lunes, 23 de enero de 2017

La leyenda negra de la “historia oficial” sobre Rosas: Prensa, propaganda y terror político


La unidad del país estaba en peligro. Ahora bien, como lo dice Hegel en su folleto sobre la Constitución alemana de 1802, los hechos necesarios para procurar una unificación no son jamás hijos de la reflexión, sino de la violencia. Los alemanes de principios de siglo, como los argentinos de la época de Rosas, sólo conocían el aislamiento...”.
Julio Irazusta. “Ensayo sobre Rosas y la suma del poder”.


La “campaña” contra Rosas
Casi nada quedó por decir en contra de Rosas. Ni siquiera se libró de los tendenciosos análisis cuasi científicos del médico Ramos Mejía que en su alucinación positivista llegó a escribir “Hasta en la forma de su cabeza había condiciones orgánicas que favorecían la producción de su imbecilidad moral” (“Rosas y su tiempo”, 1907). 

Nuestra historia oficial hizo de Rosas y su tiempo una leyenda negra. El partido unitario se encargó, durante los 25 años del régimen rosista, de inundar la prensa internacional con historias sobre la tiranía sangrienta, el déspota y sus bufones, la crueldad de su mujer doña Encarnación Ezcurra, las supuestas perversidades de Rosas, los sangrientos degüellos de la Mazorca, el caso de Camila O´Gorman y otras “atrocidades varias” cometidas por el Restaurador. Los unitarios, desde el exilio, en su mayoría gente “ilustrada”, utilizaron ésta arma con tesón e inteligencia. Luego de Caseros, cuando los emigrados retornaron al país, lo hicieron con sus espíritus cargados de odios y resentimientos contra el gobierno de Rosas y, continuaron explotando la leyenda de la tiranía para ejercer una verdadera tiranía, infinitamente peor. 

Dueños del gobierno y de los medios de prensa repitieron sistemáticamente la leyenda de los horrores del tirano hasta convertirla casi en una historia, haciendo que las nuevas generaciones se educaran en los colegios aprendiendo en libros que repetían como cosa cierta lo que la prensa partidaria de la época publicaba.

Sobre la violencia en la época de Rosas
No cabe duda que Rosas procedió con violencia contra sus enemigos políticos. Una violencia que mirada desde nuestro presente no se podría justificar. Pero es imperativo evaluar y calificar la violencia del régimen rosista en su momento histórico concreto, comprenderla en el marco de la cultura y las costumbres de la sociedad en esa época; en fin, advertir que las circunstancias en que Rosas inició su gobierno no eran excepcionales en nuestro país, sino en todo el mundo occidental.

Veamos... ¿Cómo se encontraba la civilizada Europa a principios de 1830? ¿En que consistía la acción y los métodos políticos en el mundo occidental? ¿Cómo resolvían los conflictos sociales y económicos los actores en pugna? ¿Funcionaban las instituciones? ¿Cómo?:

“En casi toda la extensión de Europa la regla era un orden policial, bajo el cual se perseguía como criminales a quienes más tarde se aclamaría como libertadores. Las ejecuciones sangrientas eran la respuesta de cada conato de insurrección y las mazmorras estaban llenas de prisioneros. En ese panorama general de revolución y guerra civil no había quedado incólume ni la insular Inglaterra, cuna de libertades, que había debido aplastar pocos años antes a sangre y fuego la agitación provocada por la reforma electoral”.
“Por lo que hace a España, la guerra entre liberales y tradicionalistas había recrudecido a raíz de la segunda intentona del infante don Carlos, iniciada a mediados de 1834, con igual ferocidad por ambos bandos, matanzas de frailes y ejecución sistemática de los prisioneros, como si cada partido buscase la garantía de su triunfo en el exterminio del contrario. Estas noticias llenaban las gacetas de Buenos Aires durante los meses en que se preparó el advenimiento de Rosas al poder”.

De esta manera revela Ernesto Palacio que, la agitación existente en el Río de la Plata era, en alguna medida, un reflejo de la situación contemporánea de Europa. Es necesario entonces concluir que no era Argentina en ese tiempo un país especialmente violento o “bárbaro” o al menos lo era en la misma medida de los países europeos.

En lo que se refiere a los orígenes de la violencia desatada en nuestro país durante el periodo de Rosas, encuentro que, nada puede ser más esclarecedor que la mirada que Ernesto Quesada tiene sobre la cuestión:

El tremendo error político del atentatorio derrocamiento del gobierno del virtuoso Las Heras, para lanzarnos en la aventura presidencial de Rivadavia, la cruel falta del motín contra el gobierno de Dorrego y el fusilamiento de éste: tal ha sido el punto de partida de todos nuestros males.
“La tiranía de Rosas con todos sus excesos vino de ahí: las luchas que siguieron fueron sin cuartel; las pasiones no conocían frenos. No puede condenarse a Rosas como si fuese un aborto del infierno, o un aerolito caído sin precedentes en este país: la época que gobernó tuvo su culpa completa en todo ello, y la oposición unitaria, tan culpable ante la historia por su ineptitud y sus crímenes anteriores, no puede pretender patente limpia. Aparte de su alianza inmoral con los enemigos extranjeros, no puede quejarse de haber sido perseguida “igni et ferro”; no sólo ella llevaba la lucha de la misma manera, sino que la primera había proclamado ese horrendo sistema.”

¿Quiénes inventaron la historia y porqué?
Volvamos ahora a la construcción de la leyenda sobre la sangrienta tiranía de Rosas. ¿Quiénes inventaron la historia y porqué? ¿A quién iba dirigida la historia? ¿Qué público leía esta farsa y que magnitud internacional tuvo?

En cuanto a las dimensiones internacionales de la leyenda y la popularidad lograda por Don Juan Manuel leemos:

“Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires. El nombre de Washington es adorado en el mundo, pero no más conocido que el de Rosas. Los Estados Unidos a pesar de su celebridad, no tiene un hombre público más conocido que Rosas. Se habla de él popularmente, de un cabo al otro en América sin haber hecho tanto como Cristóbal Colón. Se lo conoce en el interior de Europa... no hay lugar en el mundo donde o sea conocido su nombre porque no hay uno donde no llegue la prensa que hace diez años repite su nombre. ¿Qué orador ¿ qué escritor célebre del siglo XIX no lo ha nombrado, no ha hablado de él muchas veces?...Dentro de poco será un héroe de romance... La República Argentina ha avanzado en celebridad  y nombradía... El “Times” de Londres, primer papel en el mundo, se ha ocupado quinientas veces de Rosas no importa en qué sentido. “La Revista de los dos Mundos”, “El constitucional”, “La Prensa”, “El diario de los Debates”, y todos los periódicos de París se ocupan del Plata desde hace ocho años con tanta frecuencia como de un estado europeo... El oro argentino es el primero que se haya empleado para comprar escritores extranjeros, en Europa y este continente, con el fin de que se ocupen de Rosas. No hay prensa mas conocida en toda América del Sud que la de Buenos Aires. Rosas ha dado tanta atención a su prensa como a sus ejércitos”.

Estas asombrosas cavilaciones pertenecen nada menos que a Juan Bautista Alberdi, que desde su exilio chileno en 1847 las exponía en una de sus correspondencias. En esta carta hasta parecería que envidiara la popularidad que el Restaurador tenía en el mundo lograda a través de la prensa.

Rosas y la prensa
Analizando el texto de Alberdi advertimos que contiene tres afirmaciones muy importantes para comprender este proceso: a) Rosas tiene una inmensa popularidad en el mundo; b) los escritores y periodistas extranjeros eran comprados con oro argentino; y c) a Rosas “la guerra de medios” no le resultaba indiferente, por el contrario: le otorgaba tanta “atención como a sus ejércitos”.

Una edición de las "Tablas de Sangre" de mi biblioteca.
La inmensa popularidad a la que Alberdi se refiere Rosas la logró no solamente a través de diarios o periódicos sino también por medio de innumerables pasquines, folletos, libelos y panfletos que se escribían en el mundo tanto en su contra como a su favor: Con la firma de “A British Resident of Montevideo” (Residentes Británicos de Montevideo) se publicó un folleto con el nombre de “Rosas y algunas de las atrocidades de su dictadura” que halló una gran difusión en los ambientes piadosos del Londres victoriano. El libelo presentaba a Don Juan Manuel como un heresiarca sacrílego que colocaba en los altares de las iglesias sus propios retratos para ser adorado por sus fieles, perseguía a la religión, asesinaba a los curas, violaba a las monjas, había hecho exterminar a su esposa y vivía amancebado con su propia hija. También se publicaron innumerables panfletos firmados por un tal Andrés Pfeil inspirados en las tristemente célebres “Tablas de Sangre” ([1]). Incluso una novela, “La nueva Troya” ([2]),escrita por el afamadísimo Alejandro Dumas, se ocupaba de narrar la sangrienta tiranía de Don Juan Manuel.


La Nueva Troya, del gran Alejandro Dumas, otro libro de mi biblioteca. La primera edición fue publicada en 1850, simultáneamente en francés, italiano y castellano. Es un panfleto de la causa unitaria y de la independencia oriental, maniqueo a rabiar pero sumamente entretenido. La genialidad literaria de Dumas está intacta. Entre otras cosas, la fantasía de Dumas, alimentada por el dinero cobrado, narraba las “extravagancias” de Rosas acrecentando la leyenda negra del Restaurador. Debo reconocer que leer este libro fue una decepción personal, ya que de pequeño era fanático de la obra de Dumas. Cosas de la conciencia histórica, vieron...
Pero Rosas, que según Alberdi atendía a la prensa “como a sus ejércitos”, consciente de la importancia de la misma, la convirtió en un arma, en uno de sus instrumentos preferidos en la guerra de propaganda política en la que estaba empeñado. Arma su propio esquema de prensa que tiene como eje una publicación oficial: “Archivo americano y espíritu de la prensa en el mundo”.

El “Archivo” funcionaba como una agencia estatal de noticias, publicado en inglés, francés y castellano, reproducía los artículos favorables de la prensa argentina y extranjera hacia Rosas y publicaba los principales decretos, leyes y debates parlamentarios. El editor responsable era Pedro de Angelis que escribía, con su incisiva prosa, artículos y editoriales que el Restaurador supervisaba meticulosamente. Se distribuían 2000 ejemplares en forma gratuita. Eran enviados a los principales periódicos americanos y europeos, gobiernos, personalidades destacadas, escritores, intelectuales y formadores de opinión de los países hispanoamericanos, Brasil, Estados Unidos, Francia, España e Inglaterra. De esta manera, un segmento importante de la opinión pública mundial, especialmente la prensa socializante, republicana, liberal y con cierta simpatía por los movimientos independentistas de las ex colonias españolas obtenía noticias y material para comentar y publicar sobre lo que ocurría en el Río de la Plata.

Asimismo, encontró Rosas en el escritor francés Emilio Giradin ([3]) un ferviente defensor de la confederación. El escritor y publicista hacia “rosismo” porque entendía que, las simpatías del gran público estaban con Rosas al cual lo representaba como un gaucho envuelto en su poncho punzó que osaba desafiar a las potencias más grandes del mundo. “Un héroe de romance” como apunta la carta de Alberdi. Una figura pasional, casi bárbara que era la preferida en esos tiempos en que el romanticismo se mostraba como un significativo movimiento literario y cultural. Por supuesto que Giradin, periodista de gran talento pero definitivamente comercial, aceptaba subvenciones de la delegación argentina y el asesoramiento de Manuel de Sarratea, a cargo de la embajada, ex dictatorial, sumado entonces incondicionalmente a la causa de Don Juan Manuel.

El caso de Camila O’ Gorman
Pero, más allá de la popularidad de Rosas y la guerra de medios en que estaba empeñado, hubo dos muertes trágicas, donde Don Juan Manuel no sólo se adjudicó la autoría, sino que se jactaba de su responsabilidad, de haberlas ordenado cumpliendo estrictamente con los mandatos de la ley. Es el caso de Camila O’ Gorman y su amante, el sacerdote tucumano, padre Udalisdao Gutiérrez. Rosas estrictamente aplicó la normativa vigente. En ese tiempo, la ley eclesiástica, que dominaba prácticamente a la ley civil, condenaba con pena de muerte la unión sacrílega entre un sacerdote y una mujer.

Camila O´ Gorman.
Y este caso, previsto por la norma penal, encuadró en los hechos, por cuanto Camila y el sacerdote se convirtieron en amantes confesos cuando se dan a la fuga. Más aún, Miguel O’ Gorman, padre de Camila, suplicó a Rosas que hiciera fusilar a su hija, como única manera de redimir lo que él consideraba una conducta vergonzosa.

Ahora bien, la historia dejó una duda. Durante su cautiverio, Camila aducía estar embarazada. De haber sido cierto esto, el fusilamiento debió postergarse hasta que tuviera la criatura, lo contrario implicaría matar a un inocente que se hallaba en el vientre materno. Pero ese embarazo nunca fue probado. Pudo haber sido una actitud desesperada de quien estaba a punto de morir o un invento posterior de la literatura que es lo más probable, buscando darle más colorido dramático a esta honda tragedia. En fin... otro hecho histórico cuya verdad nunca se sabrá.

No obstante, se puede afirmar que el tratamiento del caso, la impronta dramática del mismo y su politización debilitó la popularidad de Rosas ya que la ejecución de Camila provocó una gran movida de pasquines, novelones tendenciosos que especulaban con la tragedia para hacer aparecer como un monstruo al jefe de la Confederación.

Terror político y violencia en su contexto

Pero aquí deseo ser claro para evitar confusiones. Sin duda desde nuestro presente el caso de Camila O’ Gorman, por ejemplo, colisiona con cualquier idea mínima de Justicia propia del sentido común, resulta indefendible o imposible de justificar. Muchas de las acciones que ejecutó Rosas, analizadas puntualmente, lo convertirían en un gobernante autoritario, y sus actos mirados desde el presente serían delitos y violaciones de derechos. Pero, igualmente, las acciones emprendidas por los unitarios hoy serían crímenes de Lesa Humanidad. Pero, aquí, otra vez, lo que debemos hacer es contextualizar el hecho para comprender su sentido histórico concreto. Contextualizar implica comprender, analizar, estudiar, pero no siempre justificar, ni mucho menos celebrar o festejar la violencia. Deseo que quede claro. Este texto no pretende reivindicar algún hecho de violencia política del gobierno de Rosas, sólo pretende analizar la violencia política en su contexto y real dimensión. 

Entonces, no se duda que Rosas haya utilizado el terror político y la violencia contra los enemigos de su régimen. Pero es necesario es encuadrar esa violencia en el estado de la sociedad argentina en ese tiempo, haciendo abstracción de la leyenda negra impuesta por la historia oficial.

Unos y otros hicieron uso de los mismos medios, cometieron los mismos abusos, usaron las mismas armas. Cada uno ponía fuera de la ley a su adversario y empleaba para ello todas las armas permitidas y prohibidas.

Lo que hay que recordar es el mensaje de la historia: con la Confederación en guerra contra Francia desde 1838, bloqueado el puerto de Buenos Aires, parte de su territorio en poder del enemigo, con las arcas del estado agotadas, el partido unitario se ofreció como aliado al extranjero contra su propia Patria, firmó pactos y convenios de antemano comprometiéndose a otorgarle al extranjero determinadas concesiones una vez que se apoderara del gobierno. Esta alianza con el enemigo extranjero fue una política permanente del partido unitario, y fue la última coalición, realizada con Brasil, la que condujo al partido unitario hasta las lomas de Caseros. Todo esto sin mencionar las matanzas crueles, “dragonadas” ([4]), con las que trazaron su ascenso y consolidación en el poder durante todo el siglo XIX.


Los vencedores de Caseros adueñados del aparato cultural, imprimieron una profunda desfiguración en nuestra historia haciendo de Rosas un monstruo, ávido de sangre y sediento de exterminio. Demonizaron la violencia rosista mientras nada dijeron de la violencia unitaria. Durante generaciones se mantuvo despierto el odio a su figura, en la medida que la misma personificó la voluntad de resistencia nacional a las potencias extranjeras.






[1] “Tablas de Sangre”, es un escrito, un verdadero pasquín, elaborado por un ex rosista exiliado en Montevideo: Rivera Indarte. Por escribirlas recibió en pago de la casa inglesa Lafone de un penique por muerto. Así y todo no pudo reunir más de 480 muertos en los 20 años de dictadura. La casa Lafone (concesionaria del puerto de Montevideo) pagó a Rivera a razón de un penique el cadáver pero el escritor enunció nombres repetidos y hasta NN, y pretendió incluir 22.500 muertos en las guerras civiles desde 1829 en adelante que fueron objetados por la contaduría de la casa Lafone y sólo pudo cobrar por 480. Y si de la cantidad de víctimas se trata, agreguemos estas cifras, más que categóricas: “Desde junio de 1862 hasta igual mes de 1868 (en que Mitre entrega el gobierno a Sarmiento), han ocurrido en las provincias ciento diecisiete revoluciones, habiendo muerto en noventa y un combates, cuatro mil setecientos veintiocho ciudadanos. En los 20 años de Rosas, Rivera Indarte en sus” Tablas de Sangre”, a pesar de haber cobrado un penique por muerto, (pagado por la firma que administraba el puerto de Montevideo) computa solo 480 muertos (el 10 %)” (José Luis Busaniche, “Historia Argentina”).

[2] “La nueva Troya” fue el titulo elegido por el  escritor Alejandro Dumas (1802-1870) conocido por sus famosas novelas “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo” para narrar en forma épica el sitio de Montevideo llevado adelante por las fuerzas del General Oribe aliado a la Confederación. En su momento, el librito tuvo una enorme resonancia política en varios países –los diarios rosistas tronaban contra “el mercenario que cobró 5000 francos”, pero después fue profundamente olvidado. “La Nueva Troya” fue publicado en 1850, simultáneamente en francés, italiano y castellano. Es un panfleto de la causa unitaria y de la independencia oriental, maniqueo a rabiar pero sumamente entretenido. Entre otras cosas, la fantasía de Dumas, alimentada por el dinero cobrado, narraba las “extravagancias” de Rosas acrecentando la leyenda negra del Restaurador.

[3] Emilio Giradin (1806-1881), fue un periodista y político francés. Fundador del cotidiano parisino “La Presse”. Redujo el precio del diario a 10 céntimos para multiplicar los lectores cuando las otras publicaciones costaban 25 céntimos. Esta rebaja en el precio logró que el diario tuviese una gran tirada. Los sectores populares leían “La Presse” y admiraban la gesta romántica de Rosas en el Río de la Plata al mismo tiempo que los lectores burgueses hojeaban en “Le Constitusionel” (propiedad de Thiers) las crueldades de Juan Manuel inspiradas en “Las Tableas de Sangre”.

[4] La feroz represión a la causa federal encuentra sus antecedentes más directos en los tiempos rivadavianos cuando uno de los ministros, Agüero, se atrevió sin eufemismos a expresar: “haremos la unidad a palos” y expresa una continuidad, una línea histórica (liberal-unitaria-portuaria) que tiene sus orígenes en Rivadavia y encuentra su máxima expresión con Mitre. El concepto genocida de eliminar de las tierras argentinas al gaucho se lo recordará Sarmiento a Mitre en una de sus cartas más tristemente famosas, fechada tres días después de Pavón: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”. Esta fue, sin dudas, la filosofía criminal con la que se movieron impunemente durante más de diez años los herederos de Rivadavia, triunfadores de Pavón.

Nuestro querido maestro y comprovinciano Fermín Chávez calificó a éstas campañas genocidas con el nombre de “dragonadas”. El historiador rescata este concepto en su obra “Historia del país de los argentinos” titulando al capitulo XXIX  “Dragonadas del liberalismo”. Considero que la exhumación de este sustantivo por parte del maestro ha sido acertada. La Dragonada (del francés Dragonnade y Dragoon, cuerpo militar) fue el nombre con el que se conoció a la política de represión y abusos aplicada por las tropas del Rey contra la población de religión protestante durante el siglo XVII en Francia, como fue la famosa noche de San Bartolomé en que fueron asesinados miles de hugonotes. La práctica fue retomada tiempo después con la misión de convertir a las comunidades protestantes por la fuerza. (“Haremos la unidad a palos”). Las campañas se caracterizaban por su violencia refinada en las torturas y la impiedad de sus ejecutores.

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