Mariscal Francisco Solano López.
"La guerra devastó al Paraguay en una medida desconocida en la historia
americana. De 1.300.000 habitantes sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y
niños". Efraím Cardozo. "Breve historia del Paraguay". Pág. 109.
Introducción
El 1 de marzo de 1870 moría el Mariscal Francisco Solano López. Fue
prácticamente el final da Guerra del Paraguay ocurrida entre 1865 y 1870. Este
proceso ha sido, sin duda alguna, el más funesto y doloroso hecho de
la historia de América Latina. Llamada de la "Triple Alianza", fue
un enfrentamiento bélico sin precedentes donde la República Argentina, “Su
Majestad” el Emperador del Brasil y la República Oriental del Uruguay se
aliaron en una guerra fraticida contra el Paraguay del Mariscal Francisco
Solano López. En nuestro país, se ha enseñado dentro del marco de “la historia
oficial-escolar” la guerra de la “Triple Alianza” de la siguiente manera: Que
Argentina se vio obligada a intervenir en el conflicto para lavar su honor
nacional lesionado por la sorpresiva invasión de las fuerzas paraguayas. Que se
fue a la guerra en defensa de los principios democráticos y civilizadores,
contra la barbarie del Dictador Francisco Solano López que tenía sometido y
atrasado al pueblo guaraní. Y que, debido a un supuesto altruismo argentino, no
obtuvo nuestro país ninguna ventaja material después de la victoria. Esta versión en la actualidad no resiste el menor análisis. Los
cuestionamientos a la historia oficial empezaron contemporáneamente a los
hechos con los escritos de Carlos Guido y Spano y las denuncias de Juan
Bautista Alberdi. Los estudios revisionistas que se consumaron posteriormente,
con investigaciones documentadas, expusieron los intereses económicos, los
factores geopolíticos y las líneas ideológicas que se conjugaron para gestar la
guerra de 1865-70. En 1954, el historiador José María Rosa publica “La Guerra del Paraguay y
las Montoneras Argentinas”, obra canónica del pensamiento nacional y de lectura
ineludible para comprender la naturaleza y los alcances de la conflagración.
Este trabajo monumental abrió camino para que otros historiadores revisionistas
profundizaran el tema. De allí en adelante, la historia oficial se
derrumba y la verdad histórica se abre paso para grabar en la memoria colectiva
de la patria grande un genocidio sin paralelo en la vida de América
Latina. Escribe: Dr. A. Gonzalo García Garro
El Paraguay de la preguerra
Los hombres del Paraguay soberano
Es
imprescindible, antes de ingresar en el tema central de éste trabajo,
preguntarnos como era el Paraguay de la preguerra. El historiador mexicano,
Carlos Pereyra, en el libro "Solano López y su drama" nos brinda una
abreviada reseña de la política paraguaya: "En vez de cuarenta gobernantes
por año o por mes, el Paraguay conoció tres antes de su redención por los
aliados. El Dr. Francia, D. Carlos Antonio López y Francisco Solano López. Hubo
interinidades y puentes, pero todo en forma pacífica... "
El guaraní y la nación paraguaya
El
Paraguay como Nación tenía una especial particularidad que es preciso señalar:
contenía un pueblo con identidad nacional propia. Era una Nación con un
consistente y definido ser político y social. En el Paraguay se produjo un
fenómeno sociológico único en la historia americana: los conquistadores
adoptaron la lengua de los conquistados.
Las dos pistolas de Gaspar Francia
Ya
en el comienzo de la emancipación americana, cuando en 1810 la Junta de Buenos
Aires conminaba al gobernador paraguayo a que fuese reconocida como heredera
del Virrey y a enviar diputados para el congreso de provincias, el doctor José
Gaspar de Francia consideró inadmisible la pretensión de Buenos Aires de asumir
por sí sola el mando superior del Virreinato.
Carlos Antonio López profundiza el modelo
A
la muerte de don Gaspar Francia en 1840, (había gobernado casi tres décadas) le
sucede Carlos Antonio López. Su sucesor reforzará el sector estatal de la
economía, habrá más "estancias de la patria".
Solano López, el sucesor
Era
Francisco Solano López el sucesor indicado del "Supremo", un
verdadero delfín que profundizó el proyecto de sus antecesores. La notable
continuidad de la política económica de los gobiernos paraguayos se prolonga y
ahonda con el hijo de Carlos Antonio que lo sucede a la muerte de éste en 1862.
La Guerra: sus actores y causas
Las razones de la conflagración
Cada
uno de los países aliados tuvo en su momento una necesidad interna para entrar
en guerra con el Paraguay. Pero, más allá de las razones particulares de los
Estados beligerantes, no es difícil, en este caso, encontrar las causas originales
del conflicto en los intereses económicos del imperialismo británico en la
región del Río de la Plata.
Por las libras esterlinas
La
tesis de la participación decisiva del imperio Británico se puede demostrar
leyendo la documentación del Foering Office que muestra las diferentes
operaciones políticas y diplomáticas que van acorralando al Paraguay.
Los ingleses: Los hermanos Baring y Rothschild
En
la Argentina, los gobiernos de Mitre y de Sarmiento obtuvieron fondos de las
siguientes fuentes financieras:
Objetivos geopolíticos de Inglaterra
Reparamos
entonces que Inglaterra tenía un objetivo geopolítico: neutralizar el Estado
paraguayo que afloraba como un ejemplo de política proteccionista enemiga del
libre cambio en la región. Luego señalamos que la banca británica, sin duda
alguna, financió la guerra. Por último y en función de completar la
participación que tuvo Inglaterra en el conflicto se debe sumar un detonante
puntual. El imperialismo siempre actúa bajo disparadores concretos y urgentes, en
el caso de la guerra contra el Paraguay fue concretamente "un problema de
mercado", me refiero a la crisis de la producción algodonera.
En busca del algodón
A
Gran Bretaña sólo llegan 300.000 fardos de algodón, cuando Lancaster solamente
necesitaba 2 millones y medio; y Francia otro millón. Entonces, Gran Bretaña
entró a buscar mercados productores de algodón en cualquier parte del mundo.
Desde luego, también en América del Sur.
Motivos aliados
Más
allá de los motivos británicos para la guerra, cada país aliado tenía los
propios: El Imperio esclavista del Brasil obedecía a una necesidad de expansión
territorial. Pero también es importante destacar que los gobiernos brasileros
actuaban desde hacía mucho tiempo como peones de la política exterior inglesa.
Otro round de "Civilización vs. Barbarie"
La
guerra tuvo asimismo su componente ideológico, nada nuevo en realidad, sino la
eterna "cantinela" de "civilización o barbarie". En este
caso la "civilización", el "progreso" y la
"libertad" están extrañamente representados por el imperio
esclavócrata del Brasil, la fraudulenta democracia de la República de Mitre y
el gobierno golpista y usurpador del criminal ex coronel mitrista, Venancio
Flores. Del otro lado, "el atraso", encarnado en el Paraguay de
Solano López.
Una guerra inédita en Latinoamérica
Fue
una guerra larga, aterradora, sangrienta, con grandes desplazamientos de tropas
y armamentos, con acciones heroicas y batallas feroces.
Uruguay, la primera batalla
El
ataque contra el Paraguay comenzó en realidad con el ataque contra el único y
último aliado que le quedaba en el Río de la Plata. Se trataba del gobierno
uruguayo que por aquel entonces estaba en manos del partido Blanco, la versión
uruguaya del partido federal argentino. El Presidente uruguayo, Bernardo Berro,
y su Canciller, Juan José de Herrera, llevaban adelante una política de
equilibro en el Plata, que con perspectiva continental integraba al Paraguay
para enfrentar la prepotencia del Brasil.
El
primer paso en conjunto que darán el imperio brasileño y la oligarquía porteña
será aplastar a este gobierno. Se procedió de la siguiente manera: Brasil,
invadiendo por mar y tierra al Uruguay y Mitre promocionando y armando una revolución
encabezada por Venancio Flores, un viejo conocido de él, que tan eficazmente
había actuado en la represión contra las montoneras federales del interior
argentino. Flores pertenecía políticamente a la vieja cuña del partido
colorado-riverista, que era por decirlo de alguna manera, la versión unitaria
en la política uruguaya. Todas estas maniobras fueron precedidas de una
deliberada planificación que, para desgracia de la memoria de los actores, se
encuentra documentada en tratados, acuerdos y misiones secretas entre Mitre, la
corte de Río de Janeiro y Venancio Flores.
La masacre de Paysandú
En
octubre de 1864, el ejército del Brasil con la excusa de proteger la
tranquilidad de los estancieros riograndeses ingresa al territorio oriental y
ocupa la Villa de Melo. Venancio Flores cruza el río Uruguay.
El
Partido Blanco oriental resiste la invasión y se concentra en Paysandú, villa
defendida por el Coronel Gómez y cientos de argentinos que se habían sumado a
la causa de los federales orientales. La escuadra brasileña al mando del
Almirante Tamandaré ingresa en aguas argentinas sin problema alguno y asedia y
bombardea Paysandú durante días desde el río.
El
bastión termina siendo rodeada por agua, mientras que desde tierra lo acosan
10.000 brasileros. La resistencia es heroica, y cuando ya sin fuerzas los
orientales entregan el fuerte y se rinden, Leandro Gómez, el jefe de la
resistencia es ejecutado sin trámite alguno.
Fue
un ensayo de lo que sería la invasión al Paraguay, tuvo un despliegue de armas
desproporcionado, fue la primera vez en la historia de Latinoamérica que se
bombardeaba una ciudad indefensa. El pueblo argentino, en especial los
entrerrianos al otro lado del Río Uruguay, contemplaban con horror y asombro
los episodios.
El
mensaje quedaba claro, después de este "infame espectáculo" como lo
llamará Guido Spano, venía el turno del Paraguay. Luego de la caída de Paysandú
asume la presidencia del Uruguay Venancio Flores dispuesto a cumplir sus
compromisos secretos con el Brasil en cuanto a continuar la guerra contra el
pueblo guaraní.
¿Y Urquiza?
Cuando
comienza el bombardeo y el asedio de Paysandú, Solano López ruega al viejo
Urquiza su intervención: "Estoy llorando, señor general, de rabia y
desesperación a presencia de los crímenes tan atroces que perpetúan bajo la
capa de la libertad y la civilización" (Carta de Solano López a Urquiza,
11 de noviembre de 1864). En esos días, en Entre Ríos se desata una furia
social contra Mitre. Era conocida la amistad del entrerriano con el paraguayo,
se sabía que el primero le había prometido su apoyo. Se espera con ansias
extremas la voz de Urquiza, un "pronunciamiento" contra Mitre y
Flores.
La
eficacia del imperio parece incuestionable: Urquiza jamás hizo su
pronunciamiento a favor de los blancos uruguayos ni por Solano López y el
Paraguay, sino por el contrario, se puso a reclutar tropas para la Guerra del
Paraguay. Consumó su última gran decisión política, que fue reprobada
masivamente, y en especial por Ricardo López Jordán.
Reacción paraguaya y el paso por Argentina
El
golpe brasileño contra Uruguay era, a la vez de la primera fase de la acción
contra el Paraguay, una directa provocación contra el gobierno guaraní.
Paraguay salió a defender al gobierno legal del Uruguay declarando la guerra al
Imperio manifestando que consideraba "atentatorio contra el equilibrio en
el Plata cualquier ocupación del territorio oriental por fuerzas
extrañas".
El
Paraguay requiere pasar su ejército por territorio argentino. Mitre se lo
niega. Urquiza, como ya se vio, no mueve un dedo a favor de los paraguayos. En
Buenos Aires se desató una campaña de injurias periodísticas contra la persona
del Mariscal López. "La Nación Argentina", diario del presidente
Mitre, convocó a una "cruzada para redimir al Paraguay" y conceptuaba
a Solano López como "boa en medio del fango sangriento de sus
crímenes" y en un artículo que denominó "El Atila americano"
declaraba la guerra de "la civilización contra la barbarie", "la
"guerra a muerte". (Citado por José María Rosa. "Historia Argentina"
Tomo 7. Pág. 126.).
El ardid propagandístico de Mitre
El
presidente Mitre necesitaba preparar a la opinión pública contra la guerra ya
que la mayor parte de ella, no solo en el interior, sino en Buenos Aires
inclusive, se pronunciaba agresivamente contra Brasil. Los federales
manifestaban su adhesión a la causa paraguaya. Incluso algunos liberales
porteños, en desacuerdo con la "tiranía" de López pero comprendiendo
el papel de títere del Brasil que desempeñaba la Argentina se oponían a la
guerra.
Nuevamente
el gobierno paraguayo pide permiso para atravesar con sus ejércitos la
provincia de Corrientes en dirección al Uruguay. Mitre, mientras asiste
militarmente a Venancio Flores, invoca la neutralidad del país y le niega el
permiso. Paraguay como respuesta le declara formalmente la guerra al gobierno
de Mitre en marzo de 1865, apresa dos pequeños buques argentinos en el puerto
de Corrientes e ingresa a la provincia. Cuando el ejército del Paraguay ingresa
a la ciudad de Corrientes no encuentra resistencia militar alguna.
Mitre
oculta a la ciudadanía la declaración de guerra paraguaya durante un mes. La
declaración de guerra se conoció después del primer acto de hostilidad
paraguayo ocurrido un mes después. Por medio de este ardid el gobierno
argentino trata de lograr popularidad para la guerra convirtiendo ahora las
causas de la misma en una "agresión paraguaya gratuita". Aparece de
esta manera Paraguay como país agresor que invade un país neutral sin declarar
previamente la guerra según correspondería a los usos del Derecho Internacional
Público de ese tiempo.
"Tratado de la Triple Alianza"
A
mediados de 1865, Argentina, Brasil y Uruguay (este último ya en poder del
partido colorado) unen sus fuerzas contra el Paraguay firmando el "Tratado
de la Triple Alianza".
El
Brasil aportaría su escuadra y el General Mitre sería designado comandante en
Jefe de los Ejércitos coligados. La guerra, "expresa" el convenio,
era contra el Tirano López, no contra el pueblo paraguayo y contenía todas las
expectativas territoriales de los Estados en caso de ganar la guerra y otras
disposiciones que aclaran per se el fin de la guerra (3).
Las primeras batallas
Las
primeras operaciones de importancia favorecieron a los aliados: derrotaron al
general paraguayo Estigarribia en "Uruguayana" y obtuvieron el
triunfo de "Yatay". Las fuerzas guaraníes se replegaron.
A
partir de la caída de "Paso de la Patria" en 1866 las acciones
comienzan a desarrollarse exclusivamente en territorio paraguayo. En
"Estero Bellaco" y en "Tuyutí" se libran dos batallas con
fuertes bajas para ambos bandos.
En
el mes de junio vuelven a chocar en "Yatayty Corá" y en el
"Boquerón". El avance aliado continúa en forma lenta y se afirma con
la caída de la fortaleza de "Curuzú".
Mitre y la estrategia militar
Se
requería una victoria para consolidar "Curuzú" y poner a las tropas
aliadas frente a la Fortaleza de "Humaitá". Llega así el turno de
"Curupaitý", una pequeña fortificación defendida por 40 cañoncitos
móviles, siete regimientos de infantería y cuatro escuadrones de caballería. Un
débil parapeto de palos hacía las veces de trinchera. Contra éste fuerte piensa
Mitre desatar toda la fuerza de la totalidad del ejército aliado compuesto por
17.000 hombres entre argentinos y brasileños.
Mitre,
había "estudiado" el problema en algún manual de estrategia militar
europeo. Ordena el ataque, pero su plan falla debido a las lluvias tropicales y
gruesos errores de evaluación del terreno. Quedan tendidos en los campos
fangosos de "Curupaitý" más de diez mil cadáveres del ejército
aliado. Los paraguayos acusan solamente 92 bajas.
Esta
derrota atrasaría la guerra notablemente y provocaría un resquebrajamiento en
el frente interno de los aliados. Hay una renovación de mandos en los ejércitos
y Mitre tiene que dejar la comandancia. Pedro II, emperador del Brasil, insinúa
a Mitre que vuelva a su tierra a enfrentar las montoneras que empiezan a
sublevarse contra la guerra.
El
Marqués de Caxias, el mejor hombre de armas del Imperio, se hace cargo de la
comandancia militar de las fuerzas. Estamos en febrero de 1867, Mitre oculta la
derrota y se marcha a Buenos Aires, faltan todavía tres años más de contienda.
Después de Humaitá
A
esta altura de los hechos, el Mariscal López no estaba vencido, por el
contrario contaba con una fuerza militar que le permitirá aun resistir con
éxito la embestida de los aliados.
Solano López y la resistencia final
La
guerra ya está decidida a favor de la Triple Alianza pero López continúa la
resistencia. En un último y desesperado esfuerzo reúne los restos de las tropas
supervivientes en "Caacupé" donde es nuevamente derrotado. Huye hacia
el nordeste acompañado por los pocos oficiales leales que le quedan, casi sin
soldados, lo siguen niños y mujeres ("las residentas").
Mujeres
y niños disfrazados de hombres pelean contra el invasor en la selva paraguaya.
La resistencia es inútil y la tragedia final ya está cerca. Los brasileros le
darán alcance a estos fantasmas agotados por el hambre y el cansancio.
El heroico final del Mariscal en Cerro Corá
Solano
López y el pueblo paraguayo ya tenían claro que solo pelaban para morir
dignamente, como hombres libres. Con su mujer, Elisa Lynch, su hijo Panchito,
(apenas un adolescente que hacía las veces de un improvisado Jefe de Estado
Mayor), sus otros hijos y cerca de 400 paraguayos, en su mayoría niños y
mujeres, llega el 14 de febrero de 1870 a Cerro Corá. Dos semanas esperarán
allí el desenlace final.
El
1 de marzo de 1870 las tropas imperiales rodean a los últimos paraguayos que
resistían y comienzan el asedio. Eran veinte veces más que ellos, tenían armas
de precisión y la mejor caballería pero igual dudan y sienten temor de
enfrentar al Mariscal guaraní. Para palear el miedo, el Brasil pone una
recompensa por la cabeza de Solano López: 100.000 libras esterlinas por el Mariscal
pagaban los "civilizadores". El general Cámara y su tropa van tras
ese premio.
Después
de algunas maniobras de posicionamiento, los hombres de Caxias consiguen dar,
en las orillas del Arroyo Aquidaban-niguí, con la última unidad del ejército
Paraguayo y se aprestan a avanzar sobre ellos. José María Rosa, en "La
Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas" relata los episodios del
1 de Marzo de 1870 en Cerro Corá y el desenlace de la guerra: "...Llegan
los brasileños: un soldado persigue al cirujano Estigarribia por el arroyo, y
lo atraviesa de un lanzazo. López trata de enderezarse, pero se desploma
cayendo al agua; consigue sentarse y saca su espadín de oro con la mano derecha
tomando la punta con la izquierda. Cámara se le acerca y le formula la
propuesta de rigor: "Ríndase Mariscal, le garantizo la vida", López
lo mira con los ojos serenos y responde con una frase que entra en la historia:
"¡Muero con mi Patria!" al tiempo de amagarle con el espadín.
"Desarmen a ese hombre", ordena Cámara desde respetable distancia.
Ocurre una escena tremenda: un trompudo servidor de la libertad se arroja sobre
el moribundo eludiendo las estocadas del espadín para soltarle la mano de la
empuñadura; el mariscal, anegada en sangre el agua que lo circunda, medio ahogado,
entre los estertores de la muerte, ofrece resistencia; el cambá lo hace del
pelo y lo saca del agua. Ante esa resistencia, Cámara cambia la orden:
"¡Maten a ese hombre!". Un tiro de Manlicher atraviesa el corazón del
mariscal que queda muerto de espaldas, con los ojos abiertos y la mano crispada
en la empuñadura del espadín. "¡Oh! ¡diavo do López!" ("¡oh!
¡Diablo de López!"), comenta el soldado dando con el pie en el cadáver.
El
exterminio de los últimos paraguayos es atroz. El general Roa, sorprendido en
el arroyo Tacuaras, había sido intimado. "¡Rendite paraguayo danado!"
("¡Rendite paraguayo condenado!"); "¡Jamás!"... y se deja
degollar. El vicepresidente Sánchez, moribundo en su coche, es amenazado.
"¡Rindase fío da put...!"... ("¡Rindase hijo de put...!");
el viejo octogenario abre los ojos asombrado: "¿Rendirme yo?" y
descarga su débil bastón sobre el insolente: un tiro de pistola lo deja muerto.
Panchito acompaña a su madre y a sus hermanos pequeños que han conseguido
refugiarse en su coche; hace la guardia junto a la puerta. Llegan los
brasileños y preguntan si esa mujer es "la querida" de López, y esos
niños, "sus bastardos"; Panchito arremete contra los canallas, que
sujetan al niño: "¡Rindete!" "¡Un coronel paraguayo no se
rinde!". Lo matan.
Elisa
Lynch cubre el cuerpo de su hijo. Algún desmandado quiere propasarse y la mujer
le impone: "¡Cuidado, soy inglesa!". ¡Ah, tiene temores ese mayor
Floriano Peixoto de otra cuestión Christie con Inglaterra! La deja en libertad.
Elisa buscará esa noche el cuerpo de Francisco Solano para enterrarlo junto al
de Panchito en una tumba cavada por sus propias manos. El cadáver del mariscal
está desnudo, porque la soldadesca lo ha despojado (el reloj de oro que llevaba
esa tarde fue mandado como trofeo a la argentina). Elisa encuentra una sabana
de algodón y amortaja los cuerpos queridos.
Entre
el estrépito de triunfo de los vencedores que festejaban su definitiva
victoria. Elisa reza su sencilla oración despidiendo a su compañero y a su
hijo. La noche se ha puesto sobre las tremendas escenas de la tarde, y un farol
mortecino, llevado por un niño de nueve anos, es la única luz que alumbra el
sepelio del gran Mariscal.
La
guerra del Paraguay ha terminado.
Una nación exterminada y saqueada
Luego
de cinco años en que tropas de Argentina, Brasil y Uruguay lucharon contra el
pueblo paraguayo, éste fue vencido y literalmente aniquilado.
Entre
las ruinas aún humeantes de Asunción, en medio de la peste provocada por los
cadáveres sin sepultura, los aliados imponen un gobierno títere. "Gobierno
Provisorio del Paraguay" que declara libre la comercialización de la yerba
mate, el algodón y el corte de madera en los montes fiscales. Se enajena el
ramal de ferrocarril Asunción-Villarrica y en menos de un año pasan a manos
privadas 29 millones de hectáreas de tierra, simplemente hurtadas a los pocos
campesinos que quedaban con vida.
También
era el momento de aplicar, en lo referente a la cuestión de límites
territoriales, el Tratado de la Triple Alianza. El Brasil, siempre mas "hábil"
diplomáticamente, prefirió tratar directamente con el Paraguay vencido y
obtuvo, no solamente el territorio que le correspondía por el Tratado, sino
también una amplia región comprendida entre los ríos Banco y Apa. El gobierno
argentino protestó. Brasil le ofreció en compensación el chaco paraguayo pero
Argentina no aceptó y mantuvo en litigio ésta cuestión durante varios años.
El genocidio del Pueblo paraguayo
Las cifras del horror
El
epígrafe de este breve ensayo, una cita del historiador paraguayo Efraím
Cardozo, contiene una cifra escalofriante, los números desnudos de esta guerra:
"De 1.300.000 habitantes sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y
niños".
En
estos números o en las proporciones coinciden la mayoría de los historiadores.
George G. Petre, diplomático británico, escribió que la población del Paraguay
fue "reducida de cerca de un millón de personas bajo el gobierno de Solano
López a no más de trescientas mil, de las cuales más de tres cuartas partes
eran mujeres". Enrique Cesar Rivera, en "José Hernández y la Guerra
del Paraguay" escribe: "Al comenzar esta (la guerra) contaba el
Paraguay con 1.500.000 habitantes; cuando concluyó, quedaban 250.000 viejos,
mujeres y niños de corta edad, y solo ruinas de una economía floreciente".
Abelardo Ramos sostiene una idea similar: "Si al comenzar la guerra el
Paraguay contaba con 1.500.000 habitantes, al concluir la farsa criminal
vagaban entre las ruinas humeantes 250.000 niños, mujeres y ancianos
sobrevivientes".
Para
que el lector se dé una idea de la magnitud descomunal de la criminalidad de la
guerra solo basta con cotejar estos números con el primer Censo Poblacional que
se realizó en Argentina, contemporáneo a la guerra en 1869. Nuestro país tenía
por entonces 1.877.490 habitantes. En mi provincia, Entre Ríos, vivían 134.271
habitantes. Si trazamos un paralelo con la actualidad, encontraríamos que cerca
del 60% de la población argentina sería asesinada por la guerra. Estaríamos
hablando de alrededor más de 25 millones de personas. La magnitud y la
proporcionalidad de las muertes asustan con solo repasarlas en el papel.
Ni
siquiera el gobierno provisional paraguayo títere, impuesto por Brasil después
de la guerra, pudo esconder lo sucedido. En un censo parcial que se realizó en
el Paraguay, después de la guerra, se concluyó que la población del Paraguay
"pasó de unos 500.000 habitantes a 116.351, de los cuales solo el 10% eran
hombres y el resto, viejos, mujeres y niños". Aunque pueden haber
pretendido esconder la verdadera dimensión de la masacre no pudieron esconder
la proporción ni las consecuencias. Aun así, los casi 400.000 paraguayos que
los vencedores declaran muertos son más de tres veces la población entera de la
provincia de Entre Ríos, que por aquellos días era la tercera más poblada del
país.
Un genocidio
Tan
cierta son las cifras indicadas que el Paraguay de la posguerra se reconstruyó
con el trabajo de las mujeres y los niños, estableciendo un sistema social de
matriarcado combinado con una funcional aceptación de la poligamia debido al
exterminio de la población masculina.
Fue
muerta el 75% de la población. Ante tamaña cifra solo puedo asociar este hecho
a un concepto: genocidio. Son pocos los historiadores que utilizan éste
concepto para denominar lo ocurrido con el pueblo paraguayo. Se prefiere hablar
de exterminio, eliminación, aniquilamiento, pero poco se menciona la noción de
genocidio. Los autores que utilizan el concepto lo hacen como un recurso del
lenguaje, como adjetivo superlativo de la masacre ocurrida, sin profundizar en
el significado del término. Entiendo que éste no es un olvido intencional,
ocurre que genocidio es un concepto relativamente "moderno" y con
ciertos alcances polémicos.
El
extermino del pueblo paraguayo ocurrido durante la guerra de la Triple Alianza
puede ser considerado técnicamente un genocidio cometido por las fuerzas
aliadas del Brasil, Argentina y Uruguay.
Esta
es una hipótesis de trabajo que abordo a continuación: La palabra genocidio fue
creada por Raphael Lemkin en 1944. Deviene del griego: genos-, genes, raíces,
familia, tribu o raza y -cidio-, del latín-cidere, forma combinatoria de
caedere, matar) Lemkin quería referirse con este término a las matanzas por
motivos raciales, nacionales o religiosos. Este pensador judío polaco luchó
para que las normas internacionales definiesen y prohibiesen el genocidio a
partir de las masacres en masa ejecutadas en la segunda guerra mundial.
Desde
el punto de vista legislativo, dentro del marco del Derecho Internacional
Público, la Asamblea General de las Naciones Unidas confirmó los principios de
Derecho Internacional reconocidos por las distintas instituciones que arbitran
la justicia a nivel internacional y proclamó la resolución 96 sobre el Crimen
de Genocidio, que lo define como "una negación del derecho de existencia a
grupos humanos enteros", entre ellos los "raciales, religiosos o
políticos", instando también a tomar las medidas necesarias para la
prevención y sanción de este crimen.
Esta
resolución se cristalizó en la Convención para la Prevención y Sanción del
Delito de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
su resolución 260 A del año 1948 que entró en vigor en 1951.
Se
lo define de la siguiente manera: El genocidio o asesinato de masas es un
delito internacional que consiste en la comisión, por funcionarios del estado o
particulares, de la eliminación sistemática de un grupo social por motivos de
nacionalidad, etnia, raza o religión. Estos actos comprenden la muerte y lesión
a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio y la
adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo.
Una
matanza por motivos ideológicos está en debate en los foros internacionales, no
está firmemente considerado como genocidio, aunque a veces se aplica el
concepto por analogía. Esto es lo que pasó en la dictadura genocida de Videla,
Massera y cía. que asaltó el poder en Argentina el 24 de Marzo de 1976.
Ocultado por la historia universal
La
memoria colectiva de occidente, los manuales de historia universal y las
enciclopedias registran con claridad algunos asesinatos de masas acaecidos a
los cuales se los denomina genocidio. Entre los más conocidos están el
genocidio Armenio, el sufrido por el pueblo judío durante la Alemania nazi, los
progroms realizados en la Rusia zarista y luego por Stalin contra diferentes
minorías étnicas y entre lo últimos, el cometido en Ruanda en la década del 90.
Más acá en el tiempo, y con procesos judiciales aun en desarrollo, también
podemos agregar los casos de la Ex Yugoeslavia y Camboya.
Pero,
en ésta trágica lista no se menciona al genocidio del pueblo paraguayo, a pesar
de que todos los citados, salvo el de Ruanda y los últimos, son anteriores a la
creación del concepto y a la regulación legislativa del mismo.
Paralelo con el genocidio armenio
Consideremos
el genocidio armenio como ejemplo comparativo con el caso paraguayo. Las
atrocidades cometidas contra el pueblo Armenio por el Imperio Otomano y el
Estado de Turquía desde fines del Siglo XIX, durante el transcurso de la
Primera Guerra Mundial y hasta tiempo después de finalizada ésta, son llamadas
en su conjunto el "Genocidio Armenio". La decisión de llevar adelante
el genocidio en contra de la población Armenia fue tomada por el partido
político que detentaba el poder en el Imperio Otomano, conocido popularmente
como los "Jóvenes Turcos". Está estimado que un millón y medio de
armenios fueron exterminados entre 1915 y 1923. La población armenia del
Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial era de aproximadamente dos
millones y medio.
A
pesar de que la Convención de las Naciones Unidas fue adoptada en 1948, 30 años
después de perpetrarse el genocidio, los ciudadanos de origen armenio procuran
lograr el reconocimiento oficial por parte de los gobiernos donde ellos se han
afincado luego de esos atroces episodios. A pesar de que varios países han
reconocido oficialmente el Genocidio Armenio, la República de Turquía como
política de estado niega sistemáticamente el mismo. La lucha por el derecho, la
verdad y la justicia que llevan adelante los descendientes armenios no ha
terminado.
Ni
los sobrevivientes del genocidio paraguayo ni sus descendientes han optado por
esta vía legal. Tal vez hoy ya sea tarde, pero si es preciso al menos llamar a
las cosas por su nombre, evitar los eufemismos confusos y, buscando la verdad y
la justicia histórica, designar sin ambigüedades a las masacres de la guerra
del Paraguay con su preciso nombre: Genocidio.
Contra la nacionalidad paraguaya
Distinguimos
que la ejecución de un genocidio puede ser por motivos "de nacionalidad,
etnia, raza o religión". En el caso puntual del genocidio paraguayo se
consumó por motivos de nacionalidad. El objetivo era eliminar la nacionalidad
paraguaya, esa peculiar cultura hispano guaranítica que impedía el libre
comercio y era un mal ejemplo para los otros países americanos.
Paraguay
era la única ex colonia española que había podido consolidar una verdadera
nacionalidad, una identidad que ciertamente aparecía como peligrosa para el
imperialismo británico: "Insignificante en sí mismo, el Paraguay podía
impedir el desarrollo y progreso de todos sus vecinos. Su existencia (la del
gobierno de Solano López) era nociva y su extinción como nacionalidad debía ser
provechosa para el propio pueblo como también para todo el mundo". Este
texto pertenece a Mr. Washburn, ministro de los EE.UU en Asunción y no expresa
su propia opinión sino que se refiere a los conceptos vertidos por el cónsul
inglés Edward Thornton en uno de sus informes al Foering Office.
Testimonio genocida de Sarmiento
El
genocidio como delito internacional implica la existencia previa de un dolo, de
una intención de exterminar, además de una decisión política acompañada de una
planificación. En el caso del genocidio armenio la documental existente permite
apreciar que hubo decisión política tomada por un Estado (Turquía) y una
puntillosa planificación para realizar el exterminio.
Pero
en el caso del genocidio paraguayo, tal vez hoy resulte imposible demostrar una
planificación por parte de los aliados. Pero, aun así, si se pueden leer cartas
como ésta, de Sarmiento, Presidente de la República Argentina durante los
últimos dos años de la guerra: "Estamos por dudar que exista el Paraguay.
Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por
instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y
colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz
borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de
miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo
guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excresencia humana, raza perdida
de cuyo contagio hay que librarse".
Esta
carta la remite Sarmiento a la pedagoga yanqui Mrs. Mann que desempeñaba un rol
de "gurú" moral y educativo del Padre del Aula. Tiene fecha en el año
1877, es decir la escribió siete años después de terminada la guerra (5).
La
primera afirmación del texto niega o pone en duda la existencia de la
nacionalidad paraguaya: "estamos por dudar que exista el Paraguay".
En los dos párrafos subsiguientes, los vergonzosos calificativos racistas que
utiliza para referirse al pueblo paraguayo encuadran perfectamente en la
tipificación actual del delito de genocidio en cuanto implica una "una
negación del derecho de existencia a grupos humanos enteros". En este
caso, el grupo humano paraguayo, al que Sarmiento no considera humano. El final
de la carta es un reconocimiento de los ilícitos cometidos y una franca
apología del delito.
La ejecución material
En
lo que se refiere a la comisión material del delito, opino que éste se consuma
en los tiempos finales de la conflagración. Concretamente el exterminio se
produce entre la caída de Humaitá, a principios de 1868, hasta el último
combate en Cerro Corá en 1870.
Son
durante estos dos años en que las tropas aliadas combatiendo ya casi sin riesgo
realizan una acción de persecución y masacre contra el pueblo famélico,
apestado e indefenso. Es en éste periodo en que se vio a las "mujeres
pelear con los hijos en brazos armadas de lanza y espada... Un suicidio como no
se vio nunca". (O'Leary).
No
creo que se haya tratado de un caso de suicidio colectivo sino de guerrear para
sobrevivir, de pelear para no ser vejadas, se trataba de matar para no morir,
de defenderse, esa es la razón por la cual luchaban las mujeres paraguayas.
La masacre de Acosta Ñú
Hay
una batalla de la guerra que grafica como ninguna otra la crueldad genocida
desatada. En ese curso de muerte, la última ofensiva de los aliados, se produce
la masacre de niños en "Acosta Ñú", el 16 de agosto de 1869. En
Acosta Ñu, en lo se pretendió mostrar como una batalla, alrededor de 3000 niños
paraguayos enfrentaron a 20.000 hombres del ejército imperial.
El
historiador y periodista brasileño, Juilio José Chiavenatto, relata pasajes de
la mascare: "Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla,
despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando
que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva
próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron
lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia".......
"después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al
caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para
rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde
D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus
madres".
El
Paraguay, en la actualidad, festeja oficialmente el "Día del Niño" el
16 de agosto en memoria de la masacre de los niños paraguayos.
Responsable político y criminal
En
cuanto a la responsabilidad material del genocidio juzgo que debe de serle
atribuida al ejército brasilero, ya que no hubo soldados argentinos en el
desenlace y aniquilamiento final.
La
ausencia de soldados argentinos en el escenario de la matanza no libra de la
responsabilidad política a Sarmiento, Mitre y a la cúpula dirigencial del
liberalismo argentino. Para confirmar nuestra teoría, en mayo 1869 el maestro
sanjuanino afirma, profundizando su vocación genocida: "La guerra del
Paraguay concluye por la simple razón de que matamos a todos los paraguayos
mayores de diez años".
Pero
es un brasilero, el jefe de las fuerzas armadas del Imperio, el que escribe ya
sin eufemismos ni rodeos, el que plantea el genocidio como objetivo militar:
"Cuanto tiempo, cuantos hombres, cuántas vidas y cuantos elementos y
recursos precisaremos para terminar la guerra. Para convertir en humo y polvo
toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la
madre" (Caxias en informe a Pedro II).
"Hasta
el feto en el vientre de la madre"... En esta criminal sentencia
encontramos lo propio del genocidio, alcanzar al gen... matar hasta los
orígenes mismos de la vida.
Epílogo en forma de homenaje al pueblo paraguayo.
Corre
el mes de febrero de 1869, el Mariscal López se interna en la selva paraguaya a
resistir con un grupo de leales. Lo siguen viejos, mujeres, niños y algunos
soldados heridos sobrevivientes. La marcha es espectral. Es un ejército
fantasma que acosado por el hambre, las pestes, y los "cambá" ha
decidido dejar la vida en la selva antes que entregar la Patria al invasor
brasilero.
Aquel
éxodo de todo un pueblo al lado del ejército nacional y siguiendo a su líder es
una de las páginas más sublimes de la historia universal. Constituye uno de los
episodios más grandiosos y conmovedores que nuestra patria grande recuerde, un
acto de entrega total, de patriotismo de un pueblo que siguió como a un Moisés
a Solano López. Hasta la muerte (6).
A
miles de kilómetros de distancia, en Southampton, Inglaterra, todavía vive un
viejo adversario del Mariscal: el brigadier Juan Manuel de Rosas. Viejo y
pobre, desde su destierro, sigue con emoción la gran epopeya paraguaya. Ya no
es un adversario. Comprende que, por los avatares de la historia, Francisco
Solano López se ha convertido en el defensor de la causa americana que alguna
vez fuera también la suya.
Rosas
se entera que López está internado en la selva y sigue ofreciendo pelea fiel a
su consigna de "¡Vencer o Morir!". Esqueléticas figuras van dejando
una a una sus vidas por esos senderos sin retorno. Los restos del otrora
orgulloso pueblo paraguayo marchan inexorablemente hacia su propia tumba.
"Mientras la voz de la patria siga tronando por montes y laderas, la
patria existe, y en pie queda la obligación de luchar por ella". Así se dirigía
a un grupo de heroicas sombras humanas que lo escuchaban alucinados.
El
Mariscal López asumía la voz del Paraguay soberano, profundo y americano. Así
lo entendió Juan Manuel de Rosas que absolutamente convencido de su decisión,
pide un cambio en su testamento: El 17 de febrero de 1869 informa sobre el
destino que ahora quiere para la mítica espada del Libertador. El nuevo
testamento establece: "Su Excelencia el Generalísimo Capitán Gral. Don
José de San Martín me honró con la siguiente manda: "La espada que me
acompañó en toda la guerra de la independencia será entregada al General Rosas
por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la
patria". Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea
entregue a su Excelencia el Señor Gran Mariscal, Presidente de la República del
Paraguay y Generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que
me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y
sabiduría con que ha sostenido los derechos de su patria...".
Debieron
pasar 84 años para que un gobierno argentino hiciera un reconocimiento
institucional. Recién en 1954, el Presidente Juan Domingo Perón devuelve en un
acto solemne y emotivo en Asunción, los trofeos de guerra, aquel reloj de oro
que cuenta José María Rosa en la cita que transcribí. En su mensaje señaló que
"Vengo como un hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay en el nombre
de su sagrado Mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo del
pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan querida. En nombre de esa
amistad y de esa devolución del pueblo argentino, pongo en manos del mandatario
de este pueblo, como las reliquias, el testimonio de nuestra hermandad
inquebrantable".
El
acto cumple una justicia histórica: las banderas de guerra del Paraguay deben
tener su descanso eterno en suelo guaraní, en la misma tierra donde hoy yacen
sepultados el millón de muertos que se cobró la guerra más infame que nuestra
patria contempló.
Notas:
1.
El alegato del Doctor Francia pronunciado en el Congreso de Notables reunido en
Asunción en junio de 1810 entre otras cosas enunciaba: "Esta Asamblea no
perderá su tiempo debatiendo si el cobarde padre o el apocado hijo es rey de
España. Los dos han demostrado su débil espíritu y su desleal corazón. Ni el
uno ni el otro pueden ser ya rey en ninguna parte. Más sea o no rey de España
el uno o el otro, ¿qué nos importa a nosotros? Ninguno de ellos es ya rey del
Paraguay. El Paraguay no es el patrimonio de España, ni provincia de Buenos
Aires. El Paraguay es Independiente y es República", y siguió diciendo
"la única cuestión que debe discutirse en esta asamblea y decidirse por
mayoría de votos es: cómo debemos defender y mantener nuestra independencia
contra España, contra Lima, contra Buenos Aires y contra Brasil; cómo debemos
fomentar la pública prosperidad y el bienestar de todos los habitantes del
Paraguay; en suma, qué forma de gobierno debemos adoptar para el Paraguay. Mis
argumentos en favor de mis ideas son éstos: y de las faltriqueras interiores de
su casaca sacó dos pistolas pequeñas, diciendo: la una está destinada contra
Fernando VII, y la otra contra Buenos Aires.".
2.
La cuestión de la Independencia del Paraguay. En relación a este punto, y en
especial acerca de la relación con la política rosista cabe resaltar que fue
con una finalidad muy distinta a los objetivos de Rosas que el Brasil y la
Argentina de Mitre reconocieron la "independencia" a la Nación
guaraní. Rosas se oponía a la balcanización continental y abrogaba por la
unidad del viejo virreinato. Todo lo opuesto pretendían Mitre y Pedro II. El
mismísimo Abelardo Ramos, un no muy devoto rosista, afirma que: "Treinta
años después de la ruptura americana con España, Paraguay no había declarado
aun su independencia. El doctor Francia consideraba al Paraguay parte de la
unidad política y geográfica del extinto virreinato, y comprendía -lo mismo que
Lopez- que un Paraguay "independiente" le era imposible conservar
indefinidamente su plena soberanía y garantizar su evolución económica. En la
medida de que Rosas representaba intereses más nacionales que Mitre, se negó a
reconocer la independencia paraguaya que López se vio impulsado a planear; era
una forma como cualquier otra de mantener bajo la férula de la Aduana porteña
al Paraguay. Mitre, en cambio, no tenía inconveniente en admitir esa monstruosa
"soberanía" porque estaba dentro de la política de la burguesía
comercial porteña impulsar la "balcanización" del Sur bajo el dictado
del amo británico. La existencia independiente del Paraguay como
"nación" tan ficticia como la de la Argentina, Bolivia o Uruguay se
desarrolló de acuerdo a un proceso muy particular. Influyeron en él, al
principio, factores geográficos e históricos: la presión del Brasil -su vecino
en el rio Paraná-, la coincidencia de sus producciones y la tendencia brasileña
de incluir al Paraguay en su Estado de Matto Grosso. Desde el comienzo del
siglo XVIII Portugal estuvo bajo el protectorado británico; toda la historia
brasileña transcurre en esa dependencia. Semejante situación determinó que el
Brasil, durante el Imperio como bajo la era republicana propendiese
constantemente a ejecutar la política inglesa en el Río de la Plata,
aprovechando de paso migajas para su clase gobernante. Gran Bretaña sostenía
como divisa inconmovible de su estrategia rioplatense. Impedir por cualquier
medio la unificación de las antiguas provincias españolas del Sur"
(Abelardo Ramos, "Revolución y Contrarrevolución en Argentina"). Así,
a su manera, y con su relación ambivalente con Rosas, la izquierda nacional
explica, con claridad meridiana, la cuestión de la independencia del Paraguay,
dando por tierra todas las teorizaciones de la historiografía liberal oficial y
la izquierda antipopular que hacían de esta cuestión un hito saliente de su
relato antirrosista. También considero importante aclarar puntualmente el
episodio de protesta del embajador de Rosas ante la declaración de
independencia del Paraguay hecha por el Imperio del Brasil y su sentido político.
Con respecto a esto, me parece esclarecedora la cita de otro historiador que no
puede ser definido precisamente como rosista que ya hemos citado en este
trabajo. El mexicano Carlos Pereyra, en su libro "Francisco Solano López y
la Guerra del Paraguay" se explaya sobre las razones políticas de la
posición del gobierno argentino y a la vez nos brinda un cuadro general de la
política imperialista del Brasil: "Rosas, a quien se ha reprochado su
localismo bonaerense, entendió las cosas mejor que sus adversarios, y creía que
cualquiera intervención, directa o indirecta del Brasil, aun la más generosa de
sus intervenciones, era inaceptable no solo para los porteños, sino para todos
los argentinos de cuyo sentimiento nacional él fue defensor y representante. Rechazó
el tratado que su ministro el general Guido concluyó con el gobierno del
emperador en 1843, y consideró como acto dirigido contra su patria, no solo la
intervención, aislada o conjunta, en cuestione platenses, sino el simple
reconocimiento que hizo el Imperio de la independencia del Paraguay. ¿Era un
error de Rosas? ¿Era el resultado de las miras de los argentinos contra una
república independiente? ¿Era la prepotencia del bonaerense, deseoso de someter
al Paraguay? La respuesta, tardía como todas las respuestas dadas por los
acontecimientos, se encuentra en Cerro Corá. Los paraguayos, como los
brasileños, lucharon contra Rosas. Los sucesores de Rosas, unidos a los
brasileños, exterminaron al Paraguay. La fatalidad de los hechos imponía su
ley, lo mismo a la previsión que a la imprevisión. Se trataba de un sistema
vicioso, si puede haber sistema en la desintegración, y el sistema caía por sus
causas de ruina. El Río de la Plata era la casa dividida contra sí misma. El
Imperio del Brasil vio sucesivamente caer a Rosas y a Francisco Solano López.
No prevaleció, porque a su vez, llevaba la muerte en sus entrañas. El
conquistador no pudo aprovechar la conquista, y fue sucesivamente satélite de
otros planetas, o planeta de otros soles. Es perfectamente comprensible la
intransigencia de Rosas, quien no podía ver en el Paraguay una comunidad
independiente. Rosas carecía de formulas para resolver la gravísima cuestión
planteada por la independencia del Paraguay, pero en su videncia de la realidad
política, estaba convencido que un Paraguay autónomo era imposible. El Paraguay
era imposible, y antes de que transcurrieran treinta años desde el interesado
reconocimiento que de su independencia hizo el Imperio, la independencia del
Paraguay había sido destruida por el propio D. Pedro".
3.
Pérfida Albión. Expresión anglofóbica que se utiliza para denominar de una
manera hostil a Inglaterra. Creada por el poeta hispano -francés Agustín Marie
de Ximenez. Albión deriva de "albus", blanco. Color que tienen los
acantilados de Dover cuando se los divisa desde el mar. La expresión
"pérfida Albión" fue muy usada por Napoleón y sus oficiales para
referirse a su enemigo imbatible: El Reino Unido de la Gran Bretaña.
4.
El tratado de la Triple Alianza. Pocos documentos oficiales son tan reveladores
de las verdaderas intenciones políticas que van detrás de los actos de Estado
como este Tratado. De su simple lectura cualquiera puede deducir con facilidad
la naturaleza del conflicto que se avecinaba y las razones del mismo. El texto
del Tratado: El 1º de mayo de 1865, Francisco Octaviano de Almeida Rosa
(reemplazante de Paranhos e integrante del partido liberal brasileño), Carlos
de Castro (canciller del gobierno de Venancio Flores) y Rufino de Elizalde
(canciller del de Mitre) firmaron en la ciudad de Buenos Aires el tratado de
alianza que permanecería secreto debido a sus comprometedoras cláusulas, el
mismo es el siguiente: Art. 1. La República Oriental del Uruguay, Su Majestad
el Emperador del Brasil, y la República Argentina contraen alianza ofensiva y
defensiva en la guerra provocada por el gobierno del Paraguay. Art. 2. Los
aliados concurrirán con todos los medios de que puedan disponer, por tierra o
por los ríos, según fuese necesario. Art. 3. Debiendo las hostilidades comenzar
en el territorio de la República Argentina o en la parte colindante del
territorio paraguayo, el mando en jefe y la dirección de los ejércitos aliados
quedan a cargo del presidente de la República Argentina y general en jefe de su
ejército, brigadier don Bartolomé Mitre. Las fuerzas navales de los aliados
estarán a las inmediatas órdenes del Vice Almirante Visconde de Tamandaré,
comandante en jefe de la escuadra de S.M. el Emperador del Brasil. Las fuerzas
terrestres de S.M. el Emperador del Brasil formarán un ejército a las órdenes
de su general en jefe, el brigadier don Manuel Luis Osorio. A pesar de que las
altas partes contratantes están conformes en no cambiar el teatro de las
operaciones de guerra, con todo, a fin de conservar los derechos soberanos de
las tres naciones, ellas convienen desde ahora en observar el principio de la
reciprocidad respecto al mando en jefe, para el caso de que esas operaciones
tuviesen que pasar al territorio oriental o brasileño. Art. 4. El orden
interior y la economía de las tropas quedan a cargo exclusivamente de sus jefes
respectivos. El sueldo, provisiones, municiones de guerra, armas, vestuarios,
equipo y medios de transporte de las tropas aliadas serán por cuenta de los
respectivos Estados. Art. 5. Las altas partes contratantes se facilitarán
mutuamente los auxilios que tengan y los que necesiten, en la forma que se
acuerde. Art. 6. Los aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas
sino de común acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual gobierno del
Paraguay, así como a no tratar separadamente, ni firmar ningún tratado de paz,
tregua, armisticio, cualquiera que ponga fin o suspenda la guerra, sino por
perfecta conformidad de todos. Art. 7. No siendo la guerra contra el pueblo
paraguayo sino contra su gobierno, los aliados podrán admitir en una legión
paraguaya a todos los ciudadanos de esa nación que quisieran concurrir al
derrocamiento de dicho gobierno, y les proporcionarán los elementos que
necesiten, en la forma y condiciones que se convenga. Art. 8. Los Aliados se
obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la
República del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo podrá elegir el
gobierno y las instituciones que le convengan, no incorporándose ni pidiendo el
protectorado de ninguno de los aliados, como resultado de la guerra. Art. 9. La
independencia, soberanía e integridad territorial de la República, serán
garantizadas colectivamente, de conformidad con el artículo precedente, por las
altas partes contratantes, por el término de cinco años. Art. 10. Queda
convenido entre las altas partes contratantes que las exenciones, privilegios o
concesiones que obtengan del gobierno del Paraguay serán comunes a todas ellas,
gratuitamente si fuesen gratuitas, y con la misma compensación si fuesen
condicionales. Como punto saliente se puede leer claramente un objetivo puntual
era quitar a Paraguay la soberanía de sus ríos. Art. 11. Derrocado que sea el
gobierno del Paraguay, los aliados procederán a hacer los arreglos necesarios
con las autoridades constituidas, para asegurar la libre navegación de los ríos
Paraná y Paraguay, de manera que los reglamentos o leyes de aquella República
no obsten, impidan o graven el tránsito y navegación directa de los buques
mercantes o de guerra de los Estados Aliados, que se dirijan a sus respectivos
territorios o dominios que no pertenezcan al Paraguay, y tomarán las garantías
convenientes para la efectividad de dichos arreglos, bajo la base de que esos
reglamentos de política fluvial, bien sean para los dichos dos ríos o también
para el Uruguay, se dictarán de común acuerdo entre los aliados y cualesquiera
otros estados ribereños que, dentro del término que se convenga por los
aliados, acepten la invitación que se les haga. Art. 12. Los aliados se reservan
concertar las medidas más convenientes a fin de garantizar la paz con la
República del Paraguay después del derrocamiento del actual gobierno. Art. 13.
Los aliados nombrarán oportunamente los plenipotenciarios que han de celebrar
los arreglos, convenciones o tratados a que hubiese lugar, con el gobierno que
se establezca en el Paraguay. Otro punto específico era responsabilizar a
Paraguay de la deuda de guerra. Art. 14. Los aliados exigirán de aquel gobierno
el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así
como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus
propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos, sin
expresa declaración de guerra, y por los daños y perjuicios causados subsiguientemente
en violación de los principios que gobiernan las leyes de la guerra. La
República Oriental del Uruguay exigirá también una indemnización proporcionada
a los daños y perjuicios que le ha causado el gobierno del Paraguay por la
guerra a que la ha forzado a entrar, en defensa de su seguridad amenazada por
aquel gobierno. Art. 15. En una convención especial se determinará el modo y
forma para la liquidación y pago de la deuda procedente de las causas
antedichas. También dejaban bien claro los aliados la intención de repartir el
territorio paraguayo. Art. l6. A fin de evitar discusiones y guerras que las
cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del
gobierno del Paraguay que celebre tratados definitivos de límites con los
respectivos gobiernos bajo las siguientes bases: La República Argentina quedará
dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay, hasta
encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos, en la ribera
derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra. El Imperio del Brasil quedará
dividido de la República del Paraguay, en la parte del Paraná, por el primer
río después del Salto de las Siete Caídas que, según el reciente mapa de
Mouchez, es el Igurey, y desde la boca del Igurey y su curso superior hasta
llegar a su nacimiento. En la parte de la ribera izquierda del Paraguay, por el
Río Apa, desde su embocadura hasta su nacimiento. En el interior, desde la
cumbre de la sierra de Mbaracayú, las vertientes del Este perteneciendo al Brasil
y las del Oeste al Paraguay, y tirando líneas, tan rectas como se pueda, de
dicha sierra al nacimiento del Apa y del Igurey. Art. 17. Los aliados se
garanten recíprocamente el fiel cumplimiento de los acuerdos, arreglos y
tratados que hayan de celebrarse con el gobierno que se establecerá en el
Paraguay, en virtud de lo convenido en este tratado de alianza, el que
permanecerá siempre en plena fuerza y vigor, al efecto de que estas
estipulaciones serán respetadas por la República del Paraguay. A fin de obtener
este resultado, ellas convienen en que, en caso de que una de las altas partes
contratantes no pudiese obtener del gobierno del Paraguay el cumplimiento de lo
acordado, o de que este gobierno intentase anular las estipulaciones ajustadas
con los aliados, las otras emplearán activamente sus esfuerzos para que sean
respetadas. Si esos esfuerzos fuesen inútiles, los aliados concurrirán con
todos sus medios, a fin de hacer efectiva la ejecución de lo estipulado. Art.
18. Este tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se
haya obtenido. Art. 19. Las estipulaciones de este tratado que no requieran
autorización legislativa para su ratificación, empezarán a tener efecto tan
pronto como sean aprobadas por los gobiernos respectivos, y las otras desde el
cambio de las ratificaciones, que tendrá lugar dentro del término de cuarenta
días desde la fecha de dicho tratado, o antes si fuese posible. En testimonio
de lo cual los abajo firmados, plenipotenciarios de S.E. el Presidente de la
República Argentina, de S.M. el Emperador del Brasil y de S.E. el Gobernador
Provisorio de la República Oriental, en virtud de nuestros plenos poderes,
firmamos este tratado y le hacemos poner nuestros sellos en la Ciudad de Buenos
Aires, el 1º de Mayo del año de Nuestro Señor de 1865. También se firmó un
protocolo adicional secreto que establecía lo siguiente: 1) demolición de las
fortificaciones de Humaitá; 2) desarme de Paraguay y reparto de armas y
elementos de guerra entre los aliados; y 3) reparto de trofeos y botín que se
obtuvieran en territorio paraguayo.
5.
Vocación genocida de Sarmiento. Esa carta puntual que cito es mencionada por
algunos historiadores como una carta dirigida a Mitre. Creo, en función de la
lectura de diversas fuentes, que eso no es correcto. Son varias las cartas a
Mrs. Mann en las que el sanjuanino es explaya sobre el desprecio que siente por
los habitantes de nuestros continente. Hay otra carta que Sarmiento sí dirige a
Mitre, en ocasión de Pavón, en las que también pone de manifiesto su escaso o
nulo respeto por los derechos humanos de nuestros compatriotas: "No trate
de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al
país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos".
6.
Sobre el martirio del pueblo paraguayo. Son pocos los libros como "Proceso
a los Falsificadores de la Historia del Paraguay", de Atilio García
Mellid, que describen con tanta poesía y lirismo la epopeya y el martirio del
Paraguay. Este libro, un poco en la sombras, como su autor, por motivos
políticos e historiográficos, narra en dos largos tomos la historia del
Paraguay, desde la colonización hasta la posguerra. En sus párrafos,
poéticamente elaborados, podemos leer: "Porque podrá borrarse la imagen de
los mártires, desdibujarse el paso de los héroes y aventarse las cenizas de los
guerreros abatidos, pero no se podrá nunca ocultar la luz inmarcesible de ese
holocausto colectivo, ni amortiguar la belleza moral de un sacrificio de tan
inmensas proporciones... Para comprender al Paraguay que sostuvo, durante más
de cinco años, una guerra desigual y aniquiladora, es necesario pensar en esa
comunidad activa, en ese destino colectivo en que todos se sentían
representados. Lo que esa comunidad defendía, no era un hombre, ni la obra de
un hombre: era la obra de todos, que en un hombre -el mejor- se encarnaba.
Porque ese hombre y ese pueblo eran la expresión unificadora, maciza e
inconfundible del alma paraguaya".
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