispanoamericanos, Brasil, Estados Unidos, Francia, España e Inglaterra.
De esta manera, un segmento importante de la opinión pública mundial,
especialmente la prensa socializante, republicana, liberal y con cierta
simpatía por los movimientos independentistas de las ex colonias españolas
obtenía noticias y material para comentar y publicar sobre lo que ocurría en el
Río de la Plata.
Asimismo,
encontró Rosas en el escritor francés Emilio Giradin ([3]) un
ferviente defensor de la confederación. El escritor y publicista hacia
“rosismo” porque entendía que, las simpatías del gran público estaban con Rosas
al cual lo representaba como un gaucho envuelto en su poncho punzó que osaba
desafiar a las potencias más grandes del mundo. “Un héroe de romance” como
apunta la carta de Alberdi. Una figura pasional, casi bárbara que era la preferida
en esos tiempos en que el romanticismo se mostraba como un significativo
movimiento literario y cultural. Por supuesto que Giradin, periodista de gran
talento pero definitivamente comercial, aceptaba subvenciones de la delegación
argentina y el asesoramiento de Manuel de Sarratea, a cargo de la embajada, ex
dictatorial, sumado entonces incondicionalmente a la causa de Don Juan Manuel.
El caso de Camila O’
Gorman
Pero,
más allá de la popularidad de Rosas y la guerra de medios en que estaba
empeñado, hubo dos muertes trágicas, donde Don Juan Manuel no sólo se adjudicó
la autoría, sino que se jactaba de su responsabilidad, de haberlas ordenado
cumpliendo estrictamente con los mandatos de la ley. Es el caso de Camila O’
Gorman y su amante, el sacerdote tucumano, padre Udalisdao Gutiérrez. Rosas
estrictamente aplicó la normativa vigente. En ese tiempo, la ley eclesiástica,
que dominaba prácticamente a la ley civil, condenaba con pena de muerte la
unión sacrílega entre un sacerdote y una mujer.
Camila O´ Gorman. |
Y
este caso, previsto por la norma penal, encuadró en los hechos, por cuanto
Camila y el sacerdote se convirtieron en amantes confesos cuando se dan a la
fuga. Más aún, Miguel O’ Gorman, padre de Camila, suplicó a Rosas que hiciera
fusilar a su hija, como única manera de redimir lo que él consideraba una
conducta vergonzosa.
Ahora
bien, la historia dejó una duda. Durante su cautiverio, Camila aducía estar
embarazada. De haber sido cierto esto, el fusilamiento debió postergarse hasta
que tuviera la criatura, lo contrario implicaría matar a un inocente que se
hallaba en el vientre materno. Pero ese embarazo nunca fue probado. Pudo haber
sido una actitud desesperada de quien estaba a punto de morir o un invento
posterior de la literatura que es lo más probable, buscando darle más colorido
dramático a esta honda tragedia. En fin... otro hecho histórico cuya verdad
nunca se sabrá.
No
obstante, se puede afirmar que el tratamiento del caso, la impronta dramática
del mismo y su politización debilitó la popularidad de Rosas ya que la
ejecución de Camila provocó una gran movida de pasquines, novelones
tendenciosos que especulaban con la tragedia para hacer aparecer como un
monstruo al jefe de la Confederación.
Terror político y violencia en su contexto
Pero aquí deseo ser claro para evitar confusiones. Sin duda desde nuestro presente el caso de Camila O’ Gorman, por ejemplo, colisiona con cualquier idea mínima de Justicia propia del sentido común, resulta indefendible o imposible de justificar. Muchas de las acciones que ejecutó Rosas, analizadas puntualmente, lo convertirían en un gobernante autoritario, y sus actos mirados desde el presente serían delitos y violaciones de derechos. Pero, igualmente, las acciones emprendidas por los unitarios hoy serían crímenes de Lesa Humanidad. Pero, aquí, otra vez, lo que debemos hacer es contextualizar el hecho para comprender su sentido histórico concreto. Contextualizar implica comprender, analizar, estudiar, pero no siempre justificar, ni mucho menos celebrar o festejar la violencia. Deseo que quede claro. Este texto no pretende reivindicar algún hecho de violencia política del gobierno de Rosas, sólo pretende analizar la violencia política en su contexto y real dimensión.
Entonces, no se duda que Rosas haya utilizado el terror político y la violencia contra los enemigos de su régimen. Pero es necesario es encuadrar esa violencia en el estado de la sociedad argentina en ese tiempo, haciendo abstracción de la leyenda negra impuesta por la historia oficial.
Unos y otros hicieron uso de los mismos medios, cometieron los mismos abusos, usaron las mismas armas. Cada uno ponía fuera de la ley a su adversario y empleaba para ello todas las armas permitidas y prohibidas.
Lo que hay que recordar es el mensaje de la historia: con la Confederación en guerra contra Francia desde 1838, bloqueado el puerto de Buenos Aires, parte de su territorio en poder del enemigo, con las arcas del estado agotadas, el partido unitario se ofreció como aliado al extranjero contra su propia Patria, firmó pactos y convenios de antemano comprometiéndose a otorgarle al extranjero determinadas concesiones una vez que se apoderara del gobierno. Esta alianza con el enemigo extranjero fue una política permanente del partido unitario, y fue la última coalición, realizada con Brasil, la que condujo al partido unitario hasta las lomas de Caseros. Todo esto sin mencionar las matanzas crueles, “dragonadas” ([4]), con las que trazaron su ascenso y consolidación en el poder durante todo el siglo XIX.
Los vencedores de Caseros adueñados del aparato cultural, imprimieron una profunda desfiguración en nuestra historia haciendo de Rosas un monstruo, ávido de sangre y sediento de exterminio. Demonizaron la violencia rosista mientras nada dijeron de la violencia unitaria. Durante generaciones se mantuvo despierto el odio a su figura, en la medida que la misma personificó la voluntad de resistencia nacional a las potencias extranjeras.
Terror político y violencia en su contexto
Pero aquí deseo ser claro para evitar confusiones. Sin duda desde nuestro presente el caso de Camila O’ Gorman, por ejemplo, colisiona con cualquier idea mínima de Justicia propia del sentido común, resulta indefendible o imposible de justificar. Muchas de las acciones que ejecutó Rosas, analizadas puntualmente, lo convertirían en un gobernante autoritario, y sus actos mirados desde el presente serían delitos y violaciones de derechos. Pero, igualmente, las acciones emprendidas por los unitarios hoy serían crímenes de Lesa Humanidad. Pero, aquí, otra vez, lo que debemos hacer es contextualizar el hecho para comprender su sentido histórico concreto. Contextualizar implica comprender, analizar, estudiar, pero no siempre justificar, ni mucho menos celebrar o festejar la violencia. Deseo que quede claro. Este texto no pretende reivindicar algún hecho de violencia política del gobierno de Rosas, sólo pretende analizar la violencia política en su contexto y real dimensión.
Entonces, no se duda que Rosas haya utilizado el terror político y la violencia contra los enemigos de su régimen. Pero es necesario es encuadrar esa violencia en el estado de la sociedad argentina en ese tiempo, haciendo abstracción de la leyenda negra impuesta por la historia oficial.
Unos y otros hicieron uso de los mismos medios, cometieron los mismos abusos, usaron las mismas armas. Cada uno ponía fuera de la ley a su adversario y empleaba para ello todas las armas permitidas y prohibidas.
Lo que hay que recordar es el mensaje de la historia: con la Confederación en guerra contra Francia desde 1838, bloqueado el puerto de Buenos Aires, parte de su territorio en poder del enemigo, con las arcas del estado agotadas, el partido unitario se ofreció como aliado al extranjero contra su propia Patria, firmó pactos y convenios de antemano comprometiéndose a otorgarle al extranjero determinadas concesiones una vez que se apoderara del gobierno. Esta alianza con el enemigo extranjero fue una política permanente del partido unitario, y fue la última coalición, realizada con Brasil, la que condujo al partido unitario hasta las lomas de Caseros. Todo esto sin mencionar las matanzas crueles, “dragonadas” ([4]), con las que trazaron su ascenso y consolidación en el poder durante todo el siglo XIX.
Los vencedores de Caseros adueñados del aparato cultural, imprimieron una profunda desfiguración en nuestra historia haciendo de Rosas un monstruo, ávido de sangre y sediento de exterminio. Demonizaron la violencia rosista mientras nada dijeron de la violencia unitaria. Durante generaciones se mantuvo despierto el odio a su figura, en la medida que la misma personificó la voluntad de resistencia nacional a las potencias extranjeras.
[1] “Tablas
de Sangre”, es un escrito, un verdadero pasquín, elaborado por un ex rosista
exiliado en Montevideo: Rivera Indarte. Por escribirlas recibió en pago de la
casa inglesa Lafone de un penique por muerto. Así y todo no pudo reunir más de
480 muertos en los 20 años de dictadura. La casa Lafone (concesionaria del
puerto de Montevideo) pagó a Rivera a razón de un penique el cadáver pero el
escritor enunció nombres repetidos y hasta NN, y pretendió incluir 22.500
muertos en las guerras civiles desde 1829 en adelante que fueron objetados por
la contaduría de la casa Lafone y sólo pudo cobrar por 480. Y si de la cantidad
de víctimas se trata, agreguemos estas cifras, más que categóricas: “Desde junio de 1862 hasta igual mes de 1868
(en que Mitre entrega el gobierno a Sarmiento), han ocurrido en las provincias
ciento diecisiete revoluciones, habiendo muerto en noventa y un combates,
cuatro mil setecientos veintiocho ciudadanos. En los 20 años de Rosas, Rivera
Indarte en sus” Tablas de Sangre”, a pesar de haber cobrado un penique por
muerto, (pagado por la firma que administraba el puerto de Montevideo) computa
solo 480 muertos (el 10 %)” (José Luis Busaniche, “Historia Argentina”).
[2] “La
nueva Troya” fue el titulo elegido por el
escritor Alejandro Dumas (1802-1870) conocido por sus famosas novelas
“Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo” para narrar en forma épica
el sitio de Montevideo llevado adelante por las fuerzas del General Oribe
aliado a la Confederación. En su momento, el librito tuvo una enorme resonancia
política en varios países –los diarios rosistas tronaban contra “el mercenario
que cobró 5000 francos”, pero después fue profundamente olvidado. “La Nueva
Troya” fue publicado en 1850, simultáneamente en francés, italiano y
castellano. Es un panfleto de la causa unitaria y de la independencia oriental,
maniqueo a rabiar pero sumamente entretenido. Entre otras cosas, la fantasía de
Dumas, alimentada por el dinero cobrado, narraba las “extravagancias” de Rosas
acrecentando la leyenda negra del Restaurador.
[3] Emilio
Giradin (1806-1881), fue un periodista y político francés. Fundador del
cotidiano parisino “La Presse”. Redujo el precio del diario a 10 céntimos para
multiplicar los lectores cuando las otras publicaciones costaban 25 céntimos.
Esta rebaja en el precio logró que el diario tuviese una gran tirada. Los
sectores populares leían “La Presse” y admiraban la gesta romántica de Rosas en
el Río de la Plata al mismo tiempo que los lectores burgueses hojeaban en “Le
Constitusionel” (propiedad de Thiers) las crueldades de Juan Manuel inspiradas
en “Las Tableas de Sangre”.
[4] La feroz represión a la
causa federal encuentra sus antecedentes más directos en los tiempos
rivadavianos cuando uno de los ministros, Agüero, se atrevió sin eufemismos a
expresar: “haremos la unidad a palos” y expresa una continuidad, una línea
histórica (liberal-unitaria-portuaria) que tiene sus orígenes en Rivadavia y
encuentra su máxima expresión con Mitre. El concepto genocida de eliminar de
las tierras argentinas al gaucho se lo recordará Sarmiento a Mitre en una de
sus cartas más tristemente famosas, fechada tres días después de Pavón: “No
trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer
útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”. Esta fue, sin
dudas, la filosofía criminal con la que se movieron impunemente durante más de
diez años los herederos de Rivadavia, triunfadores de Pavón.
Nuestro querido maestro y comprovinciano Fermín Chávez
calificó a éstas campañas genocidas con el nombre de “dragonadas”. El
historiador rescata este concepto en su obra “Historia del país de los
argentinos” titulando al capitulo XXIX
“Dragonadas del liberalismo”. Considero que la exhumación de este
sustantivo por parte del maestro ha sido acertada. La Dragonada (del francés
Dragonnade y Dragoon, cuerpo militar) fue el nombre con el que se conoció a la
política de represión y abusos aplicada por las tropas del Rey contra la
población de religión protestante durante el siglo XVII en Francia, como fue la
famosa noche de San Bartolomé en que fueron asesinados miles de hugonotes. La
práctica fue retomada tiempo después con la misión de convertir a las comunidades
protestantes por la fuerza. (“Haremos la unidad a palos”). Las campañas se
caracterizaban por su violencia refinada en las torturas y la impiedad de sus
ejecutores.
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