Estimad@s: Cómo no podía ser de otro modo, el tema de la hora es Macri, el PRO y el resultado de las elecciones presidenciales. Pero quería aprovechar la ocasión para mirar estos hechos desde otro ángulo y compartirles un breve ensayo sobre sociología y teoría política que escribí hace tiempo. Por las dudas aclaro, soy más peronista que nunca, quédense tranquilos los cumpas jaja; pero me parece oportuno reflexionar sobre algunos temas como los partidos políticos en la actualidad, el modelo de representación, las preferencias de los ciudadanos y las campañas electorales. Ha pasado mucha agua bajo el puente desde el 2001 y es necesario repensar la sociedad y el sistema de partidos en estos términos, mucho más para los que somos militantes. Disparar reflexiones sin la necesidad de compartir conclusiones es siempre un comienzo.
Jamie Durán Barba junto a Mauricio Macri.
Aquí
hago un análisis comparativo del discurso político del PRO, retratado mediante
conceptos de Jaime Durán Barba, cotejado con teorías de la posmodernidad
elaboradas por los sociólogos Beck, Beck-Gernsheim, Lash y Luhmann, entre otros.
En el ensayo concluyo que el discurso político del PRO tiene marcadas analogías
con las conclusiones de los sociólogos abordados, encontrando marcados
parentescos conceptuales con la "Teoría de la Individualización" de
Beck y Beck-Gernsheim y la "Sociología del Posmodernismo" de Lash, lo
que lo inscribirían dentro de lo que, en forma simplificada, se conoce como
sociología posmoderna. Considero además que este hecho es una innovación
teórica y política sin precedentes en Argentina. Lo
particular de este ensayo es que lo escribí en el 2011, cuando estaba cursando
Teoría Social Contemporánea en la Maestría de Ciencias Sociales de la UNL,
donde vislumbraba que Macri podía ser el candidato a presidente de la
oposición en el 2015. Luego lo presenté y diserté en el Congreso de Ciencias Políticas de
la UNL, en el 2012 (http://www.fhuc.unl.edu.ar/materiales_congresos/ciencia%20politica_2012/paginas/eje_2.html). Además se lo envié a mi amigo Domingo Rondina quien lo posteó en su excelente
blog (http://www.domingorondina.com.ar/2012/08/posmodernidad-tan-pro.html).
Las
ideas de libertad, autonomía política o individualización, al menos la
reelaboración de dichos conceptos, fueron los puntos más llamativos del estudio.
Recuerdo que en ese momento, abril de 2012, le envié el ensayo a Jaime Durán Barba, quien me comentó que por esos días estaba preparando un texto sobre
autoritarismo y democracia en la sociedad post moderna, lo que confirma la
centralidad de la libertad individual y política en la construcción del
discurso político del PRO.
Jaime Durán Barba, junto a Marcos Peña y Mauricio Macri. |
Queda abierto al debate si el discurso político posmoderno es una vuelta o remake del viejo liberalismo o neoliberalismo o si, por el contrario, refleja y absorbe en buena medida los profundos cambios que han ocurrido en la sociedad argentina en las últimas décadas donde estalló por los aires el viejo sistema de partidos y el modelo de representación política parece estar en una metamorfosis. La elección de Macri como presidente es un punto desde el cual comenzar a mirar esto.
Escribe: Alejandro Gonzalo García Garro
-------------------------------------------------------------------------------------
Posmodernidad en el discurso político del PRO*
1. Introducción
El
debate en torno a la condición moderna de la sociedad es el eje de la primera
unidad del programa de la materia. Modernidad, posmodernidad, modernidad
reflexiva o radicalizada, la esencia de los conceptos, su aceptación o rechazo,
su dinámica y elementos, etc., desde la perspectiva de los textos Marshall
Berman, Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, Anthony Giddens, Scott Lash y
Niklas Luhmann, los autores del material bibliográfico propuesto.
Este
“paper” pretende retratar algunas postales del discurso político del Partido
Propuesta Republicana (PRO) ([1])
que conduce el actual Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Ing. Mauricio Macri, explicadas a través del material propuesto, buscando
establecer los parentescos conceptuales y las similitudes teóricas del PRO con
las ideas y textos desarrolladas en la cátedra, especialmente las ideas de los
Beck, Lash y, en menor medida, Giddens, Luhmann y Berman.
Para
retratar fragmentos del discurso político del PRO recurrí al análisis y lectura
de entrevistas y notas del consultor político de Macri, Jaime Durán Barba ([2]).
De ellas, he extraído y elaborado una matriz de ideas recurrentes. La presencia
del debate en torno a la condición moderna/posmoderna de la sociedad argentina
y su presencia en el discurso político del PRO será reflejado en orden a una
serie de temas, tomando como base los textos de la cátedra y recurriendo para
su ilustración a las opiniones y teorías de Durán Barba. No hice un análisis
sobre las estrategias de campaña del PRO, ni del marketing político, mensajes o
slogans utilizados. Lo que busqué es extraer la concepción de la sociedad que
está de trasfondo en el discurso y las ideas políticas del PRO ([3]).
2. Durán Barba y el Pro
porteño, ¿política y sociedad posmoderna?
La
elección de Jaime Durán Barba como sujeto portador y reproductor del discurso
político del PRO es deliberada. Primero porque nada refleja mejor un debate en
torno a las posmodernidad en la política que la figura de un consultor, un
profesional dedicado al estudio de los comportamientos sociales del electorado,
sus preferencias, la comunicación política, etc.
Las
estrategias electorales y las campañas políticas son hoy el marco de debate y
construcción de las ideas políticas por antonomasia y allí, sin ser candidato,
Durán Barba adquiere una centralidad que no goza casi ningún otro dirigente del
PRO por fuera de Macri.
También
es cierto que Durán Barba constituye la voz “más política” de los referentes
del PRO, quienes prácticamente no poseen definiciones ideológicas y teóricas.
Más allá de su simpleza, que hace que muchos piensen que es un parlanchín,
bonachón, un “tanto chanta” ([4]),
lo cierto es que el ecuatoriano Durán Barba es un hombre instruido, con un
dilatado currículum laboral y académico en distintos países.
Independientemente
de compartir o no sus ideas políticas, sus cuatro títulos universitarios –doctorado en Derecho,
maestría en Sociología, licenciatura en Filosofía Escolástica y doctorado en
Historia- lo convierten en un excelente objeto de análisis para buscar las
esencias del pensamiento político desde una perspectiva de las Ciencias
Sociales y la Sociología. El lenguaje y los conceptos utilizados por Durán
Barba son muy parecidos a los utilizados en los textos. De hecho, es muy
posible que alguna vez los haya leído.
Durán
Barba no tiene dudas que hoy vivimos en una sociedad posmoderna, y que esta
condición incide notablemente en la política. Cuando le preguntan “¿Qué influencia
concreta tiene la posmodernidad en la política actual?”, sin medias tintas responde:
“Total. Cuando hice mis estudios de Filosofía en la
Universidad de Cuyo (Mendoza) vivíamos la agonía del viejo paradigma y creíamos
en el general Perón y en las marchas de los muchachos peronistas. Era la última
parte de los viejos caudillos, de la política de la voz. Ya la TV empezaba a
impactar y el rock a cambiar la mente de la gente. Pero ahora la sociedad
cambió totalmente, la posmodernidad es un hecho, la revolución de las
comunicaciones ha sido descomunal, Internet ha sido la última gran explosión de
esa revolución y, desde luego, los celulares. Si se hace política y no se
entiende que los jóvenes admiran a los hackers y no a los guerrilleros, no hay
posibilidad de hacer política”. ( [5]).
Sin
dudas, esta afirmación es un rasgo distintivo del PRO. Prescindiendo de juicios
de valor, descriptivamente se puede afirmar que ninguna otra fuerza política,
ni dirigente de relevancia, afirma en forma tan categórica esto: estamos en la
posmodernidad. Algo que, prima facia, parece un ataque contra los tradicionales
partidos políticos.
Como
veremos, esta condición no es sólo la expresión de un asesor de campaña, es en
parte la lectura de la sociedad que hace el PRO que se vio reflejada en las
campaña de Macri, donde la ruptura con lo que se considera una tradicional
forma de hacer política, al menos en lo que a la comunicación y mensajes se
refiere, se hizo más patente que nunca en la política argentina ([6]).
3. Modernidad/posmodernidad
política en Beck, Berman, Giddens, Lash y Luhmann.
La
polémica en relación a la condición moderna de la sociedad consiste en
determinar si en algunas sociedades contemporáneas, en especial las de los
países desarrollados, las sociedades hoy han entrado en una nueva etapa donde
su organización social se estructura mediante parámetros, instituciones y
reglas que niegan o superan las construidas por la modernidad -entendida en
forma simplificada como la sociedad emergente de los procesos políticos
europeos del siglo XVII, resaltados con las grandes revoluciones del siglo
XVIII, el nacimiento de los Estados nacionales y el desarrollo mundial del
capitalismo ([7]),
entrando así en lo que se denominaría posmodernidad, comprendida como superación
de esta vieja forma de organización social.
O
si por el contrario, podemos sostener que estos cambios, variaciones, nuevas
condiciones, emergentes de nuevos actores y desafíos, etc., que envuelven a la
sociedad contemporánea constituyen manifestaciones peculiares pero propias de
la misma modernidad, que si bien arman un nuevo paisaje social, lo hacen desde
la lógica y racionalidad de la propia modernidad, sin salir del modelo de la
sociedad por ella construido.
Los
sociólogos no suscriben pacíficamente a la idea de que la sociedad
contemporánea es posmoderna. Es más, con matices y contrapuntos, casi todos los
autores estudiados niegan la existencia de la posmodernidad, al menos como
condición de la sociedad contemporánea.
Haré
un resumen de las diferentes concepciones que hacen los autores sobre la
condición moderna, vinculándolo con la tesis de Durán Barba a modo de
introducirnos en el tema concreto:
Ulrich
Beck / Elisabeth Beck-Gernsheim: Los Beck perciben cambios en
la sociedad contemporánea, pero no conciben una ruptura conceptual de tal
dimensión como para pensar en una sociedad posmoderna. Para ellos a la primera
modernidad, o “simple modernidad” le sigue el despliegue de una “segunda
modernidad” o “modernidad reflexiva”.
Esta
situación es fruto de un crecimiento del rol de individuo en la construcción de
las reglas sociales, como consecuencia natural de la primera modernidad. Lo
define como individualismo institucionalizado y lo describen como el hecho por
el cual las “instituciones cardinales de la sociedad moderna están (ahora)
orientadas al individuo y no al grupo” ([8]).
Esta es la característica estructural distintiva de la segunda modernidad.
Sostiene
Scott Lash sobre la teoría de los Beck: “En la primera modernidad, el individuo
estaba constituido en consonancia con una serie de roles dentro de una variedad
de instituciones. En la actualidad, estas instituciones están en crisis, y
muchas funciones que en otro tiempo tenían lugar en la interfaz institución e
individuo están teniendo lugar actualmente de manera más intensa y más próxima
al individuo” ([9]).
Esta
crisis de las instituciones tradicionales de la sociedad moderna las convierte
en “zombis” según el concepto de Beck. Esto refiere a su situación, cruzada por
su origen, vinculado a la primera modernidad, y su tránsito a una sociedad
signada por la individualización. Para Beck, la familia, el barrio, las clases
sociales, la propia Democracia y, en buena medida la política obviamente, son
categorías zombis, que pretenden regular con parámetros de una vieja sociedad
la realidad de la nueva, “estamos viviendo con categorías que están muertas y
vivas al mismo tiempo” ([10]).
Beck
añade otros elementos para explicar los cambios en la sociedad. La idea del
“Riesgo”, como consecuencia de la complejización del mundo moderno, las
depredación del medio ambiente y el desarrollo tecnológico también tienen un
lugar destacado. Del mismo modo, la globalización hace su aporte para Beck.
Las
ideas de los Beck abren las puertas al diagnóstico de Durán Barba. El concepto
de categoría “zombi” y la individualización son marcos conceptuales en los
cuales pueden operar con total normalidad las ideas del consultor del PRO, como
veremos más adelante.
Marshall
Berman: Para Berman, la modernidad se entiende a través de la
comprensión de la relación dialéctica entre modernización -avances científicos,
desarrollos tecnológicos y cambios sociales- y modernismo -Ideas, valores y
visiones que pretenden “darle a los hombres el poder de abrirse paso a través
de la vorágine de la modernización” ([11]).
Berman divide a la modernidad en
tres etapas: a) primera fase, desde comienzos del siglo XVI hasta finales del
XVII; b) segunda fase, desde la gran ola revolucionaria de 1790 hasta el siglo
XX; c) tercera fase: desde comienzos del siglo XX al presente. Sobre el
modernismo de la tercera fase, Berman comienza planteando que el “pensamiento
acerca de la modernidad parece haber llegado a un punto de estancamiento y
regresión”.
Berman niega la existencia de la
posmodernidad, y cuestionando todas las teorías negativas y las denominadas
posmodernistas de la tercera fase, plantea la necesidad de resucitar el
modernismo dinámico y dialéctico del siglo XIX para las necesidades del
presente. No concibe una nueva sociedad, cimentada en otras instituciones. Es
un “apologista” de la modernidad. Aquí, las ideas de Durán Barba no entrarían.
Anthony
Giddens: “En vez de estar entrando en un periodo
de postmodernidad, nos estamos trasladando a uno en que las consecuencias de la
modernidad se están radicalizando y universalizando como nunca” ([12]),
afirma Giddens. No se trata de posmodernidad, sino de “Modernidad Radicalizada”
para el sociólogo inglés.
Es
la propia dinámica de la modernidad la que lleva a su radicalización. Su
dinamismo deriva de la separación del tiempo y de lo que denominamos espacio.
La relación y combinación de tiempo y espacio, su separación, trae cambios
importantes en la sociedad y sus instituciones tradicionales ([13]).
A este elemento debe sumársele el carácter reflexivo de la modernidad, que
acarrea un constante ordenamiento y reordenamiento de las relaciones e
instituciones sociales en función de la incorporación de nuevos conocimientos
–permanentemente incorporados- que inciden decisivamente en las acciones de los
individuos y grupos sociales.
A
la par de lo mencionado, la “mundialización”, el desarrollo del capitalismo y
el industrialismo cambian relaciones e instituciones de la sociedad moderna. En
la lectura de las transformaciones producidas en las clases o movimientos sociales
que hace Giddens, se pueden trazar algunos paralelos con los planteos de Durán
Barba.
Scott
Lash: “El posmodernismo no es una condición ni,
como si formara parte de un tejido junto con el pos industrialismo, un tipo de
sociedad en el sentido en que la gente habla de la sociedad industrial o de la
sociedad capitalista o de la sociedad moderna. Pienso en cambio, que el
posmodernismo está confinado al ámbito de la cultura” ([14]),
argumenta Lash en las primeras páginas de “Sociología del Posmodernismo”,
adoptando el término pero dándole una acepción más específica. Para Lash, el
posmodernismo es estrictamente cultural, un “paradigma cultural”.
Los
paradigmas culturales son para el autor “regimenes de significación” que
producen objetos culturales, operando como una economía cultural.
Esta
especial condición de la cultura trae cambios radicales en la sociedad.
Reconvertida bajo una lógica económica, devenida en una industria, la cultura
pierde su diferenciación con lo social, que constituyó su rasgo distintivo en
la modernidad clásica.
Este
proceso se retroalimenta con el rol central de las nuevas tecnologías de la
comunicación e información, la globalización y la economía posindustrial,
impactando en la sociedad moderna cuestionando y redefiniendo instituciones. En
“Crítica de la Información”, Lash define estos fenómenos como el emergente de
“una cultura tecnológica”. La política, el rol del individuo, los partidos o
las clases sociales son drásticamente reconfiguradas. Sin dudas, en Lash
encontramos muchas ideas que parecen tener un parecido de familia con el
discurso de Durán Barba.
Niklas
Luhmann: Luhmann vuelve directamente a los presupuestos del
conocimiento sociológico y plantea que no se puede siquiera hablar de
modernidad o posmodernidad sin un correcto abordaje epistemológico
que de cuenta de los grandes cambios operados, que hacen a la sociedad moderna
un gran sistema social compuesto por cada vez más subsistemas sociales, sin jerarquías establecidas, ni contornos y límites claros, en lo que
Luhmann describe como un proceso “diferenciación social”.
En sus ensayos ([15]) deja claro la necesidad de contemplar estas particularidades de los
sistemas sociales, desplegando una correcta epistemología, poniendo énfasis en
la necesidad de desarrollar la observación de segundo grado, que consistiría en
la toma de distancia de la visión propia de un subsistema social sobre la
totalidad del sistema. En este complejo escenario, el análisis racional
coexiste con interpretaciones que lindan con lo místico, dejando abierta a
puerta a la posibilidad de conceptuar como paradójica a la observación y a la
mismísima modernidad.
Para Luhmann, “Una teoría que asuma estas consideraciones puede ser una
teoría de la sociedad, pero entonces tiene que anclarse en el sistema
científico y conformarse con ser sólo teoría de la sociedad. Producirá una
comprensión constructivista de la realidad que tendrá cuenta la circunstancia
de que el observador de primer grado no tiene que vérselas con construcciones,
sino con objetos. Ya no reconocerá ninguna representación vinculante, sino que
se encontrará a si misma -no sólo a las otras- en un mundo constituido de
manera policontextural. Tendrá que hacer, cuanto más refleje su propia
contextura, el doloroso sacrificio del autodesinterés, compensado por la
certeza incluida de que también hay otros puntos de partida para la
racionalidad y la observación de segundo grado”([16]).
Los planteos de Duran Barba ni siquiera se vislumbran en la agenda de
Luhmann, ya que no sortean los prólogos necesarios para obtener los datos y
lecturas que el ideólogo posmoderno del PRO afirma.
A modo de resumen:
De todos los autores leídos, son los Beck y Lash los que incorporan en la
teoría la existencia y la realización de profundos cambios en la sociedad
moderna. Lash directamente habla de cultura posmodernista.
Estos
autores son también los más recientes, sus libros fueron publicados en momentos
donde los cambios sociales y el avance tecnológico eran más perceptibles. Sin
embargo, la polémica está presente en todos los autores, y similitudes y
analogías se pueden trazar.
Ahora
analizaré algunas ideas de los textos y las cotejaré con conceptos de Durán
Barba.
4. Las clases sociales
Nadie
puede negar el carácter central de las clases sociales en la política moderna.
En buena medida la segunda fue un reflejo de la primera categoría. También es
cierto que cualquier observador puede afirmar sin temor a equivocarse que el
PRO es una expresión política casi sin alusiones a la clase obrera. Su perfil
está más cerca de un concepto pro patronal que de cualquier expresión política
de algún sector de los trabajadores. De hecho es la expresión más cercana a una
política de la “burguesía” en este país. Pero la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires no se compone de un 60% de empresarios o pequeños burgueses, por lo que
su política no se puede expresar por una identificación de clase.
Puede ser así al punto de que
Durán Barba no cree en las clases sociales, al menos en los términos que la
sociedad moderna las conoció. Ya no se ordena la política en función de la
dicotomía burguesía/ proletariado, trabajadores/patronal. Hay muchas clases,
con diversos intereses, que cambian, mutan, se reconfiguran permanentemente.
“Los contenidos de
la política tienden a ser más efímeros y deben ser recreados todo el tiempo.
Por eso es un gran desafío para los partidos sobrevivir. Importan menos las
clases sociales que esa odiosa palabra yanqui que llamamos target. ¿Y el target
qué es? Es un grupo que se forma provisionalmente, en torno a un tema, y que
mañana desaparece. La sociedad a la que le habla un político es una cantidad de
grupos sociales específicos, con necesidades específicas, a los que hay que
saber plantearles mensajes específicos.” ([17])
Su
lectura lo lleva al punto de descreer hasta de la propia representatividad del
peronismo en la clase obrera: “Este peronismo, y más en la última época, con la conducción de
Cristina Fernández, ya no tiene al movimiento obrero como un eje
vertebrador”.
Ulrich Beck sostiene que el
concepto de clase social está hoy cuestionado –es una de las categorías zombis
que vimos recientemente-, todas las instituciones que presuponen un moldeado
colectivo de la conducta individual hoy están en crisis. Es el individuo
institucionalizado el que busca sus propias clases e instituciones que lo
representen. “Con el declive de la clase y de los grupos de estatus, el
individuo debe convertirse en el agente de su propia identidad. El individuo,
no su clase social, se convierte en la unidad de reproducción de lo social en
su propio mundo vital.” ([18])
Giddens
sostiene que la modernidad asocia la política, por la fuerte influencia del
capitalismo y el industrialismo, al movimiento obrero. Considera que hoy, una
“preocupación obsesiva por el movimiento obrero” ([19])
puede conspirar contra la construcción de una política emancipatoria, ya que
ignora las distintas fuerzas implicadas en la modernidad que se articulan y
operan como “movimientos sociales”.
Para
Lash, la cultura posmoderna corroe las identidades colectivas, y así los
agrupamientos en torno a clases y su operatividad en la política pierden
relevancia. Es determinante en este proceso la gran reducción numérica de la
clase obrera en la economía pos industrial. Lash apunta que “la decadencia de
la identidad colectiva se registra, por ejemplo, en la (cada vez menor)
identificación con el Partido Laborista, con los sindicatos, con una mentalidad
de nosotros versus ellos” ([20]).
5. Partidos políticos
Este
concepto viene atado al de clases sociales. Para Durán Barba desde hace una década en casi toda
América Latina existe una crisis de los partidos políticos. “Con pocas
excepciones, los viejos partidos han entrado en una etapa de virtual extinción
o de transformación tan profunda que en muy poco se parecen a los partidos de los
ochenta” ([21]).
El
consultor del PRO destaca que el suyo es “un partido muy joven, sin tradiciones, sin anquilosamiento
en los viejos paradigmas”. La experiencia parece ser muy fiel a su relato.
Durán Barba está convencido de que las nuevas tecnologías y los cambios en la
sociedad hicieron desaparecer la militancia partidaria tradicional:
“Los partidos
contemporáneos no nacen de la militancia de pueblo en pueblo, y de comité a
comité. Los jóvenes actuales en vez de estar en las unidades básicas navegan en
la red”.([22])
El PRO plantea la ruptura con el
partido político de masas de la era industrial, que era el reflejo de la
división de la sociedad en clases que se gestó a mediados del siglo XX en
Argentina, donde las estructuras colectivas y la uniformidad cultural moldeaban
al individuo.
Beck, partiendo desde la
individualización de la segunda modernidad, lee la actualidad de los partidos
políticos con una mirada casi idéntica:
“Todas las viejas
concepciones de la clase y de la política presuponían (en la primera
modernidad) que el individuo y la individualización eran una falsa idea básica
que tenía que superarse para poder reconstruir identidades colectivas,
organizar la vida política y representar al individuo en la democracia
política. Yo creo que esto es un gran error. Es necesario más bien lo
contrario. Los partidos políticos tienen en nuestro tiempo que reconocer la
individualización, y no como algo que superar, sino como nueva forma de
democratización cultural y de autoconciencia de la sociedad. Una nueva forma de
sociedad en la que la política se relaciona con la libertad individual y con
las libertades y derechos políticos de los grupos en la vida cotidiana. Si los
partidos políticos no consiguen comprender esta situación sino que se empeñan en
volver la vista a una colectividad o clase dadas, no serán capaces de
comprender las fuerzas e ideas políticas de esta sociedad” ([23]).
Para Durán Barba los partidos
ahora se dirigen al individuo, se convierten en estructuras más flexibles y
locales que habitan en una sociedad que reniega de su representación: “Hay que
discutir mucho, pensar mucho y acometer una tarea extraña, que es formar un
partido posmoderno en una época en que los partidos solamente se están
disolviendo.”([24])
Y
Lash piensa lo mismo. La cultura posmoderna produce la “desintegración de lo
social” y trae una declinación pronunciada de los partidos políticos: “La
declinación de las instituciones implica un lugar menos importante para
organizaciones como el partido político e instituciones como la Iglesia, y un
mayor lugar para formas menos permanentes y más intensas de relaciones
sociales”. Para Lash, los movimientos políticos contemporáneos tienen que ser
favorables a agrupamientos “de menor escala, más locales y con lazos afectivos
más intensos”. ([25])
6. Individuo, discurso
y representación política
Las
reconfiguraciones de las instituciones centrales en las que se erigió la
modernidad política conllevan un giro de dos órdenes: Primero, en las
preferencias políticas de los ciudadanos, hoy (para Durán Barba) librados de
los relatos colectivos y de los objetivos de las instituciones colectivizantes,
ahora conducidos por sus deseos, inquietudes personales y los objetivos y
normas que cada individuo se impone. Y en segundo orden, y como consecuencia de
esto, debería existir una necesaria adecuación del discurso político de los
partidos a esta nueva etapa de la individualidad política.
Durán
Barba describe a este nuevo individuo políticamente posmoderno y lo incorpora
como dato de análisis. Los votantes que piensa el PRO ahora:
“Lo que quieren es que lo político se ponga al servicio de
su vida, de su hedonismo, de su placer. No quieren dar la vida por un ideal. Su
ideal es que su vida sea hermosa. Cambiamos de la lucha por la revolución a lo
que se llama la búsqueda de La aventura a la vuelta de la esquina (N. de R:
título del libro de Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut). Del marxismo viejo a
una perspectiva anarquista. Finalmente, es más interesante tener una aventura a
la vuelta de la esquina que cambiar el mundo. Esa es la postura actual. La
juventud que yo viví pensaba lo inverso, o al menos lo decíamos, de hecho no
nos movimos”. ([26])
Lash también registra la fuerza
demoledora de la individualización y la correlativa salida de los individuos de
las estructuras de representación política tradicionales, abandonando los
objetivos y relatos colectivos. Y va mucho más allá, señalando una ruptura con
la propia identidad de la clase obrera. Desarrollando una idea de Samuel Beer,
Lash grafica las relaciones entre la cultura posmoderna y la ruptura con las
organizaciones de los trabajadores en Inglaterra. Citando a Beer manifiesta que
“el ethos anti-autoritario de la cultura pop incitaba a los trabajadores no
sólo a cuestionar la autoridad de los empleadores y del Estado burocrático,
sino a oponerse a las jerarquías dentro de los sindicatos, del Partido
Laborista y de la propia comunidad obrera”. ([27])
Para el PRO, los porteños
decididamente “no están para morir por una ideología”, ni “siguiendo algún caudillo”.
No hay Sierra Maestra, ni se que quiere “tomar el cielo por asalto”. El
ciudadano posmoderno del PRO “quiere vivir bien y defiende más sus intereses
que los intereses políticos”, colectivamente entendidos.
Esta nueva ética ciudadana es
retrata por Beck. Es una “subpolítica, que es a menudo muy local y concreta y
que los políticos no aprecian porque no conocen los sistemas nerviosos
culturales de estas culturas individualizadas” ([28]).
Beck describe un sujeto político joven, es el responsable de convertir a la
política en una categoría zombi.
Llamativamente, Beck se refiere a
esta condición como “antipolítica”, entendida como metamorfosis de la
politicidad de la primera modernidad. Antipolítica es la crítica común que se
le hace a los discursos del PRO, entendidos como desideologizados. Pero Beck lo
analiza así:
“Esta variante
occidental de la antipolítica abre la oportunidad de disfrutar de la propia
vida, complementándola con una preocupación autoorganizada por los demás
liberada de las grandes instituciones. Está organizada alrededor de la comida,
el cuerpo, la sexualidad, la identidad y defiende la libertad política de estas
culturas contra la intervención desde fuera. Si miramos de cerca estas
culturas, lo que parece apolítico se convierte en politizado”. ([29])
Ahora, para Durán Barba el
político debe ir en busca del voto del ciudadano, despojado de la seguridad que
le garantizaba una doctrina política y un partido. No importa la construcción
de la propuesta racional, el rol del estadista que pensaba una política para y
por el pueblo no tiene cabida.
Hoy lo que importa es la efectiva
elaboración de un mensaje que represente este complejo mosaico de intereses
individuales que compone el universo electoral, porque “si quiere conseguir
votos, el político tiene que dejar su ego de lado y pensar más en qué necesita
la gente común”. ([30])
7. Imagen vs. relato
El último eslabón de la cadena de
cambios en la política lo constituye el mensaje político en sí mismo, entendido
como la forma de comunicarse entre el político y el ciudadano.
Como vimos, buena parte de la
teoría de Scott Lash se centra en la explicación de la cultura posmoderna como
la creación de una economía cultural. En ella, se produce un cambio sustancial
en la forma de comunicación, particularmente en la relación entre el
significante (ej: un sonido, imagen, una palabra); el significado (un
concepto); y el referente (un objeto de la vida real con el que están
vinculados el significante y el significado). A esta relación Lash la denomina “modo
específico de significación”.
La desdiferenciación de la cultura
posmoderna basada en el desarrollo explosivo de las nuevas tecnologías de la
comunicación e información trastocan el equilibrio que la modernidad había dado
a esta relación. Se construye un orden de mercantilización de las relaciones
sociales centrado en la imagen, en la inmediatez y en la falta de reflexión.
“La cultura se convierte en tecnología” ([31])
dice Lash, citando a Heidegger.
El discurso racional-argumentativo
de la política moderna no tiene cabida en este orden cultural global, sus
tiempos y sus procedimientos no son compatibles con las computadoras, la TV y
el avance de la lógica de mercado en la cultura. Lash argumenta:
“El cambio cultural
no comprende ideas claras y distintas, elecciones racionales o actos de habla
legitimados por el discurso, sino un arsenal de símbolos, a veces vacíos, a
veces afectivamente cargados, que a menudo actúan en el nivel del inconsciente
o, a lo sumo, de un preconsciente de supuestos de fondo tácitos en un horizonte
implícito…. Esto es, el desarrollo cultural se guía menos por el lenguaje de la
identidad, la diferencia, el silogismo, la causa y la sustancia, y más por el lenguaje
retórico de la metáfora, la metonimia, sinécdoque y el oximoron. ([32]).
Mientras la política moderna se
desplaza en el terreno del pensamiento racional, los programas, las
estrategias, las elecciones racionales; la cultura posmoderna no puede hablar
ese idioma, “la cultura no actúa en ese nivel. Sus símbolos proveen las
imágenes de los sueños, los mitos implícitos de las identidades comunitarias y
nacionales, el horizonte no enunciado de las acciones, los hábitos y las
tecnologías tácitas de los cuerpos”. ([33])
Las similitudes aquí también son
llamativas. Cuando le preguntan a Durán Barba sobre el rol de palabra y el
discurso en la política, en relación a su nuevo estereotipo de votante,
responde:
“Antes la política
se hacía con palabras que comunicaban ideas. Y hoy, cada vez más, se hace con
imágenes que comunican sentimientos”. ([34])
Interrogado sobre como sería el
perfil de un candidato ideal, responde:
“El de Macri.
Alguien relativamente joven, fuera de los esquemas tradicionales. Que transmita
sentimientos con imágenes y no ideas con palabras”. ([35])
En la política posmoderna del PRO
se puede afirmar que muchas veces “no importa lo que dice, lo que importa es la
imagen”. ([36])
8. Buenos Aires,
¿ciudad global?
La
ciudad de Buenos Aires tiene ciertas particularidades que sin dudas
contribuyeron al desarrollo del PRO. No es lugar para analizar el
comportamiento electoral de la capital de la Nación, pero no se puede dejar de
señalar que el PRO electoralmente es apenas algo más que una fuerza porteña.
Con lo mucho y poco que eso implica.
Tanto
en lo político, como en la cultura o el deporte, Buenos Aires expresa otra cosa
que el resto del país. Esta particularidad social es perfectamente comprendida
por Durán Barba. El consultor de PRO, analizando la última victoria de Macri
sobre Filmus manifestó:
“La idea de que la Ciudad “debe integrarse” al país tiene el rechazo
del setenta por ciento de los porteños, que pretenden una Ciudad más autónoma.
El porteño no se siente tan parecido a los demás argentinos. Se siente
especial”. ([37]).
Scott
Lash, cuando analiza la cultura posmoderna, afirma que la el sustrato donde se
apoya y al cual refleja este nuevo paradigma cultural tiene una representación
global, pero con anclajes locales bien diferenciados. La cultura posmoderna es
una cultura de élites masificada, los patrones de reproducción cultural de las
clases más acomodadas de la sociedad se mercantilizan y se universalizan, pero
lo hacen a través de puertos concretos y no como una red. Ya no será el Estado
nacional el campo de la nueva cultura, pero tampoco es la globalización como un
todo lineal el marco operacional de la desdiferenciación posmoderna de Lash.
“La
consecuencia es el surgimiento de una élite global, cuyo punto de
identificación es la élite global de otras ciudades semejantes. Así, en las
industrias de la cultura global, la élite de San Pablo tiene más en común con
sus pares de Tokio, Nueva York, Londres, París, Milán y Los Ángeles que con sus
compatriotas brasileños” ([38]).
Si este análisis se aplica a San Pablo, ¿qué decir de Buenos Aires? Una ciudad
más culta, informatizada, desarrollada en todos sus índices, con una histórica
tradición cosmopolita. “No
hay nada que se parezca a Buenos Aires”, afirma Durán Barba.
Desde
la mirada de Lash se puede justificar un comportamiento social acorde a los
parámetros posmodernos en Buenos Aires, que en cualquier otra ciudad del país.
Allí radica para Durán Barba buena parte la singularidad política de “La reina
del Plata”.
9. Familia y rol de la Mujer
La familia está en crisis, al
menos su concepto tradicional. Y esto también tiene implicancias en la
política, en la conformación de las clases sociales, etc. Muchas de las
definiciones y categorías del pensamiento político moderno se fundan en un
ideal de familia, pensada como un hogar con un amo, varón, que dirige la casa. “¿Pero
alguien se ha preguntado qué es realmente una familia en nuestros días?, se
interroga Beck y responde “Nadie puede decir realmente lo que es en nuestros
días un hogar o una familia, ni en términos económicos, ni sociales ([39]).
Para los Beck, la esencia de los
cambios se centra en la progresiva igualdad entre hombres y mujeres.
“La tensión en la
vida familiar se debe hoy a que la igualdad entre hombres y mujeres no puede
crearse en una estructura familiar institucionalizada que presuponía la
desigualdad…. Al tomar decisiones, la gente toma conciencia de los contrastes
en las condiciones de los hombres y las mujeres. Ante la falta de soluciones
institucionales, la gente está teniendo que aprender a negociar las relaciones
sobre la base de la igualdad. Esto está transformando lo que entendemos por
familia”. ([40])
Durán Barba repite esta idea y
señala las consecuencias políticas de la misma. La democratización de la
sociedad es la consecuencia última de este proceso, que a la vez marca el
declive de un tipo de liderazgo.
“Aprendemos a
obedecer en la familia, aprendemos las normas del juego de la autoridad en la
familia, y la familia antigua fue una familia machista en la que había un padre
omnipotente, una mujer secundaria e hijos que eran súbditos sin ningún derecho.
Los niños creíamos que nuestros padres eran sabios y poderosos. A ese esquema
de socialización en el poder corresponden el general Perón, el doctor José
María Velasco Ibarra, el general Lázaro Cárdenas, todos ellos generales,
doctores, lejanos, míticos y sobrenaturales. Hoy nos socializamos de otra
manera en la familia. Vino una revolución sexual, las mujeres se incorporaron
al proceso productivo de mil maneras. Eso tuvo otra serie de consecuencias,
pero la principal fue que los niños se criaron en una familia democrática en la
que madre y padre comparten poder, en la que los niños dicen, mi nieto me lo
dice: “Tenemos poder”. ([41])
La política posmoderna del PRO
presupone un alto componente de femeneidad. Los hombres en buena medida tendrán
que incorporar una cuota de femeneidad para “tener éxito en la vida y en la
política”.
Cuando le preguntaron si la
condición de mujer ayudada a la candidatura de Cristina F. de Kirchner, Barba
respondió: “El hecho de ser mujer, ahora en Latinoamérica, da unos bonos”.
Macri tuvo dos candidatas a vice jefe de Gobierno mujeres, Gabriela Michetti y
María Eugenia Vidal.
10. La revolución del rock
Cierta especificidad de la cultura
posmoderna también contribuye a la desestabilización de los valores políticos
tradicionales. El ejemplo del rock es llamativamente utilizado tanto por Lash
como por Durán Barba. Para Scott Lash, siguiendo a Bernice Martin, a partir de
la década de 1950 en Inglaterra, el crecimiento económico de sectores juveniles
fue acompañado por la amplia difusión de la cultura popular, especialmente el
rock, “cuya trasgresión de las normas convencionales es mucho más flagrante que
la de la cultura popular anterior” ([42]).
Este fenómeno produjo una crisis
de identidad en la clase obrera y en los valores políticos tradicionales, por
la naturaleza contestataria y crítica del rock y su difusión masiva, imponiendo
un nuevo norte político y un diferente sistema de valores, más anclado en lo
individual, pero al mismo tiempo activamente rechazando la imposición de
patrones colectivos.
Para Durán Barba, el rock también
transformó la política contemporánea. Pero fue una “Revolución que tiene que
ver con mayor libertad y donde el placer es el norte de la sociedad”. Desde su
óptica, el rock también conspira contra los valores tradicionales de la
sociedad moderna y si bien conserva su naturaleza contracultural, de despega de
los grandes relatos políticos de la modernidad:
“El rock fue la gran
herramienta de comunicación del cambio que se genera en los 70 y fue lo que
masificó la protesta de la cual los políticos no se dieron cuenta. A la larga,
lo que a nivel mundial hace Black Sabbath o lo que hace Charly García remueve
los valores de la sociedad tradicional. Miles de jóvenes fuimos a conciertos de
rock en todo el mundo, sentimos el impacto de estas nuevas visiones, que eran
las otras revoluciones de los 60, que no eran revoluciones socialistas”. ([43])
11. El futuro: ¿pobreza, desigualdad y pesimismo?
Todos los autores estudiados
debaten sobre los distintos peligros que afrontaría la sociedad. Muchos hacen
especial énfasis en temas puntuales. Beck hace hincapié en el riesgo ambiental,
Giddens en la guerra nuclear, Berman en el estancamiento cultural del
modernismo, Lash en la peligrosa preponderancia de los medios tecnológicos.
Pero quiero en este punto
referirme específicamente a la pobreza y la desigualdad -que también están
presente en todos los autores-, como forma de abordar un tema más vigente en la
agenda política del PRO y de la Argentina contemporánea.
Se podría afirmar que no hay
muchas razones para ser optimista sobre este punto de acuerdo a la lectura de
los autores. Para Giddens, “los movimientos `más allá´ de la modernidad se
producen en un sistema global caracterizado por las grandes desigualdades de riqueza
y poder”([44]).
Igual que Giddens, todos los autores se muestran, al menos, escépticos a la
hora hacer un pronóstico acerca de las posibilidades reales de combatir la
pobreza y las desigualdades que tiene la sociedad contemporánea.
Beck resalta que los efectos de la
modernidad reflexiva sobre la política pueden contribuir a consolidar las
desigualdades sociales.
“A causa de la
individualización, existe una falta de organización política de los pobres. El
capitalismo sin clases no significa menos desigualdad en el futuro, sino todo
lo contrario… Crea circunstancias institucionales en las que los individuos se
ven lejos de sus seguridades tradicionales, mientras que, al mismo tiempo,
pierden el acceso a los derechos básicos y a los recursos de la modernidad”. ([45])
Una de las críticas principales
que se le hace al PRO es la supuesta falta de preocupación sobre la pobreza, la
distribución de la riqueza y la igualdad social. Es etiquetada por su oposición
como una ideología de derecha, conservadora, más proclive al status quo que al
cambio social.
Durán Barba elabora una respuesta
peculiar sobre el tema. Para el consultor del PRO la problemática de la pobreza
y la desigualdad no tiene solución. Desarrolla una explicación de corte
subjetivista, donde la pobreza y la desigualdad tienen que ver con la
imposibilidad de satisfacer los deseos personales y no con las iniquidades
materiales. En una entrevista desarrolla su teoría ([46]):
Durán Barba: La pregunta es: ¿qué es la
pobreza? En esto también aplico el pensamiento budista. Cuando el buda
original, Siddhartha Gautama, habló sobre las cuatro verdades, la segunda noble
verdad es: “Tú sufres en la vida porque anhelas lo que no tienes”. Si no
anhelas lo que no tienes, no sufres. Y cada vez hay más cosas que anhelar: el
mundo se ha desatado. Las cosas que un joven de 18 años puede anhelar son
muchísimas más que hace 30 años. Y cada día asoman más artefactos.
Periodista: ¿Cada generación es,
proporcionalmente, más pobre que la anterior porque anhela más?
Durán Barba: Y porque tiene más. Cuando yo era
estudiante y venía con mi novia hace 36 años, me bastaba comer una milanesa
napolitana en El Palacio de la Papa Frita y comprar una camisa Ridgard’s,
sentía que había llegado al paraíso. Cuando mi hijo viene a Buenos Aires, no se
conforma con eso.
Periodista: Proyectado al futuro, ¿qué
solución tiene?
Durán Barba: No tiene solución. Es la
naturaleza humana, seguiremos así.
Esta respuesta posiblemente no
dejará satisfecho a 8 de 10 personas que la lean. De hecho, políticamente, no
la comparto. Pero no quiere decir que no sea una idea presente en muchos de los
sociólogos contemporáneos que teorizan sobre el futuro de la sociedad. No la
explicación en sí misma de Durán Barba, sino la dificultad de luchar contra la
pobreza. Ninguno de los autores dibuja con entusiasmo el tránsito hacia una
sociedad donde reine la justicia social.
Con
frialdad y simpleza, Niklas Luhmann asume la posibilidad real de que la pobreza
y la exclusión social no puedan resolverse. En un texto llamado “Globalization or World Society?: How to conceive of
modern society”, Luhmann manifiesta:
“El peor escenario
imaginable podría ser que la sociedad del siglo XXI tendrá que aceptar el meta
código de inclusión/exclusión. Y esto podría significar que algunos seres
humanos serán personas y otras sólo individuos, que algunos están incluidos en
los sistemas funcionales (con o sin éxito personal), y otros son excluidos de
estos sistemas, convirtiéndose en cuerpos que tratan sólo de sobrevivir hasta
el día siguiente; que algunos están emancipados como personas y los demás están
emancipados sólo como cuerpos; que la preocupación y el abandono se convierten
en algo diferente a lo largo de esta frontera; que ese estrecho acoplamiento de
las exclusiones y los acoplamientos sueltos de inclusiones van a diferenciar el
destino y fortuna y que esas dos formas de integración va a competir: la
integración negativa de las exclusiones y la integración positiva de
inclusiones ([47])
12. Conclusión
La política posmoderna del PRO
encuentra en la teoría de la Individualización de Ulrich Beck y Elisabeth
Beck-Gernsheim y en
la “Sociología del Posmodernismo” de Scott Lash fundamentos sólidos y afines,
que parecen casi copiados. Creo que de la articulación de los dos esquemas se
puede trazar una radiografía muy aproximada al marco sociológico donde
despliega la política Durán Barba.
Dejando de lado los juicios de
valor, el PRO es el primer partido político que se define como posmoderno. No
sólo recurre a técnicas y estrategias comunicacionales posmodernas, sino que
describe y opera en función en una sociedad concebida como distinta de la que
presuponen, al menos en términos programáticos y teóricos, el resto de los
partidos políticos nacionales.
Posiblemente esto puede tener un
anclaje en la especificidad de la ciudad de Buenos Aires, pero las ideas de
Durán Barba señalan un camino irreversible, al menos en muchas de las
caracterizaciones que hace de la sociedad contemporánea. Como rasgo de la
modernidad, el tiempo tiene la palabra. Y pronto sabremos si la política
posmoderna del PRO llegó para quedarse, o si por el contrario es sólo una moda
pasajera, con lo efímero y posmoderno que el concepto implica.
En el medio, y siendo más
importante, podremos vislumbrar hacia donde va la sociedad también.
* Por Alejandro
Gonzalo García Garro
[1] Aunque pueda resultar innecesario e inútil, aclaro que
la elección del PRO sólo tiene que ver con la elaboración del trabajo y el
estudio de Teoría Social II. No comparto sus ideas políticas, no tengo
militancia en este partido, ni los he votado nunca. Pese a esto, he tratado en
este trabajo de ser lo más objetivo posible, evitando anteponer concepciones
políticas personales al análisis y desarrollo del tema. Espero que se haya
logrado.
[2] Preferí analizar entrevistas y notas en los medios
periodísticos y no los libros y ensayos de Durán Barba. Lo hice con al finalidad
de buscar un pensamiento más espontáneo, acorde la praxis política. Leí más de 20
entrevistas y notas (150 páginas aprox), que van desde el 2001 al presente.
[3] No abordaré la distinción tradicional de la
posmodernidad política retratada por Lyotard, que plantea el fin de los grandes
relatos y que tiene su correlato en la discusión sobre el fin de izquierdas y
derechas. Como dije, centraré el análisis en conceptos sociológicos. Pero a
modo de saldar la cuestión y encuadrar en lo posmoderno al pensamiento del PRO,
reproduzco el fragmento de una nota Durán Barba.
Periodista: ¿Cómo juegan en
esto las ideologías? Durán Barba: “Veamos el tema desde la gente. Hemos
encuestado reiteradamente en la Argentina: `¿Usted prefiere que el próximo presidente
sea de izquierda, de derecha o no le interesa el tema?´ Normalmente, en la
Argentina hay un 9/10 por ciento que quiere un gobierno de izquierda, un 6/8
por ciento que quiere que sea de derecha y un 80 por ciento que dice que le
importa un rábano el tema”.
[4] Caracterización que hace el propio Durán Barba de si
mismo. Citado en diario “Hoy” de la ciudad de Quito, Ecuador. Noviembre de
2005.
[5] Entrevista del Diario Perfil. Domingo 01 de Julio, año II Nº 0185.
[6] En una nota de Terra Magazine, “Jaime Durán Barba: la política entendida
como marketing” (hecha en Ecuador, el 06 de julio de 2007), el consultor
del PRO expresaba sobre la campaña de Macri: “Es la primera campaña enteramente
posmoderna que se hace en América Latina. Elementos nuevos: nunca una
manifestación, ni un solo discurso, ni una concentración, ni una sola caravana.
El elector común ocupando el centro de la escena”.
[7] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[8] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[9] Prefacio de Scott
Lash. “La Individualización a la manera no
lineal”, en “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus
consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck –
Gernsheim.
[10] Categorías Zombis. Entrevista a Ulrich Beck, en “La
Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias
sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[11] “Todo lo sólido se desvanece en el aire. La
experiencia de la modernidad”, de Marshall Berman.
[12] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[13] Giddens, en “Consecuencias de la Modernidad”, analiza
extendidamente los cambios en la concepción del tiempo y el espacio. Explica
los mecanismos de “desanclaje” de las sociedades modernas y como la propia
modernidad reconstruye la relación con el tiempo y el espacio a través de
enormes distancias, donde la noción de fiabilidad cobra importancia. La misma sería
la certeza que transmíteme determinadas señales simbólicas, relaciones
personales y en especial los sistemas expertos –altamente tecnológicos- que son
los que permiten el desarrollo normal de la vida en un mundo global e inmediato
donde se trastocaron las concepciones tradicionales de tiempo y espacio.
[14] “Sociología del Posmodernismo”, de Scott Lash.
[15] “La Modernidad de la Sociedad Moderna” y “Racionalidad
Europea”, ambos parte del libro “Observaciones de la modernidad. Racionalidad y
contingencia en la sociedad moderna”, de Niklas Luhmann.
[16] “Racionalidad Europea”, en “Observaciones de la
modernidad. Racionalidad y contingencia en la sociedad moderna”, de Niklas
Luhmann.
[17] Nota publicada por el diario “Clarín” en el año 2002,
bajo el titulo: “El problema es que la gente ya no quiere ser representada”.
[18] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[19] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[20] “Sociología del Posmodernismo”, de Scott Lash.
[21] Nota “10 pasos para alcanzar el poder”, de Jaime Durán
Barba. Publicada el 17 de febrero de 2007.
[23] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[25] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[26] Entrevista del Diario Perfil. 1 de Julio, año II Nº 0185.
[27] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[28] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[29] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[30] Entrevista Diario La Nación, domingo
6 de febrero de 2011.
[31] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[32] Ibíd.
[35] Entrevista del Diario Perfil. Julio de 2007.
[36] Durán Barba desarrolla con una contundencia implacable
este argumento. En un artículo explica: “Es que la revolución tecnológica y en
las comunicaciones está arrasando con todos los moldes tradicionales y esto
cambió también a la política. Aquí hubo un salto descomunal en el que la gente
llegó a convencerse de que la realidad es lo que está en la pantalla. En
técnicas de campaña electoral, una publicidad de radio debe ser un estímulo
auditivo para producir imágenes de televisión en la mente de la audiencia. Si
no, no funciona. ¿Cómo evaluamos una intervención de televisión de un
candidato? Le quitamos el volumen y analizamos ahí si es que la imagen que
transmite es la que se busca. No importa lo que dice, lo que importa es la
imagen. Según los estudios, en el mensaje a través de la televisión las
palabras son apenas entre el 10 y el 12%. El resto se divide más o menos en
mitades, en las que lo que cuenta es cómo están los ojos, la cara, la ropa,
cómo se manejan las manos, qué hay en el entorno, si hay o no iluminación,
compañía o soledad. Eso da cuatro veces más mensaje que todas las palabras
dichas en un debate. La gente va a ver sus ojos, y ahí es donde va a creerle o
no. ¿Creerle qué? No importa. No importa lo que diga, la cuestión es si es
creíble o no. Y entonces, si en la víspera el candidato se ha pasado preparando
el debate y estudiando estadísticas para ganarle a su adversario, va a la
televisión con ojeras, cansado, y perdió el debate, por inteligentísimo que sea
y por más buenas ideas que tenga. Nunca ocultar las manos, nunca mover los ojos
para un lado y el rostro para el otro. Y más aún, puede hacer todo
correctamente y aún así, el candidato aparece y la gente dice: "El tipo
miente". Funcionan otros códigos de mensaje, y sólo testeando muy bien
puede uno comprender el porqué de una percepción y, eventualmente, ayudar a
cambiarla”.
[38] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[39] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[40] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
Cabe indicar aquí que Giddens
otorga a los movimientos feministas un rol relevante dentro de los movimientos
sociales y políticos de la modernidad radicalizada, pero sin vincularlo con la
crisis de la familia.
[41] Entrevista del Diario Perfil. Julio de 2007.
[42] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[43] Entrevista del Diario Perfil. Julio de 2007.
[44] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[45] “La Individualización. El individualismo
institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y
Elisabeth Beck – Gernsheim.
[46] Entrevista del Diario Perfil. Domingo 01 de Julio, año II Nº 0185.
[47] La idea la extraigo de un texto en inglés. La cita completa de
Niklas Luhmann es la siguiente: “The worst imaginable scenario might be that
the society of the next century will have to accept the metacode of
inclusion/exclusion. And this would mean that some human beings will be persons
and others only individuals; that some are included into function systems for
(successful or unsuccessful) careers and others are excluded from these
systems, remaining bodies that try to survive the next day; that some are
emancipated as persons and others are emancipated as bodies; that concern and
neglect become differentiated along this boundary; that tight coupling of
exclusions and loose couplings of inclusions differentiate fate and fortune:
and that two forms of integration will compete: the negative integration of
exclusions and the positive integration of inclusions”.